En el final de los tiempos, que son los que vivimos, se revela del Anticristo.
La intención del portal web cristiano “Ministerio Sanando la Tierra” en la publicación de este material no es avalar al mismo sino dar a conocer posturas de otras formas de creencias
Me quedé de una pieza cuando leí el artículo “EL KATECHON” del filósofo chileno/venezolano Antonio Sánchez García, esposo para más señas de Soledad Bravo, nuestro ícono de la canción comprometida, y él filósofo de formación marxista leninista, seguidor de Salvador Allende y formado en universidades alemanas, publicado el 18/10/2018…Las piezas comenzaron a engranar con las búsquedas que he observado desde 1998 y en el momento actual con la difusión de la idea “Venezuela, la nueva Jerusalén” que recuerda que esa idea fue eje de la Gran Fraternidad Universal, fundada justamente en 1948, inicio de la Era de Acuario para Serge Raynaud de la Ferriere, quien de Francia se trasladó a Caracas (Venezuela) porque este país es el centro de la nueva humanidad y fundó en el cerro El Avila el templo de Saint Germain. Cuando se inició el proceso chavista muchos buscaron información sobre el Apocalipsis de San Juan y el final de los tiempos, el libro de Daniel, de Elías, los masones, la historia tras los Papas Juan Pablo I, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el jesuita argentino Francisco, el nada casual Pap negro, venezolano, Arturo Sosa Abascal. etc. En el presente se ha retomado el concepto que astrólogos como el psicólogo Néstor Sánchez Quintero y el valenciano fundador de Tempe Cume, Ulyses Santamaría, quien dirige meditaciones que reúnen a Israel y Venezuela, han revivido el concepto publicado en libros de Sánchez Quintero que se remonta al Apocalisis de San Juan y lecturas que vienen de tiempos medievales, donde expone “Venezuela, la Nueva Jerusalén”, esta vez interesando a mayor número de personas, por la realidad manifiesta que vivimos en Venezuela, muy parecidas al Exodo bíblico con diáspora, hambre, necesidad de la Fe y la esperanza en ALGO TRASCENDENTE. Venezuela sin quererlo expresamente los que la vivimos, se ha convertido en el reducto del despertar de conciencia que muestra al mundo la tragedia y maldad del comunismo y sus planes diabólicos. Como me comentó el psiquiatra valenciano Dr. José Enrique González ante mi inquietud por las trampas que se están presentando a la humanidad, ahora será necesaria la erudición y el conocimiento, contrapuestas a la banalización y la ignorancia impuestas a partir de los años 90…para comprender y vivir el proceso actual.
¿Será el gobierno de Jair Bolsonaro (Jair Messias Bolsonaro (Glicério, estado de São Paulo; 21 de marzo de 1955) el inicio de una acción concertada de las democracias liberales de América Latina – Argentina, Chile, Colombia, Panamá – coordinadas con el gobierno norteamericano de Donald Trump y el canadiense de Justin Trudeau contra el Katechon del castrocomunismo cubano? ¿Intervendrán finalmente en nuestro territorio liberando a nuestro pueblo de la tiranía madurista? De la respuesta afirmativa depende nuestro futuro como Nación.
Lector fervoroso de las epístolas de Pablo y los sabios comentarios de Carl Schmitt, de Giorgio Agamben[J1] [J2] (Roma, 1942) y de Jacob Taubes (Viena, 25 de febrero de 1923 – Berlín, 21 de marzo de 1987), a los que he hecho referencia en los artículos sobre el problema del Estado en medio de una crisis de excepción como la gravísima y ejemplar por la que hoy atravesamos los venezolanos, debo resaltar la inmensa importancia que reviste para el análisis de la actual coyuntura política por la que atraviesa América Latina que el concepto paulista de Katechon, del que el apóstol hace expresa referencia en su segunda epístola a los Tesalonicenses, sea dilucidado. Con él, el apóstol se refiere específicamente al imperio cristiano como barrera contra el anticrito, o Katechon. Dice Carl Schmitt en El Nomos de la Tierra: “Lo fundamental de este imperio cristiano es el hecho de que no sea un imperio eterno, sino que tenga en cuenta su propio fin y el fin del eón presente, y a pesar de ello sea capaz de poseer fuerza histórica. El concepto decisivo de su continuidad, de gran poder histórico,es el de Katechon. Imperio significa en este contexto la fuerza histórica que es capaz de detener la aparición del anticristo y el fin del eon presente, una fuerza qui tenet, según las palabras de san Pablo apóstol en la segunda Carta a los Tesalonicenses, capítulo 2.”
2º Carta a los Tesalonicenses,
2 1.Pero hablemos, hermanos, de esa venida de Cristo Jesús, nuestro Señor, y de nuestra reunión con él. Les rogamos
2.que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se asusten por manifestaciones del Espíritu, o por rumores, o por alguna carta que pasa por nuestra, que dicen que el día del Señor es inminente. 3.No se dejen engañar de ninguna manera. Primero tiene que producirse la apostasía y aparecer el adversario de la religión, el instrumento de la perdición,
4.el rebelde que se pone por encima de todo lo que es considerado divino y sagrado, que incluso pondrá su trono en el templo de Dios para mostrar que él es Dios.
5.¿No recuerdan que se lo decía cuando estaba con ustedes?
6.Ustedes saben qué es lo que ahora lo detiene, para que sólo se manifieste a su debido tiempo. 7.La fuerza antirreligiosa ya está obrando secretamente, pero falta que desaparezca el que la retiene.
8.Entonces se manifestará el adversario, a quien el Señor ha de barrer con el soplo de su boca y al que derribará cuando venga en su gloria.
9.Al presentarse este sin-ley con el poder de Satanás, hará milagros, señales y prodigios al servicio de la mentira,
10.para engañar y pervertir a todos los que han de perderse, a los que no aceptaron el amor de la verdad que los habría salvado.
11.Por esta razón les dirige Dios las fuerzas del engaño, dejando que crean en la mentira.
12.Así serán condenados al fin todos los que no quisieron creer en la verdad porque les gustaba más el mal.
13.Pero nosotros tenemos que dar gracias en todo momento por ustedes, hermanos amados por el Señor, pues ustedes son la parte de Dios, y fueron elegidos para que se salvaran mediante la fe verdadera y fueran santificados por el Espíritu.
14.Con este fin los llamó mediante el Evangelio que predicamos, y los destinó a compartir la gloria de Cristo Jesús, nuestro Señor.
15.Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y guarden fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra o por carta.
16.Que los anime el propio Cristo Jesús, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado dándonos en su misericordia un consuelo eterno y una esperanza feliz.
17.El les dará el consuelo interior y los hará progresar en todo bien de palabra o de obra."
2º Carta a los Tesalonicenses, 2 - Bíblia Católica Online
La historicidad concreta del katechon se extiende durante toda la Edad Media, que forja y blinda la autoridad y legitimidad de un reino cristiano libre del mal gracias a la vigencia del imperio de Cristo. Secularizado, el concepto alude a las fuerzas disolventes de una legitimidad institucionalizada tras el concepto del Estado y del orden liberal democrático, vale decir: a las fuerzas que tras del asalto de la razón dislocan toda estabilidad, toda libertad y propician el caos y la anarquía para imponer una ordenación dictatorial totalitaria. Un régimen de partido único que hace tabula rasa de las tradiciones históricas, colectiviza todos los órdenes de la vida social, monopoliza bajo la hegemonía del poder estatal todos los bienes y toda productividad, liquida toda individualidad e impone el imperio del poder único y total.
Bajo el concepto de katechon bien podrían englobarse las fuerzas que impugnan el reino de la libertad y pretenden el dominio totalitario de la sociedad para esclavizarla y ponerla al servicio del partido, el grupo o la clase que detenta su control. Llevado al terreno de la dialéctica, el katechon estaría conformado por las fuerzas del socialismo dictatorial, enemigas del liberalismo, la libertad y el orden económico mundial que lo sostiene. Todas ellas agrupadas desde Octubre de 1917 tras la revolución rusa y alineadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial con la Unión Soviética y China. En el caso de América Latina, irrumpidas en nuestra ordenación política tras el triunfo de la llamada revolución cubana y la división de nuestros factores de poder social y político entre comunistas y anticomunistas, castristas y anticastristas. En una palabra, el katechon es el castrocomunismo. Piedra de tranca entre las dos grandes variables de nuestra vida política, perfectamente articulables entre las dos alternativas que nos definen desde el 1 de enero de 1969: castrismo o liberalismo, dictadura o democracia.
Han debido transcurrir sesenta años de dominio totalitario en Cuba para que surja una conciencia global de su naturaleza imperial, injerencista y dictatorial y se demuestre toda inutilidad y contraproducencia por intentar alcanzar un modus vivendi con la tiranía castrocomunista. Como el intentado por Carlos Andrés Pérez, Felipe González y César Gaviria en los años setenta y ochenta. Antes que contribuir a liberalizar a la sociedad cubana y convencer a Fidel Castro de reintegrarse a Hispanoamérica como una comunidad democrática de naciones, dichos esfuerzos le dieron alas al castrocomunismo para que interfierera de modo aún más abierto y tolerada en la dislocación de nuestras naciones. Tras esos absurdos y antihistóricos intentos, el castrismo avanzó hasta apoderarse de Venezuela, convertida en una siniestra satrapía castrista, contaminó a las más importantes democracias regionales logrando colocar sus fichas en Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Colombia. Llegando incluso a dominar indirectamente la Secretaría General de la OEA a través del cstrosocialista chileno José Miguel Insulza y convertirse en interlocutor privilegiado del Departamento de Estado y la Casa Blanca bajo la presidencia de Barak Obama y la Secretaría de Estado de Hillary Clinton. A la muerte de Hugo Chávez, en La Habana y por causas jamás conocidas, y ya al borde del sepulcro, Fidel Castro había alcanzado su máximo poderío continental desde su asalto al Poder. Y ello bajo la tolerancia, incluso el respaldo de las democracias liberales del hemisferio.
FIDEL CASTRO EN VENEZUELA.
Coincide el apogeo del castrocomunismo en la región con el alza de los precios del petróleo y la insólita generosidad del gobierno chavista, que financiara a Cuba y a todos los gobiernos alineados con La Habana. Coincidiendo su caída y decadencia con la caída de los precios del petróleo y el brutal descrédito de la dictadura madurista, carente de todo respaldo popular y sostenida exclusivamente por sus fuerzas armadas y la tolerancia de los gobiernos regionales. Todo ello a pesar de los ingentes esfuerzos en contrario llevados a cabo por el nuevo Secretario General de la OEA, Luis Almagro. Las democracias latinoamericanas, incluso las más sólidas y aventajadas, han fracasado en su tarea de oponerle un muro de contención a las fuerzas del Katechon. Minadas interiormente por sus izquierdas castrocomunistas, han debido atender a su propia estabilidad antes que asumir sus obligaciones globales. Una política de doble filo que aún oculta sus eventuales consecuencias.
El katechon representa, para Carl Schmitt (Plettenberg, Westfalia, Imperio alemán, 11 de julio de 1888 – Íd., 7 de abril de 1985), la intelectualización del antiguo Cristianum Imperium, con toda su política y poderes militares para hacer cumplir la ética ortodoxa (véase Carl Schmitt, el Nomos de la tierra en el derecho internacional de los Jus Publicum Europaeum, G.L. Ulmen, trs., (Nueva York: Telos, 2003), págs. 59 – 60.)
En su diario publicado póstumamente La entrada del 19 de diciembre de 1947 se lee: “creo en el katechon: para mí es la única posible manera para entender la historia del cristianismo y para encontrar sentido” (Glossarium, p. 63).
Y Schmitt añade: “uno debe ser capaz de nombrar el katechon para cada época de los últimos años 1.948. El lugar nunca ha estado vacío, o bien ya no existiría”
Paolo Virno tiene una larga discusión del katechon en su libro Multitud: entre la innovación y la negación. Se refiere a la discusión de Schmitt. Paolo Virno (Nápoles, 1952) es un filósofo y semiólogo italiano de orientación marxista. Implicado en los movimientos sociales de las década del '60 y '70, fue arrestado y encarcelado en 1979, acusado de pertenecer a las Brigadas Rojas. Pasó varios años de prisión antes de ser finalmente absuelto, tras lo cual organizó la publicación Luogo Comune para dar expresión a las ideas políticas desarrolladas en los años de cárcel. Actualmente enseña filosofía del lenguaje en la Universidad de Roma III.
Quizá pocos conceptos han irrumpido con tanta violencia y tanta capacidad de insinuación como el de Multitud en la teoría política de nuestro tiempo. Multitud, o la realidad y la potencia de los "muchos" en contraposición al pueblo y a la nación, a su vocación unitaria y homogénea tan estrechamente ligada a las distintas concepcines de la soberanía estatal. En este ensayo, resumen de un largo programa de investigación, Paolo Virno remueve los debates de la filosofía política del siglo XVII entre Hobbes y Spinoza, para encontrar, en este modo de ser de los "muchos", los nudos efectivos de los problemas políticos contemporáneos: formas de vida que han perdido la seguridad de los viejos referentes universales, que se encuentran desnudas en el espacio móvil y cambiante de las permanentes mutaciones sociales; una economía política que describe el desplazamiento de los dispositivos de explotación sobre lo más íntimo de los animales humanos, y a un tiempo lo más público, la capacidad lingüística; la crisis positiva, y sin embargo paradójica en tanto fuente de nuevas formas de opresión, de los sistemas de representación y del principio de soberanía como mecanismo de legitimación del Estado... La multitud aparece así como la forma social concomitante a las formas de vida contemporáneas, ambivalente, esto es, susceptible de lo "mejor" y lo "peor", pero que en no pocos sentidos se presenta también como el marco posible para una democracia de nuevo cuño, no representativa, no estatal.
Virno afirma que Schmitt considera al katechon como algo que impide la llegada del Anticristo, pero porque la venida del Anticristo es una condición para el rescate prometido por el Mesías, el katechon impide también la redención. p. 60.
Virno utiliza “katechon” para referirse a lo que obstaculiza tanto la guerra de todos contra todos (Bellum omnium contra omnes) y el totalitarismo, por ejemplo la sociedad en el gran hermano de Orwell (1984).
Impide a ambos pero no los elimina.
Virno ubica el katechon como la capacidad humana para usar el lenguaje, que hace posible concebir la negación de algo y también permite la conceptualización de algo que puede ser que no sea lo que es; y en el comportamiento bioantropológico de los seres humanos como animales sociales, que permite a las personas saber cómo seguir las reglas sin necesidad de una regla para contar cómo seguir una regla, luego una regla para contar cómo sigue esa regla, y así sucesivamente hasta el infinito.
Estas capacidades permiten crear instituciones sociales y disolverlas o cambiarlas.
Pablo luego añade que la revelación del Anticristo está condicionada a la eliminación de “algo/alguien que lo frena” y evita que se manifieste plenamente.
La intención del “Ministerio Sanando la Tierra” en la publicación de este material no es avalar al mismo sino dar a conocer posturas de otras formas de creencias
El katechon, es lo que frena su venida, era alguien o algo que era conocido por los Tesalonicenses y activo en su tiempo: “Usted sabe lo que lo está refrenando” (2:6).
Tradicionalmente, 2 TS 2:6 se ha aplicado para el imperio romano y 2 TS 2:7 al emperador romano… como baluartes que frenan el caos (Romanos 13:1-7)” sin embargo, algunos entienden al katechon como el gran monarca o un nuevo emperador ortodoxo, algunos lo ven como el renacimiento del Imperio Romano
Véase: “Una perspectiva ortodoxa cristiana en el final de los tiempos, Dennis Eugene Engleman, Conciliar Press, 1995).
En Nomos of the Earth, el pensador político alemán Carl Schmitt sugiere la importancia histórica dentro del cristianismo tradicional de la idea de la katechontic el “limitador” que permite un cristianismo centrado en Roma, y que “significa el poder para frenar la aparición del Anticristo y el fin del Eón presente histórico”. «Nomos» (νόμος, en plural nómoi νόμοι, del verbo némō νέμω -"dispensar", "asignar" o "adjudicar"-, en el sentido de ley como forma de justicia que distribuye o retribuye) es la palabra griega que significa «ley». En la mitología griega, Nomos es la personificación de las leyes. Más que una divinidad en sí misma, es un aspecto de Zeus. Nomos tomó como mujer a Eusebeia o Eusebia (Εὐσέβεια -Piedad-), con la que tuvo como hija a Dike o Dice (Δίκη -Justicia-). El himno órfico nº 64 está dedicado a Nomo.
Materializado el daemon Nomos en la ley humana, los sofistas reflexionaron sobre su condición sagrada o su relatividad, al contrastar las leyes griegas de unas polis con las de otras, y las griegas en general con las de otros pueblos de la Antiguëdad, y comprobar que eran a veces similares, a veces diferentes, pero no por ello necesariamente mejores o peores (entendiendo por tal cosa el ser más o menos adecuadas a los fines sociales que pudieran justificarlas).
La distinción entre la naturaleza (physis) y lo convencional (nomos) es uno de los temas principales de la filosofía griega; por ejemplo, en la leyenda del Anillo de Giges (Platón, La República), o en la misión que se autoimpuso Diógenes de Sinope (parajáraxis -palabra que significa tanto "falsificar la moneda" como "cambiar la constitución". La misma palabra, «nomos», servía a los griegos antiguos para nombrar el concepto básico de la organización territorial del Antiguo Egipto, que en egipcio se denominaba «hesp» o «sepat».
En la Grecia contemporánea, con la independencia, la organización territorial se hizo en nomos entre 1833 y 1836, y de nuevo entre 1845 y 2010. En las ciencias sociales contemporáneas, se definió un concepto confluyente de «nomos», en la sociología, que se extiende más allá de las leyes explícitas, a las normas, reglas y convenciones sociales de todo tipo.
Vivimos en unos tiempos convulsos, marcados por la ruptura de los grandes paradigmas y las grandes ideas que a nivel social, psicológico y humano habían marcado la existencia de las generaciones que nos precedieron. El cambio y la transformación siempre son el preludio de la asunción de nuevos paradigmas, de grandes sistemas explicativos que vienen a sustituir aquellos precedentes, y aunque en el lenguaje del progresista ese cambio esté asociado a unas connotaciones invariablemente positivas, con independencia del contenido de esos cambios, no tiene porqué tratarse de algo positivo, benéfico o que venga a mejorar lo anterior. Esa concepción progresista de que todo cambio supone un avance, un salto hacia delante, no deja de ser un prejuicio ideológico de carácter mecanicista y totalmente absurdo. La Verdad es invariable, y aunque la Tradición implica una acumulación permanente de herencias y legados, no todos los aportes de cada generación son portadores de ese valor innegable que permite pertrecharnos adecuadamente ante los retos que nos plantea cada presente y cada futuro al que debemos enfrentarnos.
La Posmodernidad plantea precisamente la idea de una época vacía, incapaz de crear algo nuevo y verdadero que nos permita vertebrar nuevos ciclos históricos, que nos aporten la savia y la tensión necesaria para afrontar grandes retos históricos. Nuestra época huye de las categorías absolutas, de las afirmaciones soberanas y, sobre todo, prescinde de la cadena de herencias y legados que nos permite mantener viva la llama de la Tradición. Está claro que estas circunstancias nos obligan a reflexiones profundas sobre la condición humana actual, y queremos particularizar estas reflexiones en torno a la mujer, cuya pretendida emancipación como sujeto activo de la Posmodernidad bajo unas determinadas condiciones y al amparo de unas ideologías concretas, plantean una ruptura fundamental respecto a las mujeres de tiempos pasados. Analizar la dimensión del problema espiritual que nos plantea la modernidad no puede ser el cometido de este artículo, especialmente en la medida que sería imposible de abarcar por su enorme complejidad. Sin embargo, sí podemos destacar, aunque sea de un modo muy sintético, que durante los últimos siglos hemos asistido a un proceso de desacralización y erosión de las tradiciones espirituales europeas, y que este proceso ha sido especialmente dramático en la parte occidental, aquella que ha sufrido las consecuencias del proceso de descristianización y destrucción de todo atisbo de espiritualidad. La conciencia religiosa, que hasta última hora ha resistido en el ámbito rural y en algunas tradiciones y folclore popular, se ha visto cada vez más erosionada y ninguneada, y frente a ese gran foco de valores, principios y la Cosmovisión vital que un Cristianismo, en un estado de debilidad progresiva, ha quedado un enorme vacío que ha tratado de ser rellenado con aquello que Spengler denominaba como «una segunda religiosidad»
Sobre la idea de Katechon en Carl Schmitt
La interpretación clásica de Katechon
Está claro que los valores del Mar se han terminado por imponer y la Modernidad se ha fraguado al amparo de este tipo de civilización de carácter descendente. Actualmente, bajo el periodo histórico en el que vivimos, en el contexto de la Posmodernidad, nos hallamos en un punto de encrucijada, en lo que no es un momento exclusivo a lo largo del devenir histórico. Obedece a la lógica de los ciclos históricos, describiendo movimientos elípticos, de ascenso, con sus etapas de apogeo, y de descenso con etapas de oscuridad e inversión. Hay un concepto, que aparece referenciado en la obra de Carl Schmitt que resulta muy interesante desde la perspectiva teológico-política y filosófica, la cual nos ha permitido establecer una conexión entre la historia como un fenómeno factual, fundada en los hechos, y el propio acaecer de los acontecimientos humanos. Se trata del concepto de Katechon, al que se hace referencia originariamente en el siguiente pasaje bíblico en el que se describen las tres etapas que impiden la llegada del Anticristo:
Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción, sólo que aquel que por ahora lo detiene, lo hará hasta que él mismo sea quitado de enmedio. Y entonces será revelado ese inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;...
(2 Tesalonicenses 2-7)
Símbolo del Katechon
En este fragmento, San Pablo parece referirse a una especie de corriente subterránea que recorre la historia y que caracteriza como «el misterio de la iniquidad», por el mal y por la acción del Anticristo. No obstante la acción contaminante y envilecedora del mal aparece como contrarrestada por otra fuerza misteriosa, la cual es citada de forma neutra, «como aquello que impide» y en género masculino como «aquel que por ahora lo detiene». Este principio inicuo está destinado a manifestarse en toda su trágica virulencia, sin embargo, está condenado a ser derrotado y eliminado, a ser «quitado de enmedio». A continuación San Pablo añade que «Jesucristo lo destruirá con el aliento de su boca» (2 Tesalonicenses, 2-8).
San Pablo
La interpretación de la exégesis cristiana es una tarea hartamente complicada, y más si atendemos al fragmento anteriormente citado. Muchas han sido las teorías que han tratado de aportar luz a las palabras de San Pablo pero, sin embargo, los propios Padres de la Iglesia han tratado de desafiar el misterio de las palabras paulinas para adentrarse en una interpretación que comprende una vertiente teológico-política. Se trataría de una fuerza misteriosa que desde tiempos del Imperio Romano y en lo sucesivo, especialmente durante la Edad Media y en el camino hacia la Modernidad actual, habría contenido una serie de desgracias y calamidades que podrían haberse materializado con las profecías de Daniel y el Apocalipsis y que habrían precedido al momento de la Parusía de Cristo. El Katechon nos aparece como una categoría que Carl Schmitt ha utilizado para aplicarla a las propias dinámicas de la política internacional y en la función de las ideologías y las potencias liberales, en aquellas catalogadas anteriormente, como parte de la ideología del Mar.
La interpretación según Carl Schmitt
De hecho, el propio Schmitt aplica la categoría de Katechon a los Estados Unidos en el momento en el que se produce su entrada en la Segunda Guerra Mundial en el lado de los ingleses, estableciéndose la adhesión de los norteamericanos a la estrategia y herencia talasocráticas de éstos últimos. En este sentido encontramos el concepto de Katechon, en su definición más primaria, como un obstáculo a toda transformación razonable y a todo crecimiento sano. El ensayo de Carl Schmitt donde aparecen claramente formuladas y sistematizadas estas ideas lo encontramos en El nomos de la Tierra en el derecho de Gentes del Jus Publicum Europaeum, donde se establecen una relación entre el elemento jurídico y la Tierra, de modo que entre ambos media una digresión sobre el Imperio como Katechon en la respublica christiana medieval. De hecho este principio nos aparece como una especie de fuerza capaz de mantener en estado de suspensión la idea escatológica del fin del mundo en el ámbito del acontecer humano mediante la creación de una gran potencia histórica. Esa idea de Imperio emerge consagrada o ungida bajo una gran misión histórica, en una especie de contexto de salvación escatológica que permitía, en el ámbito del mundo medieval, establecer un principio de continuidad con el propio Imperio Romano. A partir de entonces vemos cómo el concepto bíblico de Katechon se hace más profano y pierde las raíces místicas que lo vinculan directamente a la idea del fin de los tiempos y la venida del Segundo Reino de Cristo.
De algún modo se produce una transformación del concepto de Katechon durante el Medievo, y esa fuerza misteriosa que, atendiendo a la etimología del término griego τὸ κατέχον que significa «retener», «agarrar» o «impedir», con unas connotaciones dentro del ámbito de lo trascendente, de esa fuerza misteriosa, que a través de un fundamento escatológico vinculado a la propia idea de imperio, le era confiada una misión de acuerdo con la visión metapolítica y metafísica de los Padres. A partir de la Edad Media esta fuerza misteriosa, que «retenía», pasa de tener una función de conservación y reacción a presentar un principio de legitimación «activista» al materializarse mediante un proyecto mundano y político, en lugar de la espera de la venida del Reino de Cristo, sometiendo las prerrogativas de tal reino a la relativización del poder mundano. De hecho, y como ocurre en la citada obra, Schmitt nos habla del Katechon como la principal fuerza que desde el Imperio Romano, y con su continuidad a través de la respublica Christiana medieval se produce una transición en la que esa fuerza histórica de naturaleza extraordinaria y sobrehumana experimenta la citada transformación.
No obstante, y al margen de la utilización del término en el contexto medieval, tenemos otras aplicaciones que el propio jurista alemán intenta aplicar el concepto de Katechon a otros contextos diferentes a aquellos de la teología política del Imperio, especialmente en los últimos años de la década de los cuarenta, cuando las potencias del Eje han sido derrotadas, donde el concepto adquiere una significación histórica e ideológica que se opone a la deriva técnica y de planificación de tiempos inestables vinculada a la victoria del liberalismo anglosajón y del marxismo soviético en la Segunda Guerra Mundial. Una alianza entre elementos técnicos, adaptados a las necesidades del mercado y las nivelaciones socialistas. Hay una visión apocalíptica de ese mundo de posguerra, en la cual parece transfigurarse una visión de este pensamiento como sufrimiento y agonía, en una especie de prefiguración del trágico destino de la cruz, como factores caracterizantes de todo Katechon y está vinculado a un fin determinado y que está en plena consonancia con el propio misterio de la salvación dentro de la doctrina cristiana. Forma parte de un diseño divino cuyos contornos solamente nos serán visibles al final de lo tiempos y frente al cual únicamente cabe la confianza y la esperanza.
A partir de este contexto de posguerra el katechon aparece asociado a los vencidos, a aquellos que no quieren renunciar a escribir la historia pese a sus condiciones de extrema debilidad y que, incluso, no renuncian a la posibilidad de combatir a las fuerzas que emergen como vencedoras del conflicto, las que construyen el Nuevo Orden Mundial en Yalta, y que representan las fuerzas de la planificación técnico-económica que suponen un precipitarse del mundo hacia un activismo nihilista, la sociedad de masas. Se trata de un intento de resistir que nos puede recordar a la postura evoliana que vemos en Orientamenti, en la que la resistencia interior aparece como una estrategia, aunque más de replegamiento y defensa pero sin renunciar al contraataque. Schmitt habla de la «crucifixión» como parte de la naturaleza y experiencia humana en la historia y sobre la función y el modelo que representa para el cristiano la crucifixión de Jesús. Su muerte como esclavo, por un poder arrogante y autodivinizado se convierte, para Schmitt, en el símbolo de la persecución del enemigo contra los vencidos en la guerra justa. Todo ello en contra del principio racional y caballeresco en la relación amigo-enemigo, dentro del concepto de justus hostis, que representa respecto a todos los fanáticos fautores del justum bellum.
A partir de la sistematización del nomos de la tierra comienza una fase en la que Schmitt aprecia cómo van produciéndose unos antagonismos, y en términos de confrontación, entre el pensamiento histórico cristiano y las filosofías de la historia de la era de la técnica, bajo la idea típicamente moderna y prometeica como un obstáculo providencial en relación al misterio conectado con el camino en el devenir temporal de la humanidad. Se trata de la acción del katechon vinculada a la promoción de una concepción política vinculada a concreción terrestre del orden y del derecho y de los valores orgánico-comunitarios. Esta fuerza misteriosa no aspira a convertirse en una fuerza dúctil y maleable en manos de la humanidad, sino que su misterio se funda sobre la idea de la aceptación de los límites humanos. Tal aceptación implica también que las pretensiones hegemónicas de la nueva humanidad surgida a partir de 1945, en su configuración nihilista y tecnocrática del poder mundial se encuentran sometidas a un límite, lo cual también supone una esperanza de cara a la redención frente al inmanentismo, y el consumismo hedonista de la nueva civilización. De modo que aquí Katechon implica una apelación a una forma de actuar alternativa a las dinámicas aparentemente en confrontación, pero en realidad solidarias, de las ideologías «redentoras» del capitalismo y el comunismo bajo las cuales subyace una peculiar interpretación de la historia.
Las connotaciones y prolongaciones del concepto katechónico podrían dar lugar a innumerables ideas e interpretaciones dentro del campo del derecho, la filosofía o la geopolítica que traspasarían nuestros objetivos y pretensiones, que no van más allá de mostrar un elemento interesante dentro de los diferentes recursos ideológicos e interpretativos que el lúcido pensamiento del eminente jurista alemán Carl Schmitt, puede aportarnos.
La importante victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, aún pendiente de su desenlace electoral, de cuya dimensión dependerá en gran medida el ámbito de acción que le posibilite a futuro en un nuevo ordenamiento político estratégico hemisférico, abre perspectivas inéditas en la lucha de América Latina contra el endémico mal del castrocomunismo, que la aqueja. Imposible olvidar que fueron las fuerzas armadas brasileñas las primeras en enfrentarse a la primera oleada de castrocomunismo regional, derrocando a su ficha brasileña, Joao Gulart y montando la primera dictadura militar orientada a anteponerle al castrocomunismo cubano un muro infranqueable en la región. Son las mismas con las que se identifica el exitoso candidato brasileño. Y con cuya estrategia regional parece sentirse identificado.
¿Será el gobierno de Jair Bolsonaro el inicio de una acción concertada de las democracias liberales de América Latina – Argentina, Chile, Colombia, Panamá – coordinadas con el gobierno norteamericano de Donald Trump y el canadiense de Justin Trudeau contra el Katechon del castrocomunismo cubano? ¿Intervendrán finalmente en nuestro territorio liberando a nuestro pueblo de la tiranía madurista? De la respuesta afirmativa depende nuestro futuro como Nación.
El Anticristo y el katechon
18/02/16 7:57 AM por RORATE CÆLI
¿Cómo será el Anticristo? Sabemos que en Pablo, en las cartas de Juan y en el Apocalipsis, encontramos por todas partes, varias premoniciones de una realidad que la Tradición Católica ha identificado como (cito aquí un libro de teología) “el Príncipe de la Maldad que vendrá y reinará sobre el mundo al final de los tiempos, antes de la venida definitiva del Hijo del Hombre, que establecerá el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra”.
En muchas épocas, los creyentes pensaban que esta misteriosa figura se podía identificar en algún sanguinario personaje histórico: Nerón, Atila, Napoleón, Lenin, Stalin y Hitler.
Sin embargo, existe también una tradición cristiana, aunque solo de una minoría, que define el peligro del Anticristo (“el hombre del pecado” y “el hijo de la perdición” de San Pablo) en la imitación solapada de una persuasiva y atractiva realidad y no en la violencia y la sangre. El libro publicado en 1907 de Robert H. Benson, El Amo del Mundo, ha sido recientemente traducido al italiano y en él, el Mayor Oponente de Jesucristo se presenta a sí mismo bajo la apariencia de “un humanista”, un maestro de la tolerancia, el pluralismo, el Irenismo y el ecumenismo; será un corruptor sonriente, más que un antagonista estridente, del Evangelio; un aniquilador desde dentro, más que un asaltante desde fuera.
Quizá, hasta ahora, pocos sabrán que algunos años más tarde, en 1916, Carl Schmitt volvió a proponer esa tesis. Schmitt murió en 1985, casi a los 100 años de edad, y está entre aquellos sobre los cuales escucharemos hablar en los próximos años: ya hay un indicio de esto (que aumenta cada día) en la inmensa bibliografía de su trabajo que, durante muchas décadas, fue reprimido y exorcizado, ya que se sospechaba que era nacionalsocialista. En realidad, éste brillante jurista y experto político alemán fue rápidamente rechazado por el Tercer Reich (en donde, al inicio, Schmitt vio la realización de algunos puntos de su teoría política) debido a que fue acusado de “anti-semitismo insuficiente y superficial” y más, que nada, por sus “perversiones católicas”.
En realidad -como han confirmado estudios recientes- el catolicismo de Schmitt no era, simplemente, cultural ni determinado por sus estudios religiosos en la escuela, sino que era una fe profesada y vívida hasta el final. Lo que hace a este pensador tan fascinante (redescubierto hoy hasta por ex-derechistas, en su confusa búsqueda de “maestros” después de que todos sus puntos de referencia se colapsaran) es que incluyó (en su trabajo) realismo maquiavélico y hobbesiano y temas religiosos como la culpa, la redención, la salvación, Cristo y el Anticristo. Se dijo que la suya era un tipo de “teología política” aunque, para quienes lo han estudiado profundamente, su trabajo es quizá “política teológica”: una discusión del orden humano de las cosas que, primero, teniendo en cuenta lo trascendente y, segundo, en confrontación con la Historia, es consciente de que no abarca todo el panorama, pero está destinada a fluir hacia un Misterio que le transciende.
Desde 1916, mientras militaba con el ejército bávaro, Carl Schmitt, de 28 años, comenzó su reflexión sobre el Anticristo, con un libro dedicado a Nord-licht (Luces del Norte o La aurora) escrito por Theodor Däubler. El joven Schmitt, en estas páginas, cita un texto que encontró en el Sermón en Latín de fine mundi de San Efrén. Vale la pena citar el singular pasaje original, según el cual, el Gran Engañador provocará la apostasía de muchos antes de la victoria definitiva de Cristo: «erit omnibus subdole placidus, munera non suscipiens, personam non praeponens, amabilis omnibus, quietus universis, xenia non appetens, affabilis apparens in proximos, ita ut beatificent eum omnes homines dicentes: Justus homo hic est!».
Que sería decir: «Turbiamente, él complacerá a todos, no aceptará oficinas o puestos, no mostrará favoritismo hacia las personas, él será amable con todos, calmado en todas las cosas, él rechazará los regalos, parecerá afable con sus compañeros y así, todos los alabarán exclamando: “¡Contemplen a este hombre justo!”». Este extracto, del Latín de San Efrén contiene una perspectiva inquietante: el Anticristo como una engañosa apariencia de un “hombre de diálogo”; ¿un “humanista” pacífico, sobrio y honesto? Es, precisamente, este retrato del Adversario el que Schmitt consiente: para él, el Anticristo surgirá de una sociedad similar a la del moderno Oeste, en donde: “Los hombres son pobres diablos que lo saben todo, mas no creen en nada”; una sociedad en la cual “las cosas más importantes y nuevas son secularizadas: la belleza se ha convertido en un buen bocado, la Iglesia es una organización pacifista en lugar de distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que es útil y lo que es dañino.”
En tal cultura, el solapado, “dialogante” Anticristo nos hará creer que la salvación depende de la certeza social y el desarrollo. Más que nada (y ésta es una de las intuiciones más inquietantes del joven Schmitt), el Anticristo no será para nada un materialista, ni un enemigo para la religión: más bien “él proveerá para todas las necesidades, incluyendo las espirituales.”
Satisfará las ansias de transcendencia del hombre, hablando sobre espiritualidad, proponiendo una “religión de la humanidad” en donde todos están de acuerdo con todo y donde toda divergencia será expulsada y, sobre todo, cualquier dogma será visto como un mal radical.
En el momento de su escritura, justo al principio del siglo XX, la premonición de Schmitt pasó prácticamente desapercibida, parecía claramente improbable. Entonces, ¿no es quizá ahora el momento de reflejarse en ella, cuando la verdadera amenaza, en el ámbito religioso es, sin duda, ya no la intolerancia sino, en todo caso, su opuesto: la “tolerancia”, transformada en indiferencia, que se niega a considerar las diversas creencias como algo más que una única vía (diferenciándose sólo por factores históricos y geográficos) de venerar a un mismo Dios? ¿En qué el enemigo ya no es el viejo y honesto materialismo sino, quizá, un insidioso espiritualismo “humanitario”?
Conversión de SAn Pablo de Tarso.
El Anticristo, Vittorio Messori
(Del libro Pensare la storia, (Pensando la Historia) San Paolo, Milan 1992, p. 517-519).
[Traducción de Carmen Gaytán. Artículo original]
[i] Katechon: término empleado por primera vez por San Pablo (2Tes, 2, 6-7), donde explica las tres etapas que impiden la llegada del Anticristo: la iniquidad, la gran apostasía y el hombre de pecado y agrega una cláusula para determinar el tiempo del su llegada: primero será una cosa (to datechon) y después una persona (ho katechon). [V. Enciclopedia Católica (ec.aciprensa.com/wiki/Anticristo)]. El filosofo y jurista alemán Carl Schmitt (1888-1985), recuperó la idea otorgándole significado politolótico y ya en el siglo XX, Marx Scheler lo definió como metapolítica (es.metapedia.org/wiki/El_katechon_como_idea_metapolitica). (N. de la C.)
El katechon como idea metapolítica
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El término griego que debe castellanizarse como katechon y pronunciarse katéjon, es el participio o presente del verbo (katécho) que significa: retener, agarrar, impedir.
Es el apóstol San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses, versículos 6 y 7, quien lo utiliza por primera vez como idea de obstáculo, de impedimento, a la venida del Anticristo.
Veinte siglos después, es el filósofo del derecho y jurista alemán Carl Schmitt(1888-1985) quien en varios trabajos suyos recupera la idea de katechon otorgándole una significación politológica.
Nuestra tarea va a ser exponer primero la versión de San Pablo y las más significativas interpretaciones, luego la del pensador de Plettenberg, para finalmente intentar, nosotros, una lectura metapolítica de la idea de katechon.
Doctrina paulina del katechon
Antes de la parusía o segunda venida de Cristo tienen que suceder dos hechos:1) la gran apostasía universal y 2) la manifestación del hombre del pecado, llamado por San Juan el anticristo. Pero San Pablo agrega una cláusula para determinar más precisamente todos estos eventos, él transmite a los fieles de Tesalonia la doctrina del katechon.
El texto apocalíptico completo es el siguiente:
"Hermanos, os suplicamos, por el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no abanonéis ligeramente vuestros sentimientos, ni os alarméis con supuestas revelaciones, con ciertos discursos o con cartas que se suponga enviadas por nosotros, como si el día del Señor estuviera ya cercano. Que nadie os engañe en manera alguna. Porque antes ha de venir la apostasía y se ha de manifestar el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición. El cual se opondrá y se alzará contra todo lo que se dice Dios, o es objeto de culto, hasta llegar a sentarse en el mismo templo de Dios, dando a entender que es Dios.
Vosotros sabéis lo que ahora lo detiene (to katechon), de manifestarse a su tiempo. Porque el misterio de iniquidad ya está actuando. Tan solo sea quitado del medio el que ahora lo detiene ( ho katechon). Y entonces se dejará ver aquel inicuo a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con el resplandor de su venida. Aquel inicuo que vendrá con el poder de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos. Y con todo engaño de iniquidad para los que se condenan por no haber aceptado el amor de la verdad a fin de salvarse. Por eso Dios les enviará el artificio del error que les hace creer en la mentira. Para que sean juzgados todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la injusticia."(2Tes. 2, 1-12)
El contexto de la carta es el siguiente: En la Iglesia de Tesalónica habían sucedido disturbios a consecuencia de la creencia que la segunda venida de Cristo era inminente. Esta señal pertenecía parcialmente a unos malos entendidos de la 1ª. de Tesalonicenses (4:15 y sigs.) y a las maquinaciones de los impostores. Fue como una forma de remediar éstos desórdenes que San Pablo escribió su segunda epístola a los Tesalonicenses, introduciendo específicamente en los versículos 6 y 7 su doctrina del katechon como un complemento a su visión apocalíptica.
Si releemos en forma detenida el contenido de las cláusulas 6 y 7:
Vosotros sabéis lo que ahora lo detiene(to katechon) de manifestarse a su tiempo. Porque el misterio de iniquidad ya está actuando- Tan solo sea quitado del medio el que ahora lo detiene(ho katechon). Y entonces se dejará ver aquel inicuo a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con el resplandor de su venida.
VUL 2 Thes 2:6 et nunc quid detineat scitis ut reveletur in suo tempore 7 nam mysterium iam operatur iniquitatis tantum ut qui tenet nunc donec de medio fiat 8 et tunc revelabitur ille iniquus quem Dominus Iesus interficiet spiritu oris sui et destruet inlustratione adventus sui
Vemos como aquí el apóstol nos habla de dos tipos de katechon. En el versículo 6 usa una frase con el pronombre neutro to, que traducimos por lo, y en el versículo 7 utiliza el pronombre masculino ho, que traducimos por el.
Al haber utilizado San Pablo en dos versículos seguidos y continuos vocablos personales –ho- como impersonales –to- para referirse al mismo participio substantivado katechon como el obstáculo o el impedimento, muchas han sido a lo largo de la historia las hipótesis para explicar la frase. Hay opiniones para todos los gustos.
Recopilemos algunas interpretaciones del katechon.
a) Para la mayoría de los autores latinos y sus traductores el principal impedimento es el Imperio Romano, con sus leyes e instituciones. San Agustín, así como gran parte de los padres de la Iglesia son de esta opinión.
b) Para el teólogo oficial de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, trece siglos después, también el impedimento fue el Imperio Romano, quien luego de su caída se prolongó en la Iglesia, ya que el vínculo con Roma estaba dado por la continuación de la antigua localización en el espacio: La Roma eterna unión del imperium y el sacerdotium.
c) Para los teólogos protestantes que vivieron después del siglo XVII San Pablo se refirió a personas y acontecimientos de su tiempo es así que para ellos, el impedimento son los emperadores Calígula, Tito, Nerón, Claudio.
d)Otra opinión es la del teólogo B.B.Warfield quien sugiere que "el poder que lo detiene" es la continuación del Estado Judío, luego que la apostasía judaica se completó y el cristianismo perseguido por Roma y sus emperadores, Santiago de Jerusalén es el que personifica este katechon.
e) Los teólogos Frame, Best, Grimn y Sinar consideran que la fuerza que mantiene el dominio no es otra que Satanás, cuya influencia ya está en el mundo como misterio de iniquidad.
f)Una opinión totalmente opuesta es la desarrollada por Strobel Trilling afirmando que es el propio Dios en la persona del Espíritu Santo, la fuerza que demora la parusía que los fieles de la época estaban experimentando.
g) Tenemos también la opinión de un teólogo como O.Cullman que se suma a una tradición muy extendida según la cual el obstáculo que retiene es la proclamación del evangelio a todas las naciones por los misioneros cristianos incluida la conversión de Israel.
Luego de esta colección de hipótesis acerca de la naturaleza del katechon, es casi temerario hacer una afirmación categórica, no obstante la de mayor hondura teológica es aquella que sostiene que es Dios mismo a través del Espíritu Santo quien en última instancia permite que el Anticristo se manifieste, luego de poder predicar el evangelio a todas las naciones.
En cuanto a éste último, afirma el prestigioso Dollinger en la Enciclopedia Católica, "La persona individual de Anticristo no será un demonio, como algunos de los escritores antiguos creían; tampoco será la persona del Diablo encarnado en la naturaleza humana de Anticristo. Él será una persona humana, tal vez de extracción judía, si la explicación de Génesis 49:17, junto con aquella de la omisión de Daniel en el catálogo de las tribus, como se encontró en el Apocalipsis, sea correcto".
Joseph Ratzinger Papa Benedicto XVI.
El Anticristo que se sentará en el trono de Pedro y hará prodigios es denominado por San Pablo, anomos, "el sin ley", esto último nos da pie para pasar a la teoría de Carl Schmitt.
La teoría schmittiana sobre el katechon
El concepto aparece fugazmente mencionado en las breves páginas de Historiographia in nuce: Alexis de Tocqueville en el opúsculo Ex Captivitate Salus (1946) y desarrollado luego in extenso en voluminoso trabajo sobre El Nomos de la tierra(1952), retomando finalmente el tema en Teología política II(1970).
La primera observación que podemos hacer siguiendo las fechas de los trabajos es que el interés de Schmitt por el tema corresponde a su período de postguerra.
Para nuestro autor las categorías con que se maneja la política moderna no son otra cosa que categorías teológicas secularizadas, en esta tesis se apoya toda su teología política, una de cuyas ideas cardinales es la de katechon.
Es un concepto históricamente decisivo que desde el Imperio Romano, recorre todo el medioevo cristiano y que tiene como cadena de transmisión, para impedir el avance del mal, la lengua común del derecho romano y un sistema de orden espacio-temporal que ha practicado la ciencia jurídica europea, el ius publicum europaeum, del cual, él Carl Schmitt, se considera su último representante. Como vemos, él se asume existencialmente como un katechon, observación esta última obviada por sus comentaristas. En este sentido no hay que olvidar que él es contemporáneo de Heidegger, de Marcel, de Junger, de Le Senne, pensadores todos que adoptan vitalmente sus propios postulados filosóficos.
Para Schmitt el concepto tiene una pluralidad de significados que ejemplifica con realizaciones históricas. Así, menciona como impedimentos u obstáculos:
1) Al "Imperio bizantino, que desde Constantinopla regía los vestigios romanos de Oriente, era un Imperio costero. Disponía aún de una poderosa flota y poseía un arma secreta: el llamado fuego griego. Sin embargo, estaba por completo reducido a la defensiva. Así y todo, pudo, en cuanto potencia naval, realizar algo que el Imperio de Carlomagno- pura potencia terrestre- no fue capaz de llevar a cabo; fue un auténtico dique, un katechon, empleando la voz helénica; pese a su debilidad, se sostuvo frente al Islam durante varios siglos y, merced a ello, impidió que los árabes conquistasen toda Italia, De lo contrario, hubiese sido incorporada aquella península al mundo islámico, con completo extermino de su cultura antigua y cristiana, como por entonces ocurrió con el Norte de Africa".[1]
2) A la Iglesia católica "cuyo poder político no reside en los medios económicos o militares. La Iglesia posee ese Pathos de la autoridad en toda su pureza. Es una representación personal y concreta de una personalidad concreta. Además es portadora, en la mayor escala imaginable, del espíritu jurídico y la verdadera heredera de la jurisprudencia romana. En esa capacidad que tiene para la Forma jurídica radica uno de sus secretos sociológicos. Pero tiene energía para adoptar esta Forma o cualquier otra porque tiene la fuerza de la representación. Representa la civitas humana, representa en cada momento histórico al propio Cristo personalmente"[2] y en su capacidad representativa radica su tarea de katechon, sobre todo frente a la era del pensamiento económico y la sociedad de consumo.
3)La Respublica Christiana "que enlaza el Derecho medieval de Gentes con el Imperio romano. Lo fundamental de este imperio cristiano es el hecho de que no sea un imperio eterno, sino que tenga en cuenta su propio fin y el fin del eón presente, y que a pesar de ello sea capaz de poseer fuerza histórica. El concepto decisivo de su continuidad, de gran poder histórico, es el de katechon. Imperio significa en este contexto la fuerza histórica que es capaz de detener la aparición del anticristo y el fin del eón presente, una fuerza qui tenet, según las palabras de San Pablo apóstol".[3] Destaca así mismo a los emperadores medievales Otón el Grande y Federico Barbarroja que con sus luchas han aplazado la llegada del Anticristo. Y así lo afirma explícitamente en su conferencia del 11 de mayo de 1951 en el Ateneo de Madrid, titulada La Unidad del mundo, cuando dice: "Siglos enteros de historia medieval cristiana y de su idea de Imperio se basan en la convicción de que el Imperio de un príncipe cristiano tiene sentido de ser precisamente un tal katechon. Magnos emperadores medievales como Otón el Grande y Federico Barbarroja, vieron la esencia histórica de su dignidad imperial en que, en su calidad de katechon, luchaban contra el Anticristo y sus aliados y aplazaban así el fin de los tiempos".[4]
Estos ejemplos, los más sobresalientes por su tarea de katechon nos muestran de manera palpable que Schmitt, como buen jurista, finca su teoría a partir del katechon como nomos=norma , como impedimento a la instauración del mal, entendido por él como anomia.
Pero como eminente politólgo que fue sabe que "detrás de toda gran política hay un arcano" y este secreto es la función de la gran política como katechon. Si se prescinde de esto solo se puede hacer surgir políticamente "el cesarismo", que es una forma de poder no cristiano, separado de una corona real, de un reino y de una misión. Este cesarismo sin misión se expresa según Schmitt en "la exclamación de los judíos antes de la crucifixión de Jesucristo: "No tenemos mas rey que el cesar"(San Juan, 19,15).[5]
El katechon como idea metapolítica
La metapolítca, según la hemos definido en nuestros trabajos,[6] es una ciencia interdisciplinaria que tiene por objeto el estudio de las grandes categorías que condicionan la acción política. Supone una crítica a la cultura dominante que después se proyecte a la realidad de la vida. Es decir, que no puede existir metapolítica sin política, lo que obliga a no pensar al ñudo sino en miras a una transformación de la realidad hodierna "para suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente conducción", en palabras de Max Scheler.[7]
Al enigma de San Pablo acerca de nunc quid detineat (lo que ahora detiene) y qui teneat nunc (el que ahora detiene) nosotros, siguiendo en parte a Schmitt en su idea de Grossraum, sostenemos que: Ante el proceso ideológico de globalización anunciado en 1991 por el presidente Busch, padre, en el sentido de la construcción de un one world, un mundo uno, debemos propiciar la construcción de grandes espacios autocentrados y específicamente la de un gran espacio suramericano, como katechon a la "visión fundamentalista de la globalización según la cual éste es el único de los mundos posibles"[8] y su proyecto mundialista de dominación de la tierra bajo un gobierno único. Y decimos un gran espacio y no un Estado solo, porque la época del Estado-nación ya caducó, incluso la de países continente como Rusia, China, India o Brasil. Hoy la acción de un Estado aislado es irrelevante para el gobierno mundial del G8, como poder ejecutivo, el FMI como poder gerencial-financiero o de Davos, como poder deliberativo.
El sentido metapolítico de la idea de katechon lo vislumbramos en la idea de gran espacio, pero no en cualquier gran espacio, sino sólo en aquel que se construya sobre un arcano. Esto es, para la realización de una gran política. Lo grande nace grande dice Heidegger, y un gran espacio suramericano tiene que nacer grande, y así comenzar por la alianza de Brasil y Argentina, los dos grandes, hasta extenderse a toda Suramérica. Para ello, poseemos una lengua franca, el portuñol, una historia común económica y cultural de expoliación y colonización cultural, un enemigo común: el anglosajón, ingleses en el siglo XIX y yanquis en el XX,[9] una religión común: el cristianismo inculturizado de expresión heterodoxa. Genuinas instituciones políticas en común, más allá de la democracia liberal, como la figura del caudillo y su representación por acclamatio. Una masa poblacional hoy (2010) de 400 millones de habitantes. Cincuenta mil kilómetros de ríos navegables en el interior. Con una complementación tecnológica de cada uno de sus diez Estados-nación que parece surgida por una bendición de Dios. Y todo ello localizado en un espacio común de esta isla continental de casi 18 millones de km2, el doble que Europa y, también de los Estados Unidos.
El segundo sentido metapolítico del katechon lo barruntamos nosotros en el hecho que Suramérica forma parte de un espacio cultural mayor que es Iberoamérica; esto es, los pueblos que van desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego. Y este espacio tiene un singular destino escatológico que está dado por el esplendor solar de la Virgen Morena de Guadalupe, que como observa el estudioso Primo Siena: "Confirmamos que es la primera vez, en el entero curso milenario de las teofanías marianas, que la imagen de Nuestra Señora aparece encinta como lo fue en el oculto viaje hacia Belén narrado por los evangelistas, o como resulta del maravilloso cuadro solar, presentido en el Apocalipsis por el discípulo predilecto. Existe una correspondencia desde el mil seiscientos entre la Virgen guadalupana y la "Mujer vestida de Sol" del texto profético".[10]
Es muy probable que sea este el arcano de la gran política para Nuestra América si pretende constituirse en un nuevo katechon: una política mariana con todo lo que ella implica.
El tercer sentido metapolítico de katechon está dado en la lucha por la pertenencia a un espacio territorial determinado y la conservación del mismo expresado en la defensa de lo que Virgilio llamó genius loci, esto es suelo, clima y paisaje. Hoy el misterio de iniquidad es la idolatría hacia el monoteísmo del libre mercado, que genera el individualismo y el nihilismo social y aquello que lo detiene, quid detineat (to katechon) es la resistencia cultural, ética y espiritual que en el interior del sistema de globalización neoliberal llevan a cabo las personas, los grupos y los pueblos que quieren seguir manteniendo su identidad, su ipse, su sí mismo.
Lo difícil es saber qui teneat (ho katechon), quien lo obstaculiza, y aquí sólo podemos apelar al poeta, que tiene caminos que el filósofo desconoce, cuando decía:
Se necesitaría Roosevelt, ser Dios mismo,
El Riflero terrible y el fuerte Cazador,
Para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues, contáis con todo; falta una cosa: Dios.[11]
Referencias
Schmitt, Carl: Tierra y Mar, Madrid, Estudios Políticos, 1952, pp. 19/20
Schmitt, Carl: Catolicismo y Forma política, Madrid, Tecnos, 2000, p.23
Schmitt, Carl: El Nomos de la tierra, Madrid, Est.Const. , 1979, p.38
Schmitt, Carl: La Unidad del mundo, Madrid, Ateneo, 1951, p.32
Schmitt, Carl: El Nomos. , op.cit. p.44
Buela, Alberto: Ensayos de disenso, Barcelona, Nueva República, 1999, p. 93 a 98
Scheler, Marx: El hombre en la etapa de la nivelación, en Metafísica de la libertad, Bs.As. , Nova, 1960, p.189
Jaguraribe, Helio: Argentina y Brasil en la globalización, Bs.As. , FCE, 2001, p.39
Cagni, Horacio: Escritos de política mundial de Carl Schmitt, Bs.As., Heraclés, 1995, p.24.- " El Grossraum es para Schmitt una idea basada en su invariante amigo-enemigo. La enemistad determina el gran espacio",
Siena, Primo: La Virgen morena y el destino escatológico americano, en revista Disenso N° 10, Bs.As. , verano 1997
Darío, Rubén: Poema a Roosevelt en Cantos de vida y esperanza (1905)