Recordar ¿es vivir?
Las tradiciones venezolanas perdieron a su tenaz investigadora
Falleció la antropóloga Daría Hernández
El deceso ocurrió en la ciudad de Houston, Estados Unidos. Fue autora de numerosos textos sobre artes y tradiciones venezolanas publicados en libros, catálogos y revistas especializados.
SERENELLA ROSAS F.
El Universal 13 de febrero de 2017
Las tradiciones venezolanas perdieron, este 11 de febrero, a una de sus más destacadas y acuciosas investigadoras, la antropóloga Daría Hernández Sáez.
Desde los fabricantes cumaneses de tabaco hasta las tejedoras de chinchorros, pasando por los instrumentos musicales, la cestería, las fiestas, las gastronomías, todas fueron manifestaciones culturales que recibieron su atención, hasta el último aliento. Estuvo al frente de instituciones como el Museo Nacional de Folklore, el Centro para las Culturas Populares y Tradicionales, el Centro Interamericano de Etnomusicología y Folklore; y fue directora, por Venezuela, del Programa del Instituto Andino de Artesanías y Artes Populares.Falleció en la ciudad de Houston, Estados Unidos. Fue autora de numerosos textos sobre artes y tradiciones venezolanas publicados en libros, catálogos y revistas especializados; también incursionó en la elaboración de guiones audiovisuales, promoción de discos y grupos musicales.
Muchos de los trabajos publicados son en coautoría con la también antropólogo Cecilia Fuentes, con quien formó uno de los equipos de investigación que más frutos ha dado sobre las artes populares venezolanas. Fuentes afirma que siempre admiró su talento científico y conceptual. Destaca su capacidad de trabajo y la búsqueda de la excelencia en todo lo que hacía, “su excelente humor, su respeto y su lealtad para las personas que estuvimos siempre cercanos a su corazón”.
De su periplo por el país da fe el fotógrafo Nelson Garrido, quien afirma que cuando se sepa de su fallecimiento “el país se va a estremecer”. Tenemos ahijados en muchos pueblos, agrega con candor. De ese país objeto de estudio, que disfrutó recorriendo con la dupla Fuentes/Hernández, quedó el registro de las tradiciones populares, plasmado en innumerables publicaciones entre las que destaca el “Calendario de Fiestas Tradicionales”, editado por Fundación Bigott. “Me considero su alumno, de hecho dicto un taller de fotografía antropológica inspirado en ellas.”
Para los estudiosos de la gastronomía son de obligada consulta Fogones y Cocinas Tradicionales de Venezuela y Dulcería Criolla, publicaciones agotadas. Pero el 2017 que la despide tiene una agenda sobre frutales, que editó Fundación Bigott y que aún puede conseguirse.
Fue una de nuestras más importantes investigadoras en el campo de la cultura tradicional. Su dedicación y profesionalismo fueron encomiables. Recorrió el país múltiples veces y conoció todos sus rincones. Su geografía era amplia, porque también abarcaba la de las almas. No hay cultor, artesano o músico que no la conociera y respetara. La extrañaremos siempre porque fue un modelo de ser venezolana en una versión integral, dice el escritor Antonio López Ortega, ex director de la Fundación Bigott.
Y el 9 de febrero del 2017 nos dejo tambien la gran mujer que fue Luisa Leonor Mandry de Parthe.Paz a sus almas y gracias por las cosas vividas a su lado.
Braulio Velasco SJ (1926 -2015)
El jesuita que dirigio mis Ejercicios espirituales ignacianos.
El P. Braulio nos dejó tras un paro respiratorio el día 25 de agosto de 2015, a las 14:25 am, fiesta de San José Calasanz, en la Enfermería Provincial de Caracas. Fue culminación de una infección que le fue tratada durante la última semana y tras una larga etapa de lento deterioro, en el que sin embargo seguía los ritmos normales de vida con gran serenidad.
Braulio Antonio Velasco Domínguez de Vidaurreta había nacido el 13 de diciembre de 1926 en Sangûesa, Navarra, a ocho kilómetros del castillo de San Francisco Javier y se le bautizó ese mismo día en la Iglesia Parroquial de Santa María la Real.
Sus padres Braulio y Guadalupe tuvieron también otros hijos: Gregorio, Antonio, Manuel y Silverio. Antonio seguirá los pasos de Braulio en la Compañía de Jesús. Su madre, Guadalupe, ejerció un profundo influjo espiritual en la familia y en particular en Braulio, quien no sólo se acompañaba de un gran retrato de ella, sino que se refería a ella con una devoción especial en los momentos delicados de su enfermedad, como nos lo han declarado las enfermeras.
Cursada la Primaria en su lugar natal, pasó a estudiar la Secundaria por siete años en la Escuela Apostólica de San Francisco Javier, siendo del curso del P. Luis Armendáriz. El 7 de septiembre de 1944 ingresaba en la Compañía en el Noviciado de Loyola. El Juniorado lo hizo en Orduña por otros dos años. Tras la Filosofía cursada en Oña, donde obtuvo la Licenciatura, fue a ejercer el Magisterio como profesor e inspector en el Colegio de San Sebastián durante tres años. Y la Teología de nuevo en Oña por cuatro años.
Al final del 3º de Teología, el 30 de julio de 1957, fue ordenado sacerdote por Mons. Benjamín Arriba y Castro. La Tercera Probación la hizo en Gandía durante el año 1958.
Destinado a Venezuela, llegó a Caracas el 25 de noviembre de 1962. Los primeros años (1963-1965) se empleó en el Círculo Obrero con trabajo en cooperativas y cursillos. Los años 1966-1967 en la Comunidad de Jesús Obrero ejerció de espiritual, confesor y consultor, aparte el encargo de la biblioteca. Un año (1968) estuvo en Mérida de confesor en la catedral y dando Ejercicios.
Pasó a pertenecer a la Iglesia de San Francisco de Caracas, pero antes hizo un año de Espiritualidad en Roma (1969), siendo asignado al Equipo de Ejercicios Espirituales, al que pertenecerá hasta 1985. Los años 1970-1972 los pasa en Maracaibo y 1973-1974 en Mérida dentro del mismo ministerio. Un año más (1975) en Caracas y pasa a la Provincia del Ecuador, desempeñándose como Vicario Cooperador en Manta. Los años 1977-1980 los emplea en el Noviciado de San Ignacio y a continuación (1981-1982) como Prefecto Espiritual en la Residencia de San Ignacio en Quito.
Otros dos años (1983-1985) en la Curia Provincial de Caracas como miembro del Equipo de Ejercicios, y de nuevo a Ecuador como Director de la Casa de Ejercicios desde la Parroquia La Merced de Manta (1986-1989). Ahora se toma un año de Pastoral en Madrid (1990) residiendo en la comunidad Beato Fabro. Regresa al Ecuador (1991), esta vez al Colegio de Cristo Rey empleándose en la pastoral del colegio.
En 1992 lo tenemos en la Provincia de Ministro en Los Teques (1992-1993), de donde pasa a la Residencia San Francisco de Caracas como confesor y operario de pastoral en el templo hasta 2005, en el que le fallan las fuerzas y debe pasar a recibir los cuidados de la enfermería.
Es en resumen una vida entregada al servicio de dirección espiritual y Ejercicios o en la vertiente de pastoral (de colegio o de parroquia). En los años de San Francisco hizo profunda impresión en la gente, que lo sigue recordando como hombre de escucha y de consejo en los múltiples problemas que les afectan, como lo recuerda Numa Molina SJ: “Decir padre Braulio en la iglesia de San Francisco era decir reconciliación, eucaristía, cercanía con la gente. En esa esquina y desde ese santuario por nueve años hizo del confesionario su lugar privilegiado de apostolado. Era el consejero, el amigo, el psicólogo de los pobres de Caracas a quienes escuchaba, se compadecía, animaba. Era también desde allí el acompañante espiritual de sacerdotes y religiosas de Caracas, un promedio de treinta sacerdotes atendía mensual en confesión y acompañamiento espiritual” (ver texto completo, aquí)
Gracias, Braulio, por el mensaje de tu vida, que vino a adquirir densidad de pasión en los largos años de enfermería. Las enfermeras dicen que eras un hombre de gran bondad bajo cierta capa de rigidez cuando tenías que dejarte ayudar al ritmo de tu creciente incapacidad. Desde el cielo mira por los que quedan en esta enfermería y por las necesidades espirituales de la Provincia de Venezuela, que agradece el don de tu vida y tu buen ejemplo.
Por Roberto Martialay e Ignacio Castillo, SJ
Te fuiste de puntillas en la madrugada Nos sorprendió la noticia, viejo, de que te habías ido a la casa del Padre. Partiste muy de madrugada, así eran tus gustos, amanecer con tu oración a flor de labios. Decir padre Braulio en la iglesia de San Francisco era decir reconciliación, eucaristía, cercanía con la gente. En esa esquina y desde ese santuario por nueve años hizo del confesionario su lugar privilegiado de apostolado. Era el consejero, el amigo, el psicólogo de los pobres de Caracas a quienes escuchaba, se compadecía, animaba. Era también desde allí el acompañante espiritual de sacerdotes y religiosas de Caracas, un promedio de treinta sacerdotes atendía mensual en confesión y acompañamiento espiritual. Disponible siempre, presto y diligente para servir en ese campo que lo había hecho tan conocido, que ya la gente llegaba al templo directo a su confesionario. Y si no lo encontraba se sorprendían y comenzaban a indagar a qué hora estaría. Trabajador de la viña, silencioso y místico, eso fuiste. El padre alto y de nariz aguileña era una de las características que usaban para preguntar los que aún no sabían su nombre; otros decían, uno que da misa todos los días a las seis de la mañana ¿dónde está? Ese era Braulio el cómplice amoroso que no le faltaban caramelos en el bolsillo para él y para darles a los niños. No le faltaban cada día las personas devotas que sabían de su debilidad por una galleta y se las dejaban de regalo en el confesionario. Así fue tejiendo su vida desde el frenesí de un centro urbano tan agitado. Entre él y sus fieles acontecía una vecindad imperceptible pero real, en la que, la amistad y el buen consejo acontecían sin esperar nada. Qué historias no había acumulado durante nueve años escuchando a la gente. También el Padre Braulio se ocupó de estudiar minuciosamente las devociones más tradicionales y la historia de los espacios más emblemáticos de San Francisco; puedo decir que es el último de los cronistas más autorizado de este histórico recinto sagrado. A él debemos un folleto completísimo y sencillo que aun hoy sirve de material de apoyo para investigadores y museólogos. Era acucioso y nimio en la investigación y se molestaba cuando alguien hacía una alusión a fechas y datos sin haberlo corroborado antes con las fuentes documentales. Era arriesgado hacer afirmaciones históricas de San Francisco en presencia de Braulio si no se tenía fundamento, porque se corría el riesgo de una llamada de atención, “¡de dónde saca usted esas ligerezas históricas!” decía. No fue fácil para él dejar San Francisco. Recuerdo que en un diciembre dado su estado tan precario de salud, debido a una afección estomacal, tuvo que irse a la Enfermería y ya para el tres de enero quería regresar. Me pedía como un carajito que lo llevara de nuevo a San Francisco y volvió por unos días, pero siguió su afección y se regresó de nuevo. Recuerdo que después de una semana fui a visitarlo y ¡oh sorpresa! Braulio había decidido quedarse en la enfermería voluntariamente. Me mostró un libro que había terminado de leer sin decirme una palabra, el libro se titulaba APRENDIENDO A ENVEJECER. Y agregó, “me leí este libro y comprendí que estoy anciano y que debo aceptarlo, que ya mis fuerzas no me dan para el ajetreo de San Francisco y por tanto me quedo en la Enfermería”. De ese modo se despidió sin ruido, no obstante su gente lo iba a buscar allá, a San Ignacio. Mi querido Braulio, viejo, como te decía por cariño: recuerdo que uno de tus consejos que me repetías siempre era “aprende a decir que no” y me pediste que predicara el día de tu entierro, misión cumplida. Sé que si estuvieras de este lado me darías un coscorrón pues no te gustaba que te lisonjearan. No obstante, con el corazón, este es el informe que humildemente puedo dar de ti delante de Papá Dios, eso fue lo que vi y compartí contigo. Hasta la otra orilla viejo, vive ahora reconciliado junto al Padre amoroso, bendíceme
Didascalia: Tu país está feliz
El poemario escrito por el brasileño Antonio Miranda es llevado a escena por el director argentino, recién llegado a Venezuela,
By CATHERINE MEDINA MARYS
18 DE FEBRERO DE 2017 12:01 AM
Se dice que un texto tiene piel escénica cuando, a pesar de no poseer la estructura de un texto teatral corriente –didascalias, diálogo, historia lineal– contiene en su desarrollo imágenes sensoriales que tienen el potencial de ser llevadas a escena.
No sabemos –ni podemos afirmar– que la intención del escritor brasileño Antonio Miranda al escribir Tu país está feliz era precisamente el llevar este poemario a escena. Con versos en portugués y en español, podría decirse que su primer objetivo era simplemente narrar una visión de la vida venezolana a finales de la década de 1960, con referencias a la guerra de Vietnam, el comunismo, críticas a la corrupción administrativa y una fe ingenua en las bondades del marxismo. Es, si se quiere, una versión primitiva y latinoamericana del éxito grunge Smells like teen spirit de Nirvana.
Para ti no existen problemas. Tu país está feliz. Dos fuerzas te presionan dos mundos te dividen, dos voces te acorralan y tú te niegas, tú te omites, los problemas de este mundo no son los tuyos. Tú no protestas o no puedes. Las guerras lejos de aquí ni se oyen los tiros. Vietman, Biafram Oriente Medio son nombres perdidos en el mapa. Tu país está feliz. Tienes en la cama la mujer que querías, en el banco la plata que podías y al día con tus deberes cristianos. Entre dos responsabilidades aceptas las dos y no cumples con ninguna. Los periódicos hablan de días mejores, de confianza, de cambio, de viajes espaciales, cinerama, millonarios que llegan, artistas de cine que parten, carreras de caballos viaductos oleoductos ¡Tu país está feliz!
De todos los directores a quienes les fue planteada la idea –por el mismísimo Miranda– de llevar estos versos subversivos a escena, solo Carlos Giménez, director argentino recién llegado a Venezuela, aceptó el reto.
Con solo tres actores profesionales –Juan Pagés, Mariel Jaime Maza y José Tejera– y cinco aficionados –Francisco Alfaro, Leopoldo Renault, Gustavo Gutiérrez, José Ramón Ortiz y Enrique Serrano– comienzan los ensayos del poema, musicalizado por Xulio Formoso y utilizando como elementos escenográficos un telón de papel periódico, redes, cajas y una guitarra acústica.
Tu país está feliz estaba destinada a tan solo tres funciones. Pero la piel escénica del poema se impone, su música seduce, la plasticidad de los movimientos de los actores hechiza al espectador y pronto ya no son tres, sino cien funciones ininterrumpidas. El poema de Miranda se edita más tarde en un long-play, y Carlos Giménez termina por consolidarse como uno de los directores más comprometidos y prometedores de la escena venezolana.
Pero faltaba un nombre para el naciente grupo. Un nombre que expresara la necesidad discursiva y las preocupaciones medulares de sus creadores: la corrupción y la protesta social. Una nueva forma de hacer teatro que es experimental y trasgresora. Terminan, entonces, por tomar el nombre de la novela escrita por Luis Britto García y Ganadora del Premio Casa de las Américas en 1970: Rajatabla.
*Esta nota fue publicada originalmente el 6 de agosto de 2016