Para dimensionar lo que ha sido Hugo Chavez en nuestra historia, abro un parentesis para compartir e
Francisco Olivares: De vuelta al bienestar
By biendateao -enero 14, 2017 El más importante soporte con el que cuenta el gobierno chavista para mantenerse en el poder es el de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Otras organizaciones armadas como el Sebin, los colectivos y la PNB forman parte de la estructura creada desde los primeros años del chavismo, con funciones específicas, pero en esencia es la FANB la que tiene el peso fundamental en la escala de poder creado en 17 años para garantizar la permanencia del PSUV, sin los mecanismos institucionales democráticos como lo es el voto popular.Es por ello que luego del paro nacional de 2002 y el pronunciamiento de importantes jefes militares en contra del sistema autocrático que se implantaba desde el Gobierno, Hugo Chávez se dio a la tarea de “eliminar” y aislar a los jefes militares con formación democrática y colocar en los comandos esenciales a los líderes del 4F. Adicionalmente se llevó a cabo un profundo cambio en el sistema de estudios de la FAN para transformarla justamente en una Fuerza Armada Bolivariana al servicio del chavismo, en el que, de la mano de los cubanos, dejó de ser la fuerza armada profesional para convertirla en una organización armada de carácter político que acogió en su seno la consigna de “Patria, socialismo o muerte”.Ese proceso de adoctrinamiento de los componentes armados se consolidó en Venezuela con la llegada de Hugo Chávez al poder pero ese intento había comenzado muchos años antes desde que la desaparecida Unión Soviética se dio a la tarea de penetrar y ganar influencia en los países del tercer mundo: América Latina y África.Sin embargo a raíz del fracaso de la lucha armada en esas regiones, incluyendo Venezuela (años sesenta) el camino escogido fue la penetración de las fuerzas armadas.Es así que cuadros militares venezolanos fueron captados y muchos de ellos viajaron a Cuba y a la URSS para asistir a talleres de adoctrinamiento, entre ellos Hugo Chávez Frías, tal como lo documenta Thays Peñalver en su libro “La conspiración de los doce golpes”.Una vez en el poder Chávez culmina la tarea con la transformación radical de la institución armada convirtiéndola en el brazo armado de la revolución. Por ello siempre advirtió: “Esta es una revolución pacífica pero armada”.Cuando observamos que el actual líder de este proceso, Nicolás Maduro, viola la Constitución, mete a la cárcel arbitrariamente a quienes considera sus enemigos, da órdenes a los tribunales, elimina las funciones constitucionales de la Asamblea Nacional y gobierna a través del TSJ, lo hace porque cuenta con el respaldo de la FANB.Sin embargo ello no quiere decir, a pesar del adoctrinamiento, que toda la organización armada esté de acuerdo con lo que hace Maduro. Internamente hay disidencia y descontento. La creación de ese llamado “Comando Antigolpe” refleja que el Gobierno teme lo que pueda ocurrir allí dentro y sabe que hay descontento. La sentencia en contra de los oficiales del llamado “Golpe Azul” es síntoma de ese temor y del descontento existente.En la medida en que el descontento de la población crece por el drama humanitario al que han llevado al país, también crece el malestar a lo interno de la FANB. Esa fuerza armada está tan vigilada como el sector político civil opositor y por ello son numerosos los uniformados detenidos en Ramo Verde o aislados de sus funciones como militares.Con apenas 18% de apoyo de la población, el chavismo ha asumido un camino dictatorial y autocrático para poder mantenerse en el poder siguiendo los ejemplos de Cuba y Corea del Norte. La diferencia es que lo está intentando sobre una población que vivió 40 años en democracia en el contexto de un país con libertad, bienestar y en desarrollo.Si bien hoy la población venezolana ha perdido esos tres valores, esa vivencia, tarde o temprano reclamará nuevamente su espacio en formas tal vez insospechadas frente a un Gobierno que carece de liderazgo y de políticas para darle el bienestar, la libertad y desarrollo que los venezolanos una vez disfrutaron.@folivares10
Lucha armada y pacificación (I) El Universal 28 de mayo de 2017 05:30 AM
El voto democrático promovió la pazLuego de casi 15 años de lucha armada los líderes de la izquierda venezolana encontraron la vía de la conciliación.“El mayor regalo que el siglo veinte hizo a los venezolanos no ha sido el petróleo, sino la paz. Sobre todo porque esa frase se puede enunciar de manera inversa: La paz es el mejor regalo que los venezolanos han hecho al siglo veinte”. La frase corresponde a un escrito del historiador Manuel Caballero en un análisis histórico del siglo XX que nos entregara con motivo del 90 aniversario de El Universal. Señalaba Caballero en su escrito que “la paz no ha podido ser rota, pese a algunos episodios sangrientos, incapaces sin embargo de destruir una sociedad”.Esos episodios a los que se refirió el historiador se presentan en ciclos de cambios políticos que han generado situaciones de crisis en la sociedad venezolana en la permanente búsqueda de la libertad y el bienestar común.Uno de esos momento se produjo en la década de los años sesenta cuando los movimientos de la izquierda optaron por el camino de la lucha armada para llegar al poder. A pesar de tratarse de un conflicto que llevó a un sector político a tomar las armas como único mecanismo para imponer un modelo de sociedad, más tarde lo líderes del momento supieron encontrar una vía para la reconciliación del país.“Ningún hecho histórico del presente siglo ha producido más impacto en otros países de América Latina que la revolución Cubana” exponía el historiador Luis José Silva Luongo en su libro “De Cipriano Castro a Carlos Andrés Pérez”. Allí señalaba que esa revolución había despertado cada vez mayor simpatía en casi todos los países del mundo y las figuras legendarias de Fidel Castro y el Ché Guevara, produjeron una seducción especial en las juventudes de buena parte del mundo en los años sesenta.En Venezuela vino a deslumbrar a muchas mentes juveniles y de políticos de izquierda que pensaron en la posibilidad de repetir la experiencia vivida en dicha isla dando inicio así a la lucha armada en la que la juventud jugó un rol protagónico.Más de una década sería necesario para consolidar un proceso de pacificación que regresaría a los líderes de esos movimientos a la lucha legal dentro del sistema democrático.¿Cómo fue posible alcanzar ese objetivo siendo una confrontación tan extrema como lo era la luchar armada?Algunos de esos líderes de la lucha armada como Fernando Soto Rojas y Alí Rodríguez Araque, tuvieron que esperar 30 años para consolidar el sueño de instalar un gobierno socialista inspirado en la revolución cubana en Venezuela. Lo hicieron tras la figura de Hugo Chávez Frías, pero no por las armas sino con los votos.Para muchos analistas la Venezuela de hoy está pasando por uno de esos procesos en la que dos corrientes de pensamiento, cada una con un modelo político antagónico, se enfrentan en un espacio extremo que puede dar origen a una situación de violencia. La suspensión de funciones de la Asamblea Nacional, la anulación del referendo revocatorio, la detención de cientos de opositores, entre ellos, líderes fundamentales de algunos partidos, han sido elementos detonantes que han provocado movilizaciones de calle y generado situaciones violentas en el contexto de alta inflación, escasez de alimentos y medicinas y una importante afectación del sector productivo del país.Mientras el Gobierno ofrece una salida promoviendo una nueva Constituyente como espacio de encuentro para superar la crisis, los opositores reclaman elecciones libres y universales de modo que sea el pueblo soberano el decida el destino de todos los venezolanos.En la búsqueda de parámetros que nos permitan comprender las lecciones de esos años para lograr la paz, El Universal ha consultado a algunos de los protagonistas aquel período violento y su proceso de pacificación y cómo líderes que habían tomado las armas encontraron un espacio en el cual, sin abandonar sus principios, se incorporaron a la lucha política encontrando en la consulta popular su verdadera legitimidad.La lucha armada por el poderEn la medida que el proceso cubano se radicalizaba, los partidos de izquierda actuaban bajo su influencia. En agosto de 1960 en la reunión de cancilleres en San José de Costa Rica, el canciller cubano, Raúl Roa, anuncia el retiro de ese país del seno de la OEA. Esa acción, similar a la que hoy asume el Gobierno de Maduro, se basaba en la “intromisión de potencias extranjeras continentales” en los países del hemisferio”.Como lo refiere Silva Luongo, en el seminario Izquierda, órgano informativo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en su edición del 14 de octubre de 1960, se publica en su editorial la línea de insurrección popular: “Ahora es evidente que no hay solución dentro del marco de la situación actual. No puede haber otra salida que el cambio de Gobierno, la sustitución del régimen actual por otro que responda a los intereses del pueblo”.El Partido Comunista, unos meses después, en marzo de 1961, luego de largas discusiones, concluye que es necesario adoptar una política de acción radical y debe irse a una lucha a fondo por la formación de un gobierno patriótico.Por su parte el presidente electo en 1958, Rómulo Betancourt, les advierte a los radicales que deberán esperar hasta 1964 para entregar pacíficamente la Presidencia.Lucha armada vs eleccionesEl quinquenio de Rómulo Betancourt que inaugura el nuevo esquema político que se inicia con la caída del general Marcos Pérez Jiménez comienza con el primer proceso electoral de la era democrática en diciembre de 1958.Sin embargo sería un primer período democrático caracterizado por suspensiones de garantías, conflictos universitarios y acciones guerrilleras en los centros urbanos y rurales, aún así Betancourt logra su objetivo y Culmina su período presidencial en 1963, tal como la había pronosticado.Héctor Pérez Marcano, uno de los líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionario, entrevistado por El Universal para este trabajo, explica cómo las elecciones de 1963 en las que Rómulo Betancourt entrega la sucesión presidencial a su compañero de Acción Democrática, Raúl Leoni, constituyó un motivo fundamental de reflexión para que muchos de los líderes de izquierda, que estaban en la lucha armada, iniciaran un proceso de rectificación acerca del futuro político de esos movimientos y del país.Explica Pérez Marcano que cuando Leoni gana las elecciones, el entonces dirigente del MIR, Domingo Alberto Rangel, secundado por los parlamentarios del partido que estaban presos en el Cuartel San Carlos, fue el primero que dentro del movimiento revolucionario planteó que el triunfo de Leoni en las elecciones, más la enorme participación del pueblo en el proceso electoral donde hubo una participación de 92 % del electorado, una de las más altas en la historia electoral venezolana que significaban un mensaje muy claro.Pese a que el movimiento armado, había aprobado una línea de abstención en las elecciones, recuerda Pérez Marcano, Domingo Alberto Rangel, planteó en un documento que le dirigió a la Dirección del MIR, que la victoria de Leoni en esas condiciones, significaba la derrota de la lucha armada y que el MIR debía volver a la legalidad.Ese planteamiento de Domingo Alberto Rangel, muy anterior a la decisión que tomó el PCV en la misma línea, fue discutido en la clandestinidad, en el Comando Nacional del MIR, que era la máxima autoridad en la clandestinidad. Pero fue derrotada la posición de Rangel y los dirigentes parlamentarios que estaban presos en el Cuartel San Carlos por el asalto al Tren de el Encanto en Los Teques.Luego de la derrota de Rangel, el MIR reafirma su apoyo a la lucha armada y considera en sus conclusiones, que lo que había sido derrotada no era la lucha armada sino la lucha armada urbana. Y que había que adoptar la táctica de la lucha prolongada de Mao Tse Tung, y poner el acento en la guerrilla rural. Esa es la línea que adopta el MIR a partir de enero de 1964. El PCV y la PacificaciónEl planteamiento de Domingo Alberto Rangel tuvo repercusión en el PCV y es allí donde germinó la posición de abandonar la lucha armada por casi todos los integrantes del Buró Político del PCV, sostiene, Héctor Pérez Marcano.En efecto, en 1966 el PCV adopta una línea que se llamó “La línea de la paz democrática” aprobada por el Comité Central del Partido, al final del gobierno de Raúl Leoni, que significó la ruptura de el PCV con la lucha armada, mientras que un el sector, encabezado por Douglas Bravo, se mantuvo en el frente guerrillero en las montañas de Falcón.El grupo que lideró la orientación hacia la paz democrática estuvo encabezado por Pompeyo Márquez, Guillermo García Ponce, Pedro Ortega Díaz, Eduardo Gallegos Mancera, Teodoro Petkoff, Jesús Farías y Freddy Muñoz, quienes, influidos y presionados por el PC de la URSS, llegaron a la conclusión de que la lucha armada en Venezuela había fracasado.La influencia de la URSS El cambio de orientación del Partido Comunista estaba igualmente influenciado por la Unión Soviética, tras el acuerdo con Estados Unidos de retirar las bases de cohetes nucleares en Cuba en tanto que EEUU hacía lo propio en Turquía. El acuerdo llevaba un elemento adicional y era el abandono de parte de la URSS del apoyo a la subversión armada en América Latina a través de Cuba en tanto que EEUU no volvería a intentar una nueva invasión a Cuba como la ocurrida en Bahía de Cochinos.Los revolucionarios del MIR comienzan a germinar una posición similar que la del PCV, afirma Héctor Pérez. Moisés Moleiro y Pérez Marcano, después de haber desembarcado en Machurucuto con los cubanos y llegaron a la guerrilla del Bachiller, que en ese entonces dirigía Fernando Soto Rojas, quien fue presidente de la Asamblea Nacional actual, “nos damos cuenta que ese frente guerrillero no tenía mucho sentido”.En respaldo a abandonar la lucha armada estaban también Américo Martín y Simón Sáez Mérida, Rómulo Henríquez, Lino Martínez, y en ese momento que estaba en ebullición en el MIR el planteamiento de retirarse de la lucha armada, gana las elecciones Rafael Caldera en diciembre de 1968 y plantea la política de pacificación.Pero es de resaltar que esa política de pacificación tiene sus primeras acciones al final del período de Raúl Leoni cuando se aprueba una Ley de “conmutación de la pena”, según la cual quienes estuvieran presos por lucha armada, se podían acoger a esa Ley y cambiar la cárcel por exilio. Así salieron al exterior Simón Sáez Mérida, Domingo Alberto Rangel, Freddy Muñoz y otros.Esta Ley, a juicio del ex dirigente del MIR Pérez Marcano, sería un importante gesto que despejaría el camino para que en el siguiente período, el tercer presidente de la democracia, Rafael Caldera, abriera las puertas hacia un proceso de pacificación de los frentes armados en el país.Twitter: folivares10
LUCHA ARMADA Y PACIFICACIÓN II
Gabriel Puerta: "Tomé las armas al sentir que se me cerraron los caminos"
El camino de la paz comenzó con la oferta de libertad a los presos políticos a cambio del exilio con el decreto de Conmutación de la Pena emitido por el gobierno de Raúl Leoni.
El Universal 04 de junio de 2017 06:30 AM
La afirmación sobre por qué tomaron las armas corresponde a Gabriel Puerta Aponte, quien fuera uno de los líderes del movimiento armado en Venezuela y quienes como él tomaron ese camino que llevó a una situación de violenta que se prolongó durante 15 años.
La dramática decisión de gran parte de una generación joven de irse a la lucha armada contra la naciente democracia durante la década de los años sesenta, tuvo su origen en múltiples factores políticos, uno de los cuales fue el impacto de la Revolución Cubana en el continente, según han apreciado importantes analistas e historiadores.Gabriel Puerta Aponte, secretario general de Bandera Roja, uno de los líderes del movimiento armado por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) sostiene que esa apreciación es errónea y explica que la lucha armada surge en un proceso evolutivo por diversos factores propios de Venezuela.
Consultado el ex guerrillero sobre aquel proceso en el que el MIR y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) se lanzan a la lucha armada apenas comenzando el ensayo democrático con el gobierno de Rómulo Betancourt, asegura que el movimiento de izquierda venezolano fue muy diferente al proceso cubano y tuvo su propia evolución.
Recuerda Puerta Aponte que la izquierda venezolana de aquellos años combinó la lucha parlamentaria surgida del proceso electoral de 1959. Con la división de AD que da lugar al nacimiento del MIR y el retiro del respaldo de URD al Gobierno, se originó un gran frente que terminó siendo mayoría opositora en el Parlamento.
Pero precisa que fue un período muy violento contra las protestas de movimiento estudiantil y de la izquierda. Inmediatamente muchos dirigentes fueron detenidos y llevados al Cuartel San Carlos. Otros se vieron obligados a ir al exilio y se produce la inhabilitación del MIR y del PCV con lo cual las fuerzas pro gubernamentales vuelven a controlar al Parlamento. Una situación que guarda cierta semejanza con la que se vivió en la actual Asamblea Nacional en la que se inhabilitó a 4 parlamentarios de Amazonas y más tarde se declaró en “Desacato” al organismo de representación popular.
Resalta Puerta Aponte que la radicalización fue consecuencia del incumplimiento de las promesas, el ejercicio de la democracia y las libertades políticas. Ya el Pacto de Punto Fijo y la exclusión del PC significó un precedente que se ubicaba en esa confrontación polarizada de aquella época que se llamó guerra fría, señala Puerta.
Cuba y la insurrección
En un debate sobre el origen de la lucha armada en marzo de 1969, en la Cámara de Diputados, referido por el ex senador Valmore Acevedo en una conferencia dictada en la Cátedra Pio Tamayo de la Universidad Central de Venezuela (1988) recuerda los señalamientos que hiciera el dirigente de AD, Carlos Canache Mata, quien expuso que las razones de la violencia había que buscarlas en dos aspectos: la primera razón fue la decisión de Fidel Castro, luego de romper relaciones con EEUU, de enviar dinero, armas y material bélico a diversos grupos insurgentes en América Latina.
La segunda razón fue el remplazo de la tesis de Lenin sobre la insurrección contenidas en su escrito ¿Qué hacer? por la tesis expuesta por el Ché Guevara en su libro “Guerra de guerrillas”. Según Canache Mata la estrategia insurreccional fue decidida por el PCV y comenzó a ejecutarse en los meses de octubre y noviembre de 1960, apenas comenzando el gobierno democrático, con diversos actos de terrorismo urbano pasando luego en 1962 a actividades de guerrilla rural y los alzamientos militares de Carúpano, el 4 de mayo, y Puerto Cabello, el 2 de junio de 1962.
El clima de violencia alcanzó su momento más dramático cuando el 29 de septiembre de 1963, en vísperas de las nuevas elecciones de previstas para diciembre 1963, se produce el asalto al tren de El Encanto lleno de excursionistas, donde mueren 5 guardias nacionales y resultan heridos mujeres y niños, todo lo cual trajo un rechazo nacional a dicha masacre y detención de parlamentarios comunistas.
De allí que el 9 de mayo de 1962 fue emitido un decreto número 752 por medio del cual fue inhabilitado el PCV y el MIR.
Durante el Gobierno de Rómulo Betancourt las garantías constitucionales se suspendieron cinco veces, mientras que en el período siguiente gobierno de Raúl Leoni (1963-1968) fueron suspendidas dos veces. En ese mismo quinquenio de Raúl Leoni la actividad guerrillera urbana continuó con acciones armadas como el asesinato de 82 policías.
El conflicto escala
A juicio de Gabriel Puerta Aponte el conflicto armado no nace de un decreto insurreccional. En la medida en que se acentuó la represión, la violencia comenzó a subir de nivel. Había la consigna de disparar primero y averiguar después, se eleva el conflicto y cercan a las universidades. Se hacían barricadas con bloques que eran fuertemente reprimidas.
De allí que en la defensa se organizan las Unidades Tácticas de Combate (UTC) que son grupos fuera de los partidos políticos que comienzan a hacer protecciones a las manifestaciones en una primera etapa. Más adelante evolucionen haciendo recuperación de armamentos con lo que se iba adquiriendo equipamiento para ponerse en iguales condiciones que los cuerpos represivos.
Según aprecia, Puerta Aponte, más tarde se hacen las Unidades Técnicas de Combate que ya si son unidades organizadas por los partidos en un proceso evolutivo del conflicto. El MIR y el PCV vienen formalmente a declarar la guerra o aceptar que están en guerra o que están en formación de una fuerza armada ya bastante tiempo después (1962) en que ya era evidente la acción militar.
A ese proceso se agregan los levantamientos militares como el de La Guaira, Carúpano y Puerto Cabello, que a su juicio, si bien contaron con el apoyo del MIR y del PCV, los militares tuvieron un protagonismo en esos hechos y fueron movimientos surgidos desde las propias Fuerzas Armadas.
Cuba y la URSS
Cuando la Unión Soviética desiste de apoyar las luchas armadas en América Latina y se alinea al acuerdo de “Coexistencia pacífica” con el Gobierno de EEUU, comenzaron una labor para aplacar los movimientos insurreccionales.
En julio de 1966 según narra el ex dirigente del MIR Héctor Pérez Marcano, él y Moisés Moleiro, también dirigente del MIR, fueron invitados a la Unión Soviética y durante los 15 días que permanecieron en Moscú sostuvieron reuniones con los jefes del PC de la URSS, especialmente los que manejaban los asuntos internacionales. En esas sesiones los dirigentes del PC hicieron una fuerte presión para que el MIR abandonara la lucha armada.
Éstos argumentaban que la lucha armada iba a fracasar, que no tenía porvenir y les pedían que abandonaran la alianza que todavía el MIR mantenía con el frente guerrillero que sostenía Douglas Bravo en Falcón.
Tanto Marcano como Moleiro y Américo Martín se daban cuenta que en efecto la guerrilla no tenía apoyo campesino, los caseríos cercanos a los frentes estaban abandonados y había desmoralización en los frentes.
Luego del fracaso de el desembarco de Machurucuto en mayo de 1967, con apoyo cubano, y observar el deterioro del frente de El Bachiller que mantenía el MIR, estos dirigentes ratificaron la necesidad de terminar con la lucha armada. Como recuerda Marcano, al frente le quedaban apenas 21 combatientes de los cuales la mitad estaban enfermos.
Gabriel Puerta Aponte, quien fue uno de los dirigentes del MIR que no estaban de acuerdo en abandonar la lucha armada reconoce que ya finalizando el quinquenio de Raúl Leoni y está por entrar a la presidencia Rafael Caldera, en el país comenzaba un período de recuperación económica y eso tuvo una incidencia muy importante al lado del hecho de que el establecimiento de la democracia era un suceso nuevo para el país.
En esas elecciones de 1968 el apoyo popular a la democracia fue masivo con una participación de 96,7% del electorado.
Pacificación desde el Gobierno
Resalta Héctor Pérez Marcano que la política de pacificación tiene sus primeras acciones al final del período de Raúl Leoni cuando se aprueba una Ley de Conmutación de la Pena, según la cual quienes estuvieran presos por lucha armada, se podían acoger a esa Ley y cambiar la cárcel por exilio. Así salieron al exterior Simón Sáez Mérida, Domingo Alberto Rangel, Freddy Muñoz y otros.
Pero Rafael Caldera, al asumir la presidencia en 1969, toma una iniciativa en firme de ofrecer al movimiento armado regresar a la legalidad sin costo alguno, sin condiciones.
Ya el PCV había aprobado esa vía y se había retirado de la lucha armada. De allí que participó en las elecciones de 1968 con una organización denominada Unión Para Avanzar (UPA) ya que todavía era ilegal y logró sacar algunos diputados entre los que estuvieron Juvencio Pulgar.
Cuando Caldera plantea la política de Pacificación Nacional, avivó las contradicciones en el MIR. El ministro de Relaciones Interiores, Lorenzo Fernández, comienza a buscar conversaciones con el MIR para su vuelta a la legalidad. Narra Pérez Marcano que encarga esa misión a José Vicente Rangel.
En ese momento Héctor Pérez Marcano quien estaba asignado al frente guerrillero de Oriente estaba en Caracas recuperándose de un padecimiento es contactado por Rangel a través de Olga Dugarte, cuñada de Moisés Moleiro, para discutir la vuelta a la legalidad. Rangel, en nombre del Gobierno le ofreció plenas garantías para movilizarse en función de ese objetivo.
La reunión estaba pautada en casa de un dirigente copeyano, Hugo Briceño Salas, pero quien asistió fue el viceministro, Alberto Palaci, con la misma autoridad. En esa reunión le ofrece al MIR la libertad a los presos políticos y la suspensión de los juicios militares.
El dirigente del MIR les comunicó que no podía dar una respuesta inmediata, debía consultar con la dirección del MIR que estaba en la montaña de Oriente. Así que el Gobierno ofreció plenas garantías para que Marcano regresase a la montaña a llevar el planteamiento de paz.
La comandancia estaba por los lados del Turimiquire. La mayoría estuvo de acuerdo en pasar a la legalidad pero los comandantes guerrilleros se oponen, entre ellos: Carlos Betancourt, Américo Silva, Gabriel Puerta Aponte y Julio Escalona.
De esa reunión el MIR se fractura en tres grupos. Un grupo que da origen a Bandera Roja liderado por Gabriel Puerta Aponte, Carlos Batancourt y Américo Silva. Otro grupo liderado por Julio Escalona y los partidario de la pacificación quienes refundan el MIR que pasa a la lucha legal, liderado por Simón Sáez Mérida, Américo Martín, Rómulo Henríquez, Moisés Moleiro, Lino Martínez y Héctor Pérez Marcano.
Lucha armada y pacificación (III)
La Pacificación no fue a sangre y fuego sino por la fuerza del diálogo
En el acuerdo de abandonar la lucha armada no se firmó nada ni se establecieron condiciones, destaca el ex dirigente del MIR, Héctor Pérez Marcano. Los presos fueron puestos en libertad, los que tenían sentencia fueron indultados, los que tenían procesos fueron sobreseídos y los que estaban en el exilio regresaron al país.
Desde el mismo momento en que Rafael Caldera asumió la Presidencia de la República en diciembre de 1968 su propósito de Gobierno más importante fue alcanzar la paz para una Venezuela que se había sumergido en un largo ciclo de violencia.
En su discurso al ser proclamado por el organismo electoral expresó: “Me guía como preocupación fundamental la paz. Quiero ser un instrumento al servicio de la paz de los venezolanos”.
Esa oferta la hizo realidad inmediatamente después de asumir la presidencia el 12 de marzo de 1969 cuando, en su discurso en la toma de posesión, lanzó su oferta al movimiento armado que todavía operaba en las montañas de Oriente y Falcón y en las zonas urbanas, agrupado en la Fuerzas Armadas de liberación Nacional (FALN): “Estoy dispuesto a ofrecer a quienes se lanzaron por aquel camino y persisten en él, la oportunidad de rectificar. Ni las autoridades civiles, ni las Fuerzas Armadas tienen interés en prolongar escenas de violencia que a nadie han favorecido”.
Más adelante ratifica: “Mi propia determinación, conforme a mis convicciones y antecedentes, de enfrentar sin vacilación cualquier hecho contrario a la paz pública y al orden constitucional, me da mayor autoridad para abrir en esta coyuntura el horizonte de una sincera pacificación”
Estos primeros pronunciamientos se encuentran destacados en el libro, “Rafael Caldera jurista integral”, editado recientemente por la Editorial Jurídica Venezolana, en el que tres destacados especialistas: Alfredo Morles, Tulio Alvares y Gehard Cartay recogen varias etapas de la vida del ex presidente, entre ellas la etapa de la Pacificación.
Destaca el ex gobernador de Barinas y abogado, Gehard Cartay, que la paz política y social era un asunto de mayor trascendencia y de urgencia para el momento. Y los hechos así lo confirmarían. “No sería una pacificación impuesta a sangre y fuego sino por la fuerza del diálogo y el respeto a los derechos humanos”, indica Cartay.
A los dos días de la toma de posesión Caldera declaró que garantizaba la vida y la libertad de quienes abandonaran las guerrillas. La medida fue respaldad por la Iglesia Católica y el cardenal José Humberto Quintero fue designado como presidente del Comité de Pacificación.
Una espiral de violencia
Américo Martín, uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y quien más tarde es uno de los que promueve dentro del movimiento guerrillero la propuesta de abandonar la lucha armada, sostiene que la pacificación fue una salida planteada por el presidente Caldera tras una valoración política que hizo y una valoración política que hicimos los factores de la lucha armada.
Entrevistado por El Universal para conocer su visión de aquel proceso, Américo Martín destaca que era imposible llegar al poder por esa vía y era éticamente inconveniente y una mala salida para Venezuela porque hubiese abierto una espiral de violencia y desangre que quien sabe dónde iba a detenerse.
Y desde el punto de vista del Gobierno era una manera de ahorrarse la prolongación de un conflicto, que si bien no estaba ya en capacidad de tomar el poder, si estaba en capacidad de causar mucho daño. “Fue un acuerdo político” destaca Martín. Pero por su puesto, señala, era un conflicto que involucró todos los valores, morales, corrió la sangre y era moralmente insostenible. Por otra parte, agrega, perseguir hasta la muerte a los que se habían opuesto, también era inmoral, y poco útil porque eso reproduciría tarde o temprano la violencia.
El político y escritor, Valmore Acevedo, en una conferencia dictada en la Cátedra Pío Tamayo en la UCV (1988) sobre la lucha armada en Venezuela, destacaba que: “La política subversiva para imponer una ideología tampoco logra su objetivo. Si tiene éxito, inmediatamente establece un Gobierno aún más represivo, que estimula a se vez una reacción de la población que, al tener la oportunidad y los recursos, acude a su vez a la lucha armada para alcanzar su libertad. En otras palabras, el empleo de la fuerza bruta para reprimir o imponer una ideología no logra otro resultado que un proceso interminable de destrucción y de agotamiento de la capacidad creadora de los pueblos”.
Explica Martín que hay dos actitudes que se tienen ante una fuerza en armas que ya no está en capacidad de tomar el poder. Una de ellas es extinguirla hasta que no quede ningún combatiente y dos abrir un espacio que permita la continuación de la lucha política sin sacrificio de banderas ni principios de parte de ninguno.
Por ello considera que la decisión de Caldera fue bastante positiva. “Yo la he saludado” enfatiza. “Me pareció que tenía un alto sentido político el haberle ofrecido una salida para que no se prolongara un conflicto que no iba hacia ninguna parte. Fue un gesto de comprensión por parte del Gobierno y por parte de la oposición”.
Amnistía y sobreseimiento
En la citada conferencia Valmore Acevedo recuerda que la política de pacificación fue concebida como un programa permanente y no un anuncio retórico ni un acto de propaganda.
De inmediato comenzaron a estudiarse los casos para hacer efectiva la oferta de sobreseimientos e indultos para los combatientes detenidos y con procesos militares.
A los trece días como Presidente, Rafael Caldera emite el decreto número 17, del 26 de marzo de 1969, con el que se suspende la inhabilitación del Partido Comunista de Venezuela, inhabilitado desde 1960. En el primer considerando se destacaba la voluntad del Gobierno de abrir caminos hacia el disfrute de la paz de todos los venezolanos y dar oportunidad a todas las corrientes políticas que lo deseen para desenvolver sus actividades dentro de la Constitución y las leyes. Para ese momento ya el PCV había dejado la lucha armada y participado en el último proceso electoral con una organización denominada Unión Para Avanzar. El MIR sería legalizado terminando el período presidencial.
El 19 de abril de 1969 el Presidente Caldera mediante un decreto otorgó la libertad a líderes destacados de la izquierda, entre ellos Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Américo Martín, Moisés Moleiro, Guillermo García Ponce, Germán Lairet, Simón Saéz Mérida, entre otros dirigentes.
Pudo haberse hecho crónica
Cuando se iniciaron las conversaciones que llevaron a la legalización de los dos partidos que estaban en armas, la lucha armada ha podido haberse hecho crónica como ocurrió en Colombia y en otros países, reflexiona Martín. De modo que fue un momento histórico muy importante y fue quizás la decisión más importante tomada por Caldera.
Afirma el ex dirigente del MIR que en ese proceso no hubo una propuesta formal, simplemente era un análisis político; se le pide a los dirigentes que razonen políticamente y no con pasiones desmedidas e incontrolables en beneficio del país. “Es la comprensión y el entendimiento de Rafael Caldera del conocimiento de los debates que ya se estaban dando en la lucha armada de la izquierda que incluso habían producido divisiones alrededor del problema de la lucha armada. Caldera con visión política ofreció una salida no cruenta y honorable, tuvo la inteligencia de no pedir ninguna condición previa sino simplemente volver a la legalidad. Eso fue una opción inapreciable para quienes queríamos de verdad volver a la legalidad, que no se nos exigiera condiciones humillantes que nunca hubiésemos aceptado. “De no haber sido así se hubiese eternizado el conflicto” resalta el ex guerrillero.
Para Américo Martín fue un paso inteligente del Gobierno de Caldera pero también fue un paso inteligente de la guerrilla al comprender que no podía continuarse con ese camino que estaba produciendo sacrificios inútiles sin ninguna perspectiva.
Los que se quedaron
Pero no todos se acogieron a la propuesta de Pacificación. La decisión final del movimiento armado frente a la propuesta de Caldera ocurrió en las montañas de Oriente, en una zona cercana a Aragua de Maturín, recuerda Gabriel Puerta Aponte.
A ese encuentro con los comandantes de los frentes armados asistieron los medios de comunicación y la Iglesia, pero el llamado a la pacificación dividió al MIR.
Una importante corriente del MIR liderada por Moisés Moleiro pasó a la legalidad. Otro grupo conformó la Liga Socialista (LG) dirigida por Jorge Rodríguez y Julio Escalona y el tercero formó Bandera Roja, con Gabriel Puerta Aponte.
Explica el ex comandante que el paso a la lucha legal de las organizaciones armadas fue progresivo. Al igual que LG, Bandera Roja comenzó a crear organizaciones que actuaban en la legalidad como los llamados: Comités de Luchas Populares (CLP) y los CLER (Comités de lucha estudiantil revolucionarias) que organizaron frentes en los sectores estudiantiles en todo el país. Publicaban un periódico llamado “Qué Hacer”.
Muchos de los dirigentes actuales que tienen altos cargos en el Gobierno de Nicolás Maduro provienen de esos movimientos, entre ellos Elías Jaua, Alí Rodríguez Araque, Fernando Soto Rojas, Diosdado Cabello, antes de que ingresara a la FAN, resalta Gabriel Puerta.
Los que se legalizaron
Otro importante dirigente que apoyó la pacificación, Héctor Pérez Marcano, explica que así con el MIR fracturado, su grupo finalmente se acogió a la política de pacificación y participaron por primera vez en un proceso electoral en las elecciones de 1973 cuando hicieron un frente político al lado del naciente Movimiento al Socialismo (separación del PCV) y apoyaron la candidatura de José Vicente Rangel.
Resalta Pérez Marcano que las armas quedaron en poder de quienes continuaron con la lucha armada. El Gobierno, de acuerdo a su promesa de pacificación emitió un decreto de rehabilitación del MIR y del PCV, lo cual era una vuelta a la legalidad. A partir de allí se pudieron abrir casas de partido y actuar legalmente en política. Los presos fueron puestos en libertad en 1969, allí no se firmó nada ni se estableció ninguna condición. Los que tenían sentencia fueron indultados y los que tenían procesos de juicio fueron sobreseídos y los que estaban en el exilio regresaron al país.
Lucha armada y pacificación (IV) última
Tarek William Saab: Debemos detener una conflagración entre venezolanos
El actual defensor del Pueblo, quien fuera militante del movimiento político PRV-Ruptura hasta su pacificación en 1979, reflexiona acerca de las lecciones para la Venezuela de hoy, que nos dejó aquel proceso del último grupo de combatientes que abandonó las armas para ir a la lucha democrática.
Caracas.- “Estamos ante una gran oportunidad por la vía definitiva del diálogo político, de la negociación y del acuerdo entre las partes para detener una conflagración civil interna entre venezolanos: alerto que descartar este camino siempre dejará abierta las puertas a una guerra civil o a una intervención militar extranjera contra Venezuela que nos dañará a todos por igual”.
El llamado que hace Tarek William Saab, Defensor del Pueblo, sobre el conflicto actual que vive Venezuela, parte de una reflexión, ya no solo como alto funcionario del actual Gobierno, sino como testigo del último grupo de combatientes, que luego de muchos años de lucha armada, finalmente optaron por el camino de ir a la lucha legal democrática y abandonar las armas.
El actual Defensor del Pueblo, por el cargo que ostenta, tiene ante sí un nuevo reto de encontrar la paz entre dos sectores altamente polarizados, en una situación histórica que aunque con grandes diferencias, podría encontrar lecciones de aquella en la que la izquierda venezolana optó por dejar la lucha armada como vía para conquistar el poder.
Aunque todavía muy joven, efectivamente, Tarek William en 1979 formó parte del frente de masas del Partido Revolucionario Venezolano conocido entonces como Movimiento Ruptura. Y dicha organización de izquierda fue el último grupo que pasó a la lucha legal en un acuerdo político con el gobierno de Luis Herrera Campins. En ese acuerdo salieron de la clandestinidad Douglas Bravo y Francisco Prada.
Consultado por El Universal, para esta última entrega de la serie “Lucha armada y Pacificación” que venimos publicando, Saab recuerda que, con apenas 17 años de edad tenía el cargo de secretario juvenil de Ruptura en la localidad de El Tigre, en el Estado Anzoátegui.
Explica que a mediados de ese año 1979, Argelia Melet junto a Kleber Ramírez Rojas, iniciaron una gira nacional para consultar en asamblea a las bases de Ruptura (frente político de masas del PRV) si se estaba de acuerdo o no con la salida a la calle de los líderes clandestinos. Ello debido a que ya en el desenlace de las negociaciones con Herrera Campins, un sector minoritario de la comandancia del PRV se opuso a tales medidas. Al final una amplia mayoría de la militancia legitimó dichos acuerdos entre el Gobierno y el PRV, que no incluyeron a otras muchas figuras históricas como Elegido Sibada ( “Magoya”), quien terminó siendo beneficiado junto a otros ex guerrilleros de los años sesenta por el gobierno de Chávez en el año 2000.
La buena lección que dejó el diálogo en 1979, diez años después que lo hicieran el MIR, el PCV y otros comandos guerrilleros, según la reflexión que hace de aquella experiencia Tarek William, fue que privó la voluntad entre las partes de alcanzar un acuerdo final para darle preeminencia a la alta política. A lo interno del PRV, en medio de fuertes debates llevó al movimiento a la búsqueda del fortalecimiento -que ya había emprendido Ruptura en 1975- a la lucha social de masas, pacífica y sin armas; la idea era apoyar incondicionalmente ese trabajo de cara a los sindicatos, los frentes culturales, estudiantiles, y campesinos.
“Esa experiencia vivida fue una gran esperanza (truncada luego) para nosotros como militantes revolucionarios en ese tiempo, pero que lamentablemente no sucedió de esa forma, pues el PRV-Ruptura, ya como frente político legal, terminó devorado por contradicciones internas hasta terminar en su disolución en el año 1984. De allí surgieron micro escisiones en el año 1986-1987 como Tercer Camino”, refiere el ex activista del PRV.
Sin embargo resalta William Saab que pasados casi 40 años de aquellos acuerdos entre el PRV-FALN y el Gobierno de Luis Herrera, rescata por una parte la voluntad (contradictoria) de trazar un camino en pro de la no violencia y la lucha política pacífica, entre venezolanos que se enfrentaron por la vía de las armas, con terribles consecuencias y que luego fue deslegitimada por el propio Luis Herrera con la orden de “ejecutar la espantosa masacre de Cantaura contra 24 venezolanos en octubre de 1982”.
Plantado el dilema de la coyuntura actual, señala el Defensor que asume que se debe mantener a toda costa la convicción de mantener los principios -entre todas las partes- por resolver nuestros asuntos internos por la vía del debate político-ideológico, usando de lado y lado métodos y formas de mucha altura en el lenguaje discursivo y en la acción de calle.
Sostiene que esas lecciones son de un excepcional referente en la Venezuela del año 2017, porque sus enseñanzas nos da la oportunidad de no repetir los errores estratégicos de aquel entonces, donde las heridas del “terrorismo de Estado” y de la violencia que vivió Venezuela en las décadas de los años 60-70-80 y 90, no fueron saldadas.
"Los victimarios jamás se excusaron de sus atrocidades frente a las miles de víctimas de aquel período”.
Tarek William Saab, Defensor del Pueblo
¿República civil o militar?
El ex gobernador de Barinas Gehard Cartay y coautor del libro “Rafael Caldera jurista integral”, en el que dedica parte de esa publicación a analizar la política de pacificación en los años 60 y 70, sostiene que las condiciones para encarar un proceso de pacificación como el ocurrido en aquellos años y la situación de violencia actual presenta diferencias muy marcadas.
Explica Cartay que hay diferencias sustanciales entre la República Civil y el régimen iniciado en 1999. Una de ellas, obviamente, es que la experiencia democrática entre 1959 y 1998 fue esencialmente civil y civilista. Esta de ahora, según su propia definición, es cívico-militar.
Por ello resalta que “no es poca cosa”. Señala que en la concepción civilista de la política solo existen adversarios y como tales se les respeta. En la concepción militar y militarista no hay adversarios, sino enemigos. Ambas concepciones se contraponen, como lo puede evidenciar cualquier estudioso de la historia venezolana después de la caída de la dictadura perezjimenista.
Durante la República Civil (1959-1998), refiere Cartay, la confrontación política fue entre adversarios democráticos, salvo el quinquenio turbulento de Rómulo Betancourt, por la temprana irrupción del terrorismo de la extrema derecha ( intento de golpes militares) y el de la extrema izquierda, incluida la experiencia guerrillera, derrotada militar y políticamente en corto tiempo. Aún así, la izquierda democrática moderada participó en las elecciones de 1963 y luego en las de 1968.
Refiere el ex gobernador que al ser electo Rafael Caldera como Presidente en 1968, su primera medida fue la llamada política de pacificación, con el propósito fundamental de ofrecer a quienes aún seguían en la vía insurreccional, la posibilidad de integrarse a la legalidad y permitir a quienes ya habían renunciado a la lucha armada la oportunidad de participar en el juego democrático, mediante el sobreseimiento de las causas judiciales pendientes, a cambio de una sincera disposición de acogerse al Estado de Derecho y la institucionalidad.
Acota que luego, en 1994, vendrían iguales medidas a los golpistas de 1992, que ya habían sido iniciadas por los presidentes Pérez y Velásquez.
Sostiene Cartay que con la llegada de Hugo Chávez al poder cambió esa relación entre el Gobierno y quienes disientan de sus políticas. Su sucesor ha profundizado esa concepción según la cual éstos son enemigos y no adversarios. Y es que desde 1999 el régimen ha dinamitado todos los puentes con quienes lo adversan.
A su juicio, los primeros que deberían reconocerlo son los que hoy están en el poder, cuyos líderes fundamentales fueron liberados e incorporados al debate democrático en 1994, mediante medidas de gracia destinadas a garantizar la paz de la República, luego de los frustrados golpes de Estado de 1992.
Un demócrata al frente
Una diferencia que expone el ex guerrillero Héctor Pérez Marcano del proceso de pacificación vivido durante la lucha armada con el conflicto político de hoy, es que al frente del Gobierno de aquel momento había un demócrata. “Evidentemente había un régimen democrático en el país, con insuficiencias como la corrupción, pero eran demócratas los que estaban al frente del Gobierno y hoy está al frente del régimen un grupo que tiene un proyecto político totalitario, lo cual está reñido con la democracia”.
“Muchos de los que participaron en la lucha armada de los años sesenta, y que reconocimos su fracaso, estamos hoy enfrentados al actual Gobierno.
“Hoy están al frente del Gobierno dirigentes totalitarios con un proyecto político totalitario”.
Héctor Pérez Marcano, ex guerrillero
Explica Pérez Marcano que desde la oposición había dudas y se debatía si era o no una dictadura, que tenía todavía rasgos democráticos. Pero afirma que ese proyecto desde el inicio se ha sustentado en un programa totalitario, con un objetivo de crear un Estado Comunal donde no hay espacios para las opciones democráticas o movimientos con pensamiento distinto al del proyecto que busca controlar totalmente a la sociedad. “Para mí la gran diferencia es esa”.
Advierte que bajo esa concepción, este conflicto se resolverá con la victoria y la derrota de uno de los dos sectores.
Momentos incomparables
Relacionar dos momentos históricos como el de 1969 y el actual es prácticamente imposible, sostiene Andrés Caldera Pietri, hijo del ex presidente Rafael Caldera y quien junto a sus hermanos custodia el patrimonio político e histórico del padre de la pacificación en la década de los años sesenta.
Entrevistado en la que fuera la vivienda de su padre en Los Chorros “El Tinajero” expresa que en aquellos años quien promovía la política de paz era un gobierno que actuaba dentro de la Constitución y tendió la mano a quienes se habían alzado en armas, atentando contra el orden democrático que se había dado la mayoría del país, para incorporarlos a la lucha cívica. Ahora, es un pueblo que mayoritaria y pacíficamente enfrenta a un gobierno que transgredió el orden constitucional y pretende por vía fraudulenta imponer un sistema totalitario que rechaza la gran mayoría.
Para Andrés Caldera distinto es hablar de pacificación -a lo cual ha aspirado siempre el pueblo venezolano- una vez restablecido el hilo constitucional y el Estado de Derecho. “Para lograrla, y en ello sí puede mirarse al proceso del 69, es necesario, no solo tener por norte la sujeción al orden constitucional y el respeto al pluralismo democrático, sino que los conductores del proceso tengan credibilidad y cumplan la palabra empeñada”.
Reflexiones de Alí Rodríguez Araque
Poco antes del triunfo electoral del candidato de Copei, Luis Herrera Campins en 1978, frente a Luis Piñerúa Ordaz de Acción Democrática, Alí Rodríguez Araque, uno de los principales líderes del Movimiento Ruptura PRV, llegó a Venezuela desde El Salvador a encabezar un presunta insurrección popular que podría producirse en el país al desconocerse el triunfo de Herrera en dicho proceso.
Desde luego que nada de eso ocurrió y Acción Democrática reconoció su derrota por un pequeño margen de apenas 3% de diferencia.
El PRV con Douglas Bravo al mando de los frentes guerrilleros, eran los últimos contingentes armados que quedaban en el país luego del proceso de pacificación que inició el presidente Rafael Caldera desde 1969.
Si bien no hubo insurrección popular, al observar Rodríguez Araque, al pueblo en masa celebrando el triunfo de un nuevo candidato de la democracia y la quinta transición pacífica de un presidente a otro electo por el voto universal y secreto, comprendió que la lucha armada que seguía su organización durante tantos años ya no tenía sentido.
Así lo refleja el propio ex comandante guerrillero en una extensa entrevista que fue consignada en un libro “Antes que se me olvide” en conversaciones con Rosa Miriam Elizalde.
En el libro publicado por la Editorial La Habana en 2012, Alí Rodríguez Araque reflexiona: “A partir de allí se inicia en mí una nueva reflexión que me conduciría muy pronto, al igual que otros compañeros con quienes intercambiaba inquietudes, a captar una realidad en la cual ya no había condiciones para continuar la acción armada y buscar una forma de salir a la legalidad. A todo esto se sumaba el hecho, confirmado en esos mismos días, que el nuevo Gobierno estaba interesado en un acuerdo para permitir nuestra incorporación a la actividad legal. Nosotros afrontábamos una realidad muy evidente, pues en tanto que la militancia clandestina y la guerrilla se iban reduciendo cada vez más, el Movimiento Ruptura, que habíamos organizado para actuar legalmente con Argelia Melet a la cabeza, se desarrollaba con apreciable éxito. Todo indicaba que se hacía necesario un cambio de estrategia. Una decisión de elemental sentido de la realidad política. (...) Tanto nosotros como el Gobierno deseábamos la paz”.