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Honrando a dos grandes libreros de Caracas y amigos de siempre...(II)


TALLER CRITICO

RAUL BETHENCOURT EL LIBRERO DE CARACAS

Por:R.J.LOVERA DE-SOLA

En una columna como esta dedicada al comentario de libros si bien nos referimos siempre a quienes los escriben es imposible soslayar a los impenitentes lectores, a los devoradores de libros o bibliófagos tan bien descritos por Elías Canetti(1905-1994), en 1974, en El testigo oidor(o Cincuenta caracteres,1977). A los que poseen buenas bibliotecas, a los que atesoran libros de la antigüedad o incunables como lo hacen entre nosotros los cultos médicos José Rafael Fortique en Maracaibo o Blas Bruni Celli en Caracas y también el historiador Guillermo Morón con sus amados libros griegos. Así los bibliófilos, los bibliólatras, los bibliópatas, los bibliógrafos, los bibliómanos están aquí presentes y por lo tanto también a los libreros.

La muerte en vísperas del día de navidad de Raúl Bethancourt(1926-2007) sin duda el primer librero de Caracas no puede dejar de ser registrada. Se nos fue el hombre de la librería “Suma” en Sabana Grande. Con otros personajes del ramo hizo familia por mucho tiempo: Rafael Ramón Castellanos(La Gran Pulpería de los Libros) y su hermano Jonás Castellanos(Historia), Walter Rodríguez(Lectura), Sergio Alves Moreira (Divulgación), Agustín González(primero en Gombel y luego en Indice).

Y ello pese al dolor: no sólo por la pérdida del amigo, de quien puso, en nuestro caso a través de cuatro décadas, los mejores libros ante nuestros ojos sino por las circunstancias dramáticas de su muerte: un accidente automovilístico como el que nos privó de altas figuras de nuestra poesía como Andrés Eloy Blanco(1896-1955) o Aquiles Nazoa(1920-1976). Pero en su caso peor, parecido al del santo médico José Gregorio Hernández(1864-1919), un chofer irresponsable se montó sobre la acera en donde estaba parado, en el “Centro Comercial Libertador” se lo llevó por delante y huyó. Manos generosas lo levantaron y llevaron a la clínica “Santiago de León de Caracas”. Sólo sobrevivió cinco horas.

Raul Bethencourt era canario, había llegado a Venezuela en 1953, como nos informó su hija Elena, en aquella fecunda inmigración de españoles que llegaron a nuestra tierra en los años cincuenta.

Pero ahora los recuerdos son muchos. Raúl no sólo fue un verdadero librero sino también editor. Gracias a él tuvimos, dentro de sus Ediciones Hespérides, la única edición hecha hasta hoy de Venezuela violenta(1968) de Orlando Araujo, una obra fundamental sobre su asunto en nuestra historia y política que Raúl no vaciló en editar al comprender su importancia pese a que cercanos amigos suyos, como el ex presidente Rómulo Betancourt, se molestaron con su impresión. Es inexplicable que aun no se haya reeditado otra vez este libro impar como casi todos los salidos de la pluma de su autor.

Y fue Raúl gran librero: no aquel que sólo le cobra a sus clientes los libros que compran sino aquel quien por una parte tenía en su local siempre lo mejor que se publicaba en castellano, en Madrid, Barcelona, Buenos Aires o Ciudad de México, quien nos buscaba las obras, a veces raras, que deseábamos leer los asiduos de “Suma”, quien recomendaba obras singulares a sus compradores, entre los que nos contamos desde nuestros veinte años(1966), es decir a lo largo de cuarenta y dos años, libros que él previamente había leído y sabía su valor, saber y sabor. Por ello hoy al llorar al constante amigo no podemos olvidar que fue mucho lo que alimentó nuestra pasión y nuestra sensibilidad por la literatura y la historia y por mil temas que interesan al lector inmoderado que somos.

No podemos, para cerrar, dejar de recordar al menos tres anécdotas: un día de fines de los años sesenta, 1969 para ser precisos, le preguntamos si conocía a un raro escritor uruguayo, hacía poco elogiado por Julio Cortázar(1912-1984), llamado Felisberto Hernández (1900-1964). Raúl nos dijo “espérate un momento”. Subió al depósito y bajó con Nadie encendía las lámparas, Tierras de la memoria y Las hortesias, así conocimos muy temprano a aquel narrador tenue, lento y melancólico. Con los años, gracias a José Ramón Medina, la Biblioteca Ayacucho publicó sus Novelas y ensayos(1985), la más amplia selección de su obra que ha visto la luz en América Latina. A esta la precede una amorosa carta crítica dirigida al desaparecido Felisberto por el autor de Rayuela.

Un día cuando ya salíamos de “Suma” nos dijo “no te puedes ir sin llevarte este libro”(mayo 8,2002): del estante sacó El último encuentro de Sandor Marari(1900-1989), desde ese día nos puso tras la pista del mayor milagro literario de la última década, pese a que los libros del gran húngaro vinieran los años treinta y cuarenta. Y al decirle adiós(febrero 6,2007), no sabíamos que lo hacíamos, vio que habíamos comprado La historia de la belleza de Umberto Eco. Y nos dijo:”caramba, que buen libro te llevas”.

Así fue. ¡Que las siempre gracias, no hay mejor palabra para agradecer en español, más salida del alma, de los afectos, de los constantes de “Suma”, lo acompañen al infinito¡. ¡Qué de diálogos tendrá en el cielo con los autores que tantas veces sacó de sus estanterías para recomendarlos¡.

Enero 6,2008

Publicado en Literanova.eduardocasanova.com: enero 12,2008

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