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"Es necesaria cierta distancia para darse cuenta de la enormidad de las cosas…" (Resumen


El rescatar y transmitir referencias hemero-bibliográficas es colocar en las manos de los consultantes, el instrumento vital de apoyo para las investigaciones en cualquier campo del conocimiento. El rigor en la realización de repertorios bibliográficos incide positivamente en las tareas investigativas a cualquier nivel y en la calidad de la información ofrecida. Si el mundo actual se ha definido como el de la comunicación e información podemos deducir la importancia no sólo de brindar el servicio mencionado, sino de unificar criterios y promover el rescate y difusión de las fuentes que atesoran la memoria de lo publicado en y sobre el país.

Lamentablemente la avidez de acceder a los instrumentos y novedades tecnológicas como si ellas por si mismas tuvieran por arte de magia en sus bases de datos toda la información requerida, la moda de lo fácil y banal más la eliminación paulatina del valor trabajo, mística, perseverancia y humildad como válidos del deber ser humano, han ido arrinconando como a la pobre muñeca fea de la canción infantil a esta área del trabajo de las ciencias sociales, igualmente ha creado una matriz de opinión desfavorable para la formación e incorporación de recursos materiales (nunca hay presupuestos para la investigación bibliográfica ¿para qué? ¿qué es eso?) y humanos (son profesiones sin status en el rating de la moda ni sirven para hacer riquezas) necesarios y capacitados que permitan generar, organizar y diseminar los materiales informativos, es más, los pocos cargos existentes se ofertan a la cuota clientelar del poder de turno y se adjudican a cualquier diletante audaz que sepa impresionar con sus disfraces y “parla” de intelectual o cuente con el apoyo de grupos que a través de sus “datos investigados arduamente” promocione sus gestiones y los entronice en el poder, a pesar de estar sumido en la más absoluta ignorancia sobre el tema, carezca de metodología y suministre información sin la objetividad y búsqueda requeridas. Es ésta una realidad que he visto transformar ante mis ojos, que parte de lo propuesto en los años 1969 y 1970 como plan estructurado para continuar la labor de publicación ordenada de la Bibliografía Nacional iniciada por Manuel Segundo Sánchez(1868-1945), pionero estudioso y director de la Biblioteca Nacional en los primeros años del siglo XX(1913-1920), quien editó en la Litografía del Comercio caraqueña en 1917, el primer “Anuario Bibliográfico de Venezuela”, correspondiente al año 1916. Estaba organizado en las siguientes secciones:

-Publicaciones Oficiales.

-Publicaciones particulares.

-Publicaciones periódicas.

Luego de esta publicación transcurrieron largos años durante los cuales la bibliografía nacional aparecía periódicamente como una sección del “Boletín de la Biblioteca Nacional”, fundado en 1922 por uno de los grandes eruditos del país José Eustaquio Machado(1868-1933), en la época en que dirigió la Biblioteca Nacional(1922-1933). Después de la muerte del general Juan Vicente Gómez fue nombrado director de la Biblioteca Nacional(1938-1953) el gran poeta y sabio lector Enrique Planchart(1894-1953), el verdadero modernizador de la institución durante su gestión. Creó las grandes colecciones de cultura universal, muy destacadas para su época y aun hoy. Todos los fundamentos y doctrinas bibliotecarias que manejó en su acción fueron recogidas en uno de sus libros póstumos Prosa y verso.(Recopilación: Pedro Grases. Prólogo: Augusto Mijares. Buenos Aires: Imprenta López, 1957,p.121-228). Fue bajo su regencia del instituto cuando, en 1942, fue creada la Oficina de Bibliografía, con el fin de publicar la lista de libros y folletos publicados en el país, respaldada en el año 1943 por la “Ley que dispone el envío de obras impresas a la Biblioteca Nacional y a otros institutos similares”, registrada como Decreto del Gobierno Nacional de la época en el “Anuario Bibliográfico” de 1942.” (FUENTES, Florencia, 1982: “Bibliografía Nacional Retrospectiva”,66).

Al frente de dicha Oficina estuvo el profesor Pedro Grases(1909-2004) desde 1942 hasta 1945, 1947-48, períodos durante los cuales se publicaron los “Anuarios Bibliográficos” desde el año 1942 hasta 1954. La estructuración del programa que reanudaría la publicación de la bibliografía nacional se efectuará en los años 1960 ejerciendo la dirección de la Biblioteca Nacional, la doctora Blanca Álvarez Freites, pionera de los estudios bibliotecológicos del país y fundadora de la Escuela para esa especialidad en la UCV, con decisiva participación del profesor Grases. A tal fin se designaron jóvenes profesionales egresadas(os) de esa Escuela ucevista, entre las que nombraré a Florencia Fuentes, Jefe del Departamento Centro Bibliográfico Venezolano, encargada particularmente de la organización de las publicaciones destinadas a cumplir ese objetivo; Maripuri de Madariaga para Procesos Técnicos y María Elena Bermúdez para la Sala de Referencias, quienes integraron con magnífico pulso, el viejo personal activo hacia mucho tiempo laborando y junto con los nuevos profesionales especializados, en un marco de diálogo, pluralismo de ideas y sobre todo de cultivo de lo que hoy llaman “respeto a la otredad”. Junto a ellas, el crítico literario Roberto Lovera De Sola (Caracas, 30 de marzo 1946) ingresó también abriendo las puertas a jóvenes de las Escuelas de Letras, como fue mi caso, en el que de su mano entré el 1 de agosto de 1970 a formar parte del equipo encargado del registro de obras publicadas, autores y fallecidos aparecidos diariamente en la prensa nacional en la Hemeroteca de la institución, para ser transferida, al poco tiempo, al Centro Bibliográfico Venezolano para continuar con esa función necesaria para el registro de la bibliografía nacional, unida a la de reseña y difusión de noticias importantes en la Cartelera General del área de Referencias de la misma Biblioteca Nacional. Comenzaba mis estudios en la Escuela de Letras de la UCAB y en el Instituto Pedagógico Nacional; la Escuela de Letras de la UCV vivía en pleno el famoso proceso de renovación y cierre por la intervención del gobierno de turno. Eran tiempos de grandes ideales, plena conciencia del valor dignificante y comprometido del trabajo, de la importancia de aportar al país nuestro grano de arena para rescatar de la ignorancia a las masas populares, y sin tanta legislación, discusión o palabrerío vacuo, vivíamos conciente y naturalmente, como un deber ser espontáneo, la vocación de servicio, de trabajo en el campo que fuera para rescatar el dato necesario y brindarlo sin guardar ases bajo la manga a quien lo solicitase, porque en definitiva, era una forma de “hacer patria”.

Eran tan propicios los vientos de la época para el rescate de la memoria publicada del país, al menos en las instituciones de las que soy testigo presencial y protagonista de reparto, que se podía tener la certeza profesional de un futuro promisorio en la investigación bibliográfica.

No sólo la Biblioteca Nacional se preocupaba por ese trabajo, desde el primer año de Letras en la UCAB, el doctor Efraín Subero(1931-2007), quien a sus cuarenta y dos años se había constituido(1973) en el más joven Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua, nos transmitía no sólo su amor a la Literatura Venezolana en la Cátedra respectiva, sino la conciencia clara y sistematización necesaria del investigador, todo ello en compañía de Lyll Barceló y Miriam López de Valdivieso en el Seminario de Investigaciones Bibliográficas, en el cual, además de registrar y conservar el material rescatado para los archivos de la Escuela, veíamos nuestros nombres orgullosamente reseñados en los libros dedicados a la divulgación bio-bibliográfica y hemerográfica de importantes autores venezolanos publicados por la Gobernación del Distrito Federal a través del “Plan Cultural Caracas” dirigido por José Luis Alvarenga. Otras corrimos con un suerte especial, en mi caso fui asignada a trabajar con don Pedro Grases en la actualización y revisión de la Bibliografía de don Arístides Rojas(Caracas: Fundación para el rescate del acervo documental venezolano, 1977.169 p.), para su segunda edición, donde la disciplina y ética que estos maestros nos querían transmitir se manifestaba en los reconocimientos de nuestros juveniles nombres en las presentaciones de los libros, las cuales tenían un gran valor curricular… A las 5 de la mañana debía

estar en la sede de la Sociedad Bolivariana, en la histórica cuadra del mercado de San Jacinto, al lado de la Casa Natal del Libertador, para comenzar el día entre los hermosos piropos y conversa supremamente agradable con don Pedro y el café recién colado. En esos inolvidables amaneceres Grases me hacía comprender que el trabajo bibliográfico es eso, trabajo, mística, vocación de servicio tan importante como mi ímpetu para llevar adelante mi profesión y ambiciones personales. Don Pedro me decía: “No dejes que la simplificación y unificación del trabajo, propias del oficio, te impidan meterte en su alma. El trabajo bibliográfico reside más en la actitud que en el mecanismo. La computarización y sistematización son importantes pero no debemos detenernos en esqueletos, hay que buscar la carne, la sangre en circulación de ese esqueleto”. Hoy después de muchos años, para recordarlo, hago mías las palabras que él usaba para referirse al gran bibliógrafo Agustín Millares Carlo(1893-1980): “Es un ejemplo que toda la gente de la ciencia, de la técnica y del amor al libro debería tener entre ceja y ceja y en mitad del corazón. Era un hombre de trabajo incansable, incomprensible en la cantidad de cosas que hacía; era un hombre de risa fácil, conversación de corazón a corazón, que iba realizando su obra con esa perfecta sencillez de la gente que sabe, de la gente que domina, de la gente que está llevada por un impulso, por un objetivo fuera de lo corriente y de lo normal.” De esos maravillosos años, quedaron como testimonio de mi trabajo, las secciones de fallecidos y autores en los Índices Bibliográficos publicados en multígrafo por el

Departamento Centro Bibliográfico Venezolano de la Biblioteca Nacional, los Anuarios Bibliográficos Venezolanos 1967-68 y 1975 y la actualización de la bibliografía de Arístides Rojas con don Pedro Grases, amén de la relación estrecha y reconocida con la Preparaduría en Literatura Venezolana en la UCAB con Efraín Subero, porque nuestro trabajo fue en equipo y como tal recordado…

Mi historia personal y profesional se separó de su matriz nutritiva y amistosa originaria en 1975 cuando se creó la Fundación para el Rescate del acervo documental venezolano (FUNRES) por decreto presidencial No.1284, publicado en Gaceta Oficial No. 30858, de fecha 28 de noviembre de 1975 bajo la dirección del doctor Raúl Nass. Ya me había graduado en Letras en la promoción “Doctor Domingo Miliani” y me disponía a partir a la Universidad Nacional Autónomo de México(UNAM), pero “el hombre propone y Dios dispone”, y vine aterrizar en la ciudad menos esperada en mi vida: Valencia. De la mano de mi padre espiritual y protector único: el doctor Adolfo Blonval López ingresé, como dije anteriormente, a trabajar con la doctora Henriqueta Peñalver en la indización de los documentos del archivo histórico “María Clemencia Camarán” y al año siguiente fui llamada a servicio por el recién creado Instituto Autónomo Biblioteca Nacional (según Ley aparecida en Gaceta Oficial No.31.284, de fecha 27 de julio de 1977) para que junto a las Licenciadas bibliotecólogas: Dinorah de Fuenmayor, primero, y Luisa Elena Sojo, después, cumpliéramos en el Estado Carabobo, los planes de la institución:

  • crear la red de bibliotecas públicas de la región con el eje en la Biblioteca Pública Central “Doctor Manuel Feo La Cruz”, que en ese entonces funcionaba en una casona de la Calle Soublette de Valencia;

  • reactivar el cumplimiento de la vieja Ley de 1943, bajo el nombre actualizado de “Ley de Depósito Legal”;

  • y en mi caso formar parte de la Dirección de Estudios e Investigaciones en calidad de Bibliógrafo regional, encargada de investigar, rescatar, registrar la memoria bibliográfica del Estado, el listado biográfico de autores carabobeños o vinculados a la entidad, editoriales existentes y a la vez, organizar la Sala Estadal, a través de la cual esa información rescatada y los libros ingresados por la Ley puesta en vigencia, permitiera prestar el servicio informativo sobre el estado, los temas relativos a él y a su gente, sus lugares, tradiciones y costumbres que tanto necesitaba la comunidad. Paralelo a ello, la Ley de Depósito Legal, el rescate de la memoria de lo publicado y el listado de editoriales vigente permitía crear en un área que no pagara ningún tipo de alquiler para poder así abaratar los costos de los libros, la sede carabobeña de la Librería Kuai Mare, red creada por Eduardo Castro para hacer llegar el libro venezolano, y de autores nativos o residentes en el país, a todos los rincones de Venezuela.

El intenso y fatigoso trabajo investigativo, que se realizó de casa en casa, con la ayuda de la valencianidad de aquellos años, que me abrió sus puertas, consumió diez años de mi vida, siempre acompañada por quien compartio mis andaduras por el territorio carabobeño: el Profesor Rafael Maria Lopez Risso, a quien honro desde lo mas profundo de mi corazon. Comencé con las listas que de las instituciones en las que eran promotores natos me fueron entregadas por la querida y admirada poetisa Flor Gornés y Gallegos, don Luis Martínez Mainardi y un jovencito Luis Ovalles. Fueron mis asistentes en la Sala Estadal: la profesora Mirtha de Olarte, un estudiante de la Escuela de Educación cuyo medio tiempo de trabajo lo absorbía la donación mensual de la Corporación Cerámicas Carabobo gracias a Frida Añez de Magasrevy, su administradora, mi gran protectora y amiga a quien honro y agradezco lo que hizo por mi en esos años, en esta entrada

El despegue del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas se cumplió progresivamente en esta segunda etapa comprendida entre 1979-80 mediante decretos que establecían Redes Estadales, siguiendo un modelo que proponía reforzar una Biblioteca Pública Central en cada capital de Estado, Bibliotecas Públicas en capitales de Municipios, Salones de Lectura en poblaciones más pequeñas y utilización de Bibliobuses en zonas deprimidas económicamente. El desarrollo de este sistema “único en su tipo en Iberoamérica” corresponde al momento en que la sociedad empieza a reconocer las limitaciones del proceso educativo formal y en que las gobernaciones de estado disponen, por primera vez, de acceso a un Fondo de Inversiones Coordinado con Organismos Públicos Nacionales, el cual permitió contar con el financiamiento requerido para llevar a cabo el desarrollo de una infraestructura mediante la adecuación de locales existentes, la construcción de nuevos así como la dotación de libros y mobiliario. Ello permitió la disposición de una infraestructura funcional y atractiva, de colecciones bibliográficas actualizadas y de servicios diversificados. El 27 de julio de 1977, después de una consulta desde la base realizada por la Comisión Nacional para la Organización del Sistema Nacional de Servicios de Bibliotecas e Información Humanística, Científica y Tecnológica, creada por decreto presidencial No.1759, publicado en Gaceta Oficial No. 31.064 de fecha 9 de setiembre de 1976 y la presentación por un grupo de ciudadanos a los senadores del otrora Congreso Nacional quienes lo avalaron: Luis Beltrán Prieto Figueroa, Ramón J.Velásquez, Andrés Sosa Pietri, Pablo Herrera Campins y Pedro París Montesinos, fue aprobada la Ley del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas. (Esta fecha fue después designada como Día del Bibliotecólogo y del Archivólogo en homenaje al natalicio de don Manuel Segundo Sánchez, gracias a las diligencias de la Junta Directiva del Colegio de dichas especialidades encabezada por la licenciada Florencia Fuentes). En su artículo 4 la referida Ley señalaba la naturaleza de la Biblioteca Nacional y de sus hermanas en las regiones, esencia que fue actualizada y reafirmada por su actual director Arístides Medina Rubio al llamarla “la farmacia del alma”, y reconocer que a pesar de tantos avatares sigue siendo después de ciento setenta y tres años de fundada “núcleo del patrimonio cultural del país” (MEDINA RUBIO, Arístides: “Biblioteca Nacional es la farmacia del alma”, IN: Todos adentro, No.117, sábado 15 de julio de 2006. año 3, pág.23.)

En el Estado Carabobo la realidad era muy distinta a la vivida en Caracas, la Biblioteca Pública “Doctor Manuel Feo La Cruz” era muy modesta en sede y colección bibliográfica en comparación con la “Doctor Enrique Tejera” del Ateneo de Valencia, la de la Casa Páez, las de algunas escuelas de la Universidad de Carabobo y sobre todo, en relación con bibliotecas privadas familiares. Se tenía también una colección de publicaciones periódicas de diferentes épocas muy valiosa. Con el despertar de la democracia en 1958 surgió el valor de la conservación de los bienes patrimoniales bibliográficos y no bibliográficos, ya que ellos son la memoria del país. Ya existen en vigencia una Ley de Depósito Legal, una Biblioteca Nacional, un Archivo General de la Nación y una Ley de Archivos Nacionales firmada en el Congreso de la República en Caracas 26 de junio de 1945. Y en la región también, el acuerdo por el cual se creó el cargo ad-honorem de Cronista de la ciudad de Valencia, publicado en Gaceta Municipal, el 31 de mayo de 1946, siendo electo el bachiller Rafael Saturno Guerra.

El movimiento conservacionista que surgió en la década de los sesenta llegó a Carabobo también en personas como la doctora Henriqueta Peñalver quien se entregó en alma y vida al rescate del patrimonio

Casa de Los Celis (Valencia, Edo.Carabobo)

arqueológico de la Cuenca del Lago de Valencia y de la abandonada Casa de Los Celis; la poetisa y escritora María Clemencia Camarán, primera presidenta del Ateneo de Valencia (1936), nombrada por el Gobernador doctor Jorge Figarella: “Coordinadora de Actividades de tipo cultural e Histórico en el Estado Carabobo” con sede en la Casa Páez. Más adelante se conforma la “Oficina de coordinación de asuntos patrimoniales e históricos” bajo la responsabilidad de los profesores Oscar Emilio Ferriere y Rafael López Bravo también en la “Casa Páez” cuya labor se evidenció por la “elaboración del inventario del patrimonio monumental e histórico del Estado Carabobo; inventario bibliográfico sobre la cultura indígena del Lago de Valencia; elaboración de microbiografías de personajes históricos destacados; observación constante del estado de conservación y mantenimiento en que se encuentran los sitios y monumentos históricos y de orientación a sus vecinos sobre la importancia de estos y la necesidad de velar por su conservación…Dentro de esta oficina se encuentra la Cátedra Bolivariana, creada en 1971 por decreto No.41 del Ejecutivo del Estado, la cual a partir de ese momento estuvo adscrita al Departamento de Asuntos Patrimoniales e Históricos de la Dirección de Cultura.” (VILLAMEDIANA, Judith “Asuntos Patrimoniales e Históricos”, IN: IN-FORMATE, No. 148, mayo 1985, pp.36-37).

Por otra parte: en “El Carabobeño” leímos un interesante artículo del profesor. Pedro Antonio Pacheco Herrera sobre el Archivo Histórico del Estado Carabobo. Compartimos íntegramente sus inquietudes…Creemos que el articulista se quedó corto al destacar el estado precario de esta importante dependencia del Gobierno estatal…no se ha dado una vuelta por el Stadium de San Blas, donde están los más valiosos documentos en espera de manos amigas que traten de salvarlos.

Yo soy la cuarta de izquierda a derecha.

Tenemos entendido que en el Capitolio de Valencia en las dependencias al digno cargo del señor Néstor Torres Pérez y de sus distinguidas colaboradoras: Ana de Sánchez Peña e Hilda Moreno de Espinosa, quedaron los documentos del presente siglo y siguen llegando los de la época actual. Y al degredo del Stadium fueron enviados los verdaderamente antiguos. Y entendemos, así mismo, que debido al celo y constante preocupación de Enriqueta Peñalver se debe que este tesoro de fuentes para la historia antigua de Carabobo y de muchos pueblos de Venezuela no se haya perdido del todo…Allí es donde se siente más la necesidad que el gobierno del Estado Carabobo actúe con mano generosa para una acción que regenere y conserve aquel arsenal de documentos que tan elocuentemente hablan de nuestro pasado…” (MANZO NUÑEZ, Torcuato, 1971. Abrevadero I, 272-273-274). Ese archivo histórico fue trasladado a la Casa de Los Celis y organizado por los historiadores Francisco Morales Urbano, Faver Paéz y el señor Néstor Torres Pérez e inaugurado con el nombre de “María Clemencia Camarán”. Fue en 1995 cuando se publicó la Ley de Archivos del Estado Carabobo que duerme en el Purgatorio en espera de ser aplicada.

En el año 1978 se abrió al servicio público la Sala “Luis Augusto Núñez” en la ahora Biblioteca Pública Central “Doctor Manuel Feo La Cruz”, en la Calle Soublette, según lo previsto por la normativa de la Red de Bibliotecas Públicas antes mencionada, la cual sufrirá transformaciones evidentes a lo largo de los años hasta el presente. En la Asociación de Escritores gracias a la donación de libros, folletos y publicaciones periódicas de sus consocios y la muy especial del fallecido “mecenas valenciano” Aziz Muci Mendoza, se creó durante la presidencia de la institución del profesor Eduardo Arroyo Alvarez, en los albores de la década de los ochenta, la Biblioteca “Margott Ramírez Travieso”; igualmente la Biblioteca “Doctor Fabián

Casa de "La Estrella" (Valencia, Edo. Carabobo)

de Jesús Díaz” del otrora Centro de Historia del Estado Carabobo, hoy Academia de la Historia de la región, que se ha nutrido de importantes donaciones de bibliotecas de difuntos académicos, que la constituyen a mi modo de ver, en una de las colecciones más ricas de libros y folletos de autores venezolanos y venezolanistas en la región.

Esas bibliotecas regionales obedecen a la necesidad de darle al pueblo lo que urgentemente necesita, pues ante la riqueza material inusitada que inundó el país, perdíamos gravemente nuestra riqueza cultural, nuestra esencia como pueblo, tanto que hizo necesario el decreto de la Presidencia de la República No. 201 “mediante el cual se procede a celebrar en el curso de la segunda quincena de setiembre del presente año, un Seminario Nacional, el cual se ocupará de estudiar la problemática de la enseñanza de la Historia y Geografía de Venezuela, así como de las otras asignaturas vinculadas en forma directa con la nacionalidad”, publicado en Gaceta Oficial No. 31.775, de fecha 11 de julio de 1979.

En la Escuela de Historia de la UCV por su parte se levantó un movimiento tendiente a revisar los contenidos esenciales de la materia, en plena vorágine de las confrontaciones renovadoras de fines de la década de los sesenta, el cual proponía entre otras cosas, rebatir colectivamente la gigantesca mentira sobre la cual se construyeron y aun se construyen mecanismos para dominar, calificar, estigmatizar un continente y su gente. Difundieron su propuesta en la Escuela de Letras de la misma Universidad en la que ni siquiera el movimiento de la tan cacareada renovación dio cabida a los planteamientos hechos y así hasta 1986, cuando en la ULA merideña se inició lo que luego se conocerá como el Movimiento de los No Descubiertos, como se ha designado desde entonces, como una conciencia y condición distintas para aprehender la historia de este continente y país que continúa hasta hoy en la Cátedra Pío Tamayo de la UCV.

Casa del General Jose Antonio Paez (Valencia, Edo.Carabobo)

Se celebró en Valencia y Puerto Cabello el Primer Congreso Venezolano de Escritores promovido por dicha Asociación Nacional presidida en ese momento por la distinguida escritora y bibliógrafa Irma De Sola de Lovera(1916-1991), en homenaje a Teresa de la Parra, entre los días 5,6 y 7 de Octubre de 1979, y como un solo bloque los escritores hicieron una “toma simbólica” de la “condenada a la picota”: Casa de la Estrella, según registra “El Carabobeño” del 22 de Octubre de 1979. Era tanto el movimiento de la opinión pública en pro del rescate de su olvidado y arruinado patrimonio, que el Gobernador de esa época, arquitecto Raúl Gómez, a través del decreto No.47 publicado en Gaceta Oficial del Estado Carabobo No.2.069, fecha 30 de junio de 1979, creó “la Comisión para el desarrollo de la Cultura del Estado Carabobo” integrada por nueve miembros y adscrita a la Secretaría de Educación y Cultura del Ejecutivo del Estado encargada, entre tantas actividades, de “la conservación y defensa del patrimonio histórico, artístico y ambiental de la ciudad” y fueron nombrados para integrarla: José Vitale (presidente), Carlos Vicci Oberto, Alicia Oliveros López, Torcuato Manzo Núñez, Miguel Torrence, Eulalio Toledo Tovar, Luisa Herminia de Celis, licenciado Alfredo Fermín y Luis Cubillán Fonseca.

Cuando se realizó la mudanza de la Biblioteca Pública Central “Doctor Manuel Feo La Cruz” a la calle Comercio ya había culminado el arqueo de las fuentes y material bibliográfico del Estado Carabobo y en Caracas, ell Licenciado José Marcial Ramos Guédez procedía a la revisión de las casi 4000 fichas en orden alfabético para dar al final 3500 rigurosamente seleccionadas que serían enviadas a Colombia, lugar de edición del libro, según decisión de la directiva de la Fundación del Libro Carabobeño encabezada por don Torcuato Manzo Núñez, quienes la costearon. Los dos tomos de nuestra Bibliografía del Estado Carabobo(Valencia: Fundación del Libro Carabobeño/Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Biblioteca, 1986. 2 vols.) fueron bautizados con gran alegría y presencia de las autoridades culturales de Caracas y Carabobo en el Museo de la Cultura, según consta en El Carabobeño, martes 31 de marzo de 1987, p.A-11. Al poco tiempo, el error cometido en Colombia de colocar el índice onomástico, de materias y de títulos primero que el cuerpo de la investigación sirvió de excusa a la avidez de los campos magnéticos de los agujeros negros que persiguen a los investigadores, para enviar a la Bibliografía del Estado Carabobo a dormir en la noche de los tiempos en la mazmorra de La Casa de la

Estrella gracias a carta obtenida por Luis Cubillán Fonseca y que conocí años después gracias a un alma caritativa que nunca falta. Pero no sólo el libro, yo misma caí en lo que hoy he descubierto ESOS ¡DIEZ! AÑOS DE TRABAJO FUERON BORRADOS, LÉASE BIEN, BORRADOS DE MI EXPEDIENTE CURRICULAR (yo para efectos de la Oficina Central de Personal NO EXISTI si no es por los recortes de prensa que registran justamente la década en que más trabajé por Carabobo, hasta mi esposo fue Director de MINDUR, el MINFRA de hoy, y allí hicimos la Guardería para los hijos de los empleados y obreros y el comedor de los mismos, motivo por el cual los empleados nunca nos han olvidado. Gracias a Don Torcuato Manzo Núñez pude cumplir el papel de la “boba del pueblo” en cargos que tapaban lo que en verdad sucedía y que nadie cercano a mí sabía pues él hasta su muerte cumplió el papel que heredó del doctor Adolfo Blonval López: servir de muro de contención a la maldad que me rodeaba. La prensa, repito, gracias a Dios reseñó una a una mis actividades: la publicación de la Bibliografía del Estado Carabobo en 1986, la actividad educativa y expositiva en la Compañía de Honor “24 de junio” del Campo de Carabobo, lo que ya mencioné de MINDUR y el trabajo en los barrios del Sur de Valencia, hubieran logrado su cometido: BORRARME DEL MAPA SIN SABER YO NADA Y CON LA COMPLICIDAD DE QUIENES YO CREIA MIS AMIGOS. Pero Dios es muy justo, la violación a mis derechos fueron descubiertas y hasta se perdió el trabajo del profesor Pedro Querales a quien le asignaron los “amigos escritores” de la AESCA que bien muertos están, o han recibido lecciones terribles, quien actualizo el material de la bibliografía, que es el que se perdió y nadie sabe cómo en el 2002.

A partir de ese momento, me refugié en la cercanía con artistas y artesanos de las especialidades de las Artes del fuego, conocidos en los viajes a lo largo y ancho del Estado Carabobo, que me hicieron comprender la importancia que la región valenciana y en general Carabobo ha tenido en el desarrollo de la cerámica desde la etapa precolombina, máxime que la Universidad de Carabobo tiene la responsabilidad de organizar el Salón Nacional de las Artes del Fuego desde 1974, compartido hasta 1995 con la Corporación Cerámica Carabobo representada en mi gran amiga Frida Añez, por ese motivo bajo la tutoría de Cristina Araujo, desde 1984 fui organizando el material hemerográfico y registro documental de esa área de las artes plásticas, someramente presentado bajo el nombre de “Teluria”, serie que acompañada de entrevistas, que publiqué en mi columna “Evatempo” en el Suplemento Dominical “Letra Inversa” del diario valenciano Notitarde, en la etapa comprendida entre 1990-92, cuando ejercía la dirección el creador de ese encartado, el poeta José Joaquín Burgos. Diez años después ese material fue entregado y por la importancia que reviste para la dignidad y justicia con la región carabobeña, esperaba fuera actualizado y revisado por los especialistas requeridos para la edición final de un óptimo producto, y así dar un aporte a la superación del vacío de recopilación hemero-bibliográfica existente cuya importancia ha sido refrendada por el crítico de arte Juan Carlos Palenzuela, fallecido hace pocas semanas(2007), a lo largo de sus columnas en el diario caraqueño “El Universal” donde se ha lamentado de la ausencia de material hemero-bibliográfico sobre las artes plásticas accesible, tanto que “me llevó ocho años de investigación y tres para conseguir editor” para hacer realidad su libro “Arte en Venezuela 1959-1979”, coeditado por CANTV y Banco Mercantil según registra Ana María Hernández en su reportaje “Arte Venezolano de los 60 y 70” aparecido en El Universal, 20 de julio de 2006, p. 3-10… Antes no lo creía posible pero hoy lo veo como lacrado con el mismo “EJECÚTESE” el “MOBBING, que se hizo conmigo en los años de servicio ya narrados, esta vez” en las tapas de la investigación sobre el Salón Nacional de las Artes del Fuego, la cual hasta que pueda dársele otra autoría estará designada a dormir junto a la bibliografía carabobeña, el mismo sueño valenciano en la noche de los tiempos, y digo que ahora creo que si por el compacto bloque que forman los ejemplares humanos universitarios y de la politica cultural carabobeña ahítos de ser autoridades culturales, políticas y sociales. El mismo modus operandi de los ochenta.

Quinta "La Isabela" conocida como Palacio de los Iturriza (Valencia, Edo. Carabobo) sede de mi ultimo trabajo para el Ejecutivo del Estado carabobo en el Centro de Documentacion del Museo de la Ciudad, dignidad que le habian asignada a dicha instalcion.

Con incredulidad he observado que a lo largo de los años todo el patrimonio documental ha sido condenado al arcón de lo inservible de manera demasiado evidente ante la importancia prestada al patrimonio edificado y el natural, creando un acumulado abandono del rescate, conservación y difusión del material bibliográfico y no bibliográfico que ratifica nuestro pasado histórico, y debe complementar el registro de todas las manifestaciones patrimoniales físicas, que dispersó a partir de los años ochenta el empuje que hizo que en 1974 Venezuela fuera el primer país latinoamericano que se adhirió al marco conceptual propuesto por la UNESCO que invitaba a los gobiernos a planificar y crear sus Sistemas Nacionales de Información (NATIS), para utilizar al máximo, mediante la coordinación de los elementos individuales, los recursos y servicios de información de que disponen. Ha sido tan manifiesta la crisis, que desde 1986 la prensa registra declaraciones como ésta: “Nos estamos quedando atrás. Los desmadres telúricos –como bien lo indica Gabriel García Márquez-, los cataclismos políticos y sociales no nos han dejado mucho tiempo para asimilar las lecciones del pasado ni pensar en el futuro.”

“Latinoamericanos y caribes –precisó García Márquez en el discurso que pronunció en el acto de instalación del II Congreso de intelectuales celebrado en La Habana- nos acercamos al siglo XXI con la sensación desoladora de habernos saltado el siglo XX: lo hemos padecido sin vivirlo…nosotros apenas empezamos a vislumbrar los beneficios de la revolución industrial” (GUZMAN, Patricia: “La carencia de bibliografía agrava la crisis”. IN: El Nacional 16 de mayo de 1986, pág.C-16). Este artículo recoge las declaraciones de miembros de la Junta Directiva de la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria donde advierten: “…sin bibliografía actualizada los institutos de investigación y las universidades sufrirán un golpe mortal. Proponen que las bibliotecas sean declaradas patrimonio nacional”.(Ibid).

Esa preocupación por rescatar el patrimonio edificado monumental y estatuario, el natural a través de leyes que controlen la destrucción de la fauna, la flora y tantos recursos naturales a punto de extinción además del triste abandono en que estaban sumidos los parques y plazas se reflejó en el Estado Carabobo después del proceso de descentralización ocurrido en la nación a comienzos de la década de los noventa, en decretos y leyes como el siguientes:

  • Gaceta Oficial del Estado Carabobo, Ordinaria No. 2.203, de fecha 31 de enero de 1992, Decreto 003 en el que se declara 1992, AÑO CULTURAL DE CARABOBO, cuyo alcance y el de los decretados en años siguientes no puedo exponer por falta de pruebas que sostengan mi exposición, igual que el programa cumplido por la Red de Bibliotecas Públicas y los objetivos de la Sala Estadal de la BPC “Doctor Manuel Feo La Cruz” y la actualización de la Bibliografía del Estado Carabobo, ya que me dediqué a la investigación en la Abadía Benedictina “San José” de Güigüe que produjo las publicaciones ofrecidas al público en la Hospedería de la misma, realizadas con el segundo Abad doctor José María Martínez OSB, con el diseño del artista plástico Edmundo Vargas, publicados en los años 1994-95 por Ex-Libris Editorial

Sólo puedo dar fe, que en 1982 mi cargo de Investigadora y Bibliógrafa Regional fue asumido a mis espaldas, hicieron MOBBING gracias a las artes heredadas del doctor Miguel Peña, por un miembro de la godarria valenciana sin títulos que lo acreditaran, sólo su lengua viperina y gentil socialité de Maquiavelo valenciano, amparado por la jerarquía eclesiástica local, los intereses de la valencianidad más rancia y las autoridades de turno, quienes ante la muerte de los verdaderos fundadores del Centro de Historia, la disminución por edad y enfermedades de escritores de valía que antes de la mitad de la década de los ochenta desaparecieron del mundo de las instituciones culturales valencianas, accedieron a sus peticiones excluyentes, impuestas por conveniencias de grupo, y necesidad de reescribir la historia a favor de medianías elevadas a cargos imposibles de alcanzar sin el “empujoncito de la palanca política” o la complicidad de autoridades universitarias que necesitaban el charol intelectual que amparara sus ignorancias en ese aspecto, sin calibrar el daño que ocasionaban permitiendo que las otrora instituciones culturales valencianas de calidad y efectivos éxitos, se convirtieran en lo que son hoy en día, agencias de festejos, de condecoraciones, premiaciones y trampolín para proyectarse en el país, de personajes cuyas credenciales son su ambición y ego desmedido, que no miden las formas cómo alcanzan sus objetivos personales, algunos inclusive sin verdadero peso moral para continuar la obra de quienes levantaron esas instituciones a punta de trabajo y sincera entrega en pro de la cultura de la región y no de sus intereses exclusivamente individuales.

A escala nacional en la Gaceta Oficial No.4.623 Extraordinario de fecha 03 de setiembre de 1993 se publicó la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Nacional y su Reglamento, colocando al creado Instituto de Patrimonio Cultural a la cabeza de la gestión en esa área. Produce el IPC la serie “Inventarios” en la Colección Cuadernos del Patrimonio Cultural, el ejemplar “Carabobo 1” en el año 1998, 76 p. con el registro de los patrimonios arqueológico, mueble e inmueble, con agradecimiento a la Secretaría de Cultura del Ejecutivo del Estado, la Alcaldía de Valencia y el Ateneo de Valencia…en permanente actualización, ya que es una obra de referencia invalorable. En esa corriente de oficialización de los entes dedicados al patrimonio, “Por disposición del ciudadano Gobernador del Estado Carabobo (Enrique Salas Römer) procédase…a insertar en Gaceta Oficial del Estado Carabobo (Edición Extraordinaria) Decreto No.024, mediante el cual se crea “Fundación del Patrimonio Histórico y Cultural del Estado Carabobo (FUNDAPATRIA) de fecha 6 de febrero de 1996, emanado de este Ejecutivo”, la cual procedió a hacer efectivo el rescate de edificaciones íconos de la historia del Estado, a través del Proyecto Museológico: “MUSEIA Arte, Arquitectura y Museología” bajo la dirección de las arquitectas Nidia Gutiérrez y Fabiola López Durán.

Por interés estrictamente personal de la Vice-Presidenta de FUNDAPATRIA, ocupada por la “Mujer cuatricentenaria”, eje de la cultura valenciana, Frida Añez, se comenzó a llevar un registro hemerográfico de las casas rescatadas y acciones regionales a favor del patrimonio, aunque no aparecía en el programa puesto en ejecución desde 1999, nuevamente el MOBBING aparece en mi vida en la figura de dos mujeres que le hacían el juego a los Salas y a los seguidores del Presidente Chávez y me llevaron con sus políticas de arrinconarme en el Palacio de los Iturriza y la complicidad de la Secretaría de Cultura a sufrir una depresión severa con abuso de tranquilizantes, que hoy me entero es el modus operando del MOBBING laboral. Nunca he logrado reponerme de esa experiencia, leo que la psiquis queda marcada por siempre, será años después (2006) bajo la Vice-Presidencia del ingeniero Carlos Rodríguez en FUNDAPATRIA y, sobre todo gracias a la designación de la licenciada Dianora Rodríguez Silva en la Dirección del Archivo General del Estado dependiente de la Secretaría de Gobierno del Ejecutivo Regional, que se renuevan los bríos y se resucita aquello que en los años setenta era el deber ser del rescate, conservación y difusión del patrimonio documental, memoria ineludible de la historia de una región y por ende, de toda una nación.

La importancia del patrimonio documental se pone de manifiesto en momentos en los que se debe recuperar la memoria histórica de un pueblo como fue el caso sucedido en 1998 cuando el Instituto de Patrimonio Cultural solicitó a un equipo multidisciplinario carabobeño bajo la Coordinación General de la arquitecta Sara de Atiénzar, el “Estudio Especial del Centro Histórico de Valencia. Inventario de los inmuebles de valor”, que se completó con el “Inventario del Patrimonio Mueble e Inmueble del Estado Carabobo”. Esa coyuntura nacida del interés mundial por el rescate de los centros históricos urbanos, motivó también a la Dirección de Planeamiento Urbano de la Alcaldía de Valencia a solicitar a la misma arquitecta Atiénzar, el “Estudio del Centro Tradicional de Valencia”, el cual fue realizado en seis meses, a través de un proceso de búsqueda, encuesta e indagación, en la que fueron consultadas fuentes documentales, orales y escritas de diversa índole, en distintos centros de Valencia y Caracas. En el transcurso de la investigación se dieron cuenta de la poca bibliografía existente sobre la historia de Valencia, y en palabras de algunos de los historiados, “Valencia representa una de las más grandes lagunas de la historia de Venezuela”, pues su historia está reseñada en crónicas, libros de referencia sin ningún rigor metodológico como “Génesis y Evolución de la Cultura en Carabobo” de Luis Augusto Núñez, “Poetas y prosadores de Carabobo” de Luis Guevara y Enrique Grooscors, y, de reciente aparición, el excelente trabajo sobre la región valenciana del doctor Armando Martínez editado en libro por la Universidad de Carabobo, donde a pesar de su rigor científico tiene que recurrir a las entrevistas personales, el análisis de las crónicas existentes y el poco material documental que se encuentra en buen estado. Demostración palpable de la efectiva acción de las “autoridades culturales” que desde mediados de la década de los ochenta, y a lo largo de todos los años noventa, detentaron la dirección de las instituciones culturales carabobeñas dinamizadas de forma efectiva durante tantos años como vimos en recuento anterior hasta 1986.

En los comienzos del año 2006, el interés demostrado por el Instituto de Patrimonio Cultural para actualizar el registro del patrimonio del país, ya que el Gobierno Nacional enfatiza en la necesidad de recuperar la identidad nacional dispersa u olvidada, ha recibido la respuesta a escala regional por medio de FUNDAPATRIA y el Ejecutivo carabobeño ha declarado nuevas manifestaciones tradicionales como patrimonio regional, lo cual demostró de forma absoluta, la importancia del registro documental y estructuración de Centros especializados, ya que las autoridades que desde 1989 estuvieron al frente de los destinos de la secretaría de Cultura del Ejecutivo carabobeño, y los coordinadores de las áreas interesadas están de manos vacías a la hora de presentar el registro y material bibliográfico y no bibliográfico producido durante esos años, eliminado, perdido o no conservado como debe ser, lo cual ha significado una pérdida irreparable, ya que deben en el presente y con la premura del caso levantar estudios y registrar acontecimientos sin el material hemero-biblio-audiovisual requerido, demostrando con eso que se han quedado atrás a la hora de responder a los organismos nacionales, rectores de las políticas públicas, que si conocen de la importancia de la guarda y custodia de esos materiales a lo largo del tiempo. El diario “El Carabobeño” registra el 1 de agosto en su p. A-6 una ponencia extraordinaria de la profesora Consuelo Ramos de Francisco titulada: “Presente y futuro de la Gestión Documental” donde expresa entre otros puntos: “No sólo hay que preservar el patrimonio cultural, sino los documentos, y ésa es una preocupación que en la actualidad tiene la UNESCO porque hemos perdido mucha memoria documental”.

Como decía don Rómulo Gallegos(1884-1969): “Las cosas vuelven al lugar de donde salieron”…Treinta y seis años después, las cosas han regresado al mismo lugar renovando las esperanzas que estuvieron encerradas en el infranqueable castillo de la Bella Durmiente. ¿Será el momento de llegada del beso de amor?...¿o continúan las barreras macizas y alienantes del ego humano desmedido, impidiendo el despertar de la dormida y vapuleada cultura en Valencia a pesar de la sesgada propaganda reseñada por el único y vitalicio periodista del medio cultural, testigo y protagonista de todos los movimientos, instituciones, comisiones y detalles, por ínfimos que fueran, del acontecer valenciano desde la década de los setenta?...Pero esta vez agrego públicamente una denuncia, se atentó contra mi identidad personal y laboral con premeditación y alevosía, y esté donde esté denunciaré este daño que se me hizo y del cual no he logrado reponerme. Dios los persone.

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:

“Primer encuentro nacional de investigadores bibliográficos”

Caracas 25 al 27 de junio de 1981. Caracas, Instituto Autónomo . Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas. Programa Biblioteca Nacional-Dirección de Estudios e Investigaciones. Edición mimeografiada (1982). 107 p.

A DESTACAR

El investigador, además de conocer y ampliar las técnicas más avanzadas en la materia, guiarse por un espíritu indagador caracterizado por la amplitud, por la apertura y trazarse objetivos claros, debe mantener una ETICA de trabajo, necesario complemento de todo lo anterior. Para Roberto Lovera De Sola: “Plagiarios son los que sacan datos de investigadores documentales y bibliografías sin citar de dónde provienen: los autores de tales repertorios…Es secuestro literario citar un documento de archivo sin mencionar quien lo localizó y en que repositorio se encuentra”. (GARCIA, Sonia, (1982): “Notas sobre una ética de la investigación bibliográfica, 73).

El investigador bibliográfico debe estar consciente que es un elemento de apoyo para otros investigadores, esto implica una postura generosa (VOCACION DE SERVICIO) por parte de quienes dedican su tiempo, esfuerzos, conocimientos, que el bibliógrafo sea definible como un elemento intrínsecamente vulnerable dispuesto a aceptar el “saqueo” y la utilización desleal de sus logros. Pienso que mientras mayor sea el respeto, tanto de individuos como de instituciones ante estos trabajos, mayor será el avance cualitativo y cuantitativo de ellos. (GARCIA, Sonia, Ibid)

¿Cómo lo hacemos?

- Adquisición del material a través de la Ley de Depósito Legal o por compra, canje o donación

  • Catalogación y Clasificación de la obra.

  • Envío de la información a la Unidad de Investigación para su publicación y difusión.

UN TROZO DE HISTORIA:

1894: Resolución del Ministerio de Instrucción Pública de fecha 4 de agosto, relativa a la obtención legal de formatos bibliográficos y no bibliográficos publicados en el país o en el extranjero que circulen en Venezuela.

1942: Creación de la Oficina de Bibliografía. Director: Pedro Grases.

1944: Sanción de la “Ley que dispone el envío de obras impresas a la Biblioteca Nacional e instituciones similares” en el Congreso Nacional, el 20 de Junio 1944.

1969: Reestructuración del programa de registro y publicación de la bibliografía nacional.

1970: Establecimiento del Departamento Centro Bibliográfico Venezolano en la B.N. Coordinadora: licenciada Florencia Fuentes. Inicio de la publicación de los Índices Bibliográficos Venezolanos (multigrafiados) y elaboración de los Anuarios retrospectivos.

1974: Apoyo de la Imprenta del Congreso de Venezuela, dirigida por José Agustín Catalá, para solventar problemas presupuestarios para la publicación de los Anuarios Bibliográficos.

1975: Con el Decreto 1283 del 25 de Noviembre de 1975 se crea la FUNRES (Fundación para el rescate del acervo documental venezolano).

1977-79: “Proyecto Venezuela” realizado en Northwestern University (Evanston, Illinois, Estados Unidos,1977-1979) para la recopilación computarizada de la bibliografía nacional o relativa a Venezuela en bibliotecas de los Estados Unidos.

1977: Decreto del 27 de junio de 1977 que crea el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional.

1977 en adelante: Establecimiento de la Red de Bibliotecas Públicas del Estado Carabobo por la licenciada Dinorah de Fuenmayor y luego por licenciada Luisa Elena Sojo a través de Convenio con la Gobernación del Estado Carabobo. Inicio del registro del material bibliográfico y no bibliográfico para la bibliografía del Estado y estructuración de la Sala Estadal en la Biblioteca Pública Central ”Doctor Manuel Feo La Cruz” bajo la responsabilidad de la licenciada Josefina Weidner de Fierro y como asistente la profesora Mirtha de Olarte. Ambas serán entrenadas en el Sistema de Información NOTIS 3 para sistematizar los registros bibliográficos en la Sede de dicha especialidad en La Trinidad, Caracas.

1979: Publicación en Gaceta Oficial No.31.786 del 27 de junio 1979 de la Ley de Depósito Legal, la cual se extiende a la Red de Bibliotecas Públicas del Estado Carabobo recién establecida con la Biblioteca Pública Central “Doctor Manuel Feo La Cruz” como su centro receptor. Será parte de los objetivos de la Sala Estadal.

1979: Creación de la Dirección de Estudios e Investigaciones en Instituto Autónomo Biblioteca Nacional(IABN) que incluía a los Bibliógrafos regionales que en convenio con el Ejecutivo de la entidad respectiva realizaban sus investigaciones.

1979: Inauguración de la Sala Estadal “Don Luis Augusto Núñez” en la Biblioteca Pública Central ”Doctor Manuel Feo La Cruz” con el personal antes citado y un becario universitario pagado por Corporación Cerámicas Carabobo.

1986: Publicación de la Bibliografía del Estado Carabobo (II tomos).

El médico filo alemán ADOLFO FRYDENSBERG publica en 1895 “Materiales para la bibliografía nacional” en el Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes, primer intento de libro sobre dicha materia.

ARISTIDES ROJAS publica en la prensa guzmancista: “Literatura de las lenguas indígenas en Venezuela”.

MANUEL SEGUNDO SANCHEZ publica en 1914 su magistral “Bibliografía Venezolanista”.

ADOLFO ERNST publica en 1875 el “Catálogo de la Universidad de Caracas”.

Generación de pioneros bibliógrafos de inicios de S.XX:

Tulio Febres Cordero, Víctor Manuel Ovalles, José Eustaquio Machado y Santiago Key Ayala.

1940: Dos trabajos inician la moderna bibliografía venezolana:

-PASCUAL VENEGAS FILARDO: “Apéndice a la bibliografía general de las letras venezolanas.1930-1940”

- PEDRO GRASES: “Estudios de Castellano”.

1942: Establecimiento del Premio “Tulio Febres Cordero” para bibliógrafos. Lo gana Carlos Miguel Lollett por su “Bibliografía de (la revista) Cultura Venezolana”.

IRMA DE SOLA, 1941: “Datos bibliográficos sobre poetisas venezolanas”.

Alrededor de 1960 llega a Venezuela el profesor de origen canario: AGUSTIN MILLARES CARLO, marcando un hito en la investigación humanística, sobre todo en la Universidad del Zulia.

ALGUNOS Bibliógrafos de la segunda mitad del S.XX:

Pedro Grases, Pascual Venegas Filardo,

Angel Raúl Villasana, Rafael Ramón Castellanos

Efraín Subero, Martín Perea, Lyl Barceló,

Oscar Sambrano Urdaneta, Osvaldo Larrazábal Henrríquez,

Santos Rodolfo Cortés, José del Rey Fajardo, SJ.,

Germán Cardozo Galué, Manuel Pérez Vila, Roberto Lovera De-Sola,

Lubio Cardozo, José Marcial Ramos Guédez,

Ricardo Archila y Rafael Angel Rivas quien en 2006 fue reconocido por el Ministerio de la Cultura y el CONAC por la calidad de su obra bibliográfica.

ANTONIO DE LEON PINELO publica en 1629 su EPITOME (en latín), primera bibliografía del Nuevo Mundo corregida y aumentada por ANDRES GONZALEZ BARCIA en 1737.

SIGLO XVII: “Biblioteca Hispana”, “Bibliotheca Hispana Nova” y Biblioteca Hispana vetus” de Nicolás Antonio también en latín sobre el Nuevo Mundo.

ANTONIO ALCEDO (quiteño) concluye en 1807 su “Biblioteca Americana” primera recopilación bibliográfica sobre América Latina hecha por un hispanoamericano. Permaneció inédita por más de siglo y medio.

1977-79. PROYECTO VENEZUELA(Northestern University Library, Evanston, Illinois, Estados Unidos), hito del rescate de la bibliografía de Venezuela existente en el exterior preparado por un equipo multidisciplinario y a través de las técnicas de almacenamiento electrónico de información.

Memoria, lenguaje e historia

OFELIA AVELLA / @OFELIAVELLA

Papel Literario El Nacional 27 DE NOVIEMBRE 2016 - 12:05 AM

Además de ser fascinante, la reflexión sobre el valor de la memoria y su relación con el lenguaje se va revelando como importante en un mundo que cada día acelera nuestra capacidad de conocer y sentir. Las presiones que ejercen los nuevos modos de comunicación apuran la percepción de las experiencias y a veces perturban la necesaria lentitud de todo proceso de asimilación de lo vivido. La rapidez aturde; subestima el valor del pasado. Deshace la ruta; extravía.

Los tiempos interiores piden su espacio para hilar los días y los años; para rescatarlos de un olvido que reduciría nuestra memoria a una versión bastante fragmentada de nosotros mismos. Cuando se mira hacia atrás desde la intimidad, tallamos una individualidad en la que se trenzan momentos que convergen en un presente más comprensible. Con la memoria colectiva sucede lo mismo. Asimilar un pasado compartido por muchos nos devuelve un presente distinto. Reconocido y asumido; susceptible de ser transformado y reorientado. Ambas memorias se implican y se enfrentan; se cotejan y confluyen en el ahora en que estamos. Cuando una falta, la otra se debilita, pues la interioridad germina en medio de unas circunstancias que se delinean como contexto histórico. Cultivar ambos modos de mirar hacia atrás salva de la amenaza de ser succionados por una espiral de ansiedad que nos desorientaría a todos por igual. Somos memoria y lenguaje, pero también historia, porque ni la vida ni las palabras nacen en el vacío. La cultura es en el fondo esta tríada.

La vivencia de unos tiempos registrados con premura deriva en procesos mal asimilados; en recuerdos dejados atrás, como desconectados del presente, y en palabras que pueden terminar atajando solo instantes, a modo de anécdotas o sucesos desperdigados, que poco tocan lo profundo. Por eso importa tratar de discernir nuestro centro de unidad, ese punto desde el que poder contrastarnos con referencias que nos encaminen. En medio del ajetreo diario, nuestro verdadero yo pide siempre reflexión para evitar que la existencia sea entrecortada. A esto debe tender la educación, sobre todo de la historia y de la lengua, creo yo, pues la conciencia histórica –configurada en palabras– nos constituye como personas y como nación.

Pensar, hablar, escribir, leer, escuchar a otros y reconocerse en ellos activa en nosotros la misteriosa posibilidad de acoger esos recuerdos que clarifican nuestro presente, pues “la manera de revivir el lenguaje es una forma singular de memoria”, como dice el filósofo español Emilio Lledó. Las palabras nos sustentan; fundan y crean mundos. Sostienen culturas, desvelan lo que somos, encauzan nuestras inquietudes y guardan nuestra intimidad. La memoria personal se va formando y estructurando en medio de un contexto de encuentro con muchos otros que también piensan y recuerdan; que dialogan y generan opiniones. Que inciden en sus circunstancias cuando hablan y responden, tanto a las situaciones como a las personas. Da la impresión de que tenemos que pasar por las miradas de los demás para descubrirnos en lo parecido y en lo contrastante; para conocernos en eso que nos acerca y distancia de sus mundos. Las experiencias sociales, todo ese bagaje de conocimientos acumulados y pasados por el tamiz de las más diversas opiniones, se nos ofrecen en palabras.

Ese pasado se conserva en la memoria de los libros, pero también en la tradición oral que se regala a cada nueva generación en toda historia familiar y en cada recuerdo de un maestro, de unos padres, de unos abuelos o bisabuelos, si se tuvo la dicha de conocerlos. Se trata de un proceso de apropiación activo: “Entender la historia es entender, más o menos conscientemente, la forma en la que hemos sabido incorporar, en la luz de las propias palabras, el significado de las ajenas” (Lledó).

Las crisis de memoria duelen y desorientan, pero toda dislocación es muy fértil porque obliga a mirar hacia dentro y hacia atrás mientras presiona al yo auténtico hasta que salga.

ofeliavella@gmail.com

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