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“Cuando se juega al juego de tronos sólo se puede ganar o morir. No hay puntos intermedios”.

Ayer 31 de octubre 2018 convergieron figuras importantes y los hechos históricos que los hermanaron en sus proyecto de vida, asi como las brujas y las calaveras tomaron las calles de muchos países este miércoles de Halloween o "noche de brujas".Los fantasmas volarán desde las tumbas, los vampiros saldrán de sus sarcófagos llenos de telarañas y los extraterrestres, de sus platillos.También se pasearán los monstruos, las hadas, los superhéroes y toda clase de disfraces que la imaginación o la economía permitan.Aunque ha cambiado, mucho a lo largo de los siglos, Halloween sigue siendo una celebración que brinda un espacio para que adultos y niños jueguen con sus miedos y fantasías y se burlen de ellos.Hoy que observo lo que cada uno de estos personajes significó en mivida y en la de mi generación, digo que de tanto hablar de esta fecha, se hicieron realidad muchos de nuestros propios fantasmas. ya ninguno de estos hombres que fueron referentes muy fuertes, nos acompañan...Ojalá nuestros hijos y nietos conozcan en su dimensión cabal, lo que cada uno significó en la historia de este país.

"Lo importante en la vida no es ser indispensable, sino ser inolvidable"

Murió Teodoro Petkoff en Caracas.

Se conmemoraron 60 años del Pacto de Punto Fijo.

Y se conmemoró también el nacimiento de otro ícono de mis años de juventud: Ali Primera.

Las coincidencias de la vida son increíbles

Comencemos por lo más antiguo: Ely Rafael Primera Rossell (Coro, Estado Falcón; 31 de octubre de 1941-Caracas, 16 de febrero de 1985), más conocido por su nombre artístico Alí Primera, fue un músico, cantante, compositor, poeta, activista político y militante comunista venezolano; conocido también por su apodo artístico «El Cantor del Pueblo Venezolano» A los 10 años, buscando mejores oportunidades de vida su familia se traslada a una zona del Municipio Los Taques, cerca de Punto Fijo de auge petrolero debido a la presencia del Complejo Refinador de Amuay. En el barrio La Vela, hoy conocido como Sector Alí Primera, dada la estrechez económica de la familia, se desempeña en varios oficios que iban desde limpiabotas a vendedor y a esa edad aprende a leer y a escribir, siendo un alumno aventajado lo que le permitió terminar el nivel de enseñanza primaria.

En 1960 se traslada a Caracas, donde se inscribe en el Liceo Caracas para completar sus estudios de bachillerato y en 1964, tras terminar esta etapa, se matricula en la Universidad Central de Venezuela para estudiar Química. Durante su estancia en la universidad, se inscribió en el Partido Comunista de Venezuela e inició carrera como cantante y compositor, primero como una afición y paulatinamente, como una actividad a tiempo completo. Sus primeras canciones, Humanidad y No basta rezar, presentada esta última en el Festival de la Canción de Protesta organizado por la Universidad de Los Andes en 1967, lo proyectan a la fama dentro del movimiento de la Nueva canción latinoamericana. Entre 1969 y 1973 se establece en Rumanía para cursar Ingeniería del Petróleo en la Universidad Politécnica de Bucarest gracias a una beca que le otorgó en 1968 el Partido Comunista de Venezuela (PCV). En Europa, para ganarse el sustento, lavaba platos y en ocasiones lograba cantar en sitios en que se respetaba su trabajo. En un estudio en Alemania graba su primer disco, titulado 'Gente de mi tierra'. Allí conoce a la sueca Tarja Osenius con quien convive en Estocolmo y procrea a sus hijas María Fernanda, a quien dedicara su tema "Los pies de mi niña" y María Ángela, para quien compuso "La piel de mi niña huele a caramelo".

En noviembre de 1973 Alí Primera regresa a Venezuela sin graduarse, al decidir que no daría su esfuerzo a las compañías petroleras transnacionales y que, en lo sucesivo, se dedicaría a la música y a la lucha política.4​ Luego de militar en la Juventud Comunista de Venezuela (JCV) y en el Partido Comunista de Venezuela, colaboró en los inicios políticos de un nuevo partido denominado Movimiento al Socialismo (MAS), acompañando y trabajando durante la primera campaña electoral del político José Vicente Rangel en 1973, aunque jamás dejó de ser militante del PCV. Alí fue objeto de un veto por parte de los medios de comunicación y los gobiernos de turno en Venezuela, debido al radicalismo de los temas expuestos en las canciones que el denominaba el canto panfletario. Por tal motivo y para garantizar la promoción y comercialización de sus discos fundó su propio sello discográfico: “Cigarrón” a través del cual cantantes y grupos que compartían la misma ideología, fueron apoyados en sus producciones discográficas; entre ellos: Lilia Vera, Gloria Martín, Los Guaraguao y su medio hermano José Montecano.

Para este entonces, ya figuraba como uno de los principales compositores y cantantes populares no solo del país, sino también de América Latina. Desde 1973 y hasta la fecha de su muerte, grabó 13 discos de larga duración y participó en numerosos festivales en toda América Latina. Sus presentaciones fueron realizadas en fábricas, liceos, sindicatos, y con frecuencia el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, su casa de estudios. Aún cuando su obra fue considerada dentro de la canción protesta, que tuvo amplia difusión en Venezuela entre 1970 y 1980, de acuerdo a los investigadores Jesús Franquis y Andrés Castillo, Alí Primera insistió en denominarla siempre Canción Necesaria. La protesta la concebía el propio Alí como "una malcriadez de quien se asumía así, porque la protesta carece de contenido político-ideológico y no se plantea el problema de fondo ni la organización del pueblo..." Por eso más bien trató de inscribir su canto como una de las tantas expresiones del pueblo en la búsqueda de la toma de conciencia y organización hacia la toma del poder.

A propósito de letras de sus temas, Alí Primera decía que en 1977 fue a Cuba y se reunió con algunos representantes del Movimiento Nueva Trova Cubana, sintiendo que las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés estaban orientadas hacia la poesía, a diferencia de su temática que era "panfletaria y contestataria, rebelde, agitadora y militante".

En 1976, Primera tuvo una relación sentimental con la venezolana Noelia Pérez con quien procreó a su primer hijo varón, Jorge Primera Pérez, nacido en 1977. Ese año, en Barquisimeto conoce a quien sería su segunda esposa, Sol Musset, quien había ganado el concurso de "La Voz Liceista" y se presentaba en el programa radial "Los Venezolanos Primero". Se casaron y tuvieron cuatro hijos: Sandino, Servando, Florentino y Juan Simón. Alí Primera también cultivó la amistad del reconocido compositor, cantante y músico oriundo de Maracaibo Armando Molero, a quién dedicó, así como a su esposa, algunas de sus composiciones.

Alí Primera inicia su discografía con su propio sello "Cigarrón", en alianza con la empresa discográfica "Promociones Musicales" (Promus) y está compuesta de 11 discos publicados en años consecutivos desde 1973 a 1984. De los tres primeros discos editados entre 1973 y 1975, “Alí Primera Volumen 2” (1974) fue el que obtuvo más trascendencia. Según José Millet, este segundo disco del cantante5​ posee los mismos temas del disco grabado en Alemania en 1972. En ese año el cantautor realizaba estudios en Europa.

De este segundo disco, los temas más destacados fueron: "Comandante Amigo" (en homenaje al Che Guevara), “No basta rezar” y “Techos de cartón”. Otras canciones importantes por su contenido fueron: “Yo no sé filosofar”, "Panfleto en una nota", “Otra vez” y “Cuando las águilas se arrastren". Estos temas fueron muy populares entre cierto sector de la Juventud venezolana, haciendo de este disco uno de los más exitosos del cantante en su primera etapa creativa.

La cuarta producción discográfica de Alí Primera (“Canción para los valientes” de 1976), constituye el salto mediático hacia las radios del país. Los temas “Cunaviche adentro” y “José Leonardo” fueron éxitos instantáneos. La canción que da nombre al disco fue grabada en un álbum editado en Suecia en 1974 por Svenska Chilekommittén (Comité Chileno de Suecia), organización cuyo objetivo era solidarizarse con las víctimas de la dictadura chilena.6​

En 1977 se edita “La Patria es el hombre” compuesto por diez canciones con textos críticos en contra de las clases económicas más poderosas y el estamento político vigente, que fueron rechazados por sectores importantes de la sociedad. Por esta razón, sus temas políticos fueran vetados en las principales radioemisoras del país. En este disco se encuentra el tema interpretado en ritmo vallenato “La guerra del petróleo” que plantea el diferendo territorial entre Venezuela y Colombia en el Golfo de Venezuela, que generó fuertes tensiones entre ambos países, pese a su temática antibelicista. Igualmente tuvieron cierta repercusión mediática los temas “La canción de Luis Mariano”, dedicada al compositor venezolano Luis Mariano Rivera y “Pio Tequiche” dedicada a la Isla de Margarita, sus sitios y personajes emblemáticos y tradicionales en contraposición al progreso y modernización que se estaba produciendo gracias al aumento del turismo y el comercio de Puerto Libre.

“Canción mansa para un pueblo bravo” publicado en 1978, es uno de los trabajos más elaborados del artista, para el cual el cantor con la colaboración del músico y arreglista Alí Agüero quien incorporó una sección de cuerdas en este trabajo. Parte de los temas de este disco fueron usados en la banda sonora de la película homónima, dirigida por el cineasta Giancarlo Carrer. En este disco aparecen dos temas cuya temática principal se aleja de lo político y que fueron promocionados en las radios de corte popular: “La piel de mi niña huele a caramelo” y “Reverón”, este último dedicado al pintor y artista plástico venezolano Armando Reverón. Entre los temas de denuncia social y compromiso revolucionario destacaron: “Ahora que el petróleo es nuestro”, “Esquina Principal” y “Los que mueren por la vida”.

En 1979, Alí Primera produce su séptimo álbum titulado “Cuando nombro la poesía”, en el cual se aleja de la crítica directa a grupos políticos y económicos. El carácter experimental del disco se refleja en los temas: “Zapatos de mi conciencia” y “Flora y Ceferino” una canción que narra la historia de un hombre humilde enfermo que no tiene como pagarse cuidados médicos ni medicinas.

Alí Primera publica en 1980 el álbum “Abrebrecha”. La canción homónima junto con “Tin Marin” se convierten en éxitos inmediatos. Esta última, fue dedicada al grupo folclórico y experimental venezolano “Madera” cuyos integrantes murieron en un naufragio en el Río Orinoco ese mismo año. Otras canciones destacadas fueron “Doña Josefina”, dedicada a la Guajira venezolana y “El que cantó con Zamora”, dedicada al líder campesino venezolano Ezequiel Zamora quien luchó contra los terratenientes en la primera mitad del siglo XIX.

“Al pueblo lo que es del César” publicado en 1981, fue dedicado a la memoria del dramaturgo y pintor venezolano César Rengifo quien había fallecido el año anterior. El tema “Don Samuel” de este disco es una crítica directa a la política exterior norteamericana y su participación en múltiples guerras y la creación de armas de destrucción masiva; “El sombrero azul” es una canción dedicada al pueblo de El Salvador en la época en que se enfrentaban el ejército gubernamental contra las fuerzas revolucionarias del Frente Farabundo Martí y “La noche del jabalí” narra las muertes e injusticias del régimen dictatorial imperante en Haití para la época.

En su décimo LP publicado en 1982, titulado "Con el sol a medio cielo" destacan “Caña clara y tambor”, “La Tonada de Simón” dedicada al cantautor venezolano Simón Díaz e “Isla y piragua” un tema dedicado a la advocación mariana de la Virgen del Valle cuando en Venezuela se discutía la posibilidad de unir la isla de Margarita con tierra firme a través de un puente. Pasaron dos años hasta que en 1984 sale a la luz pública el undécimo disco de Alí Primera: “Entre la rabia y la ternura” un álbum de 10 canciones cuyos temas más destacados fueron “La patria buena” y “Falconía” dedicada al Estado Falcón.

Alí Primera emprendió a finales de 1984 un nuevo proyecto discográfico en el que combinaría los temas presentes siempre en sus composiciones con ritmos que nunca antes había interpretado, entre ellos la gaita zuliana. Hasta entonces, el cantautor había grabado en forma casera, según el testimonio de su amigo, Alí Agüero, un casete que contenía las maquetas de los temas que había compuesto para su inclusión en el siguiente disco para que este último les hiciera los arreglos respectivos a la orquestación,​ por lo que no habían sido grabadas las pistas musicales correspondientes. Al salir de su apartamento, el 16 de febrero

de 1985, el intérprete perdió la vida en un accidente automovilístico ocurrido en una autopista de Caracas cuando su camioneta fue impactada de frente por un vehículo conducido por el entonces estudiante de comunicación social Ítalo Américo Silva, conocido de la familia Primera Rosell, y quien conducía en estado de embriaguez.​Sin embargo, pese a que su acta de defunción y los reportajes de la época certificaron la causa de fallecimiento, aún en la actualidad hay quienes piensan que el artista fue víctima de un atentado, fundamentándose en el acoso del cual era objeto por sus ideas políticas.8​Sol Musset no quiso demandar a Silva, a quien el artista consideraba como un hijo.

Rómulo Ernesto Betancourt Bello (Guatire, Venezuela, 22 de febrero de 1908 - Nueva York, Estados Unidos, 28 de septiembre de 1981)

Jóvito Villalba Gutiérrez (Pampatar, estado Nueva Esparta, Venezuela, 23 de marzo de 1908 - Caracas, Venezuela, 8 de julio de 1989)

Rafael Antonio Caldera Rodríguez (San Felipe del Rey, 24 de enero de 1916​ - Caracas, 24 de diciembre de 2009)

El Pacto de Puntofijo fue un acuerdo de gobernabilidad entre los partidos políticos venezolanos AD, Copei y URD, firmado el 31 de octubre de 1958 para una vida democrática pocos meses después del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y antes de las elecciones de diciembre de ese mismo año. Este pacto permitió la estabilización del incipiente sistema democrático representativo que imperó a lo largo de cuatro décadas, durante las cuales AD y Copei fueron los únicos dos partidos gobernantes de acuerdo con los resultados obtenidos en las elecciones cada cinco años. El objetivo del pacto era conseguir la sostenibilidad de la recién instaurada democracia, mediante la participación equitativa de todos los partidos en el gabinete ejecutivo del partido triunfador, excluyendo el Partido Comunista de Venezuela, el cual decidió no firmar el acuerdo. Los firmantes del pacto fueron Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios (AD), Jóvito Villalba, Ignacio Luis Arcaya y Manuel López Rivas (URD) y Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fernández (COPEI), reunidos en Caracas, en la residencia de Caldera, de nombre Puntofijo. El ganador de las elecciones realizadas en 1958 fue Rómulo Betancourt.

Antes de la Firma de Pacto de Punto Fijo, hubo una complicada transición de un año, durante el año 1958 (dos levantamientos militares entre otros eventos), y además, fueron las generaciones del 28, 36 y 45, las que establecieron las bases del proyecto democrático de 1958, en sus coordenadas básicas, primero, por el rol jugado por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, que con serenidad, tacto e inteligencia, condujo el proceso y luego Edgar Sanabria que lo culminó exitosamente no obstante no les fue fácil llegar al acuerdo político, inédito en aquella época que se conoce como Pacto de Punto Fijo, verdadera obra de ingeniería política.

Las enseñanzas del período perezjimenista –o autoritario como también se le conoce en el lenguaje de la ciencia política– del 1948 al 1958 y, además, la enseñanza del experimento democrático del 1945 al 1948, en torno a la creación de un régimen de partido único hegemón colocó al liderazgo de la época en la coyuntura de construir un orden político de largo alcance e inclusivo. La generación del 52 y la emergente del año 58 serán muy jóvenes pero jugarán un papel relevante, capital y determinante en el año 1957 pues fueron ellos los abanderados y principales organizadores y hacedores de la lucha política contra la dictadura militar entre objetivos en la ruta a la caída de la autocracia:

Así las cosas, inicialmente las aproximaciones al estudio del Pacto de Punto Fijo serán realizadas por la moderna ciencia política venezolana cuando el proyecto democrático es estable, se inician en los años setenta, en la UCV. El trabajo del eminente politólogo venezolano Juan Carlos Rey, sobre el sistema de partidos; el texto El sistema político venezolano editado por el instituto de Estudios Políticos de la UCV en 1975; un estudio más reciente también sobre el sistema político venezolano titulado: Crisis y transformaciones, de 1996, producto de un seminario interno de la misma institución; además, los estudios en la revista Politeia y algunas ediciones especiales de los periódicos de edición nacional, son elementos a tomar en cuanto en cuanto al análisis del pacto de Punto Fijo. Y, hace algunos años, el texto del Dr. Naudy Suárez dirigido a los jóvenes: Punto Fijo y otros puntos, el cual es un estudio serio, pormenorizado y actualizado sobre cómo se llegó a ese acuerdo, nos muestra que no fue improvisado, sino labor de una filigrana política realizada por un liderazgo que tenía claro sus objetivos políticos.

Dentro de ese marco, cuando se cumplen 60 años de la firma de este importante pacto político, clave en el desarrollo y estabilidad del régimen democrático venezolano, es oportuno un balance equilibrado. En efecto, este acuerdo se firmó en el difícil final de la década de los años cincuenta, y en el advenimiento de un tiempo lleno de incertidumbre; en un contexto internacional dominado por la guerra fría.

Se dejó fuera de este pacto al Partido Comunista de Venezuela (PCV), una de las principales organizaciones que luchó contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. La marginación del PCV del pacto se debió, según algunas opiniones, a la dinámica de la Guerra Fría, el rechazo a ese partido por parte de la Iglesia católica y de COPEI, así como su dependencia al Partido Comunista Soviético. El PCV de ideología marxista-leninista que nace el 5 de marzo de 1931, siendo el partido contemporáneo más antiguo de Venezuela. Al ser un partido de ideología marxista-leninista, se erige como un partido de la clase proletaria en la cual convergen obreros, campesinos, intelectuales revolucionarios y jóvenes, en la procura del establecimiento de un Estado socialista, que permita la transición al comunismo. Para esas elecciones de diciembre de 1958 el PCV decidió apoyar al candidato de la URD Wolfgang Larrazábal, el cual alcanzó cerca del 35% de los votos. En estos comicios resultó electo Rómulo Betancourt, de AD.

En suma, el pacto solo estuvo vigente en el primer período democrático: de 1959-1964.El Pacto de Punto Fijo fue un ejemplo y modelo de acuerdos políticos importantes en los procesos redemocratizadores que se dieron en casos como el ecuatoriano o el peruano de finales de la década del setenta, o en el Pacto de La Moncloa en la naciente democracia española de mediados de los años setenta.

Tras la toma de posesión de Rómulo Betancourt, el mismo da un discurso en el cual ofende al partido comunista, ratificando su exclusión al no ser tomado en cuenta para el «gobierno de unidad» y anunciando que tomará medidas contrarias a la doctrina comunista. De igual manera comienza a atacar a los comunistas en cada uno de sus discursos posteriores.

En 1960 bandas armadas de sindicalistas de derecha de Acción Democrática, conocidas como «sotopoles» atacan a sindicalistas comunistas, los primeros agredidos son los trabajadores del Plan de Emergencia el 4 de agosto, el Ministro de Obras Públicas Santiago Hernández Ron, anunció el fin del Plan de Emergencia iniciado por la Junta de Gobierno en febrero de 1958. Durante varios meses se dan manifestaciones y disturbios, aumentando la represión por parte del gobierno. La «Sotopol» ataca al sector juvenil de la izquierda de acción democrática, evento este que produce el nacimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Los antecedentes inmediatos a la formación de este partido se remiten directamente a la visita que realizó el cubano Fidel Castro, a Caracas en enero de 1959 para celebrar el primer aniversario de la caída de la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez, en esta ocasión la visita de Castro sirvió para insuflar ánimos victoriosos a los jóvenes adecos en torno a la gesta vivida por la Revolución cubana en la Sierra Maestra. El contraste político de Castro y Rómulo Betancourt animaron más a la juventud política de la época hacia Castro por diferencias generacionales más que ideológicas.

Como colofón a la crisis interna, el partido AD, expulsó de sus filas a varios dirigentes juveniles y a miembros del partido quienes se identificaban con la política cubana además de realizar una crítica constante a la política de desempleo, lucha contra la reacción, reforma agraria, política económica, fiscal e internacional todas ellas contrarias a la base doctrinaria de Acción Democrática.

Por estos motivos, Domingo Alberto Rangel, Gumersindo Rodríguez, José Rafael Muñoz, Leonardo Mora Arias, Moisés Moleiro, Héctor Pérez Marcano justificaron esta división y fundaron con cuadros principalmente jóvenes al nuevo partido revolucionario de izquierda.

Al nacer el MIR, se declaró según su semanario Izquierda, como un partido «marxista, su objetivo era conducir al pueblo venezolano hacia el camino del socialismo por medio de la revolución nacional haciendo realidad un programa claramente antiimperialista y antifeudal». Este fue el lineamiento ideológico del nuevo movimiento revolucionario.

EL 28 de diciembre de 1960 son asaltados los talleres de Tribuna Popular por la recién creada DIGEPOL, un mes después, el 29 de noviembre, el Gobierno prohibió la publicación del mismo, por lo que el PCV activó un plan de emergencia para su distribución. El 11 de enero de 1961 en Caracas, la policía reprime de forma brutal a la manifestación de La Concordia, ese día un grupo de trabajadores manifestaban contra el desempleo, el saldo del enfrentamiento resultó con el asesinato de 3 ciudadanos, varios heridos y gran número de detenidos. El 12 de enero Rómulo Betancourt ofrece un discurso y lanza la frase «Disparar primero, averiguar después». 23 de enero nueva constitución y se suspenden las garantías.6​9​

El 10 de marzo de 1961, se instala el III Congreso del PCV el cual estaría destinado a buscar formas de conquistar a las masas, sin embargo conforme pasaron los días, y llegado el final del congreso el 18 de marzo, se decide aprobar la lucha armada como medio para acceder al poder, con la opinión disidente de Pedro Ortega Díaz y Alonso Ojeda Olaechea, quienes sin embargo acataron la medida tomada por el comité central y se unieron a la lucha armada.6​12​

El 3 de julio de 1961 la antigua Corte Suprema de Justicia pide a la Cámara de Diputados el allanamiento de las casas y oficinas de Teodoro Petkoff, miembro del PCV y de Domingo Alberto Rangel del MIR. Son tomados una vez más los talleres de Tribuna Popular, y el 13 de julio de 1961 Gustavo Machado, denuncia al presidente Betancourt y al ministro de Relaciones Interiores por el allanamiento del local donde se edita el diario. El 2 de agosto de 1961 la Comisión Delegada del Congreso Nacional acuerda suspender la inmunidad parlamentaria al diputado Teodoro Petkoff, a solicitud de la Corte Suprema de Justicia, tres días después el Partido Comunista de Venezuela expresó en un comunicado su rechazo al allanamiento de la inmunidad parlamentaria del diputado Petkoff, considerándola una nueva agresión a la oposición y concretamente a nuestro partido.6​15​

Al fracasar el levantamiento cívico militar conocido como el «Carupanazo», el 9 de mayo de 1962 son inhabilitados el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el MIR por parte del Gobierno de Rómulo Betancourt y estos asumen la lucha armada que duró hasta el primer Gobierno de Rafael Caldera. Sin embargo fue el MIR el primer grupo en lanzarse a la lucha armada en Venezuela provocando serios enfrentamientos urbanos entre 1961 y 1962 así como la instalación de un frente guerrillero en el Oriente del país al cual denominaron Frente Manuel Ponte Rodríguez que será desmantelado en 1964 por el Ejército venezolano y reconstituido en 1965 con el nombre de Frente Guerrillero Antonio José de Sucre. Los primeros fundadores de esta estructura militar rural fueron Américo Silva (oriundo de Aragua de Maturín, pseudónimo el Flaco, Primer Comandante), Luis Tineo Gamboa (oriundo de Caripito, pseudónimo Diego, Segundo Comandante), Juan Álvarez (oriundo de Caicara de Maturin, pseudónimo Dante, Tercer Comandante), Francisco Jiménez (oriundo de Yaguaraparo - estado Sucre, pseudónimo el Negro Antonio, miembro del Estado Mayor), Ángel Rafael Ramos (oriundo de Caicara de Maturín, pseudónimo Nolasco, lugarteniente de Dante).

En esta etapa, el MIR integra junto al PCV, a las llamadas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).

Entre sus dirigentes políticos y jefes de la conspiración de los años 60 se encuentran Domingo Alberto Rangel, Leon Morarias Leonardo Mora Arias, José Manuel «Chema» Saher, Américo Silva, Américo Martín, Simón Sáez Mérida, Lucio Elpidio Cabrera, Etanislao González, José Manuel Gilli Trejo, Rubén Jaramillo, Moisés Moleiro, Héctor Pérez Marcano, Gabriel Puerta Aponte, Víctor y Fernando Soto Rojas, Julio Escalona, Jorge Rodríguez, Marcos Gómez , Carlos José Ugueto Mariño y Carlos Betancourt.

El MIR tuvo activa participación en las luchas subversivas desarrolladas en Venezuela en la década de 1960. Una de las células más activas fue la denominada «Van Troi» liderada por Jesús Alberto Márquez Finol (alias el Motilón) quienes ejecutaron muchos policías, militares y civiles por no haber apoyado a la lucha armada, por ejemplo el fusilamiento del doctor Alfredo Seijas, consultor jurídico de la DIGEPOL en septiembre de 1966, quien fue secuestrado en el interior de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y trasladado hacia la urbanización Macaracuay de Caracas, para ejecutarlo a tiros. Otros guerrilleros rurales miembros de la Juventud del MIR, como Ramón Amundaray (el Gato) y el Pirata Sánchez, quienes murieron al ser sorprendidos dinamitando un oleoducto al norte del estado Anzoátegui.

Divisiones y alianzas

Apenas el MIR decide ir a la lucha armada, un sector del partido opuesto a estas acciones y liderado por Jorge Dáger deciden fundar el 20 de agosto de 1962 la Fuerza Democrática Popular, partido que logró cerca del 10% de las votaciones en 1963. En 1965 otro sector del partido se retira y se suma al Partido Revolucionario de Integración Nacionalista (PRIN) de Raúl Ramos Giménez.

Hijo de inmigrantes judíos Petko Petkov, búlgaro, e Ida Malecz (o Malek), judía polaca, tuvo dos hermanos: los gemelos Luben Petkoff y Mirko Petkoff, el primero se hizo comandante guerrillero y Teodoro Petkoff.

Y aquí enlazo a Teodoro Petkoff Malek (o Malecz) (El Batey, Venezuela, 3 de enero de 1932 - Caracas, Venezuela, 31 de octubre de 2018) político, economista y exguerrillero venezolano, dirigente y miembro fundador del partido Movimiento al Socialismo (MAS), al abandonar el Partido Comunista de Venezuela a finales de los años sesenta, quien falleció la tarde de este miércoles 31 de octubre de 2018 a sus 86 años de edad en Caracas.

Su papá había sido comunista en Bulgaria, pero algo pasó que se debió de ir de su país bajo amenaza de condena a muerte. Un día vio a su hijo leyendo la versión “oficial” de la historia del partido comunista de la URSS. Era algo que, teóricamente, debían estudiar todos los comunistas. Petko le preguntó, hojeando, a su vez, el tomo:

−Dime una cosa, ¿dónde está Trotsky aquí?

−Bueno, todos dicen que es un traidor, papá. Un agente nazi.

−De esta revolución que se narra aquí, la segunda figura después de Lenin era Trotsky.

Teodoro quedó bastante azorado. ¿Cómo era posible que ese hombre no figurara allí, si tan importante fue? Al rato le preguntó su papá:

−¿Y crees que Tito es un traidor, también?

−Bueno… Tito es un agente de la inteligencia británica.

Petko le explicó entonces que el mariscal Josip Broz Tito había creado, en Yugoslavia, un ejército guerrillero para oponerse a los nazis, un verdadero ejército.

−¿Te imaginas entonces que ese hombre pueda ser un traidor?

Allí aprendió Teodoro que la historia se puede amañar. Claro que Petko, exmilitante del PC búlgaro, ya venía con la experiencia suficiente como para dar a su hijo unas coordenadas que le sirvieran para la vida. Venía, como quien dice, del futuro.

Me dijo Teodoro que por esa influencia del padre, que lo puso a pensar, tan temprano como en 1949 o 1950 empezó a ejercer el antiestalinismo dentro del propio Partido Comunista de Venezuela.

Los primeros años de Teodoro transcurrieron en El Batey, en el Zulia, a donde habían ido a parar Petko e Ida pues fue donde consiguieron trabajo. Dos profesionales bien útiles para una zona de azúcar y petróleo en auge.

En efecto: el padre de Teodoro fue condenado en su país natal, Bulgaria; se escapó y fue a parar a Checoslovaquia donde estudió ingeniería química. Su mamá, como buena judía polaca, en esa época no valía sino en tanto estuviera sujeta a un hombre (Teodoro comparaba esto con la cultura musulmana); pero ella tuvo el valor de romper con su familia para estudiar. Rompió tanto que tuvo que marcharse de Polonia para estudiar Medicina en Checoslovaquia. Así se salvó de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto pues toda la familia materna de Teodoro moriría en Auschwitz. No estuvieron en el gueto de Varsovia pues eran más bien de un pueblito cercano a Cracovia.

Se casaron Petko Petkoff e Ida Malec en Checoslovaquia y, atendiendo a su condición de comunista, el primero quiso viajar a la Unión Soviética. Le dijeron: «Puedes venir pues eres miembro del partido comunista [aunque ya no lo era, en realidad]; tu esposa, veremos luego». Petko, recién casado, se dijo que, o iba con su esposa, o no iba.

Uno de los dos o tres búlgaros que había en Venezuela para la época, que por entonces contaba solo con un par de millones de habitantes, le había escrito. Le dijo que aquel país suramericano tenía mucho futuro porque se estaba descubriendo petróleo.

La pareja marchó, no sin antes recalar en París para que Ida hiciera un postgrado en la Sorbona. Y de allí a La Guaira.

Llegaron al puerto, hoy seguramente desahuciado y vacío; procrearon tres hijos cuyas fotos pueden encontrarse en internet y uno de ellos, el mayor, llegó a ser uno de los grandes personajes de finales del siglo XX y comienzos del XXI en ese país de acogida para quienes llegaban buscando paz, trabajo, desarrollo profesional.

Primero como militante de un grupo sedicioso que fracasaría, luego como fundador de uno de los partidos más relevantes en la escena política, el MAS

Xabier Coscojuela, director de TalCual, confirmó la noticia y lamentó lo ocurrido: “Con mucho dolor y pesar tengo que anunciar que murió Teodoro Petkoff, en estos momentos solo puedo agradecer haber compartido estos años con él en TalCual y por la confianza que depositó en mi”.

Graduado de Economista (Cum Laude) en la Universidad Central de Venezuela (UCV), de cuyo Centro de Estudiantes fue presidente en 1960. Ingresó en el Partido Comunista de Venezuela (PCV) en 1949, en él alcanzó posiciones de dirección en el Buró Político. Actuó en la resistencia estudiantil contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez junto a sus hermanos y su primera esposa Aurora Martínez. En este periodo fue detenido, por breve tiempo, en tres ocasiones.

Fue guerrillero de las FALN como Comisario Político, en el comando de Douglas Bravo. Durante el periodo de la lucha armada urbana contra el gobierno de Rómulo Betancourt utilizó los seudónimos «Roberto» y «Teódulo Perdomo» y luego combate en las montañas de Falcón, Portuguesa y Trujillo, junto con Douglas Bravo y su hermano Luben.

Fue detenido en tres ocasiones, la primera vez el 19 de marzo de 1963, fugándose el 29 de agosto, descolgándose del séptimo piso del Hospital Militar, adonde había sido trasladado después de fingir enfermedad, ingiriendo, para la treta, medio litro de sangre humana. Luego, del 15 de junio de 1964 al 7 de febrero de 1967, fecha en la que, junto a Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce, se fuga del Cuartel San Carlos por medio de un túnel que había sido construido de afuera hacia adentro. La tercera y última fue en marzo de 1969. Cuarenta días después fue liberado bajo la política de pacificación de Rafael Caldera.

Dejó el PCV junto con varios disidentes para fundar en 1971, el Movimiento al Socialismo (MAS) de tendencia socialdemócrata, siendo uno de los miembros más influyentes del mismo.

Teodoro Petkoff y José Vicente Rangel.

A su vez, fue diputado al Congreso Nacional de Venezuela en varias legislaturas; Ministro de la Oficina Central de Coordinación y Planificación durante la segunda presidencia de Rafael Caldera y candidato presidencial en dos ocasiones (1983 y 1988). Fue fundador y director del diario Tal Cual.

Fue diputado en varias legislaturas por este partido, además, candidato presidencial en las elecciones de 1983 por su partido el MAS y apoyado por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) obteniendo el 4,17% de los votos, quedando en tercer lugar. Lo volvió a intentar con el apoyo de los mismos partidos en la campaña de 1988: en esta ocasión volvió a quedar en tercer lugar recabando 2,17% de las papeletas.1​ Decidió postularse a la alcaldía de Caracas en los comicios municipales de 1992, pero fue derrotado por Aristóbulo Istúriz.

En las elecciones presidenciales de 1993 no se presentó, en su lugar apoyó al expresidente social cristiano Rafael Caldera que había abandonado su partido Copei y fundado otro denominado Convergencia, y quien también contaba con el apoyo de muchos partidos de izquierda, incluyendo al propio Movimiento al Socialismo. Caldera resultó vencedor e integró, en 1996, a Petkoff a su gabinete. Petkoff ocupó la dirección de Cordiplan (Oficina Central de Coordinación y Planificación), en ella dirigió la Agenda Venezuela, un conjunto de medidas que buscaban eliminar los controles de cambio y de precios, reiniciar el proceso de privatización, y cambiar algunas normas del Sistema de Seguridad Social mientras fortalecía el Sistema de Prestaciones Sociales.

Pre-campaña presidencial de 2006

Algunos sectores de la oposición política, intelectuales y otros sectores le habían solicitado a Petkoff que lanzara su candidatura presidencial para la elecciones de 2006.

Petkoff estuvo evaluando esas propuestas y el 20 de abril de 2006 anunció su precandidatura, siendo esta la tercera vez que Petkoff postula para la presidencia de la República.​ Al no sumar los apoyos que esperaba para convertirse en el abanderado único de los opositores a Chávez con miras a las elecciones de diciembre de 2006, anuncia retirar su nombre de la contienda para apoyar Manuel Rosales. Petkoff integró su comité de campaña, Chávez consiguió la reelección el 3 de diciembre de 2016, Petkoff siguió en su labores de periodista y editor en su periódico Tal Cual.

Periodista y escritor

En 1998 se separó del MAS por estar en desacuerdo con la línea de ese partido de apoyar la candidatura de Hugo Chávez, y dejó la militancia partidista para involucrarse en el periodismo.

Trabajó como director del periódico El Mundo, para luego fundar su propio medio, Tal Cual, cuya política editorial ha sido de crítica a los presidentes Chávez y Maduro.

En 2015 fue galardonado con el premio Ortega y Gasset en la categoría de Trayectoria Profesional. El jurado aseguró que reconocían de forma unánime «la extraordinaria evolución personal que le ha llevado desde sus inicios como guerrillero a convertirse en un símbolo de la resistencia democrática a través del diario que dirige». Petkoff no pudo asistir al evento por tener prohibición de salida del país. En el discurso de aceptación del premio, Petkoff dijo que “En la Venezuela de hoy en la que el régimen ha confiscado los derechos democráticos de la nación, no puedo salir del país. Tengo el país por cárcel”.

Quien llevaba adelante el caso de Petkoff, la juez Aris La Rosa había declarado la muerte civil del director del diario el 29 de septiembre de 2017, sin proceso legal según detalló Humberto Mendoza D´Paola, abogado defensor del editor director de Tal Cual.

Encargado del discurso de clausura del evento, Mario Vargas Llosa elogió el coraje de Petkoff. “Es un premio muy justo para alguien que es símbolo de la resistencia democrática a un régimen que va cerrando cada vez más los espacios pequeños donde todavía podía funcionar un periodismo independiente y crítico. Nadie ha utilizado con más valentía y lucidez las convicciones democráticas”, dijo el premio Nobel suramericano. Y añadió que considera al venezolano “un ejemplo de serenidad, acción democrática y espíritu de resistencia en un país donde la oposición está siendo acosada, perseguida, encarcelada, multada y enjuiciada. A él no le han quebrado”.

Hace poco más de una década la periodista zuliana Milagros Socorro le preguntó a Petkoff en una entrevista qué olor lo devuelve a la infancia: “El de la caña de azúcar –me contestó–. Yo nací en medio de unos tablones de caña en el Central Venezuela, al sur del Lago de Maracaibo, donde mi padre trabajaba como ingeniero químico y mi madre, como médica”.

En Las Dos Izquierdas (2005), Petkoff analiza el resurgimiento de los gobiernos de izquierda en América Latina. En su estudio marca una diferencia entre los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva, Tabaré Vázquez y Ricardo Lagos de políticas socialdemócratas o capitalistas con rostro humano, por ejemplo, en contraposición con los gobiernos de Chávez y Fidel Castro de tendencia comunista o socialista. Las ideas principales están plasmadas en un artículo publicado en la revista Nueva Sociedad.

Sus publicaciones siempre fueron motivo de controversia desde la primera:

1969, Checoslovaquia: el socialismo como problema, editorial Domingo Fuentes 1969 ; Monte Ávila Editores, 1990, ISBN 980-01-0295-7 una mirada crítica a la invasión soviética a ese país

1970, ¿Socialismo para Venezuela?, editorial Domingo Fuentes

1973, Razón y pasión del socialismo: el tema socialista en Venezuela, editorial Domingo Fuentes

1976, Proceso a la izquierda: o de la falsa conducta revolucionaria, Planeta, ISBN 84-320-2509-7

1987, Del optimismo de la voluntad: escritos políticos, Centauro, ISBN 980-263-073-X

1997, Por qué hago lo que hago, Alfadil, ISBN 980-354-050-5

2000, Hugo Chávez, tal cual, Catarata, ISBN 84-8319-142-3

2005, Dos izquierdas, Alfadil, ISBN 980-354-170-6

2007, El socialismo irreal, editorial Alfa, ISBN 978-980-354-221-4

2010, El chavismo como problema, Libros marcados, ISBN 980-6933-71-0

2011, El chavismo al banquillo: pasado, presente y futuro de un proyecto político, Planeta, ISBN 978-958-42-2581-8

En coautoría

1983, Teodoro Petkoff: Viaje al fondo de sí mismo, Editorial Domingo Fuentes, con Ramón Hernández

1998, Venezuela en la encrucijada, Universidad de los Andes, con Raúl Huizzi, ISBN 980-11-0280-2

2000, Una segunda opinión: La Venezuela de Chávez, Hojas nuevas: con Ibsen Martínez y Elías Pino Iturrieta

2006, Sólo los estúpidos no cambian de opinión, Libros Marcados: con Alonso Moleiro

2008, Trincheras de papel: el periodismo venezolano del siglo XX en la voz de doce protagonistas, UCAB/El Nacional, con Carlos Delgado Flores, coord.

“…Hay historias épicas de quién fue Petkoff. Cómo se escapó de la cárcel, cómo es un intelectual de importancia mundial, cómo levantó un medio faro entre tanta censura, de su candidatura presidencial, de su paso por el ministerio, de su valentía legendaria y de su genio absoluto.

Pero hoy, además de celebrar esa historia patria, me provoca celebrarlo a él. Hace mucho tiempo le debo estas letras que realmente no son nada, sino una rendida declaración de amor y admiración.

Hay por ahí unos pobres burócratas que “decretaron” la “muerte civil” de Teodoro. ¡Pero qué estupidez! ¿Cómo se les ocurre que con una sentencia ridícula pueden aniquilar a uno de los ciudadanos más importantes del país, del mundo? Nada les gustaría más, pues él representa lo que jamás podrán ser: La libertad, la inteligencia y la decencia. Todo lo que lo convirtió en un ejemplo irrefutable de lo que podríamos aspirar

También estoy consciente de que habrá más de uno que alzará su voz en contra de Petkoff. Traerán a colación viejas historias, reconcomios con telarañas y una que otra queja con sentido; pero la verdad es que eso también es parte de la estela que deja una figura controvertida. Ese es parte del encanto.

A Teo no le gusta celebrar su cumpleaños; su querida Azucena siempre nos lo recordaba; pero este artículo no se trata de recordar un día en particular; sino su vida. Completa y con todos sus días. Y agradecer, siempre, haber podido ser parte de ella, aunque ya no estemos juntos. Igual hasta el fin de los tiempos, seremos sus pitoquitos y Tal Cual será nuestro hogar. Texto tomado de “Carta de amor a Teodoro Petkoff” by LAURA WEFFER CIFUENTES

Comparto unos textos de Gabriel García Márquez, de la periodista MIlagros Socorro, otro de Federico Vegas que fue publicado originalmente en Prodavinci el 26 de abril de 2015 y “ Teodoro Petkoff, un faro para los demócratas” por Boris Muñoz

FUE GUERRILLERO, DIRIGENTE Y PERIODISTA

Teodoro Petkoff era "un político audaz", según Gabriel García Márquez

Actualidad

31 Oct 2018 - 7:00 PM

Gabriel García Márquez *

A los 86 años de edad murió en Caracas el polémico político venezolano, un cercano amigo del Nobel Colombiano y opositor al chavismo desde el periódico Tal Cual. Así lo retrató en El Espectador en noviembre de 1983.

Teodoro Petkoff (1932-2018) y Gabriel García Márquez (1927-2014) tuvieron coincidencias políticas y literarias. / Archivo

Teodoro Petkoff -candidato socialista a la presidencia de Venezuela- estaba preso en el cuartel San Carlos, de Caracas, a principios de 1962, mientras la llamarada de la guerrilla se extendía por todo el país. Había sido capturado en el curso de una operación urbana y recluido en una celda de alta seguridad, de la cual parecía imposible fugarse. Apenas había cumplido los 30 años, pero ya era un dirigente destacado del partido comunista y tenía un pasado brillante como resistente universitario contra la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez.

Desde el instante mismo en que fue capturado tuvo un objetivo único que no le dio un instante de tregua en los largos meses de reclusión. Ese objetivo, que se consideraba poco menos que fantástico, era fugarse de una cárcel militar de la cual nadie había logrado escapar hasta entonces.Lo consiguió en pocos meses con un plan deslumbrante. Un sábado de visitas, una amiga suya le llevó escondidas varias cápsulas llenas de sangre fresca de vaca. Cuando quedó solo en la celda, Teodoro empezó a quejarse de un malestar cuyos síntomas precisos no le dejaban ninguna duda al médico de la prisión: una úlcera gástrica. Era una dolencia fingida, por supuesto, pero el proyecto era tan meticuloso que Teodoro se había aprendido de memoria hasta las manifestaciones más sutiles de la enfermedad que le convenía aparentar. El médico le recomendó reposo -que no era nada dificil en una celda de alta seguridad y le prescribió un tratamiento severo. Pero aquella noche, Teodoro se tragó las cápsulas, despertó a la prisión con sus gritos y los guardias que acudieron lo encontraron postrado por una crisis de vómitos de sangre. Lo trasladaron al hospital militar, donde las medidas de seguridad no eran tan rigurosas y antes del amanecer se descolgó por la ventana del séptimo piso con ayuda de una cuerda que alguien le hizo llegar. (Le puede interesar: Las cartas inéditas de Gabo a Guillermo Cano).

Fue una fuga tan espectacular que cuatro años después, cuando Teodoro fue capturado de nuevo en el Estado de Falcón, donde operaba la guerrilla comandada por Douglas Bravo, la prisión del cuartel San Carlos le pareció poca cosa al Gobierno para mantenerlo a buen recaudo. De modo que lo mandaron a una colonia marítima donde la fuga era imposible: la isla de Tacarigua. Otra vez la obsesión de Teodoro en cada instante de su reclusión siguió siendo la misma: evadirse.

La primera tentativa, cuya audacia revela muy bien cuáles eran las condiciones de la cárcel, fracasó por una filtración. El rescate debía intentarlo una célula guerrillera durante el traslado de Teodoro de un lugar a otro de la isla, acompañado por un solo guardián; pero éste lo llevó, con la pistola apoyada en la nuca y con la advertencia de que le volaría el cráneo de un balazo si alguien intentaba interceptar el vehículo. Teodoro comprendió entonces, como lo había comprendido la primera vez, que su única esperanza era hacerse cambiar de prisión. Le costó tiempo y trabajo, pero lo consiguió.

Tuvo la suerte de que lo trasladaron otra vez al cuartel San Carlos, donde estaban recluidos no menos de 50 compañeros suyos. Cuando llegó, ya el plan de fuga estaba adelantado. Un túnel que el partido comunista había empezado a construir desde hacía casi 20 meses llegaba por esos días a su término feliz. A lo largo de muchos años, incluidos los interminables y feroces de la dictadura de Juan Vicente Gómez, los políticos presos habían iniciado la construcción de túneles desde las celdas hacia la calle, y todos habían sido descubiertos cuando ya era imposible ocultar la tierra de las excavaciones. El más reciente lo había intentado el general Castro León -un conspirador nostálgico de los tiempos de Pérez Jiménez- y por un error de cálculo no desembocó en la calle, sino en las, cocinas del cuartel. El nuevo túnel había resuelto el problema de la tierra, excavando desde una casa al lado del cuartel, con una calle de por medio. Todo estaba tan bien planeado que en cierta, ocasión empezó a ceder el pavimento con el peso de los vehículos y los inquilinos de la casa consiguieron que las autoridades del cuartel prohibieran el tránsito por aquella calle.

Tres dirigentes se fugaron en febrero de 1967 y en el día más propicio del año: la noche de carnaval. En una fecha así la vigilancia era menos intensa y la búsqueda casi imposible en una ciudad sumergida en el frenesí de la parranda. Era imposible identificar a nadie porque medio mundo andaba disfrazado. Teodoro fue uno de los tres. Pero mientras la mayoría de sus compañeros parecían empeñados en proseguir una guerra que era un error militar evidente, él salió de la cárcel convencido de que era además un error político en el cual no parecía sensato persistir.

Estos dos episodios de la vida de Teodoro Petkoff me llamaron la atención de un modo muy especial desde que alguien me los contó hace ya muchos años, porque dan una clave reveladora de su personalidad. Es un político audaz, de una energía que se le siente hasta en un apretón de manos, pero todos sus actos están comandados por el sentido común. Cuando abandonó la lucha armada, esto requería mucha más valentía que continuar en ella. Teodoro, con lo mejor de su partido de entonces, asumió el riesgo con un proyecto en el cual no se sabe si admirar más la visión o la paciencia: 10 años para formar un movimiento nuevo y otros 10 para imponerlo. Los 10 primeros han transcurrido y el movimiento está implantado. Pase lo que pase en las elecciones venezolanas de diciembre, el partido de Petkoff quedará establecido como una tercera fuerza con posibilidades inminentes de convertirse en la segunda y entrar en la recta final hacia el poder. (Lea: "Memoria feliz de Caracas", por García Márquez).

Yo mismo, que lo conozco desde hace tantos años y que he seguido de tan cerca su trayectoria espectacular, me sorprendo de que haya llegado a este punto en un tiempo tan breve. Pero me sorprende más que lo haya conseguido sin dejar de ser el hombre humano que ha sido siempre, capaz al mismo tiempo de fugase de la cárcel como un héroe de cine, de bailar como un muchacho la música de moda hasta el amanecer, o de pasar una noche entera -y a veces sin tomarse un trago- hablando de literatura. "Soy un apasionado lector de novelas", ha dicho en una entrevista. "Son mundos en los que me sumerjo con facilidad". Y no se trata de un lector cualquiera, sino de uno que ha hecho la proeza de leer dos veces La montaña mágica, de Thomas Mann, lo cual es casi un dato decisivo de la personalidad. "La primera vez la leí por compromiso", ha dicho, "pero la segunda vez la agarré así, hojeándola, y de pronto me encontré leyéndola con un inmenso placer".

No es raro para quienes lo conocemos bien: su poesía favorita son los Veinte poemas de amor... de Pablo Neruda. Se sabe que tiene cuentos clandestinos y que rorrpió los originales de una novela que había escrito en la cárcel.

He señalado este afecto a la literatura por el puro gusto de señalar una afinidad. Pero la verdad es que a Teodoro le interesa todo con la misma pasión -desde la filosofía escolástica hasta el béisbol-, y a esto se debe quizá el que se le note tan poco el paso de los años. Ahora anda por el medio siglo, pero muchas veces, oyéndolo hablar, uno piensa que cambia de edad -desde la adolesciencia hasta la madurez- según el tema y la ocasión. Sólo hay dos cosas que le causan miedo, que son las matemáticas y la tribuna de los discursos, pero en ambos casos lo domina muy bien. En cambio no le tiene miedo al tiempo, y eso es tal vez lo que mejor define su vida: le alcanzará para todo.

* Este artículo fue publicado originalmentre en El Espectador en noviembre de 1983.

Por su parte Milagros Socorro en un texto publicado en PRODAVINCI el 31/10/2018 recuerda:

Teodoro Petkoff visto por Tito Caula (Azul, Provincia de Buenos Aires, el 28 de abril de1926 – Caracas 1978]. Caula es un personaje que también merece ser recordado por su perfil tan de los años 60: Llegó a Caracas, con su esposa y su primera hija en 1960 (aquí nacerían tres más). Contaba con que encontraría una gran industria cinematográfica, tan pujante como la de Argentina. Estaba equivocado. Lo que sí encontró fue una ciudad que lo hechizó y una sociedad donde había libertades y espíritu modernizador.

Nunca más se iría de Caracas.

Su primer empleo fue como reportero gráfico en la revista Élite, de la Cadena Capriles, una especie de réplica venezolana a Life, con gran despliegue de imágenes y gran valoración del punto de vista gráfico. También fue corresponsal de la agencia internacional de noticias AP. “Luego montó una librería/papelería en El Paraíso, donde también se tomaban fotos para carnets y, finalmente, su propio estudio abocado principalmente a la publicidad”.

Toda su vida hizo trabajos por encargo. Quizás por eso no se consideraba a sí mismo un autor. Nunca participó en lo que el crítico José Antonio Navarrete llama “los mecanismos consagrados de difusión del arte” ni se ocupó de conservar su trabajo. Ambas tareas quedarían en manos de otros. De la divulgación se ocuparon sus discípulos y colegas, quienes tenían en gran estima su desempeño. Y del archivo, minucioso y excepcionalmente bien conservado, su esposa y prematura viuda, Amparo, quien siempre trabajó con él y se ocupó de recoger todos los negativos, que en su mayoría nunca fueron copiados.

La obra de Tito Caula llegaría eventualmente a los museos y a aquellos circuitos que siempre había evitado, pero no porque él hiciera nada para favorecer su ingreso.

Otro rasgo fundamental de su personalidad, y que marcaría su vida y su emocionalidad, fue su radical ideología de izquierda. Tito Caula había militado en el Partido Comunista Argentino y, aunque en Venezuela no se enroló en ninguna organización, sí que tenía muchos amigos en la izquierda e incluso entre los guerrilleros y políticos en la clandestinidad.

El hecho de trabajar en publicidad, dedicándole casi la totalidad de su tiempo y mucha de su energía creadora, le producía una contradicción moral que lo mantenía en gran angustia, porque lo consideraba un quehacer superficial, apegado a valores que él abominaba.

Tito Caula era un hombre atormentado.

Quienes han revisado su trabajo después de su muerte coinciden con quienes lo vieron trabajar cotidianamente: era un fotógrafo de pies a cabeza. Cabal conocedor del oficio. Innovador. Comprometido con la artesanía de la cámara, del revelado, del laboratorio… de todo el proceso.

“Caula –precisa Navarrete– se sabía un excelente práctico y le gustaba divulgar aquella sabiduría acumulada empíricamente durante años. Estaba al tanto de las novedades técnicas. Su archivo revela que vivía la coyuntura creativa de la fotografía. […] Ante cada encargo, su actitud profesional lo conminaba a la búsqueda de las soluciones, expresivas y técnicas, que mejor pudieran desarrollarlo, lo que implicaba una postura creativa. A veces el encargo imponía límites extremos a su actuación. En la publicidad en particular, la exigencia de reproducir las exactas condiciones técnicas de representación de un objeto, a partir de una foto previa perteneciente a la publicidad foránea, sólo podía estimular su bagaje técnico. Al igual, el dibujo aportado por la agencia como boceto de la fotografía”.

Pero éstas eran situaciones que Caula no desaprovechaba para poner en juego sus habilidades: “Papá utilizaba los mejores equipos del momento”, puntualiza en entrevista para esta nota su hija Sabina Caula, de profesión bióloga pero cuyo primer trabajo fue con su padre en el laboratorio. “Pocos fotógrafos podían comprar unos instrumentos semejantes, porque eran muy costosos. Para eso servía buena parte de la plata que ganaba en publicidad”.

Se trata de la pareja integrada Petko Petkoff e Ida Maleç (o Malek) de Petkoff, quienes llegaron a Venezuela a mediados de los años 20. Petko era un comunista búlgaro, exiliado en Checoslovaquia; e Ida, era judía polaca. Se conocieron en Checoslovaquia, donde ella estudió Medicina y él, Ingeniería Química.

Al llegar a Caracas, Petko encontró empleo en la Cervecería Caracas, donde el ingeniero cargaba cajas. Hasta que un día vieron en el periódico una oferta de trabajo del Central Venezuela, que era el central azucarero más importante de Venezuela para la época. Y allí se fueron. Ida Maleç se había convertido, en 1928, en la primera mujer que obtuvo el título de médico por reválida en Venezuela.

Al llegar, les asignaron la mejor casa del Central Venezuela, adosado al pueblito de El batey, que está muy cerca de Bobures. Una residencia grande construida en madera, sostenida por pilotes, bien ventilada, con una amplia terraza cercada por una veranda donde venían a recostarse los miembros del personal staff, todos extranjeros, que se dejaban caer por las tardes, después del trabajo, en casa de los Petkoff Maleç. Allí iban a residir durante 12 años. Por eso la infancia de Teodoro transcurrió en Bobures, una de las poblaciones con mayor concentración de afrodescendientes del país.

“Yo nací en Maracaibo por el mero hecho de que mamá no podía partearse a sí misma”, ha dicho Petkoff.

Efectivamente, cuando le llegó el momento de tener su primer hijo, la doctora Ida, como era conocida, tomó una piragua y se fue a la capital zuliana. Daría a luz en el Hospital Central, que está frente al malecón. Y, en cuanto estuvo en condiciones de viajar otra vez, la doctora Malec hizo el viaje de vuelta con su bebé. No sin antes inscribirlo debidamente en el registro como natural de Maracaibo.

Un año y 5 meses después nacerían sus únicos hermanos, los gemelos, Luben y Mirko. Cuando Teodoro tenía ocho años la familia se mudó a Caracas y en esta ciudad transcurriría toda su vida y tendrían lugar muchas de sus peripecias.

Pasarían muchos años antes de que regresara a Bobures, pero en la época en que era candidato en las primarias del MAS o ya convertido en abanderado del partido, en cada campaña pasaba por allí. En de esas giras, cuando participaba en un mitin en Maracaibo, alguien lo convocó a la tarima presentándolo como “el compañero Petkoff, hermano zuliano, de Bobures”. Y, cuando la multitud esperaba un instante mientras Teodoro acomodaba los micrófonos, se escuchó el comentario: “¿De Bobures? Y se parecería a Tarzán…”. Pero la verdad es que Bobures es su patria chica.

Un día, hace unos ocho años, le pregunté cuántas nacionalidades tiene.

–Una sola –dijo–. Podría sacar el pasaporte de la Unión Europea, pero ni lo he hecho ni lo voy a hacer nunca. Si mis hijos quieren otro pasaporte, que lo busquen ellos. Yo no me voy a ir de Venezuela ni aunque esto se vuelva la Unión Soviética. Yo no me voy ni quiero otro pasaporte. Con el venezolano me basta y me sobra.

Ya antes le había solicitado un epitafio para su tumba. Y, sin titubear, contestó:

–Si no logró grandes cosas, murió por intentarlas.

Teodoro

POR Federico Vegas

Para empezar con buen pie y sin ambigüedades, debo decir que Teodoro Petkoff es el único líder político que ha llegado a apasionarme, quizás por haber tenido siempre un aire trágico de candidato ideal y constante perdedor. Una paradoja que recuerda la frase de Groucho Marx: “Yo jamás pertenecería a un club que acepte a un tipo como yo”. De igual manera, yo jamás votaría por un candidato capaz de ganar una elección, una gesta que exige adular a los adulantes y estirar al máximo la capacidad de inventar mentiras.

Dice Hanna Arendt que “el mentiroso no tiene que hacer grandes esfuerzos para aparecer en la escena política, cuenta con la gran ventaja de estar siempre ya en medio de ella. Es un actor por naturaleza; dice lo que no es porque quiere que las cosas sean diferentes a lo que son, es decir, quiere cambiar el mundo”.

He llegado a pensar que la tragedia de Teodoro ha sido pretender cambiar el mundo con la verdad.

La primera vez que nos sentamos a conversar tuve que disimular mi admiración para mantener la prestancia de un entrevistador serio. En su oficina del diario Tal Cual hablamos sobre Domingo Urbina, el sobrino de Rafael Urbina que participó en el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar que derrocó a Rómulo Gallegos. Domingo estuvo doce años preso, hasta que logró fugarse y se refugió en las montañas de Falcón, donde se incorporó al frente guerrillero “José Leonardo Chirinos”, bajo el mando de Douglas Bravo y Teodoro Petkoff.

Esa tarde de la entrevista a Teodoro le estaban colocando, por primera vez en su vida, unos aparatos auditivos. La encargada de graduarlos era su sobrina, hija de su hermano Luben. Entre la belleza de la experta y el humor con el cual Teodoro se adentraba en el arte de aceptar la vejez, la escena me resultó conmovedora y no hallaba cuál volumen darle a mis palabras, las cuales, de paso, sirvieron para que la sobrina fuera graduando el nivel de aquellos mínimos dispositivos. Hubo momentos de confusión pues, mientras Teodoro trataba de responder a mis preguntas y a las de su sobrina, yo no sabía si sus afirmaciones con la cabeza se debían a que me estaba oyendo o entendiendo.

En un capítulo de la novela Sumario utilicé esta historia que Teodoro me contó. En las leves dosis de ficción que introduje, un padre está conversado con su hija, llamada Emiliana, quien había conocido a Teodoro::

Emiliana primero analizó la figura del hombre que admiraba:

—Ese Teodoro nunca llegará a ganar una elección.

—¿Por qué lo dices? ¿No te gustaba para presidente?

—El problema es que tiene algo de lupa y de espejo… puedes ver lo que tiene adentro, en el fondo, y, hablando con él, se entiende mejor lo que uno mismo piensa.

—¿Y entonces?

—Así nadie puede mentir.

Teodoro le contó a Emiliana que él y Douglas Bravo se fueron a Churuguara, donde Domingo estaba enconchado, y lo invitaron a participar en el nuevo frente. Ya instalados cerca de San Luis de la Sierra, Teodoro decidió darle clases de historia a la tropa. Usaba el método que proponía Bolívar, ir de adelante hacia atrás. Empezó con historia contemporánea y les habló de las contradicciones internas de la Junta Militar en 1950. Así llegó al asesinato de Delgado. Mientras ofrecía sus interpretaciones, notó que Domingo lo miraba desconcertado, pero en ese momento no ató cabos. Fue después de la charla cuando Domingo se le acercó con mala cara y le preguntó:

—Todo ese asunto de la clase… ¿tendrá que ver conmigo?

Entonces fue que Teodoro cayó en cuenta de a quién tenía entre sus alumnos:

—¡Chico, perdóname, se me había olvidado que tú fuiste uno de los asesinos!

No era la mejor manera de arreglar el asunto y agregó:

—…uno de los personajes históricos.

Con este segundo remate pidió excusas y le aseguró a Domingo que no había segundas intenciones, pero el alumno seguía mareado, aún tratando de asimilar su rabioso lugar en la historia de Venezuela.

Domingo, el llamado “Comandante Indio”, no resultó un hombre confiable. Al hacerse evidente la derrota se pasa al SIFA y dirige el desmantelamiento del Frente Guerrillero. Se va a España durante unos años y regresa durante el gobierno de Rafael Caldera. Continúa trabajando con los cuerpos de seguridad del Estado y se distingue por sus maltratos a los campesinos de Falcón. En 1985 fue asesinado a golpes durante una emboscada en la Sierra de Falcón.

La tarde de mi entrevista con Teodoro, también quise preguntarle sobre un par de brevísimos encuentros con dos personajes de mi familia. El primero se inicia cuando Teodoro tenía unos catorce años y veía entrar en la iglesia de Campo Alegre a una niña muy linda a quien jamás dirigió una sola palabra. ¿Cuántas veces se repitió esta escena al estilo de Dante y Beatriz? No lo sé, pero el joven atesoraría ese recuerdo por el resto de su vida. Décadas después, más de medio siglo, Teodoro conoció a mi tío Carlos Vicente Sucre, esposo de Gloria, una de las tías más bellas en una familia de mujeres bellas, y le contó de esas imágenes tan lejanas, tan cercanas, que sólo pueden compartir dos hombres con suficientes años como para saber que esas memorias de lo que nunca fue representan a cabalidad lo fugaz de la vida.

El otro encuentro nos asoma a una zona distinta en la biografía de Teodoro. Mi tío Leopoldo Pérez —de quien tengo suficientes cuentos para jamás olvidarlo— se estrenaba como médico residente en el Hospital Militar cuando llegó un paciente vomitando sangre. A mi tío le llamó la atención que no hubieran otros síntoma acordes con un estado tan crítico y decidieron internarlo para someterlo a más exámenes. Esa misma noche Teodoro se descolgó del séptimo piso con una larga cuerda de sábanas entrelazadas. Hubo un error de cálculo que debió compensar con una caída de varios metros y la fractura de una pierna. Teodoro me contó que un guardia pudo observar toda la escena, pero nada le dijo al prófugo cuando éste lo saludó cordialmente y siguió su camino tan tranquilo, como si su cojera se debiera a un dolor pasajero. Quizás al guardia le dio miedo enfrentar a un hombre tan decidido, o le pareció que semejante hazaña merecía el premio de la libertad.

Teodoro no se acordaba de mi tío. Después de haberse tragado medio litro de sangre en su celda, le había dado un mareo de vampiro expuesto al sol y poco le había costado hacer el papel de moribundo mientras se preparaba para un lance de acróbata.

Entre esos anecdóticos límites de romanticismo y valentía lo tenía ubicado cuando, años después, gracias a Manuel Puyana, quien nos unió en un almuerzo fraternal sin otra intención que pasarla bien, pude volver a ver a Teodoro y conocerlo mejor. Ese mediodía me asomé a su cansancio. Nos separan veinte años, pero vividos por Teodoro con una intensidad mayor que la mía y desplegada en varios frentes. Ha conocido la acción trepidante que bordea la muerte, la irracionalidad de la política buscando camino entre las multitudes, y la aventura solitaria y sedentaria del escritor.

Ahora quiero pensar en sus libros, pues son los grandes ausentes en nuestra actualidad política, la cual se ha vuelto esencialmente oral. Cuando pensamos en un Betancourt escribiendo en el exilio Venezuela, política y petróleo, o en un Petkoff iniciando una polémica internacional con su Checoslovaquia: El Socialismo como problema, pareciera que nos referimos a un pasado remoto y no a un futuro necesario. ¿Por qué nuestros actuales líderes no escriben libros? ¿Por incapacidad o por temor al ridículo?

Cuando Lenin le escribe a Gorky: “…esos intelectuales de segunda y lacayos del capitalismo, que se creen el cerebro de la nación. Ellos no son el cerebro de la nación. Ellos son la mierda”, no le está dando su opinión sino haciéndole una advertencia. Todo intelectual que no se pliegue a la revolución con servilismo y descaro es nocivo, infecto.

Lenin no es el inventor de esta suerte de especialización que subordina el pensamiento a una idea determinada, suprema, eterna, hasta lograr que se piense según se actúa. Esta misma corriente que pretende convertir al intelecto en una reiteración del poder hasta hacerlo incapaz de cuestionar y explorar ha ido relegando los libros sobre política venezolana a los rincones de las celebraciones o de la conmiseración. Unos textos celebran los hechos, otros recuentan y lamentan sus consecuencias, todo se alejan de una conducción visionaria.

La ausencia de una producción nacional de suficiente pureza se hizo sentir en los albores del chavismo, cuando el presidente se aferró a El oráculo del guerrero, del argentino Lucas Estrella, maestro de Kung Fu, Chi Kung y acupuntura. Este manual místico, entre orientalista y esotérico, sirvió de guía a la política nacional hasta que Boris Izaguirre celebró con humor sus connotaciones homosexuales. Y entonces el oráculo desapareció de los discursos de Chávez.

Aparecieron otros libros y continuaron las referencias literarias, citas que iban desde Simón Bolívar hasta Eduardo Galeano creando la ilusión de vivir un período de esplendor intelectual. Pero, a la larga, se impuso una oralidad fundamentada en una repetición obsesiva que sustenta verdades impuestas. Esta tendencia incluso determinó el estilo de los opositores, quienes terminaron imitando lo coloquial como único medio de expresión. Lo oral terminó por dominar a lo textual.

Hago este recuento porque, en aquel almuerzo con Puyana, tenía frente a mí a un hombre que había creído en la palabra escrita y había defendido y difundido su derecho a existir, a congregarnos, a guiarnos.

Al leer el ensayo de Hannah Arendt “Verdad y política”, y referirlo a la situación de Venezuela, surgen varias interrogantes: ¿Es la esencia misma de la verdad ser impotente, y la esencia misma del poder ser mentiroso? ¿Se aplica al país la máxima de James Madison, “Todos los gobiernos descansan en la opinión”, o en Venezuela la opinión se asfixia en brazos del poder? ¿Son los hechos y los acontecimientos cosas más frágiles o más fuertes que los axiomas, los descubrimientos y las teorías?

Las respuestas nos asoman a una evidente y creciente desvinculación entre el poder y la verdad, los hechos y las teorías. Este peligroso distanciamiento tiene muchas razones. Yo quiero asomarme a esa oralidad que ha ido predominando e invadiendo la comunicación entre el gobierno y los gobernados. Lo oral es ciertamente un sistema válido, el más directo, pero también se presta a la superficialidad, al encantamiento y la reiteración, a un confuso registro y una débil profundización, al arte y las artimañas de la mentira política, al primitivo y tribal mensaje de los gritos y las muecas agresivas. Leer la transcripción de alguna cadena del presidente Maduro, además de ser una faena insufrible, rebelaría este descarado cisma entre lo oral y lo escrito.

Arendt propone que hay dos instituciones públicas para las cuales “la verdad y la veracidad siempre han constituido el criterio más alto del discurso y del empeño”. Son la prensa y la justicia. Ambas se fundamentan y se manifiestan, esencialmente, a partir de textos; ambas viven la paradoja de ser independientes del poder y, a la vez, de necesitar la protección del poder.

He dado esta larga vuelta para tratar de entender la arremetida de Diosdado Cabello contra el diario Tal Cual, dirigido por Teodoro Petkoff, pues tiene mucho que ver con el conflicto entre lo oral y lo escrito. Y también con el sacrificio público y notorio de la justicia y la prensa en el altar de los poderosos.

La historia comienza con un artículo de Carlos Genatios donde cita una frase que se le atribuyó a Diosdado Cabello, al punto de haberse puesto de moda en la red: “Si no les gusta la inseguridad váyanse del país”. El mismo Diosdado había ya negado decir tal cosa, y demanda por difamación a Genatios junto a toda la directiva del periódico, editores y propietarios. La arremetida adquiere tanta fuerza en manos de las autoridades judiciales que Tal Cual comienza a agonizar.

Diosdado es un hombre acostumbrado a moverse en la pura oralidad y en la esfera del absoluto poder, que ha sido agresivo y despectivo desde la presidencia de la Asamblea con los congresistas opositores. Y en las manifestaciones de lo oral lo que se cree entender no siempre es textualmente lo que ha sido dicho, precisamente por no predominar el texto, sino la actitud, las expresiones, el contexto.

Partiendo de este equívoco, el poder encontró la manera de imponerse sobre la justicia y sobre la prensa. Como ya sabemos, la receta de la demanda pica y se extiende hasta arrasar con todos los medios opositores. La censura del gobierno había sido hasta ahora muy inteligente al advertirte: Puedes decir lo que quieras, pero cada vez contarás con menos espacios donde decirlo. Ahora toca eliminar los últimos reductos y, como en el caso de Tal Cual, se está utilizando una especie de lotería emocional: Puedes decir lo que quieras, pero alguna vez habrá una frase que me ofenderá y te aplastare a ti y a todos los que te acompañan.

Pero yo venía a hablarles de Teodoro, sobre todo de esa paradoja de haber sido el hombre que más necesitábamos y el que con menos apoyo contó. Puede que esta contradicción, como antes proponía, sea parte de su esencia y que su impotencia política radique en la búsqueda de la verdad. Lo que es, a su vez, su gran fortaleza: una lucidez y una persistencia que han sido premiadas internacionalmente.

Otra característica que admiro de Teodoro es la manera en que sus pensamientos guían a sus acciones. Su paso desde los métodos violentos a una política de paz fue guiada por sus lecturas y sus escritos. Su honestidad hacia sus ideas se manifiesta con transparencia en su manera sencilla de vivir. Insisto en que no conozco a un hombre que haya estado más cerca del poder y más lejos de sus beneficios y de nuestra comprensión.

En este momento de su vida siento que todas sus aparentes debilidades son una demostración de su grandeza.

Si tal como propone Anaximandro —en uno de los pocos fragmentos escritos que sobrevivieron a los presocráticos—, existe una ley de compensación que con el paso del tiempo genera una justa retribución entre las acciones, según sus mutuas injusticias, puede que la fortaleza de Diosdado Cabello, al enfrentar con tanta saña un hombre que está cerrando su ciclo vital, se convierta en una de sus mayores debilidades.

Teodoro Petkoff, un faro para los demócratas

POR Boris Muñoz

PRODAVINCI 01/11/2018

Quienes conocieron personalmente la catadura humana de Teodoro Petkoff hoy lamentan su muerte, más allá de su gran intelecto y su temperamento aguerrido, apasionado y eléctrico. Soy uno de ellos. Pero quienes más pierden hoy son los millones de venezolanos demócratas, lo hayan conocido o no, porque Teodoro fue uno de los últimos faros de integridad democrática, un tipo especial de carácter templado en la lucha por la libertad y curtido en la práctica deliberativa. La democracia venezolana, que primero fue secuestrada y luego destruida por el chavismo, debe tener presente en esta hora el ejemplo de sus mejores hombres.

Su militancia política coincide con la épica construcción de un sistema político moderno en Venezuela. Petkoff empezó como militante del Partido Comunista Venezolano en 1949 y continuó sin claudicar nunca hasta el final de su vida. Esas siete décadas representan una de las transformaciones más fascinantes de la historia política venezolana.

Durante los años 50, fue uno de los cuadros principales del Partido Comunista, a cuya dirección perteneció a pesar de su juventud. Buena parte de su generación política, formada esencialmente por jóvenes comunistas y adecos, fue destruida en los calabozos de la cárcel Modelo, en el Obispo, en los pantanos del campo de concentración de Guasina o en la temida Seguridad Nacional, centro de detención y tortura que es el antecedente directo de los infiernos de la dictadura chavista, el Helicoide y la Tumba. Pero quienes sobrevivieron, como Teodoro y su amigo y socio político, Pompeyo Márquez -mejor conocido como Santos Yorme-, salieron de la tiniebla dictatorial demandando a una renovación social y política que la incipiente democracia no podía ofrecerles. Pronto encontrarían en la revolución Cubana un norte y en Fidel Castro un guía político y espiritual.

La lucha armada en Venezuela, de la que Petkoff fue una figura legendaria, se originó en el grupo de jóvenes de Acción Democrática, que fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), para oponerse al proyecto democrático de Rómulo Betancourt. Sin embargo, los jóvenes comunistas, inspirados por el rebelde Douglas Bravo y desobedeciendo las línea del PCV, pronto se sumaron a los miristas para formar las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) e implantar la lucha de guerrillas en Venezuela con la ayuda del Gobierno de La Habana.

La lucha armada es uno de los fracasos históricos más costosos de la tumultuosa historia política venezolana. Cientos de jóvenes perdieron la vida y los gobiernos de Betancourt y Raúl Leoni tuvieron que llevar a cabo una política de seguridad interna represiva que tendría un enorme costo en derechos humanos y sería un lastre significativo para un desarrollo más armonioso de la democracia nacida en 1958. La llegada de Hugo Chávez al poder, en 1998, sobre los hombros de los náufragos de los 60s es la mejor prueba de los traumas irresueltos de ese periodo.

Teodoro luchó junto a sus camaradas, pero también supo reconocer el error y, algo más importante, alejarse del fundamentalismo revolucionario y renunciar al comunismo. Su denuncia del totalitarismo soviético en el ensayo “Checoslovaquia, el socialismo como problema” fue considerada una herejía. La excomunión de la iglesia comunista por el mismo zar Leonid Brézhnev captura un signo que siempre lo distinguió entre sus contemporáneos: la capacidad de Teodoro de pensar con cabeza propia y de desafiar las convenciones doctrinarias.

Al crear el Movimiento al Socialismo (MAS) en 1971 para abrir una tercera vía en el sistema bipartidista, abrazó la imperfecta democracia con mayor fervor que con el que una vez defendió la revolución socialista. Para referirse a su propia transformación, solía citar una frase de Franklin Delano Roosevelt: “Sólo los idiotas no cambian de opinión”.

Lo entrevisté varias veces durante los preparativos de su candidatura a la presidencia en 2006. Cuando revisitamos su experiencia como guerrillero, me contó que la lucha armada era un experimento que nunca iba a cuajar. “La democracia era como un juguete nuevo para los venezolanos y nosotros le estábamos pidiendo que renunciaran a ella sin ofrecerles nada mejor a cambio que irse al monte”.

Cuando lo entrevisté, Teodoro convalecía de una operación de rodilla y buscaba estar en forma para la campaña presidencial que terminaría disputando Manuel Rosales con Chávez. Durante esas largas conversaciones, que podían durar muchas horas, dejó a ratos de lado a la política para hablar de su otra gran pasión: los libros. Era un lector voraz que estaba al día con lo más reciente de la ficción, el ensayo y la poesía, sobre todo de autores venezolanos. Todavía recuerdo dos revelaciones que me sorprendieron. Teodoro leía todos los años dos libros: La guerra y la paz, de León Tolstoi, y El amor en los tiempos del cólera, de su amigo y cómplice Gabriel García Márquez. Pero lo que me sorprendió más fue su confesión de que había en él un narrador frustrado. En los años cincuenta, mientras conspiraba en la lucha contra Pérez Jiménez y estudiaba economía marxista, se debatió intensamente entre la ficción literaria y la realidad política. Optó por la última sin dejar de soñar con la primera. Y, de hecho, según me dijo, escribió un par de cuentos que ojalá algún día se publiquen.

Nuestras conversaciones llegaron a su fin cuando lanzó su campaña. Fue el clímax de arduas gestiones para salvar una vía democrática frente al chavismo. Teodoro solía exudar seguridad en sí mismo. Era muy fácil sentirse intimidado por su personalidad, a veces avasallante, a pesar de sus mejores esfuerzos por mostrarse dócil. Pero esa noche fue distinto. Mientras cenaba recibí una llamada suya para preguntarme qué me había parecido el acto. Tuve que decirle que me pareció raro que hubiese leído un discurso acartonado en una torre de oficinas en vez de hacer ese llamado a la unidad y a la resistencia desde una plaza pública y con uso pleno de su oratoria encendida. “Quedé agotado y tuve que tomarme unas pastillas para dormir después del discurso. Ese acto como que fue una cagada”, sentenció antes de colgar.

Como hombre de partido, diputado, candidato presidencial, ministro, periodista y en su tribuna de editor en Tal Cual, Petkoff siempre defendió el pluralismo con pasión y lucidez. Fue el pluralismo el primer blanco del asalto chavista contra la democracia venezolana como lo prueba la salida de Petkoff de la dirección del vespertino El Mundo por presiones del gobierno de Chávez.

Teodoro Petkoff es el último cabo de una generación de luchadores democráticos taladrada por el hilo trágico de las dictaduras que marcaron nuestro siglo XX. Pero fue más que eso. Pese a los claroscuros, equívocos y controversias que caracterizaron su trayectoria política, nunca se sospechó de su integridad ética. Como intelectual y político, Petkoff criticó al poder de turno –fuera el sistema bipartidista de la democracia representativa o la autocracia chavista– sin fanatismo ni concesiones. Nunca renunció al ideal de un mundo socialmente más equitativo y políticamente más amplio y libre. Su muerte deja un vacío del mismo tamaño que el frustrado sueño democrático que persiguió durante al menos 50 años de su vida política. Sin embargo, su espíritu combativo y rectitud moral lo convierten en un potente faro para los venezolanos que hoy luchan por acabar con la dictadura chavista y crear una nueva democracia. A ellos les toca mantener ese faro encendido.

Boris Muñoz es editor de opinión del New York Times

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