La paradoja
El anhelo de una vida normal
13/02/2017
FOTOGRAFÍA: DAGNE COBO BUSCHBECK
AXEL CAPRILES
@axelcapriles
JÓVENES VENEZOLANOS | VENEZUELA |
Una mañana de invierno, hace 40 años, las elegantes y exclusivas vitrinas de la Banhofstrasse, la principal calle de la ciudad de Zúrich, amanecieron reventadas, las paredes de las tiendas llenas de grafitis. La lujosa calle, apacible y pulcra, una vía peatonal donde es posible escuchar el tintineo de una moneda al caer al piso, había recibido toda la furia del movimiento juvenil. Los jóvenes suizos, ahítos de tanto orden y seguridad, ávidos de cambios y aventura, se sentían asfixiados por una vida absolutamente previsible en la que tenían todas sus necesidades cubiertas, estudios, trabajo, seguridad social, en la que podían saber de antemano donde pasarían reposadamente su vejez y en la que hasta podían conocer el tanatorio en el que sus restos serían incinerados. Muchos de esos jóvenes idealizaban los países del tercer mundo, sociedades impredecibles, abiertas a la revolución, la sorpresa, el azar y el pasmo. El caos y la violencia eran compensaciones a las repeticiones insignificantes de un vida cotidiana cultivada en la armonía, la estabilidad y la certeza.
Todavía a principios de los años 2000, la revolución bolivariana tocaba una fibra romántica en los soñadores europeos. Recuerdo una arquitecto suiza, inteligente, doctorada en la ETH, que al terminar el proyecto urbanístico al que había sido invitada, el Caracas Think Tank, se quedó amancebada con un mulato en San Agustín, fascinada con la voluptuosidad tropical, las posibilidades de la ciudad informal, la salsa y la extroversión de la vida en el barrio. A los dos años volvió a su país. La realidad se había entrometido en el sueño, como si la rasgadura de un velo le hubiera permitido ver el infierno.
Los jóvenes venezolanos del siglo XXI viven en las antípodas de aquellos suizos de los años 70. La mayor aspiración de un venezolano de hoy es poder tener una vida normal. Una vida sin gestos heroicos ni grandilocuentes, una existencia sencilla, común, en la que baste un sosegado paseo por un parque o una conversación en un café al aire libre. En un país arrasado por la estafa revolucionaria, en el que decenas de miles de jóvenes morirá con alta probabilidad de forma violenta antes de los 25 años, en la que pocos tienen la certeza de poder alcanzar asistencia hospitalaria, los grandes horizontes han perdido peso frente al simple anhelo de una vida que garantice el disfrute de experiencias elementales como poder tener una familia y que esta permanezca unida. El principal motivo de la aceleración del éxodo venezolano es la búsqueda de calidad de vida, expresión que sin mayor subterfugio significa, simplemente, la posibilidad de tener una vida como la de cualquier ciudadano común del mundo civilizado.
LA VERDAD
Charito Rojas
Semanario ABC 12 de marzo 2017
“La verdad se corrompe tanto con la mentira, como con el silencio”
Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano.
Unas largas vacaciones en el exterior en contacto con compatriotas en el exilio y con acceso a una prensa que investiga y publica sin cortapisas los resultados de sus pesquisas, me concedieron una visión panorámica del horror que es Venezuela bajo el mando de una revolución que en 18 años mató la prosperidad y la democracia.
Los venezolanos no vivimos.
Sólo estamos tratando de sobrevivir a este ciclón de miseria que se llama chavismo, socialismo del siglo XXI o madurismo. Todo eso es la misma miasma, y su único empeño es controlar hasta los más privados aspectos de los que aún sobrevivimos en nuestra tierra. Tenemos un gobierno que nos pichirrea y raciona hasta los pañales y los modess, por hablar de cosas íntimas; ha encochinado a los venezolanos, siempre tan limpios y olorosos, ahora usando bicarbonato y limón porque no hay desodorante, lavándose el cabello con lavaplatos porque no hay champú, enjuagándose con agua oxigenada porque no hay crema dental.
Igual sucede con la escasa comida, la dieta diaria ha variado notablemente, las proteínas bajan, el ñame y la yuca suben… y los niños y ancianos mueren de malnutrición. La yerbatería sustituye a la medicina, lo cual en dolores de estómago o de cabeza sienta bien pero no en enfermedades graves que requieren de medicinas que no se consiguen o que son racionadas de forma tal que igual terminan produciendo muertes que se pudieron evitar.
Como la vida o la muerte de los venezolanos poco importa al gobierno, se niega a recibir donaciones de medicinas y alimentos, tal y como lo confirmó el Presidente de Brasil Michel Temer recientemente.
Este gobierno es tan pero tan malo que ha producido la estampida más grande de venezolanos en sus 500 años de historia. Según el profesor de la UCV Tomás Páez, estudioso de la diáspora venezolana, sólo durante estos 18 años han emigrado entre un millón 800 mil y dos millones de ciudadanos. El núcleo más grande se encuentra en Florida, donde el consulado que atendía a unos 400.000 venezolanos fue cerrado hace 5 años en una rabieta del finado comandante. Sigue clausurado, aunque el gobierno sigue alquilando el local vacío por 10.000 $$ mensuales, mientras los venezolanos deben hacer peregrinajes a New Orleans o Washington para arreglar sus asuntos consulares o votar.
Cientos de niños venezolanos no han sido registrados, miles de venezolanos tienen cédula o pasaporte vencidos. Los compatriotas en el mundo están desamparados, dicen que las embajadas venezolanas solo se ocupan de hacer propaganda a la revolución o lobby a los jugosos negocios de los jefes.
Venezolanos que salieron en diciembre de vacaciones, se quedaron en los sitios de destino. Prefieren estar ilegales pero como me dijo uno “con los hijos a salvo” de la espantosa inseguridad que da a Venezuela el primer lugar mundial en homicidios. Eso, y más de 1.000% de inflación prevista para este año hace que se queden en cualquier condición en el exterior. Lo último es ir hacia países andinos en autobús, haciendo largas travesías. Tristemente, todo es mejor que esta Venezuela anárquica y peligrosa.
Así nos ven
La tragedia es vista en el exterior a través de la cantidad de estudiantes, mayoritariamente de postgrado, que no culminaron sus estudios pues desde la mala hora en que llegó “el hijo de Chávez” a la presidencia, les cortaron los dólares preferenciales para sus cursos. Los pensionados y jubilados en el exterior tampoco disfrutan de ese beneficio que les pertenece y ganaron con su trabajo: tienen ya 15 meses sin cobrar pensiones. Estudiantes y viejitos venezolanos han tenido que buscar la beneficencia, los comedores de las parroquias católicas y los auxilios de la Cruz Roja para sobrevivir en el exterior. Ellos son la cara de un régimen que no vela por sus ciudadanos.
La enormidad de lo que sucede en Venezuela se resume así: la justicia sentencia siempre a favor del gobierno, el ente comicial trabaja para bloquear elecciones, los militares no defienden a los ciudadanos sino a la revolución, la revolución extermina la economía, los malandros y pranes son gobierno y los gobernantes malversan en su circo revolucionario los recursos de vida de 30 millones de venezolanos.
Desde el año 2010 el Departamento del Tesoro hace seguimiento a las inmensas fortunas que circulan por bancos norteamericanos, provenientes del narcotráfico y la corrupción en Venezuela. El magistrado Aponte Aponte cantó que Chávez le había ordenado construir un expediente contra Leopoldo. El ayudante militar Leamsy Salazar reveló los vínculos de Diosdado con carteles. Muchos boliburgueses han sido sacados de USA y sus bienes congelados, muchas visas negadas o canceladas. Y ellos calladitos, para que acá no se enteren. En 2011, la llamada “lista Clinton” salió al a luz pública con nombres de quienes hoy están protegidos en Venezuela.
Cuando el “Pollo” Carvajal fue atrapado por la DEA en Aruba, fue el gran campanazo de alerta: los estaban rastreando y más que nunca debían protegerse, activarse con testaferros, y sobre todo, quedarse dentro de las fronteras venezolanas, donde no pudieran atraparlos. Por eso nombran ministros y vicepresidentes a quienes hoy son acusados abiertamente de narcotráfico por Estados Unidos. Luego, el juicio y condena de los narcosobrinos fue el toque de terror para decidir que “como sea” se quedaban en el gobierno. Por eso todos los chicos malos se unieron para negar el revocatorio. Por eso ahora bloquean las regionales, por eso aprietan cada vez más para ahorcar las libertades en Venezuela, por eso dividen a la MUD, por eso lanzan zorros en medio del gallinero. Dividir es su política para reinar.
Llegó la hora de la justicia, de detener la estampida de los emigrantes obligados; de juzgar a los delincuentes, los destructores del país deben pagar su delito, resarcir los daños. Los recursos humanos y económicos deben volver al país. Si la ley venezolana no funciona, todavía queda la justicia internacional. Porque la divina tendrá su momento perfecto.
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