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Quienes han jugado a comunistas en Venezuela ¿que piensan ante lo hecho por Nicolas Maduro anoche?


¿Qué es el Poder Comunal y qué puede hacer el Parlamento Comunal Nacional?; por José I. Hernández

Prodavinci José Ignacio Hernández G. | 16 de diciembre, 2015

El 5 de enero de 2011, durante la instalación de la Asamblea Nacional que fue electa el año anterior, el diputado Soto Rojas, designado Presidente de esa Asamblea, terminó su juramento señalando que “trabajaré sin descanso para que esta Asamblea Nacional se transforme en asamblea popular“. Es decir: en una Asamblea del llamado “Poder Popular”.

Casi cinco años después, el 15 de diciembre de 2015, el diputado Cabello, Presidente de esa Asamblea Nacional, declaró instalado el “Parlamento Comunal Nacional”. Para el Presidente de la Asamblea Nacional “no hay otra forma de organización más pura que las comunas”.

¿Pero qué puede hacer el Parlamento Comunal Nacional?

En realidad, el Parlamento Comunal Nacional no es una figura creada en la Ley y por ello no puede adoptar ninguna decisión jurídicamente relevante. Sin embargo, conviene prestar mucha atención a esta figura.

Entendiendo el Estado Comunal

Para poder explicar el significado de ese Parlamento Comunal Nacional, es necesario analizar el Estado Comunal, que está organizado en las llamadas “Leyes del Poder Popular”.

El Poder Popular es el ejercicio directo de la soberanía por las comunidades organizadas. Sin embargo, de acuerdo con la Ley Orgánica del Poder Popular, sólo se reconoce como comunidad a aquella organizada por el Gobierno Nacional, cuyo único propósito es la promoción del socialismo.

La organización básica del Poder Popular es el consejo comunal, cuyo ámbito de actuación es la comunidad. Para espacios geográficos más amplios se organiza la comuna.

La comuna es, así, una expresión del Poder Popular que repite la organización del Estado. Entonces, así como en el Estado hay una Asamblea Nacional, en la comuna hay un parlamento. De acuerdo con la Ley Orgánica de las Comunas, el parlamento comunal es la “máxima instancia del autogobierno en la comuna” y sus decisiones se expresan “mediante la aprobación de normativas para la regulación de la vida social y comunitaria“.

Ese Estado Comunal, como Estado paralelo, viola la Constitución por muchas razones, de las cuales sólo expondré una: el Estado Comunal es la negación del derecho a la libre participación ciudadana. Pues en el Estado Comunal el ciudadano sólo puede participar a través de instancias organizadas por el Gobierno nacional para cumplir con el socialismo.

El Estado Comunal, el pueblo y el voto

En el elaborado y manipulado lenguaje del Estado Comunal hay una clara contradicción entre el Poder Popular y el voto.

Así, para el Estado Comunal el pueblo se expresa a través del Poder Popular, como ejercicio directo de la soberanía. Por el contrario, el voto como instrumento de la democracia representativa es considerado una figura propia del “Estado Burgués” que debe ser demolido, como recientemente fue recordado.

Por ello, en el Estado Comunal no hay voto ni representantes, sino “voceros”. Así se organizan los consejos comunales, las comunas y el parlamento comunal.

¿Existe el Parlamento Comunal Nacional?

El Parlamento Comunal Nacional “instalado” por el Presidente de la Asamblea Nacional no existe en Ley alguna. Lo que existe es, como vimos, el parlamento comunal que actúa en cada comuna.

Sin embargo, la idea no es nueva. Asumiendo que el “verdadero poder” reside en el Poder Popular —y no en los representantes electos mediante el voto— la existencia del Parlamento Comunal Nacional puede entenderse, simplemente, como una figura paralela a la Asamblea Nacional.

De esa manera, ese Parlamento estaría conformado por los voceros de las comunas, en una estructura piramidal muy parecida a la que rigió a los soviets en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. También, un modelo similar al que rige en Corea del Norte, como expliqué en Prodavinci.

Así que podemos esperar que la intención de la saliente Asamblea Nacional sea organizar este Parlamento Comunal Nacional como expresión agregada de las comunas, aun cuando no exista una Ley que lo organice. Por supuesto, tampoco sería de extrañar que, en los últimos días de su mandato, la Asamblea Nacional dicte la Ley que organice a ese Parlamento Comunal.

¿Y qué puede hacer el Parlamento Comunal Nacional?

El Parlamento Comunal Nacional no puede adoptar ninguna decisión jurídicamente relevante, sencillamente, por cuanto no es una figura con existencia legal.

Sin embargo, la intención podría ser convertir a ese Parlamento en la “legítima asamblea” que reúna a la soberanía nacional, en contraposición a la Asamblea Nacional, que es producto de una democracia representativa considerada contraria a los objetivos del Estado Comunal.

Con una clara manipulación del lenguaje, entonces, el pueblo no actuaría por medio de la Asamblea Nacional sino a través del Parlamento Comunal Nacional, el cual podría ejercer —en el marco de la posible Ley que sea dictada— competencias propias de la Asamblea Nacional.

Todo ello sería una directa violación a la Constitución —que reconoce el valor del sufragio como expresión de la soberanía popular— y además, sería un claro desconocimiento al resultado de las elecciones del 6 de diciembre.

La manipulación del lenguaje pretende hacer ver, así, que el pueblo actúa a través del Parlamento Comunal Nacional, cuando lo cierto es que la expresión legítima del pueblo ya se manifestó el 6 de diciembre con la elección de la Asamblea Nacional.

En pocas palabras: el intento de crear el Parlamento Comunal Nacional sería una forma de desconocer el resultado de la soberanía popular expresada el 6 de diciembre.

La fraudulenta “constituyente”: Otro golpe a la democracia; por José Ignacio Hernández

Por José Ignacio Hernández G. | PRODAVINCI 1 de mayo, 2017

En la tarde del 1 de mayo de 2017 el Gobierno anunció su intención de “convocar a una Asamblea Nacional Constituyente”.

Por el anuncio, en realidad, queda en evidencia que el Gobierno no pretende convocar a una legítima Asamblea Nacional Constituyente, pues su intención parece ser acudir a un fraudulento mecanismo que consolide el golpe a la democracia.

Veamos.

1. Lo que dijo el Gobierno

En su alocución, el presidente Maduro anunció su intención aplicar el artículo 347 de la Constitución para convocar a una “Asamblea Nacional Constituyente”. Sin embargo, advirtió que se trataría de una constituyente sin partidos, pues sería “de la clase obrera”.

Al formular su anuncio, el Gobierno advirtió que los miembros de la constituyente serían electos “mediante voto directo” dentro de distintos sectores del Poder Popular, como la clase obrera y otros representantes de gremios, así como por parte de líderes comunitarios.

Advirtió, por último, que esta asamblea tendría el poder originario, con lo cual, ningún órgano del Poder Público podría impedir su funcionamiento.

2. La legítima Asamblea Nacional Constituyente

En sus declaraciones, Maduro aludió a una “asamblea nacional constituyente ciudadana”, conformada por clase obrera, campesinos, indígenas, amas de casa, pescadores, estudiantes. Una “Asamblea popular, obrera, campesina”.

Esto es algo completamente distinto a la Asamblea Nacional Constituyente prevista en los artículos 347 y siguientes de la Constitución. Tal Asamblea no es “popular”, en el sentido que no está conformada solo por ciertos sectores, como la clase obrera y demás instancias del llamado Poder Popular. Tal Asamblea, por el contrario, está conformada por los ciudadanos que, mediante el sufragio directo, secreto y universal, son elegidos constituyentes, más allá de la “clase” a la cual pertenecen.

Elecciones en la que todo elector puede participar en ejercicio de su derecho al voto. Esto no es solo una consecuencia natural de las bases constitucionales de la democracia, sino que además es una condición inherente al propio concepto de constituyente previsto en el artículo 347 constitucional: el poder constituyente pertenece al pueblo, con lo cual solo el pueblo, en votaciones directas, secretas y universales, podrá elegir a los miembros de la constituyente.

3. La Asamblea Nacional Constituyente fraudulenta

Sin embargo, en el discurso del Gobierno, hay indicios suficientes que nos permiten concluir que su intención es simular un proceso constituyente, pero para lograr la elección de un órgano subordinado al Gobierno, principalmente, por medio del poder popular.

En efecto, en su alocución, Maduro advirtió que los constituyentes serían designados mediante “voto directo”, pero solo desde determinada “clase”. Así, de los 500 miembros que esta constituyente tendría, la mitad sería designada mediante los obreros, estudiantes, campesinos y otros sectores, quienes “escogerían” entre ellos a sus representantes. La otra mitad sería escogida mediante un proceso –nada claro– de regionalización. Esa selección podrá ser “directa”, pero en modo alguno es una elección consecuencia del derecho constitucional al voto, ni mucho menos, consecuencia del derecho de todo ciudadano a optar a cargos de elección popular.

Esta idea, de hecho, no es nueva. Recientemente, la palabra “constituyente” se ha utilizado en el marco del llamado “poder popular”, esto es, las instancias controladas y dirigidas por el Gobierno para la promoción del socialismo. Por ejemplo, con ese fin, en 2016, el llamado “Congreso de la Patria” propuso un “proceso popular constituyente”. Una idea similar también había sido asomada en el Decreto que creó la Misión Justicia Socialista.

Es por ello que estamos ante una “simulación” de un proceso constituyente, que perpetrando el secuestro del derecho al voto, permitiría al Gobierno garantizar el control sobre la “asamblea popular” que resulte en definitiva designada.

4. ¿Y qué puede pasar ahora?

Según se anunció, mañana debería ser publicado en Decreto con la convocatoria al proceso constituyente y las “bases”, esto es, las condiciones para escoger a los constituyentes, de acuerdo con el fraudulento mecanismo de selección que fue anunciado.

Corresponderá entonces al Consejo Nacional Electoral dirigir el proceso de designación de los miembros de la “asamblea nacional constituyente popular”, según lo que dispongan tales bases.

Una vez instalada, y según anunció, esa “asamblea nacional constituyente popular” concentraría todas las funciones, bajo una fraudulenta interpretación del artículo 349 del texto de 1999, según el cual, “los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente”. Esto serviría de excusa, por ejemplo, para consolidar la usurpación de funciones de la Asamblea Nacional.

Además, la Constitución aprobada por la “asamblea nacional constituyente popular”, según el artículo 349 citado, entrará en vigor con su publicación en Gaceta Oficial, sin necesidad de un referendo aprobatorio.

Tomando en cuenta todo esto, podemos entonces valorar el riesgo de esa propuesta: la ilegítima designación de una “asamblea nacional constituyente popular”, en violación al derecho al sufragio directo, secreto y universal, permitiría afectar el funcionamiento de todos los Poderes Públicos y aprobar una nueva Constitución, todo ello, al margen de la democracia.

Por ello, en el fondo, el anuncio de convocar a una “asamblea nacional constituyente popular” no es más que la continuación del golpe de Estado permanente, ahora, en un nivel incluso superior.

Cuando sea publicado el Decreto complementaremos estos comentarios.

Origenes del Poder Popular

A lo largo de la historia, y en distintas partes del mundo, los pueblos han ensayado diversas alternativas en la construcción de una sociedad genuinamente democrática, donde la gente asuma directa y colectivamente el poder.

Aunque distintas entre sí, estas experiencias de gobiernos populares comparten una misma búsqueda por alcanzar nuevas formas de organización que superen la verticalidad, la representatividad y la jerarquización impuestas a la sociedad por los centros de poder convencionales.

Hoy, en Venezuela, con el nacimiento de las Comunas Socialistas y el desarrollo del Poder Popular Comunal, creemos importante detenernos en estas referencias, conocer sus aportes y continuar su legado, veamos algunas:

Una de estas referencias es La Comuna de París, que fue una breve experiencia de gobierno autogestionario a finales del siglo XIX. Surgió luego que el pueblo de París se alzara en armas en contra de la rendición de los franceses en la guerra con Prusia. Para el 26 de marzo de 1871, los sublevados convocaron a elecciones libres y se instaló el Consejo de la Comuna.

Durante su corto gobierno, la Comuna tomó importantes medidas populares: Reformas laborales en cuanto a los horarios y las condiciones de trabajo; tomas de fábricas abandonadas; remuneración de todos los funcionarios administrativos y del gobierno, igual al salario de un obrero; educación laica gratuita y obligatoria; sustitución del ejército regular por el pueblo en armas.

A pesar de la heroica resistencia de los Comuneros, las fuerzas de la monarquía lograron tomar el control de París, tras varias semanas de intensos combates que finalizaron con la muerte de más de 30.000 personas.

Los proletarios de París… se han dado cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos. Manifiesto del Comité Central de la Guardia Nacional, París, Francia, 1.871.

Los Soviets, quienes nacieron durante la primera huelga general de los trabajadores rusos en 1.905. La palabra Soviet significa ¨Consejo¨ en ruso. Su organización y funciones variaron según las circunstancias históricas. En un primer momento fueron Comités para organizar las huelgas en las fábricas.

Progresivamente, esta estructura de organización se convirtió en el órgano de representación de los intereses de toda la clase obrera. Para 1.917, su lucha era tal, que desempeñaron un papel fundamental en la caída del zarismo.

Gracias a la amplia capacidad de organización de los trabajadores lograda a partir de los Soviets, el nuevo gobierno revolucionario pudo descansar sobre una estructura democrática y genuinamente proletaria.

Sus decisiones eran tomadas en asambleas generales y aunque contaban con un comité ejecutivo y distintas comisiones, los temas relevantes eran discutidos en sesiones plenarias. De esta manera, los Soviets fueron siempre, a través de sus distintas transformaciones, expresión directa de la voluntad de la clase trabajadora.

Los Soviets eran una organización de base y funcionamiento ampliamente democráticos. Andréu Nin. Los Soviets: Su origen, Desarrollo y Funciones, 1.932.

Los Consejos de Fábrica. En abril de 1.920 los trabajadores organizan una serie de huelgas en Turín, principal centro industrial de Italia para la época.

Los obreros desarrollaron una forma de organización, distinta de la burocracia sindical, que les permitió tomar el control de la producción en las fábricas. Este movimiento alcanzó su máximo nivel de articulación en los Consejos de Fábricas.

Las empresas tomadas se organizaban primeramente en equipos de oficio, los trabajadores de cada uno de estos equipos elegían a un obrero con mandato condicionado que participaba en la Asamblea de Delegados de la fábrica.

De esta manera se garantizaba la participación directa de los trabajadores en todos los asuntos de la producción. Además de sus tareas técnicas y administrativas, los Consejos de Fábrica lograban una asombrosa capacidad de movilización: En una ocasión, en apenas una hora, fueron capaces de movilizar, sin preparación previa, a más de 120.000 obreros de distintas empresas.

Todo el poder del Estado a los Consejos Obreros y Campesinos. Antonio Gramsci. El Movimiento Turinés de los Consejos de Fábrica, 1,920.

El biennio rosso o en español bienio rojo, es una sucesión de eventos de los años de 1919-1920 en la historia de Italia, protagonizada principalmente por los consejos de fábrica. Se le llamó rojo debido a la masiva revuelta popular de orientación socialista y anarquista que se dio sobre todo en el norte de Italia. Estos consejos de fábrica se generalizan vertiginosamente primero por toda la ciudad de Turín constituyéndose en cada una de las fábricas de la ciudad. En abril de 1920, se desata un conflicto menor por cuestiones de horario que va a abrir las puertas al verdadero problema de fondo: el poder obrero en las fábricas.

Los obreros se lanzan a la huelga que se extiende rápidamente por toda la región del Piamonte, y luego alcanza la Lombardía involucrando medio millón de obreros. A la cabeza de éstos se ponen los "consejos obreros" inspirados en los soviet de Rusia que organizan cada detalle y rubrican su funcionamiento al máximo como dirección del proceso. Esto avisoraba una situación pre-revolucionaria.

Consejos de fábrica

En Turín, y en el norte de Italia el movimiento obrero empezó a crecer en torno a comisiones internas. La ciudad de Turín, edificada alrededor de grandes fábricas automotrices, era el centro industrial más importante de toda Italia y reunía la flor y nata de la clase obrera italiana. La fábrica automotriz de Fiat en Turín vio el surgimiento, en agosto de 1919, del primer "consejo de fábrica" que abrió el período conocido en la historia como el bienio rojo italiano.

Los consejos eran organismos de autoorganización obrera inspirados en el ejemplo de los "soviets de obreros y campesinos" creados en Rusia. En Italia estos "consejos" se componían de representantes, uno por cada 15 ó 20 personas, elegidos por asambleas por sección de la planta y por todos los obreros, estuvieran o no afiliados al sindicato. Los administradores de sección de planta elegían entonces una comisión interna de mandato revocable. Esto era conocido como el "consejo de la fábrica", una estructura de democracia directa practicada y propuesta por los anarcosindicalistas -aunque normalmente dentro de sus sindicatos-, y hoy a través de los consejos de voceros de los anarquistas modernos.

Sus funciones iban desde el control del personal técnico, el despido de empleados que se muestren "enemigos de la clase obrera" ( es decir, opositores al consejo), al control de la producción de la empresa y de las operaciones financieras. Los "consejos" eran creados principalmente por inspiración de los anarcosindicalistas, aunque al constatarse su éxito los militantes del Partido Socialista Italiano empezaron a fundar sus propios "consejos".

Inicios de los consejos

Antes de noviembre de 1918, estas "comisiones" eran apenas un órgano de asesoría del respectivo sindicato y antes del febrero de 1919, la Federación Italiana de Trabajadores del Metal (FIOM) ganó un contrato para permitir a las comisiones en sus lugares de trabajo. Entonces intentaron transformar a estas comisiones en consejos dotándolos de una función directiva y no sólo de asesoría. Antes de mayo de 1919, los consejos “se convirtieron en la fuerza dominante dentro de la industria metalúrgica y los sindicatos (convencionales) estaban en peligro de convetirse en unidades administrativas marginales” según Carl Levy (en su libro "Gramsci y los anarquistas"). Así describió el marxista heterodoxo Antonio Gramsci la originalidad de los consejos:

[...] la única institución proletaria que, por nacer precisamente allí donde no subsisten las relaciones políticas de ciudadano a ciudadano, allí donde no existe para la clase obrera ni libertad ni democracia, sino sólo las relaciones económicas de explotador a explotado, de opresor a oprimido, representa el esfuerzo perenne de liberación que la clase obrera realiza por sí misma [...]

Aunque estos hechos sucedieron en gran parte en Turín, esta militancia recorrió Italia con campesinos y trabajadores que tomaban fábricas y tierra. En Liguria, por ejemplo, después de una interrupción en la paga, los trabajadores del metal y de la construcción naval ocuparon y dirigieron sus plantas por cuatro días.

Durante este período, la Unión Sindical Italiana (USI) se incrementó a 800.000 miembros y la influencia de la Unión Anarquista Italiana (20.000 miembros más Umanità Nova, su diario) creció por consiguiente. El reportero marxista galés, Gwyn Williams dice claramente en su libro "Orden proletario" (pg. 194-195):

[...] anarquistas y sindicalistas revolucionarios eran el más importante [...] grupo revolucionario a la izquierda […] El rasgo más saliente en la historia del anarquismo y sindicalismo en 1919-1920 fue el rápido crecimiento [...] Los sindicalistas sobre todo captaron la opinión de la clase obrera militante que el movimiento socialista inútilmente trataba de captar.

Ocupaciones de fábrica

La Cofindustria (organismo que agrupa a los industriales italianos) responde ante este ambiente con un intento de cierre masivo de fábricas que, ante el convulsivo escenario, encendió más la situación ya que miles de obreros se movilizan a lo largo y ancho de Italia ocupando por la fuerza las fábricas donde laboran y concentrando los medios de producción de los principales centros económicos en sus manos. Para la defensa de las fábricas tomadas los militantes socialistas crean un cuerpo de "Guardias Rojos" imitando a los bolcheviques rusos.

Los anarquistas fueron los primeros en sugerir a los obreros tomar los lugares de trabajo y ponerlos en funcionamiento. El teórico y militante anarquista Errico Malatesta escribió en el diario partidista"Umanità Nova" en marzo de 1920:

(las) huelgas generales de protesta no afectan a nadie […] proponemos una idea: la toma de posesión de fábricas […] el método tiene ciertamente un futuro, porque corresponde a los fines últimos del movimiento de trabajadores

Los consejos de fábricas promueven la gestión obrera de la producción, como respuesta ofensiva al ataque de las patronales. La patronal exige al gobierno intervenir para frenar a los trabajadores, éste en cambio le requiere cumplir con las regulaciones industriales ya existentes.

[...] los trabajadores pensaron que el momento estaba maduro para la toma de posesión de una vez para siempre de los medios de producción. Se armaron para su propia defensa [...] y comenzaron a organizar la producción por su propia cuenta [...] El derecho de propiedad fue de hecho abolido [...] era un nuevo régimen, una nueva forma de vida social que hacía su entrada. Y el gobierno se echó a un lado al sentirse impotente para ofrecer oposición.

Errico Malatesta, Vida e ideas, pg. 134

Los trabajadores ferroviarios se negaron a transportar tropas, los obreros se fueron en contra de las consignas de los sindicatos reformistas y los campesinos ocuparon tierras, aunque cabe señalar que el movimiento era casi exclusivo de los trabajadores industriales en una país donde la mayor parte de trabajadores se hallaban en la agricultura (cosa que se señalaría luego como una debilidad). Daniel Guérin da un resumen de la extensión del movimiento:

[...] la dirección de las fábricas [...] se llevaba a cabo por medio de comités de trabajadores técnicos y administrativos. La autogestión llegó lejos [...] La autogestión emitió su propio dinero [...] Se requería estricta autodisciplina [...] (y) una estrecha solidaridad se estableció entre las fábricas [...] (donde) las menas y el carbón se ponían en un fondo común y se repartían equitativamente.

El anarquismo, pg. 109

La burguesía, presa del pánico y del peligro de perder el control de sus propiedades, firma un acuerdo en donde los trabajadores obtienen importantes ventajas reivindicativas y después de cuatro semanas de ocupación los trabajadores decidieron abandonar las fábricas. Esto fue debido a la actuación del Partido Socialista Italiano y de los sindicatos reformistas, quienes se opusieron al movimiento de ocupación y negociaron con el Estado por una vuelta a la "normalidad" a cambio de la promesa de aumentar legalmente el control de las fábricas por los trabajadores, en asociación con los jefes. Esta promesa no se mantuvo.

Los líderes socialistas, si bien simpatizaban con el movimiento, dudaban que los anarquistas tuvieran organización y liderazgo para desarrollar una lucha de largo plazo, y prefirieron pactar con el gobierno desde una "posición de fuerza". De hecho los diversos grupos anarcosindicalistas italianos tenían una gran adhesión obrera pero carecían de un programa común que aplicar después de la toma de las fábricas, siendo que la patronal confiaba en que, carentes de cuadros capacitados, los anarquistas teminarían capitulando al no poder manejar eficazmente las fábricas ocupadas. La falta de organizaciones "interfábrica" independientes hizo que los obreros dependieran de los burócratas de las uniones sindicales para obtener información sobre lo que pasaba en otras ciudades, y las autoridades estatales usaron ese elemento para aislar las fábricas y las ciudades entre sí.

Último intento

Gobierna un sentimiento de derrota entre la clase obrera que se unió a los "consejos" ya que el 27 de septiembre de 1920, se quita la autorización y se despide a los administradores de consejos, cosa que los trabajadores intentan bloquear con una paralización. Los patrones respondieron con un cierre, y con ayuda de miles de soldados del ejército del gobierno de Giovanni Giolitti, las fabricas son desalojadas y montó ametralladoras fuera de las fábricas. Las demandas de los jefes eran imponer otro contrato a la FIOM para modificar el control directivo. Estas demandas fueron dirigidas a destruir el sistema de consejos de fábrica y su modelo de asociación.

Los trabajadores de Turín respondieron a esto con una huelga general en defensa de los consejos. Los trabajadores habían invitado a los sindicatos y a los partidos marxistas y socialistas para unirse a la huelga, pero estos rechazaron la oferta al considerar muy difícil el triunfo de los trabajadores, y sólo los grupos anarcosindicalistas estaban dispuestos a actuar. No obstante la confederación local de la USI no podía proporcionar la infraestructura necesaria para un movimiento de ocupación totalmente coordinado. Después de dos semanas en huelga, los trabajadores decidieron rendirse y el movimiento obrero manifiestó cabalmente sus problemas para transformar la correlación de fuerzas. Al final, el control fue dado de nuevo a los jefes de las fábricas modificando las reglas de los contratos dando algunas concesiones legales pero suprimiendo definitivamente los consejos, con la ayuda de los grupos socialistas, y arrestaron a muchos de los principales organizadores obreros y anarquistas.

Disputas y protagonistas

Las disputas dentro de la revuelta se dieron entre los sectores moderados del Partido Socialista Italiano que querían sólo lograr mejoras laborales, los sectores radicales del mismo partido liderados entre otros por Antonio Gramsci que estaban influenciados por la reciente revolución rusa de 1917 y que posteriormente fundarían el Partido Comunista Italiano, y los sectores de obreros y campesinos anarquistas entre los que se encontraba como líder y teórico sobresaliente Errico Malatesta así como el rol trascendental de la federación sindical Unione Sindacale Italiana (USI) de tendencia anarcosindicalista.

(sobre las fábricas ocupadas ondeaba) un bosque de banderas negras y rojas (puesto que) el consejo del movimiento de Turín era esencialmente anarcosindicalista [pg. 241]. (Las actividades de resistencia eran) ya directamente guiadas o indirectamente inspiradas por los anarcosindicalistas [pg. 193]

Gwyn Williams, Orden proletario

Otra figura importante en el movimiento fue Amadeo Bordiga quien se convertiría en teórico de la tendencia de izquierda comunista (tendencia posteriormente crítica de la línea del Comintern). Esta línea de pensamiento era contraria al leninismo y al estatismo.

Contexto y consecuencias

Hubo similares eventos en otros países europeos en el mismo período como los espartaquistas alemanes, la revuelta socialista de Baviera y la "república soviética" de Hungría, en mucho también motivados por la exitosa reciente revolución rusa, pero en la primavera de 1919 todas estas sublevaciones socialistas habían sido ya vencidas. En el caso italiano, la represión estatal, la desorganización de los anarcosindicalistas, y la división entre los sectores de socialistas terminaron por quitar toda fuerza al movimiento, el cual fue incapaz de oponer resistencia activa a un nuevo grupo político aparecido en Italia: los fascistas.

Las revueltas del biennio rosso motivaron a la alta burguesía italiana a mirar con sospecha cualquier movimiento obrero, y cuando en 1919 el ex-socialista Benito Mussolini fundó su movimiento de los fascios de combate basado en un virulento anticomunismo, la burguesía italiana decidió apoyarlo como medio de contrarrestar las actividades de socialistas y comunistas.

Al contrario de las disensiones en el Partido Socialista Italiano entre "radicales" y "moderados" sobre las tácticas a seguir, los fascistas de Mussolini, con una base antisocialista y anticomunista, utilizaron como táctica básica a la violencia contra personas y bienes, violencia ejecutada por un grupo paramilitar creado específicamente para ello: los camisas negras. Los anarquistas italianos, dedicados esencialmente a la sindicatos con base local, carecían de organización centralizada a diferencia de los fascistas, y las discrepancias de método y disciplina también obraron en su contra.

Mussolini aprovechó el miedo de los industriales y se mostró como decidido opositor del bienio rosso, empleando desde 1921 a sus belicosos camisas negras para someter por la violencia a los líderes izquierdistas que intentaran repetir las huelgas de 1919-1920. Con ello, Mussolini terminó subiendo al poder poco después en tanto el fascismo fue apoyado como "prevención contrarrevolucionaria", lanzado como resultado de la fracasada revolución.

El ascenso al poder de Adolf Hitler comenzó en septiembre de 1919 en Alemania, cuando Hitler se unió al partido político conocido como Deutsche Arbeiterpartei, DAP, el Partido Obrero Alemán. En 1920 cambió su nombre a Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, comúnmente denominado Partido Nazi. Este partido político se formó y desarrolló durante la posguerra de la Primera Guerra Mundial, como partido antimarxista y opuesto al Tratado de Versalles y al gobierno democrático de posguerra de la República de Weimar. Defendía el nacionalismo extremo y el pangermanismo, así como el antisemitismo. Puede considerarse que el «ascenso» de Hitler terminó en marzo de 1933, después de que el Reichstag adoptara la Ley de Concesión de Plenos Poderes de 1933. El 30 de enero de 1933 el presidente Paul von Hindenburg había nombrado a Hitler canciller tras una serie de elecciones parlamentarias y las consiguientes intrigas entre bastidores. La ley de plenos poderes —si se aplicaba de forma despiadada y autoritaria— daba virtualmente a Hitler la capacidad de ejercer constitucionalmente a partir de ese momento un poder dictatorial y sin objeciones legales.

Adolf Hitler ascendió a un lugar prominente en los primeros años de existencia del partido. Siendo uno de los mejores oradores del partido, exigió a los otros miembros que lo hicieran líder, con la amenaza de abandonarlo. En parte se ayudó de su deseo de utilizar la violencia para avanzar en sus objetivos políticos y para reclutar miembros que compartieran este deseo. El Putsch de Múnich, en noviembre de 1923, y la posterior publicación de su libro Mein Kampf («Mi lucha») acercaron a Hitler a una audiencia más amplia. A mediados de la década de 1920, el partido entró en una lucha electoral en la que Hitler participó como orador y organizador,b así como en acciones violentas y reyertas callejeras entre la Rotfrontkämpferbund (Alianza de Guerreros del Frente Rojo) y la Sturmabteilung (SA) nazi. A finales de los años 20 y principios de los 30, los nazis consiguieron suficientes apoyos electorales para convertirse en el mayor partido político del Reichstag, y la combinación de agudeza política, capacidad de engaño y astucia de Hitler convirtió la mayoría simple del partido en un efectivo poder de gobierno en la debilitada República de Weimar de 1933.

Una vez en el poder, los nazis crearon una mitología alrededor de su ascenso, describiendo el periodo que cubre este artículo como Kampfzeit (tiempo de lucha) o Kampfjahre (años de lucha).

Los 11 principios de la propaganda nazi por Joseph Goebbels

ABR 19, 2016 | Historia

El padre de la propaganda nazi fue Joseph Goebbels, responsable del Ministero de Educación Popular y Propaganda, creado por Adolf Hitler a su llegada al poder en 1933. Goebbels había sido el director de la tarea comunicativa del Partido Nazi y el gran arquitecto del ascenso al poder.

Una vez en el Gobierno y con las manos libres para monopolizar el aparato mediático estatal, Goebbels prohibió todas las publicaciones y medios de comunicación fuera de su control, y orquestó un sistema de consignas para ser transmitido mediante un poder centralizado del, cine, la radio, el teatro, la literatura y la prensa. Era también el encargado de promocionar o hacer públicos los avisos del gobierno.

Estos son los 11 principios de la propaganda nazi creados por Joseph Goebbels:

1.- Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo.

2.- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3.- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

4.- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

5.- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

6.- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

7.- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8.- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.

9.- Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.

10.- Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.

11.- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.

En 1922 y principios de 1923, Hitler fundó dos organizaciones que crecerían hasta tener una enorme importancia. La primera era la Jungsturm y Jugendbund, que más tarde se convertiría en las Juventudes Hitlerianas. La otra fue la Stabswache, el germen de lo que después sería la Schutzstaffel (SS).

Inspirado por la marcha sobre Roma de Benito Mussolini, Hitler decidió que la estrategia apropiada para hacerse con el control del país era un golpe de estado. En mayo de 1927, algunos elementos leales a Hitler dentro del ejército pusieron a disposición de la SA barracones y armas, pero la orden de marchar nunca llegó.

El punto de inflexión se sitúa en el Putsch de Múnich liderado por Hitler, un intento de golpe de estado en los días 8 y 9 de noviembre de 1923. En el fallido golpe murieron dieciséis miembros del NSDAP y cuatro policías. Hitler fue detenido el 11 de noviembre de 192342 y procesado por alta traición en un juicio que centró la atención pública.

El muy notorio juicio comenzó en febrero de 1924. Hitler se esforzó por cambiar las tornas y enjuiciar la democracia y la República de Weimar por traición al pueblo alemán. Hitler fue declarado culpable y el 1 de abril lo sentenciaron a cinco años de cárcel en la prisión de Landsberg, donde recibió un tratamiento privilegiado por parte de los guardias: tenía una habitación con vistas al río, llevaba corbata, le permitían recibir visitas y correo de sus admiradores, además de contar con los servicios de un secretario privado. El Tribunal Supremo bávaro dictó su indulto el 20 de diciembre de 1924, a pesar de las objeciones del fiscal del Estado.

Hitler dedicó el tiempo en la prisión Landsberg a considerar su estrategia política y a dictar el primer volumen de Mi lucha, sobre todo a su leal asistente Rudolf Hess.5 o Después del putsch, el partido fue prohibido en Baviera, pero participó en las dos elecciones de 1924 representado por el Movimiento Nacional Socialista de la Libertad. En las Elecciones parlamentarias de Alemania de mayo de 1924, el partido ganó varios escaños en el Reichstag, con el 6,5% de los votos (1 918 329). En las Elecciones parlamentarias de Alemania de diciembre de 1924, el Movimiento Nacional Socialista de la Libertad, combinación del Deutschvölkische Freiheitspartei (DVFP) y del Partido Nazi (NSDAP), consiguió solo 907 242 votos, lo que le hizo perder 18 escaños, quedando con 14.

La propaganda nazi utilizó después con frecuencia el escándalo Barmat, como estrategia electoral y como llamamiento al antisemitismo.

Después de reflexionar, Hitler había decidido que no había que obtener el poder mediante una revolución desde fuera del gobierno, sino por medios legales, dentro de los límites del sistema democrático establecido por Weimar.

Durante cinco o seis años no habría más prohibiciones del partido (Ver abajo Toma del poder (1931 - 1933).

Maniobras hacia el poder (1925–1930)

En las elecciones de 1928, el partido solo consiguió 12 escaños (2,6% de los votos) en el Reichstag. Por provincias, los mejores resultados se obtuvieron en Baviera (5,11%), aunque en tres zonas, el NSDAP no llegó al 1% de votos. En parte por estos malos resultados, Hitler decidió que los alemanes tenían que conocer mejor sus objetivos. A pesar de que su editor intentó disuadirlo, escribió un segundo libro que fue descubierto y publicado póstumamente como Zweites Buch. En la misma época, la SA comenzó un periodo de deliberado antagonismo con el Rotfront marchando sobre feudos de los comunistas y provocando violentos altercados.

A finales de 1928, el partido tenía 130 000 miembros. En marzo de 1929, Erich Ludendorff representó al partido nazi en las elecciones presidenciales, y consiguió 280 000 votos (1,1%) y fue el único candidato en obtener menos de un millón de votos. Las batallas en las calles se hicieron más violentas. Cuando el Rotfront interrumpió un discurso de Hitler, la SA marchó por las calles de Núremberg y mató a dos viandantes. En revancha, la SA irrumpió en una reunión del Rotfront el 25 de agosto y unos días después, en los cuarteles generales del propio Partido Comunista de Alemania (KPD). En septiembre, Joseph Goebbels condujo a sus hombres a Neukölln, un baluarte del KPD, y los dos partidos contendientes se enzarzaron en un tiroteo.

El referéndum alemán de 1929 tuvo una gran importancia, ya que le dio al Partido Nazi un reconocimiento y una credibilidad que nunca había tenido.

El 14 de enero de 1930, el activista nazi Horst Wessel tuvo una discusión con su casera, según unas fuentes por el pago del alquiler, y según otras por sus actividades como proxeneta. Esta discusión terminó trágicamente. La casera era miembro del KPD y se puso en contacto con un amigo del Rotfront, Albert Hochter, que disparó a Wessel.45 Unos meses antes, Wessel había escrito una canción que se convertiría en el himno nazi Horst-Wessel-Lied. Goebbels aprovechó el ataque (y las semanas que Wessel pasó en su lecho de muerte) para publicitar la canción, y los nazis utilizaron el funeral como oportunidad para hacer propaganda anticomunista.

El 1 de abril, Hannover aprobó una ley que prohibía la Hitlerjugend (las Juventudes Hitlerianas), y Goebbels fue condenado por alta traición a finales de mayo. Baviera prohibió los uniformes políticos el 2 de junio, y el 11, Prusia prohibió las camisas pardas de la SA y las insignias relacionadas. Al mes siguiente, Prusia aprobó una ley que impedía a sus funcionarios hacerse miembros del NSDAP y del KPD. Ese mismo mes, Goebbels era juzgado y condenado de nuevo, esta vez por «insulto público». El gobierno también encausó a los oficiales militares por «formar células nacional socialistas».

En medio de esta violenta situación, el partido de Hitler consiguió una sorprendente victoria en el Reichstag, obteniendo 107 escaños (18,3%, 6 406 397 votos). Los nazis se convirtieron en el segundo partido de Alemania. En Baviera, el partido consiguió el 17,9% de los votos, aunque por primera vez este porcentaje fue sobrepasado por otras provincias: Oldemburgo (27,3%), Brunswick (26,6%), Waldeck (26,5%), Mecklenburgo-Strelitz (22,6%), Lippe (22,3%) Mecklenburgo-Schwerin (20,1%), Anhalt (19,8%), Turingia (19,5%), Baden (19,2%), Hamburgo (19,2%), Prusia (18,4%), Hesse (18,4%), Sajonia (18,3%), Lübeck (18,3%) y Schaumburg-Lippe (18,1%).

En la campaña se invirtió una cantidad de dinero sin precedentes. Se imprimieron y distribuyeron más de un millón de panfletos, se encargaron 16 camiones para utilizarlos solo en Berlín. En las zonas donde la campaña del NSDAP fue menos enérgica, los resultados bajaron hasta el 9%. La gran depresión también fue un factor determinante de la victoria electoral de Hitler. Con este telón de fondo legal, la SA llevó a cabo su primera acción importante contra los judíos el 13 de octubre de 1930, cuando grupos de camisas pardas rompieron los escaparates de los negocios judíos en la Potsdamer Platz.

Los partidos de Weimar, incapaces de detener a los nazis

El crac del 29 anunció un desastre económico mundial. Los nazis y los comunistas consiguieron buenos resultados en las elecciones de 1930. A pesar de que tanto los nazis como los comunistas estaban decididos a acabar con la democracia, los partidos moderados tuvieron que considerar negociar con ellos, ya que entre ambos tenían más de un 50% de los escaños. «Los comunistas», escribía Bullock, «anunciaron abiertamente que preferirían ver a Hitler en el poder antes de mover un solo dedo para salvar la república».

Los partidos políticos de Weimar fueron incapaces de detener el ascenso de los nazis. El sistema político alemán de Weimar dificultaba que los cancilleres gobernaran con una mayoría parlamentaria estable, y los sucesivos cancilleres recurrieron al poder presidencial de emergencia para gobernar. De 1931 a 1933, los nazis combinaron el terror con las campañas convencionales: Hitler cruzaba el país en avión mientras las tropas de la SA desfilaban por las calles, golpeaban a sus oponentes e interrumpían sus mítines.4

No existía un partido liberal de clase media lo suficientemente fuerte como para bloquear a los nazis. El Partido Popular y el Partido Demócrata sufrieron severos reveses ante los nazis en las elecciones. Los socialdemócratas eran esencialmente «un partido sindicato conservador con un ineficaz liderazgo». El Partido Católico de Centro mantuvo su bloque de votantes, pero estaba más preocupado por defender sus propios intereses, y según Bullock, «hacia 1932-33 (…) estaba tan lejos de reconocer el peligro de una dictadura nazi que siguió negociando con ellos». Mientras tanto, los comunistas se enzarzaban en violentos altercados con los nazis en las calles, pero Moscú había ordenado al Partido Comunista que priorizara la destrucción de los socialdemócratas, que veía como rivales más peligrosos por la fidelidad de la clase trabajadora. No obstante, Bullock afirma que la mayor responsabilidad recae sobre la derecha alemana, que «renunció al verdadero conservadurismo» y se asoció con Hitler en una coalición de gobierno.

Heinrich Brüning, del Partido de Centro, fue canciller de 1930 a 1932. Brüning y Hitler fueron incapaces de llegar a un acuerdo de cooperación, pero Brüning gobernó apoyándose paulatinamente más en el presidente y el ejército que en el parlamento. El presidente Paul von Hindenburg, de 84 años, un monárquico conservador, era reacio a emprender acciones para contener a los nazis, mientras que el ambicioso general Kurt von Schleicher esperaba ganarse su apoyo como ministro encargado del ejército y la armada. Con el respaldo de Schleicher y la aprobación declarada de Hitler, Hindenburg nombró canciller al monárquico católico Franz von Papen en sustitución de Brüning en junio de 1932.Papen había participado activamente en el resurgimiento del frente de Harzburg58 y se había enemistado con el Partido de Centro.59 En último término esperaba ganarle la partida a Hitler.

En las elecciones parlamentarias de julio del 32, los nazis se convirtieron en el partido con más escaños en el Reichstag y Hitler retiró su apoyo a Papen, exigiendo la cancillería para sí mismo, pero fue rechazado por Hindenberg. Papen disolvió el parlamento y convocó nuevas elecciones, en las que el voto a los nazis se redujo. Al día siguiente de las elecciones, Papen propuso gobernar por decreto mientras se elaboraba un nuevo sistema electoral con una cámara alta. Schleicher convenció a Hindenberg de que cesara a Papen, y el propio Schleicher se convirtió en canciller, prometiendo formar una coalición factible.

El agraviado Papen abrió negociaciones con Hitler, proponiendo una coalición nazi-nacionalista. Después de haber conspirado para relegar a Hitler, solo para acabar derrotado por Schleicher, Papen centró su atención en vencer a Schleicher y llegó a un acuerdo con Hitler.64

Toma de control (1931 - 1933)

El 10 de marzo de 1931, con los enfrentamientos callejeros entre el Rotfront y la SA en plena escalada, sobrepasando todos los límites y todas las expectativas, Prusia volvió a prohibir las camisas pardas. Unos días después, varios hombres de la SA mataron a tiros a dos comunistas en una reyerta callejera, lo que condujo a que se prohibieran los discursos públicos de Goebbels, que soslayó el veto grabándolos y emitiéndolos ante el público en su ausencia.

Ernst Röhm, a cargo de la SA, puso al conde Micah von Helldorff, asesino convicto y vehemente antisemita, a cargo de la SA de Berlín. Las muertes aumentaron, multiplicándose en las escaramuzas con el Rotfront, y a finales de 1931, la SA había sufrido 47 muertes y el Rotfront contabilizaba unas 80. A lo largo de febrero y abril de 1932 se produjeron varios altercados mortales en la calle y en las cervecerías en protesta contra el respaldo a Adolf Hitler en las elecciones presidenciales que lo enfrentó al tremendamente popular Hindenburg. En la primera vuelta del 13 de marzo, Hitler había conseguido más de 11 millones de votos, pero seguía estando detrás de Hindenburg. La segunda vuelta tuvo lugar el 10 de abril: Hitler, con el 36,8% de los votos, perdió frente a Paul von Hindenburg, que consiguió el 53%, mientras que Thälmann, el candidato del KPD, solo logró un 10,2% de los votos. En ese momento, el Partido Nazi tenía algo más de 800 000 afiliados.

Tres días después de las elecciones presidenciales, el gobierno alemán prohibió los elementos paramilitares del NSDAP, la SA y las SS, escudándose en el Decreto de Emergencia para la Preservación de la Autoridad Estatal. Esta acción respondía, sobre todo, a datos que se habían conocido en el juicio de varios hombres de la SA por atacar a judíos desarmados en Berlín. Menos de un mes después, el 30 de mayo, la ley fue derogada por Franz von Papen, canciller de Alemania en ese momento. Esta ambivalencia sobre la suerte de los judíos se asentaba en la cultura de antisemitismo que impregnaba a los alemanes de la época.

Empequeñecido por los éxitos electorales de Hitler, el KPD se alejó de los medios legales y giró paulatinamente hacia la violencia. Una refriega en Silesia acabó con la intervención del ejército, y con cada disparo, Alemania se acercaba más a una potencial guerra civil. En esa época, ambas partes atacaban los feudos de la parte contraria, intentando desencadenar tumultos. Hermann Göring, como portavoz del Reichstag, pidió al gobierno de Papen que procesara a los autores de los disparos. Entonces se aprobaron varias leyes que convirtieron la violencia política en un delito capital.

Los ataques continuaron, y alcanzaron su punto álgido con el asesinato de Axel Schaffeld, líder de la SA. A finales de julio, el Partido Nazi consiguió casi 14 millones de votos, obteniendo 230 escaños en el Reichstag. Alentado por estos excelentes resultados, Hitler exigió que le nombraran canciller. Papen le ofreció el puesto de vicecanciller, que Hitler rechazó.

Hermann Göring, como presidente del Reichstag, pidió que el gobierno tomara medidas enérgicas para frenar el aluvión de muertes de nacionalsocialistas. El 9 de agosto, se aprobaron varias enmiendas al estatuto del Reichstrafgesetzbuch que incrementaban las penas por «actos de violencia política» hasta «cadena perpetua, 20 años de trabajos forzados o pena de muerte». Se anunció la creación de tribunales especiales para juzgar estos delitos. Menos de un año y medio después, ya en el poder, Hitler utilizaría estas leyes contra sus oponentes con efectos devastadores.

La ley se aplicó casi inmediatamente, pero no sirvió para llevar a juicio a los perpetradores de las recientes masacres, como se esperaba. Por el contrario, fueron procesados cinco hombres de la SA que supuestamente habían asesinado a un miembro del KPD en Potempa (Alta Silesia). Adolf Hitler apareció en el juicio como testigo de la defensa, pero el 22 de agosto, los cinco hombres fueron declarados culpables y condenados a muerte. A principios de septiembre, la sentencia se conmutó por cadena perpetua en la apelación. En realidad, cumplieron algo más de cuatro meses de cárcel antes de que Hitler liberara a todos los prisioneros nazis con la amnistía de 1933.

El partido nazi perdió 35 escaños en las elecciones de noviembre de 1932, pero siguió siendo el partido con más representación en el Reichstag. Su maniobra más chocante fue la de enviar al SA para ayudar al Rotfront en apoyo de una huelga contra la agencia de transportes.

Después de que Papen dejara el puesto, dijo secretamente a Hitler que seguía teniendo una considerable influencia sobre el presidente Hindenburg, y que le haría canciller siempre que él, Papen, pudiera ser vicecanciller.

Hindenburg nombró canciller a Hitler el 30 de enero de 1933, después de formarse una coalición entre los nazis y los conservadores nacionalistas. Papen sería vicecanciller en un gabinete de mayoría conservadora, aún falsamente convencido de que podía «controlar» a Hitler. Inicialmente, Papen se pronunció públicamente contra algunos excesos de los nazis, pero después de escapar por muy poco a la muerte durante la noche de los cuchillos largos, dejó de criticar abiertamente al régimen.

Tras el nombramiento de Hitler como canciller con un gobierno de coalición NSDAP-DNVP, la SA y las SS organizaron desfiles de antorchas por Berlín. En el gobierno de coalición, tres miembros eran nazis: Hitler, Wilhelm Frick (ministro de Interior) y Hermann Göring (ministro sin cartera).

Puesto que los alemanes que se oponían al nazismo eran incapaces de unirse en su contra, Hitler pronto pudo consolidar un poder absoluto.

A riesgo de que parezca una tontería, le diré que el movimiento nacional socialista durará 1000 años... No olvide cómo se rieron de mí hace 15 años cuando declaré que un día yo gobernaría Alemania. Ahora ríen, igual de estúpidamente, cuando digo que seguiré en el poder

Adolf Hitler a un corresponsal británico en Berlín, junio de 1934

De canciller a dictador

Adolf Hitler se dirige al Reichstag el 23 de marzo de 1933. Buscando un acuerdo para aprobar la Ley Habilitante, Hitler ofreció la posibilidad de una cooperación amistosa, prometiendo no amenazar al Reichstag, al presidente, los estados ni las iglesias si se le concedían poderes de emergencia

Tras el incendio del Reichstag, los nazis comenzaron a suspender libertades civiles y a eliminar a la oposición política. Los comunistas quedaron excluidos del Reichstag. De nuevo, en las elecciones generales de marzo, ningún partido obtuvo mayoría absoluta. Hitler exigió el voto del Partido de Centro y de los conservadores del Reichstag para obtener el poder que deseaba.68 El 24 de marzo de 1933 pidió al Reichstag que aprobara la Ley Habilitante que dio a Hitler plenos poderes «temporalmente». Esta ley le otorgaba la libertad de actuar sin consentimiento parlamentario e incluso sin limitaciones constitucionales.

Utilizando su característica mezcla de negociación e intimidación, Hitler ofreció la posibilidad de una cooperación amistosa, prometiendo no amenazar al Reichstag, al presidente, los estados o las iglesias si se le asignaban poderes de emergencia. Con los paramilitares nazis rodeando el parlamento, dijo: «A ustedes les toca, caballeros del Reichstag, decidir entre la guerra y la paz».6 El Partido de Centro, tras obtener la promesa de que no habría interferencias en materia de religión, se unió a los conservadores para votar a favor de la ley (solo los socialdemócratas votaron en contra).

La ley permitía a Hitler y a su gabinete gobernar por decreto de emergencia durante cuatro años, aunque Hindenberg seguía de presidente. Hitler comenzó inmediatamente a abolir poderes de los estados federados y puso en el punto de mira a partidos y organizaciones políticas.72 Con la excepción del nazi, los partidos fueron oficialmente ilegalizados el 14 de julio, y el Reichstag renunció a sus responsabilidades democráticas.

La ley no invadía los poderes del presidente, y Hitler no alcanzaría su pleno poder dictatorial hasta la muerte de Hindenburg en agosto de 1934. Hindenburg siguió siendo comandante en jefe del ejército y conservó el poder de negociar tratados extranjeros.

Y llegamos a la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI, con un proyecto anacronico que trajo al mundo un baño de sangre, como pudimos ver en los ejemplos anteriores.

Causas y culpas del populismo

«Los grandes movimientos populistas han triunfado en la historia cuando los han encabezado líderes carismáticos, como Lenin, Mussolini, Hitler, Perón y Evita, Castro o Chávez. Pero limitarse a las fechorías de esos monstruos de Museo de Cera es malentender el alcance del fenómeno. Querría, pues, dedicar estas líneas a los populistas de todos los partidos»

POR PEDRO SCHWARTZ ABC 04/11/2016

Los movimientos populistas son la gran preocupación de nuestras democracias. Cunde la alarma, pero la mayor parte de los análisis del fenómeno populista son incompletos o incluso equivocados. Los expertos suelen destacar tres causas: una, la aparición de demagogos que aprovechan las crisis económicas para lanzar propuestas utópicas; dos, la ingenuidad de unos votantes que se dejan seducir por cualquier flautista de Hamelin; y la tercera, los defectos del sistema que llaman «neo-liberal», que a su juicio se ha mostrado incapaz, corrupto y plagado de desigualdades, lo que, dicen, explica e incluso justifica la ira de los «indignados».

Los grandes movimientos populistas han triunfado en la historia cuando los han encabezado líderes carismáticos, como Lenin, Mussolini, Hitler, Perón y Evita, Castro o Chávez. Pero limitarse a las fechorías de esos monstruos de Museo de Cera es malentender el alcance del fenómeno. Querría, pues, dedicar estas líneas a los populistas de todos los partidos, como Hayek dedicó su Camino de servidumbre a los socialistas de todos los partidos.

En consecuencia, serán necesarias masivas subidas de impuestos, que reducirán el crecimiento, o grandes recortes de servicios sociales, que provocarán la ira del pueblo llano

Las falsas promesas populistas de nuestros líderes comenzaron con Bismarck en la década de 1880, cuando creó los que denominaba «seguros» de accidentes, de enfermedad y de jubilación, que no eran sino sistemas de reparto basados en impuestos a los trabajadores y las empresas. Tras la Segunda Guerra Mundial, las pensiones públicas, salud gratuita y educación subvencionada se generalizaron. Era de esperar que, al cabo de los años, entraran en profunda crisis. Cuando la gente cree que esas prebendas las pagan los demás, la demanda se revela infinita. Cuando los suministradores disparan con pólvora del Rey, aumenta el desperdicio. En España aún funciona bien el servicio de salud, pero no la educación pública ni las pensiones, que están en quiebra. Para cubrir los gastos de un Estado del bienestar inevitablemente deficitario, los gobiernos caen en dos malas prácticas. La primera es cuadrar los beneficios sociales con una deuda pública que no hace sino crecer. La segunda consiste en no confesar la deuda implícita en los beneficios futuros prometidos y no capitalizados, principalmente las pensiones y la salud de poblaciones que envejecen. El Dr. Bokhale, del IEA de Londres, ha calculado que esta deuda no contabilizada ya suponía en 2010 un déficit público medio anual recurrente del 13,5 por ciento del PIB europeo. En consecuencia, serán necesarias masivas subidas de impuestos, que reducirán el crecimiento, o grandes recortes de servicios sociales, que provocarán la ira del pueblo llano. No es culpable el pueblo. Los votantes tardan en darse cuenta del engaño, pero al final son ellos los que se rebelan, incluso con peligro de la vida, como en Hispanoamérica.

Es un mito que el neoliberalismo, como gustan llamarlo, haya sido el causante de la crisis de 2007-8. El capitalismo siempre ha mostrado ciclos de expansión y contracción. Las políticas equivocadas los agigantan. Esta crisis no se debió tanto a la búsqueda del beneficio por banqueros y especuladores como a dos políticas públicas: los bajos tipos de interés de Greenspan, que hincharon los precios inmobiliarios y las cotizaciones de Bolsa en todo el mundo; y el constante empeño de los políticos estadounidenses en satisfacer el sueño de todo americano de tener una vivienda en propiedad. Esta peligrosa intervención en el mercado inmobiliario, iniciada por Roosevelt durante el New Deal, cuajó en la «Ley de Reinversión en Comunidades desfavorecidas» de 1977, que obligaba a la banca a conceder hipotecas de alto riesgo a minorías raciales. La banca, con la ayuda de dos empresas públicas hoy quebradas, Fannie Mae y Freddie MAC, titulizó y repartió por el mundo estas malas hipotecas. Cuando los precios de los inmuebles empezaron a caer en 2006, el mundo se hundió en la Gran Recesión. Tampoco aquí hubo quiebra moral del capitalismo, sino de políticos en busca de votos.

Los culpables últimos de esta gran quiebra moral son los intelectuales, que, con sus ensoñaciones sobre el bienestar social, cometen lo que en 1927 Julien Benda llamó La trahison des clercs, la traición de una clerecía ávida de poder e importancia. Los pensadores de nuestras democracias han abandonado la filosofía individualista para abrazar ideas comunitarias y socializantes, que lo fían todo a la acción pública. Como bien dijo Keynes, «los locos que nos gobiernan, cuando oyen voces en el aire, destilan su frenesí de algún escribidor académico de algunos años antes», sea este Marx o el propio Keynes.

Un ritornello de estos escribidores es que «la desigualdad social en nuestros países es escandalosa». ¡Falso si miramos al mundo! Según el Proyecto del Milenio de Naciones Unidas, el número de pobres que en el mundo viven con menos de 2,5 dólares al día ha disminuido entre 1990 y 2015 en 2,4 millones de personas

Un ritornello de estos escribidores es que «la desigualdad social en nuestros países es escandalosa». ¡Falso si miramos al mundo! Según el Proyecto del Milenio de Naciones

Unidas, el número de pobres que en el mundo viven con menos de 2,5 dólares al día ha disminuido entre 1990 y 2015 en 2,4 millones de personas; dicho de otra forma, los pobres de solemnidad han pasado de ser el 47% al 14% de los siete mil millones de población actual, gracias a la globalización. Es lamentable que aún vivan en extrema pobreza 800 millones de personas, pero un fácil cálculo aritmético nos dice que, al mejorar una porción tan grande de la humanidad, la desigualdad ha tenido que reducirse. Los igualitarios de los países ricos se quejan de que esa mejora la han conseguido los pobres compitiendo con nosotros. A esa competencia, que deprime los sueldos de las clases medias de EE.UU., Europa y Australasia, hemos de añadir las nuevas tecnologías y los robots. Asimétrico igualitarismo: disgustados porque los pobres del mundo se les igualan por abajo, muchos son los que bizquean con envidia mirando hacia arriba a los más ricos. Hace poco oí a José Piñera decir que, por desgracia, aún son muchos los que mueren de hambre, pero ninguno que él sepa muere de desigualdad.

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