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Desde un punto de vista espiritual, el valor de los Reyes Magos no era el tamaño de sus dones materi


El 6 de enero se celebraba desde tiempos inmemoriales en Oriente. En Egipto y Arabia, durante la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del dios Aion. (Eón o Aión (en griego antiguo: αἰών, del griego arcaico αἰϝών) es un dios de la mitología griega adoptada por los romanos. Dios supremo e imparcial, es el dios del tiempo eterno y de la prosperidad, no teniendo ni comienzo ni final. En contraste a Cronos como el tiempo empírico dividido en pasado presente y futuro. Él es, pues, un dios de la eternidad, asociado con Religión mistéricas que tienen que ver con el más allá, como los misterios de Cibeles, los misterios dionisíacos, el Orfismo y el Mitraísmo).Creían que él se manifestaba especialmente al renacer el sol, en el solsticio de invierno que coincidía hacia el 6 de Enero. En esta misma fecha, se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos.

La fiesta de la Epifanía, como se llama a lo celebrado el 6 de enero, sustituyó a los cultos paganos de Oriente relacionados con el solsticio de invierno, celebrando ese día la manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los sabios que vinieron de Oriente a adorarlo. Epifanía significa aparición, manifestación o fenómeno, y viene del griego "epiphaneia". En el sentido religioso, en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica, es una manifestación o revelación divina, por ejemplo, cuando se produjo la presentación de Jesucristo al mundo en presencia humana, es decir, se da a conocer a través de la llegada de los Reyes Magos trayendo sus regalos y adorándole. Es una de las fiestas litúrgicas católicas más antiguas, incluso más antigua que navidad. La tradición pasó a Occidente a mediados del siglo IV, a través de lo que hoy es Francia. El episodio de los Magos ha sido el paradigma de la fe. La fe nos lleva a dejar algo atrás para buscar el ideal. Es como el barco que debe dejar el puerto para poder atravesar el mar y llegar a su destino.

Los Magos eran sabios de oriente, tal vez de Arabia, de ellos se han dado muchas opiniones pero lo cierto es que astrónomos eran, ya que se ve, por el relato evangélico, que estos Magos estudiaban las estrellas. Seguramente fueron estimados por los otros estudiosos y vivían una vida acomodada y holgada. Todo esto resalta el mérito de estos hombres, pues, dejaron todo para seguir una estrella incierta, una señal vaga, un signo borroso cuando en el firmamento que cubría la tierra árabe, había muchas estrellas. Sin embargo, los Magos se fijaron en una solamente. Así es la dinámica de la fe: es una preferencia por la Palabra que nos llega a lo mas profundo entre muchas otras palabras que uno podría aceptar. La fe siempre es una opción y ésta a veces cuesta, pues hay que dejar a un lado nuestro racionalismo y nuestra sed de seguridades humanas. No nos gusta nadar en las aguas profundas porque preferimos tener unas agarraderas. En la vida espiritual la única agarradera es la veracidad y fidelidad de Dios. La fe en el proceso de cambio, aunque parezca alarmante y caótica, puede ser el ingrediente secreto que desata la fuerza alquímica del deseo de plenitud de la propia vida. En este año 2017 descubriremos justo cuánto coraje se requiere para vivir una vida despierta, porque la vida consciente no es una beatitud infinita entre nubes rosa, sino un encuentro visceral con la vida, crudamente y cara a cara, tanto sangrienta como hermosa en igual medida. Sin el coraje para enfrentarla nunca descubriremos la capacidad de este potencial en bruto, no mitigado.

Para mí creer es lanzarme en la oscuridad de la noche, siguiendo una estrella que un día vi, aunque no sepa a dónde me va a llevar. Para mí creer es sobrellevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en Él. La fe también se forja en la tribulación… para templar una espada hay que meterla en el fuego. Hay gente que quiere tener una fe gigante, pero sin ejercicio. Es como el atleta que quiere ganar la carrera, pero sin entrenarse en la disciplina de un gimnasio, sin esfuerzo, sin lastimarse nunca. Los Magos tuvieron una experiencia profunda de la fe. Podemos imaginarlos llegando a un oasis para cargar provisiones y agua. Seguramente les vino a la mente la posibilidad de desistir. Tal vez en sus noches fueron visitados por sueños que les acosaban como fantasmas. El recuerdo de las burlas de sus compatriotas, el escepticismo de sus compañeros de estudios les perseguía. Hubo momentos de titubeos, de incertidumbre, de duda... Sin embargo, siempre

venció su fe. De hecho, su brújula no era tanto el astro luminoso en la bóveda de la noche, sino la luz de su fe encendida en sus almas. Nunca ha existido un atleta que haya tenido éxito sin esforzarse en los momentos de desánimo. Después de viajar muchos kilómetros, los Magos encontraron al Rey de los Judíos, el Salvador del mundo, el Rey de reyes, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, en una cueva de una aldea de mala muerte, fuera de la ciudad de Jerusalén. Era suficiente para obligar al corazón bajar a los pies. Sin embargo, lo aceptaron plenamente: se arrodillaron delante de Él. Vieron a Dios en un bebé que lloraba. La fe abre horizontes y nos hace ver más lejos de lo que podríamos con la sola luz de la razón, por eso Impresiona también el regalo costoso del oro, incienso y mirra. Pero más impresionante todavía fue la fe, tamaño gigante, de estos hombres sabios. No juzguemos el valor de nuestra vida por las cosas que tenemos o las obras que hacemos. Desde un punto de vista espiritual, el valor de los Magos no era el tamaño de sus dones materiales, sino la medida de su fe.

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