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Entre los sentimientos mas fuertes que nos llevan a asumir la sombra como conducta personal y colect


La comunicación del miedo

Zapata (27/05/2009) / Archivo

“Como el odio y el amor, el miedo constituye uno de los sentimientos más universales, desde el punto de vista filogenético y ontogenético”

CARLOS COLINA ININCO, UCV

El Nacional Papel Literario 13 DE NOVIEMBRE 2016 - 12:01 AM

En la mitología griega, Fobos, del antiguo Φόßος (pánico), era la personificación del temor y el horror. Asimismo, Deimos, del griego Δειμος (dolor o pena) era la representación del terror. Ambos eran hijos de Ares, dios de la sangre y la guerra; y Afrodita, diosa del amor. El uno y el otro acompañaban a su padre, junto a las diosas Enio y Eris, en cada batalla.

Según el DRAE, miedo proviene del latín metus “temor” y significa, en su primera acepción: “angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. En términos psicológicos, el miedo es adaptativo, cuando afrontamos un posible daño real; pero puede ser irracional e imaginario, cuando no tenemos indicios seguros de que el acontecimiento se producirá.

Como el odio y el amor, el miedo constituye uno de los sentimientos más universales, desde el punto de vista filogenético y ontogenético. Por una parte, el miedo al extraño o extranjero está registrado en los anales de la historia. Etnocentrismo y xenofobia han ido aparejados en el devenir de las sociedades. Por otra parte, el psicoanálisis de Melanie Klein identificó el miedo en el nacimiento y en el destete, cuando tememos perder el primer objeto del amor: el pecho de la madre. En general, en sus obras, Freud insistió en el papel del miedo a la pérdida del amor.

Desde el inicio biológico sentimos miedo a la aniquilación, es decir, miedo a la muerte. Este miedo sería la causa primaria de la ansiedad. Para algunos, este último es el catalizador de religiones y filosofías. Es decir, el miedo puede ser paralizante pero también dinamizador y generativo.

En otro campo del saber, el planteamiento sartreano establece una diferencia entre el miedo y la angustia. El primer sentimiento se genera ante la amenaza del daño que nos puede causar un objeto externo o un aspecto de la realidad. En la angustia sartreana, estos elementos no están presentes, ni tampoco algún motivo específico. En esta concepción, la angustia no es mero miedo sino miedo a uno mismo y a las decisiones y consecuencias concomitantes, en el entendido de que somos seres libres. La conciencia de libertad es una conciencia de responsabilidad. Lo que ocurre dependerá de nosotros, sin excusas. Sin determinismos tampoco, pero sin tanto optimismo, los autores posmodernos hablaran, posteriormente, de otras situaciones existenciales más inciertas, y de otros miedos.

No obstante, no es la perspectiva psicológica, psicoanalítica o una concepción filosófica del miedo lo que nos interesa, sino la gestión sociopolítica del miedo y su estrategia comunicacional. En la esfera global, ciertos estados han estimulado el miedo al “terrorismo” y a los “terroristas” para justificar el terrorismo de estado, o por lo menos, políticas de vigilancia masiva de los ciudadanos que se han hecho evidentes, en la opinión pública, a través de distintos casos de espionaje colectivo. Para Zigmunt Bauman (2011), este tipo de miedo, junto al temor social a la exclusión, entre otros, son temores típicos del mundo líquido contemporáneo.

De cualquier modo, si dicha gestión del miedo se produce en el seno de las democracias occidentales más robustas, en los sistemas autoritarios como el bolivariano conlleva consecuencias más negativas para las personas. Estamos ante un régimen híbrido que combina ciertos atavismos caudillistas decimonónicos con elementos del socialismo real del siglo XX, el populismo y nuestro particular estatismo rentista. A semejanza de los sistemas totalitarios, cada vez existen menos divergencias entre los objetivos estatales y partidistas, léase, del PSUV. Ahora bien, ¿puede uno hablar de la gestión eficaz del miedo por parte de una neodictadura en crisis, sin internalizar el miedo? ¿Las disertaciones sobre el miedo contribuyen a su reproducción o a su superación?

Desde sus inicios, el régimen bolivariano ha contado con políticas panópticas de vigilancia, que se reflejan en el plano de la comunicación interpersonal y en el ámbito de los medios de radiodifusión masiva, las TIC y las redes sociales.

En el primer plano, cuenta en su haber, con los embrionarios círculos bolivarianos, las milicias y ahora los denominados colectivos, que algunos autores llegan a emparentar con los históricos fascias. Estos grupos cumplen un papel relevante en el control de ciertos sectores populares y como elementos de choques coyuntural, para intentar neutralizar las manifestaciones de protesta y disidencia. Además, cabría incorporar aquí el papel de la inseguridad y de la violencia citadina en el control social indirecto de los sectores medios, quienes, permanecen recluidos en sus hogares, inmovilizados por el miedo a la inseguridad. Aquí ha habido una política estatal implícita por omisión y colusión. La inclusión reciente de las OLP es un viraje efectista, radical en apariencia, con consecuencias graves en la vulneración de derechos humanos.

El control del sistema de medios públicos y privados a través de diversos mecanismos que garantizan la hegemonía gramsciana en el sector, han estado acompañados de una política comunicacional que combina técnicas y estrategias de marketing con aquellas más propias de los sistemas autoritarios y totalitarios. Las alocuciones presidenciales han sido una mezcla de talk shows con la precariedad de una arenga caudillista decimonónica. La marca política del finado hegemón no ha sido alterada, sino fielmente mimetizada.

La hegemonía comunicacional ha generado censura y autocensura, a través de la confiscación, compra directa o indirecta de medios; y de controles restrictivos de tipo jurídico. La Asamblea Nacional ha tratado de revertir estos últimos mediante la formulación y reformulación de leyes ad hoc. La criminalización de la opinión, las continuas agresiones a periodistas y medios dificultan la labor informativa, propia de los comunicadores sociales. Además, estos últimos han visto restringido o negado el acceso a la información pública, desde las cifras económicas básicas del Banco Central de Venezuela como aquellos datos sanitarios y epidemiológicos relacionados con la reciente emergencia de enfermedades propias del subdesarrollo profundo, entre otros.

A la sociedad venezolana se le ha enviado un mensaje claro y prístino: la opinión y el ejercicio al legítimo derecho a la protesta pueden tener consecuencias lesivas para el ciudadano. Para algunos, esto ha significado la privación de la libertad total o parcial, para otros, la pérdida del derecho al trabajo, o más trágicamente, del derecho a la vida. Las protestas del año 2014 dejaron un saldo lamentable al respecto.

Asimismo, el derecho constitucional a revocar ha generado listas fascistas persecutorias. El secreto a las comunicaciones ha sido vulnerado más de una vez en los canales radiotelevisivos oficiales. La interceptación de las comunicaciones pretende la multiplicación de efectos de control social. La certeza o la simple duda de estar siendo escuchado cumplen con este cometido.

Las listas mencionadas anteriormente circulan públicamente conculcando el habeas data o derecho a la protección de datos de carácter personal, consagrado en la constitución nacional. En todos los casos, no se trata tanto del número de individuos afectados sino de sus efectos panópticos. La idea es que todos nos sintamos vigilados y potencialmente sancionados. Es una estrategia comunicacional que suscribe uno de los preceptos de la Escuela de Palo Alto y de los más actuales planteamientos de la comunicación corporativa. No solo comunica el contenido semántico. Las acciones también comunican y más aún en un sistema estatal autoritario, populista y clientelar. Si firmas, si disientes, no tendrás derecho a trabajar ni accederás a las bolsas de comida de los CLAP. Se comunica entonces también a través de premios (indignos) al consentimiento y sanciones negativas a la disidencia. En términos parsonianos, son las sanciones positivas y negativas, respectivamente. La noche anterior a la huelga nacional convocada para el día viernes 28 de octubre de 2016, el oficialismo amenazó con tomar y expropiar aquellas empresas que se sumaran al paro. De hecho, la policía política asedió las sedes de la empresa y el hogar del empresario más emblemático del país.

No solo se han perdido las características esenciales de instantaneidad y simultaneidad de la televisión abierta, sino también, el derecho a la información oportuna y veraz de acontecimientos en pleno desarrollo, como el asalto a la Asamblea Nacional, el domingo 23 de octubre de 2016, con el antecedente claro del golpe de abril de 2002. Esta situación ha conducido a la migración de los ciudadanos hacia las redes sociales y la televisión por subscripción. En muchas oportunidades, el blackout informativo ha sido subsanado parcialmente con informaciones provenientes de estos medios. Este vacío no se refiere únicamente a acontecimientos sociopolíticos relevantes pero coyunturales. La crisis humanitaria ha sido desplazada de la pantalla chica, salvo puntuales y honrosas excepciones. Apenas podemos ver algunos indicios de la misma a través de la reseña eventual de alguna protesta en el sector salud o la solicitud cotidiana de medicamentes por parte de las plantas, de manera parca y “objetiva”. Es decir que, en los medios actuales, atravesados por la tendencia a la fabulación de las noticias, desde las más nimias hasta las más serias: una crisis humanitaria parece exenta de drama. En otras palabras, no se identifica el drama (colectivo) donde hay una verdadera tragedia social y humana. Asimismo, el clima de conflictividad y protesta social, presente a lo largo y ancho del país, es un asunto ausente en la radidifusión masiva.

Cabe agregar que además del entramado jurídico señalado, existe una Conatel gubernamental, que puede sancionar el medio o no renovarle la concesión. Aquí podemos encontrar claramente la gestión del miedo del medio, que no es otro que el miedo de los dueños, mediadores y emisores de la comunicación.

No es baladí la tipología de los programas bandera del sistema radiodifusivo oficial sean La Hojilla y Con el mazo dando. No es solo el discurso de odio que allí se emplea sino sus efectos punitivos, represivos y lesivos sobre su target. La hojilla es la elipsis de la hojilla de afeitar que connota más afear-destruir que hermosear el estilo, correspondiente a su significado original. En este afeite, el corte no se produce por accidente sino con normalidad e intención alevosa. En un recuadro de la pantalla aparece un juego de dos hojillas, una cubierta por la bandera de Venezuela y la otra, por una sombra. Al final de la animación, la primera se sobrepone sobre la segunda. En la realidad cotidiana actual sucede lo contrario. La sombra se impone sobre Venezuela y esta última no es cortante, sino cortada y herida por este subgénero de la telebasura.

En el otro programa televisivo, Con el Mazo dando, el martillo grande de madera denota la realidad material de un utensilio que sirve para golpear. Es esta acción la que resulta significativa. La connotación viene dada por la estética premoderna y caricaturesca; y por el sujeto potencial de la acción. Si el enunciador es un militar, el mazo es un elemento que desplaza el elemento aparentemente ausente; el arma de reglamento, la orden o mandato, el orden o statu quo. El enunciador militar se transforma en metonimia del ejército bolivariano. El poder entra en escena.

En esta modalidad comunicacional se produce un entrecruzamiento de los códigos gobierno/oposición, partidarios/oponentes, con el de amigo/enemigo, presente en el lenguaje militar y bélico, y propio del poder autoritario y totalitario. En consecuencia, el receptor es interpelado como amigo o enemigo. Capítulo aparte sería la identificación de las técnicas de guerra psicológica y el papel de la ideología y la propaganda en este proceso.

A pesar de algunos cambios aparentes en la forma, que se manifiestan ahora en el anunciado diálogo, el fondo tiende a ser el mismo. En los encuentros iniciales, el marco o frame ha sido del gobierno. Además, simultáneamente, en la presentación del informe oficial en el EPU/2016 de la ONU, sobre los derechos humanos, el canciller venezolano Delcy Rodríguez declaró que la revolución bolivariana es irreversible. Este pretendido carácter del sistema político actual es el que ha impuesto hasta los momentos un duro, pesado y largo monólogo, con transacciones descalificadoras, que adjetivan negativamente la otredad como escuálida, apátrida, golpista, y más recientemente; terrorista, para confirmarnos de que se trata el asunto.

Finalmente, la protesta social cotidiana, dispersa pero regular en todo el país; y las movilizaciones masivas de la ciudadanía democrática del 1S y 26O demuestran que los mecanismos de gestión del miedo no son invulnerables. Cabe esperar entonces que, en algún momento, el sistema de radiodifusión masiva restablezca el derecho a la información y comunicación de los usuarios en todas sus dimensiones, y rompa la espiral del silencio.

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