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Venezuela siempre ha sido el juguete de Fidel Castro


A CONTRAPELO DE LA HISTORIA

Cátedra Del Semanario ABC José Toro Hardy Junio 16, 2017

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, dos sistemas se enfrentaron tratando cada uno de ellos de prevalecer sobre el otro: el capitalismo y el comunismo.

“Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído en el continente un telón de acero”, dijo Winston Churchill en 1946 para referirse a la frontera, no solo física sino ideológica, que separaba en Europa a los países comunistas de los capitalistas.

En las décadas siguientes las dos ideologías midieron sus fuerzas. Ya a finales de los 80 se hizo obvio el resultado de aquel enfrentamiento.

El comunismo –que defendía la URSS– había demostrado ser capaz de construir gobiernos y ejércitos poderosos, pero a costa de sacrificar a los ciudadanos. La única forma como se podía mantener el sistema era mediante Estados policiales para contener la insatisfacción de sus pobladores, violando los DDHH y coartando libertades básicas como la de expresión y también la de movimiento para impedir que la gente emigrase masivamente.

Mientras tanto el capitalismo que preconizaba EEUU permitía un crecimiento acelerado de las economías basado en un mecanismo que partiendo de la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de los consumidores –basado en su propio esfuerzo– desencadenaba un proceso de creación de riqueza que redundaba en un mejoramiento general en el nivel de vida de la sociedad.

¿Era justo este último sistema? Ciertamente había inequidades. Unos, gracias a su capacidad, se hacían más ricos que otros; pero en su conjunto la colectividad se beneficiaba del esfuerzo creativo de todos. En los países que abrazaron el sistema capitalista las mayorías vivían mejor que en los países comunistas.

¿Era alguno de los dos sistemas moralmente superior al otro? Teóricamente el comunismo pregonaba su superioridad moral al repetir lemas que sin duda lucían gratos a oídos de los incautos. En la práctica no resultó ser así. El simple hecho de que la primera víctima del sistema fuese la libertad, indica que algo fallaba. No puede ser moralmente superior un sistema que tiene que ser impuesto policialmente.

De hecho, la superioridad moral del capitalismo se pone en evidencia al constatar que donde mejor funciona es donde más se respetan la democracia y la libertad.

A finales de la década de los ochenta -durante el episodio conocido como “el otoño de las naciones”- el comunismo se vino a pique en todos los países de la órbita soviética. Cayó el Muro de Berlín y se desmoronó el Telón de Acero. En 1991 se derrumbó también en la Unión Soviética que incluso desapareció y se desintegró en 15 naciones diferentes.

Es el “fin de la historia” dictaminó Fukuyama. Uno de los dos sistemas había demostrado su evidente supremacía y el otro se evaporaba sin que ni siquiera se disparase un tiro.

Pero la historia tiene sus vericuetos. Tuvo la desgracia Venezuela de que surgiese un líder populista que pudo contar con recursos inesperados como consecuencia de una circunstancia con la cual ni el mismo contaba: se dispararon los precios del petróleo.

Gracias a ese maná caído del cielo creyó poder revivir al moribundo sistema que sufría ya sus últimos estertores. Tuvo éxito mientras el petróleo se mantuvo alto. Pero cuando sus precios cayeron se puso en evidencia que lo único que había logrado era destruir la economía del país sumiendo a su población en una pobreza inimaginable.

Su sucesor, que no cuenta con el mismo carisma, pretende ahora lo imposible. Imponerle al país, vía una Constituyente fraudulenta, el mismo proyecto que ya rechazó en el 2007 y cuyo fracaso el pueblo experimentó en carne propia. Pretende aplicarlo además a una sociedad que ha sido depauperada y que padece hoy la inflación más alta del mundo y una escasez generalizada que la tiene sumida en una crisis humanitaria de severas proporciones. Una población que ha comprendido que ya no se trata solo de un problema ideológico, sino que se enfrenta a una suerte de nueva oligarquía corrupta, conjunto de poderosos negociantes, que pretende acaparar indefinidamente el poder económico y el poder político.

Lo cierto es que por la fuerza no podrán lograrlo porque inevitablemente esa misma fuerza se volvería en su contra. Una Constituyente ilegítima que la sociedad repudia, sumada a la violencia con la cual se intenta contener la protesta masiva de centenares de miles de ciudadanos que llevan casi 70 días volcados en las calles, son quizá la puntilla a la viabilidad del régimen. Desde luego los gobernantes no dan su brazo a torcer pero como bien dice el refrán: una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea.

Lo que pretende el régimen va a contrapelo de la historia.

VENEZUELA ES UN TROFEO QUE CUBA OFRECE A RUSIA Y A CHINA

Elizabeth Burgos Semanario ABC Junio 16, 2017

“El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; (…). Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total”. Ernesto “Che” Guevara, Mensaje a los pueblos del mundo…

El párrafo citado, constituye el substrato de la pedagogía de la doctrina castrista, el fundamento de la formación que reciben los “cuadros” revolucionarios o futuros combatientes que van a entrenarse a Cuba. Es la base de la formación política de la ideología del castrismo y es la metodología que pone hoy en práctica la represión contra la oposición en Venezuela.

Nicolás Maduro, adiestrado en Cuba, recibió esa formación. De allí que no debe extrañar la insensibilidad que demuestra ante los manifestantes que ordena asesinar. No se trata de los métodos que emplea de manera clásica el Estado para imponer el orden en el espacio público. Su actitud es la del que posee la legitimidad que le otorgan los preceptos heredados del “guerrillero heroico”.

La doctrina castro/guevarista, guía e inspira la acción del gobierno de Maduro. Es una doctrina que se sustenta en la violencia verbal y en la violencia militar: siempre privará la violencia y la agresividad como mecanismos de disuasión; y la exclusión de los indóciles. Es el sustrato ideológico en el cual se formó el actual presidente de la República de Venezuela, al igual que los civiles y militares que han acudido a recibir entrenamiento ideológico y militar en Cuba.

Jóvenes venezolanos, incluso niños, bajo el pretexto de participar en campamentos de pioneros en Varadero, continuaron recibiendo entrenamiento militar en Cuba. Otros sectores, cuyo núcleo era la UCV, fueron enviados a recibir entrenamiento militar a la Libia de Gadhafi. Tras la llegada al poder del teniente-coronel Hugo Chávez, los cursos de entrenamiento en Cuba se convirtieron en una política de Estado, mediante los acuerdos suscritos entre ambos países. El elemento militar es un componente esencial del castrismo.

Este marco ideológico/militar es el que determina el tipo de represión que se está llevando a cabo en la actualidad. La represión se va adaptando a medida que se desenvuelve la rebelión civil.

En el sistema policial/represivo del castrismo, la maquinaria más eficaz jamás lograda en un país latinoamericano, nada es dejado al azar. Por ejemplo, una norma hasta ahora respetada en Cuba, es evitar a toda costa que los militares del ejército regular participen de la represión. Fidel Castro, pese a haber instaurado uno de los regímenes más represivos a escala mundial, tenía muy claro que debía desmarcarse del modelo típico latinoamericano; el de los gobiernos gorilas represivos. Para ello creó grupos especiales: funcionarios del Minint vestidos de civil, las brigadas de Acción rápida, los informantes de los Comités de Defensa de la Revolución. Estos dos últimos, integrados por elementos “voluntarios del pueblo” son los que actúan en defensa de la revolución.

En Venezuela, la existencia de la Guardia Nacional exime a las fuerzas armadas de involucrarse directamente en la represión, pese a constituir el pilar principal del régimen. La Guardia Nacional, ya de por sí posee una reputación execrable: los acontecimientos recientes confirman su tendencia a la delincuencia y al empleo desmedido de la violencia. Una novedad en su manera de actuar lo ha demostrado en su aplicación de una represión selectiva, respondiendo a todas luces a un patrón de acción previamente diseñado. No reprimen masivamente, producen un muerto diario, demostrando así que hasta ahora actúan buscando disuadir la continuación de las manifestaciones. Tampoco emplean armas de fuego, para evitar ser acusadas de crimen contra la humanidad. Un elemento que demuestra su alto nivel de entrenamiento. En todas las manifestaciones, en las que se han producido muertos, la mayoría de las víctimas han sido blanco de un disparo en pleno rostro o en la cabeza. Todo ello demuestra que responde a una estrategia de ofensiva y de represión militar, minuciosamente concebida.

Ideología que contrasta con la ejemplaridad de la oposición que exige elecciones para liberarse de la dictadura que impera en el país. El forcejeo entre estas dos visiones del mundo, no data de la toma del poder por el teniente-coronel Hugo Chávez. Desde su advenimiento al poder, Fidel Castro tenía en mente asociar a Venezuela en su proyecto de revolución continental. Desde su visita al país el 23 de enero de 1959, el enfrentamiento entre dos opciones, democracia o totalitarismo, han determinado el hacer político en todo el continente latinoamericano, en particular en Venezuela. No se trata, como se dice comúnmente, de enfrentamiento entre derecha e izquierda, se trata del enfrentamiento entre esas dos visiones de organización política, social y económica. Totalitarismo que toma su fuente en el mito forjado por el Mesianismo castrista que se ha arrogado el mito de la misión revolucionaria. El castrismo es un malabarismo, mezcla de Mussolini y de Stalin.

La otra visión del mundo, la de la visión democrática, que tomó cuerpo en Venezuela a partir del año 1958, es la que está hoy en las calles clamando por la restauración de la constitucionalidad. Dos temporalidades se oponen, la del Guerrero decimonónico el siglo XIX, y la de la modernidad basada en el espíritu de las leyes. La visión del castrismo, de realizar la felicidad del pueblo a su manera, según su utopía descabellada, la hemos visto a la obra, en la ruina de Cuba y la espectacular ruina de Venezuela.

Difícil imaginar el desenlace del callejón sin salida que ha impuesto un Nicolás Maduro, dócil instrumento, formado y seleccionado en Cuba, que al igual de Daniel Ortega para Nicaragua, Evo Morales para Bolivia, fue impuesto por La Habana, por cumplir con los requisitos indispensables para ejercer las tareas impartidas por el centro. La docilidad de Maduro ante la jerarquía cubana, su bajo nivel intelectual, su falta de escrúpulos y de ética, su habilidad para ejecutar las maniobras ordenadas por sus superiores jerárquicos, son las condiciones que posee a manera de excelencia.

El argumento que tanto se repite, que a los cubanos lo que les interesa es “nuestro” petróleo, “nuestro” dinero, impide percibir que lo que mueve sobre todo al régimen de La Habana, es su proyecto político/expansionista y ya llevan, pacientemente, casi sesenta años, sentando las bases para ese cometido. Además del petróleo y sus materias primas, por primera vez, el proyecto continental cubano, cuenta con un país asentado en el corazón del continente; un país a la vez caribe, andino y amazónico.

Cuba no posee los medios de desarrollar una política de alto vuelo geopolítico, pero, gracias a su destreza juega un papel preponderante. Cuando las ansias de poder mueven a Rusia a conquistar espacio como potencia mundial frente a una China que pacientemente va imponiéndose, Venezuela se convierte para Cuba en la joya de la corona, y puede convertirse en un escenario de alta complejidad internacional.

La oposición esperó demasiado tiempo. Los retos son de gran calado.

EL DISFRAZ ROÍDO DE REPRESIÓN CUBANA

Jurate Rosales Semanario ABC Junio 16, 2017

El antiguo sistema de represión escondida bajo el disfraz de respetabilidad, llevado a la perfección por Fidel Castro y adoptado por el madurismo, se deshace en Venezuela por ser caduco e inoperante.

Las viejas recetas cubanas de represión se estrellan actualmente en una Venezuela joven, contemporánea y digitalizada, que se burla del vocabulario “a la antigua” utilizado por los maduristas. El día de la marcha de los estudiantes contra el canal de Estado, VTV, ¿qué cabeza medieval escribió “Ministro Villegas recibió comisión de estudiantes de derecha en Venezolana de Televisión”? ¿Cuándo se ha visto a un estudiante venezolano “de derecha”?

Con los estudiantes y su “toma” del VTV, lo nuevo destruyó lo viejo. Cuando Fidel Castro definió sus normas para luchar contra una oposición, no había ni celular, ni twitter y bastó esta manifestación estudiantil para probar que el modelo de represión castrista ya no vale. Esa mañana, el gobierno colocó desde la madrugada un descomunal número de efectivos y trajo toda la parafernalia militar para trancar la calle donde se encuentra el canal. Resulta que el edificio del canal tiene por su lado Sur un estacionamiento al aire libre de un gran supermercado y la entrada al canal mira al Este sobre una calle estrecha en cuya otra acera los edificios de apartamentos son más altos que el del canal. Desde temprano en la mañana, los vecinos fotografiaron y lanzaron por las redes sociales fotos de francotiradores uniformados, apostados en el techo del edificio del canal, aparentemente listos para disparar sobre los estudiantes cuando llegue la marcha. Cualquier movimiento en ese techo, tendría decenas de cámaras filmando los hechos con tomas cercanas debido a lo estrecho de la calle.

Si los francotiradores actuaban, el impacto mediático hubiese sido multiplicado por el macabro historial ligado a la caseta de vigilancia en la entrada del canal, porque allí asesinaron dos guardias durante el segundo intento de Golpe de Estado chavista, comandado por el teniente Jesse Chacón el 27 de noviembre 1992. Las fotos de los cadáveres de los guardias yaciendo en la caseta y las del teniente Chacón apresado, son harto conocidas. No serían recuerdos gratos para el régimen.

Ernesto Villegas, director del canal y ministro de información, actuó con inteligencia al desactivar los preparativos de represión, pero perdió la batalla de ese día al incurrir en el obsoleto vocabulario de la ex Unión Soviética, donde las palabras “de derecha” parecían salir del baúl de la abuela, comején incluido.

Si los estudiantes ayudaron a revelar las mentiras del canal oficial, mucho más graves para el régimen son las que se evidencian en la Fuerza Armada. Nuevamente, se trata de los medios de información. Fue el ministro de la Defensa, General Padrino López, quien informó que 2.000 efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana y 600 “operadores especiales” serían enviados al insumiso Táchira. Nunca aparecieron, no se sabe si por falta de hombres o de logística, pero los tachirenses tomaron nota de la debilidad. Por supuesto, utilizaron la burla difundida por tuit.

Siempre había observado que la represión estaba encomendada a la Guardia Nacional Bolivariana, sin jamás tocar a las demás fuerzas: Ejército, Marina y Aviación. La historiadora Elizabeth Burgos, conocedora del sistema cubano, nos dio la explicación en un artículo aparecido en la Zeta que circula esta semana: “Una norma hasta ahora respetada en Cuba, es evitar a toda costa que los militares del ejército regular participen de la represión. Fidel Castro tenía muy claro que debía desmarcarse del modelo típico latinoamericano; el de los gobiernos gorilas represivos”. De pronto, cada palabra y actitud de Vladimir Padrino, adquirió su verdadero sentido.

¡De modo que se trataba de seguir el patrón definido por Fidel Castro!, pero eso era en tiempos de Fidel. Ahora, por el contrario, para la FANB todo se le convierte en problema. Las manifestaciones se nutren de su propia divulgación a través de las redes, no amainan y se extienden hacia zonas que antes eran chavistas (ej. La Vega y El Valle en Caracas). La Guardia sola no da abasto, involucra al Ejército, que debe esconderse por lo de la orden cubana de no aparecer. Vienen entonces los “colectivos” para saquear y amedrentar a la población civil.

Es cuando aparece también en imágenes, lo que más temía Fidel: el peor rostro de la FANB. Corrió en las redes un video de motorizados civiles, presuntamente colectivos, saliendo de una instalación militar en Lara, “en el lugar de las protestas de la noche del martes 11 de abril y donde le dispararon al adolescente Brayan Principal”, quien falleció posteriormente, afirman las ONG Control Ciudadano y Justicia Venezolana y pidieron una explicación al general de división (Ej) José Rafael Torrealba Pérez, Comandante de la Zona Operativa de Defensa Integral Lara (Zodi Lara). El alto oficial no negó el hecho y se limitó a explicar que los colectivos vinieron a colaborar en la limpieza de las vías dejadas intransitables por los manifestantes.

La excusa del general de la Zodi-Lara, colide con las reiteradas afirmaciones, en varias distintas entrevistas, del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, cuando afirma que “nos quieren hacer ver que acompañamos colectivos y hay una cosa que nosotros rechazamos llámense como se llamen, guerrilleros, paramilitares, bandas delictivas al margen de la ley tendrán su respuesta constitucional”.

Podríamos concluir, que Padrino sigue la línea trazada por Fidel, al negar la participación del Ejército en la connivencia con los colectivos armados, pero la realidad es otra y aparece en videos, fotos y testimonios.

¿Cuál es la conclusión? Que las redes sociales, las imágenes tomadas por toda persona con un teléfono celular y su difusión inmediata, han convertido en imposible de implementar exitosamente, el sistema de mentiras institucionalizadas que funcionó en el pasado para Fidel Castro. Es un método que dejó de servir, sobre todo si enfrenta una rebelión liderada por gente joven, crecida y formada en la era digital.

Tomado de ENPAISZETA.COM

VENEZUELA FUE EL JUGUETE DE FIDEL

Diciembre 9, 2016 Semanario ABC Isaac Nahón Serfaty

El líder cubano sabía cómo masajearle el ego a personajes como Hugo Chávez

Desde que bajó de la Sierra Maestra, Fidel Castro le puso el ojo a Venezuela. Apenas tomó el poder en 1959 fue a visitar al entonces presidente electo, Rómulo Betancourt, para pedirle que le diera petróleo en “condiciones especiales”. Simón Alberto Consalvi, escritor y político muy cercano al fundador de Acción Democrática, cuenta en unas memorias publicadas en forma de entrevista, que Betancourt se negó en darle petróleo a Fidel, entre otras razones, pues en ese momento buena parte de la explotación estaba controlada por las transnacionales.

Además, Betancourt, tampoco quiso facilitarle energía barata al comandante revolucionario. Seguramente sospechaba de las ambiciones expansionistas de Castro. Esas ambiciones expansionistas se confirmarían pocos años después, cuando Fidel envió expediciones guerrilleras que invadieron Venezuela para apoyar a la subversión armada en el país. La guerrilla castro-comunista fue derrotada por los Gobiernos democráticos. Después llegaría la pacificación liderada por Rafael Caldera en los años setenta, y la integración a la vida política de muchos de los exguerrilleros.

Sin embargo, Castro no cejó en sus esfuerzos en ponerle la mano a Venezuela. Hugo Chávez le brindó la oportunidad perfecta. Cuando el teniente coronel golpista salió de la cárcel en 1994, por una medida de gracia aprobada del entonces presidente Rafael Caldera (el mismo que pacificó a la guerrilla en los años setenta), visitó Cuba, donde fue recibido como si fuera un jefe de Estado. Castro sabía cómo masajearle el ego a personajes como Chávez.

Allí comenzó una relación que duró unos 14 años. Chávez le vendió el alma a su mentor político, a su “padre” como él mismo lo llamaba. En cambio, Fidel Castro le dio acceso a una franquicia para instalar una dictadura del siglo XXI, el know-how sobre cómo montar un aparato de represión, control social y propaganda para gobernar para siempre (o hasta que la muerte los separe).

Fue tanta la entrega de Chávez a Fidel, que el presidente venezolano confió ciegamente en la medicina cubana para tratarse el cáncer que lo mató. Hay quien piensa que a Fidel le interesaba más un Chávez muerto y santificado como nuevo mito de la revolución latinoamericana. Nicolás Maduro resultaba más maleable que el Comandante Eterno.

El acuerdo entre Castro y Chávez incluyó el pago con petróleo y otros negociados (todos salpicados de corrupción) por servicios médicos, educativos, deportivos, militares y de inteligencia. El Régimen cubano ha penetrado el entramado del Estado venezolano. Un país más débil ha logrado conquistar a otro más grande y con más recursos. Este parasitismo, que tiene su fuerte componente ideológico, se ha traducido en una Venezuela empobrecida, violenta y desarticulada.

El juguete de Fidel está abollado, incompleto, roto, casi inservible. Los venezolanos no perdemos la esperanza de que volvamos a tomar el destino del país en nuestras manos, y que los discípulos de Castro sean eyectados del poder y rindan cuentas ante la justicia por sus crímenes.

*Isaac Nahón Serfaty es profesor en la Universidad de Ottawa (Canadá).

Tomado de @elpais

Fidel, Rómulo y CAP

Semanario ABC Febrero 9, 2012

FERNANDO LUIS EGAÑA flegana@gmail.com

El viejo zorro cubano no escatima mañas para mantener contento a su aventajado pupilo venezolano. Una de sus recientes “Reflexiones de Fidel” la tituló: “La genialidad de Chávez”, y no hace falta poseer ningún conocimiento en las malas artes de la política para saber por dónde iban los tiros… Directos al ego del comandante-presidente que, no faltaba más, garantiza el envío de 115 mil barriles diarios de petróleo a Cuba, entre otras onerosas modalidades de subsidio nacional, a cambio de la asesoría política del déspota más experimentado del planeta en materia de supervivencia en el poder.

En esas “Reflexiones” también se lee lo siguiente: “Líderes políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales mínimas para realizar esa tarea (promover una revolución profunda)… El primero era además, excesivamente vanidoso e hipócrita”. Sí, Fidel Castro discurriendo sobre las vanidades del poder y llamando vanidoso a Rómulo Betancourt, quien se empeñó en gobernar durante cinco años, mientras que él se perpetuó por 50. Y no más de forma exclusiva sino combinado con el sumiso hermano, por una mala jugada del intestino…

Y hablando de hipocresías, vale la pena reproducir el mensaje de Fidel Castro a Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992: “Estimado Carlos Andrés: Desde horas tempranas del día de hoy, cuando conocimos las primeras informaciones del pronunciamiento militar que se está desarrollando, nos ha embargado una profunda preocupación que comenzó a disiparse al conocer de tus comparecencias por la radio y la televisión y las noticias de que la situación comienza a estar bajo control. En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y tu sostenida posición de compromiso y respeto hacia Cuba.

Confío en que las dificultades sean superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela.

Fraternalmente, Fidel Castro Ruz”…

¿Y entonces? Betancourt y Pérez son personajes que merecen la crítica peyorativa de Fidel Castro, y encima con base en dos características supremas de la personalidad del longevo dictador: la vanidad y la hipocresía. Mientras tanto, se vale de ambas para que el señor Chávez le sirva como bombona de oxígeno al régimen de los Castro Ruz.

Fidel Castro no tiene par en las habilidades más tortuosas para el mantenimiento del poder. Todo cabe y se justifica si contribuye a prolongar el control hegemónico sobre el depauperado pueblo cubano. Por eso sus publicitadas “Reflexiones” se han venido convirtiendo en un medio para agradar al mandón venezolano, y mantenerlo en el redil que nunca le funcionó con ningún otro gobernante de Venezuela.

¿QUÉ PASA CUANDO LA “SOMBRA” SE CONVIERTE EN “MÁSCARA”?

Axel Capriles Semanario ABC Marzo 25, 2017

Las máscaras de Terminator las venden en todos lados. En mercadolibre.com las hay desde los $10.

Las vemos con frecuencia en fiestas de carnaval y en películas de ficción. Los niños se divierten con ellas. Pero ver máscaras de la muerte bajo los oscuros cascos de efectivos de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) en la Operación de Liberación Humanitaria del Pueblo (OLHP) realizada el pasado viernes 11 de marzo en Jardines del Valle, me causó peculiar desazón, una especie de subrepticio escalofrío.

No sé si el uso de máscaras de la muerte es una táctica policial habitual que sigue estándares internacionales, como señaló el diputado oficialista Ricardo Sánchez en respuesta a las fotos de Carlos Ramírez difundidas por Víctor Amaya. Yo me enteré por una alumna que me escribió por WhatsApp enviándome la imagen: “¿Qué dice de esto, Dr. Áxel? ¡Qué horror! Aquí se desataron todos los demonios”. Cuando leí la noticia y sentí la pausada aceptación, la normalidad, con que las páginas noticiosas narraban el operativo sorpresa con 250 uniformados armados que dejaron 9 muertos en la búsqueda del Coqui, líder de una banda dedicada al homicidio, el secuestro y la extorsión en las zonas de El Valle, El Cementerio y la Cota 905, pensé que, ciertamente, vivíamos en un estado de posesión por la Sombra.

Permítanme, por ello, hacer una breve aclaratoria conceptual de términos de psicología junguiana. C.G. Jung llamó “sombra” al arquetipo del mal, a la destructividad, a la parte del psiquismo que recoge lo sombrío y tenebroso, lo inadaptado, vandálico y corrosivo en cada uno de nosotros. La “máscara”, por su lado, es la parte de la personalidad con la que nos identificamos por motivos de adaptación al mundo exterior, el segmento de la psique con que cubrimos nuestra interioridad y que mostramos a los demás. Por lo general, los vicios, nuestra faceta lóbrega y destructiva, se esconde en la opacidad el inconsciente, en la sombra. ¿Qué pasa, sin embargo, cuando la maldad, lo sombrío, se convierte en máscara?

Primo Levi, superviviente de Auschwitz, desarrolló el concepto de “zona gris” para describir una franja del psiquismo en la vida los judíos que colaboraban con los nazis y contribuían a su propia destrucción en los campos de exterminio. También Bruno Bettelheim y Víctor Frankl estudiaron lo que llamaron “la identificación inconsciente con el agresor”, un estado de indiferenciación en que agresor y víctima toman el mismo rostro, la misma máscara de la muerte, adoptan el mismo comportamiento, se identifican el uno con el otro. La “zona gris” dificulta el análisis moral porque borra la frontera y normal distinción entre verdugos y víctimas, una condición confusa propia del sistema de destrucción del totalitarismo.

En días pasados, caminando por el Paseo de la Castellana, en Madrid, escuché el habla característica de unos venezolanos. Volteé a verlos. Eran tres jóvenes, probablemente, estudiantes, con buena apariencia, perfecto corte de pelo y lujoso vestir. Se decían los unos a los otros: “-Dale guevón.” “-No joda, marico dale tú” “Coño, marico, eres un mamaguevo. Échale bolas tú.” Y así prosiguieron con su diferenciada y refinada conversación bajo los arces, magnolios, madroños y cipreses del bulevar. ¿Qué nos dice el lenguaje de una sociedad? ¿Por qué se extiende una manera de hablar que hace del insulto un intercambio amistoso y jovial? ¿Por qué jóvenes de familias pudientes adoptan el habla de las zonas marginales? ¿Qué indica que la mímica y la retórica del malandro se haya extendido a todos los niveles de la sociedad?

Cuando al lado de los 9 muertos en un sólo Operativo de Liberación Humanitaria del Pueblo aparece la noticia del hallazgo de 14 cadáveres en una fosa común en la Penitenciaría General de Venezuela, cuando los secuestros y las violaciones dejan de ser noticia, cuando un pueblo se acomoda a niveles instintivos de supervivencia y las formas de vida que debían yacer en la “sombra” se convierten en máscara para la adaptación, estamos ante un proceso de involución y regresión colectiva que es muy difícil atajar.

Es una transformación profunda que va más allá de la problemática económica y política, un movimiento con inercia propia, autónomo. La paz y las formas políticas por las que lucha la oposición democrática pueden ser arrasadas por este proceso de decadencia que viene de más lejos y va más allá de Chávez y Maduro. Necesitamos grandes gestos, ideas, imágenes y símbolos que puedan compensarlo.

NEGOCIAR CON EL IMPERIALISMO CASTRISTA

Elizabeth Burgos Semanario ABC Septiembre 9, 2016

El venezolano Héctor Pérez Marcano dotado de “su experiencia política y su conocimiento del régimen cubano”, considera que lanzar a negociar con el aparato cubano a “los imberbes que acompañan a Chúo” sería una imprudencia. Elizabeth Burgos coincide porque el carácter medieval del castrismo “se concentra en las relaciones de fuerza que a su vez determina la acción que debe emprenderse”.

¿Por qué acudir a textos de la más lejana antigüedad para referirnos al modo de actuar del castrismo? Porque mientras los conflictos y rivalidades entre Estados tienen hoy como objeto el comercio, las finanzas, la tecnología, los descubrimientos científicos, las telecomunicaciones, la información, etc., en la América Latina, bajo el embrujo el castrismo, se vive detenidos en la defensa contra un “imperialismo” que no intenta invadirla.

El carácter anacrónico que le ha impartido el castrismo al continente, remite a épocas arcaicas en el caso de América Latina.

De allí que los buenos consejos, cargados de racionalidad y de buen sentido político que Héctor Pérez Marcano expresa en su columna del miércoles 24 de agosto en el Nuevo País, difícilmente creo sean aceptados por los hermanos Castro.

Pérez Marcano plantea la excelente idea de crear un Frente Amplio anti Maduro, y sugiere además, complementar su planteamiento con una posición pública hacia Cuba “que es un factor fundamental en el desenlace del crisis”, dándoles garantías a los Castro de que un régimen de la oposición, mantendrá “las relaciones diplomáticas y económicas, sobre todo, manteniendo la cuota petrolera -no regalada- revisando los convenios que son lesivos a Venezuela, como las triangulaciones”,.

El problema con los hermanos Castro, guiados por su talante numantino, es que ellos aplican, sin tal vez haberlo leído, los principios que rigen las alianzas que aconseja Kautilya (estratega hindú del Siglo IV antes de Cristo): es preferible el aliado débil pero fiable, lo que es el caso de Maduro, y el del general Padrino quien, por su propensión al narcisismo, parece ser muy sensible al “tratamiento” que suele dar con mucho arte el aparato cubano. Kautilya aconseja reducir al máximo todo movimiento producto del azar, y se concentra en las relaciones de fuerza que a su vez determina la acción que debe emprenderse.

No será fácil que los “diplomáticos” cubanos, fogueados en todos los frentes diplomático/militares, se presten a tomar decisiones de las que sospechen tienen todas las de perder. Ellos sopesaran primero todas las variables. Es muy posible que ya estén en conversaciones con sectores de la MUD, por lo que deben estar perfectamente informados de las características de cada uno de los responsables que la integran, incluso, de los más propensos a aliarse con ellos. Los Castro estarían dispuestos a negociar, si logran constituir en el seno de la MUD y de los asambleístas de la oposición, un grupo afín al aparato cubano y que le sea fiable y así emprender en confianza, las negociaciones.

No obstante, existe un elemento de peso mayor, dada la situación económica y política que vive Cuba hoy. Se supone que en Venezuela hay entre 50.000 a 70.000 técnicos militares, personal de contra inteligencia, médicos etc. Esa gente ha permanecido varios años en Venezuela, han evolucionado y se han acostumbrado a una vida más libre.

Para un régimen que vive bajo la sospecha de la subversión, al que le aterroriza la oposición, ese personal cubano, a su regreso a Cuba, considerado como sospechoso, deberá ser sometido a una vigilancia estricta, lo que significa movilizar personal, bastante ocupado vigilando a una oposición cada día más activa en la isla. En la época de Stalin, los soviéticos que regresaban de formar parte de las brigadas internacionales, eran enviados al Gulag, o eran condenados a muerte.

En la oposición contra Pérez Jiménez, La Junta Patriótica y el Frente Universitarios estaban integrados por venezolanos que compartían la misma cultura política, y en ello difiere de la situación actual, en la que “Cuba es un factor fundamental en el desenlace de esta crisis”. Los cubanos pertenecen a otra cultura política. Si vamos al caso, se trata de un problema de antropología política. Lanzar a negociar con el aparato cubano a “los imberbes que acompañan a Chuo”, como lo expresa Héctor Pérez Marcano, es temerario.

De la necesidad de negociar con los Castro, no queda duda, pero eso no se puede dejar a cargo de “imberbes”. Es algo que debe prepararse con objetividad, cordura y serenidad.

Héctor Pérez Marcano, dada su experiencia política y su conocimiento del régimen cubano, podría ser quien lidere una comisión de negociación de la salida del personal cubano del país.

REFERENCIAS

Ibn Khaldûn (1332-1406), reconocido como el más importante filosofo de la historia y del poder imperial; historiador del Medioevo y del Islam, autor de una historia universal, El Libro de los ejemplos (Kitâb al-‘Ibar), obra en la que elabora y conceptualiza una teoría de la historia y del Estado, cuyo presupuesto central es que la paz es el centro de las sociedades imperiales. La violencia es un paréntesis que está en manos de una minoría violenta a cargo del Estado, que tiene a su vez la imposición de la pacificación. El Estado, o el imperio, organiza la paz y la violencia, de allí proviene su comprensión del juego político. El Estado es por definición violento y legítimamente violento cuando tiene para sí, el apoyo de la ley, en particular, cuando se trata de territorios que no controla, más allá de las fronteras que ha ido ganando en detrimento de Estados fronterizos.

Los lectores se preguntarán a qué viene al caso Ibn Khaldûn cuando se trata del imperialismo castrista. Pensamos que se justifica, porque pese a su territorio reducido, y a su ausencia de economía, su modo de proyectarse en el mundo posee rasgos de estructura imperial. En Cuba el régimen le ha otorgado la defensa a un ejército profesional, y el control de la sociedad a los servicios de inteligencia bajo la directiva del Ministerio del Interior. En el caso de Venezuela, país en el que Cuba ha logrado ejercer el control institucional, no ha logrado ejercer en el conjunto de la población. Pero el control del Estado y de la institución armada lo decide todo.

Otro ejemplo que ayuda a comprender el mecanismo de acción del castrismo es el tratado de Kautilya, estratega hindú, consejero del rey Chandragupta, El Artha Sastra, de reciente publicación en Francia, que data del siglo IV antes de Cristo, tratado de normas sobre el uso del poder y de la fuerza. Entre sus consejos: ¿es preferible el aliado débil pero fiable, al más fuerte, pero que no inspira confianza? Kautilya reduce al máximo todo movimiento producto del azar, y se concentra en las relaciones de fuerza que a su vez decide la acción que debe emprenderse. Cada situación se contempla según el estado de las diferentes variables: del enemigo, estado de las fuerzas de oposición, estado de las alianzas de poder, situación en el seno de la FAN, etc. Descartar toda posibilidad de confianza mutua. “Incluso un igual que ha alcanzado su objetivo, intentará convertirse en más fuerte, y en cuanto lo obtenga, cesará de ser fiable”.

Hablar de paz para ganar la guerra PACTISMO VS. CASTRISMO

Elizabeth Burgos Semanario ABC Noviembre 11, 2016

“Ganar tiempo hasta cansar a los adversarios, es una de las modalidades señeras del sistema forjado por Fidel Castro”

El Pactismo

El pactismo es un sistema político que nos viene de los reinos medievales de España que designaba el pacto entre el rey y el reino y que limitaba tácitamente el poder regio. En los reinos de América –(y no colonias, pues la Corona, como todo imperio que se respete, integraba a su sistema político las regiones que conquistaba, sumándolas a su expansión territorial)- tuvo su aplicación bajo la forma de ayuntamientos que gozaban de cierta autonomía ante el poder central. El pactismo duró en España hasta la llegada del siglo XVIII, años del absolutismo centralizador borbónico que anuló esos espacios de libertad, cuya consecuencia en los reinos de América fue preparar el desenlace de la Independencia.

El pactismo proviene de los reinos medievales de España.

La tradición del pactismo español cobró un papel protagónico con El Pacto de la Moncloa, que inauguró la democracia española tras la muerte de Franco, pacto que algunos analistas venezolanos pretenden haber sido inspirado en el Pacto de Punto Fijo: una demostración más de la ignorancia histórica.

Tras la Independencia, en los antiguos reinos de España, pervivió la tradición del pactismo. Las sociedades surgieron tras la ruptura de las normas sociales y políticas que las habían regido, y lejos de instaurar la paz y la concordia, crearon una situación de guerra civil, abierta o latente, que en Venezuela tomó la forma de caudillismo local, -civiles que se autonombraban generales-. Modalidad a la que le puso término Juan Vicente Gómez con la creación del ejército profesional. De allí que cuando se habla del “glorioso ejército” creado por “el padre de la Patria” se incurre en un error histórico.

Las élites, deseosas de neutralizar la falta de cohesión de esas sociedades fragmentadas, (pardocracias propicias al desorden como lo expresara el propio Bolívar, que por esa misma razón no se le puede considerar “padre de la Patria”, a menos que se considere que los pardos no pertenecen a la patria) acudieron al pactismo, herencia del antiguo poder hegemónico imperial.

El pactismo entre élites permitía a las mismas establecer el orden dentro de la estructura social que se iba creando y, al mismo tiempo, dirimir las rivalidades de poder que surgían entre esas mismas élites: es decir, la forma de repartirse el poder, alejando el fantasma de la guerra civil. Hasta las dictaduras más férreas practicaron el pactismo. En Venezuela, el summum de la tradición pactista fue el Pacto de Punto Fijo.

Cuando aparece el teniente-coronel Hugo Chávez en el horizonte electoral venezolano, las élites olvidan el origen golpista del personaje, y ponen a funcionar la maquinaria pactista.

Fue así como los miembros de la élite -industriales, medios de comunicación, fortunas personales- se pusieron a la orden del outsider recién llegado al panorama político bajo la creencia que con Chávez se corregirían los desarreglos institucionales y se volvería a un regreso al orden democrático, impartiéndole la coherencia perdida. Si hubiesen tenido la curiosidad de escuchar el discurso del teniente-coronel pronunciado en La Habana en 1994 y la respuesta de Fidel Castro, hubiesen podido prever que con Chávez llegaba a su fin el pactismo y se instauraba una dinámica que debía desembocar en un régimen según el modelo cubano. Una mezcla de imaginario fascista, acompañado de los mecanismos técnicos de control de poder originados en la URSS tras la instauración del comunismo.

Una de las características mayores del castrismo, es haberle puesto punto final al pactismo y haber instaurado un imaginario político, basado en el enfrentamiento permanente destinado a eliminar las corrientes de la sociedad, reacias al proyecto vitalicio antidemocrático de poder inherente a su proyecto. Y como buen alumno formado por los jesuitas y además, abogado, Fidel Castro percibió que para la instauración de un poder vitalicio -figura indispensable para la instauración de su modelo de régimen- era también indispensable la creación de una nueva legislación gracias a la cual se sustentaría el nuevo entramado institucional. Para ello, el primer paso suponía la destrucción sumar la historia de Venezuela al relato inventado por Castro de la historia cubana.

Hacer tabla rasa del pasado significaba instaurar la radicalización ideológica, mantener la movilización permanente de la población, doblegada a sus designios, enmarcándola en organismos de masa, creación de un partido único, propiciar la penuria y el racionamiento, sutil y perverso mecanismo para mantener a la población doblegada al funcionamiento del estómago, (de allí el negarse a recibir ayuda humanitaria), el culto al líder carismático, la encarnación del “padre de la Patria”.

El problema para la imposición del relato cubano en Venezuela, es que los cuarenta años surgidos del Pacto de Punto Fijo, han calado más hondo de lo imaginado en la mente de los venezolanos.

No en balde, el chavismo se ha dedicado a denigrar ese capítulo crucial de la historia del país, que el recordado Manuel Caballero define como un modelo general que el país adoptó, que se puede llamar “proyecto nacional democrático”, es decir, el proyecto que se propusieron el país y sus dirigentes. Manuel Caballero en su obra, La Gestación de Hugo Chávez. 40 años de luces y sombras en la democracia venezolana (2000), analiza “la historia de la aplicación de un proyecto social, nacional, su culminación y, a partir de cierto momento, la incomprensión de su caducidad”: incomprensión no sólo atribuible a sus “dirigentes, sino también a la mentalidad y al conjunto de la sociedad”.

Es sobre ese terreno, previamente abonado, que se explica la “recaída en tentaciones autoritarias”. El castrismo se instaura como imaginario político en la mente de los grupos de venezolanos que tras la derrota de las guerrillas, continuaron frecuentando los predios habaneros.

El Partido Comunista Venezolano, ha enviado durante años, grupos de niños a los campamentos pioneros de Varadero en los que recibían formación ideológica y entrenamiento militar. De allí surgen “los colectivos” o grupos de choque inspirados de las “Brigadas de respuesta rápida” -y no de los Tontons Macoutes como lo escribiera recientemente un analista venezolano- cuya misión es evitar el recurso de las fuerzas de orden oficiales en la represión y dejar al pueblo la “defensa de la revolución”.

La tradición del pactismo no tiene cabida en el pensamiento de quienes han sido formados en la ideología del castrismo, de allí que un diálogo, -modalidad que condiciona el pactismo- con el gobierno de Maduro no pueda dar resultados.

El pacto significa negociar: negociar significa que las partes que integran el diálogo acuerden dar o renunciar en igualdad de condiciones. Aceptar ese condicionante, significaría renunciar al esquema castrista de su rechazo al pacto, poco probable que suceda. Las últimas declaraciones de Nicolás Maduro, verdadera declaración de guerra, lo demuestra.

Existe el riesgo de que el chavismo utilice estas conversaciones como una táctica dilatoria.

Ganar tiempo hasta cansar a los adversarios, es una de las modalidades señeras del sistema forjado por Fidel Castro.

Ganando tiempo, el régimen de La Habana, pronto alcanzará 60 años de vida. Los presos siempre han sido rehenes que el régimen utiliza para que los “mediadores” internacionales a los que siempre recurre, no se vayan con las manos vacías. Jimmy Carter, entonces presidente de EE.UU y simpatizante de Castro, fue retribuido con la liberación de varias decenas de prisioneros políticos cubanos. Una medida destinada a la opinión política internacional para que Carter no perdiera credibilidad.

Rodríguez Zapatero y el resto de mediadores, no regresarán con las manos vacías, llevarán como recompensa unos cuantos presos. La liberación de Leopoldo López no tendrá lugar hasta que no se llegue a una situación límite, como la que parece estar planteándose con la falta de noticias sobre su suerte. Centrar la opinión pública en la situación de López, hará olvidar el referendo y el resto de exigencias planteadas por la MUD.

El diario español El País en su editorial del 3 de noviembre, señala la pertinencia que “Existe el riesgo de que el chavismo utilice estas conversaciones como una táctica dilatoria que le permita ganar tiempo en el poder a pesar de la erosión irrecuperable de popularidad que sufre. Además, conviene tener muy claro que los presos políticos no son cartas intercambiables en una negociación”.

No opino sobre si la MUD tiene o no razón de posponer la marcha hacia Miraflores y la convocación de Nicolás Maduro de acudir a la AN, pero sí llama la atención que declare que tomó esa decisión a pedido de los representantes del Vaticano y de la Iglesia, dando la impresión de su incapacidad de tomar una decisión política que surja de su propio seno y propiciando la duda sobre su capacidad de conducción de una situación tan grave como la que vive hoy Venezuela.

LAS AMBICIONES DEL PAPA BERGOGLIO

Axel Capriles Semanario ABC Mayo 6, 2017

Al ser elegido papa, Jorge Mario Bergoglio escogió el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, el santo italiano de los siglos XII y XIII caracterizado por su desapego de lo terrenal.

El Pontifex Maximus, sin embargo, se ha destacado mucho menos como figura espiritual que como actor político dispuesto a colocar la Santa Sede entre los poderes rectores de la geopolítica mundial, una acción eminentemente terrenal. En lugar de puente espiritual de comunicación con la divinidad, el papa ha fungido como puente de diálogo entre las facciones que se disputan el poder en diversos lugares del mundo. Pero a pesar de sus recurrentes llamados “a la apertura y el diálogo sincero con los demás, a reconocer los derechos y las libertades fundamentales”, sus diálogos han mostrado un particular sesgo.

En su visita pastoral a Cuba en septiembre de 2015, por ejemplo, el defensor de los derechos humanos obvió reclamar la libertad de los presos políticos en su amigable encuentro con el dictador Fidel Castro, una de las principales personificaciones del mal en el siglo XX, y evitó, con caridad cristiana, reunirse con los disidentes perseguidos por el régimen. En su viaje a Egipto en días pasados, el papa Francisco alabó la gestión del mariscal Abdelfatá al Sisi, un dictador surgido de un golpe de Estado contra un gobierno elegido democráticamente.

Y es que Bergoglio es un defensor de los gobiernos establecidos que convengan a sus intereses políticos, no importa su contextura ética ni su entereza moral, y utiliza la paz como estribillo axiomático e impugnable. “Hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción.” Un discurso indudablemente irrefutable, aunque Jesucristo, según el Evangelio de Mateo, dijo “no vine a traer la paz, sino la espada” al expulsar a los mercaderes del templo. Bergoglio es diestro en palabras y el problema con el populismo papal es que su discurso es emocionalmente irrebatible. Predicar el diálogo, la paz y el amor siempre gana, aunque esconda los más oscuros arreglos del poder.

Ahora, después de haber servido para debilitar y desmoralizar a la oposición democrática venezolana y fortalecer a la dictadura chavista a finales del año 2016, el Pontifex de las formas de dominio vuelve a intervenir en la lucha por la libertad de nuestro país, metiendo la lanza en la división de la oposición, y frivolizando con frases superficiales nuestra dolorosa lucha en contra de un gobierno de desalmados, organizados en bandas de delincuentes y narcotraficantes que hoy tienen las riendas del Estado fallido en que se ha convertido Venezuela.

Aún las aclaratorias del día 30 de abril demuestran el sesgo papal. ¿Soluciones negociadas para debilitar la calle?, nuestro único medio de presión y freno a la voracidad de la pasión de poder de la revolución bolivariana. ¿Qué significa eso de un “llamamiento a la sociedad” en contra la violencia en un país en el que la violencia y las armas, legales e ilegales, son monopolio del gobierno?

Entendemos y aceptamos que Jorge Mario Bergoglio, como individuo, sienta fascinación por dictadores comunistas como Fidel Castro, tenga una mentalidad anticapitalista y defienda un pobrismo medieval afín a las doctrinas socialistas, pero le exigimos que, como Papa Francisco, como representante de Dios en la tierra, se ocupe de los temas divinos y no intervenga en los asuntos venezolanos. Nuestro destino político lo decidiremos los venezolanos.

EL PASAJE DE MONSEÑOR CELLI

Fernando Egaña

Semanario ABC Enero 27, 2017

Recién se anuncia que el enviado vaticano para el supuesto “diálogo consensuado” en Venezuela, monseñor Claudio María Celli, ha optado por no venir… por ahora.

El pasaje lo dejará pendiente, en principio, para una próxima ocasión, pero en verdad no se sabe. Lo que sí se sabe es que este “diálogo consensuado” fue y es un show político con beneficios efectivos para la hegemonía.

En la “ronda” realizada a finales de 2016, se acordaron, básicamente, cuatro puntos, a saber: 1. facilitar la ayuda humanitaria internacional para encarar la crisis humanitaria nacional; 2. establecer prontamente un cronograma electoral; 3. restituir a la Asamblea Nacional sus poderes constitucionales; 4. liberar a los presos políticos… Nada de esto se ha cumplido. Nada. Pero aún peor: en cada uno de esos puntos la situación se ha vuelto más gravosa.

La hegemonía no permitió ni permite ayuda internacional para la crisis humanitaria nacional. Esta cada día se hace más agobiante para el conjunto de los venezolanos, y la única respuesta, hasta ahora, son las “casas de cambio fronterizas”, un dorado negocio para los enchufados con el poder. Mientras tanto, la hiperinflación, la creciente escasez y la explosión continuada y acentuada de violencia criminal, profundizan y generalizan la crisis humanitaria venezolana.

En materia de cronograma electoral, lo único que hay es una declaración del señor Maduro afirmando que en Venezuela no hay condiciones para realizar elecciones. Cierto, que bajo la égida de la hegemonía no ha habido ni hay condiciones para celebrar elecciones justas, libres y limpias. Pero es que según Maduro ni siquiera hay condiciones para que haya elecciones ventajistas y fraudulentas. Él sabe, mejor que nadie, que el rechazo popular que suscita es tan masivo, que ya no quiere que haya votaciones, ni siquiera las que suelen conducir Jorge Rodríguez y las rectoras del CNE.

En cuanto al reconocimiento de los poderes constitucionales de la Asamblea Nacional, los voceros del oficialismo señalan que la “Asamblea se autodisolvió”, que de derecho ya no existe, que es una entelequia o un foro inocuo, sin ninguna capacidad de influir en la vida pública venezolana. Lo único que les falta por hacer es terminar de cerrarla con candado y todo. Pero quizá estiman que eso no hace falta, que no les convendría porque les echaría a perder, aún más, la imagen internacional.

Y en relación con los presos políticos, estos aumentan en número un día sí y otro también, por obra del “Comando Antigolpe” que lidera el vicepresidente (con derecho a sucesión), Tareck el Aissami, y cuyo verdadero objetivo no es tanto intimidar la oposición civil, como contrarrestar el descontento militar. Por eso, ahora hay más presos políticos, tanto civiles como militares.

Los cuatro puntos del acuerdo, como se puede apreciar, no solo no se cumplieron ni en un milímetro, sino que la situación presente es todavía más terrible que a finales de 2016.

Ojalá, por ende, que monseñor Celli no venga a darle legitimidad a semejante situación. El entusiasmo del nuncio Giordano por el “diálogo consensuado” es, al menos para mí, desconcertante. Quiero seguir creyendo en su buena fe, pero cada vez me cuesta más. Al fin y al cabo, una cosa es el diálogo político entre contrarios, incluso en condiciones extremas, y otra es el diálogo como medio de ganar tiempo para una hegemonía estrechamente imbricada con la delincuencia organizada.

Sigamos repitiendo lo mismo: la causa fundamental de la catástrofe venezolana es la hegemonía que la sojuzga. Su superación es absolutamente necesaria para que el país tenga la posibilidad de empezar a salir del foso. Esperemos que monseñor Celli se haya dado cuenta de ello, y se lo transmita a sus superiores.

*Editado

EL PACTO CON EL DIABLO

Axel Capriles Semanario ABC Febrero 24, 2017

Lo tenían todo. Poder, fama, dinero. ¿Por qué necesitaban más? Eran gobierno, monopolizaban el mando, tenían subyugados a todos los poderes del Estado, arrasaban en las elecciones, tenían las armas, eran los amos del petróleo, los zares de PDVSA, esa fuente infinita de riqueza nacional, poseían las empresas del Estado y muchas más de las que se habían apropiado, habían secuestrado los medios de comunicación social, encadenaban el país bajo una sola voz, se habían adueñado de la historia y del imaginario colectivo, el país entero era suyo y lo manejaban como una propiedad personal.

¿Cuál era su insatisfacción? ¿Por qué eligieron acercarse al oscuro mundo del narcotráfico y el terrorismo internacional? ¿En qué momento Chávez y sus acólitos decidieron pactar con el diablo?

La venta del alma al diablo o el pacto con el demonio son un motivo clásico del folclore. Aparece en los cuentos de hadas, las sagas, las leyendas y los mitos. Remite a la historia de personas en apuros, insatisfechas o ambiciosas, que ofrecen su alma a cambio de favores, placeres mundanos, riquezas infinitas, poder, juventud eterna o conocimiento ilimitado.

Fausto, la figura clásica de la leyenda alemana, inmortalizada por Goethe, personaje descontento e insaciable, se torna primero hacia la magia negra para firmar luego con sangre su pacto con Mefistófeles. ¿Quién es el Mefistófeles del chavismo?

Las sanciones del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos contra el vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami y su supuesto testaferro, Samark José López Bello, han vuelto a colocar en primera página los aparentes vínculos del gobierno revolucionario de la república bolivariana con el terrorismo internacional y el narcotráfico.

Los artículos, reportajes y noticias sobre nexos de Diosdado Cabello y El Aissami con organizaciones criminales han tenido una gran cobertura mediática en los últimos tiempos y han sido pábulo de ruidosas polémicas y demandas judiciales. El problema, sin embargo, no se limita a los protagonistas actuales de la tragicomedia revolucionaria.

Si realizamos una simple búsqueda por internet con los títulos: Chávez, narcotráfico y terrorismo, no sólo encontramos las denuncias de distintos personajes, muchos de ellos ex-chavistas, como el ex magistrado Eladio Aponte, sino que hallamos las más variadas acusaciones y reportajes que se remontan, prácticamente, a los inicios de la revolución bolivariana.

Aparentemente, parte del pacto de Hugo Chávez con el Mefistófeles cubano implicaba hacer el trabajo sucio de la izquierda. En cualquier caso, el mundo de las sombras le venía bien al chavismo. En el proyecto de dominación mundial de la revolución, en las ínfulas y grandiosidad de Hugo Chávez, no le era suficiente el petróleo y los inmensos recursos de la nación.

Tampoco la supremacía se podía lograr en la luz, compitiendo abiertamente con las democracias occidentales. Como en las películas de Batman o de James Bond, existía un submundo de ambición y maldad con el que convenía pactar para lograr subvertir el ordenamiento mundial. Era una lucha en las tinieblas y las sombras. Fue ese delirio demoníaco el que continuaron, ya para el beneficio netamente personal, los herederos del comandante.

* Como en ocasiones anteriores, esta semana cedemos nuestro espacio editorial a una columna de especial interés.

¿LA ÚLTIMA ORDEN DE FIDEL?

Fernando Egaña

Semanario ABC Febrero 24, 2017

Prefiero hacer afirmaciones demostrables o escribir sobre temas que sean públicos, notorios y comunicacionales. No me gusta especular. Pero la negativa de la hegemonía a permitir que se realicen las consultas populares, elecciones o referendos dispuestos en la Constitución, bien pudo haber sido una “recomendación” final del finado Fidel Castro para sus delegados en Venezuela.

Se sabe bien que los hermanos Castro nunca permitieron comicios en Cuba. Sospechosamente, el promotor de un referendo para una transición democrática en Cuba, Oswaldo Paya, murió en un accidente de tránsito en una carretera solitaria del interior de Cuba… Y también se sabe que Fidel le “aconsejó” al nicaragüense Daniel Ortega que no hiciera las elecciones presidenciales de 1989, que por cierto perdió frente a la candidata de la unidad opositora, Violeta Chamorro.

Ortega aprendió la lección, y cuando logró retornar al poder, con el apoyo de un sector minoritario del electorado, fue truqueando las cosas para irse quedando en la presidencia, por las malas y las peores. Tan es así que en la actualidad, la oposición no oficialista del régimen sandinista, está ilegalmente ilegalizada, si cabe la expresión. Más o menos como se pretende hacer aquí. ¿Coincidencias? No parece.

Luego de la derrota histórica de la hegemonía roja en las elecciones parlamentarias venezolanas, de diciembre de 2015, el “consejo” de Fidel pudo haber encontrado oídos muy abiertos en la jefatura del país. Cuando el rechazo social se hizo tan vasto, que ni con fraudes estructurales se podía garantizar un resultado favorable, se acabó la ufana consigna de las diversas elecciones impulsadas por la hegemonía. Del llamado “socialismo de siglo XXI”, se borró la cara electoral.

Y así pretenden seguir controlando al país, sin consultas populares que expresen la voluntad de la población. Si eso no es despotismo, entonces nada lo es. Que ya con el predecesor lo era, pero con el sucesor se nota más. Puede que todavía haya gente de buena fe que no se termine de dar cuenta, pero no es por falta de evidencias del despotismo, que éstas las proporcionan Maduro y sus colaboradores, mañana, tarde y noche.

No podemos saber a ciencia cierta si la oscurana electoral fue, en efecto, la última o de las últimas ordenes de Fidel Castro a sus partidarios venezolanos. Lo que sí sabemos es que no se vislumbran elecciones en el horizonte nacional.

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