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"La crisis liquida la campaña electoral más triste de la historia de Venezuela".(IN:Diario


YO, EL ABSTENCIONISTA (PARTE 2)

Alfredo García Deffendini | 13/05/2018 | Web del Frente Patriótico

El diario El Nacional 1 de octubre de 2017, publicó un artículo de mi autoría intitulado “yo, el abstencionista”, reproduzco parte de éste con los agregados que requiere para su actualización con los acontecimientos nacionales e internacionales que han venido sumándose al ejercicio de una abstención activa para confrontar el próximo proceso electoral, que desde un principio algunos pocos habíamos venido solicitando como detonante para salir del régimen.

Yo, el abstencionista

El Nacional 01 DE OCTUBRE DE 2017

¡Ser o no ser, esa es la cuestión!” o “To be or not to be, that is the question!” es la primera línea de un soliloquio del personaje principal de Hamlet, la obra escrita por William Shakespeare alrededor de 1600. En uno de sus actos Hamlet expresa: “Ser o no ser, todo el problema es ese, ¿qué es más noble al espíritu, sufrir golpes y dardos de la airada suerte, o tomar armas contra un mar de angustias y darles fin luchando?”.

“…tomar armas contra un mar de angustias y darles fin luchando”, es hora de que la gente tome conciencia de que el país está nadando en el estiércol del diablo y que el tiempo se nos está acabando. Que los tiempos de los partidos y de los líderes de la oposición tienen lapsos distintos al de la gente, por ello es que conociendo el fraude electoral se empeñan en salir del régimen contando que en algún momento, 20, 30, 40 o más años –pensando que los procesos naturales de erosión de los partidos gobernantes provocan su desmoronamiento– se producirá el cambio deseado. Hay otros motivos, más perversos, como por ejemplo que toda campaña electoral por lógica produce a los partidos y dirigentes una mayor penetración en las masas y por supuesto, a lo que nadie se refiere, a un financiamiento nacional e internacional que de alguna forma engorda a todos los participantes.

Si viviéramos en democracia y no hubiese un proyecto perverso para construir al “hombre nuevo”, con la instalación del socialismo-comunismo a través de un régimen totalitario, con características fascistas y comunistas –recuerden que los extremos se tocan–, el juego electoral sería perfectamente válido. Pero viviendo bajo un régimen que ha violado todas las normas constitucionales y legales, cuya política de Estado ha sido el secuestro de los demás poderes públicos para evitar su separación y equilibrio entre estos –reglas fundamentales y básicas para un Estado de Derecho–, con el objetivo de sustituir el Estado republicano y nuestros valores judeocristianos por un sistema socialista-comunista, nos obliga por sentido de sobrevivencia a concluir que no tenemos tiempo para esperar que por erosión del sistema político que tratan de instaurar, este se desplome o que en algún momento la vía electoral produzca el milagro pretendido.

Nuestra oposición electoralista continuará utilizando la vía electoral, sin importarle la dimensión del fraude ni las consecuencias de legitimación que esta produzca, por secula seculorum, por los siglos de los siglos, no importándole la dimensión de la tragedia política, social y económica en que se encuentra subsumido el país.

Pregúntense: ¿podemos continuar con una política de convivencia con el régimen, cohabitación ejercida cada vez que la gente va a votar, alargándole su permanencia en el poder? ¿Por qué? Si el régimen a través de la vía electoral, de elección en elección, no pretende ganar tiempo para poder continuar desmantelando la institucionalidad y en particular destruir a la Fuerza Armada institucionalista, transformándola en una réplica del ejército cubano, ¿qué debemos hacer? Allí es donde entra el escenario de la abstención activa.

Tenemos entonces que preguntarnos qué lograríamos con una abstención activa y masiva. Ustedes, hagan un ejercicio de sentido común. Si actualmente, después de tantos años –casi 19–, la comunidad internacional cerró filas con la oposición radical, cercando al régimen internacional y económicamente, y calificándolo –como la oposición radical desde un principio lo había denunciado– de dictadura totalitaria socialista comunista, con las características de un narcoestado bañado por una corrupción nunca vista; cómo sería la presión internacional si el status quo de la llamada oposición electoralista desconociera al régimen y se negara a participar en fraudulentas elecciones convocando una “abstención activa”, y se preparara con todo el dinero que recauda y la organización que tiene a nivel nacional para demostrar la multiplicación fraudulenta de los votantes del régimen a través de medios audiovisuales, por ejemplo a través de los teléfonos celulares, que sería muy operativo para ese fin, así el cazador sería cazado. Solamente saboreen esta posibilidad y extrapólenla al mensaje internacional que se daría a los gobiernos extranjeros, que por fin tomaron conciencia del carácter criminal del sistema que se nos quiere implantar. ¿No lo deslegitimaríamos aún más?

También es conveniente preguntarse qué perderíamos si no concurrimos. Con el chantaje de la MUD de que el mapa de Venezuela se pintaría de rojo y que no se pueden perder los espacios que se puedan ganar –bien por méritos propios o bien porque al gobierno le interese ceder algunas gobernaciones para poder legitimarse en la búsqueda de que las medidas internacionales que se están tomando se reduzcan o se suspendan–, tenemos entonces que realizar un ejercicio obligante y preguntarnos: ¿qué beneficio nos traerían esas gobernaciones? Ambas preguntas las respondo: a la gente, ningún beneficio; pero a los partidos políticos y a la dirigencia participante, por supuesto, se le darían oportunidades de espacios para ejercer la política y el financiamiento que obtendrían a través de esas gobernaciones, siempre y cuando practiquen el apaciguamiento y la contemporización con el régimen. Pero a la gente, cuáles beneficios, ninguno.

Ningún beneficio, pues esas caricaturas de gobernaciones en manos de la oposición no servirían para nada en vista de que la autoridad superior a esas gobernaciones la tiene el comandante militar de cada una de las siete Regiones Estratégicas de Defensa Integral, aunado con lo que ha venido, por ejemplo, ejecutando el régimen contra los alcaldes opositores, que cuando se salen de su contemporización y apaciguamiento les quitan el financiamiento, entorpecen sus actividades y, si ello no es suficiente, tienen al Tribunal Supremo de Justicia para cercarlos con decisiones presuntamente legales pero ilegales de toda ilegalidad, suspenderlos y, si no obedecen, procesarlos y detenerlos. Pero mientras transcurre ese interregno, con el voto el régimen se legitima ante la comunidad internacional, ¡qué contradicción!

Es necesario sopesar qué se gana y qué se pierde, yo por mi parte ya lo hice y me abstendré de votar. Y para que mi voto sea activo, votaré no votando. Es un “no voto activo”, porque lo haré contra el régimen y contra la oposición electoralista, per se. Con la abstención activa demostraré que la dictadura venezolana cojea, porque no solamente le falta oposición que le sirva de utilería sino también le falta pueblo de verdad y su sistema electoral ya no la encubre, más bien la pone de manifiesta; y a la oposición participante, que no se les acompañará en sus mezquindades y falta de grandeza histórica. De esta forma dejamos desnudos a ambos actores de la farsa electoral y en particular le decimos a esa oposición que tiene que rectificar y ponerse del lado de la gente, pues si no se le apartará también.

¿Por dónde andará Lucio Quincio Cincinato?

El padre Pedro Freites fija su posición con respecto a las fraudulentas elecciones del próximo 20 de mayo. Posición que el Frente Patriótica respalda y hace también suya

YO, EL ABSTENCIONISTA (PARTE 2)

Alfredo García Deffendini | 13/05/2018 | Web del Frente Patriótico

¡Ser o no ser, esa es la cuestión.!.”, o ¡“to be, or not to be, that is the question.!.”, es la primera línea de un soliloquio de la obra de William Shakespeare del personaje principal Hamlet, escrita alrededor de 1600. En uno de sus actos Hamlet expresa: ¿“Ser o no ser, todo el problema es ése ¿qué es más noble al espíritu, sufrir golpes y dardos de la airada suerte, o tomar armas contra un mar de angustias y darles fin luchando?”.

“…..tomar armas contra un mar de angustias y darles fin luchando”. Afirmábamos desde los inicios de Chávez, que era tiempo que la gente tomara conciencia que el país estaba nadando en el estiércol del diablo, que el tiempo se nos estaba acabando antes que la dictadura desmontara la institucionalidad y el estado republicano. Advertíamos que los tiempos de los partidos y de los líderes de la oposición tenían lapsos distintos al de la gente, por ello, que éstos conociendo el fraude electoral todavía se empeñaban en continuar tratando de salir de régimen contando que en algún momento en el tiempo y pensando en los procesos naturales de erosión de los partidos gobernantes, provocan su desmoronamiento y se produciría por su desgaste la salida del régimen. Había y hay otros motivos, más perversos, como por ejemplo: el egoísmo de éstos al anteponer sus intereses a los del país pensando que toda campaña electoral por lógica les produce una mayor penetración en las masas y por supuesto a lo que nadie se refiere: a la obtención de un financiamiento nacional e internacional necesario que en alguna forma engorda a los partidos y a muchos dirigentes.

Afirmábamos ese grupo de venezolanos, que si viviéramos en democracia el juego electoral sería perfectamente válido pero al contrario, este es un proyecto perverso para construir al “hombre nuevo”, con la instalación del socialismo-comunismo a través de un régimen totalitario, con características fascista comunista -recuerden que los extremos se tocan-, régimen que ha violado desde un principio todas las normas constitucionales y legales, -así aprobaron la constitución de 1999-, y cuya política de Estado ha sido el secuestro de los demás poderes públicos para evitar la independencia e imparcialidad de los mismos como equilibrio entre éstos, -reglas fundamentales y básicas para un Estado de Derecho-; con el objetivo de sustituir el Estado Republicano y nuestros valores judeocristianos por un sistema socialista-comunista. Ello nos obligaba entonces y nos obliga ahora por sentido de sobrevivencia a concluir que no tenemos tiempo para esperar por la erosión del sistema político que tratan de instaurar, que éste se desplome o que en algún momento la vía electoral produzca el “milagro” pretendido.

La oposición electoralista, hoy en minusvalía y sin duda alguna colaboracionista –son los topos durmientes que el régimen despierta cuando los requiere-, continuarán utilizando la vía electoral, sin importarle la dimensión del fraude ni las consecuencias de legitimación que ésta produzca, por secula seculorum, no importándole la dimensión de la tragedia política, social y económica en que se encuentra subsumido el país. Afortunadamente la mayoría de los partidos de la oposición, las organizaciones gremiales y sindicatos así como las academias y los rectores de las universidades, como las tan importantes ONG,s, sumándose las instituciones internacionales multilaterales y la mayoría de los países que antes abogaban por la participación electoral, hoy se han sumado a la posición de la vía no electoral, que si la llamamos al desnudo es la “abstención activa”, como consecuencia que no se aceptarán unas elecciones fraudulentas y que los resultados de la misma no serán reconocidos por la comunidad internacional y nacional.

A esta altura del estado de devastación nacional de lo que queda de la República y de sus implicaciones externas por haberse convertido en un problema internacional, no se podía continuar con una política de cohabitación con el régimen como venían ejerciendo con una contemporización sin sentido cada vez que la gente en su borrachera democrática ejercían sin sentido de grandeza histórica el derecho del voto, alargándole con ese ejercicio mal entendido y muy mal dirigido, su permanencia en el poder al legitimarlo. Entendieron por fin, que el régimen a través de elección en elecciones pretenden ganar tiempo para poder continuar desmantelando la institucionalidad y en particular destruir a la Fuerzas Armadas institucionalistas, para transformarla en una réplica al ejercito cubano con el objetivo de instaurar el estado comunal. Ya se entendió, que después de estas fraudulentas elecciones <20 de mayo 2018> vendrán las siguientes que convocará la irrita asamblea nacional constituyente, para elegir una nueva Asamblea Nacional bajo el mismo esquema fraudulento y después la aprobación de la nueva carta constitucional tan irrita como la de 1999, para el establecimiento del estado comunal.

¿Que debemos de hacer? Allí es donde entra el escenario de la abstención activa y que lograríamos con una abstención activa y masiva.

Ustedes, hagan un ejercicio de sentido común. Sí después de tantos años, -19 años- la comunidad internacional cerró filas con la oposición radical, convenciendo al status quo de los partidos opositores para desconocer tanto la convocatoria como las propias elecciones fraudulentas y de esta forma desvestir al régimen de una legitimidad que no tienen, calificándolo, como la oposición radical desde un principio lo había denunciado: de una dictadura totalitaria socialista comunista, con las peculiaridades de un narco estado bañado por una corrupción endémica. Ahora lo que tienen que hacer los partidos y demás organizaciones es demostrar el día de las elecciones la multiplicación fraudulenta de los votantes a través de medios audiovisuales, por ejemplo: por medio de los teléfono celulares que sería muy operativo para ese fin, así el cazador –el régimen- sería cazado. Solamente saboreen esta posibilidad y extrapólenla al mensaje internacional que se le mandaría a los gobiernos extranjeros que por fin tomaron conciencia del carácter criminal del sistema que se nos quiere implantar. ¿No lo deslegitimaríamos aún más? ¿Ello, no traería las consecuencias necesaria para la implosión del régimen?.

Es necesario sopesar, que se gana deslegitimándolo. La abstención activa contra el régimen y contra la oposición electoralista, per se, demostraríamos que la dictadura venezolana cojea, porque no solamente le falta oposición que le sirva de utilería, sino que también le falta pueblo de verdad y que su sistema electoral ya no le permite encubrir la dictadura de nuevo cuño, sino que más bien la pone de manifiesta, y a la oposición participante, que no se les acompañará en sus mezquindades y falta de grandeza histórica por colaboracionistas. De esta forma dejamos desnudos a ambos actores de la farsa electoral, abandonando con esta conducta la política de contemporización y apaciguamiento que tanto daño nos hiciera.

Las consecuencias de esa deslegitimación nos permitirán afianzar la tesis internacional impuesta desde los juicios de Núremberg que ningún Estado es libre de tratar a sus ciudadanos como se les antoje violando los principios elementales de todo ser humano como lo es el ejercicio libre e imparcial del voto. Que éste es un derecho de la humanidad y que quienes los transgredieran no tendrán inmunidad internacional como un reflejo de la conciencia ultrajada del mundo. La justicia internacional tendrá más argumentos legales para actuar contra el régimen y sus principales actores inclusive el derecho para utilizar la fuerza militar para proteger los derechos del hombre y el imperio de la ley. Los Estados no pueden como antes actuar a sus antojos matando, mutilando, torturando a su propio pueblo y violando el derecho sagrado al ejercicio del voto, libre e imparcial, son crímenes contra la humanidad y los derechos del hombre. La justicia internacional tiene el derecho de imponerle los castigos pertinentes a aquellos individuos que actuando en nombre del Estado violen la ley nacional e internacional haciéndolos directamente responsables de los crímenes incurso contra sus ciudadanos para que no estén inmune a la aplicación del derecho penal ya que los derechos fundamentales del hombre están por encima de las leyes nacionales. En esta forma se ratificaría que aquellas persona que cometan crímenes contra sus ciudadanos no pueden cobijarse tras el Estado para eludir su responsabilidad, ya que estos individuos tienen deberes internacionales que trascienden las obligaciones nacionales.

VENEZUELA: LA INGENUIDAD DE QUIENES INSISTEN EN VOTAR

Orlando Avendaño | 13/05/2018 | Web del Frente Patriótico

CÓMO NO SERÍA CÁNDIDO SUPONER QUE UN RÉGIMEN CONVERTIDO EN NARCOESTADO CEDERÍA EN UNAS URNAS

Como Nerón, que tocaba la lira cuando Roma se derrumbaba, algunos con el voto asistirán a la muestra imprudente de irrespeto e ingenuidad

En su magnum opus, Vida de los doce césares, Suetonio asegura que durante el «gran incendio de Roma» (año 64) el emperador Nerón tocaba la lira. Cantaba y componía, mientras la ciudad ardía, para eludir la responsabilidad del momento. Por más que luego prestase su propio palacio a los refugiados, el mito de la lira trascendió como una muestra imprudente de ingenuidad e irrespeto. De negación de la realidad.

Algo similar estaría ocurriendo en Venezuela. Millones que tocan la lira y compondrán, para sortear la cruenta realidad que, al final, siempre termina imponiéndose. Y de la manera más odiosa.

En Venezuela existe una dictadura; y esto, aunque se denuncie al unísono, se busca ocultar. No es un sistema reciente. Desde hace años en el país no hay, si quiera, cierto vestigio de democracia. Pero la ruptura definitiva de la decadente República se dio a finales de 2016, cuando el régimen chavista decidió suspender el referendo revocatorio y, con ello, dinamitar el último mecanismo electoral e institucional para lograr el cambio del Ejecutivo.

El régimen dictatorial se fue desarrollando con la conquista de parcelas de poder. Arbitrariedades atroces enfocadas en desmantelar por completo el aparataje ya caducado. Durante los primeros meses del 2017 anularon al Parlamento; aplastaron a la disidencia y extendieron el régimen de terror y acoso. Luego, a mitad de año, impusieron un armatoste con el que cambiaron por completo las reglas del juego. Alteraron todo el panorama.

La Asamblea Nacional Constituyente llegó empañada de sangre para consolidar la etapa final del régimen. De la dictadura se pasó al totalitarismo. Con el ilegal armatoste, que implantaron con el mayor fraude electoral de la historia contemporánea de Venezuela —se debe recordar que la misma empresa Smartmatic denunció que las cifras pueden ser manipuladas con facilidad—, el régimen logró secuestrar cada espacio político e institucional del país. Desde entonces todo lo que pretenda sobrevivir como parte del sistema, debe arrodillarse ante la infamia.

Es en medio de esta coyuntura que, a través de esa misma ilegal Constituyente, se ha convocado otro presunto proceso electoral. El de las presidenciales. Y algunos, nerones todos, piensan votar. Participar en la segunda mayor estafa de la historia contemporánea, luego de la del 30 de julio.

Insistir en la posibilidad de restituir un régimen democrático a través de mecanismos democráticos es, pues, un contrasentido. Demagogia irracional para impulsar pactos e intereses políticos. Si se trata de una dictadura, lo natural es que esta no pudiera dejar de serlo, sino con la interrupción definitiva del proceso. Si llegase a sucumbir por mecanismos democráticos, quizá se erró al llamar dictadura al sistema.

Y hay quienes intentan sostener ingenuas posturas, citando distorsiones de eventos históricos. Se dice que Pinochet dejó el poder porque las gentes así lo quisieron en el plebiscito de 1988. Pero se obvia, con conveniencia, que documentos desclasificados develaron que el dictador tenía intenciones de desconocer los resultados y que fueron los militares quienes acordaron lo que debía ocurrir. Hay otros ejemplos históricos que se citan. Todos, distorsiones. Que si Stroessner en Paraguay u Odría en Perú.

Entradas Relacionadas Jamás una dictadura ha dejado de serlo porque la voluntad mayoritaria así lo haya querido. Mercadear esta desfiguración sería esconder, con oscuros intereses, que en los momentos en que esto pareciera ser así, lo que en verdad ha ocurrido es que los hombres fuertes del sistema han coincidido en la decisión de hacer creer a las mayorías que eligieron y su voluntad se respetó.

Pero aún suponiendo que fuese verdad —que la absurda contradicción formase parte de la historia contemporánea—, sería una exposición inmensa de inocencia pensar que el régimen chavista se comportaría igual a los que supuestamente han cedido.

Quienes votarán, creen, primero, que de forma extraordinaria una expresión abrumadora de la voluntad popular a favor del colaboracionista Henri Falcón —llamado por el periodista Oppenheimer como el “mayor traidor de Venezuela”— forzará a los criminales a no tener otra opción que aceptar los resultados. Asumen que las instituciones chavistas acatarán, que le reconocerán la victoria a Falcón y que de esa forma iniciará la deseada marcha hacia la democracia.

Pero, incluso suponiendo que este fuese un escenario probable, los fieles devotos de las urnas aún no dan respuesta a qué podría ocurrir durante los ocho meses que Falcón tendría que esperar hasta que el dictador Maduro le tuviera que entregar la banda presidencial —y, sobre todo tomando en cuenta la existencia de una Asamblea Nacional Constituyente capaz de deformar el Estado a la conveniencia de los chavistas—.

No obstante, lo que termina de desmontar este sinsentido, es lo que los fieles devotos olvidan. Cómo no sería cándido suponer, entonces, que un régimen convertido en narcoestado —y denunciado y condenado por los grandes países de Occidente—, cedería en las urnas. O una cruel dictadura que ha matado niños y mujeres, mientras el sol todavía alumbra y frente a los medios internacionales, respetaría o se dejaría quebrantar por la voluntad mayoritaria. Que ha robado con fraude al menos cuatro procesos electorales —regionales, Constituyente, revocatorio del 2016 y presidenciales de 2013—, y que aún no responde a las irrebatibles denuncias.

Es un régimen, integrado por miembros de la mafia y el narcotráfico internacional, que ha sumido a toda una sociedad en la mayor crisis humanitaria de la historia de la región. Un sistema que fusiló en vivo a un grupo de rebeldes que antes se había rendido. Que ha demostrado que la ruina económica es voluntaria, y que solo parece formar parte de un proyecto eugenésico.

Los crímenes son demasiados para expresarlos en una nota y no reunirlos en lo que debería ser el «Libro negro del chavismo». Todos, unos más dantescos que otros, solo demuestran el verdadero carácter de la dictadura de Nicolás Maduro. Una mafia comunista cuya subsistencia depende de la permanencia en el poder.

Votar no derivará en ninguna conquista política, pues todo el sistema está pervertido. El régimen solo precisa electores para simular que su estafa goza de algo de legitimidad. Y, como bien escribe Alberto Barrera Tyszka, “el Gobierno necesita una alta participación electoral para poder descalificar a todos los países que se han sumado al desconocimiento de los resultados electorales”. No obstante, el individuo que participe sí se convertirá de inmediato en parte fundamental de la pantomima. Del crimen sin precedentes que Maduro está a punto de cometer. Un delito, subordinado a otro: la Constituyente.

Pero mientras el país arde con la mayor crisis de su historia, habrán algunos que con el voto intentarán mantener el delirio democrático de un país que no lo es. Una quimera con repercusiones peligrosas. Asistirán a la muestra imprudente de irrespeto e ingenuidad. De la negación de la realidad. Como Nerón, que tocaba la lira cuando Roma se derrumbaba; porque es más sencillo huir con la melodía que sentir de cerca el calor de las llamas.

PERISCOPIO ELECTORAL

La rebelión de los votantes

Por ALBERTO BARRERA TYSZKA 6 de mayo de 2018

CIUDAD DE MÉXICO — Durante todos estos años, siempre pensé que la única salida al conflicto de mi país era el voto. Sigo pensando así. Y justo por esa razón, creo que el próximo 20 de mayo los venezolanos debemos abstenernos.

Para la mayoría de la población, dentro y fuera del país, la situación es alarmante. Hemos llegado a un límite casi inimaginable en términos de hiperinflación, de deterioro en la calidad de vida, de violación de los derechos humanos y de control y represión oficial. El país frívolo que exportaba reinas de concursos de belleza se ha convertido en el país trágico que exporta pobres desesperados. Todo esto, bajo la mirada de un gobierno que sigue empeñado en negar la realidad, que prefiere destruir la nación que negociar.

En un artículo indignante, publicado hace pocos días en El País, Nicolás Maduro ofreció una muestra de cómo continuamente intenta legitimarse. “Nuestra democracia es distinta a todas”, afirma al comienzo del texto. “Porque todas las demás —en prácticamente todos los países del mundo— son democracias formadas por y para las élites. Son democracias donde lo justo es lo que le conviene a unos pocos”.

En realidad, su gobierno es un espejo perfecto de lo que denuncia. El chavismo se ha convertido en una élite que lleva veinte años concentrando poder. Controla el petróleo y la moneda, maneja a su antojo las instituciones y los tribunales, ha transformado a las Fuerzas Armadas en su ejército privado. Detiene, encarcela, tortura y hasta ejecuta adversarios sin respetar las leyes, sin dar explicaciones. Ha privatizado casi todos los espacios de la vida pública, ha organizado el hambre como un negocio político rentable. Una élite que necesita y desea, el próximo 20 de mayo, ganar algún tipo de legitimidad.

A medida que se acerca el día de las elecciones, aumentan la tensión y el debate sobre votar o no votar en el país. Quienes promueven la teoría de que es necesario votar dan por descontado que la abstención es una resignación inútil, un abandono de la lucha o una manera algo espuria de resistir. Uno de los éxitos del chavismo ha sido distribuir en la sociedad venezolana la idea de que el disentimiento es sospechoso, que siempre puede acercarse peligrosamente a la ilegalidad. La ambigua conjetura de que el llamado a no votar esconde en el fondo un ánimo conspirador le resulta muy conveniente al gobierno.

Dos supuestos sostienen la propuesta de participar en las elecciones: creer, primero, que de manera repentina una indetenible marea de votos le dará un triunfo incuestionable al candidato de la oposición, Henri Falcón, y, después, en segundo término, confiar que el gobierno y sus instituciones aceptarán y reconocerán esa victoria. No hay, sin embargo, ninguna garantía de que alguna de estas dos cosas pueda ocurrir.

La candidatura Falcón no depende de la política, sino de la fe. No es un problema que tenga que ver, ni siquiera, con el candidato. No hay que discutir sus cualidades o deficiencias. El problema está en el sistema. No es nueva la ilusión de un sorpresivo tsunami electoral, más aun en un contexto de crisis total como el que vive el país. Por eso mismo, la campaña oficial se ha centrado en obtener ganancias del clientelismo a través del llamado Carnet de la Patria, que permite al gobierno canjear votos por comida. La élite chavista ha diseñado una arquitectura electoral que carnetiza la pobreza y transforma la elección en un chantaje.

Supongamos, de todos modos, que la hipótesis se transforma en realidad y que una avalancha de votos hace irremediable un triunfo de la oposición. Supongamos, también, que el gobierno reconoce su derrota: ¿qué sigue? Henri Falcón debe esperar hasta enero de 2019 para que el presidente entregue el gobierno.

Las enseñanzas de lo ocurrido el 2015deberían ser útiles. Tras la victoria de la oposición, los parlamentarios salientes aprovecharon los pocos días que les quedaban para dar un golpe de Estado y asegurar su control absoluto del Tribunal Supremo de Justicia. A esto, además, hay que sumarle la existencia de una fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente (ANC), a la que todavía le queda por lo menos un año de ejercicio, constituida como un poder absoluto, capaz de —por ejemplo— redefinir y limitar a su antojo el papel y las funciones de la presidencia.

Esto implica que aun perdiendo las elecciones, la élite chavista retendrá el poder en su sentido amplio, incluyendo la posibilidad de despojar de facultades a la presidencia. En el supuesto negado de que Henri Falcón ganara, solo obtendría una silla hueca, un adorno y no un cargo, una representación del vacío. Todo esto hace que la elección del 20 de mayo sea un fraude anunciado.

La dirección política de la oposición tiene muchas debilidades y ha cometido bastantes errores. Sin embargo, en este momento tanto la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como el Frente Amplio están siendo leales con la mayoría que, de distintas maneras, intenta resistir ante el gobierno.

El llamado a la abstención es coherente con lo ocurrido tras las elecciones de octubre del año pasado, cuando Juan Pablo Guanipa ganó la gobernatura en el estado de Zulia y Andrés Velásquez en Bolívar. ¿Qué pasó? Al primero, trataron de someterlo a través de la ANC. La élite canceló el triunfo de los votantes e impuso nuevas elecciones. Al segundo, todavía hoy, el Consejo Nacional Electoral no le ofrece respuestas ante sus contundentes denuncias de fraude. Estos son ejemplos recientes y brutales.

Las elecciones en Venezuela están diseñadas como una estafa perfecta. El gobierno elige a todos los candidatos, establece las reglas de juego, no permite auditorías ni ningún tipo de observación independiente, extorsiona a los votantes con comida y medicinas, mientras la población menos necesitada se debate moralmente entre votar o no votar.

Es una maniobra que apuesta, además, a enfrentar a la crítica internacional. El gobierno necesita una alta participación electoral para poder descalificar a todos los países que se han sumado al desconocimiento de los resultados electorales.

Basta recordar una reciente entrevista con Jorge Rodríguez. El ministro de Comunicación y jefe de campaña de Maduro descartó la existencia de la crisis humanitaria usando como argumento el resultado de las últimas elecciones. Para eso necesita el gobierno que los venezolanos participen en las presidenciales.

Llamar a votar porque no hay más remedio, porque no hay otra alternativa, es absurdo. No estamos decidiendo entre votar o tomar las armas. Eso es parte de la trampa. Es lo que también ha propuesto Maduro. No estamos decidiendo entre votar o apoyar una invasión. Estamos denunciando que las elecciones son un artificio, que la democracia en Venezuela es una trampa.

Pero es necesario que la dirigencia política de la oposición llene de sentido —simbólico y práctico— la abstención, que la convierta en un verdadero acto político. Hay muchas posibilidades e iniciativas de inventar acciones de todo tipo, dentro y fuera del país, para el 20 de mayo. No se trata de una resignación pasiva. La abstención no tiene por qué ser una renuncia. También puede ser un gran acto de rebeldía.

Descripción de un acto de campaña electoral 2018 o el show que se repite una y otra vez en cada Estado de Venezuela

Es enfático cuando asegura que conseguirá los 10 millones de votos (que no logró Chávez)

Maduro en Apure buscó asegurar el voto militante que Chávez consiguió en 2012

Contrapunto Sábado, 12 de Mayo de 2018 a las 2:58 p.m.

El presidente arribó al aeropuerto de San Fernando junto a la primera combatiente, Cilia Flores, donde fue recibido por Ramón Carrizalez, gobernador de la entidad apureña

El pueblo del estado Apure recibió este sábado al candidato presidencial del Frente Amplio de la Patria, Nicolás Maduro, en una concentración que se realizó desde tempranas horas de la mañana en la avenida Carabobo de San Fernando de Apure, en la capital de la entidad llanera.

La visita formó parte de la gira que el aspirante socialista realiza en su campaña electoral por la presidencia.

Foto: @PrensidenciaVen

La coreografía de la campaña se repitió como en el resto del territorio. La presencia del expresentador de RCTV Winston Vallenilla en pantalla a través de la señal de VTV advertía que, en minutos, aparecería en tarima el presidente Nicolás Maduro, acompañado de la primera dama, o como prefiere llamarla el mandatario "primera combatiente".

Los primeros 10 minutos correspondieron a cantos y bailes, como se ha visto en el resto de las ciudades que Maduro ha recorrido desde el inicio de la campaña el pasado 22 abril.

"Sube la mano panita, vamos todos a votar", animó al público y fue antesala al breve discurso que ofrecería el gobernador Ramón Carrizalez y luego Maduro, en Apure.

A las 3:06 pm comenzó el discurso de Carrizales quien habló durante 3 minutos, contados por reloj, e hizo alusión al emblemático discurso del entonces presidente Hugo Chávez en la campaña presidencial de 2012.

"Yo le pido a Dios, si sigue siendo tan generoso con nosotros, le pido a Dios que me conceda el último sueño, así lo he dicho, el último sueño mío es, liberarme, qué difícil ¿no? ¡qué difícil! volver a ser libre pues, como el viento, aunque sea por unos días, por unos meses, por un año", dijo en esa oportunidad el presidente que en esa elección contra Henrique Capriles, consiguió la reelección.

¿Ustedes se acuerdan del comandante Chávez cuando estuvo aquí, yo todo lo aprendí de él", les dijo a los presentes.

En 2012 Chávez consiguió 155.998 votos contra 78.358 de Capriles Radonski y 78,38% de participación en Apure. Nicolás Maduro aseguró en el acto que obtendría 200.000 votos el próximo 20 de mayo de 2018.

A las 03:13 pm. Maduro ya estaba frente al micrófono y lo primero que dijo fue: "Apure te amo". El discurso fue similar al del resto de los estados, hizo referencia al calor, al poder de las mujeres, a Estados Unidos.

"El domingo 20 de mayo decide el destino de Venezuela para los próximos 30 años", dijo el mandatario, también candidato.

Las preguntas fueron las mismas "¿Quién elige presidente en Venezuela?" "¿Dónde se elige el presidente?" y la también advertencia que "llueva, truene y relampaguee", habrá elecciones el 20 de mayo.

No faltó tampoco la mención a Henry Falcón y la razones por las cuales los allí presentes no podían dejar de participar en los próximos comicios.

"Te habla un hombre de verdad, te espero el domingo 20 de mayo para darte una pela con los votos", le dijo al otro candidato.

Maduro es enfático cuando asegura que conseguirá los 10 millones de votos (que no logró Chávez).

Durante el acto en Apure, como en otras ciudades, hizo campaña en gestión al aprobar unos 2 billones para entregar "como de paquete" el Hospital General y Materno de Apure. También dijo que entregaría 50 nuevas viviendas con "el carnet de la patria"·.

“He aprobado recursos para que incorporemos 10 mil nuevos jóvenes al Plan Chamba Juvenil par el estado Apure” manifestó.

El acto duró exactamente 43 minutos; de los cuales, 30 correspondieron al discurso del actual presidente de Venezuela.

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