Trágicamente, Venezuela ha sido la más dura de roer, y hogaño, diez y nueve años después, a pesar d
Después del 15-O: Fuente Ovejuna, nadie fue
Analítica OCTUBRE 20TH, 2017 ORLANDO VIERA-BLANCO
“El 15 NO nos debe dejar tristezas ni un “yo te lo dije”, sino el mérito de reiniciar con fuerza y determinación, la tarea pendiente…”
La gente salió y votó. Hubo abstención. Pero aunque nociva, fue el CNE quien “mejor” exhibió sus armas: una nueva forma de engañar al pueblo, de inmovilizarlo, neutralizarlo y desviarlo selectivamente. Moviendo el gerrymandering a discreción (manipulación arbitraria de clivajes distritales para obtener ventaja electoral), el CNE puso a ganar a los suyos “casualmente” por ventaja mínima, con gobernaciones adjudicadas con un 51%-sic-
Una de las lecciones que debemos aprender después de largos 18 años de despojo institucional, democrático y republicano, no es abstenerse por saber que hay trampa. Es no claudicar en ningún terreno para defender nuestra libertad, porque precisamente sabiendo que quien está en el poder no es honesto, combatirlo no se logra con allanamientos y criticismos internos.
Hay cosas que toca decir. Desde sectores medios e “intelectuales” disidentes, se apostó y se sigue apostando al fracaso de la oposición representada en la MUD. Una actitud torpe, inútil, divisionista, corrosiva y egoísta que trata de trasladar a ese liderazgo opositor, los problemas y graves carencias que atraviesa el país, además con falsas imputaciones y argumentos absurdos (vendieron la protesta, negociaron gobernaciones), sin que medien pruebas ni sentido en los señalamientos. Estos resultados manifiestamente inconsistentes y chimbos, son prueba que aquí nadie negoció nada y menos entregaron al verdugo nuestros anhelos democráticos. Tampoco es hora de un “yo lo sabía, en dictadura no se vota”. Ahórrenselo. Estas posiciones automáticas, sabiondas y principistas, lo que hacen es partir un plan hermanado de movilización organizada y voluntad unitaria, para precisamente impedir ante un fraude descomunal y manifiesto, que la población revire y por el contrario, se quede en la lona. El abstencionista se sentirá triunfador, y para nada emplazará la calle a desnudar el fraude porque “fueron Uds. quienes la enfriaron”. Actitudes que nos vienen colocando en un callejón sin salida…
Lo demoledor en medio del desastre defraudatorio, fue que el pueblo llano, humilde, que más sufre y no come con Facebook, Instagram o Twitter; salió masivamente a decir Maduro vete ya. A pesar del letargo en la apertura del proceso, de las vejaciones a electores de tercera edad, de migraciones sorpresa y selectivas (que impactaron de manera decisiva en Estados que jamás hubiese ganado el gobierno); de intimidaciones y una sinfonía propagandística descarada del oficialismo, el pueblo expresó su fatiga y descontento ejemplarmente, mejor que muchos “líderes, pensadores, analistas e intelectuales” de oposición, enfrascados en vernos las costuras entre nosotros mismos. Aquí no hay excepciones ni vencedores en la oposición. Todos fuimos derrotados. No en papeletas, sino en el andar político y táctico.
Quedan en el paladar dos sinsabores: el nuevo método CNE avalado por el “Plan República” de migrar electores y colocar barreras en las circunscripciones claves para poner a coronar a sus rojos por nariz, y una oposición abatida y descolorida, no en lo electoral sino en lo moral, que no logró la convocatoria de rigor para defender el voto, invadida de arrogancias y deslindes estériles. Ello sensiblemente conduce al gobierno a plantearse el desafío de las presidenciales 2018 e incluso adelantarlo. Sigo pensando que este reto sería victorioso para la oposición, y que lo bueno es que Maduro y su corte quieran encararlo. Pero debemos mantener el apoyo y vigilancia de la comunidad internacional, desvelando otro engaño más, al tiempo de reconstruir la unidad perdida so pena de quedar como el mito del minotauro, descabezados de humanidad y perdidos en el laberinto…
No hay clivaje más frágil que la vulnerabilidad moral del aspirante al poder. El gobierno en sana lid no ganó nada, y en mala hora y en mala facha, logró que se colaran en nuestras narices unas elecciones ventajistas, maniqueas y tramposas. Nadie dividido y agazapado podía en medio de este evento acomodado, parase y cantar fraude. De hecho Blyde tuvo que callar. Peligrosísimo. Seguid el ejemplo de los gochos: ¡Calle, voto, vigilancia, queso frito y cuajada desde la madrugada! Así no hay manera de que nadie les robe una elección.
Urge relajar y concitar actitudes, comidillas de la anti política, de la destrucción infalible de la imagen opositora (interna y externa) y de la fragmentación disidente. Si no revisamos con humildad esta displicencia, las puertas para una reelección absurda, injusta e insólita de un Gobierno paria, queda abierta para el 2018. Otro diálogo, otra negociación es mandatoria. La de oposición-oposición. El 15O nos dejó un mensaje muy importante y lapidario: la voluntad del pueblo de recuperar su libertad, su democracia y su derecho a comer y vivir dignamente, es superior a cualquier interés particular o partidista. Y Es hora que todos lo tengamos claro con elevada nobleza.
El 15O NO nos debe dejar tristezas ni un “yo te lo dije”, sino el mérito de reiniciar con fuerzas y determinación, la tarea pendiente. Levantemos y volvamos caras unidamente. El resto es banal y a quien favorece es a fuente ovejuna, donde nadie fue…
@ovierablanco
Fernando Mires - LA CRISIS DE LA OPOSICIÓN VENEZOLANA
el noviembre 06, 2017
No se sabe si es ironía o paradoja. El premio Sajárov fue otorgado a la oposición venezolana justo en uno de los peores momentos de su historia: una crisis política de enorme magnitud. Crisis aparentemente derivada de los resultados de las fraudulentas elecciones del 15-O pero agravada por la decisión de uno de sus partidos más tradicionales, AD, al hacer juramentar a sus cuatro gobernadores elegidos frente a una constituyente inconstitucional.
Pero seamos claros: la juramentación no produjo a la crisis. Solo fue su detonante.
La crisis venía gestándose antes de las regionales. Para ser más precisos, fue evidente cuando desde la MUD se desprendió una organización autodenominada SoyVenezuela cuyo objetivo, concordante con el de Maduro, era dinamitar las elecciones, llamando abiertamente a la abstención. Pero aún antes de esa evidencia, la crisis, como si fuera un virus que aguarda el instante para aparecer en la piel, comenzó a tomar formas en las postrimerías de las grandes protestas comenzadas en abril, convocadas para defender a la AN y a la Constitución. Ese fue el momento cuando las festivas manifestaciones comenzaron a ser sustituidas por jóvenes que ya no exigían la restitución de las libertades constitucionales sino simplemente la caída de la dictadura sin que nadie les dijera como iba a ser posible realizar tamaña empresa. Ante esa espectativa, la participción en las elecciones regionales -una de las exigencias primarias de la oposición- fue presentada por los más extremistas como traición a una supuesta resistencia. Con ese estigma, del cual la oposición democrática no supo liberarse, era difícil ganar cualquiera elección. Menos frente a una dictadura, por definición tramposa.
No vamos a hablar aquí de las CLAP, del carné de la patria, de las firmas chimbas, de los votos asistidos, de los traslados de centro de votación y de los resultados alterados. Todo eso se sabía con anticipación y con eso había que contar.
El hecho inobjetable es que el resultado anunciado por el CNE tuvo el efecto de desmoralizar a la ciudadanía democrática. ¿Cómo podía ser posible que un régimen cuyas propias encuestas no le daban más del 20 % de popularidad haya arrasado en casi todas las gobernaciones? A través de una primera mirada parecía que con esa “máquina de manipular elecciones” (Héctor Briceño) nadie podía competir. Pocos fueron los que pensaron en que competir con las propias fuerzas divididas es imposible vencer a una dictadura. El 15-O hubo mega-fraude, claro que sí, pero también hubo una mega-derrota.
Al marchar hacia las elecciones arrastrando una profunda división endógena, la oposición debió bregar con dos enemigos: el régimen y los abstencionistas, cuyo débil poder numérico es inversamente proporcional a su fuerte poder agitativo. Ello llevó a su paralización interna, hecho que condujo, a su vez, a la incapacidad para levantar una alternativa unitaria en el camino hacia las regionales. Esa alternativa unitaria, ya inscrita durante las grandes protestas, no podía ser sino la defensa de la Constitución en contra de la falsa constituyente.
Precisamente, al no haber sabido delimitar la contradicción fundamental (Constitución vs. constituyente) los cuatro candidatos adecos creyeron que su deber era asegurar las gobernaciones y para lograrlo no solo se sentaron sobre la Constitución sino, además, hicieron sus necesidades básicas sobre ella.
Al igual que para una fracción de los abstencionistas cuyo objetivo es facilitar la aparición de generales golpistas, la de los constituyentistas adecos fue poner sus propias gobernaciones por sobre la Constitución. No se dieron cuenta de que sin esa Constitución la oposición no es nada. Sin Constitución, en efecto, no habría nada que defender, y sin nada que defender, no puede haber oposición. Tampoco se dieron cuenta de que la política no solo se deja regir por los criterios de la pura razón práctica.
La acción política comporta una enorme fuerza simbólica. Si los cinco gobernadores hubieran planteado un decidido “no” a la juramentación, habrían reactivado la ruta constitucionalista de la que cuatro de ellos se apartaron. El problema, por lo tanto, no fue humillarse o no humillarse. El problema fue romper con la línea política que se había dado la oposición: electoral, pacífica, democrática y constitucional. Cuatro puntos cardinales complementarios e interdependientes. Pues así como lo constitucional no puede prescindir de lo electoral, lo electoral, tampoco – y mucho menos- puede prescindir de lo constitucional.
¿Ir a las elecciones y luego no juramentarse ante la falsa constituyente? Exacto, de eso se trata: no renunciar ni a la legitimidad del voto ni a la legitimidad de la Constitución. O en otras palabras: unir la opción política-electoral con la desobediencia civil parece ser la única salida a la profunda crisis que vive la oposición venezolana.
Pero no nos engañemos: la crisis de la oposición había existido siempre en estado latente. El secreto a voces era que en su interior coexistían tendencias que se repelen entre sí. Esas tendencias son tres, dicho en líneas gruesas. Ellas son la tendencia anti-electoral, la tendencia conciliadora y la tendencia constitucionalista.
La tendencia antielectoral puede ser también definida como insurreccional. Parte de la base de que toda elección legitima al régimen. Cultiva visiones apocalípticas y apoteósicas. Al llamado de sus líderes, imaginan que el pueblo avanzará triunfante sobre las ruinas de la dictadura. Las FANB se partirán en dos y la comunidad democrática reconocerá de inmediato al nuevo gobierno. Son los de la Salida, los del Maduro Vete Ya, los de la Marcha sin Retorno, los de la Hora Cero, los del Gobierno Paralelo, los de la Unidad Superior, y otras aberraciones.
Curiosa ironía: a pesar de que los adalides del anti-electoralismo militante se declaran anticomunistas y anticastristas, su visión de la política es similar a la de los comunistas y castristas de los años sesenta del pasado siglo (Tupamaros, MIR, Montoneros, ERP, entre otros.) Al igual que ellos, los abstencionistas creen en un pueblo irredento, en el poder de la voluntad, en el líder iluminado y en el derribamiento de dictaduras mediante vías no electorales. Corina Machado, Diego Arria y hasta Luis Almagro podrían sorprenderse con esta afirmación. Pero para quienes hemos dedicado tiempo al estudio de la moderna historia latinoamericana, el discurso que ellos representan no nos es desconocido. En gran medida refleja, bajo nuevas formas, la quinta esencia del ultrismo jacobino de los años sesenta.
La segunda tendencia, la conciliadora, se autodefine como pragmática. Sus visiones apuntan a lograr acuerdos parciales con la dictadura, a sobrevalorar el diálogo –aún sin materias concretas a dialogar- y sobre todo, el de la negociación, aunque tengan poco o nada que ofrecer. Las movilizaciones de masa y las acciones callejeras les parecen absolutamente inútiles. Sienten predilección por reuniones a puertas cerradas, casi clandestinas, ojalá lo más lejos posible de las manifestaciones políticas (bajo las palmeras de la República Dominicana, por ejemplo.) En general, son políticos de viejo cuño, adaptables a las normas de un régimen liberal, pero sin vitalidad para enfrentar a una dictadura. Mucho menos a una dictadura tipo Maduro, nuevo especímen histórico que combina formas arcaicas de dominación con los más diabólicos métodos de las tiranías post-modernas.
La dictadura, con ese instinto animal que la caracteriza, ha sabido manejar las diferencias de la oposición. Por ejemplo, durante el curso de la campaña hacia las regionales, Maduro no se cansó de afirmar que paralelamente mantenía un diálogo con representantes de la oposición. El ultrismo abstencionista le creía a pies juntillas –necesitaba creérle- y llamaba a no votar por los “cohabitadores” de la MUD. Siguiendo el juego, el madurismo inundaba las redes e incluso las murallas citadinas con letreros llamando a “no votar.”
La prescripción anticonstitucional que obliga a los gobernadores elegidos a jurar frente a una constituyente cubana fue, sin duda, una muestra de astucia criminal y sadismo político. Algún día la dictadura de Maduro será juzgada por sus crímenes materiales a la nación. No hay, desgraciadamente, leyes que castiguen los crímenes morales perpetrados contra un pueblo: la siembra de desconfianza en el voto, y no por último, la humillación permanente a que son sometidos dirigentes y candidatos de la oposición. Hechos que no encuentran parangón en la historia del siglo XXl. La supresión de la inmunidad parlamentaria a Freddy Guevara, destacado dirigente de la oposición democrática, es el nuevo acto delictivo cometido por ese grupo de mercenarios llamado TSJ, nombrados a dedo: gente sin pueblo y sin ley.
El problema adicional, quizás el más grave de todos, fue que entre la dictadura, los divisionistas y los conciliadores, terminaron por afectar al nervio central de la oposición. Nos referimos a su tercera tendencia.
La tercera tendencia, la de los constitucionalistas, combinando manifestaciones de masas y línea constitucional, logró durante largo tiempo mantener su hegemonía sobre el bloque unitario. Aliándose con uno u otro sector, supo manejar las crisis con cierta solvencia. Pero, cuando después de las juramentaciones sus principales dirigentes se desataron en descalificaciones personales, peor aún, sin defender la línea política que había dado continuidad a la oposición, la crisis dejó de ser circunstancial y se convirtió en una crisis de identidad política. Algunos, llevados por la emoción, abjuraron de la línea electoral sin especificar cual iba a ser la otra línea. Al “craso error” (Trino Márquez) de no participar en las elecciones municipales, argumentando de que estaban viciadas por la existencia de “ese CNE”, agregaron la inconsecuencia de participar en las presidenciales con “ese CNE”.
Sacar el cuerpo a las municipales no fue una retirada táctica. Fue una desordenada fuga. Una estampida cuyo resultado no puede ser otro que abandonar a su suerte a la pobre gente que vive en los municipios. Peor todavía: esa decisión rompió con la línea opositora sin ofrecer otra.
¿Terminará imponiéndose en la oposición la retórica hueca del abstencionismo militante? ¿Llamarán también a una “unidad superior” que nadie sabe con qué se come? ¿O acudirán a tribunales de justicia aposentados en la OEA? ¿O formarán gobiernos en el exilio (al estilo Puigdemont)? ¿O exigirán a Maduro que forme otro CNE amenazándolo con no votar? (precisamente, lo que más desea la dictadura) ¿O simplemente llamarán a los jóvenes a enfrentar otra vez a un ejército dirigido por asesinos profesionales?
En tres sentidos, aun perdiéndose, las municipales son importantes. Primero: tienen lugar en comunidades donde todos se conocen y en donde es posible realizar una agitación sin recurrencia a grandes medios de comunicación. Segundo: permiten mantener la continuidad de la lucha por la Constitución, en contra de la constituyente. Tercero: tienen lugar en el espacio donde comienza toda ciudadanía: en la vecindad, allí donde todos padecen los mismos problemas. Quien no entiende los problemas de su comunidad nunca va a entender los del mundo.
La razón por la cual los principales partidos de la oposición –excepción sea hecha a UNT y AD- no concurren a las municipales, aunque no explicitada, parece ser la siguiente: concurrir significaría romper la unidad de la MUD. Si ese fue el argumento, fue otro error. Por una parte, la unidad de la MUD ya está rota, se quiera o no. Por otra, la unidad política no es un fin en sí sino un medio para alcanzar un objetivo común. Y no por último, las municipales habrían permitido clarificar frente a problemas concretos y reales, y de una vez por todas, las diferentes líneas que dividen al conjunto opositor. Al fin y al cabo la división es normal en la política. En algunos casos, necesaria. La desintegración, en cambio, no. La desintegración, eso es lo que hay que evitar.
Luego de saltarse las municipales, los destacamentos opositores (incluyendo a los abstencionistas) planifican concurrir a las presidenciales. Tal vez las primarias –si es que tienen lugar- permitirán percibir las diversas políticas que los separan, aunque sea al precio de aceptar divisiones insoslayables. Puede ser también que las presidenciales sean el catalizador que requiere la oposición para marchar, si no unida, por lo menos de un modo relativamente convergente. Hay dudas de que que eso sea así. Pero ojalá sea así. Porque si no es así, más vale la pena rezar.
El triunfo de la desesperanza
Analítica OCTUBRE 20TH, 2017 GUSTAVO YEPES
Yo entiendo la desesperanza. El trabajo psicológico que el régimen ha hecho sobre los opositores ha sido intenso, cruel, efectivo. No todas las personas son capaces de bloquear su mente contra tantos mensajes negativos, sobre todo los que provienen de la misma oposición.
Lo que no logro entender es por qué un desesperanzado se dedica a difundir la desesperanza entre sus relacionados. Desesperanzados activos, los llamo yo. Y lo hacen de una manera digna de encomio. Yo no soy psicólogo social ni nada que se le parezca, pero me da la impresión de que la frustración de perder tantas batallas ante un régimen siniestro, que no da cuartel, los ha llevado a buscarse un nuevo enemigo y lo han encontrado en el liderazgo opositor. Con ellos no hay argumento que valga. El liderazgo es demonizado y se le achacan cosas peores que a los que nos están oprimiendo. Muchas personas no fueron a votar porque fueron convencidos de que el liderazgo opositor es igual o incluso peor que los opresores.
Cuando analizo la situación me doy cuenta, no hay que ser adivino, de que estamos frente a un régimen perverso, corrupto, narcotraficante, armado, con aliados muy poderosos y peligrosos a nivel mundial y maligno hasta más no poder. Luchar contra ellos no es nada fácil. A veces me imagino a un desesperanzado activo tratando de liberarse de un psicópata fuertemente armado que lo tiene secuestrado. Así de difícil lo tiene la dirigencia.
Soy consciente de que el liderazgo opositor ha cometido errores. Estoy seguro de que el desesperanzado activo también los cometería ante el supuesto psicópata. No siempre he estado de acuerdo con sus estrategias pero las respeto porque solo ellos conocen las variables que toman en cuenta para tomar sus decisiones. Es muy fácil criticar desde afuera, yo mismo lo hago de vez en cuando, pero siento un profundo respeto por un grupo de personas, de ideas disímiles para complicar el panorama, que se dedican a desarrollar una estrategia y la llevan adelante, aún a pesar de la malignidad del adversario y del resto de adversarios de tribuna. Me desagrada profundamente escuchar o leer a quienes se olvidan del enemigo real y arremeten sin clemencia contar el liderazgo opositor, achacándole un sinfín de males, la mayoría de ellos producto de la imaginación o de los laboratorios sucios del régimen.
Hoy, frente a la desesperanza, me atrevo a darle un voto de confianza a nuestro liderazgo. Estoy seguro de que ha logrado mucho y uno de sus mayores logros ha sido el apoyo activo de la comunidad internacional demócrata. También estoy seguro de que analizarán lo sucedido, ponderarán las nuevas variables y tomarán nuevas decisiones que serán apoyadas por algunos y criticadas automática y despiadadamente por otros. Mientras tanto, el enemigo real sigue campante, a paso de vencedores. He tomado esta decisión descartando las otras opciones: resignarme, desesperanzarme y, peor aún, convertirme en un desesperanzado activo. A estos últimos los llamo a la reflexión. Sé exactamente a donde nos lleva el triunfo que acaban de obtener.
Fortalezas del proceso chavista
Analítica OCTUBRE 25TH, 2017 ARMANDO GONZÁLEZ ANGARITA
Aníbal Romero proponía, hace algunos semanas, en artículo expuesto en internet, que la victoria electoral de Donald Trump sugiere una especie de contra revolución, después de mucho tiempo de laissez faire liberal en todas las esferas del que/hacer humano. ¡Interesante, curiosa, y hasta peligrosa percepción ésa!
Pero lo cierto es que con el advenimiento de Donald Trump al poder en la primera potencia militar del planeta o “Imperio”-como gusta calificarlo al Socialismo local-las circunstancias comienzan a dar un vuelco.
Desde los años previos a Trump, salvo algunos vacíos, la civilización judeo/cristina occidental venía siendo enfrentada por diversas fuerzas: los intereses geopolíticos rusos; chinos; el narcotráfico internacional; el marxismo internacional; interpretaciones parcializadas de las teocracias persa y árabe, y las debilidades y vacilaciones de la cristiandad, destacadas con la ascensión de un jesuita al Papado Vaticano, entre otros
En América Latina, era mucho el camino que ya había sido transitado por el Foro de San Paulo, Este era resaltado por el bandazo conveniente que Brasil, Argentina, Ecuador y Bolivia daban hacia Venezuela, la cual, a partir del arribo de Hugo Chávez al poder en el 99, y con la cooperación de las bondades monetarias del petróleo patrio, anunciaba que dirigía su timón hacia el “Mar de la Felicidad Cubano”, donde se encontraba esa isla, desde el 59, según ellos, los marxistas.
Pero, poco a poco las realidades políticas internas fueron cambiando. Aunque cierto ha sido que la muy particular garra marxista/militar impuesta a Venezuela no fue experimentada en ninguno de esos países. En consecuencia, Argentina, Brasil y, más tímidamente Ecuador, fueron superando democráticamente, y por ahora, semejante indigestión, unos con más trauma que otros.
Trágicamente, Venezuela ha sido la más dura de roer, y hogaño, diez y nueve años después, a pesar de una guerrera, decidida y heroica resistencia en las calles, no muy comprendida por su liderazgo, el Socialismo del Siglo XXI muestra aún evidentes signos de fortaleza en el poder, y su mayoritario sector crítico se haya sin salida constitucional alguna.
Los grandes puntales de tal fortaleza han sido y son:
-el fraudulento Consejo Nacional Electoral (CNE);
-el reciente y espurio Tribunal Supremo de Justicia (TSJ);
-ingentes recursos financieros durante parte importante del periodo y,
-la Fuerza Armada Bolivariana, (FAB), como sostén predominante.
Requiere ésta entonces consideraciones aparte. El conglomerado castrense parece estar mayormente controlado por dos grandes tenazas. Una hoja responde a la eficiente labor de adoctrinamiento adelantado por los marxistas en nuestra Escuela Militar, a partir de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Pero, más intensamente durante los años socialistas, reforzada durante ese mismo periodo por el decisivo control que el componente cubano “invitado’’ ejerce sobre nuestros uniformados y otros sectores de la nacionalidad. La otra tenaza sufre la configuración de una alarmante corrupción que carcome las una vez entrañas éticas de la ex Fuerza Armada Nacional. La parcialización de este estamento con la dictadura se evidencia una vez más con la sorpresiva aparición televisada del Alto Mando (aunque no todos se encontraban allí), instantes previos a la comunicación oficial de los supuestos ganadores y perdedores de la anterior cita electoral.
Pero, Gracias a Dios, presente está igualmente, entre los combatientes profesionales, otro estamento: los demócratas, institucionales y probos. Anhelo postrero de mucho más de la mitad de los habitantes de estas tierras y de esa histórica y sagrada institución, en quienes reposa aún la cada vez más lejana ilusión de restaurar la Carta del 99.
Superada la reciente votación y hecho público sus manoseados resultados, atravesamos uno de los momentos más bajos de la oposición nacional. Y es así debido, entre otros motivos, al desafortunado desencuentro en la UNIDAD generado por la taimada convocatoria del régimen y la desacertada y sospechosa aceptación de la mayoría de nuestro liderazgo, con la atinada excepción de Antonio Ledesma y María Corina Machado, a unas elecciones de gobernadores, ya archivadas desde el 2016, en momento cúspide de una evidente REBELION NACIONAL la cual, ya había producido importantes virajes respecto de la percepción del régimen, tanto en lo nacional como internacional. Pero, así mismo, desgarradoras cifras de víctimas, entre las que figuran: más de un centenar de gloriosos caídos, miles de heridos y similar número de detenidos, en el reducido lapso de unos cuatro meses.
El efecto de esa infausta decisión de una gran parte del liderazgo político lo sufrimos hoy con el más estruendoso y perjudicial resultado electoral- aunque los electoreros, a objeto de no desmotivar futuros encuentros de este tipo, insisten tozudamente en que la culpa fue de la ABSTENCIÖN- el cual estaba ya cantado, dada la noción pública del carácter fraudulento del CNE, declarado como tal por la mismísima SMARMATIC. Ciertamente esperamos que esta vez sí se cierre la ya trajinada solución electoral, constitucional y pacífica, en las desventajosas condiciones en las que hemos concurrido durante todo el lapso socialista, y que una persistente denuncia aquí y allende del mega fraude ejecutado por tan inigualables malhechores, retumbe en todos esos espacios.
Sin embargo, nos tememos un indeseable y traidor escenario, que la mayoría de la actual y dudosa dirigencia nos hunda más y termine entregándose ante la estafa apelada Asamblea Nacional Constituyente-declarada como tal por el país y la Comunidad Internacional- para poder proseguir su grosera concupiscencia con la institucionalidad chavista. Razón por la cual aspiramos que se recomponga un nuevo liderazgo capaz de reunificar las huestes opositoras con mensajes claros, justos en lo social, preclaros en lo económicos, y consistentes, muy consistentes en cualquier circunstancia. A tal fin habrán de generarse, posteriormente, como efecto de sesudo análisis entre las mentes más lúcidas de la patria democrática, las estrategias y tácticas acordes con la naturaleza del monstruo que nos enfrenta.
Si a este escenario le agregamos los gigantescos poderes e intereses, ya comentados, presentes así mismo en Venezuela, extraños a nuestra venezolanidad que el chavismo, de manera antipatriótica, ha traído de las manos al país, y descartamos la esperanza de la reposición institucional de la Constitución del 99, la realidad sería tal que el porvenir venezolano podría correr el peligro de depender de percepciones e intereses foráneos.