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El ultimo ayayay por registrar: El de los Socialcristianos, para que no digan que soy sectaria.


Estas líneas aspiran ser un eficiente llamado a todos los copeyanos de Venezuela. A quienes hemos militado en el Partido Social Cristiano COPEI, a quienes sin ser o haber sido militantes, se identifican como socialcristianos, demócratas cristianos, humanistas cristianos o simplemente como seguidores de las líneas maestras de la doctrina social de la Iglesia. Pudiera hacerlo más sencillo refiriéndonos a quienes no han sido comunistas, que no son socialistas, tampoco social demócratas aunque tengo un profundo respeto por quienes han sido militantes honestos y consecuentes con los principios y valore de esas tendencias. Descalifico a los bandidos, a quienes hicieron de la política instrumento para la destrucción calculada de la sociedad convirtiéndose en unos seres más corruptores que corrompidos. En todos los sectores, incluido el nuestro, hay de todo. Buenos, regulares y malos.

En el caso específico de COPEI tenemos un partido que llegó a estar en estado agónico, pero que se recupera progresivamente. Tiene un espacio enorme que llenar y pudiera ser el mejor instrumento posible para la liberación nacional. Pero los dirigentes debemos dar el ejemplo a seguir. Indispensable poner punto final a una confrontación grupal interna, extemporánea y sin mayor sentido, alejados de la problemática concreta de la nación, del ciudadano común y su familia. Por supuesto también lejos de ser expresiones genuinas de confrontación principista. Diera la impresión de que los afanes personalistas se han grupalizado para poner el partido al servicio de ambiciones extemporáneas, alejándolo de la misión superior de servicio a la comunidad como es su deber.

A pesar de que es difícil no repasar mentalmente el pasado del partido y muchas de nuestras actuaciones en varias décadas de militancia activa, no podemos mantenernos exclusivamente fieles a un pasado que no volverá. Lo nuestro tiene que ser fidelidad hacia un futuro que debe construirse en el presente, día a día. A proyectos concretos y empresas políticas de envergadura, fidelidad a metas no conquistadas aún. No podemos mantenernos exclusivamente siendo fieles a lo que ya hemos sido o a lo que hemos hecho. Quizás mantener la ilusión de hacer cosas que pudiendo haberlas hecho, no las hicimos.

El partido ha iniciado una etapa de relegitimación ante las autoridades competentes. Reinscripción como partido político, recenso de militantes e invitación abierta a nuevos compatriotas que deseen hacer vida política desde el partido. En esa tarea se avanza con la aspiración de convocar un gran proceso interno para elegir, a todos los niveles, las autoridades que deban conducir esta etapa apasionante que se abre a la vista de todos.

Lunes, 6 de junio de 2016

oalvarezpaz@gmail.com

@osalpaz

EL DRAMA DEMÓCRATA CRISTIANO

Oswaldo Álvarez Paz | diciembre 21, 2016 | Web del Frente Patriotico

Imposible agotar el tema en un artículo ocasional, pero se trata de algo que nos ahoga por dentro y de alguna manera debemos expresarlo. La democracia cristiana está en crisis en el mundo entero. Esto es válido tanto desde el punto de vista estrictamente político como desde la perspectiva ideológica y doctrinal en la cual fuimos formados desde muy jóvenes.

Quienes ingresamos a los partidos que con diferentes nombres se identificaban con los valores y principios básicos de la DC, no lo hicimos buscando posiciones de poder, al menos inmediatas. Algunos estaban muy lejos de ser significativamente importantes electoralmente hablando. Sin embargo, los dirigentes fundadores eran ejemplo de virtudes a seguir. Así lo hicimos. Lamentablemente el crecimiento en todos los terrenos los fue llevando hacia el camino del cálculo oportunista para obtener ventajas personales y de grupo en la lucha abierta por el poder. Buena parte de nuestros partidos fueron abandonando progresivamente la vocación de servicio a terceros para convertirse en instrumentos al servicio de quienes circunstancialmente los dirigían. Se cerraron sobre sí mismos. Las consecuencias están a la vista, tanto en la Europa inspiradora del pensamiento que nos anima, como en Latinoamérica vista globalmente.

Las luchas internas generaron divisiones y subdivisiones abiertas y encubiertas imposibles de disimular. No sentimos nostalgia por un pasado que no volverá. Más bien se trata de una extraña mezcla de rabia e indignación con relación a quienes desviaron hasta inconscientemente los movimientos y de eterno y agradecido reconocimiento hacia los que hasta el final de sus días se hicieron acreedores de nuestra admiración y respeto.

Resulta que los jóvenes de ayer, quienes crecimos en medio de duras luchas estudiantiles y universitarias, quienes tuvimos que enfrentar a los apóstoles del comunismo castrista que pretendía expandirse, ahora somos los “viejos” en los partidos que van quedando en medio de una enorme dispersión hacia otras estructuras políticas de nuevo cuño, pero quizás con mayor dosis de demagogia atractiva para los inmediatistas que nunca faltan.

Para quienes estamos próximos a cumplir sesenta años en las filas de la democracia cristiana no es fácil hacer objetivos repasos de las distintas etapas de nuestras luchas. Pero tenemos la obligación de hacerlo alejados de toda intención especulativa. Hasta para cumplir con el deber histórico de dejar testimonios existenciales que ayuden al perfeccionamiento de la democracia, tan maltratada en estos tiempos.

De acuerdo a Pio XXII, Pablo VI y Juan Pablo 2°, para sólo mencionar algunos pontífices, la política es una de las formas más excelsas de apostolado. Y como bien nos enseñaron, tenemos la doble responsabilidad de ser demócratas y de ser cristianos. Algunos no lo olvidaremos jamás.

Viernes, 9 de diciembre de 2016

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