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Como siempre, en Venezuela se gestan grandes ideas y crecen y se inspiran en su territorio grandes h


OJO: El video tiene un error, Renny no nació en Caracas, sino en Valencia (Edo. Carabobo)...Renaldo José Ottolina Pinto (Valencia, Venezuela, 11 de diciembre de 1928 - Caracas, 16 de marzo de 1978)

Me duele Venezuela. ¡Qué triste espectáculo el de un país rico en recursos naturales sumido en la miseria! La pasada década fue una década perdida para los venezolanos; no solo no avanzamos, sino que retrocedimos. Gracias a los altos precios del petróleo Venezuela tuvo una oportunidad de oro para salir del subdesarrollo, pero seducida por los cantos de sirena de la demagogia terminó desaprovechándola. Ya en 1936 Arturo Uslar Pietri hablaba de la necesidad de “sembrar el petróleo”; lamentablemente Hugo Chávez y su cauda de áulicos no le hicieron caso. Y es que el legado del socialismo del siglo XXI es haberle dejado a las nuevas generaciones una Venezuela más pobre, más violenta y más dividida que la que recibió. Pero la dramática situación venezolana no debe hacernos perder la esperanza; no es la primera vez que el bravo pueblo ha tenido que padecer un poder despótico, y en el pasado, más tarde o más temprano, siempre terminó sacudiéndose ese odioso yugo. Precisamente, como homenaje a esa Venezuela corajuda, “la del millón de grandes”, la que llenó “de tumbas y patrias a América” y que está “más poblada en la gloria que en la tierra”, es que desempolvamos este hermoso poema de Andrés Eloy Blanco, el poeta venezolano por excelencia. Este poema fue escrito desde el exilio y por eso tiene sabor a nostalgia: el poeta, radicado en México tras el golpe militar que derrocó a Rómulo Gallegos, pretende dar a sus hijos una clase en verso sobre la patria perdida. Creemos que esa lección de patria sigue siendo vigente porque en ella se encuentran a un tiempo las luces y sombras de la historia venezolana; hoy, como ayer, Venezuela está acosada por el que pareciera ser su sino trágico, ese por el “que el hijo vil se le eterniza adentro / y el hijo grande se le muere afuera”, y hoy, como ayer, Venezuela está llamada a enfrentar y a vencer a la fatalidad. Es cierto que las circunstancias actuales no son muy esperanzadoras, pero no debemos olvidar que la noche se hace más oscura justo antes del amanecer.

"Clase"

POR: ANDRES ELOY BLANCO.

Aquí estamos el hombre, la mujer y los niños para dar una clase de distancia y presencia, con un recuerdo que haga llegar el horizonte hasta las manos, por un mar de alberca, con una voz de pálido regreso que se traiga la playa entre las velas, con un amor de golfo madrugado que en el playero caracol se tuerza, con un dar y tomar de niño y patria sobre una ola azul que vaya y vuelva y un sureste que traiga entre las manos el nelumbo de adiós de mis riberas y una nube de allá como una hamaca de revelada carga en que se mezan el canto de mis hijos, cuando vaya, y el olor de la patria, cuando vuelva. Ayer la geografía era presente y viva, ayer sólo la historia era pretérita. Hoy, ya, para nosotros, geografía es historia, un recuerdo de un niño que escribía en la arena, algo de cuna y río, de golfo y cementerio, una gota de agua sobre una hoja seca, una balandra que soñó un gran viaje y envejeció lavándose las velas. Los cuatro que aquí estamos nacimos en la misma tierra, la del pueblo elegido para llenar de tumbas y de patrias a América, la de adelante en viajes a Judá o a la Cólquida, de una vez argonauta y cananea. Canaán, y sus hijos, Israel, escogidos para andar repartiendo libertad a las tierras: con las uñas cavaron, con la sangre regaron los huesos de su siembra y al fin, de patria a patria se pasaban la fruta que le faltaba a ella. Los cuatro que aquí estamos nacimos en la pura tierra de Venezuela, la del signo del Exodo, la madre de Bolívar y de Sucre y de Bello y de Urdaneta y de Gual y de Vargas y del millón de grandes, más poblada en la gloria que en la tierra, la que algo tiene y nadie sabe donde, si en la leche, en la sangre o la placenta, que el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera. Se van a libertar, por tierra y agua, a pelear con las armas y las letras y alguna vez embarcan las miradas hacia el rincón del mar donde está Ella, más difícil que un pozo en el desierto, más bella que un amor en primavera. Y todo comenzó en Coquivacoa, el signo de sus hijos y el de Ella: le encontraron las casas metidas en el agua y de allí le quedaron los viajes en las venas. Pero aquí estamos cerca de los hijos, para darles la Patria como es buena, para darles la Patria sin dolor de palabra, como se dan las patrias, sin mojar sus ojeras, como se dan los ojos, sin cortarles el día, como se da la noche, sin cortarle la estrella, como se da la tierra, sin cortarle los árboles, como se dan los árboles, sin cortarles la tierra. Y hablar así, a los hijos, de la Patria lejana, en una clase clara, con la ventana abierta; los cuatro que aquí estamos nacimos en la pura tierra de Venezuela; amamos a Bolívar como a la vida misma y al pueblo de Bolívar más que a la vida entera y a Venezuela, inalcanzable y pura, sabemos ir por el "bendito seas".

Humberto Fernández Morán, el hijo bueno que se murió afuera

(Maracaibo, Venezuela, 1924 - Estocolmo, Suecia, 1999) Científico venezolano. Inventor de la cuchilla de diamante, fue pionero en técnicas de microscopía electrónica y decisivo en el proceso de modernización científica de su país, en el que fundó el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC).

Humberto Fernández realizó sus primeros estudios entre la capital zuliana, Curazao y Nueva York. En 1936 ingresó en el Colegio Alemán de Maracaibo y al año siguiente partió rumbo a Alemania, donde acabó el bachillerato en el liceo Schulgemeinde Wichersdorf de Sallfeld. Con apenas quince años inició sus estudios de medicina en la Universidad de Munich. Durante la Segunda Guerra Mundial, seis días antes del desembarco de Normandía (1944), en un sótano y bajo un bajo bombardeo aéreo, se graduó en medicina con Summa cum laude.

Al año siguiente revalidó su título en la Universidad Central de Venezuela y trabajó en el Hospital Psiquiátrico de Maracaibo, aunque no por mucho tiempo, porque viajó a Estados Unidos para especializarse en neurología y neuropatología en la Universidad George Washington de Washington D.C. De allí se trasladó, en 1947, a Estocolmo, y trabajó en el Hospital Serafimer con el neurocirujano Herbert Olivecrona. Comenzó también sus investigaciones en microscopía electrónica en los laboratorios del Instituto Nobel de Física, invitado por el profesor Manne Siegbahn (Premio Nobel de Física en 1924) y también en el Instituto de Investigaciones Celulares y Genética del Instituto Karolinska.

Durante este período en Suecia inventó la cuchilla de diamante para la ultramicrotomía (seccionado ultrafino de materiales biológicos y metálicos que permitió observar estructuras subcelulares) y desarrolló el concepto de la crioultramicrotomía (utilizando bajas temperaturas), que más tarde lo llevaría a inventar el criomicroscopio electrónico. Logró así observar a nivel casi atómico la estructura de complejos sistemas biológicos (o inanimados) en estado hidratado y a muy bajas temperaturas, lo cual hasta ese entonces se consideraba improbable. En su trabajo La cuchilla de diamante para seccionado ultrafino, publicado en 1953, Fernández Morán firmaba como investigador del Instituto Karolinska de Estocolmo y del Departamento de Biofísica de la Universidad Central de Venezuela, de cuya cátedra fue fundador en 1951. En Estocolmo contrajo matrimonio con la sueca Anna Browallius, con quien tendría dos hijas. En 1954 volvió a Venezuela.

Ese mismo año, con ayuda del entonces ministro de Sanidad Pedro Gutiérrez Alfaro, Fernández Morán se dedicó a desarrollar el proyecto de un centro para la formación y la investigación neurológica y cerebral. En 1958 se le pidió a Fernández Morán que aceptara el cargo de ministro de Educación, el cual ejerció por diez días, hasta el 23 de enero, fecha de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez.

Esa breve relación con el poder lo perseguiría implacablemente y serviría como excusa para desacreditar cualquiera de sus logros como científico; eventualmente lo forzaría, a mediados de 1958, a tomar la ruta del exilio voluntario. Entregó la dirección del recién fundado IVNIC (Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales) al doctor Marcel Roche y al año siguiente el instituto fue ampliado a otras áreas de investigación, pasando a llamarse Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

Incansable, Fernández Morán se instaló a partir de 1958 en Estados Unidos y organizó los Mixter Laboratories for Electron Microscopy del Massachusetts General Hospital de Boston; colaboró además con el Massachusetts Institute of Technology (MIT). En 1962 aceptó el puesto de Profesor de Biofísica en la Universidad de Chicago; en 1967 obtuvo la silla profesoral Pritzker de la División de Ciencias Biológicas de la Escuela de Medicina de dicha universidad y fue reconocido con el premio John Scott por la cuchilla de diamante, un premio antes otorgado, entre otros, a Jonas Salk (vacuna antipoliomielítica), Marie Curie (la radiactividad y sus propiedades), Thomas Edison (lámpara incandescente) y Alexander Fleming (por el descubrimiento de la penicilina). En paralelo a su trabajo como docente, Fernández Morán prosiguió sus investigaciones y continuó trabajando en el desarrollo de la criomicroscopía electrónica. En 1985 volvió a Estocolmo; allí permanecería ya hasta su muerte, el 17 de marzo de 1999.

La postura política de los ciudadanos de numerosos países, a lo largo de la historia y hasta nuestros días, se ha percibido erróneamente más en su relación con los líderes que en su compromiso con las verdaderas instituciones nacionales. Al igual que el bachiller Rafael Rangel fue identificado con el general Juan Vicente Gómez, Humberto Fernández Morán fue una de las víctimas de este pensamiento inmaduro, de la leyenda negra en la que pagan justos por pecadores, al identificársele con el régimen de Pérez Jiménez, quien lo apoyó en la creación del IVNIC (actual IVIC), institución emblemática y ejemplar que ha logrado sobrevivir a dictadores, partidos y crisis.

Prodavinci 07/07/2018

PEDRO PLAZA SALVATI

¿Quién hubiera imaginado que el astronauta con más misiones al espacio vivió parte de su infancia en Venezuela? ¿Quién hubiera podido suponer que el cielo estrellado de Altragracia de Orituco, a la edad de 4 años, sería el escenario para cimentar su atracción precoz hacia el espacio?, o que Venezuela constituiría una de las fuerzas que estimularon su imaginación y formaron su identidad. A escondidas de sus padres en las noches guariqueñas junto a Maruja, su hermana, se trepaba al techo de la casa cargado de toronjas con azúcar para mirar el firmamento: “nunca había visto un cielo tan bello”. Desde San Juan de los Morros partía de la mano de su padre a innumerables viajes de cacería, y en la noches “el cielo se cubría de estrellas infinitamente más numerosas que en cualquier otro lugar”.

Franklin Ramón Chang-Díaz (San José, 5 de abril de 1950) el astronauta costarricense, relata a manera de autobiografía su vínculo con Venezuela en su libro Los primeros años: mis primeras aventuras en el planeta Tierra (Editorial de Costa Rica, 2017), presentado el martes 26 de septiembre en el Foyer del Teatro Nacional. Al leer estas páginas, escritas de manera sencilla, nos enteramos de que su infancia transcurrió entre dos países: “Casi inmediatamente después de llegar al mundo, comencé una vida de transición y vaivén entre dos universos: uno en Costa Rica, en el hogar de mis abuelos maternos, y otro en Venezuela con mis padres y hermanas”.

Los años venezolanos de la familia Chang-Díaz transcurrieron en lugares tan disímiles como Macuto, Altagracia de Orituco, Caracas (Bello Monte), San Juan de Los Morros y la Isla de Toas en el Golfo de Maracaibo. Ramón Ángel Chang Morales, padre del soñador del espacio, logró que lo contrataran en distintos proyectos y desempeñó cargos tales como operador de maquinaria en la construcción de un embalse y una urbanización en Tanaguarena, jefe de maquinaria pesada en el proyecto de la carretera Altagracia-Guatopo-Santa Teresa del Tuy, gerente de talleres en el Ministerio de Obras Públicas, sub-director de operaciones de una de las plantas de la Compañía Venezolana de Cementos en el Golfo de Maracaibo y director de maquinaria pesada en la construcción de la represa de Guanapito.

Fue así como desde 1945 hasta 1962 el padre de Franklin Chang supo valorar a Venezuela como una fuente de abundancia, donde podía generar el ingreso que le proporcionaría a su familia una vida holgada en su Costa Rica natal. Aquella era la época del “sueño venezolano”. El país progresaba y marcaba un ritmo pujante en Latinoamérica (paradójicamente de la mano de una dictadura). De acuerdo al World Economic Forum, en 1950, el mismo año de nacimiento de Franklin Chang Díaz, Venezuela era la cuarta economía más rica del mundo. El autor relata:

“Ese país sudamericano se había convertido en el destino de muchos costarricenses de aquella época. Su nueva riqueza petrolera había iniciado un período de alta expansión en infraestructura que retaba la capacidad de oferta nacional en personal calificado”.

Franklin, llamado así por la admiración que su padre tenía por Franklin Delano Roosevelt, forjador del llamado New Deal en los Estados Unidos y quien sentó un precedente importante para la instauración de las Garantías Sociales en Costa Rica en los años cuarenta, llegó a Venezuela por primera vez a los 2 años. En la presentación del libro, Franklin Chang relata que en la época no había vuelos directos a Caracas y que era necesario hacer escala en Panamá o Colombia: “Cuando viajaba a Venezuela lo hacía en aviones DC-3. Pedía ver la cabina del piloto y me quedaba maravillado”. Estudiaría y viviría varios años en el país y, luego de regresar a su Costa Rica natal, viajaba en las navidades para visitar a sus padres, como una vez lo haría a la Isla de Toas, sobre la que comenta:

“En la lejanía, a través del inmenso golfo, se veían las luces de Maracaibo y, más lejos aún, los destellos del Relámpago del Catatumbo, las descargas eléctricas que por condiciones idóneas de las montañas del sur se repiten con la regularidad de un faro marino”.

El inicio de los años sesenta marcó el regreso definitivo de la familia Chang a Costa Rica y el fin de esos años dorados. Un hecho, en apariencia contradictorio, que signó este reacomodo fue la transición de la dictadura a la democracia, período que, como se sabe, no estuvo exento de inestabilidad política producto de los alzamientos subversivos inspirados en la revolución cubana. En una cita que podría ser leída como de una actualidad revivida, Chang afirma:

“La situación política de Venezuela se había vuelto cada vez más difícil. Durante nuestros últimos años en Altagracia habíamos podido presenciar demostraciones estudiantiles, balaceras y tiroteos entre agitadores y policías”.

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Franklin Chang dejaría su Costa Rica natal a los 17 años, sin saber inglés y con el sueño si se quiere temerario de llegar a ser astronauta. Gracias a una beca se gradúa de Ingeniero Mecánico de la Universidad de Connecticut y obtiene un doctorado en el MIT con especialización en física aplicada del plasma. A la fecha es una de las doce personas de origen hispano en lograr el sueño de convertirse en astronauta. En el Teatro Nacional comentó: “Convertirme en astronauta fue una cadena de acontecimientos, no una línea recta. El fracaso es la única forma de lograr lo que uno se propone y, entre los fracasos, se logran los pequeños triunfos. Nada hasta el momento en que me fui a Estados Unidos me había demostrado que no iba a poder lograrlo”. Un sueño que, como lo dice en el libro y lo confirma en persona, tuvo que ver con Venezuela: “En Altagracia de Orituco se esbozó esa llamita. Viendo las estrellas junto a mi hermana desde el techo de la casa. Fue el momento cuando verdaderamente empecé a soñar”, dijo ante un público atento de escuchar su historia personal.

Al terminar su doctorado, la NASA abre el programa de reclutamiento tras una década cerrado, y uno de los requisitos es que los postulantes deben tener la nacionalidad estadounidense: Careers with NASA are generally limited to United States Citizens. Franklin Chang obtiene la ciudadanía en 1977 y tres años más tarde es elegido candidato como parte de un reducido grupo de 19 personas entre unos cuatro mil postulantes. Se convierte en astronauta de manera oficial en agosto de 1981. Fue el único hispano escogido en ese momento y el primer latinoamericano en llegar a ser astronauta.

Franklin Chang comparte el récord de siete misiones a bordo de un transbordador espacial. El costarricense, elegido al Salón de la Fama de la NASA, ostenta un cúmulo de 1.601 horas en el espacio con 19 horas y 31 minutos de caminatas espaciales. Su primera misión fue en 1986 en el Transbordador Espacial Columbia y su última misión en el 2002 a bordo del Transbordador Espacial Endeavour.

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Su segunda misión tuvo una duración de 119 horas y 41 minutos, con 79 órbitas de la Tierra en el Transbordador Espacial Atlantis. Durante la misión se produce una conversación tierra-espacio entre el Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, y Franklin Chang, transmitida en cadena nacional. El video de la conversación se encuentra en YouTube y a Chang se le puede ver sonreído y emocionado con sus compañeros de vuelo.

La sobriedad del despacho presidencial contrasta con la visión de los astronautas desde el espacio. Parte del intercambio de palabras transcurre así:

Oscar Arias: Muy interesante todo… ¿Qué es lo que esperan realmente lograr en las investigaciones que harán con respecto al planeta Júpiter?

Franklin Chang: El estudio de los planetas es fundamental para nosotros para entender nuestro propio planeta. En realidad Júpiter no es solamente un planeta, sino actualmente un sistema solar en miniatura. Tiene una gran cantidad de satélites que giran a su alrededor y el estudio de esos cuerpos nos va a enseñar mucho no solamente sobre la Tierra y Júpiter mismo, sino también sobre el sistema solar en sí.

Oscar Arias: Fundamentalmente me imagino que la investigación es en torno a la atmósfera y los 16 satélites de Júpiter y ¿qué otras cosas?

Franklin Chang: Se supone que el planeta Júpiter contiene varios materiales de carácter orgánico sometidos a gran cantidad de radiación, donde tal vez ciertos aminoácidos, ciertos tipos de cadenas orgánicas, puedan unirse y fundamentalmente iniciar los primeros pasos para el desarrollo de lo que sería tal vez “vida”. Claro, no esperamos encontrar ningún tipo de vida a nivel ni siquiera microscópico en el planeta Júpiter, pero siempre estamos buscando la respuesta a la pregunta de cómo se originó la vida en el Universo.

Oscar Arias: Sumamente complejo. En la mente de un político cuesta mucho entender todo lo que usted me está contando pero, en fin, es una experiencia maravillosa para nosotros poderte saludar y realmente creo que te convertís en un ejemplo para la juventud costarricense y del mundo latinoamericano en general. Lo que has logrado es un paradigma para nuestra juventud que necesariamente tiene que ver en vos un símbolo de lo que puede llegar ser cada uno de nuestros jóvenes en la pequeña Costa Rica.

En los comentarios escritos sobre el video se lee el siguiente, cuyo autor se identifica como Audio Leal W.:

“Desde niño siempre le admiré. Casualmente en mi país dos canales (Venevisión y Televen) transmitieron en directo el lanzamiento de esta misión, ya que por las diferencia de horas, su despegue coincidió en horas de la emisión meridiana de noticias y por ello pude verlo en vivo. Un orgullo para Latinoamérica el Dr. Chang Díaz. Saludos desde Venezuela”.

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Franklin Chang es un hombre inquieto y, como tal, no se ha quedado tranquilo viviendo de sus glorias pasadas. En 2005 se separa de la NASA para formar su propia empresa, Ad Astra Rocket Company, cuyas palabras en latín significan “hacia las estrellas”. Esta compañía tiene sede en Houston y en Guanacaste. Chang trabaja en un motor que utiliza plasma, la cuarta materia de la que están hechos el sol y las estrellas y motivo de su especialización en el doctorado. Ello como parte de la búsqueda para el control de la fusión termonuclear: el proceso donde se origina el sol y las estrellas como una fuente de poder en la Tierra. Las pruebas se realizan, como dijo en el teatro, a unos cinco millones de grados centígrados. Chang sueña con llevar a los humanos al planeta Marte a una velocidad diez veces superior a la que actualmente se utiliza para viajar al espacio, sin tanto desgaste corporal. Cree, como ha dicho en una entrevista, en la democratización del espacio, es decir, que de llegar a ser posible, él aspira a que sea un sueño realizable para muchas personas. Un espacio exclusivo para los pudientes no le interesa. Este pensamiento de Chang seguro que no agradaría a Richard Branson, el billonario creador de Virgin Galatic que habla de colonizar a Marte y dividirlo en “Marte Este” y “Marte Oeste”, compartirlo, como los conquistadores europeos de América en su época, con el también billonario Elon Musk, fundador de Space X.

Como parte de sus emprendimientos, en agosto de 2017 un autobús transportado por un tráiler recorrió las carreteras del país. En la cuenta de Twitter @FranklinChangD se pueden ver varios videos. Se trata del primer autobús eléctrico de hidrógeno en Centro América, que hizo su llegada estelar por el Puerto de Limón. Ad Astra Rocket desarrolló este prototipo y convirtió a Costa Rica en el segundo país en Latinoamérica en contar con la tecnología del uso del hidrógeno como fuente de combustible. En la presentación del libro, Chang confiesa que desea ver a Costa Rica como el primer país en utilizar solo electricidad e hidrógeno como fuente de combustible, que sea una nación “libre de petróleo”. Y agrega que así como Costa Rica se convirtió en el primer país en abolir el ejército (1948), desearía verlo como el primero en lograr este propósito referido. El nombre del vehículo, que ya se empieza a conocer como “el autobús de Franklin Chang”, lleva el nombre de Nyuti, que en lenguaje indígena chorotega de Guanacaste significa “Estrella”. La atracción siempre por las estrellas, esas estrellas que tanto cautivaron a Chang en Venezuela como en ningún lugar.

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El Foyer del Teatro Nacional es el escenario en el que se lleva a cabo la tertulia con el astronauta. La arquitectura y el decorado de otras épocas contrastan con los temas sobre el espacio. Está acompañado de su madre, María Eugenia Díaz Romero, sentada en primera fila. Ella también aparece con frecuencia en la biografía. Chang, con humor, le hace consultas frente al público:“¿Cierto madre?”, dice al referirse sobre todo a sus travesuras de pequeño. Chang se muestra sonriente, preserva un aire y actitud juvenil. Se percibe como una persona accesible y humilde.

Tuve la oportunidad de hacerle la siguiente pregunta:

—Don Franklin, en el libro usted indica que su interés no reside en conocer quién creó el universo sino en entender su funcionamiento. ¿Cómo puede un astronauta estar en el espacio, regresar a Tierra, y llevar una vida normal? Uno no puede imaginarse estar en el espacio, es algo demasiado vasto para asimilarlo. Yo supongo que el regresar debe causar un impacto de consideración: ¿tuvo usted alguna crisis de tipo existencial sobre el mundo, Dios, el Universo? ¿Cómo hizo para adaptarse?

—Nadie que va al espacio puede ver el mundo de la misma manera luego de regresar. Cuando uno está en el espacio tiene una sensación de poder, si se quiere, muy grande, porque el planeta está allí mismo, uno lo puede ver completo. Entonces, eso lo pone a uno a pensar y verlo de una manera distinta. También hay que tener en cuenta el hecho de que uno está en una nave y que a pocos metros, traspasando las paredes de solo centímetros, está el vacío. Eso proporciona otra perspectiva. Entonces, en efecto, mi interés es entender cómo funciona el Universo. Mi mente trabaja como la de un científico. Las preguntas sobre Dios y quién creó el Universo prefiero dejárselas a las personas que más saben sobre eso, a los expertos. Uno tiene que ponerse límites, porque sino se puede caer, claro está, en alguna crisis de tipo existencial.

Uno de los compañeros de colegio de Franklin Chang, psicólogo, también se encuentra en el evento y le pregunta cómo logró combinar su adaptación a la vida simultánea en dos países tan distintos, desde todo punto de vista, como Costa Rica y Estados Unidos. A lo que Chang respondió:

“Cuando uno está en el espacio se empiezan a ver las distancias muy cercanas. Antes uno pensaba que Estados Unidos era algo lejano, pero desde el espacio uno se da cuenta de que la distancia entre Estados Unidos y Costa Rica es muy pequeña. En avión desde Liberia (Guanacaste) me toma tres horas llegar a Houston y, en realidad, llegar a San José dura más tiempo por las presas (colas)”.

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En una nota final del libro, el autor comenta que su aspiración es que la obra sea una trilogía. De hecho, la narrativa de Los primeros años concluye cuando, luego de conseguir un trabajo en el Banco Nacional de Costa Rica para ayudarse económicamente, encontró una ventana de escape para trasladarse a Hartford, Connecticut, e iniciar el largo camino para convertirse en astronauta. Para ello contaba con unos familiares que lo recibirían, unos pocos dólares en la billetera y un pasaje de ida: “Mi papá me quemó el puente de regreso al darme ese pasaje solo de ida”, afirma ante la audiencia. Al terminar las páginas, Chang, a los 17 años, se dispone a realizar su sueño en territorio estadounidense, así como su padre pudo realizar el suyo, a su manera, en suelo venezolano.

A través de distintos pasajes del libro se trasmite el cariño de Chang hacia Venezuela: “Era una niñez de gran libertad. Tanto en Caracas como en San Juan de los Morros y en otros lugares donde vivimos”. Para su padre fue una“época de oro y juventud que jamás sería igualada en los años venideros”. Al mismo tiempo, habla reiteradamente de la inestabilidad política, huelgas laborales, interrupciones de colegios y escuelas y disturbios violentos en las calles que incentivaron el regreso definitivo a Costa Rica. Y cita en su libro a una muchedumbre que una vez pasó por su casa y gritaba:

“’Dame la F! ¡Dame la I! ¡Dame la D!¡Dame la E!¡Dame la L! ¡¿ Qué dice?! ¡FIDEL!’. Esa letanía de cánticos iba y venía y a veces percutían los disparos y la multitud corría a refugiarse a las casas. Esa fue mi última experiencia de niño en ese bello país”.

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Este texto fue publicado por primera vez en Prodavinci el 7 de octubre de 2017

PEDRO PLAZA SALVATI

(La conversación sobre el final de '2001' empieza a partir del minuto 49:40)

El vídeo recién descubierto es material bruto grabado en los años 80 para un documental televisivo que no llegó a emitirse, donde Jun’ichi Yaoi investigaba si se había producido algún tipo de actividad paranormal en el rodaje de 'El resplandor'. La grabación, inédita, acabó en una cinta VHS subastada en 2016 a través de eBay y comprada por un ufólogo, que más tarde la subiría a Internet para deleite de todos nosotros.

La teología psicodélica de 2001: Odisea del Espacio

POR Wolfgang Gil

PRODAVINCI 03/07/2018

Comencemos con una distinción: la diferencia entre signo y símbolo. Mientras el signo es siempre menor que el concepto que representa, el símbolo significa algo más que lo que evidencia. Desde el punto de vista semántico, el símbolo, con su poder de evocación, siempre excede a su concepto, pero también a su misma representación. Este carácter simbólico es especialmente evidente en la película 2001: Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick (Nueva York, Estados Unidos; 26 de julio de 1928–St Albans, Reino Unido; 7 de marzo de 1999) con libreto original del mismo Kubrick y Arthur Charles Clarke (Minehead, Inglaterra; 16 de diciembre de 1917-Colombo, Sri Lanka; 19 de marzo de 2008), más conocido como Arthur C. Clarke, inspirado en el cuento El centinela de este último.

Esa misteriosa esfinge cinematográfica cumplió, en abril de este año, 50 años de estrenada en el Cinerama Theatre Broadway de la ciudad de Nueva York, donde dejó perpleja a la audiencia y confundidos a los críticos. Cuando vemos 2001, tenemos la impresión de que hemos absorbido más información de la que puede procesar nuestro limitado cerebro. Un verdadero desafío hermenéutico, especialmente si uno va a ver una película de ciencia ficción y termina descubriendo un tratado teológico.

Como espectador uno se encuentra confundido y, a la vez, embelesado por imágenes generosas y secuencias prolongadas de naves orbitales danzando al ritmo del Danubio azul o viajes interdimensionales en empaque psicodélico. La asociación de imagen y música ocurre de manera generalizada y con gran efecto. De todas formas, esta asociación no es uniforme. Otras secuencias de la película vinculan movimientos lentos con silencios incómodos, o acciones punzantes con sonidos realistas, como el de una respiración dentro de un traje espacial.

Kubrick fue lo suficientemente temerario para crear un nuevo lenguaje que nos deja muchas más preguntas metafísicas que respuestas. Las dificultades interpretativas de 2001 pueden ser iluminadas con la hipótesis de la teología gnóstica, la cual proporciona un rico instrumental para la interpretación simbólica. El gnosticismo fue una herejía cristiana del siglo II d.C. que combina el cristianismo con la teosofía oriental.

John Gray resume la idea principal del gnosticismo: “Para los gnósticos, la Tierra es una prisión para las almas, gobernada —puede que incluso creada— no por Dios, sino por un demiurgo, un espíritu maligno que atrajo a los seres humanos hacia la cautividad de la carne mostrándoles la belleza del mundo” (Perros de paja, p 136). Esto da como resultado una antropología trágica, donde materia y espíritu se encuentran en contradicción. El director ruso Andréi Tarkovsky, con su película de 1972, Solaris rechazó el mensaje gnóstico de 2001.

Del simio prehistórico al astronauta

2001: Odisea del Espacio se inicia millones de años en el pasado, en un desierto africano, donde un grupo de simios, expulsados de la jungla, subsiste precariamente. Es el tipo de simio prehomínido, enfrentado a un ambiente hostil. La naturaleza no es generosa con ellos. Su vida es dura y su posición entre las especies no es muy elevada. El favorito de la naturaleza es el leopardo, el cual encarna “la temible simetría” de la que habla William Blake, que caza por igual a los simios como a los otros mamíferos.

Una inteligencia alienígena coloca, entre la manada de simios, un misterioso objeto, un paralelepípedo de color negro, el primer monolito, que comienza a influenciar su desarrollo mental. Este artefacto, de inspiración gnóstica, proviene de un lugar que trasciende la naturaleza material y sus propósitos. El objeto activa la inteligencia de los simios y los conduce a descubrir el uso de herramientas y de armas. En la cadena alimenticia, los simios inteligentes se posicionarán en el tope de la escala.

El tema del hombre y sus herramientas es fundamental en 2001. Lo simboliza la poderosa imagen del hueso utilizado como arma contra el otro grupo de simios, con el que competían por el agua, que luego se convierte, por medio de una elipsis de eones, en un trasbordador espacial que escapa de la gravedad terrestre. Esa imagen del hueso aventado al cosmos es una de las más poéticas en la historia del cine.

La elipsis en cuestión es una metáfora de la evolución histórica de la civilización. El dominio de las herramientas por parte del hombre le permite controlar la naturaleza para su beneficio. Pero justo en el punto cuando el hombre comienza a aventurarse en el sistema solar, su dominio comienza a entrar en conflicto. La circunstancia se muestra en la película de dos maneras sutiles.

En primer lugar, el hombre en el espacio retrocede al carácter infantil. Pierde el control sobre sus herramientas. En el trasbordador, somos testigos cómo el humano se ve obligado a aprender a caminar otra vez. Come alimento para bebés e incluso necesita ser entrenado para usar el inodoro.

En segundo lugar, las herramientas más importantes del hombre se tornan antropomórficas. Debido a su propia incompetencia para el espacio, el humano debe legar a las maquinas la inteligencia necesaria para que lo sustituyan. Esto estará representado, más adelante, por HAL, la computadora que tiene a cargo la misión a Júpiter.

En otras palabras, en este nivel de desarrollo de la civilización, la tecnología ha remplazado al ambiente natural del hombre, sin constituir un triunfo definitivo sobre la naturaleza: se ha aumentado la dependencia de la tecnología.

Del astronauta al hijo de las estrellas

En este momento histórico, aparece el segundo monolito enterrado en la luna. La luna es el primer grado de separación del hombre de su hábitat natural. La humanidad descubre el monolito, pero también el monolito descubre a la humanidad. El artefacto detecta que el hombre ha logrado salir de su planeta natal y envía una señal de alarma a otro monolito centinela que se encuentra en Júpiter, lo cual muestra que la inteligencia alienígena ha anticipado el avance de la humanidad.

Un equipo de astronautas se apresta a seguir el rumbo de la señal para contactar la civilización extraterrestre. La inteligencia alienígena ha previsto que, con esa persecución, la humanidad se alejará un segundo grado de su lugar en el orden natural. Lo que coincide con el precepto gnóstico donde el alma debe ir superando progresivamente los niveles de materialidad.

En el trascurso del viaje a Júpiter, la computadora HAL usurpa el control de la nave y comienza a matar a todos los navegantes. El protagonista, el astronauta David Bowman (Keir Dullea), logra escapar del extermino con improvisación inteligente. Luego consigue apagar la computadora en una escena de gran dramatismo. Esta lucha con la máquina representa la victoria sobre el último carcelero de la materia que impide que la humanidad alcance su liberación definitiva.

Derrotada la computadora, Bowman se prepara a entrar en contacto con el tercer monolito, el cual flota en la órbita de Júpiter. Cuando se acerca al monolito, este se convierte en un portal interdimensional. El viaje psicodélico recuerda los estados de conciencia alterada de los chamanes. Tiene lugar, entonces, un tercer grado de distancia con su hábitat natural.

Misteriosamente llega a una habitación decorada al estilo Luis XVI. Allí sufre un proceso de acelerado envejecimiento que lo conduce hacia la muerte. Cuando está moribundo, aparece el cuarto monolito, el cual absorbe su cuerpo y lo hace renacer como un feto, dentro de una burbuja cristalina, de ojos desmesuradamente abiertos. El astronauta se ha convertido en el hijo de las estrellas, el superhombre, lo cual es confirmado por los acordes retumbantes del Así habló Zarathustra de Richard Strauss.

¿Superhombre o mesías?

La hipótesis gnóstica ha permitido una lectura de 2001. La libertad humana se alcanza cuando un salvador de más allá de la naturaleza material entra en ella para mostrarle al hombre el camino de salida. Esta es la función de los cuatro monolitos centinelas.

Visto así, el hijo de las estrellas es la conciencia del hombre, libre de las limitaciones de su cuerpo. Ha escapado a la materia y se ha convertido en energía consciente. Para el gnosticismo, el escape es la única manera de vencer a la naturaleza. La humanidad tiene su origen en la intervención de la inteligencia alienígena en la materia. Esto es análogo a la chispa divina del antiguo gnosticismo que se halla atrapada en el hombre. La salvación consiste en liberar la chispa de la materia.

A pesar de todo, la hipótesis gnóstica deja de ser útil para interpretar su enigmático final, con el feto mirándonos fijamente con sus ojos grandes y serenos, fijos sobre los espectadores. Según Arthur C. Clarke, en su versión novelada del libreto, el hijo de las estrellas representa al progreso despiadado, tal como lo sostienen Nietzsche y Bernard Shaw. En esa visión pesimista, el superhombre regresará a la Tierra para exterminar a la humanidad inferior. Por su parte, Kubrick rechazó esta alternativa. Prefirió apostar por un final abierto. Nosotros podemos conjeturar una visión optimista: el hijo de las estrellas sería el mesías de la nueva etapa de la evolución humana.

Sea cual sea la interpretación, el hecho es que por primera vez en la historia del cine comercial, una película de alto presupuesto es utilizada para impactar profundamente nuestro inconsciente y hacernos reflexionar sobre nuestro lugar en el universo. Durante cinco décadas hemos tenido la oportunidad de reflexionar si la evolución, desde la prehistoria hasta las estrellas, tiene algún sentido si, en el proceso, dejamos de ser fieles a la esencia humana.

“Ninguno de los tres satélites beneficia al país”

El vehículo espacial tendrá entre sus funciones prevenir sismos, según el gobierno, pero especialistas consideran la afirmación como “el mayor de los exabruptos”

Por O. L. P.

EL NACIONAL 10 DE OCTUBRE DE 2017 12:01 AM

El satélite Antonio José de Sucre, que fue lanzado al espacio por China ayer en la madrugada, comenzó la fase de pruebas en órbita en la que trabajan conjuntamente profesionales chinos y venezolanos desde la estación de control terrena satelital Capitán Manuel Ríos, en El Sombrero, estado Guárico, y el otro en China, desde el Centro de Lanzamiento de Jiuquan, provincia de Gansu, que realiza pruebas de todos los sistemas en el espacio, pruebas de conexión y calibración de los equipos.

El vehículo espacial, denominado también VRSS-2, es uno de los pocos con cámara infrarroja que podrá delimitar cuerpos de agua que ayude a impedir inundaciones de poblados, prevenir posibles estados de sequía en los embalses –útil en la prevención de incendios forestales– y a determinar temperaturas antes y después de catástrofes como tsunamis y terremotos, para definir planes de acción, informó Jhoana Sánchez, ingeniero de investigación e innovación espacial de la Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (Abae), según nota de prensa de AVN en la cual no se suministraron detalles de cómo funcionará, los acuerdos con China ni la inversión efectuada. “El Sucre dará 14 vueltas a la tierra diariamente y al menos 3 o 4 veces pasará por encima del territorio nacional”, informó.

Especialistas en ciencia y tecnología afirman que ese satélite artificial, como los dos anteriores –el de telecomunicaciones Simón Bolívar oVenesat, lanzado el 29 de octubre de 2008 desde el Centro de Satélites de Xichang, en el suroeste de China, y el Miranda o VRSS-1, lanzado el 28 de septiembre de 2012 desde el Centro de Lanzamiento de Satélites de Jiuquan, en ese país asiático, no representa ningún beneficio concreto para el país.

“Se lanzan satélites de los que nada se sabe luego en qué benefician a los venezolanos ni se constata que estén en órbita y si se justifica la cuantiosa inversión”, afirma el ingeniero Sergio Antillano, planificador ambiental.

Asegura que del Simón Bolívar, del que se dijo que sería un aporte para la ciencia, “la investigación universitaria o la del IVIC, no ha obtenido ninguna utilidad y se rumora que está perdido, que desapareció”. El Miranda, dijo, nunca ofreció beneficios directos “porque era para fines militares y la información que se obtendría es confidencial”. “Ninguno de los dos ha sido provechoso para las necesidades colectivas, la comida, los cultivos”.

En su opinión, el Sucre va en la misma dirección de irrealidad. “Decir que servirá para la prevención de sismos es el mayor de los exabruptos y denota que o es cinismo del gobierno o que hay una descomunal ignorancia en sus funcionarios. Los sismos no se pueden prever sino solo cinco minutos antes”.

Antillano plantea que toda la operación del satélite Antonio José de Sucre sea investigada. “Creo que los satélites venezolanos no han servido para la ciencia y la tecnología. Tienen que ver primero con una inversión descomunal que, por lo que ya hemos padecido, debe significar ganancias para que terceros se beneficien, lo cual la Contraloría debería investigar; segundo, puede tener relación con alguna retribución a China; y tercero, es una operación propagandística. Es el desarrollo científico y tecnológico tratado con la cultura del espectáculo, mientras que en los laboratorios no se renuevan ni siquiera los microscopios ni hay recursos para investigar”.

3 satélites artificiales venezolanos ha lanzado China desde sus bases en nueve años, desde 2008.

El satélite VENESAT-1 (Simón Bolívar) es el primer satélite artificial propiedad del Estado venezolano lanzado desde China el 29 de octubre de 2008. Es administrado por el Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología a través de la Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE) de Venezuela para el uso por el Ministerio de Ciencia y Tecnología a mediados de 2004. Ese mismo año se iniciaron conversaciones con la Agencia Espacial Federal Rusa; en principio se trató de concretar el convenio con Rusia, pero ante la negativa de ésta a la propuesta venezolana de transferencia tecnológica, que incluía la formación de técnicos especializados en el manejo del proyecto Satélite Simón Bolívar, Venezuela decide abandonar el acuerdo con Rusia. Luego, en octubre de 2004, el Estado venezolano decide iniciar conversaciones con China, que aceptó la propuesta. De esta forma, técnicos venezolanos serían capacitados en tecnología satelital, desarrollo del software y formación técnica para el manejo del satélite desde tierra. De cara al futuro el gobierno venezolano espera producir tecnología satelital encaminada a lanzar satélites desde suelo venezolano, con tecnología propia. ​

El proyecto fue aprobado y el satélite fue fabricado y puesto en órbita por la Administración Nacional China del Espacio por un valor superior a los 400 millones de dólares, según las especificaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Se espera que con la puesta en órbita del satélite, Venezuela obtenga mayor independencia tecnológica y de transmisión de datos.

La red satelital incluye, además del satélite en sí mismo, diversas instalaciones para ser controlado en tierra:

  • Una Estación Terrena de Control principal ubicada en la Base Aérea Capitán Manuel Ríos, en la localidad de El Sombrero, Municipio Julián Mellado, Estado Guárico en el centro de Venezuela.

Estación Terrena de Control principal, en el Estado Guárico, en el centro de Venezuela, Sede de la ABAE.

  • Un Telepuerto ubicado también en El Sombrero, Municipio Julián Mellado, Estado Guárico.

  • Una segunda Estación de Respaldo ubicada en el Fuerte Militar Manikuyá, Luepa, Municipio Gran Sabana, Estado Bolívar, al sureste de Venezuela.

Lanzamiento

El Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología había anunciado que el lanzamiento del satélite sería luego de los Juegos Olímpicos Beijing 2008. Una fecha inicial había sido dada para septiembre, pero esta fue modificada posteriormente.12​13​

Fue lanzado el 29 de octubre, diecisiete minutos luego de las 12 del mediodía, hora de Venezuela. El lanzamiento se llevó a cabo desde el Centro de Satélites de Xichang, ubicado en el suroeste de la República Popular China. Un cohete Larga Marcha 3B impulsó al satélite cerca de su órbita final, a 36.500 km de altura. Desde el lanzamiento hasta su colocación y orientación final en esta órbita pasan entre seis y diez días.

El lanzamiento de un segundo satélite propio llamado Satélite Miranda (VRSS-1), dirigido a la observación de la Tierra, se llevó a cabo 28 de septiembre de 2012. Este satélite sirve para la observación de desplazamiento de fuerzas militares, o detección de recursos naturales, el ambiente y actividades ilícitas como minería y cultivos ilegales. Tiene también una función de proporcionar imágenes actualizadas cada 40 días del país para la elaboración de mapas topográficos.

El 9 de octubre de 2017 fue lanzado del Satélite Sucre (VRSS-2). Este satélite es el primero en ser diseñado y ensamblado en territorio nacional. Después de su lanzamiento el ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Hugbel Roa, anunció que el nombre del cuarto satélite que Venezuela pondrá en órbita será Guaicaipuro, informando que se han adelantado los protocolos para su construcción.​

Costa Rica lanza el primer satélite centroamericano

POR Deutsche Welle

Prodavinci 03/04/2018

Fotografía de picture-alliance/dpa/AP/J. Raoux

El “Proyecto Irazú”, nombre con el que se conoce la iniciativa costarricense para lanzar el primer satélite centroamericano al espacio, se hizo realidad este lunes (02.04.2018), cuando el artefacto, diseñado y ensamblado en Costa Rica, fue transportado por un cohete Falcon 9 de la empresa estadounidense Space X, que despegó desde la base de Cabo Cañaveral, en Florida (Estados Unidos).

El cohete, que realiza su segunda misión al espacio, despegó a las 16.30 hora local (21.30 GMT) hacia la Estación Espacial Internacional (EEI), cuyos astronautas se encargarán de liberar el nanosatélite al espacio, donde tendrá la misma órbita alrededor de la Tierra que dicha estación. Se trata de un satélite de estructura ligera, de aproximadamente un kilo de peso y del tamaño de la palma de una mano.

La iniciativa fue impulsada por la Asociación Centroamericana de la Aeronáutica y el Espacio (ACAE), que busca desarrollar las capacidades de los profesionales costarricenses, así como de estudiantes, para llevar a cabo misiones espaciales. El módulo tendrá una misión muy concreta: monitorear el cambio climático y seguir la huella de los procesos de fijación de carbono en bosques tropicales costarricenses, explicó Luis Monge, gerente del proyecto.

Orgullo costarricense

“Nos sentimos tremendamente orgullosos porque dentro de ese cohete va el primer satélite costarricense y de Centroamérica, que va a ponerse en órbita luego de ocho años de trabajo duro por parte de la ACAE, el TEC y todos los socios y personas que han ayudado” expresó el Presidente de ACAE, Carlos Alvarado, durante una transmisión en vivo del evento en el Museo de Los Niños en San José.

El cohete Falcon 9 lleva un cargamento de casi tres toneladas para abastecer a la Estación Espacial, donde se espera que llegue este miércoles. El cohete está dividido en dos partes, la del cargamento (“Dragon”) y el propulsor (Falcon 9). Ambas realizaron previamente misiones, aunque esta vez solo “Dragon” volverá a la Tierra, mientras que el acelerador se perderá en el espacio.

DZC (EFE, dpa)

Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas.

La diáspora y la nostalgia de Odiseo

POR Mariano Nava Contreras

… lo encuentra sentado en el acantilado. No conseguía

secarse los ojos, consumiendo la vida en suspirar por el regreso.

Homero, Odisea

El capítulo narra la vuelta a casa del héroe griego Odiseo (Ulises en latín) tras la Guerra de Troya. Ulises tarda diez años en regresar a la isla de Ítaca, de la que es rey. Durante ese tiempo su esposa Penélope y su hijo Telémaco sufren en su palacio el acoso de los múltiples pretendientes que buscan desposar a Penélope, pues creen que Ulises ha muerto. La diosa Atenea, hija de Zeus, ayuda a Ulises a regresar a su hogar, pero serán sobretodo su inteligencia y su astucia los que le permitan escapar de los continuos problemas a los que ha de enfrentarse por designio de los dioses. Para esto, planea diversas artimañas, bien sean físicas (como disfraces) o audaces y engañosos discursos de los que se vale para conseguir sus objetivos. El viaje de Ulises puede calificarse de "itinerario humano". Una multitud de personajes de gran simbolismo pueblan el retorno de su periplo, a Ítaca. Ulises finalmente salvará su condición de hombre llevando su vida a la plenitud. 'Mitos y leyendas' es una adaptación libre de los mitos clásicos que pretende introducir al gran público en el fascinante mundo de la mitología. Una serie de 13 capítulos que recreará mitos como los de Ulises, Aquiles, Hércules, Medea o Electra y que incluirá reflexiones de la mano de expertos como el filólogo Carlos García Guall o el filósofo Ignacio Gómez de Liaño y actores como Emilio Gutiérrez Caba y Rafael Álvarez 'El Brujo'.

Los verdaderos maestros son los que te enseñan mucho más de lo que está en los libros. Lo supieron Descartes y Aristóteles cuando decían que lo que más querían aprender era lo que estaba escrito en el “libro de la vida”. Lo supo mejor que nadie Cicerón cuando dijo que la historia es la “maestra de la vida”, lo que significa más o menos que la única que puede enseñarle algo a la vida es la vida misma.

Mi maestra Esther Paglialunga, quien me formó en la prolija ciencia de la filología clásica, tuvo la bondad de enseñarme también muchas otras cosas. Esther fue parte del doloroso exilio argentino, ese que tuvo que escapar de la persecución durante los años de la dictadura militar y encontró refugio en aquella Venezuela democrática, abierta y generosa que abría los brazos a todo el mundo. A Esther no le gustaba hablar de lo que vivió, y ahora comprendo por qué. Pero a veces no podía contener algunas historias que se le escapaban como gotas de un agua amarga que se cuela por las grietas de un viejo dique demasiado golpeado por el viento y las olas. Recuerdo la primera vez que nos refirió una de esas historias llenas de miedo, impotencia y dolor por las separaciones y el exilio. En aquel momento esas historias nos sonaban remotísimas e imposibles, como si una especie de juramento divino nos hubiera asegurado que eso jamás ocurriría en nuestro país. Recuerdo que Esther nos contó una vez sobre una desmembrada familia a la que el exilio había separado interponiendo entre sus miembros miles de kilómetros, y a la que estaba prohibido volver a su tierra. Esther terminó su cuento diciendo: “Ese es el verdadero daño de las dictaduras”. Así aprendí que la verdadera tragedia de las tiranías es más personal que colectiva. Que el dolor que causan se aloja muy adentro, en el corazón de cada uno de los que lo sufren, dejando una huella de miedo e impotencia quizás tanto o más profunda que la que causan en la historia de los países las torturas, las desapariciones y la represión.

De Esther también aprendí que la palabra “nostalgia” es, cómo no, griega. Se trata de un compuesto de los términos nostos, “regreso”, y algos, “dolor”. “Nostalgia” significa, pues, “dolor por el regreso”, o para mejor decirlo, por no poder regresar. Así, el gran nostálgico de todos los tiempos fue también, claro, un griego. A Odiseo, el esforzado rey de Ítaca, la ira de Poseidón no le permitió volver a ver a su mujer, a su palacio y a su hijo por diez años, condenándolo a vagar por el mundo. Estaba tan enfadado porque Odiseo había cegado a su hijo el cíclope Polifemo, clavándole una estaca en el único ojo, la vez que se había quedado atrapados en su cueva y Polifemo se estaba devorando uno a uno a sus amigos. Pero esa es otra historia. La nostalgia es, pues, desde los antiguos griegos, el dolor de los que no pueden volver, y hay que ver cómo hay gente que desde entonces sufre de nostalgia.

Durante décadas, los venezolanos pensamos que éramos inmunes a la nostalgia, y más a la emigración y al exilio. Sin embargo, como la vida solo puede enseñar a la vida, vimos con el tiempo que esto no era verdad. Con el tiempo, fuimos marchándonos también nosotros (a muchos, mejor dicho, los hicieron marchar), y fuimos conociendo en carne propia una de las formas más antiguas y acerbas de dolor. El nombre de nuestro país se inscribió en una larga y tristísima lista que va del antiguo pueblo de Israel al éxodo sirio de estos días. Hoy, por varias razones, son muchos los venezolanos que no han podido ni pueden regresar. Algunos por causas abiertamente políticas, otros simplemente porque no pueden pagarse el boleto, muchos por miedo, porque salieron huyendo de la miseria, o de un arma novísima y sofisticada que no tenían las dictaduras de antes: la inseguridad –que escapar de la muerte es como llevarse una pequeña muerte por dentro–. Pero como dice el poema de Kavafis, ¿a dónde irás, que tu ciudad y tus recuerdos no te sigan? A pesar de todo, algunos venezolanos, como modernos Odiseos, esperan pacientemente el día que los dioses les permitan volver.

Cuenta Homero en la Odisea que el rey de Ítaca pasaba días enteros sentado en una roca mirando al mar sintiéndose morir de nostalgia, preso como estaba en la isla de la ninfa Calipso. Un día la diosa Atenea se conmovió de verlo así, llorando frente a las olas, y se decidió a ayudarlo a volver a casa. Convenció a su padre Zeus de que ordenara a la ninfa dejarlo en libertad, y éste envió a Hermes a la isla con la orden. Calipso, claro, no tuvo otra que obedecer, eso sí, muy de mal grado y dejando constancia de su contrariedad. Así fue como comenzó el regreso de Odiseo a casa, nada menos que por orden de Zeus. Nuestro poeta Ramos Sucre, en El desvarío de Calipso, describe el instante preciso en que un felicísimo Odiseo se lanza al mar, iniciando el retorno a Ítaca:

“Una escolta de tritones, de visaje libertino, sopla, alborozada, su caracol de pabellón acústico”.

A nosotros los cristianos, empero, el Salmo 145 y la carta de San Pablo a los romanos nos dicen que la voluntad de Dios es insondable. ¿Cuándo será que podrán volver por fin nuestros tantos Odiseos? Sé que en este momento muchos venezolanos lejos de casa también esperan y miran al mar, y sueñan despiertos con el día en que por la ventanilla del avión puedan ver de nuevo las montañas que bajan a la playa verdeando de cocoteros y el azul brillante de nuestro Caribe, y vuelvan a sentir el abrazo fuerte de los amigos y de los seres queridos.

Así sea.

Qué puede producir un cambio?

POR Luis Vicente León

Hay muchos estudios sobre las condiciones necesarias para producir los cambios desde las autocracias a las democracias. La mayoría coincide en que estos no se producen por crisis económica, aunque pueda ser un condimento.

No es cierto que, cuando un país entra en barrena, basta sentarse a esperar el desenlace, rascándose la barriga o desperdiciando el tiempo en ataques furibundos desde los medios y redes sociales. Eso es pura paja. Los cambios políticos se producen por crisis políticas y, en la mayoría de los casos, no son eventos espontáneos. Los elementos necesarios para el cambio son conocidos: 1) liderazgo creíble y fresco, 2) articulación opositora y 3) acción y participación masiva. Tres vacíos que en Venezuela paran los pelos.

Con respecto al liderazgo opositor, me parece que no hace falta convencer a nadie de que hay un problema monumental. No se trata de una crítica o ataque a quienes han hecho su mejor esfuerzo para conducir las acciones opositoras hasta ahora. Arranco por decir que dirigir a la oposición aquí es una actividad de alto riesgo, que supone sacrificios de vida, persecuciones, amenazas, posibilidad de cárcel, pérdida de patrimonio, afectación de la familia y exilio, sin contar con los ataques demoledores de los propios opositores, que suelen ser aún más despiadados que los verdaderos enemigos (imaginen que han sido capaces de atacar y vilipendiar a Laureano, que ha sido un opositor insigne, impecable y comprometido, para entender qué pueden hacer con el resto, que no piensa como ellos o los ven como un competidor interno).

Pero no hay que ser muy perspicaz para entender que los liderazgos opositores, con sus virtudes, esfuerzos, sacrificios, aciertos, y también errores, conflictos, contradicciones y desaciertos, están desgastados y no generan ni la confianza ni la motivación necesaria. Desde los líderes opositores más inteligentes, estructurados y serios, hasta los loquitos y loquitas de carretera, que tratan de conectar masas con gritos, insultos, ofertas y amenazas increíbles, inventos de épicas martirizantes y ladridos de perro echado, todos están desconectados de quienes quieren cambio, pero no con ellos, abriendo las compuertas para el surgimiento de outsiders. Puede resultar injusto, pero así es la política. Simplemente, no son los líderes que conectan ya a la población. No generan esperanza de cambio, ni establecen lineamientos racionales y accionables, ni hacen soñar a la gente con la que sí se puede, ni provocan unidad a su alrededor.

La articulación opositora es otra tarea pendiente y ya no depende de una negociación entre los partidos y líderes opositores, sino del surgimiento de una propuesta que alinee a su alrededor a las mayorías, elevándose respecto a sus contrincantes a tal nivel que quien no lo siga se queda como la guayabera: por fuera. Ya no parece haber espacios para la articulación negociada de la oposición (y conste que sigo pensando que la solución del país pasará por una negociación al final de toda esta historia). Pero, internamente, en la oposición lo que queda es la articulación inducida por el despegue de un líder o propuesta que se adueñe de los sueños de la gente y presione a los demás a seguirlo por supervivencia.

Finalmente, no hay cambio sin que la gente participe y actúe en la defensa de sus derechos. La presión será efectiva cuando las masas actúen en conjunto y obliguen al abusador a respetarla. La comunidad internacional es una ayuda, pero no un sustituto de la acción interna. Si la oposición no logra que la gente se articule para provocar los cambios, es probable que se articule espontáneamente, pero para recibir las migajas de quien las tiene. Y, entonces, simplemente será mucho más largo y difícil el cambio.

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