¿Que vinculacion tiene la orden monastica trapense, a la que pertenecieron Thomas Merton y Ernesto C
Armand Jean Le Bouthillier de Rancé, fundador de la orden cuyo nombre latino es
Ordo Cisterciensis Strictioris Observantiae, cuya fundación fue en el año 1664 en el Monasterio de la Trapa
Siglas O.C.S.O.
Nombre común Trapenses
Orden monástica
Regla de San Benito
Hábito
Túnica blanca, escapulario negro (blanco los novicios) y correa marrón clara, colocada a modo de cíngulo, por encima del escapulario.
Superior General
Eamon Fitzgerald, abad general
Sitio web
www.ocso.org
La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (O.C.S.O. por su nombre oficial, en latín, Ordo Cisterciensis Strictioris Observantiae), conocida como Orden de la Trapa, es una orden monástica católica, cuyos miembros son popularmente conocidos como trapenses. Tienen como regla la de San Benito, la cual aspiran seguir sin lenitivos. Nacen como una ramificación de la Orden del Císter, que a su vez se originó de la Orden de San Benito.
Historia
La orden se fundó en la abadía de la Trapa, ubicado en Orne, Baja Normandía (Francia), donde su abad, Armand Jean Le Bouthillier de Rancé, encabezó en 1664 una reforma de la Orden del Císter a la que pertenecía el monasterio, renunciando a todas las dispensas autorizadas por la Santa Sede y retornando a la primitiva observancia y regla del patriarca San Benito, evitando la relajación que consideraba se estaba produciendo en algunos monasterios cistercienses.
La Orden en el mundo
España
Esta reforma hecha por Armando perseveró hasta 1791 en Francia. Pero a los monjes de la Trapa se les impuso abandonar su vida monástica debido a los acontecimientos revolucionarios franceses.
El padre don Agustín tranquilizó a los monjes y se ofreció para practicar todas las diligencias necesarias para conseguir un nuevo monasterio. Pasó al cantón de Friburgo, en Suiza, para solicitar del senado el permiso de un establecimiento religioso en su territorio.
Lo obtuvo en una pequeña cartuja abandonada trece años antes, situada en montes casi inaccesibles y nieves perpetuas, con destino a la nueva colonia cisterciense para que la disfrutasen con todos los privilegios que gozaron en Trapa. Salieron algunos monjes para Suiza en mayo de 1791 y llegaron a Friburgo, donde fueron recibidos por el obispo después de penoso viaje y se dirigieron al Valle Santa. Los sesenta y cuatro que se quedaron, pensando que las cosas iban a calmarse, vieron sin embargo cómo su monasterio era vendido a unos mercaderes de hierro y convertido en un fragua para el hierro y otros menesteres industriales. Los monjes fueron echados de malas maneras del lugar. Estos monjes se dirigieron a Friburgo confiados en que sus hermanos les dieran asilo. Y así ocurrió y aunque pobres y con falta de sitio para acogerlos y sustentarlos, el rector del monasterio les abrió las puertas. Pero viendo imposible acogerlos por mucho tiempo, determinó enviar dos monjes comisionados a España para suplicar al rey Carlos IV de España la gracia especial de un trozo de tierra en algún yermo de su dilatado imperio donde fijar su morada y procurarse la subsistencia.
El padre Gerásimo y el padre Juan fueron los dos monjes comisionados que partieron de Valle Santa para España en el mes de marzo de 1793, en ruta hacia Madrid, pasando por Lucerna, y luego pasando por el monte San Gotardo, donde casi pierden la vida por el frío y donde fueron socorridos por unos capuchinos que tenían un hospicio en la cumbre de la montaña.
De allí fueron a Génova y en barco llegaron a Barcelona y se hospedaron en el convento de Santes Creus. Después se dirigieron a un monasterio de Zaragoza llamado de Santa Fe, para llegar definitivamente a Madrid e instalarse en el monasterio de Santa Ana. En Madrid se colocaron bajo la protección del duque de Híjar, por el cual presentaron al rey un memorial solicitando un terreno para vivir en él. El rey accedió a sus ruegos y acordó darles la granja llamada de Santa Inés en Murcia. El abad de Valle Santa, enterado de las buenas gestiones, envió para España desde Suiza diez religiosos para la fundación española el 2 de febrero de 1794.
Pero como la granja había pertenecido a los jesuitas y era de gran valor, los monjes negociadores dejaron en suspenso la concesión y los monjes llegados a Suiza que se habían instalado en Reus con los padres franciscanos fijaron su residencia en una ermita llamada «La Misericordia», a poca distancia de Reus, al enterarse del suspenso de la concesión.
Posteriormente se trasladaron al monasterio de Poblet, donde fueron acogidos por el vicario general del monasterio, a quien entregaron las reliquias que habían traído de Suiza.
Las negociaciones para que estos sesenta y cuatro monjes trapenses tuvieran tierras propias para instalarse prosiguieron, y el vicario general de Aragón propuso al monasterio de Escarpe la cesión de un priorato que tenía en las inmediaciones de las villas de Maella y Fabara, conviniendo desde luego el monasterio a la cesión, y aunque el edificio estaba en malas condiciones se mandó a gente para arreglarlo para su puesta en funcionamiento, el 4 de enero de 1796, cuando llegaron finalmente los diez monjes trapenses.
A causa de la expulsión de los trapenses del territorio francés, además de fundarse el monasterio de Valle Santa en Friburgo, se establecieron uno en España, otro en Westfalia, otro cerca de Turín, dos en Valais y otro en el ducado de Norfolk, en Inglaterra.
A través de los estatutos de la Orden de la Trapa se puede conocer a esta austera y venerable Orden y en este artículo se ven indicados dos artículos de los Estatutos de la Orden de Trapa para conocer su vida monástica que son los siguientes:
Artículo segundo de los estatutos («De los días de trabajo en invierno»). En los días feriales se comienza a la una y media los matines y laudes del oficio mayor y menor, a que sigue de difuntos, hasta las cuatro.
Artículo quinto de los estatutos («De los días de trabajo en verano»). En los días de feria se empieza el oficio divino a la una y media y dura hasta las tres y tres cuartos y en los de doce lecciones se comienza a la una y se termina a la misma hora.
El siguiente texto fue tomado del blog “Vision Contemplativa del P. Beda Hornung OSB
lunes, 20 de septiembre de 2010
Thomas Merton – ¿Un Profeta Sin Querer Serlo?
Este miércoles, 22 de septiembre, nuestra Abadía de San José celebrará el vigésimo aniversario de su inauguración; y el 4 de octubre se cumplirán 25 años del comienzo de la construcción de la misma. Son buenas fechas para compartir una anécdota acerca de Thomas Merton.
Por los años de 1950 (recordemos que el Concilio Vaticano II estaba todavía lejos), Thomas Merton tenía la inquietud de fundar un monasterio auténtico. Entre otros países, se fijó en Venezuela. Así escribe en su diario, con fecha del 29 de agosto de 1957: “Venezuela - cerca de Caracas o cerca de Valencia o cerca de Maracay, o en la montaña con vista al lago de Valencia, o en el otro lado, con vista al mar, o cerca de Barquisimeto – ¡Qué nombre tan fascinante! - Pero la cosa se pone mejor todavía cuando pienso en los Andes cerca de Mérida. Me fascinan imágenes de la Gran Sabana de Venezuela; pero vamos, ¡seamos prácticos!” (El texto original en inglés dice: “Venezuela - Near Caracas or near Valencia or near Maracay, or in the mountains overlooking the lake of Valencia, or on the other slope looking at the sea, or near Barquisimeto – a most fascinating name! It gets better and better when I think of the Andes around Merida. I am fascinated by the pictures of the Gran Sabana of Venezuela; but come on, let’s be practical”).Esta cita se encuentra en: Thomas Merton, A Search for Solitude. Pursuing the Monk’s Life, Harper San Francisco, 1996, Páginas 113-114).
Sin embargo, unos días más tarde, el 17 de septiembre de 1957, escribe: “Me retracto de todo lo que he dicho de Venezuela, por haber sido probablemente bastante loco.” (“All I have said about Venezuela I take back as having probably been quite crazy”. Pg. 120).
Nótese que Merton había dejado instrucciones para que sus diarios no fuesen publicados antes de 20 o 30 años después de su muerte. De hecho, el diario que nos facilita estos datos fue publicado, como se ve, en 1996.
Ahora bien: para esta fecha, y sin saber nada de las ideas de Merton, ya existían los siguientes monasterios en Venezuela:
· Monasterio de Nuestra Señora de Coromoto, Monjas Trapenses, fundado el 2 de febrero de 1982, en Humocaro Alto, cerca de Barquisimeto.
· Monasterio de Nuestra Señora de los Andes, Monjes Trapenses, fundado el 11 de septiembre de 1987 en los Andes Venezolanos, cerca de Mérida.
·
Y nuestra Abadía Benedictina de San José, fundada el 2 de abril de 1923 en Caracas; fue trasladada a Güigüe – “con vista al Lago de Valencia” – e inaugurada el 22 de septiembre de 1990.
Es interesante ver cómo Thomas Merton, de alguna manera, intuía que estos emplazamientos eran aptos para un monasterio aunque, después, lo consideraba una idea “loca”. Sin embargo, lo que parece loco a los hombres, puede ser completamente normal para Dios.
Un Monasterio entre montañas merideñas
El Monasterio Trapense está ubicado en El Hato de Estanques, Km 12, vía Canaguá, estado Mérida. Un lugar fantástico para el disfrute y la relajación. La Orden Cisterciense fundó aquí en nuestro país su primer monasterio en 1987, manteniendo la mística monástica. Esta es una Orden religiosa católica de monjes contemplativos enclaustrados que siguen la Regla de san Benito. En el Monasterio Trapense el silencio es la principal norma, por lo que podemos disfrutar de un ambiente de paz y tranquilidad. A pesar de que no tienen un voto de silencio, los monjes trapenses sólo hablan cuando es necesario, por lo que las habladurías están totalmente desaconsejadas. De acuerdo con San Benito, el habla perturba la quietud y la receptividad de un discípulo, y puede tentarlo a uno a ejercer la propia voluntad en lugar de la voluntad de Dios.
Siendo el carisma de esta Orden de contemplación y oración, sus actividades cotidianas están regidas por esa misión, los Laudes u oración en la mañana, la celebración eucarística, el trabajo, las comidas en comunidad y los momentos de esparcimiento, se realizan en medio de una atmósfera de paz y tranquilidad. Buscan el contacto permanente con Dios y todas las demás actividades de rutina y trabajo están insertas en la contemplación. Actividades en las que puedes estar presente y en algunas participar incluso, como en las del trabajo rutinario donde te enseñan cómo es el proceso de producción artesanal del café, producto que realizan y comercializan con éxito.
También puedes acompañarlos en las celebraciones eucarísticas si así lo deseas, podrás disfrutar de una forma de oración más íntima y recogida. Igualmente puedes caminar y disfrutar del aire y naturaleza, rodeado de hermosas montañas y paisajes, creando ese ambiente místico que en algunas ocasiones necesitamos. Es un lugar perfecto para unas vacaciones en familia o de retiro espiritual, para despejar el alma y la mente de tantos problemas cotidianos.
Los Monjes ofrecen sus instalaciones en alquiler para familias, grupos o particular. El monasterio consta de el Monasterio de Retiro (lugar donde habitan los monjes, en clausura), la capilla donde monjes y visitantes comparten en oraciones y misas y la casa de retiro u hospedería (donde duermen los huéspedes). Con una capacidad de 14 personas, el monasterio trapense abre sus puertas a todo aquel que desee descansar, acercarse a Dios, compartir con la vida monástica, estar en silencio, buscar la tranquilidad; y realizar algún retiro espiritual (para este ultimo deben llevar su guía espiritual). Si en algún momento, las personas desean hablar con los monjes o desean confesarse, deberán comunicarlo con anticipación para programar la hora y poder atenderlos.
Es en definitiva un espacio totalmente apartado del mundo cotidiano para quien esta en esa búsqueda espiritual y de encuentro consigo mismo. Si deseas ir, debes saber que la hospedería tiene capacidad para 14 personas. Solo admiten mayores de 15 años , sin embargo, si se alquila completo el espacio, se podrán admitir niños.
Para cualquier otra información o reserva:
http://www.trapense.com.ve/ hospederia@trapense.com.ve Telf. (0416) 671 2123 -directo- ó (0274) 417 6591
Es obra de monjes trapenses la actualizacion de la oracion contemplativa cristiana a cuya forma original tuve acceso de la mano del Abad Jose Maria Martinez, II Abad de la Abadia "San Jose" de Guigue (Edo. Carabobo) durante mi formacion de 7 años alla, pero son trapenses quienes la actualizan en un metodo conocido como Oracion Centrante, muy bien descrito en estos TEXTOS TOMADOS DEL BLOG "VISION CONTEMPLATIVA" DEL P. BEDA HORNUNG OSB.
martes, 31 de agosto de 2010
Oración Centrante (I)
En mi blog anterior mencioné, como de paso, la “oración centrante”. Esta forma de orar es un método de oración que procede de la tradición cristiana, principalmente del libro La Nube del No Saber, de un autor anónimo del siglo XIV, y de San Juan de la Cruz, del siglo XVI. Aunque distan dos siglos en el tiempo, ambos autores se deben a una corriente de espiritualidad común en toda Europa. Así se desprende de los paralelos en sus escritos. Esta oración nos lleva a la consciencia de la presencia de Dios y de su acción en nosotros, y así alienta las actitudes contemplativas de escucha y receptividad. No es contemplación en sentido estricto, vista en la tradición católica siempre como puro don del Espíritu, sino más bien una preparación para la contemplación por medio de la reducción de los obstáculos causados por la hiperactividad de nuestras mentes y nuestras vidas. La oración se había vuelto rígidamente dicotomizada – meditación discursiva, oración afectiva, y la multiplicación de aspiraciones devotas. Y la palabra “contemplación” se había vuelto tan ambigua que la mentalidad popular la identificaba con un estilo de vida más que con una forma de oración. En los años 70, había jóvenes discípulos de los gurús orientales, los roshis zen y los maestros de meditación trascendental, que hacían veinte o treinta minutos de meditación dos o tres veces al día, a pesar de encontrarse en la universidad o en la vida profesional, mientras que religiosos de vida activa, sacerdotes y monjes y monjas contemplativos parecían tener dificultades para hacer media hora de “oración mental” – como se llamaba - al día. Miles de jóvenes iban a la India cada verano a encontrar alguna forma de espiritualidad. Nunca habían oído que existiera una espiritualidad cristiana, estando los monasterios de contemplativos, tanto de hombres como de mujeres, junto a ellos en su país. Por consiguiente, no se les ocurrió buscar una forma cristiana de oración contemplativa ni visitar monasterios católicos. Cuando se enteraron de que existían, se sorprendieron, les impresionó, y algunos sintieron curiosidad. A mediados de la década de 1970, el P. Thomas Keating, en aquel entonces abad del monasterio trapense de Spencer, EEUU, planteó esta situación a su comunidad monástica. El P. William Meninger se sintió motivado a tomar este desafío en serio. Basándose en el clásico espiritual del siglo XIV, La nube del no saber, creó un método al que puso el nombre de “Oración de la Nube”, y comenzó a enseñarlo a los sacerdotes en la casa de retiro del monasterio. La respuesta fue muy positiva. Para muchas personas, sus casetes han sido un punto de partida para usar la forma simple de oración recomendada por el autor de La nube del no saber, en la que una sola palabra como, por ejemplo, “Dios” o “amor” expresa la “intención desnuda dirigida hacia Dios”. En 1976 el P. Basil Pennington, otro monje de Spencer, comenzó a enseñar en la hospedería del monasterio esta oración en forma de cursillos introductorios, primero a sacerdotes y después a otras personas que querían asistir. Ya en cursos anteriores, superiores de congregaciones religiosas habían sugerido para esta práctica el nombre de “oración centrante”. En los años 80, el P. Keating, ya retirado de su responsabilidad como Abad de Spencer, y viviendo ahora en el monasterio de Snowmass, Colorado, dio inicio a Contemplative Outreach (Extensión Contemplativa), una agrupación muy bien organizada y efectiva, para facilitar toda una espiritualidad basada en la oración centrante. Ha escrito muchos libros sobre este tema. Aunque, a primera vista, en la oración centrante hacemos lo mismo que en otro tipo de meditación, la gran diferencia es que, en la oración centrante, tenemos la intención de consentir a la presencia y acción de Dios en nosotros.
El símbolo que identifica a la Extensión contemplativa es tomado del monograma del “REDENTOR DE JOB”
que es símbolo de la espera paciente.El Alfa y el Omega símbolos de Jesucristo: Principio y Fin.
La Cruz, símbolo de la Salvación.Las flores símbolo de la abundancia de vida y de la Resurrección.
En su libro “Mente Abierta, Corazón Abierto”, capítulo 9, el P. Keating dice lo siguiente: “El propósito de la oración centrante no es sentir paz, sino la evacuación de los obstáculos inconscientes a un estado permanente de unión con Dios. No es la oración contemplativa lo que se persigue en esta práctica, sino el estado contemplativo. Tampoco lo son las experiencias, por más exóticas o reafirmantes que sean, sino el estar conscientes permanentemente de Dios, que proviene de una misteriosa reestructuración de nuestra consciencia”. ¿Cómo puede ser eso? Veamos el ejemplo de Pablo y Silas en la prisión (Hechos 16,22-26): “Entonces la gente se levantó contra ellos, y los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los azotaran con varas. Después de haberlos azotado mucho, los metieron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los vigilara con el mayor cuidado. Al recibir esta orden, el carcelero los metió en el lugar más profundo de la cárcel y los dejó con los pies sujetos en el cepo…. (Dolor – sangre – malos olores – mosquitos – ratas – insomnio, etc. ¿Qué hubiéramos sentido y hecho nosotros en semejante situación? ¿Rabia? ¿Depresión? ¿Sed de venganza? ¿Gritar? ¿Insultar al carcelero? Veamos lo que hicieron Pablo y Silas:)…. Pero a eso de la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los otros presos estaban escuchando, vino de repente un temblor tan fuerte que sacudió los cimientos de la cárcel. En el mismo momento se abrieron todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas.” Este “orar y cantar himnos a Dios” es un ejemplo de estar permanentemente consciente de la presencia amorosa de Dios, incluso en las situaciones más desagradables y peligrosas. La oración centrante, con el tiempo, nos puede llevar a esta consciencia. Para más información sobre la oración centrante, véase la página web: www.extensioncontemplativainternacional.org
jueves, 24 de febrero de 2011
Oración Centrante (II)
Marta y María Autor:Vermeer de Delft Fecha:1655, Museo: National Gallery (Edimburgo
Justamente hoy vi en un blog que sigo la frase de un Anónimo que me viene como anillo al dedo. Dice: “El pensamiento racional puede llegar a ser un gran enemigo del espíritu. No pienses, razones ni elucubres sobre lo que haces. Simplemente hazlo; simplemente reza. Entra en esa atmósfera, no pienses sobre ella. El pensamiento no entiende esos estados y antes, durante, o después de la oración, pondrá todo tipo de impedimentos y de razonamientos haciéndote ver lo absurdo de la práctica. El pensamiento empleará todo tipo de argumentos de lo más convincentes e ingeniosos. ¡No hagas caso al pensamiento! Diga lo que diga la mente, tú continúa con tu práctica de oración.” (http://beatasolitudosolabeatitudo.blogspot.com/ del 24 de febrero de 2011) Supongo que es la experiencia de todos nosotros cuando nos disponemos a practicar la oración centrante. Especialmente, durante los primeros meses, se me venían a la mente preguntas como éstas: ¿qué estoy haciendo yo aquí? ¡No siento nada! Con tanto trabajo que hay que hacer, ¿cómo se me ocurre perder mi tiempo no haciendo nada? Y me contesté a mí mismo: bien, si estás perdiendo el tiempo, ¡piérdelo con Dios! Lo que le entregamos a Él, nos lo devolverá a su tiempo con creces. Unas comparaciones pueden ayudarnos a verlo mejor. Veo la oración centrante como un riego a gotas. No se da mucha agua a la planta, ni todo el tiempo. Sólo dos veces al día, un poco. Así la planta se mantiene con suficiente humedad para no sólo no secarse, sino para dar flores y frutos a su tiempo. – Veo la oración centrante como un “riego a gotas”: cada día, fielmente dos veces, nos “regamos” con la presencia y acción de Dios en nosotros. Y el “terapeuta divino”, como lo llama el P. Thomas Keating, hace su trabajo de sanación y transformación. Otra imagen que uso a veces: la oración centrante es como meter un tornillo en una pared. Con pocas vueltas que le damos con el destornillador, el tornillo ya no se cae de la pared. Pero todavía no aguanta ningún peso. Se caería si le colgáramos algo. Hay que darle muchas vueltas al tornillo hasta que podamos colgar de él algo pesado. – Así debemos practicar la oración centrante por mucho tiempo, hasta poder cargar con las cosas de la vida que sentimos como un peso. Y más vale ¡que la practiquemos toda la vida! Una tercera imagen que me ayuda, especialmente cuando pienso que estoy perdiendo mi tiempo, es el gimnasio. Alguien va al gimnasio ¿para hacer qué? Levanta unas pesas, pero no las pone a ningún lado; las vuelve a bajar - ¡y eso un buen rato! Se pone sobre una banda y camina, ¡pero no va a ninguna parte! Se pone a remar, ¡y ni siquiera está en un lago! ¡¡Si eso no es estúpido!! Después se va a su casa cansado y sudado. Todo eso, ¿para qué? PERO: después de un tiempo se da cuenta de que su bienestar general ha mejorado. Tiene más fuerza, más aguante. – De manera semejante, mientras estamos haciendo la oración centrante, no sentimos nada. Nos puede parecer una pérdida de tiempo. Pero, después de un tiempo, nos damos cuenta de que estamos más conscientes de la presencia de Dios; estamos con más calma; no nos ofendemos tan fácilmente; las cosas no nos afectan tanto; tenemos más paz interior. Podríamos seguir con la lista; pero Dios le da a cada uno lo que Él quiere darle, a uno eso, a otro aquello. No conviene tener expectativas en la oración centrante; recordemos: estamos consintiendo a la presencia y acción ¡DE DIOS! Así que dejémosle hacer; no nos metamos con sus asuntos. A medida que practicamos, con el tiempo nos daremos cuenta de que Él está, y siempre ha estado, presente. Crecerá nuestra consciencia de estar acompañados por un amor infinito. Y podemos llegar a decir con San Pablo “si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?” (Romanos 8,31).
jueves, 13 de marzo de 2014
La Oración de Bienvenida
Como les he prometido, les explicaré brevemente cómo se hace la oración de bienvenida.
Se hace en el momento en que sentimos algo en nuestro cuerpo.
Suavemente, toma consciencia de tu cuerpo y de tu estado interior. Bienvenido, bienvenido, bienvenido, doy la bienvenida a todo lo que viene hacia mí en este momento, porque sé que es para mi sanación; doy la bienvenida a todos los pensamientos, sentimientos, emociones, personas, situaciones y condiciones.
Y repite esta oración, desde tu corazón:Dejo ir mi deseo de seguridad y supervivenciaDejo ir mi deseo de afecto y estima
Dejo ir mi deseo de control y poder
Dejo ir mi deseo de cambiar cualquier situación, condición, persona o a mí mismo.
Me abro al amor y la presencia de Dios y a su acción y gracia sanadora dentro de mí.
No se entiende la oración de bienvenida en la cabeza, sino que se la experimenta en el cuerpo.
Enfoca, y sumérgete en tu emoción, sensación, pensamiento o comentario. ¡SIÉNTELO!
No pienses sobre él; siéntelo en tu cuerpo. Recuerda que tu cabeza es parte de tu cuerpo.
No hay nunca un pensamiento, sentimiento o una emoción que no tenga una sensación correspondiente en el cuerpo. Síguelo, experiméntalo, siéntelo, quédate con él.
Decir la palabra Bienvenido es la acción de abrazar al Espíritu que nos habita.
A lo que doy la bienvenida en la práctica de la oración de bienvenida no es el sentimiento, la emoción, el pensamiento o las sensaciones del cuerpo, sino a la acción de Dios dentro de ellos.
“Dejar ir” significa pasar a través de la experiencia, sin dar rodeos, sin escapar de ella o reprimiéndola para devolverla al inconsciente. Sólo puedes entregar lo que realmente te pertenece. Cuando te sumerges en el sentimiento, comienzas a asumirlo como tuyo. Sólo entonces puedes dejarlo ir y entregarlo a Dios.
Igual que la oración centrante, esta oración de bienvenida necesita práctica. No le gustará a nuestro ego.
Practica, practica, practica...
También se puede practicar esta oración cuando uno está en calma. Recuerda lo que te pasó; vuelve a sentir lo que has sentido, y haz la oración de bienvenida.