“BOLÍVAR, EL GRAN SEÑOR DE LA PALABRA...". ENTREGA XIX y final del libro de Roberto Lovera De Sola:
El Libertador en traje de campaña. Oleo sobre tela. 240 x 126,5 cm. Asamblea Legislativa del Estado Anzoategui.1895. Autor: Francisco Arturo Michelena Castillo, conocido simplemente como Arturo Michelena (Valencia, 16 de junio de 1863-Caracas, 29 de julio de 1898),
APÉNDICE PRIMERO: CARTA DE MANUEL PÉREZ VILA:
Publicado nuestro artículo “La formación intelectual del Libertador”, inserto en El Nacional, Caracas: julio 5,1971, Cuerpo A,p.4, recibimos esta estimulante carta del maestro Manuel Pérez Vila(1922-1991) en la que comenta la glosa que habíamos hecho de su libro, con el cual formamos una de las partes de este trabajo. Alli nos dijo:
Estimado amigo: Gratísima sorpresa me causó hace unos días leer en la página 4 de El Nacional su extenso y bien meditado comentario a mi libro La formación intelectual del Libertador. Le estoy de veras agradecido, tanto por sus generosos conceptos como por haber hecho aparecer a este modesto trabajo mío, de mera investigación histórico-literaria, en una tribuna tan destacada como la de "Crítica/Literatura" de El Nacional.
En realidad, y poniendo a un lado la circunstancia personal, creo que tiene Ud. razón en comentar obras de este tipo en la citada columna, pues no sólo sobre la Literatura "de ficción" ha de ejercerse la critica. Por lo demás, y sin meterme en honduras, no siempre el cuento y la novela son tan "ficción" como parece; y ¿quién podrá medir el grado de "ficción" que voluntaria o involuntariamente queda incorporada a la obra de muchos historiadores y sociólogos?. Tampoco me parece más exacto el término Literatura de "creación", pues para mí tengo que más creador es el profesor Crema (para dar un ejemplo) cuando analiza los sentimientos religiosos de Bello, que algunos poetas que corren desalados tras la fórmula exitosa del día, o de la hora…
Bueno, ya me estaba metiendo a crítico literario, y no lo soy. Tampoco (sin que me esté comparando con él) lo era el Libertador. Ud. tiene razón. El no fue crítico literario; fue otra cosa, afortunadamente para todos los que amamos la libertad. ¿Se imagina Ud. que si Bolívar se hubiese limitado a ser poeta (tenía aptitudes: Crema dixit) o periodista (tenía aptitudes: Pérez Vila dixit) o crítico, etc. , o aún alcalde de San Mateo (tenía aptitudes: el propio Bolívar -es verdad que por boca de Perú de Lacroix dixit) a lo mejor ahora el suscrito sería nada menos que Gobernador y Capitán General de Venezuela? ¡Horresco referens!
Siga adelante, mi joven amigo, por esta vía de limpia sinceridad crítica. Y cuando esté en desacuerdo con algo, dígalo, se trate de quien se trate. Quienes escribimos y publicamos libros debemos estar dispuestos a recibir y a sopesar con serenidad las opiniones ajenas, sean favorables o adversas. Y si no ¿para qué los publicaríamos? Esto, poco más o menos, venía a decirle el Libertador a Olmedo en una de sus famosas epístolas de 1825, con lo cual Ud. convendrá en ello conmigo? si Bolívar no era un crítico literario, tenia por lo menos idea de lo que la crítica, según el concepto de su época, debía ser. Un cordial abrazo: Manuel Pérez Vila.
CITAS BIBLIOGRAFICAS:
262. Este estudio fue publicado como “Las actividades intelectuales del Libertador”, en Últimas Noticias, Suplemento Cultural, Caracas: mayo 6,1984,p.10-12 y en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n/ 268(1984),p.827-834. Lo que dijo O´Leary del estilo de Bolivar lo cita José Luis Busaniche: Bolívar visto por sus contemporáneos, p.66- 67; Manuel Pérez Vila: Campañas periodísticas del Libertador,p.27.
Considero importante anexar al libro de Roberto Lovera De Sola la biografia de Manuel Pérez Vila, Gerona (España) 3.9.1922 —Caracas 8.5.1991) segun el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundaciòn Empresas Polar.
Historiador, pedagogo y director de la primera edición del Diccionario de historia de Venezuela. Su aporte a la organización y clasificación de fuentes documentales fue de primer orden para el desarrollo de la historiografía nacional. Hijo de Policarpo Pérez González y Dolores Vila Parcerisa. A los 17 años, finalizando la Guerra Civil Española (1939), se ve en la necesidad de cruzar los Pirineos por la adhesión de su padre a la causa republicana y llega a la región bordelesa, de la cual parte solo 9 años más tarde (1948). A pesar de la guerra y de las limitaciones que ella impone, más aún a un refugiado, inicia sus estudios universitarios una vez presentada la equivalencia, ante la Academia de Burdeos, de los estudios que había cursado en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Tarragona. En la Universidad de Burdeos obtiene la licenciatura en letras y posteriormente, en la Universidad de Toulouse, el diploma de profesor (2 julio 1948). Ambas universidades, con tradición en los estudios hispánicos, le proporcionarán no solo una rigurosa formación para el análisis crítico, sino también una sólida formación intelectual que se preocupará por ampliar y profundizar a través del tiempo. Esos 2 elementos serán característicos de su aproximación al estudio histórico: rigurosidad analítica y una amplitud de criterios que solo proporciona una vasta formación cultural. A Venezuela llega a fines de 1948 en compañía de su esposa, Cristina, con quien procreó 2 hijas. De forma inmediata ejerce empleos ajenos a su formación, pero no tarda en irse abriendo campo en la docencia, ya como profesor particular y en el colegio América (1949-1955), y como investigador, iniciándose como tal, a través de Pedro Grases, con la localización de la obra de Andrés Bello existente en la Biblioteca Nacional y en las academias de la Historia y de la Lengua (1949). La década de 1950 estará signada por una labor de organización y clasificación de archivos documentales de primera importancia, lo cual lo asociará, fundamentalmente, a la temática bolivariana y le permitirá adquirir una experiencia única en esa materia y un vasto conocimiento general de la historia del país. Cuando en 1950 inicia, bajo la dirección de Vicente Lecuna, la organización y clasificación del Archivo de Simón Bolívar existente en la Casa Natal del Libertador (1950-1954) a fin de elaborar índices, los estudios de historia a nivel universitario daban sus primeros pasos y faltarían 8 años para la creación de la Escuela de Historia en la Universidad Central de Venezuela (1958). En el archivo mencionado, organiza y elabora los índices de los documentos del secretario general de Bolívar, José Rafael Revenga. Al culminar esta labor dirigirá (1954-1955) la compilación para su publicación, de todos los documentos existentes en esa institución. Entre 1955 y 1956 se encarga de organizar, junto al presbítero Jaime Suriá, el Archivo Arquidiocesano de Caracas. Este venezolano por adopción en 1956, culminará la década con una de sus más reconocidas labores en materia documental: la microfilmación de toda la documentación sobre la historia de Venezuela entre 1810 y 1830 existente en el Archivo Nacional de Colombia. Ello le toma 20 meses de trabajo (enero 1956-septiembre 1957) y se concreta en 210 mil fotografías en microfilm. Ese trabajo marca el inicio de su relación con la Fundación John Boulton de la cual será su director hasta 1983, editando el Boletín Histórico de esa institución (1962-1978), el cual se convierte en referencia imprescindible para la investigación historiográfica nacional. La intensa labor de investigación y organización que realiza durante la década de 1950 son el sustento de sus primeras obras: una biografía de José Rafael Revenga (1953) y Vida de Daniel Floreció O'Leary, primer edecán del Libertador (1957), considerada su primera gran obra. En lo sucesivo, su producción bibliográfica, reflejará el conocimiento y experiencia adquirida en temas bolivarianos y su minuciosa labor de documentalista. Entre estas últimas, 2 han sido consideradas piezas claves para el estudio de la historia política nacional: Pensamiento político venezolano del siglo XIX (1960-1962) y los Escritos del Libertador (1964-1981). En la primera compila y elabora los índices y anotaciones a los documentos, bajo la dirección de Ramón J. Velásquez y en la colaboración con Pedro Grases; en la segunda, ejecuta un trabajo similar en los primeros 13 volúmenes de la colección, también con la colaboración de Grases. La docencia forma parte importante de su quehacer intelectual y la ejerce de varias formas, como profesor, ya en la Universidad Católica Andrés Bello dictando cursos sobre historia de Venezuela y del periodismo venezolano, historiografía y metodología y crítica histórica, en licenciatura o postgrado; en las universidades Central de Venezuela y en la Santa María; o como profesor invitado en las universidades de Berkeley (1968) y Oxford (1975). Como divulgador de la historia a través de su columna semanal «Pulso en la historia» en el diario El Nacional. O como orientador e impulsor de investigaciones, tanto en su ejercicio universitario como desde los cargos de dirección que desempeñó. Son muchos los investigadores venezolanos y extranjeros que recibieron de él orientación e información, se beneficiaron de su rigurosa lectura crítica de los trabajos o de las gestiones que realizaba a fin de encontrar financiamiento para investigaciones que consideraba serían un aporte a la historiografía. Durante 1983 con motivo de la celebración del bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, le tocará ejercer como asesor histórico de la exposición preparada en su homenaje. Dos años más tarde, es electo individuo de número de la Academia Nacional de la Historia (marzo 1985) y el 24 de enero de 1986 lee su discurso de incorporación, titulado El artesanado: la formación de una clase media propiamente americana (1500-1800). El 15 de noviembre de 1989 se presenta el Diccionario de historia de Venezuela, obra que coordinó durante años y de la cual formó parte desde sus inicios (1979). Ella será, en gran medida, la expresión de su amplitud de criterio con respecto a lo «historiable», de su experticia metodológica, de su vasto conocimiento de la historia nacional y de su respeto hacia las más diversas tendencias interpretativas.
Autor: Astrid Avendaño Vera
Bibliografía directa:
Pérez Vila, Manuel. Aportes a la historia documental y crítica. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1968;--.
El artesanado: la formación de una clase media propiamente americana (1500-1800). Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986;--.
La biblioteca del Libertador. Caracas: s.n., 1960;--.
Las campañas periodísticas del Libertador. 2a ed.
La caricatura política en el siglo XIX. Caracas: Lagoven, 1979;--.
La declaración de la independencia de Venezuela y su Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1976;--.
Ensayo sobre las Caracas: Archivo General de la Nación, 1979;--.
La formación intelectual del Libertador. 2a ed. Caracas: Presidencia de la República, 1979;-- y otros.
La Guaira: orígenes históricos, morfología urbana. Caracas: Ministerio de Información y Turismo, 1981;--.
Guía histórica de la nación latinoamericana, t.1: Cuatro siglos de Hispanoamérica, 1489-1899. Caracas: Fundación Bicentenario de Simón Bolívar; Instituto de Altos Estudios de América Latina, 1991;--.
José Antonio Páez: el héroe del llano. Caracas: Corpoven, 1986;--.
José Rafael Revenga (1786-1852). Caracas: Ministerio de Educación, Dirección General, 1974;--.
El legado de Bolívar: pensamientos y bibliografía básica. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1989;--.
Los libros en la Colonia y en la Independencia. Caracas: Oficina Central de Información, 1970;--.
Miranda, el precursor de la Independencia. Caracas: Corpoven, 1988; Momentos estelares de nuestro Libertador. Caracas: Editado por Promasa C.A., 1982;--.
Para acercarnos a Bolívar: vida, bibliografía, escritos. Caracas: Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, 1980;--.
Para la historia de la comunicación social. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1979;--. Sección venezolana del Archivo de la Gran Colombia: índice sucinto. Caracas: Fundación John Boulton, 1960;--.
Simón Bolívar, el Libertador, el hombre y el estadista (1785-1850). Caracas: Biblioteca de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1983;--.
Simón Bolívar, el Libertador: síntesis biográfica. 3a ed. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1976;--.
Vida de Daniel Florencio O'Leary, primer edecán del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1957;--
y Pedro Grases; comp. Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX: textos para su estudio. Caracas: Presidencia de la República, 1963. 12 vols.;--;
comp. Pensamiento político venezolano del siglo XIX: textos para su estudio. 2a ed. Caracas: Congreso de la República, 1983. 15 vols.;--
y Horacio Jorge Becco. Bibliografía general bolivariana: I. Bibliografía directa de Simón Bolívar. Caracas: Universidad Simón Bolívar, 1986;--
y Oscar Arango Cadavid. El Congreso de Panamá en el ideal bolivariano. Caracas: Editorial Laude, 1976;--.
Por la ruta de la Independencia: de Boyacá al Campo de Ayacucho. Caracas: Editorial Laude, 1976.
Bibliografía indirecta:
Grases, Pedro y Horacio Jorge Becco. Manuel Pérez Vila, 1922-1991: vida y presencia en Venezuela, bibliografía de sus obras. Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, Fundación Boulton, Fundación Polar, 1993.
Iconografía:
Fotografía, colección Biblioteca Nacional, Caracas. Fotografías, Grases, Pedro y Horacio Jorge Becco.
Manuel Pérez Vila, 1922-1991: vida y presencia en Venezuela, bibliografía de sus obras. Caracas, Fundación Eugenio Mendoza, Fundación Boulton y Fundación Polar, 1993. Fotografía, Academia Nacional de la Historia, Caracas. Retrato, óleo/tela, Academia Nacional de la Historia, Caracas. Fotografías, El Nacional, Caracas, mayo 9, 1991. Fotografía, El Universal, Caracas, mayo 9, 1991.
APÉNDICE SEGUNDO
BOLÍVAR ESCRITOR, DE EFRAÍN SUBERO
Efraín Subero (n. en Pampatar, Nueva Esparta, el 16 de octubre de 1931 - Caracas el 18 de enero del 2007), fue un poeta, ensayista, periodista y crítico literario venezolano. Doctor en Letras con mención de «Excelencia». Bibliógrafo, Folklorólogo, Antólogo, Profesor titular del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas. Exprofesor de la Universidad Católica Andrés Bello, y en dicha Casa de estudios, Director del Centro de Investigaciones Literarias, fundador de la Cátedra de Cultura Contemporánea de América Latina de la Escuela de Comunicación Social. Catedrático de la Literatura Venezolana y de Literatura Hispanoamericana y Director de la Escuela de Letras.
APÉNDICE SEGUNDO
BOLÍVAR ESCRITOR, DE EFRAÍN SUBERO
En su libro Bolívar escritor (Caracas: Cuadernos Lagoven,1983. 275 p.) 262 nos ofrece Efraín Subero(1931-2007) un nuevo acercamiento a uno de los asuntos más debatidos, y mas controvertibles, de la actividad de Simón Bolívar(1783-1830). Y afirmamos esto porque si bien es cierto que es una necesidad acercarse a este aspecto de la personalidad del Libertador hay que hacerlo con sumo cuidado para evitar caer en exageraciones.
Quien examine este asunto tiene que preguntarse hasta qué punto puede ser considerado Bolívar un hombre de letras. Y quien llegue a la conclusión de que Bolívar lo fue está obligado a precisar con toda exactitud por qué realiza tal afirmación. Y afirmamos esto porque en cuanto a su obra intelectual escrita debemos señalar que si bien el Libertador fue hombre quien poseyó singular cultura fue solo autor de textos políticos. En verdad, como dijo su edecán Daniel Florencio O’Leary(1801-1854), poseía un “estilo florido y correcto; sus discursas y escritos están llenos de imágenes atrevidas y originales. Sus proclamas son modelo de elocuencia militar; en sus despachos luce, a la par de la galanura del estilo, la claridad y la precisión”. Fue así como en aquel modo “original, claro, vigoroso, diáfano , conciso, tajante y preciso” cono dice Manuel Pérez Vila(1922-1991) expresó sus pensamientos por escrito.
Utilizando un estilo novedoso para su tiempo, el necesario para comunicarse, el exacto para dejar claramente expresado su pensamiento. Concibió así Bolívar discursos, proclamas, varios proyectos constitucionales y un amplísimo epistolario. En sus misivas se nos presenta de cuerpo entero. Sus intervenciones públicas tuvieron siempre motivos precisos. Los proyectos constitucionales lo llevaron a proponer aquellas instituciones o leyes que él considero óptimas para la realidad hispanoamericana. Su amplia cultura lo llevó a valorar algunas obras literarias como el Canto a Junín de José Joaquín Olmedo(1780-1847) e históricas como la Historia de Colombia de José Manuel Restrepo(1781-1863). Pergueñó también una prosa de acentuado vuelo poético “Mi delirio sobre el Chimborazo”. Teniendo en cuenta todo esto debemos decir que Bolívar no fue un creador literario, Y lo afirmamos porque parte del contenido del volumen que nos proponemos examinar nos plantea graves interrogantes. Y lo decimos porque el Libertador fue un pensador político-social, no un escritor profesional. A este ámbito pertenecen los productos de su pluma, concebidos todos por quien sabía manejar un modo enfático de expresión.
Como ya lo hemos afirmado cuando nos referimos a Bolívar como publicista nos ocupamos de un político, no de un creador literario. Nos referimos a un activista quien se expresa a través de la palabra. Comprender esto es fundamental para entenderlo. El no fue un escritor profesional sino un pensador político, alguien a quien hay que analizar dentro del contexto de la historia de las ideas. El Bolívar que escribe es antes que todo un estadista, un organizador de naciones, un conductor, un hombre de acción, quien incluso cuando compone su única prosa poética también se refiere a la política, pues en Mi delirio sobre el Chimborazo recrea la crisis ideológica que se vivió tras la victoria bélica. A través de Mi delirio sobre el Chimborazo podemos vislumbrar la conciencia que tuvo el Libertador sobre lo difícil que era construir la paz.
II
Las precisiones anteriores nos parecen necesarias. En ellas hemos subrayado nuestros puntos de vista sobre un tema como el que trata Subero en su libro. Sobre este asunto son muchas las exageraciones que se han escrito. Con tales hipérboles se ha hecho mucho daño a la imagen del Libertador al no analizarlo dentro de sus precisas connotaciones. Presentar a Bolívar como literato, mostrarlo cono poeta, cosa que no fue, o como crítico literario, tarea que no cumplió sino marginalmente, es soslayarlo como pensador, que es la parte más importante de su actividad, la que más interesa al hombre de nuestros días, la más significativa desde el punto de vista de la identidad nacional. Por ello cuando se sostiene, como lo hace Subero, que el Libertador fue un gran escritor (p. 149), quien tal aseveración hace, está en la obligación de explicar con toda claridad el por qué de su aserto. Si no confunde, crea equívocos, dice lo que no es verdad. Si desea afirmar tal cosa debe ante todo decir qué entiende por escritor y qué tipo de escritor fue Bolívar. Sino oscurece nuestra comprensión del Libertador, pues éste ni fue escritor, ni pretendió serlo. Fue un dirigente político culto, quien uso las formas escritúrales para dar a conocer sus concepciones políticas. O lo hizo para hacernos comprender los vericuetos de su alma, tal su epistolario. De allí el cuidado con que hay que tratar este asunto.
Al hacer estas observaciones no nos mueve animosidad alguna en contra del estudio que nos ofrece Subero. Todo lo contrario. Lo hemos leído con espíritu crítico. Nos hemos detenido a examinarlo, para enjuiciarlo sin juicios previos. No lo hacemos para censurar, impugnar, reprobar o hacerlo objeto de sátira alguna. Ante este Bolívar escritor solo pretendemos ofrecer nuestra apreciación. Lejos estamos del vituperio o la diatriba. Sería la negación de lo que nos proponemos.
Pasando ahora a los contenidos del estudio de Subero, debemos señalar que éste examina “el estilo de Bolívar como un proceso cambiante que va de acuerdo con las alternativas de su vida”(p.98).
Pasando ahora a los contenidos del estudio de Subero, debemos señalar que Subero no precisa con exactitud por qué llama al Libertador escritor, por qué considera que en Bolívar “se dan todas las características del escritor venezolano”(p. 149). Parece que para Subero son iguales los problemas que se plantean al creador literario, que por lo general escribe en soledad, en diálogo consigo mismo su versión de la realidad, al pensador político, quien expone planes para la vida de la sociedad, al político activo quien propone ideas y realiza planes casi simultáneamente y a quien no se le pueden presentar los problemas que son propios del novelista o del dramaturgo. No repara Subero que muy distintos son los problemas que planteó un Fermín Toro(1806-1865), pues éste era político activo, que aquello que dijo un Tomás Lander(1792-1845), que luego puso en práctica Antonio Leocadio Guzmán(1801-1884), o cuanto señaló Cecilio Acosta(1818-1881) a quien nadie escuchó, o cuanto sucedió a José María Vargas(1786-1854) quien pese a su preparación e ideas, fue derrotado en la arena de la política activa, pero no como científico, profesor, parlamentario y creador del sistema nacional de enseñanza a través de la Dirección de Instrucción Pública. Cada uno de estos fueron tipos muy distintos de intelectuales, Modelos muy distintos de escritor. Creemos que Bolívar no se hizo las interrogantes que los creadores se hacen. Por ello no se les puede igualar. A un político como Bolívar estamos obligados a interrogarlo en torno a sus realizaciones concretas. Si bien Bolívar se expresaba bien cuando usaba la lengua no creemos que se planteara, por lo menos ello no es evidente a lo largo de sus escritos, todo lo relativo a los recursos de la lengua. El los sabía utilizar. Cuidaba el estilo. Corregía sus escritos, pero lo que buscaba era que todos entendieran sus planteamientos. Al Libertador no lo podemos observar a través del lente de lo que él no fue. Bolívar no se propuso realizar una faena intelectual. Escribió porque así se lo exigió su actividad política. No fue Libertador en literatura, como dijo exagerando, Rufino Blanco Fombona 263 . Esto estuvo lejos de él. La revolución estética en Hispanoamérica fue obra de Andrés Bello(1781-1865). Bolívar fue, no lo debemos olvidar, el líder político de la Revolución. Su cultura, los sobresalientes caracteres de su estilo nos permiten ahondar en los rasgos de su perfil político. El sabía que gente poco preparada o simplemente inculta no podía llevar a nuestras naciones a ninguna parte. De allí el impenitente lector que fue, el estudioso incansable de cada día. El Libertador no fue escritor, si por tal entendemos aquel que se dedica profesionalmente a tal ejercicio. Fue un estadista que utilizó el idioma para dar a conocer sus ideas. Y esto no debe olvidarse porque se corre el riesgo de falsificarlo. Y escribimos esto porque no podemos considerar escritor a todo aquel que escribe con cualquier fin. Y tampoco podemos considerar tal a aquel que concibe páginas cuyos contenidos no son específicamente literarios. Ofrecer trabajos que por la hermosura de su estilo puedan ser considerados literatura no implica que su autor puede ser perteneciente a los predios literarios. Y esto es cosa ya sabida. Nos la enseñó Alfonso Reyes(1889-1959) desde las páginas de El Deslinde 264 . Por no haber hecho esta necesaria demarcación, esta limitación, es por lo que se sigue considerando dentro de la historia de nuestra literatura autores que no pertenecen a ella, que en rigor se inscriben dentro de la historia de las ideas.
De allí la ampulosidad en que caemos al incluir dentro de la literatura a simples hacedores de versos como lo fueron Fermín Toro, Juan Vicente González(1810-1866) o Cecilio Acosta. En el estudio de estas composiciones se pierde el tiempo que deberíamos dedicar al análisis de su pensamiento, en donde está Io esencial que ellos nos legaron. Y es por esto mismo, por no haber pergueñado algún mal verso, que apenas nos hemos asomado al ideario de Tomás Lander, primer doctrinario de nuestro liberalismo, o a Antonio Leocadio Guzmán. Y ese vacío hay que salvarlo so pena de perder la esencialidad de la nacionalidad por ellos definida. Y en cuanto al estudio del Libertador mucho más fructífero es examinar sus concepciones políticas que detenernos sólo en escritos marginales como son Mi delirio sobre el Chimborazo o las observaciones al Canto a Junín de Olmedo. El tiempo que a eso dedicamos deberíamos destinarlo al análisis de sus ideas, a su concepción de la sociedad.
Las observaciones que hemos tejido nos han parecido necesario hacerlas antes de comentar el estudio de Subero al cual nos hemos venido refiriendo.
El itinerario sobre la actividad intelectual del Libertador que nos ofrece Subero en su libro se inicia con una incursión en su formación intelectual. Anota Subero que “Tal como expresó el propio Bolívar, los cauces formativos de la personalidad son...los padres, los maestros y el mundo” (p.11). Analiza, pues, Subero la influencia que en el huérfano, un hecho que no podemos soslayar al examinar su peripecia, dejaron el abuelo Palacios, padre de doña María de la Concepción, los tíos Palacios y los ductores que tuvo en Caracas.
En cuanto a los maestros se refiere Subero a aquellos que sin duda dejaron impronta en la formación del niño. Subraya la importancia que tuvieron Simón Rodríguez(1769-1854), don Gerónimo Ustáriz y Tovar, Marqués de Ustáriz (1735-1809), Francisco de Miranda (1750-1816) y el licenciado Miguel José Sanz(1756-1814).
Al referirse a Simón Rodríguez dice que si bien fue este su maestro por excelencia, su influencia “ha sido con frecuencia ditorsionada” (p.14). En la página siguiente apunta que el influjo “real ha sido objeto de equívocos”(p. 15). Sostiene que la Carta de Pativilca (Enero 19, 1824) está llena de hipérboles, “es más una hermosa expresión de amistad… que un testimonio fehaciente de la influencia que… Rodríguez ejerciera en el Libertador” (p.15).
Disentimos de tal criterio. El ascendiente de don Simón fue tan intenso que al saber que Rodríguez estaba en Colombia, el discípulo se excitó intensamente, se sintió feliz con solo pensar que el ductor pronto estaría a su lado. Quien interprete la relación Rodríguez-Bolívar, quien trate de interpretar la Carta de Pativilca no debe equivocarse al encontrarse ante las hipérboles. Estas tienen una justificación plena. De no haber dejado el maestro tan honda huella no se habría sobresaltado el Libertador. No hay que olvidar que cuando dicta la misiva estaba padeciendo uno de los más graves trastornos de salud que le aquejó en vida, no se puede olvidar que cuatro días antes le había dicho a Joaquín Mosquera(1787-1878) que no pretendía hacer otra cosa que triunfar. Por lo tanto, no fue casual euforia la que produjo dictar la epístola. En ella dejó plasmadas sus más íntimas convicciones sobre quien había sido en Caracas su maestro y su terapeuta, en Europa otra vez su ductor y su psicólogo, quien le curo el alma enferma, tras su temprana viudez, quien le ayudó a encontrar el sendero vital.
Lo que ha sucedido casi siempre es que pocos han reparado en la especial complejidad de las relaciones entre los dos Simones. Y afirmamos esto porque hay varias instancias en los vínculos sostenidos por ambos. Hubo un primer momento en que Rodríguez fue maestro, esto debió suceder hacia 1792, tras la muerte de su mamá, cuando los dos Simones se conocieron casa de su abuelo don Feliciano Palacios en donde pasó a vivir. Hay un segundo momento en el cual fue amigo, confidente y terapeuta, ello se sucedió en el momento de la crisis de la adolescencia de 1795. Todavía maestro y discípulo continaron juntos por dos años más, hasta que en 1797 don Simón dejó a Caracas.
Hubo un nuevo encuentro en 1802 en París. No han llegado muchos datos sobre este pero fue imposible que no se vieran cuando ambos en aquellos días que Bolívar pasó en París, pocos es verdad, vivían en la misma calle.
Luego vino el tercer instante, se produjo en 1804 cuando los dos se volvieron a encontrar en París. En este encuentro los lazos entre ambos fueron de otro tipo. Tan intensos como para justificar las palabras que el Libertador escribirá en 1824. Cuando al fin se encontaron en Lima, seguramente en 1825, tenían diecinueve años sin haberse visto. Es posible que sea difícil precisar con exactitud la influencia de Rodríguez en Simón. De lo que no quedan dudas es de la intensidad de esta pues la Carta de Pativilca no pudo ser simple expansión emocional 265 .
Entre las figuras que influyeron en la formación del joven Bolívar destaca Subero la importancia del Marqués de Ustáriz, la de Francisco de Miranda, fruto de los coloquios que ambos sostuvieron en Grafton Street durante el verano de 1810 266 y la huella que en él dejó el Licenciado Sanz, quien influye en él no como maestro sino como contertulio, después de 1807, cuando el joven regresa a Caracas. La influencia del ideario del maduro jurista la muestra Subero comparando las ideas del uno y del otro (p. 25 – 32). Fue Sanz también asesor del Libertador durante el gobierno formado en Caracas en 1813, tras la Campaña Admirable.
Dice Subero que Bolívar es el autodidacta venezolano más famoso”(p. 18) ya que a todo lo largo de su vida siguió educándose a través de constantes lecturas. Destaca dos etapas en la influencia de los libros. La primera va desde 1795, cuando el niño inició su aprendizaje, hasta 1811. El 4 de Julio de ese año pronunció su primer discurso público. Durante estos diez años el joven Bolívar se va haciendo dueño de una educación fundamental. Tiene razón Subero al comparar la primera carta que el joven escribe en Veracruz a los dieciséis años (Marzo 20,1799) en donde su forma de expresión es vacilante con la que en 1804 dirige no a Denis Trobriand, como dice Subero, sino a Mariano Tristán 267 . Sólo separan a ambas misivas un lustro, tiempo durante el cual Bolívar pasó por una temporada de estudios en Madrid bajo la tutela del Marqués de Ustáriz. La misiva a Tristán no solo está hermosamente escrita sino que su autor ya sabe quién es, como es en su interior. En ella se define a sí mismo al decir “Hoy no soy mas que un rico, lo superfluo de la sociedad, el dorado de un libro, el brillante de un puño de la espada de Bonaparte, la toga del orador. No soy bueno más que para dar fiestas a los hombres que valen alguna cosa. Es una condición bien triste, Coronel, ¡Ah!. Si lid, supiera lo que sufro por esto sería tal vez más indulgente” 268 .
Bolívar seguirá a partir de 1811 formándose solo. Entre ese año y el final de su vida los libros estarán siempre cerca de él. Fue hombre que se formó en la soledad, en medio de la acción. Y los libros le acompañaron hasta la hora postrera en San Pedro Alejandrino. Cuando llegó a la casa de don Joaquín de Mier(1778-1861) revisó las estanterías de su anfitrión y exclamó
“Tiene Ud. aquí señor Mier, y ellas me bastan, dos de las más grandes producciones del ingenio humano: Gil Blas de Santillana, la humanidad tal cual es; y Don Qujote,la humanidad como de ser”.
Cierra Subero esta parte de su estudio examinando la influencia de Juan Jacobo Rosseau (1712-1778) en Bolívar. Señala que hay discrepancias entre los estudiosos en torno a la real influencia rusoniana, explica que para algunos Bolívar es un anti-Rousseau. Discrepa de tales observaciones al apuntar “En los escritos del Libertador la presencia de Rousseau se encuentra desde muy temprano… de una manera tácita, directa y siempre diáfana”(p.34). Y más adelante explica “dilucidar el problema de las influencias en la formación de un escritor es un problema sumamente difícil y muy discutible. Y difícil es también si se estudia desde el punto de vista de la sociología de la cultura. Que cultura es un proceso acumulativo y dinámico en donde el hombre oscila de la educación sistemática a la educación asistemática…
También el ideario de Bolívar es un proceso. Y la evolución de su pensamiento nos señala la vía más adecuada para el forzamiento de la personalidad latinoamericana. Nutrirse en todas las fuentes. Asimilar, no imitar. Y después, recrear… Lo que parece confundir a muchos estudiosos es que tan variable fue Bolívar en carácter como en concepciones. He aquí un hombre con su contradicción… Variable, contradictorio, polifacético, Bolívar representa más
que ningún otro venezolano, la más alta expresión de la unidad en la diversidad” (p. 36). Es decir, fue uno de los resultados más complejos de nuestro mestizaje.
Estudia Subero en este Bolívar escritor las notas que definen los textos que Bolívar escribió. En cuanto a los caracteres de su estilo señala, siguiendo a Blanco Fombona, que es evidente que cuando Bolívar escribe lo domina la pasión por la causa en la cual cree, evidente en el Manifiesto de Cartagena o en la Carta de Jamaica, escritos de un oficial derrotado, o el proceso que lideriza, hecho patente en el Discurso de Angostura. Sin que desaparezca la pasión, la entonación de cada escrito. Cuando escribe una “proclama”, que es un llamado a la acción, no puede hacerlo de la misma forma que cuando prepara un “discurso”, la mayor parte de ellos concebidos para persuadir, o cuando redacta una carta, que es sin duda el género en el cual Bolívar se pinta a sí mismo, nos deja ver su alma. En ellas, como dice Subero, sabe inducir, ser confidente, nos permite seguir los vericuetos de su complejidad más recóndita.
Cuando seguirnos a Bolívar a través de sus papeles, nos encóntramos que su lenguaje, cono dijo Blanco Fonbona, es “nutrido, sobrio, austero”, armónico, coherente, rompe con la retoricaneo-clásica, propia de su tiempo, es imaginativo como buen romántico, es evidente su equilibrio y gravedad, aunque no está ausente el humor. La elocuencia fue uno de los rasgos “más característicos de la prosa del Libertador” (p. 43). Pero tenía también, subraya Subero, conciencia del estilo. Por ello aunque inspirado, corregía sus textos, esto no sólo lo podemos comprobar a través de las observaciones sobre el punto que encontramos en sus cartas. Es también evidente en los diversos borradores que se conservan de muchas de sus comunicaciones. Además de rectificar mucho, se documenta para escribir, utiliza recursos de otras lenguas, y muchas veces lo encontramos actuando como el autor y el crítico de sus textos. Bolívar también sabía utilizar los lugares comunes, “enfatiza con las reiteraciones” (p.46). Una buena síntesis de lo que pensaba sobre las formas de escribir la encontramos en una carta al general Luis Eduardo Azuola (Trujiilo: Marzo 9, 1821) en la cual le dice “Procure Ud. instalar lo más pronto posible el Congreso con un discurso muy sencillo pero noble; sin frases estudiadas, ni palabras anticuadas. Mucho menos debe hacer elogios míos, procurando seguir en el orden de las materias, el que pronunció Fernando VII en las Cortes o el del presidente de los Estados Unidos en su congreso” (p. 46).
En cuanto a los niveles de expresión explica Subero “Toda la obra del Libertador es funcional.
Está en función de algo… se observan dos niveles claramente diferenciados…. la respuesta que exige la circunstancia…un nivel teórico-conceptual de valor permanente y trascendente" (p.47). En su palabra de “hombre violento como la naturaleza de su país todavía indómita” (p.53), como lo dijo el maestro Rómulo Gallegos (1884-1969), “se advierte la enorme influencia que ejerció la naturaleza en su palabra” (p. 53) como acota Subero. De la misma forma hacía uso de los personajes históricos y mitológicos en muchas de sus comparaciones; utilizó referencias bíblicas, el refranero en toda su amplitud, los lugares comunes y las frases hechas.
Realiza Subero en el volumen que comentamos, una amplia incursión en la actividad intelectual del Libertador. Anota que “partiendo de 1810... hay tres períodos claramente determinados en la ejecutoria pública de Bolívar que se corresponden con su ejercicio intelectual” (p. 56).
Estas etapas son las siguientes: Etapa de ascenso (1810-1823). Los escritos representativos de este período son para Subero: el discurso en la Sociedad Patriótica (Julio 4, 1811), el Manifiesto de Cartagena, en el cual se “revela el pensador” (p. 59), la Carta de Jamaica, el Discurso de Angostura y Mi Delirio sobre el Chimborazo. El segundo período es el de la plenitud (1824-1826) y sus textos representativos son la Carta de Pativilca, dirigida a su maestro, la Convocatoria al Congreso de Panamá, los juicios sobre el poema de Olmedo y la Historia de Restrepo, el Resunen de la vida del General Sucre, la denominada Elegía del Cuzco, misiva que dirigió a su tío Esteban Palacios- y el Proyecto de Constitución de Bolivía. El tercer período es el desencanto (1827-1830). Los trabajos representativos de esta hora tan conflictiva son el Mensaje a la Convención de Ocaña, la carta a Estanislao Vergara(Julio 31, 1829) y el melancólico Mensaje al Congreso Admirable.
No se le escapa a Subero la especial complejidad de esta última etapa en la vida de Bolívar. Señala que a partir de 1827 su estilo se torna grave, está convencido de su fracaso, es contradictorio, “Lo consume la angustia. El desengaño. Ya nos existen los raptos entusiastas.
En 1830 escribe como quien llora palabras” (p. 139). A lo cual habría que añadir que en estos años está profundamente enfermo, la tuberculosis mina su organismo, cada día se debilitan en él las fuerzas físicas, cada día se va quedando más solo.
Subero, buen escrutador del proceso histórico ele Bolívar, no se contenta con estudiar este período sino que busca los antecedentes de la desilusión del Libertador evidente en los escritos de este período. Los “perfiles dramáticos” (p.117) de esta etapa aparecen en numerosos papeles del Héroe escritos a partir de 1821 (p. 117).
No podemos cerrar estos comentarios sin señalar que el libro que hemos comentado incluye completos cada uno de los documentos más representativos de Bolívar que Subero examina.
En cada caso desglosa cada documento, lo que permite al lector, o al estudiante, una más ciara comprensión del texto. Además el volumen se cierra con un amplio “cronograma bolivariano” en donde se encuentran registrados los sucesos de la vida del Héroe en relación con cuanto aconteció no sólo en el escenario de su actividad sino también en el mundo que le fue contemporáneo.
San Bernardino:
agosto 12-septiembre 22, 1983-enero 26,2012.
TERCER APENDICE
BOLIVAR: CRITICO DE LITERATURA E HISTORIA
Rafael Ramón Castellanos(1931-2019) publicó el interesante libro: Bolívar: crítico de literatura y de historia (Bogotá: Editorial Kelly, 1973. 130 p.) en el que analiza un aspecto de la obra escrita por Bolívar: su pensamiento crítico. En este caso se detiene ante tres cuestiones determinadas: sus opiniones en torno a dos textos literarios, la Victoria de Junín, de José Joaquín de Olmedo (1780-1847) y el drama Guatimoc, de José Fernández Madrid(1789-1830), y ante la Historia de la Revolución en Colombia, de José Manuel Restrepo(1781-1863) 269 .
El libro se abre con una introducción en la cual Castellanos nos presenta a Bolívar como hombre culto y como ser preocupado por los problemas de la cultura y en quien no estuvo ausente un certero sentido crítico.
Luego en capítulos sucesivos estudia cada una de las producciones analizadas por Bolívar. En cada caso nos introduce con él estudio de la personalidad de sus autores. Nos presenta a cada uno de ellos no sólo en el marco de sus actividades intelectuales sino que explica claramente la participación que los tres tuvieron en la empresa emancipadora.
En el caso de José Joaquín de Olmedo da a conocer interesantes detalles como aquel, el de haber sido el propio Libertador quien lo animó a escribir su poema(p.23). Asimismo nos presenta junto con las ideas al poema el juicio crítico escrito por Andrés Bello(1781-1865) en aquellos mismos días en torno al mismo texto 270 .
La cita al juicio de Bello se repite al transcribir el juicio del Libertador en torno al drama de Fernández Madrid, pues como se sabe la opinión de Bolívar es realmente breve, apenas un párrafo (Cartas, t.VI,p.96).
En el capitulo dedicado a la Historia… de Restrepo muestra el interés que tuvo Bolívar por conocer la obra y luego examina el juicio que en torno a ella dictó.
Nosotros estamos lejos de creer que este libro de Castellanos no sea una contribución valiosa, pero como en otras ocasiones hemos señalado creemos que con relación al análisis que ha prevalecido en torno al Libertador como crítico se hace necesario reestudiar la cuestión. Para examinar a Bolívar, en muchos campos, hay que dejar, de una vez por todas, la senda de la exageración, el seguir afirmando que fue sabio en todo y no deslindar los hechos en cada caso.
No creemos que Bolívar fuera un crítico literario sino un lector culto, muy bien preparado en su caso, quien por su formación, quien por sus muchas lecturas constantes podía opinar sobre las obras y autores que leía. Sobre este hecho el propio Bolívar nos da la razón al observar en la carta en la que enjuicia el poema de Olmedo lo siguiente:”No se queje usted de mis fallos, pues como no conozco el oficio daré palos de ciego”(Cartas,t.IV,p.286). Si se examinaran dentro de esta perspectiva los escritos del Libertador sobre esta materia otra sería la opinión que se expresaría, mucho más seria, con mayor fundamentación documental. ¿Se haría daño a Bolívar con esto? No lo creemos. Más bien, abriríamos la senda correcta para la interpretación de la personalidad de Bolívar: político activo quien entendió que con mayor preparación humanística se podía acometer mejor la tarea pública, pues se tendría una visión más completa de la realidad.
CUARTO APENDICE
CONCORDANCIAS IDEOLÓGICAS Y LITERARIAS EN BOLIVAR
José Luis Salcedo Bastardo (Carúpano, 15 de marzo de 1926 - Caracas, 16 de febrero de 2005)
No son muchos los estudios especialmente dedicados al estudio de los rasgos literarios del estilo del Libertador. Algunos sin embargo son sugerentes, nos llevan de la mano a entender sus modos de expresión, la manera como un político utilizó el estilo para comunicarse con los demás. Esto, en una nueva faceta, llena de preciosos detalles, siempre sugestivos, es lo que nos ofrece José Luis Salcedo Bastardo(1926-2005) en sus Concordancias ideológicas y literarias en Bolívar (Caracas: Comité Ejecutivo del Bicentenario de Bolivar,1981. 59 p.) 271
Rufino Blanco Fombona (Caracas, Venezuela, 17 de junio de 1874-Buenos Aires, Argentina, 16 de octubre de 1944)
Es imposible examinar al Libertador como escritor político sin que las frases de Rufino Blanco Fombona (1874-1944) retumben en nuestros oídos. Tal ahora cuando nos detenemos ante este estudio de Salcedo. Escribió don Rufino:
”Con Bolívar se inicia un modo distinto de escribir en lengua castellana...Su estilo está lleno, desde la aurora, de alas, de ojos y de fulguraciones; el idioma de Castilla, asumió en la pluma del Libertador, desde el principio, actitudes nuevas, obtuvo sonoridades inauditas. Su estilo se ha conservado tan fresco que parece de ayer. Aquel lenguaje fulgurante, lleno de cláusulas cortas, de ráfagas de fuego, aquellas palabras de pasión, aquellas voces de apremio, aquellos gritos de odio, aquellos alaridos del patriotismo revelan al hombre nuevo...Lo primero que introduce Bolívar en literatura es el cambio del antiguo retoricismo, incompatible con la urgencia de su pasión, a la cual se libra. Las imágenes surgen a borbotones en su naturaleza de poeta...Con Bolívar se realiza la revolución de independencia en las letras castellanas, o para no salir de casa, en las letras americanas. Fue también en literatura el Libertador...La mitad de su influencia política con los contemporáneos debióla a su palabra...las Cartas de Bolívar...esa correspondencia, preciosa por su valor literario e histórico, y mas preciosa todavía como revelación psicológica de aquella gran sombra continental...En literatura es romántico...Su prosa es siempre rotunda; las imágenes nuevas y osadas; el estilo fogoso, volador” 272 .
Sobre el por qué de sus Concordancias... nos dice su autor: “La concordancia ideológica vive y se aprecia en este caso bajo las exterioridades literarias pertinentes, jamás equívocas no obstante admitir diferentes modos”(p.24).
Y mas adelante acota:
“Otra faceta de las concordancias literarias e ideológicas de Bolívar es la del insistente uso de metáforas, preferentemente sobre un mismo objeto, así como de figuras tal como la repetición, la anáfora y la reduplicación, con ánimo de ser rotundo y enfático en la expresión como si buscara grabar en todos su pensar”(p.36).
Así para entender al político, repetimos, que se expresaba con gran belleza literaria, hay que tener en cuenta lo que anota Salcedo
“En su atinado uso del lenguaje, la literatura y sus medios y posibilidades de expresión, así como de todos los misterios de la palabra se transparenta una inteligencia excepcional, mágicamente edificada sobre sí misma, y proyectada en función del hombre y las edades.
Fidedigna, coherente, orgánica, vasta y plena. Su estudio es una incitadora, fascinante e inagotable tarea”(p.45-46).
En su incursión a través de los rasgos literarios del estilo del Libertador parte Salcedo de tres puntos, expuestos por él, a partir de 1943, a lo largo de mas de medio siglo de magisterio bolivariano. Ellos son:
“la afirmación sobre la coherencia ideológica y doctrinaria de Simón Bolívar, la cual se patentiza en un líder de ideas claras y acciones consecuentes, en sintonía adecuada con su tiempo, y vigente mucho más allá de su estricta circunstancia...
En segundo término, la percepción de la organicidad de su pensamiento variado y múltiple...Por último...resalta en Bolívar una proyección de positiva modernidad y de futuro, en claro alcance supranacional...libre, democrático, popular, igualitario, justiciero, integrador, siempre actual y hoy más urgente y vivo que nunca”(p.12).
Y sobre el uso que hacía de la palabra subraya que fue “ingrediente regio y recio...Herramienta prima para la edificación”(p.12).
Y continúa
“En su obra publicada hemos hallado la certidumbre de un mensaje homogéneo, fiel a sus ideas fundamentales, evidenciado en un tenaz ejercicio de armonías de esencia y estilo. En sus constantes de expresión, tanto la reiteración de frases, como en las metáforas y símbolos, se percibe con nitidez una personalidad conceptual erguida sobre una segura unidad ideológica”(p.14).
Para Bolívar, dice Salcedo, había una relación entre alma y pensamiento(p.14).
El núcleo rector ideológico de cuanto propone es uno sólo: la patria. Que para él significaba, tal su carta al general Andrés Santa Cruz(octubre 26,1826):
“Primero el suelo nativo que nada; él ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro propio país; allí se encuentran los testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado el alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sagrados al amor y a la consagración?”(p.16,
Subrayados de Salcedo).
En esta carta están expuestas las bases de su concepción de la patria pero también los rasgos de los cuales hay que partir para definir nuestra identidad nacional.
Aglutinantes reveladores de la patria: fueron para el Libertador el suelo, sus elementos, la luz, sensaciones, experiencias, amores, historia, cultura(p.28). Pero patria, escribe Salcedo, “que, además, de una palpable realidad, es una vivencia inspiradora, se halla sustancialmente vinculada a dos valores: la libertad y la gloria”(p.18), pero para el Libertador, la “libertad y la gloria, atributos que perfeccionan la imagen actuante de la patria, reclaman como supuesto consustancial el fundamento de la unión”(p.24)
Concuerdan lo ideológico y lo literario a través de la metáforas, en donde las alusiones al mar son constantes, “en conexión con sus estados subjetivos de crisis, soledad y desaliento”(p.36).
Otra fuente son los conceptos que provienen de la física: estabilidad, equilibrio, movimiento, quietud, fuerzas.
CITAS BIBLIOGRAFICAS:
265. Para la comprensión más honda del significado de la influencia, educativa y psicoterapéutica, ejercida por Simón Rodríguez en el Libertador es imprescindible la lectura del libro del psiquiatra Moisés Feldman: Las Crisis psicológicas de Simón Bolívar, 104 p. allí está expresada la clave del riquísimo proceso de interacción entre ambos.
266. Consultar José Luis Salcedo Bastardo: Crisol del americanismo. La casa de Miranda en Londres. Caracas: Cuadernos Lagoven, 1980. 107 p.
267. Simón Bolívar: Escritos,t.II, Vol. I,p.143-145.
268. Simón Bolivar: Escritos del Libertrador,t.II,Vol.I,p.144-145.
269. Este artículo fue publicado en El Nacional, Caracas: julio 8,1974, Cuerpo A,p.4.
270. Andrés Bello:”Noticia sobre la Victoria de Ju8nín, Canto a Bolívar, de José Joaqupin Olmedo”, en sus Obras completas,t.IX,p.225-232.
271. Conectado con el estudio Concordancias ideológicas y literarias en Bolívar, esta la antología, compilada por el mismo Salcedo Bastardo, Bolivar. Introducción, selección y títulos: José Luis Salcedo Bastardo. Caracas: Academia Venezolana de la Lengua,1984. 447 p.
272. Rufino Blanco Fombona: El espíritu de Bolívar,p.186-198. No olvidar sobre esto mismo la acotación de Uslar Pietri en sus Letras y hombres de Venezuela, en el capitulo “Bolivar”(p.54-66):”Puede Bolivar tomarse por el primer prosista hispanoamericano de su hora. Recuérdese el estilo de la época, la frialdad, el sonsonete, el retórico alargamiento de aquellas oraciones pomposas y huecas que escribían lso maestros de entonces…Es toda una nueva sensibilidad y un nuevo sentido lo que se revela por contraste en la prosa bolivariana tan directa, tan viva”(p.61-62).
Tambièn quiero anexar al libro de Roberto Lovera De Sola la biografia de Rafael Ramón Castellanos el gran librero de Caracas, que conoci y con quien comparti momentos inolvidables,en su librería del Pasaje Zingg donde uno descubria teroros invalorables, de la mano de este hombre nacido en Santa Ana de Trujillo, Edo. Trujillo el 7 de agosto de 1931. Hijo de Efigenio Castellanos Pèrez y María Evangelista Villegas Viloria.
Contrajo nupcias con Ángela Robira Peña Dávila, y el enlace tuvo 6 hijos: Juliaknova Ninoska (1952), Tania Ivonne (1954), Xiomara Nohemí (1959-2013), Dhynora Ivette (1964), Rafael Ramón (1970) y Rómulo Daniel (1973).
Estudió filosofía, y periodismo en la Universidad Central de Venezuela, UCV.
Fundó la librería Primicias Literarias (1955); y años más tarde, La Gran Pulpería del Libro Venezolano (1981), en el Pasaje Zingg, en el Centro de Caracas, que luego por necesitar más espacio para los libros mudó en el año 1999 a Chacaito.
Ejerció los siguientes cargos: Director del Museo Bolivariano (1959); Primer Secretario Embajada de Venezuela, Encargado de Negocios en Paraguay (1959-62); Cónsul General de Venezuela en Bogotá, y Consejero de la Embajada en Colombia (1969-74); Vice-Decano del Cuerpo Consular de Bogotá (1971-72); Decano del mismo Cuerpo Consular (1972-73); Coordinador de Publicaciones de la Presidencia de la República (1975-79); Secretario Ejecutivo de la Fundación para el Rescate del Acervo Documental venezolano, FUNRES (1978-83); Director de Publicaciones de la Presidencia de la República (1980-84); Comisionado de la Presidencia de la República para asuntos culturales y publicaciones (1993-94); Asesor de la Presidencia de FOGADE (2004-2005); y Asesor del Ministerio del Poder Popular para la Economía Comunal (2007-2009).
Miembro de los siguientes institutos: Academia Venezolana de la Lengua (1995); Academia Nacional de la Historia, Venezuela (1995); Academia Colombiana de Historia (1971); Círculo de Escritores de Venezuela; Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias de Colombia (1972); Sociedad Bolivariana de Colombia; Sociedad Bolivariana de Venezuela; y Centro de Historia del Estado Trujillo.
Obtuvo los siguientes premios: Mención Honorífica Premio Mario Briceño Iragorry 1958); y el Internacional “Gran Mariscal de Ayacucho” por su obra Sucre creador del Derecho Internacional Humanitario (1995).
Algunos de sus escritos son: Historia del periodismo trujillano (1957); Relación de un viaje por tierra de los Cuicas (1959); Guzmán Blanco íntimo (1969); Páez, peregrino y proscrito (1974); Rufino Blanco Fombona (Ensayo bibliográfico, 1975); La sublevación militar del 7 de abril de 1928 (1978); Historia del seudónimo en Venezuela (1981); Caracas en el centenario del nacimiento del Libertador (1983); Historia de la pulpería en Venezuela (1988); El milagroso médico de los pobres en Isnotú (1991); Un hombre con más de seiscientos nombres (Biografía de Rafael Bolívar Coronado) (1993); Caudillismo y nacionalismo (1993); Los fantasmas vivientes de Miraflores (1994); Sucre creador del Derecho Internacional Humanitario (1995); Para la historia de Ejido de Monay y la llanura interminable y fecunda (1998); Miranda y el Pendón de la patria (2005); Simón Rodríguez, pensador universal y pulpero de Azángaro (2005); Bolívar, el hombre (2006); La Trujillanidad (2008); y Simón Rodríguez, las Misiones y el Socialismo del siglo XXI (2008).
El Doctor en Filosofía y Letras, periodista, historiador, ensayista, crítico literario y biógrafo trujillano Rafael Ramón Castellanos Villegas murió el 13 de abril de 2019.
FIN DE LA OBRA.