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"Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a l


Cuando estudiaba 4° año de bachillerato en junio de 1967 salió la edición primera de “Cien años de soledad” del escritor colombiano Gabriel Garcia Marquez, “Gabo” quien posteriormente gano los premios “Romulo Gallegos”(1972) y “Nobel” de Literatura en 1982.

Los acontecimientos que suceden en Venezuela desde antes que Hugo Chavez llegara al poder en 1999 y la agudización de los mismos problemas, repetidos una y otra vez a lo largo de 18 años de gobierno chavista ahora madurista, me llevó a establecer una comparación ante la actuación de generaciones de venezolanos desde la mia y la anterior, y de los políticos del presente, tan mediocres y anclados en el pasado o en intereses personales de poder en esa interminable “Guerra de Tronos” cuando en Venezuela se esta jugando el destino de la humanidad, con la disputa por las riquezas de coltan, thorium y todo lo que está encerrado en las entrañas del territorio venezolano, que afecta hasta a la guerra de misiles, carrera despidada que incluye a Iran con quien por imposición de Fidel Castro, perdón, de Hugo Chavez se iniciaron relaciones e inclusión en problemas de geopolítica mundial ante las que Venezuela había sido siempre neutral, hasta que esta partida de ignorantes o sin memoria cultural ni histórica, menos aun con conocimientos geopolíticos establecieron, cayendo Venezuela en las garras del narcotráfico, del terrorismo árabe y la lucha de poderes, ancestrales muchos, sin medir la verdadera trascendencia de sus acciones, vistas como de “muchachos malcriados latinoamericanos” que no querían a los Estados Unidos, y no una nación riquísima en recursos que convenía poseer para continuar y alimentar el poder en esas luchas políticas, religiosas, sociales y económicas, en las que Venezuela seria, era y es la joya de la corona.

Me emociono cuando me confieso estudiosa sencilla de esa problemática latinoamericana y venezolana, a través de la literatura, gracias a la cual pude conocer personas y estar presente en los años 70/80/90 en hechos que eran trascendentes en el desarrollo de la humanidad aunque fuera en las modestas salas de la Biblioteca Nacional de Caracas y otras instituciones, conferencias e intercambios culturales también en Valencia. Al ver una y otra vez la conducta de mis congéneres y personas conocidas de la política nacional, en todas estas informaciones establezco inevitablemente una similitud con uno de los más fascinantes episodios de la novela Cien años de soledad, el de la peste del insomnio, cuya consecuencia es el olvido.

Aquella peste que imaginó Gabo, es en realidad igual a la actuación de personeros importantes tanto del gobierno como de la oposición, y lo mas alarmante, en la población venezolana que era joven y estudiaba en los mismos libros que yo, leia los mismos periódicos y conocio y oyo por radio y TV los mismos discursos y programas, y ahora en llegó el S. XXI estan como Aureliano Buendía, quien un día olvidara el nombre del pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales y, para corregir aquel primer hueco en su memoria, se le ocurrió marcar cada cosa con el nombre respectivo.

SEÑORES Y SEÑORAS ¿HAY QUE COLOCARLES LETREROS PARA QUE NO SE OLVIDEN DE LA HISTORIA MUNDIAL Y REGIONAL, Y PEOR AUN, NACIONAL? LEAN EN FACEBOOK AL PSICOLOGO Y ASTROLOGO NESTOR SANCHEZ QUINTERO, LEAN EN TWITTER Y EN SUS LIBROS DE HISTORIA, ACCEDAN A TANTA GENTEE INFORMACION VERSADA EN LA REALIDAD DEL PAIS PERO EN CLAVE TRASCENDENTE, NO INMEDIATISTA NI AMBICIOSA DEL PODER, AUN EN CONTRA DE LA LIBERTAD DE VENEZUELA, DE ESA NUEVA JERUSALEM, DE ESA TIERA DE RIQUEZAS SIN FIN QUE AHORA ES AMBICIONADA POR POTENCIAS MUNDIALES EN SU LUCHA DESPIADADA POR TENER EL PODER EN LA GEOPOLITICA MUNDIAL…SI UNOS MUCHACHOS DECODIFICAN GUERRA DE TRONOS, JUEGOS DEL HAMBRE Y TANTOS MENSAJES IMPLICITOS EN SERIES DE CINE Y TV, ¿COMO NO ENTIENDEN ESTOS ADULTOS, QUE VAINA TAN IMPORTANTE ESTAMOS VIVIENDO?. RECUERDEN Y CONECTENSE CON LA CANTIDAD DE SIMBOLOS CUYAS CLAVES NOS DIERON INSIGNES PROFESORES Y PERSONAJES DE NUESTRA INFANCIA, Y SOBRE TODO LA SECUENCIA DE HECHOS POLITICOS TRASCENDENTALES QUE HOY ESTAN DE NUEVO EN EL TAPETE, PERO CON MAYOR VIRULENCIA Y EXIGENCIAS. ¿QUE LES PASO?

Hagamos como Aureliano y expresemos lo que tenemos que decir sin miedo, recuerden que el fue quien le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. La tarea llevó más tarde a los habitantes de Macondo a colgar en la cerviz de la vaca un letrero más explícito que decía: “Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche”.

Siguiendo el ejemplo de Aureliano y José Arcadio, escribíamos y expresemos nuestra historia en las redes, Twitter o lo que consideremos oportuno y asi evitar colectiva e individualmente lo que los científicos todavía no pueden explicar pero que yo estoy viendo en la comunidad, porque no tienen en sus manos todas las piezas de este complejo rompecabezas. Saben, gracias a las investigaciones de la última década, que en el caso del alzhéimer la comunicación entre los millones y millones de neuronas, por las que viajan nuestros recuerdos y pensamientos, se va alterando lentamente.

El delicado sistema de mensajería del cerebro, compuesto por señales químicas, que llamamos neurotransmisores, y señales eléctricas entre neurona y neurona, comienza a corromperse por culpa de “una basura” química llamada B-amiloide.

Mientras se acumula esa basura que va provocando cortocircuitos en neuronas de algunas zonas del cerebro, aparecen los primeros síntomas, casi imperceptibles: el olvido de la palabra yunque de Aureliano, el olvido de fechas, de caras conocidas, ligeros cambios en el comportamiento, a veces cambios de humor.

A medida que los fragmentos de amiloide se reúnen formando placas y marañas neurofibrosas, las neuronas se desconectan, van muriendo y con ellas se esfuman los mejores recuerdos de nuestras vidas, también los malos momentos, los triunfos, los fracasos, los miedos y los secretos que nunca contamos.

Por este motivo, hoy quiero traer a la memoria de mis lectores, ese capitulo inolvidable de “Cien Años de Soledad”: Recordemos que un día la india Visitación descubre en Rebeca (la misteriosa niña, comedora de tierra, que llega a casa de los Buendía cargada con un saquito con los huesos de sus padres) los síntomas de la peste del insomnio. La india, que muchos años antes había escapado de su reino huyendo del insomnio, explicó a la familia que " lo más terrible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que, cuando el enfermo se acostumbra a sus estado de vigila, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado." Al cabo de varias semanas, no solo se habían contagiado todos los habitantes de la casa, sino que los animalitos de caramelo fabricados por Úrsula Iguarán propagaron la peste por todo Macondo, pues el insomnio se transmitía por vía oral. Para que la enfermedad no alcanzara a otras poblaciones de la ciénaga, Macondo fue sometido a cuarentena. Los forasteros debían hacer sonar una campanita para que se supiese que estaban sanos, y tenían prohibido comer y beber en Macondo. Llegó un momento en que los habitantes de Macondo se habían habituado a esa situación excepcional y ya a nadie le preocupaba el insomnio. Pero...

Un día [Aureliano] estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: "tas". Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella la primera manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo, de modo que le bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde la impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre:mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerca, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.

En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la calle central que decía Dios existe. En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante. Pilar Ternera fue quien más contribuyó a popularizar esa mistificación, cuando concibió el artificio de leer el pasado en las barajas como antes había leído el futuro. Mediante ese recurso, los insomnes empezaron a vivir en un mundo construido por las alternativas inciertas de los naipes, donde el padre se recordaba apenas como el hombre moreno que había llegado a principios de abril y la madre se recordaba apenas como la mujer trigueña que usaba un anillo de oro en la mano izquierda, y donde una fecha de nacimiento quedaba reducida al último martes en que cantó la alondra en el laurel. Derrotado por aquellas prácticas de consolación, José Arcadio Buendía decidió entonces construir la máquina de la memoria que una vez había deseado para acordarse de los maravillosos inventos de los gitanos. El artefacto se fundaba en la posibilidad de repasar todas las mañanas, y desde el principio hasta el fin, la totalidad de los conocimientos adquiridos en la vida. Lo imaginaba como un diccionario giratorio que un individuo situado en el eje pudiera operar mediante una manivela, de modo que en pocas horas pasaran frente a sus ojos las nociones más necesarias para vivir. Había logrado escribir cerca de catorce mil fichas, cuando apareció por el camino de la ciénaga un anciano estrafalario con la campanita triste de los durmientes, cargando una maleta ventruda amarrada con cuerdas y un carrito cubierto de trapos negros. Fue directamente a la casa de José Arcadio Buendía.

Visitación no lo conoció al abrirle la puerta, y pensó que llevaba el propósito de vender algo, ignorante de que nada podía venderse en un pueblo que se hundía sin remedio en el tremedal del olvido. Era un hombre decrépito. Aunque su voz estaba también cuarteada por la incertidumbre y sus manos parecían dudar de la existencia de las cosas, era evidente que venía del mundo donde todavía los hombres podían dormir y recordar. José Arcadio Buendía lo encontró sentado en la sala, abanicándose con un remendado sombrero negro, mientras leía con atención compasiva los letreros pegados en las paredes. Lo saludó con amplias muestras de afecto, temiendo haberlo conocido en otro tiempo y ahora no recordarlo. Pero el visitante advirtió su falsedad. Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte. Entonces comprendió. Abrió la maleta atiborrada de objetos indescifrables, y de entre ellos sacó un maletín con muchos frascos. Le dio a beber a José Arcadio Buendía una sustancia de color apacible, y la luz se hizo en su memoria. Los ojos se le humedecieron de llanto, antes de verse a sí mismo en una sala absurda donde los objetas estaban marcados, y antes de avergonzarse de las solemnes tonterías escritas en las paredes, y aun antes de reconocer al recién llegado en un deslumbrante resplandor de alegría. Era Melquíades.

(Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Alfaguara, Colección "Biblioteca" de Gabriel García Márquez, Madrid, 1982, pp. 49-51)

Historia de presagios, de acontecimientos y conductas que no deben repetirse, que también recuentan anécdotas, es la vida que late en las venas de los pueblos que resume la esencia de un transcurso sencillo, de un habitar tranquilo y óptimo para que la política, el arte y las formas variadas de la vida sucedan de una generación a otra y que al narrarlos se traduzcan en el realismo mágico necesario para habitar la existencia humana/ novela excelente, esa es la factura que aun debemos al "Gabo". NO LO OLVIDEMOS

LOS TAMBORES DE LA HABANA

Antonio Sánchez García | julio 20, 2017 | Web del Frente Patriotico

Volvemos a caer en las garras de la manipulación y el nariceo de la dictadura. Una gigantesca rebelión convertida en agua de borrajas gracias a la alquimia de los tamborileros de La Habana. ¿Deberemos hacer como Ulises al pasar frente a las sirenas y taponar los oídos de los galeros de la MUD? O, en un acto de rebelión de la marinería, ¿tiraremos a los traidores por la borda? Nos aproximamos a ese desenlace. La Iglesia ya los desembarcó. Faltamos nosotros.

Antonio Sánchez García @sangarccs

Llevamos medio siglo bailando al son de los tambores de La Habana. Es el prodigio incontestable del tamborero mayor, Fidel Castro, quien a fuerza de osadía, talento, inescrupulosidad, crueldad y decisión, los mayores atributos de un asaltante político de sesgo hitleriano, ha tenido a todo un continente pendiente, si no aprisionado por sus delirios y ocurrencias. ¿Quién hubiera podido imaginar que aquella isla tropical dulce por fuera y amarga por dentro, como la definiera Nicolás Guillén, independizada del dominio colonial español a la fuerza y contra su máxima voluntad por las cañoneras norteamericanas, arrodillaría al imperio, obligaría a comer mierda – como suelen decir los cubanos en máxima expresión de su antropología cultural – a una buena docena de presidentes norteamericanos, cubriría de sangre sociedades otrora famosas por su tenacidad, belicosidad y porfía conservadoras, como el Chile de Salvador Allende, y terminaría esclavizando al país de más salvajes tradiciones políticas que le enseñara modales en los años de su máximo esplendor?

No se ha escrito el estudio del insólito y asombroso perfil de ese matón, chamán, brujo, patriarca, caudillo, pistolero y hampón que convirtiera un paraíso turístico de música y sensualidad, de arena, sol y palmeras, en un campo de concentración repleto de esclavos complacientes y orgullosos de su esclavitud. Aclamado por el progresismo mundial. Respetado por las más insignes academias del planeta. Hitler no fue capaz de incinerar a seis millones de judíos bailando al son de rumba, bolero y guaguancó, como lo ha hecho Fidel Castro con once millones de afrocubanos. Ni sería adorado por premios Nobeles de literatura y paz, filósofos existencialistas, papas complacientes y demócratas de color. Asesinó de propia mano a campesinos que se le rebelaran, encarceló a intelectuales, sacerdotes y compañeros revolucionarios que pretendieran reconquistar la democracia, hundió con crueldad inaudita en un mar infestado de tiburones a niños, mujeres y ancianos que sólo pretendían huir del infierno y encontrar asilo en donde pudieran vivir sus vidas sin las atrocidades y penurias impuestas por este monstruo tiránico. Y destiló una insólita sabiduría de dominación, sometimiento y esclavización dignas de las figuras más siniestras de la antigüedad clásica. Un Nerón y un Calígula tropical. Con ímpetus de Julio César.

Los trucos de ese arte del sometimiento son de una simpleza que asombra continúen desconcertando a políticos latinoamericanos experimentados. Los venezolanos los hemos venido sufriendo al extremo de habernos convertido en fieles danzantes al son de sus tambores de guerra. La clave está en la astucia con que desde los aparatos de dominación castrocomunistas cubanos se estafa y engaña con total impunidad a treinta millones de venezolanos, se naricea al liderazgo de toda una nación en rebeldía y se les impone seguir bailando al son del tamborilero habanero. Hace tres meses continuó desbordándose la que he llamado “revolución de febrero del 2014″, se desató la rebelión más pujante, decidida y valiente de la historia de una nación que se ha construido con sangre, sudor y lágrimas. Que fue capaz de quebrarle el espinazo a un imperio, sin necesidad del auxilio de cañoneras yanquis. Movilizando a millones de venezolanos de toda suerte, raza, condición social y color político que puso al sátrapa – un ágrafo y hamponil agente de los servicios de inteligencia política cubana – y sus pandillas, al borde del abismo. Conscientes de que esa masa enfurecida había sobrepasado a una dirigencia – como diría Rómulo Betancourt, “obsoleta y periclitada” – carente de la más elemental grandeza y de que el recurso a la negociación y al diálogo se había agotado, puso sobre el tablero el artilugio de una amenaza meramente leguleya y constitucional, pero travestida de las vestimentas de un espantapájaros capaz de provocar el terror de los incautos: convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Tan descaradamente hamponil y contra natura que ni siquiera debió ser tomada en serio. La MUD no sólo se la tomó en serio: le vino de perillas para sofrenar los espíritus que ella misma invocara. Que sólo quisiera manipular para heredar el coroto, pero que ve alebrestarse más allá de lo tolerable poniendo en peligro sus propias ambiciones personales. En un clásico gesto de su congénita e inveterada ambigüedad negociante y apaciguadora. Preparando de paso a su cohorte de intelectuales, académicos y asesores de medio pelo para que pidieran cacao.

Bastó esa ridícula amenaza, cuyo único soporte son unas fuerzas armadas narcotraficantes y ladronas para que se respondiera no con una paro indefinido o una huelga general, asomando el asalto a los derrumbados bastiones del Poder y la guillotina para el pescuezo mayor, sino con una movilización electoral. Voto-terapia. ¿Qué se obtuvo? Nada y mucho. Nada, pues se trató de una caricia frente al espejo de un pueblo enardecido. Mucho, pues puso al desnudo el músculo potencial de siete millones y medio de combatientes dispuestos a estrangular con sus propias manos a la pandilla hamponil que la reprime y sacar a patadas en el trasero a los invasores cubanos. Y una vez más, vuelta a la traición. La que Borges y Henry Ramos inauguraran en abril del 2014, repitieran en el 2015 y reiteraran en el 2016.

Volvemos a caer en las garras de la manipulación y el nariceo de la dictadura. Todo ello gracias al arte de los tambores de La Habana. ¿Deberemos hacer como Ulises al pasar frente a las sirenas y taponar los oídos de los jefes de la MUD? O, en un acto de rebelión de la marinería, ¿tiraremos a los traidores por la borda? Nos aproximamos a ese desenlace. La Iglesia ya los desembarcó. Faltamos nosotros.

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