top of page

“La traición fue total, generalizada y sin excepciones, desde la izquierda hasta la derecha.” Sebast


Antonio Sánchez García | septiembre 8, 2017 Web del Frente Patriotico

“La traición fue total, generalizada y sin excepciones, desde la izquierda hasta la derecha.”

Sebastian Haffner, Historia de un alemán, 1939.

Héctor Schamis, Consejero Académico del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) y profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos y en el programa “Democracy & Governance” de la Universidad de Georgetown, además de ser un importante especialista en asuntos latinoamericanos, es uno de los más destacados columnistas internacionales del periódico español El País. Desde cuyas páginas de opinión sigue la evolución de la política regional y hemisférica, con particular incidencia en el insólito universo político venezolano. No deja de ser sorprendente y atractivo para un perspicaz analista político como Schamis, habituado a comprender procesos sociopolíticos sujetos a cierta lógica y un mínimo ordenamiento categorial, asomarse al extravagante decurso de un proceso absolutamente ajeno a todo logos, a toda racionalidad discursiva, a toda tradición y, por eso mismo, inédito en el escenario mundial. Una “revolución” sin parangón con ninguna otra revolución socialista conocida, de cuya tradición se reclama, y de tal manera extravagante, inescrupulosa y desenfada, que se arrastra por los laberintos dictatoriales dejando ver sus vísceras sin pudor alguno. Que yo sepa, es la primera revolución contrarrevolucionaria de la historia. Que se propone regresar al más remoto pasado en nombre del más remoto futuro. Haciendo de la corrupción y la mentira sus principales instrumentos de dominación.

Pues estamos ante la resurgencia del más oscuro corazón de nuestras tinieblas. Ante la cual no cabría otro comentario que aquel que expresara al morir Kurz, el siniestro personaje en las sombras de esa extraordinaria novela de Joseph Conrad: ¡El horror! ¡El horror! Si bien en este horror aún no se registran casos de canibalismo, ya se observa a miles de venezolanos hambrientos rastrojeando en los basurales y peleándose por trozos de perros muertos para poder sobrevivir. El único zoológico de Caracas ve mermar sus ejemplares en aras de alimentar a sus hambreados asaltantes. Mientras las pandillas narcotraficantes y narcoterroristas que controlan al país, en concubinato con sus fuerzas armadas, bajo el control y la dirección del gobierno cubano, verdadero dueño del país, se enriquecen más allá de toda imaginable medida. No es el rey Leopoldo de Bélgica el amo de este congoleño corazón de las tinieblas: fue Hugo Chávez y Fidel Castro, en el pasado y hoy lo son Raúl, su hermano y Nicolás Maduro, su agente. Así se niegue, según señalan los medios internacionales, a seguir el consejo de monseñor Parolin, jefe de la cancillería vaticana, que pareciera querer instarlo a retirarse de Venezuela y permitir la transición hacia su democracia. Según esos medios, Raúl Castro alegaría la cerril oposición de los sectores más radicales y obtusos del Partido Comunista cubano. ¡Como si ellos no fueran tan esclavos suyos como lo son Nicolás Maduro y sus esbirros!

Le asiste absoluta razón a Héctor Schamis al culpar a la MUD, epitome de la oposición venezolana, de practicar la claudicación como práctica política sistemática. Y demostrarlo enumerando las veces en las que ella incurriera expresamente en dicha perversa práctica. Vale decir: someterse sin mayores objeciones ni impedimentos a las presiones y a las tentaciones de poder con las que la mangonea la dictadura. Así lo traten de enmascarar los dirigentes de sus partidos, acompañados de sus doctores, asesores y comunicadores. Inconscientes de la inmensa gravedad del asalto o cómplices indirectos, por acción u omisión, del asalto mismo. Lo que resulta patético y lamentable dada la obviedad de la falsía de tales tentaciones y la crudeza sin límites de sus presiones. Así como las graves consecuencias de tales claudicaciones. Es más: comprobado, además, la inutilidad de tales tentaciones cuando aparentemente se obtienen los frutos y se los pone ante la comprobada incapacidad de los triunfadores para hacer con el poder conquistado aquello para lo que fueran delegados por aclamación, como sucediera con la extraordinaria conquista de la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, tirada al basurero de bravuconadas, bravatas y gesticulaciones inútiles. Enumera los ya innumerables casos que lo demuestran. Y lo que constituye más que un acto de claudicación, un acto de traición al pueblo venezolano reiterado cada vez que la fuerza de la resistencia callejera llevara al régimen al borde del abismo, para salvarlo a la hora de la campanada. ¿Estupidez o infamia? No tengo la respuesta.

Esta claudicación continua y sistemática no tiene parangón en nuestra historia. Sin dichas claudicaciones, el régimen hubiera llegado a su fin y la democracia se hubiera reinstaurado en Venezuela desde hace por lo menos tres años, cuando al cabo de la insurrección estudiantil puesta en marcha por Leopoldo López, poniéndose de espaldas a los acuerdos de esa misma MUD en febrero de 2014, Nicolás Maduro se viera en la obligación de mandar a los estados andinos tropas de auxilio de sus fuerzas armadas, urgiera el auxilio del narco presidente Ernesto Samper al frente de la UNASUR y clamara por el socorro de todas las cancillerías latinoamericanas para sacarlo del apuro. Ante cuya desesperación, en vez de terminar por darle el puntillazo en ese momento postrero, corrieran en su auxilio Henry Ramos, Julio Borges, Manuel Rosales y Henry Falcón, lanzándole el salvavidas auto mutilador del llamado diálogo. Al que el régimen respondiera con el enjuiciamiento y condena de Leopoldo López, el encarcelamiento de Antonio Ledezma, de Daniel Ceballos y centenas de jóvenes insurrectos. Imposible caso más ejemplarizante del fracaso de intentar dialogar con un régimen dictatorial. Vale decir: del inequívoco resultado de la claudicación. Cabe la pregunta: ¿una claudicación involuntaria o consentida, buscada expresamente o resultado de la ignorancia y la inexperiencia del llamado liderazgo? Como parecen ser sistemáticas, cabe imaginar que son parte de la política de la MUD: impedir la rebelión y apostar todos sus fuegos a una salida consensuada del más puro estilo lampedusiano: cambiar todo para que no cambie nada. El monstruo de dos espaldas de la cuarta y la quinta, magistralmente representadas por el socialdemócrata Zapatero.

A pesar de la disposición en contrario de la llamada Mesa de Unidad Democrática, esa condena y esos encarcelamientos, en lugar de terminar por acallar la rebelión, la potenciaron. Gracias, en gran medida, a la porfía contestataria de nuestros dos presos políticos emblemáticos, a la lealtad de sus seguidores, a la solidaridad de los factores verdaderamente opositores, con o sin partido, a la visión de futuro de una sociedad que además de exigir sin medias tintas el desalojo del régimen dictatorial ha asomado su deseo de construir una nueva Venezuela, auténticamente liberal, moderna y democrática y a los brutales hechos: una crisis humanitaria sin precedentes en América Latina, un volcánico descontento popular que terminó por unir a todas las clases y sectores sociales en un magma insurreccional como nunca antes visto en nuestro país, a la solidaridad internacional prácticamente unánime de todas las democracias del mundo. Al comportamiento extraordinario del Secretario General de la OEA, Luis Almagro. A la ejemplar venezolanidad de nuestra Iglesia Católica, al coraje y la lucidez de nuestros obispos y cardenales. Jamás Venezuela estuvo más cerca de hacer tierra arrasada con la dictadura ya abiertamente castrocomunista de Nicolás Maduro, sacudirse las taras y lacras del presente y del pasado y abrirse a la construcción de la gran Venezuela del futuro con la que la inmensa mayoría de sus ciudadanos soñamos. Un 85% de nuestra ciudadanía, según todas las encuestas.

Algún día se escribirá la historia de esos últimos cien días que conmovieron al mundo. Abarcan los meses de abril, mayo y junio últimos, saldados con 144 asesinatos de jóvenes mártires – en su inmensa mayoría jóvenes de entre 14 y 22 años, de origen humilde y muchos de ellos hijos únicos de familias proletarias decididos a dar sus vidas en aras de ese futuro anhelado, miles de heridos y miles de presos políticos. Ante la indignación de una comunidad internacional resuelta, como lo señalara el presidente de los Estados Unidos, a emplear todos los medios disponibles y necesarios para ponerle fin a la que bien podría ser llamada “la tragedia venezolana”.

Conozco casos estremecedores que testimonian de la decisión de combate de los venezolanos de los más distintos estratos sociales. Médicos y paramédicos de clínicas caraqueñas que dejaron sus consultorios y salieron a las calles de sus alrededores para sumarse a la lucha generalizada en una decisión insurgente desconocida para todos ellos. Enfrentándose a las bandas de desalmados motorizados y armados hasta los dientes con los que la dictadura intentó controlar lo que ya se veía como inevitable: una masiva y general insurrección popular infinitamente más vasta y profunda que la del 23 de enero de 1958, sin el asomo de un solo uniforme: la sociedad civil parecía decidida a asumir los destinos del futuro en sus manos y avanzar hasta derribar los muros de la tiranía.

¿Qué sucedió para que ese magma volcánico se detuviera en seco, las masas insurrectas volvieran al aislamiento de sus hogares y los prolegómenos de esta auténtica revolución democrática se empacharan en el asombro, la parálisis y el silencio? ¿Qué hecho desconcertante y ominoso pero de un brutal efecto demostrativo pudo frenar el ímpetu revolucionario de los venezolanos, fracturar el más doloroso, sangriento y sacrificado esfuerzo en vidas y permitir la sobrevivencia de la dictadura cuando sus cabezas parecían rodar por los suelos? ¿Cuál fue esa última claudicación, al parecer definitiva, de quienes teniendo en su poder el desalojo del régimen terminaron por asegurarle su sobrevivencia y ahogar las fuerzas de la insurgencia?

Es demasiado temprano para contar la historia de estas claudicaciones, coronadas por la gran claudicación culminada con el sorpresivo desenlace del 9 de julio de este sangriento 2017. Cuando los largos, sistemáticos y denodados esfuerzos del agente de los Castro, el socialista español José Luis Rodríguez Zapateros, visitando al prisionero de Ramo Verde lograra finalmente el éxito de sus esfuerzos, cuyos objetivos jamás ocultara: impedir el desalojo e imponer la estrategia castrista de mantener en el poder a Nicolás Maduro. De cuyos servicios a la tiranía cubana una afirmación de Fidel Castro puesta de titular en el órgano impreso del régimen Granma al comienzo de su mandato dejara impresa constancia: “Nicolás Maduro es nuestro hombre en Caracas”. Quebrarle las piernas a toda resistencia, llevar a la llamada oposición por los oscuros callejones electorales de la dictadura y montar desde ahora mismo, como una zanahoria atada al burro de la vieja leyenda, las elecciones presidenciales para diciembre de 2018.

No es la primera ni será la última vez que una dirigencia política inconsciente traicione deliberadamente a un pueblo indignado y resuelto a emanciparse. Cumpliéndose una vez más el famoso apotegma del alemán Carlos Marx, según el cual la historia repite sus tragedias, pero como farsas. Así se refirió el gran intelectual alemán Sebastian Haffner a la traición de los políticos al pueblo alemán en enero de 1933: “Claro que tuvo que ocurrir algo más para que este mecanismo fuese perfecto: la traición cobarde de los dirigentes de todos los partidos y organizaciones en quienes confió el cincuenta y seis por ciento de los alemanes que votó en contra de los nazis el 5 de marzo de 1933…Sólo esta traición puede explicar de una vez por todas el hecho, a primera vista inexplicable, que una gran nación, que al fin y al cabo no sólo está compuesta de cobardes, cayese en semejante vergüenza sin oponer ninguna resistencia. La traición fue total, generalizada y sin excepciones, desde la izquierda hasta la derecha.”[1]

[1] Historia de un alemán, Sebastian Haffner, Págs. 138-139. Ediciones destinos, 2001, Madrid, España.

Tema del traidor y del héroe es un cuento del escritor argentino Jorge Luis Borges, que se incluyó en la colección Ficciones (1944), bajo el epígrafe de Artificios. Originalmente fue publicado en el número 112 de la revista Sur.​ Es uno de los cuentos más breves de Borges, de apenas mil palabras. El autor cuenta al principio que es solo un argumento que ha imaginado «bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida)» y que faltan «pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún».

Este cuento fue adaptado al cine por Bernardo Bertolucci en 1970, en la película La estrategia de la araña (Strategia del ragno).

Tema del traidor y del héroe cuenta la historia de un investigador, Ryan, que descubre misteriosas coincidencias entre las circunstancias de la muerte de Julio César con las del héroe revolucionario irlandés Fergus Kilpatrick, que murió asesinado en un teatro en la víspera de la revolución que había planeado. Pero cuando descubre también coincidencias entre la conversación que tuvo Kilpatrick con un mendigo el día de su muerte y la obra de Shakespeare Macbeth, que su principal seguidor, James Alexander Nolan había traducido al gaélico los dramas principales de Shakespeare, así como escrito un artículo sobre los Festspiele de Suiza, «vastas y errantes representaciones teatrales, que requieren miles de actores y que reiteran hechos históricos en las mismas ciudades y montañas donde ocurrieron» y que Kilpatrick ordenó la ejecución de un traidor en el último cónclave antes de la revolución, deduce la verdad detrás de la historia popular. Nolan había descubierto que el traidor que buscaban era el mismo Kilpatrick, pero para no perjudicar a la revolución, cuyo principal representante para el pueblo era Kilpatrick, decidió que la ejecución del traidor se usaría para fomentar el estallido revolucionario. Así, planeó todas las palabras que diría Kilpatrick, todo lo que haría antes de ser asesinado por un misterioso personaje en un teatro de Dublín, basándose en las obras de Shakespeare, de forma que quedaran ancladas en el imaginario popular.

Final alternativo

En septiembre de 2013 investigadores del Programa de investigación y búsqueda de fondos Borgeanos de la Biblioteca Nacional de Argentina encontraron un manuscrito inédito con el párrafo final de la versión del cuento publicada en Ficciones, no incluido en la versión publicada en la revista Sur, entre las páginas del número 112 de dicha revista,​ el mismo donde originalmente se publicó el relato

Tema del traidor y del héroe (Artificios, 1944; Ficciones, 1944) Yo, como quizá muchos lectores, consideraba un trabajo difícil el enfrentarme ante la obra de Jorge Luis Borges; y no porque me haya visto dentro de alguna experiencia de lectura compleja o incómoda. Estos motivos no son más que los mitos que se han formado en mi cabeza después de escuchar repetidamente el nombre de tal escritor. Así que, como único consejo que puedo proponer es el de olvidar, por sólo un momento, a quien estamos leyendo. Cuando utilizo la expresión “sólo un momento”, es para aclarar que después de ello, el lector deberá retomar los conocimientos previos y llenar los puntos de indeterminación que hayan quedado pendientes en la reconstrucción del texto: trabajo por demás complejo.

En el caso del cuento “Tema del traidor y del héroe”, que se incluyó en la colección Ficciones en 1944, es importante, no perder de vista los niveles de ficción que se manejan. Para ello, el lector deberá estar al tanto de los puntos clave, en que se den los saltos de narración a narración dentro de la misma. Es decir, Borges presenta una ficción inicial, en ella, la voz narrativa lleva el desarrollo del relato. Esta voz es un personaje que, bajo su poder como miembro del consejo áulico Leibniz, es quien imaginó el relato que dice: lo justifica en sus tardes libres. Dentro de este relato, encontramos una atmósfera de mayor lejanía, y volatilidad imaginaria, pues el autor ficcional, propone un escenario inasible, no lo sitúa en un lugar específico, en cambio, nos lanza distintas opciones tan lejanas como Polonia, Irlanda, la república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico que hacen fluir la fantasía. Sin embargo, para facilitar la narración, nuestro autor ficcional elige Irlanda y el año de 1824. Es aquí, cuando la ficción dentro de la ficción toma lugar y conocemos a Ryan, escritor de la biografía de Fergus Kilpatrick, el centro del laberinto circular. Hasta entonces conocemos la historia del traidor y del héroe, que premeditó la gloria del grupo de conspiradores del cual era líder. Este hombre, muerto a causa de una elaborada conspiración de la cual formó parte, junto con James Nolan, echa mano de la ficción literaria para utilizar recursos que apoyen el teatro del asesinato que está por suceder. El autor real, Borges, convierte elementos reales en ficticios, es decir, obras ya escritas, son utilizadas dentro de su ficción como parte de la utilería metafórica que acompañará a sus personajes. Casi al finalizar el relato, nos damos cuenta que la historia de Fergus Kilpatrick es una sospecha de Ryan y, a su vez, Ryan es imaginado por el discurridor y exornador de elegantes misterios que, a su vez, es una creación de Borges.

Redacción: Ariana Zacarías Colaboradora de la revista: Fatum, el andar de las letras

Jorge Luis Borges (1899–1986)

So the Platonic Year Whirls out new right and wrong, Whirls in the old instead; All men are dancers and their tread Goes to the barbarous clangour of a gong. W. B. Yeats: The Tower.

Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, 3 de enero de 1944, la vislumbro así. La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, La república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico... Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o al empezar el siglo XIX. Digamos (para comodidad narrativa) Irlanda; digamos 1824. El narrador se llama Ryan; es bisnieto del joven, del heroico, del bello, del asesinado Fergus Kilpatrick, cuyo sepulcro fue misteriosamente violado, cuyo nombre ilustra los versos de Browning y de Hugo, cuya estatua preside un cerro gris entre ciénagas rojas. Kilpatrick fue un conspirador, un secreto y glorioso capitán de conspiradores; a semejanza de Moises que, desde la tierra de Moab, divisó y no pudo pisar la tierra prometida, Kilpatrick pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditado y soñado. Se aproxima la fecha del primer centenario de su muerte; las circunstancias del crimen son enigmáticas; Ryan, dedicado a la redacción de una biografía del héroe, descubre que el enigma rebasa lo puramente policial. Kilpatrick fue asesinado en un teatro; la policía británica no dio jamás con el matador; los historiadores declaran que ese fracaso no empaña su buen crédito, ya que tal vez lo hizo matar la misma policía. Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o combinar hechos de remotas regiones, de remotas edades. Así, nadie ignora que los esbirros que examinaron el cadáver del héroe, hallaron una carta cerrada que le advertían el riesgo de concurrir al teatro, esa noche; también Julio César, al encaminarse al lugar donde lo aguardaban los puñales de sus amigos, recibió un memorial que no llegó a leer, en que iba declarada la traición, con los nombres de los traidores. La mujer de César, Calpurnia, vio en sueños abatir una torre que le había decretado el Senado; falsos y anónimos rumores, la víspera de la muerte de Kilpatrick, publicaron en todo el país el incendio de la torre circular de Kilgarvan, hecho que pudo parecer un presagio, pues aquél había nacido en Kilvargan. Esos paralelismos (y otros) de la historia de César y de la historia de un conspirador irlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma del tiempo, un dibujo de líneas que se repiten. Piensa en la historia decimal que ideó Condorcet; en las morfologías que propusieron Hegel, Spengler y Vico; en los hombres de Hesíodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro. Piensa en la transmigración de las almas, doctrina que da horror a las letras célticas y que el propio César atribuyó a los druidas británicos; piensa que antes de ser Fergus Kilpatrick, Fergus Kilpatrick fue Julio César. DE esos laberintos circulares lo salva una curiosa comprobación, una comprobación que luego lo abisma en otros laberintos más inextricables y heterogéneos: ciertas palabras de un mendigo que conversó con Fergus Kilpatrick en día de su muerte, fueron prefiguradas por Shakespeare, en la tragedia de Macbeth. Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible... Ryan indaga que en 1814, James Alexander Nolan, el más antiguo de los compañeros del héroe, había traducido al gaélico los principales dramas de Shakespeare; entre ellos, Julio César. También descubre en los archivos un artículo manuscrito de Nolan sobre los Festpiele de Suiza: vastas y errantes representaciones teatrales, que requieren miles de actores y que reiteran hechos históricos en las mismas ciudades y montañas donde ocurrieron. Otro documento inédito le revela que, pocos días antes del fin, Kilpatrick, presidiendo el último cónclave, había firmado la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre ha sido borrado. Esta sentencia no coincide con los piadosos hábitos de Kilpatrick. Ryan investiga el asunto (esa investigación es uno de los hiatos del argumento) y logra descifrar el enigma. Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches. He aquí lo acontecido: El 2 de agosto de 1824 se reunieron los conspiradores. El país estaba maduro para la rebelión; algo, sin embargo, fallaba siempre: algún traidor había en el cónclave. Fergus Kilpatrick había encomendado a James Nolan el descubrimiento del traidor. Nolan ejecutó su tarea: anunció en pleno cónclave que el traidor era el mismo Kilpatrick. Demostró con pruebas irrefutables la verdad de la acusación; los conjurados condenaron a muerte a su presidente. Éste firmó su propia sentencia, pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria. Entonces Nolan concibió un extraño proyecto. Irlanda Idolatraba a Kilpatrick; la más tenue sospecha de su vileza hubiera comprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo de la ejecución del traidor un instrumento para la emancipación de la patria. Sugirió que el condenado muriera a manos de un asesino desconocido, en circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraran la rebelión. Kilpatrick juró colaborar en ese proyecto, que le daba ocasión de redimirse y que rubricaría su muerte. Nolan, urgido por el tiempo, no supo íntegramente inventar las circunstancias de la múltiple ejecución; tuvo que plagiar a otro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitió escenas de Macbeth , de Julio César. La pública y secreta representación comprendió varios días. El condenado entró en Dublin, discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas, y cada uno de esos actos que reflejaría la gloria, había sido prefigurado por Nolan. Centenares de actores colaboraron con el protagonista; el rol de algunos fue complejo; el de otros, momentáneo. Las cosas que dijeron e hicieron perduran en los libros históricos, en la memoria apasionada de Irlanda. Kilpatrick, arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con actos y con palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas. En la obra de Nolan, los pasajes imitados de Shakespeare son los menosdramáticos; Ryan sospecha que el autor los intercaló para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprende que él también forma parte de la trama de Nolan... Al cabo de tenaces cavilaciones, resuelve silenciar el descubrimiento. Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; también eso, tal vez, estaba previsto.

“El silencio divino es ocasionado por el rechazo del hombre al Señor. Si el pueblo se convierte y regresa al Creador, también Dios se mostrará disponible para salir a su encuentro y abrazarlo”. (San. J. Pablo II; discurso del 11 de Dic./02).

LA NATURALEZA DEL RÉGIMEN José Domingo Blanco (Mingo) Hubo una vez un Hermman Escarrá que fue opositor. Sí, unEscarrá que denigraba del régimen y denunciaba sus actuaciones sin importarle que, en ese bando, se encontraba su hermano. De eso, hace una década más o menos. En el año 2007, si mi memoria no falla, Escarrá era, incluso, un vocero de la oposición. Más de una vez lo entrevisté y, con esa formalidad tan suya, decía –y me permito citarlo: “este es un régimen caracterizado por el maridaje inmoral entre la casta política que se ha entronizado en el poder y el usufructo de los dineros públicos. Por eso, uno los ve por ahí comprando casas en Miami, comprando casas en las principales urbanizaciones. Los mejores y más importantes vehículos, son ellos quienes los tienen; es decir, se trata de una nueva casta política, una nueva casta económica, que se ha montado sobre la corrupción y se ha enseñoriado sobre toda la nación. Eso es lo que hay que enfrentar. Y por eso es que nosotros decimos que nuestra lucha no es solo enfrentar el proyecto de destrucción de la República sino reconstruir la restauración ética y moral de Venezuela”. ¡¡Increíble!! ¿no? Es el mismo Hermann Escarrá que hoy tiene prohibida la entrada a EEUU porque al gobierno americano le huelen muy mal las lujosas propiedades y negocios que tiene en Florida. Esa ambigüedad, esos saltos de talanquera, los cambios de opinión, no sé a qué atribuírselos; pero, lo que sí puedo asegurarles es que, en aquel entonces, cuando conversábamos con él, enfatizaba lo que teníamos que hacer para salir de este régimen. Cuando lo consultábamos aseguraba que “el gran problema que tenemos en la oposición, el enorme problema que tiene el liderazgo opositor, es que desconoce la naturaleza del régimen”. Y además señalaba que nos faltaba organización ciudadana. Que teníamos que desconocer al régimen y apoyarnos en la Constitución. Que no era sólo convocar a una marcha, sino permanecer en la calle, sin retorno, hasta que el régimen cayera. ¡Qué nosotros, la sociedad civil, la ciudadanía, teníamos que acorralar al régimen! Sin embargo, el régimen del que despotricaba y calificaba con los más horrendos epítetos, lo sedujo. Tanto lo atrajo, que fue una pieza clave para que Nicolás y sus secuaces consumaran su fraude Constituyente, que Escarrá avala como asambleísta. Seguimos sin conocer la naturaleza del régimen. Un régimen al que hemos logrado arrinconar en varias ocasiones y que, de la mano de algunas de las oposiciones -que reculan en la estrategia- se oxigena y recupera las fuerzas. Ya en 2007 Escarrá nos decía lo que teníamos que hacer para salir de este desgobierno, y no lo hicimos. Ahora, el narcoestado corrigió sus debilidades y se fortalece. Gobierno y oposiciones se han burlado del diálogo, en todas las oportunidades habidas y por haber. La MUD dijo “no más diálogo hasta que se cumplan todas las condiciones”, y mintió. La MUD dijo “no iremos a elecciones porque el fin es salir de Maduro este año y rápido” y mintió. La MUD dijo “hay que promulgar el abandono del cargo y restaurar todos los poderes públicos” y mintió. La MUD dijo “la calle es la salida y los muertos son héroes” y mintió. La MUD dijo “no negociaremos con el régimen” y mintió. El régimen dice “esta revolución cada día se fortalece más. Hasta el 2030 y más” y no miente. Porque, en estos momentos, cualquier diálogo fortalece a la narcomafia que gobierna. Nicolás Maduro le ratifica al mundo que en Venezuela hay diálogo entre el gobierno y la oposición. Se jacta de ello. Y sus secuaces y los cómplices no tardan en refrendarlo. Ese diálogo, con elecciones, hará que el mundo reconozca a Nicolás y a su Constituyente Corporativa. Permite queMaduro logre reconocimiento y legitimidad. Y no es que me niegue al diálogo; pero, caramba, ya está bueno de engaños. Para dialogar hay que saber, con reglas del juego claras y que se cumplan, quienes son los contendores. Los gobiernos democráticos del mundo se conmueven cuando hasta el más sangriento dictador anuncia diálogo. Y eso ha sido así históricamente. Los países no se resisten a las salidas democráticas aun cuando estén teñidas de corrupción y teatro. Le conceden el beneficio de la duda a la intención de enmendar pacíficamente los errores. Este nuevo acercamiento entre el régimen y personeros de la MUD, detendrá las sanciones a la narcomafia. Frenará las actuaciones contra sus crímenes de lesa humanidad. ¿Para eso es el diálogo? ¿Para que el narcorégimen no reciba los castigos que le esperan? Diego Arria aseguraba que “es un hecho sin precedente en el mundo que narcos y criminales estén en pleno control de una nación”. Ante esto, solo nos queda la civilidad y la ciudadanía como estrategia. La protesta sin retorno era la propuesta de aquel Escarrá opositor cuando todavía no había ayudado a blindar la dictadura jurídicamente, y cuando el partido militar aún no estaba tan consolidado ni tan armado como está ahora. Una de las últimas entrevistas que hice en Puntos de Vista,antes de que cerraran la emisora, fue al profesor Agustín Blanco Muñoz quien dijo que, cuando la revolución advirtió que no tenía cómo ganar elecciones, promovió la violencia.Y el TSJ se encargó de montar las trampas. Esa es la naturaleza de este régimen. Es perverso como aquel que un día descubre que es más fácil –y más rentable- unírsele que combatirlo.

¡QUE NOS ASISTAN, POR FAVOR!

Robert Gilles Redondo | septiembre 19, 2017 | Web del Frente Patriotico

La catástrofe que vive Venezuela agota todas las adjetivaciones que existan en nuestra lengua castellana. El panorama es indescriptible. Se nos ha sometido a un proyecto político de naturaleza totalitaria que ha desmantelado la República, generando un inédito estado fallido y forajido. Un estado gangrenado por el narcotráfico, convertido en el cártel de la droga más poderoso del mundo por cuanto tiene a su servicio la estructura logística y la seguridad militar de todo el poder del Estado. Quienes dicen ser los representantes de esos poderes públicos y del naufragante proyecto político son, en realidad, los ejecutores del crimen más perfecto que ha visto el mundo y que nos podría recordar acaso los horrendos crímenes del nazismo contra el pueblo judío en el siglo XX. Mientras eso se realiza, un pueblo, treinta millones de víctimas, se ven sometidos a la hambruna, a la miseria absoluta, sin acceso a los servicios de salud y a los medicamentos, sin servicios públicos y con los niveles de violencia más altos que ni se comparan con el de los países en guerra. Un aparato productivo destruido en su totalidad, con la economía en default, un inédito proceso de hiperinflación y la paralización, por destrucción, de la industria petrolera.

Mil veces lo han dicho: el otrora país más rico de América Latina hoy vive la más grande crisis humanitaria, económica, social, cultural y política de toda su historia. Y digo cultural porque la espiral arrastró a los venezolanos a una terrible disociación social al punto de convertirles en parte del problema.

El panorama no podría complicarse más. Sumado a todo lo desgraciado que puede ser intentar describir a la Venezuela del 2017, existe una oposición revestida de invocaciones rebeldes que se arroga –en la denominada Mesa de la Unidad – la exclusividad del liderazgo, manejo y, casi que con infalibilidad pontificia, la estrategia de lo que debemos hacer como nación para liberarnos del lastre chavista. No bastó la estafa del diálogo de 2016, no bastaron los más de ciento cuarenta jóvenes venezolanos asesinados por las fuerzas armadas en el segundo trimestre de este año. No bastó el plebiscito del 16 de julio. Nada ha bastado y todo ha sobrado. Se impone de nuevo, sin derecho al pataleo – so pena de ser llamado agente del régimen o del G2 -, un diálogo que sin más ni menos contradice todo lo dicho durante este tiempo y desconoce las decisiones que hasta la fallida Asamblea Nacional había tomado, pasando por la declaratoria del abandono del cargo, la declaratoria de dictadura y la invocación del derecho a la rebelión consagrada en el artículo 350.

El diálogo, en ningún modo, puede ser el motivo para aceptar la permanencia del dictador en el poder que detentas por lo demás, de forma ilegítima. Mucho menos para reconocer la existencia de la tumultuaria asamblea constituyente que no es sino la más selecta colección de trúhanes del chavismo y la de unos cuantos malogrados ignorantes que realmente se creen el libreto ideológico que allí les proveen. ¿En eras de la vocación democrática que algunos se arrogan debemos aceptar y convivir con la ANC?

Pero el diálogo tampoco puede ser una vez más la feroz bofetada a las víctimas de la tortura, a los asesinados, a los lisiados, a los presos políticos, a los que mueren por hambre, sed y por falta de medicinas. No se puede dialogar con quien inflige sin pudor la peor y más dolorosa humillación a nuestro país y sus tradiciones en toda nuestra historia. Esa etapa de llamar a la recapacitación se agotó. Y se agotó el día en que las Fuerzas Armadas decidieron asumir la mortal represión durante las inmarcesibles manifestaciones de este año y se agotó el día en que la narcodictadura decidió pasar por encima de todos, a cualquier precio, con tal de seguir ejecutando su miserable proyecto totalitario.

Así que frente a este espectro no podemos sino alzar la voz. Alzarla contra ese fatídico proceso de negociación que se gesta en la República Dominicana para reforzar la convivencia de algunos sectores políticos con el narco régimen. Pero además de alzar la voz, no sólo por rechazo a quienes fungen de voceros y mediadores, tenemos el deber de pedir a la comunidad internacional asistencia directa a nuestra crisis.

Para ello hay que asumir la necesidad de superar políticamente a quienes están decididos a convivir con el chavismo el tiempo que sea necesario, a costa de esa falsa invocación de la salida pacífica, constitucional y democrática. Esto pasa por la constitución de un Gobierno para la Transición que presente a la comunidad internacional una clara hoja de ruta para la asistencia humanitaria y militar en Venezuela. Tal como lo ha expresado en su mandato la sociedad venezolana el pasado 16 de julio.

Ha llegado el momento de entender que en nuestro estado de absoluta indefensión no podemos sino casi que implorar que vengan a por los indeseables, nos asistan en nuestros esfuerzos por ponerle fin a la narco dictadura y al genocidio que se vive a diario en Venezuela. Tenemos que comenzar sin más demora la reconstrucción de la patria. De lo contrario, nada nos salva. Que no nos retrase la paciencia democrática. Que nos salve, por fin, la determinación histórica.

Robert Gilles Redondo

  • Black Facebook Icon
  • Black Twitter Icon
  • Black Pinterest Icon
  • Black Instagram Icon
FOLLOW ME
SEARCH BY TAGS
No hay etiquetas aún.
FEATURED POSTS
INSTAGRAM
ARCHIVE
bottom of page