¿Por que gusta tanto “Game of Thrones", los diferentes Super héroes, Hugo Chávez y “Juegos del
Carl Gustav Jung tuvo un sueño cuando aún estaba relacionado con Sigmund Freud, su maestro. En su autobiografía “Recuerdos, sueños, pensamientos”, Jung, al explicar la dinámica de su obra, señala el momento crucial en el que se le plantea como exigencia ineludible el conocimiento y el estudio de los mitos. Se trata del momento que precede y prepara la escritura de su obra “Símbolos de transformación”, publicada en 1912. Es el momento en que su relación con Freud entra en crisis, crisis que desemboca en ruptura precisamente con la publicación de ese libro, cuyos contenidos se desmarcan claramente de la doctrina de Freud, cuya actitud Jung atribuye al racionalismo y materialismo científico de fines del siglo XIX de la que Freud era fiel exponente. En ese tiempo que precede a 1912, la relación de Jung y de Freud es muy intensa. Hacen juntos en 1909 un viaje a EE.UU., que duró siete semanas y Jung narra cómo, estando juntos todos los días, analizaban mutuamente sus sueños. En ese tiempo, Jung tiene sueños de significado colectivo, con gran material simbólico. Especialmente uno de ellos fue de gran importancia para él pues le sugirió, según sus propias palabras, por vez primera, el concepto de inconsciente colectivo al tiempo que constituyó una especie de introducción a su libro “Símbolos de transformación”. Jung narra cómo lo que particularmente interesó a Freud de ese sueño fueron los dos cráneos que aparecían en la zona subterránea y más profunda de la casa, y cómo una y otra vez volvía a hablar de ellos, insinuando a Jung que tratara de hallar un deseo en relación con los mismos. “Naturalmente —escribe Jung— yo sabía exactamente por dónde iba Freud: que en ellos se ocultaban deseos de muerte”. Pero Jung narra cómo se opuso a tal interpretación aunque todavía no confiara suficientemente en sus propias opiniones como para poder confrontarlas con Freud; así que decidió contestarle con una mentira. Era plenamente consciente de que su proceder no era irreprochable pero todavía no estaba preparado para confesar abiertamente a Freud sus ideas: el abismo que se abría entre ambos era demasiado grande, dice Jung. A él, sin embargo, le interesaba hallar el verdadero sentido del sueño (1994: 168). Veamos cómo el sueño daba respuesta a las preguntas que en aquel momento preocupaban a Jung. En primer lugar, le resultaba evidente que la casa representaba su estado de conciencia en ese momento con sus complementos hasta entonces ignorados. La consciencia estaba representada por la sala de estar: se notaba que estaba habitada a pesar del estilo ya pasado de sus muebles rococó. En la planta baja comenzaba lo inconsciente. Todo era mucho más antiguo, con características del renacimiento y de la edad media.En este momento debo hacer notar el por qué de la importancia que tienen “Game of Thrones” y “Juegos del hambre” en el colectivo del siglo XXI, ambos representan escenas, pasiones, sentimientos, emociones, conductas y verdades que están en nuestra psiquis desde hace siglos, como bien lo hace notar Carl Gustav Jung en su sueño Cuanto más descendía el soñante tanto más extraño y oscuro se volvía todo, hasta finalmente llegar a una pequeña gruta donde halló huesos y vasijas rotas, y dos cráneos semidestruidos: restos de una cultura primitiva, el mundo de los primeros hombres que apenas puede ser iluminado por la consciencia, el alma primitiva del hombre, lindante con la vida del alma animal. En el sueño como en las series de televisión y películas de cine que vemos en estos tiempos, se retrocedía hasta los fundamentos de la historia de la cultura y mostraba los estados de consciencia sucesivos. Representaba algo así como un diagrama estructural del alma humana, una premisa de naturaleza completamente impersonal. El sueño se convirtió para Jung en una imagen directriz que en los siguientes años se confirmaría de un modo desconocido para él. Tuvo el presentimiento de una psique colectiva, a priori de lo personal, que al acrecentar su experiencia y conocimientos reconoció como las formas instintivas, como los arquetipos (1994: 170). Lo inconsciente es sólo de naturaleza personal, es el lugar donde se reúnen todos los contenidos reprimidos y olvidados por la consciencia, aunque, por otra parte, observa Jung, la capa superficial de lo inconsciente personal “descansa sobre otra más profunda que ya no procede de la experiencia personal ni constituye una adquisición propia, sino que es innata. Esa capa más profunda es lo llamado inconsciente colectivo” (2002: 4). Jung observa que eligió el término “colectivo” porque tal inconsciente no es de naturaleza individual sino general, es decir, a diferencia de la psique personal, tiene contenidos y formas de comportamiento que son iguales cum grano salis en todas partes y en todos los individuos. “Es, con otras palabras, idéntico a sí mismo en todos los hombres y por eso constituye una base psíquica general de naturaleza suprapersonal que se da en cada individuo” (ibid.).
Pero a la vez Jung era consciente de que la existencia de contenidos psíquicos sólo se comprueba a partir de que esos contenidos sean susceptibles de pasar a la consciencia, por lo que añade que solamente se puede hablar de inconsciente en la medida en que resulte posible hacerlo patente. Desde la perspectiva de lo inconsciente personal, se trataría de hacer patentes o conscientes los contenidos que forman la intimidad personal de la vida anímica, los llamados complejos sentimentalmente acentuados; y desde la perspectiva de lo inconsciente colectivo, se trataría de hacer patentes o conscientes los llamados arquetipos (ibid.). Es decir, para Jung el contenido de lo inconsciente colectivo lo constituyen los arquetipos.
Jung no era un mitólogo en el sentido estricto del término, sino que los mitos le interesaban desde la perspectiva del médico, del sanador de la psique, personal y colectiva: “la múltiple repetición del relato mitológico significa la anamnesis terapéutica de
contenidos, que, por razones que en un principio no resultan evidentes, no deben perderse” (2002: 248). No importa, en principio, que no se comprenda el mito:
El hombre —observa Jung— pocas veces comprende sólo con la cabeza, sobre todo el hombre primitivo. El mito, en virtud de su numinosidad, produce un efecto directo en lo inconsciente, haya sido comprendido conscientemente o no (2002: 252). En este sentido, al hablar de la figura del trickster (el tramposo, embaucador, truhán) —una figura presente en las tradiciones eclesiásticas carnavalescas medievales de la Europa occidental, y que en sentido psicológico representa el estado primitivo del ser humano, cuando comienza a desprenderse de los signos de la más honda falta de consciencia (la brutalidad, la crueldad, la estupidez)—, Jung observa que la pervivencia de ese mito y de los relatos que le atañen puede explicarse por razones de utilidad pues el trickster “pone de manifiesto la desvalorización del antiguo estado de inconsciencia” (2002: 475):
Nada pertenece al pasado —observa Jung—, ni siquiera los pactos de sangre con el diablo. Hacia fuera tal vez se haya olvidado pero hacia dentro, no. […] Hacia fuera se es una especie de hombre civilizado, y por dentro, primitivo. En el hombre hay una parte que no está dispuesta a desprenderse realmente de los comienzos, y otra que cree haber superado hace tiempo todo eso en todos los aspectos (2002: 253-254). El trickster constituye un aspecto del arquetipo de la sombra colectiva, el conjunto de todos los rasgos inferiores del carácter que se han refugiado en lo inconsciente, y que están dispuestos a reaparecer a la mínima ocasión favorable por lo menos en forma de proyección en el otro, volviendo a resurgir ese mundo oscuro y primitivo en el que puede suceder —incluso en el más alto grado de civilización— todo lo que caracteriza a dicha figura. Desde esta perspectiva, explica Jung, se puede entender por qué este mito se ha mantenido y ha continuado desarrollándose, frente a la obstinada tendencia a olvidarlo e incluso frente a la tendencia que tiene el hombre a eufemizar sus orígenes (recordar el mito de la edad de oro). Ese mito “pone a la vista del individuo, en un estadio superior de desarrollo, el bajísimo nivel moral e intelectual de tiempos pretéritos para que no olvide cómo fue ayer” (2002: 251). Su explicación —dice Jung— “es algo difícil por estar actuando sobre él mismo dos tendencias opuestas: por un lado, la de salir del antiguo estado y, por otro, la de no olvidarlo”, ya que “no olvidar significa lo mismo que mantener en la consciencia. Si el enemigo desaparece de mi campo visual, entonces es peligrosamente posible que lo encuentre detrás de mí” (ibid.)
En las fantasías de los seguidores de las series televisivas y los libros, aparte de las fuentes evidentemente personales, emergen contenidos del espíritu primitivo, sepultado desde largo tiempo, que se expresan con imágenes que se pueden relacionar con las mitologías de todos los pueblos.
Un amigo me dijo una vez que el hombre debía en una relación con una mujer “sacarle su putería” y asi se volvía inolvidable, y es verdad, esa es la razón para mi de las adicciones y co dependencia a ciertos amores que pueden convertirse en tóxicos, porque nos permitieron vivir a plenitud “nuestra sombra”, hecho más notorio cuando es una mujer de cierta escala social y su crianza reprimida, pero yo complemento la frase de mi amigo, también es inolvidable aquel que fue capaz de extraer de nosotros lo mejor que poseemos en lo profundo, pues ese “ser de luz” se complementa con el de la sombra, y asi integramos los dos grandes ingredientes de nuestra propia historia personal. Uno no sobrevive sin el otro. Hay una sombra es verdad, pero también un ansia de la edad de oro, un deseo de luz en nuestro más profundo ser. El que se dedica a extraer una sola fase de nuestro increíble e intenso mundo interior se condena a la soledad pues no sabe actuar y vivir plenamente integrado.
Las consideraciones e interpretaciones de Jung sobre los mitos aparecen, por consiguiente, siempre inscritas en sus estudios e investigaciones sobre la naturaleza de la psique, los arquetipos, los complejos, los casos y procesos sufridos por sus pacientes, y ahora están de moda a todos los niveles de conocimiento de la sociedad, no sólo al gremio de la psiquiatría o psicología.