Hasta Victor Hugo, el autor de "Los Miserables", obra referencial que el regimen utiliza c
Nuestra Señora de París (Notre-Dame de Paris, en francés) es una novela de Victor Hugo, publicada en 1831y compuesta por once libros que se centra en la desdichada historia de Esmeralda —una gitana— , Quasimodo—un jorobado sordo— , y Claude Frollo —un archidiácono— en el París del siglo XV. Todos sus elementos —ambientación renacentista, amores imposibles, personajes marginados, final trágico— hacen de la obra un modelo de los temas literarios del Romanticismo francés. Esmeralda o La Esmeralda (en francés: la Esmeralda), nacida como Agnes, es un personaje ficticio de la novela de 1831 de Victor Hugo Nuestra Señora de París (también llamada Notre Dame de París o El jorobado de Notre Dame). Es una joven gitana francesa (aunque al final del libro se revela que su madre biológica era una mujer francesa). Ella constantemente atrae a los hombres con sus bailes seductores, y rara vez se ve sin su inteligente cabra Djali. Ella tiene alrededor de 16 años de edad. Se llama Esmeralda porque sus ojos son de color verde, ya que esmeralda es una
La gitana que ilusionó a Victor Hugo
Por Michelle Roche Rodríguez | 8 de marzo, 2010
Nuestra señora de París (1831) es, junto a Los miserables (1862), la novela más famosa del escritor del romanticismo francés, Victor Marie Hugo. Algunos críticos han señalado que la intención inicial de Hugo al escribirla era poner en evidencia el deterioro de la catedral parisina que fuera proeza arquitectónica del medioevo, pero que durante el siglo XIX daba muestras de quebranto. El resultado final de la obra, sin embargo, trascendió la arquitectura y terminó por convertirse en un documento cabal y reflejo de la filosofía de su escritor.
Su protagonista, Esmeralda, es una muestra de cómo Hugo impone en los personajes desvanecidos en el pasado la esperanza del futuro. Como con la prostituta Fantine, en Los miserables, Hugo hace de la exótica gitana un modelo de caridad cristiana. La escena del azote del jorobado Quasimodo, por ejemplo, evidencia el tropo de la femme fatale por el hada benefactora. Él pide agua y ella sube al patíbulo para dársela:
“Entonces vio cómo se apartó el gentío. Una muchacha curiosamente ataviada salió de entre la gente. Iba acompañada de una cabrita blanca de cuernos dorados y llevaba una pandereta en la mano. (…) Estaba seguro de que también ella había venido para vengarse y darle, como hacían los otros, su golpe correspondiente. (…)
“Ella, sin decir una palabra, se aproximó al reo, que se retorcía en vano para librarse de ella, y soltando una calabaza que a guisa de recipiente tenía atada a la cintura, la acercó muy despacio a los labios áridos del desdichado.
“Entonces, de aquel ojo tan seco y encendido hasta entonces, se vio desprenderse una lágrima”.
Como la bruja, la gitana es una manifestación de la femme fatale, el arquetipo de la mujer monstruosa que con sus poderes sobrenaturales cautiva a los hombres, hasta el extremo de castrarlos de forma literal o metafórica. La mascota de Esmeralda, su cabrita, redunda sobre la imagen medieval de la gitana, pues este animal estaba asociado con los pecadores durante el Renacimiento y en el Medioevo marcaba a los condenados en el Juicio Final; el evangelio de Mateo (25: 31-46) señala que vendrá el “Señor a separa las ovejas de las cabras”, es decir, los justos de los pecadores.
La descripción positiva del aspecto físico de Esmeralda es muestra de que Hugo conocía el poema Fausto de Goethe, en el cual por primera vez en la literatura Europea se crea la imagen de una hechicera bonita: Lilith, que aparece en la descripción de la noche de Walpurgis. En es una versión primitiva de la Biblia, Lilith fue la primera consorte de Adán, antes de Eva. Ella se separó del primer hombre porque no quiso tratarla como igual –por eso la segunda esposa de Adán es creada de su costilla y no del mismo barro que nació él—.Así, el autor romántico francés trastoca las acepciones comunes de los roles femenino/masculino; hechicera/mujer buena. En este tropo se encuentra la quintaesencia de su pensamiento político que lo marcó como reaccionario a una revolución hecha por moralistas.
Esmeralda, al acercarse al hombre que era objeto de burla y asco, desmonta la idea de la hembra perversa, de la misma manera que Hugo en sus escritos políticos demuele la supuesta inferioridad de la mujer. En esto, Esmeralda era una fémina de la época de su autor, cuando ya existían ciertos derechos civiles –por lo cual ya podía concebirse la imagen de una hechicera piadosa—y no una del medioevo, la época que describe el libro.
La Revolución Francesa, acaecida 40 años antes de la publicación de Nuestra señora de París, no fue benevolente con las mujeres; la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, por ejemplo, fue eso literalmente: un documento legal que protegía a los ciudadanos del género masculino.
Por otra parte, la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, escrita por Olympe de Gouges –seudónimo de la revolucionaria Marie Gouze– y publicada en 1971, reclama para su género el postulado de igualdad que enarbolaba la Revolución Francesa y denuncia cómo la Revolución, después de aprovecharse de la participación de las mujeres en eventos como la Toma de la Bastilla, buscó, movidos por una moral anacrónica y poco revolucionaria, devolverlas a sus roles domésticos y a los espacios privados olvidando incluirlas en el proyecto igualitario, por el que han luchado; Gouges misma fue espía para los revolucionarios en la primera época del proceso.
El texto concreta su idea de igualdad en el concepto de participación ciudadana conjunta entre géneros en la construcción de la ley, así como en la aplicación indiscriminada de sus mandatos y considera al sistema democrático como el mejor para asegurar la igualdad de oportunidades para el acceso facultar de las mujeres a los espacios de poder público. Además, reivindica derechos políticos y sociales, entre ellos la educación y la propiedad. Dos años después republicar el documento que la inscribiría en la historia, Gouges fue guillotinada por el tribunal revolucionario, luego de enfrentar un breve juicio sumario.
Hugo era un ferviente defensor de los derechos civiles, incluso, uno de sus discursos políticos más famosos de es uno referente a los derechos de las féminas pronunciado en 1854, sobre la tumba de Louise Julien, una escritora francesa pobre, enferma de tuberculosis que el gobierno de Napoleón III arrestó por sus obras políticas en 1853 y murió en Jersey (Inglaterra), luego de sufrir prisión en su país y un breve exilio en Bélgica de donde fue expulsada. Entonces dijo el autor:
“Hemos dicho y repetido que el siglo XVIII proclamó el derecho del hombre, y que el siglo XIX proclamará el derecho de la mujer; pero es preciso confesar que no nos hemos apresurado en conseguirlo: nos han detenido muchas consideraciones graves que deben examinarse atentamente; por que hasta estos momentos en los que ha avanzado mucho el progreso, y entre demócratas y republicanos puros, hay muchos que rehúsan admitir en el hombre y la mujer la igualdad del alma humana y por consecuencia la asimilación, sino de identidad completa, al menos de los derechos cívicos”.
Nuestra señora de París propone que la capacidad de redimir el alma humana se encuentra en la mujer abyecta, removida de la historia; que en esta, por haberle sido negado un puesto en la sociedad “decente”, estaba el futuro de esa misma sociedad, pues puede eximirse de sus descalabros. Allí está la base del pensamiento civil de Hugo: acabar con el estereotipo de la mujer que la mantenía en desventaja social frente al hombre y crear una sociedad donde la palabra Revolución significara lo mismo para todos sus ciudadanos.
Margarita López Maya: “La tramposa equidad del CNE”; un análisis de la exigencia de paridad de género
Por Margarita López Maya | 27 de junio, 2015
La inesperada decisión del CNE de exigir paridad de género en las postulaciones para las parlamentarias de 2015 revela, una vez más, la voluntad del oficialismo de contribuir con una atmósfera de incertidumbres y malestares que perturben las importantes elecciones que tendrán lugar el próximo 6 de diciembre.
Es imposible no estar de acuerdo, como mujer, con regulaciones que permitan remontar la tremenda inequidad de género o que combatan el machismo, la violencia y el militarismo que hoy caracterizan la esfera política venezolana y que medidas como éstas podrían contribuir a mitigar. Medidas de acción afirmativa podrían ser beneficiosas en un país de tantas exclusiones como la Venezuela de hoy, no sólo para las mujeres, pero ciertamente para nosotras por ser la mitad de la población votante. Si se hacen con profesionalismo y acotados en el tiempo, la experiencia en otras latitudes muestra que puede ser un instrumento valioso.
El problema, sin embargo, no son las medidas mismas. Esa regulación, anunciada como una conquista feminista, es apenas la retórica maquilladora que usa el CNE para perturbar un proceso electoral que a todas luces aparece desfavorable al Gobierno.
El anuncio se hace sin consulta a las organizaciones con fines políticos, después de que se fijaron y se han desarrollado procesos de selección de candidatos a través de mecanismos de primarias entre todos los actores políticos, así como de construcciones difíciles de consensos. Estos procedimientos están reñidos con estas nuevas regulaciones simplemente porque no estaban vigentes cuando se adelantaron, siendo procesos en sus momentos apoyados por el mismo CNE.
Este nuevo criterio, además, viola lo que taxativamente exige la Constitución en su Artículo 298. La fecha de las elecciones se fijó el 6 de diciembre y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela indica con claridad que había tiempo para modificar las reglas del juego de este proceso hasta el 6 de junio. El viernes, cuando se anunció este reglamento, la fecha límite había expirado veinte días antes.
Es tramposa la justificación que hace el ente electoral apelando al Artículo 21 de la Constitución que prohíbe cualquier discriminación. Ese artículo tiene el mismo rango del Artículo 298, que prohíbe modificar la ley en los seis meses anteriores a la fecha de las elecciones. Si el CNE hubiera querido ceñirse a la CRBV, hubiera aprobado esta resolución dentro de los tiempos que la letra y el espíritu de la Constitución señalan. Por lo que no era propósito del CNE ajustarse al Estado de Derecho, sino continuar echando leña a una fogata que se caldea día a día.
Con las primarias ya realizadas por las fuerzas opositoras, y muy adelantado su proceso de selección por consensos de los restantes candidatos, el CNE pareciera buscar azuzar tensiones internas y ayudar así a la parcialidad política que, sin rubor, hoy profesan las rectoras. Por cierto, ¿por qué no se aplican ellas ese criterio en la composición del ente? Ahí hay claramente discriminación de género. ¿Será que lo que buscan es dividir a la oposición para inclinar la cancha de juego un poco más a favor del oficialismo? Aunque estos también han adelantado ya bastante el proceso de escogencia de sus candidatos, seguramente sabrían de esa jugada y, por sus propias características, les resultará menos traumático acatar decisiones que se toman desde arriba.
Alterar las reglas de juego es claramente una falta seria del ente que debe garantizar la equidad, transparencia y éxito democrático de un proceso electoral. Y no ajustarse al Estado de Derecho es una más grave aún, que no justifica una medida que tomada de otra manera, y dentro de tiempos no reñidos con la CRBV, todos lo hubiéramos celebrado./
Gisela Kozak, sobre la decisión del CNE de exigir paridad de género
Por Prodavinci | 26 de junio, 2015
. En el actual contexto político, ¿cuál es su opinión sobre la decisión del CNE de exigir paridad de género en las postulaciones para las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015? Exigir la paridad de género a estas alturas de la organización del proceso electoral para conformar el parlamento es una maniobra bastante burda por parte del gobierno revolucionario y su brazo electoral. Ahora bien, la Oposición ha fallado al dejarle el discurso de varias causas progresistas del siglo XXI al gobierno; pudo haber promovido más candidaturas femeninas partidistas o independientes, sin necesidad de exhorto o reglamento alguno y hacer también suyas causas como los derechos civiles LGBT, la ecología,la promoción de leyes sensatas de cultura, educación, seguridad social, ciencia y tecnología, economía, etcétera, aspectos sobre los que, sin duda, hay que legislar. Pero, en fin, el discurso del hambre, la enfermedad y la violencia delictiva protagoniza la vocería opositora en lugar del discurso sobre el futuro.
2. ¿Cree usted que en Venezuela hacen falta medidas de acción afirmativa o discriminación positiva a favor de las mujeres? No creo que que a estas alturas, a casi setenta años del voto femenino en Venezuela, sea necesario obligar a los partidos en este sentido. Lo que hace falta es abrir la discusión sobre el tema y promover como causa partidista un mayor número de mujeres en cargos de representación y dirección política, del mismo modo que se debe abrir la discusión sobre la presencia de las mujeres en la gerencia en altos cargos en la ciencia y la tecnología o en el deporte. Como Oposición, no debemos permitir que el gobierno nos descoloque ni caer en la trampa de ignorar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres o la mayor valoración del varón en la esfera pública (hasta en el deporte: tenemos una selección femenina de fútbol subcampeona mundial y mucha gente no lo sabe). No puede ser casualidad que haya menos mujeres en puestos clave siendo más de la mitad de las egresadas universitarias. Discutir las razones de esta exclusión, sean cuales sean, es fundamental.
Propongo mi Dream Team: Liliana Hernández (militante de UNT); Carolina Abrusci (secretaria juvenil de Acción Democrática); Colette Capriles (analista política); Enza Cardozo (relaciones internacionales); Rocío San Miguel (asuntos militares); Sara Levy (economía); Ocarina Castillo (cultura); Cecilia García Arocha (educación). Agregaría a una transgénero femenina como Tamara Adrián, no sólo por sus luchas en pro de los derechos civiles LGBT, sino para obligar a esta revolución mojigata, evangélica y militarista a aceptar sus documentos a nombre de un varón y a reconocer la injusticia de no dejarla cambiar su nombre en función de adaptarlo a su identidad de género. Imaginen, lectores y lectoras, a Diosdado ante el verbo de Liliana Hernández, la agudeza política de Colette Capriles o la educada y contundente argumentación de Rocío San Miguel. Imaginen nada más a los comunistas evangélicos ante Tamara Adrián… para coger palco.
Naky Soto responde dos preguntas sobre la decisión del CNE de exigir paridad de género
Por Prodavinci | 26 de junio, 2015
1. En el actual contexto político, ¿cuál es su opinión sobre la decisión del CNE de exigir paridad de género en las postulaciones para las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015? La decisión del CNE es una arbitrariedad que encuentra en la paridad de género un amague de progreso, cuando en rigor atenta contra la soberanía: si la selección de los candidatos dependerá de la paridad impuesta, están limitando nuestra libertad de elección. Los propios rectores del CNE no resumen la paridad de género que demandan, una prueba eficiente del despótico ejercicio de sexismo que, lejos de ayudar a la causa, la contamina.
Éste es un nuevo esfuerzo para complicar el escenario de acuerdos de la coalición opositora, una medida para desestimular el voto opositor frente a las arbitrariedades del árbitro, y una injustificable limitación a nuestra libertad de elección, usando la paridad de género para burlar la democracia.
2. ¿Cree usted que en Venezuela hacen falta medidas de acción afirmativa o discriminación positiva a favor de las mujeres?
El valor de la mujer en la gestión de políticas públicas no crecerá por imposición. Las mujeres no necesitamos obtener espacios por nuestro sexo, sino por mérito, por capacidad de construcción.
A un país sin certezas le hacen falta políticas publicas más urgentes y menos artificiales. Podríamos demandar paridad en el sistema de precios, en el sistema cambiario, en el acceso a información pública y en el respeto a los Derechos Humanos. Yo quiero paridad en el sistema de administración de justicia, igual de expedito para causas oficiales como para causas opositoras. Nos hace falta paridad en el sistema de medios públicos, donde el peculado de uso es la norma y no la excepción. La primera medida de acción afirmativa para todos los venezolanos es el respeto a la vida. Cuando la impunidad no sea la norma, hablaremos de paridad.
La voluntad popular fue clara: ¿ahora qué sigue?; por Margarita López Maya
Por Margarita López Maya | 18 de julio, 2017
Los resultados de la consulta popular promovida por la sociedad venezolana y convocada por la Asamblea Nacional el pasado domingo 16 de julio marcan un hito en el arduo camino de resistencia al régimen autoritario que devino del chavismo. Por segunda vez en la actual crisis se ha expresado claramente la voluntad popular. En diciembre de 2015, en las parlamentarias, con la contundente victoria opositora, esa voluntad exigió un cambio político, yo diría que negociado, entre el Ejecutivo —heredero del legado de Chávez— y el Legislativo —controlado a partir de entonces por los partidos opositores del proyecto político chavista—. Este julio de 2017 la voluntad popular, ante la sordera gubernamental, fue más severa: más de siete millones y medio de ciudadanos, corriendo con los riesgos que implica salir a ejercer sus derechos políticos en un contexto de creciente represión y anomia, lo hicieron para exigir al gobierno nacional desistir de su convocatoria a una Asamblea Constituyente. Demandó así mismo que la Asamblea Nacional (AN) y la FFAA, dos instituciones clave del Estado,cumplan con sus obligaciones. Es decir, redoblen sus esfuerzos para que la nación, la sociedad y el Estado, vuelvan al cauce constitucional.
Muchos ya han señalado el gran poder simbólico que ha significado ese evento del 16J. La rapidez con que logró organizarse, la escasez de recursos, la solidaridad de partidos, movimientos y agrupaciones de la sociedad civil, la superación de obstáculos colocados por instituciones pervertidas, la disposición de cientos de venezolanos dispersos por el mundo para organizarse con la AN y lograr que cientos de miles de compatriotas pudieran ejercer también sus derechos políticos, resulta, por decir los menos, asombroso. Un genuino ejercicio de democracia directa ejercida por una nación que, con las penurias sufridas, se ha metamorfoseado en una sociedad globalizada del siglo XXI. Sí, estamos en todas partes, pero seguimos con Venezuela en el corazón. Cinco y hasta siete horas de cola hicieron algunos para ejercer su derecho. El mensaje de firmeza, de convicción, parece irreversible. Los venezolanos no van a resignarse a un régimen sin derechos ni libertades; no van a aceptar que los desalojen de la comunidad democrática internacional a la que pertenecen.
Más allá de lo simbólico hubo también el domingo 16J un vigoroso baño de legitimidad para los actores sociales y políticos que vienen luchando por abrir el cauce de una salida pacífica y democrática para el país. La masiva participación popular debe entenderse también como un respaldo claro a la razón que asiste a las fuerzas de la sociedad que llevan más de cien días luchando en calles y en diversos otros espacios públicos. Esas fuerzas que han desarrollado dentro y fuera del país todo tipo de iniciativas con el fin de hacer visible al mundo el repudio de la nación a la deriva autoritaria, nepótica, corrupta y represiva del gobierno de Maduro. La ciudadanía el 16J reconoció ese esfuerzo y pide que se siga abriendo el camino, que estarán allí apoyándolos y harán lo necesario para asistirlos, siempre dentro del cauce pacífico y democrático.
En lo que sigue voy a tocar dos puntos de esa ratificación de legitimidad. Me voy a referir primero, a la consulta como un mecanismo de democracia directa. En el evento del 16J se pudo constatar, irónicamente, un legado del chavismo en su primera etapa, antes de ser lo que ahora es: que la participación ciudadana individual y directa es un principio que no sólo se asentó en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, sino en lo profundo de la concepción de democracia que anida en la sociedad. Y con esta idea como guía, en un segundo punto desarrollo unas ideas sobre cómo seguir desde aquí, cuyo objeto es servir a la discusión colectiva que debe hacerse permanente. Estamos ante un juego muy complicado de ajedrez, pero considero que la participación ciudadana se ha erguido como pieza clave, como la reina en el tablero que se juega. Necesita, por supuesto de las otras piezas, pero es clave para el jaque mate.
El 16J fue un ejercicio de democracia directa
En teoría democrática, una cosa es la democracia representativa, otra la directa o participativa. Ambas son concepciones de la democracia, pero se alimentan de corrientes filosóficas distintas.
La democracia representativa es considerada hoy por occidente, y por buena parte de la comunidad internacional, como el sistema democrático por excelencia. En ella la soberanía popular reside en el pueblo, un pueblo plural y diverso, que delega su soberanía a través del voto, a sus representantes. El pueblo gobierna, decide, a través de sus representantes, usualmente organizados en partidos políticos. Es el sistema propio de la modernidad, fue discutido en la fundación de las dos democracias paradigmáticas de occidente: la estadounidense y la francesa. En ambas se llegó a un consenso mayoritario sobre la imposibilidad de una democracia directa, y la inconveniencia de la misma, en las complejas sociedades en desarrollo. Sin embargo, quedó en el aire esa valoración de la democracia directa, como la “verdadera” democracia.
La democracia directa, se nutre del ideal griego. En ella, la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente sin mediaciones, sin partidos políticos y sin representantes. La soberanía es indivisible y se expresa en asambleas, plebiscitos, referendos, y otros mecanismos donde la mayoría expresa directamente la voluntad general de la nación. En democracia directa no hay partidos ni representantes, ni se reconocen derechos de minorías.
Los siglos de evolución de estas dos concepciones de democracia han mostrado sus virtudes y flaquezas. La democracia representativa ha producido una importante igualdad ante la ley y estabilidad sociopolítica. Pero, tiende a que la política sea un asunto de profesionales o elites y, en este sentido, se aleja de las mayorías, se oligarquiza, privilegiando intereses de minorías pudientes. En ella se mantienen importantes desigualdades económicas y sociales de los ciudadanos.
Los regímenes de democracia directa, por el contrario, tienden a desconocer la pluralidad de intereses y aspiraciones que anidan en la sociedad. Los mecanismos plebiscitarios o las asambleas tienden a fortalecer las posiciones de las mayorías, contribuyendo a la igualdad social. Sin embargo, su desprecio hacia las minorías los hace propensos a tiranías, intolerancia, autoritarismo y, eventualmente, son sostén de regímenes totalitarios. Los ejemplos del nacionalsocialismo alemán, el fascismo italiano y el estalinismo soviético, vacunaron en el siglo XX a las naciones occidentales contra este tipo de regímenes.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX se fue haciendo evidente, que el principio participativo y los mecanismos de democracia directa, temidos por la democracia representativa, son fundamentales para la salud y buen desenvolvimiento de la democracia. En América Latina, particularmente, el principio participativo ha sido muy popular en el pensamiento de la Iglesia Católica, considerándolo un instrumento al servicio de la inclusión y empoderamiento de los pobres, de la liberación del pueblo.
Esta disquisición viene a propósito de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que, en un esfuerzo por mejorar la calidad democrática del sistema político construido a partir de 1958, combinó las dos formas de democracia. La nuestra es un régimen de democracia representativa con una amplia gama de mecanismos de democracia directa. El chavismo en el primer gobierno de Chávez, socializó fuertemente el valor de la participación popular creando mecanismos para tomar decisiones, que apelan directamente a la soberanía popular sin intermediarios partidistas, como lo son las asambleas, y referendos. Nuestra Constitución los considera idóneos para producir el cambio social y político y, sobre todo, para asegurar el empoderamiento de la ciudadanía.
Así, aunque Tibisay Lucena declare que la consulta popular este 16J carece de valor “legal”, lo cierto es que el mecanismo directo de la consulta o plebiscito, o referendo, de acuerdo a nuestra Constitución, es legal y, sobre todo, es de incuestionable legitimidad. Porque como mecanismo de democracia directa, está en el corazón de la concepción del régimen participativo y protagónico. Maduro, Lucena y compañía han confesado, al restarle importancia, su divorcio con el legado original de Chávez y han enterrado definitivamente el proyecto popular que alguna vez tuvieron.
Esta consulta popular ha buscado, en mi criterio, resolver de acuerdo a nuestra Constitución y leyes el impasse que autoridades del poder público —me refiero a la Presidencia, el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral— mantienen con el Legislativo y la Fiscalía General de la Nación. En la consulta del 16J la voluntad general de la nación se expresó sin intermediarios y de manera diáfana. Esa voz de la soberanía popular rechaza la Constituyente propugnada por la Presidencia y los poderes a él sometidos y exige a la Asamblea Nacional y a la FFAA cumplir con el Estado de derecho e ir a un Gobierno de Unidad Nacional como recurso de salida a una transición democrática. La voz soberana es el sostén del orden político, y no puede estabilizarse ningún gobierno sin ella. La fuerza bruta, personificada en los cuerpos de seguridad del Estado y los paramilitares que atemorizan y reprimen al pueblo, sólo prolongan la crisis y agonía del gobierno de Maduro, pero no pueden estabilizarlo.
¿Qué sigue?
El juego político que se desarrolla ante nuestros ojos es muy complejo. Si bien la voluntad general se ha expresado con claridad, en el tablero existen diversas piezas que ahora deberán moverse a partir de esta jugada. Por el momento, las posibilidades de una resolución pacífica y democrática se han fortalecido.
En primer término, el Ejecutivo Nacional recibe el mandato de retirar su llamado a Constituyente en los términos en que lo ha hecho. Si desea continuarla debe ajustarse al requisito constitucional de consultar previamente al depositario de la soberanía popular: al pueblo.
En segundo término, los actores políticos, que hacen vida en la Asamblea Nacional, los partidos de la MUD, los diversos actores de la sociedad civil, e incluso sectores de la disidencia chavista, que en cierto modo están representados en la institución de la Fiscalía y en algunos diputados que se han alejado del bloque chavista, quedan de alguna manera legitimados para continuar abriendo el camino institucional para una vuelta al Estado de derecho. En lo inmediato, debe leerse el resultado como un fuerte espaldarazo para que desde la Asamblea Nacional se continúen los procesos de remoción de autoridades de los otros poderes públicos, que fueron designados en los últimos dos años sin ajustarse a la Constitución y las leyes,y se nombren, ajustado a derecho las autoridades que los reemplacen. Que se continúen las labores propias de la casa de la soberanía popular. En mi criterio, también es un respaldo a la labor que con gran valentía ha venido adelantando la Fiscalía y un mandato para que continúe. La Asamblea Nacional recibe el encargo de promover los pasos conducentes a unas elecciones y buscar un gobierno de unidad nacional. A la FFAA se le exige ponerse a derecho, cumplir sus funciones.
¿Obedecerá el gobierno y los poderes que controla? ¿Se ajustará a las leyes la FFAA? ¿Cómo llegar a unas elecciones sabiendo ahora con toda la evidencia del caso, que el chavismo va a perder estrepitosamente?
Los costos políticos de desobedecer el mandato popular para los actores atrincherados en el poder se van a hacer cada vez más altos. Ya en la comunidad internacional, el gobierno de Maduro es un actor incómodo, aislado, criticado. Las presiones continúan para que deje de reprimir a civiles desarmados, garantice los derechos humanos de la población y para que convoque a elecciones. Los gobiernos vecinos, así como las instituciones interamericanas e internacionales, cada vez les es más difícil mirar hacia otro lado sobre lo que pasa en Venezuela. La diáspora venezolana acarrea todo tipo de problemas a los vecinos, que ven colapsar servicios públicos y escasear empleos en sus fronteras. Esas piezas del tablero, después de la consulta, se moverán fortaleciendo a la reina, la voz popular.
Pero, otros actores, otras piezas, se mueven en otra dirección. En la comunidad internacional están los aliados del chavismo, los gobiernos de China, Rusia y Cuba, con intereses importantes en la sobrevivencia de Maduro o del chavismo a futuro. Tienen mucho dinero invertido aquí, negocios que están en riesgo, deudas que no han sido cobradas, expectativas de influencia geopolítica. En las semanas recientes se han reseñado “conversaciones exploratorias” de estos actores entre sí y con el gobierno. Se trata, en este caso de piezas del ajedrez, que podrían moverse no tanto para que se respete el Estado de Derecho, sino más bien para favorecer una salida negociada, que les asegure la permanencia de sus negocios e intereses en nuestro país. Sobre esto es importante que la ciudadanía tome conciencia de que habrá que hacer concesiones para llegar a la transición democrática. Y que los actores que se sientan a la mesa para representar nuestras aspiraciones deben estar preparados y alertas sobre qué puede concederse y qué
La FFAA, otra pieza importante de este ajedrez, sigue respaldando el régimen. Circulan rumores de tensiones, fragmentaciones y conflictos, hay algunos oficiales detenidos, pero en lo concreto, siguen los militares sin reaccionar, sin entender que debe cambiar su comportamiento. Esta institución,aunque desprestigiada, sigue detentando las armas, siguen muchos oficiales con intereses materiales, muchos provenientes de hechos ilícitos, con privilegios, que no van a deponer sin pelear. Por ello, es necesario buscar una salida negociada. También aquí la ciudadanía debe tomar conciencia que, en un proceso de negociación, habrá que quizás ofrecer concesiones onerosas, exilios dorados o impunidad de ciertos delitos, a cambio de que podamos abrirnos a elecciones y a una paz duradera.
En resumen, las posibilidades de llegar al umbral de una transición democrática han mejorado en las semanas recientes. Pero aún no está garantizada. En este juego de un gobierno degradado y corrupto, pero aún controlando poder, dinero y armas, la ciudadanía y las instituciones que respaldan la paz y la democracia deben permanecer más alertas que nunca y más unidas. Pero eso no basta, esta es una lucha de una Goliat, una fuerza bruta, contra un David, una vuelta a la civilidad. Es la habilidad, la inteligencia, apelando a mecanismos de democracia directa cuando se requiera, lo que, junto a la paciencia, permitirá seguir avanzando y ver una luz al final del túnel.