"La trama secreta còsmica de una crónica extraña y silenciada..."
Entre los dias 11 y 12 de Octubre en Venezuela miles de personas se acercan hasta la montaña de Sorte, en el oeste de Venezuela, donde según la tradición nació María Lionza.Durante la Semana Santa y el Día de la Raza (12 de octubre), son numerosas la peregrinaciones a la montaña de Sorte, la cual se encuentra ubicada cerca de Chivacoa, en el estado de Yaracuy. Buscan recodos en el bosque para construir altares y llevar a cabo rituales, en su mayoría sanatorios. El culto es sincrético e involucra pruebas de fe cotidianas para sus practicantes, como el “pase del vidrio” o el “pase del fuego”.
Vean la fotogalería de Prodavinci sobre el culto de María Lionza hecha por Leo Alvarez.
A este lugar llegan los devotos con el objeto de hacerle todo tipo de peticiones a María Lionza, las cuales puede ir desde la cura de enfermedades, la solución de problemas de amor, hasta la obtención de riqueza o poder. Para que los favores les sean concedidos, los creyente eligen un rincón en el bosque o un recodo en el río, donde construir un altar desde donde invocarla. El altar en cuestión se decora con fotografías, figuras estatuillas, vasos con ron o aguardiente, tabacos, cigarrillos en cruz, flores y frutos. Asimismo, el altar debe estar presidido por la Reina María Lionza, quien en el mundo del espiritismo es la "monarca de cuarenta legiones, formadas por diez mil espíritus cada una". Al lado de la Reina, colocan a Guaicaipuro, el cacique que luchó valientemente contra los conquistadores españoles en el valle de Caracas y que preside la Corte Indígena; y al otro lado, colocan al Negro Primero, el único negro con rango de oficial en el ejército de Bolívar, que preside la Corte Negra.
El "espiritismo marialioncero" sólo reconoce a la Santísima Trinidad y a la Virgen María por encima de la tríada que encabeza María Lionza...
La moda ha hecho que se olvide lo esencial del culto y se haya distorsionado pues le han incorporado "partes fundamentales de la santería cubana, elementos significativos de los cultos Shangó del Brasil, aspectos destacados del vudú haitiano, elementos de la magia de los cultos dominicanos, y también se han adherido aspectos budistas, espíritus extranjeros como Mister Hay o Mister Vikingo con su corte, y la corte malandra."
Los antropólogos consideran que la existencia de diosa María Lionza dentro del espiritismo venezolano constituye el rasgo peculiar del culto en el país, lo que lo diferencia de las prácticas en otros países de la región.
Es oportuno conocer el mito de Maria Lionza De acuerdo con la antropóloga venezolana Daisy Barreto (1990: 12), las referencias más antiguas al culto se encuentran en un cierto número de testimonios orales que datan de principios de siglo, en los cuales campesinos de la región de Yaracuy y algunas áreas adyacentes discuten la existencia de una devoción de corte campesino a la Reina María Lionza en las sierras de Sorte. En ese tiempo, el culto se circunscribía a esa pequeña región y estaba basado en la devoción a los antepasados, en su mayor parte caciques indígenas y héroes de la independencia venezolana. En general, en los ambientes académicos venezolanos se considera que este culto rural de principios de siglo era una síntesis de algún tipo de prácticas y creencias de origen indígena que soportaron el empuje de la evangelización católica y se mezclaron posteriormente con elementos africanos traídos por los esclavos que fueron llegando a las haciendas de la región. En cualquier caso, los detalles específicos de estas mediaciones permanecen en la oscuridad y son
todavía objeto de especulación.
Algunos autores han situado el momento inicial de la expansión del culto durante la larga dictadura de Juan Vicente Gómez, entre 1908 y 1935 (Clarac de Briceño, 1970: 368; Pollak-Eltz, 1972: 33). Durante el régimen autocrático de este primer “mago” de la modernidad petrolera venezolana, el país pasó de ser un atrasado nicho agrícola a ser “el segundo productor y el principal exportador mundial de petróleo” (Coronil, 1997: 69-70). Clarac de Briceño y Pollak-Eltz están de acuerdo en que Gómez era, a su manera, un devoto y promotor del culto a la Reina María Lionza, aunque
hay testimonios de arrestos sistemáticos de médiums que ponen en entredicho esta interpretación.
Fue la dictadura de Gómez un tiempo en el que florecieron en Venezuela grupos cabalísticos, esotéricos y espiritistas (sobre todo kardecistas (de Alan Kardec ), que colonizaron una parte significativa del tiempo libre de las élites políticas y económicas (Pollak-Eltz, 1972: 33; Barreto, 1990: 22). Angelina Pollak-Eltz, en su libro clásico sobre el culto, sugirió que estos rituales elitistas estaban en la base de la configuración espiritista del mundo
marialioncero, aunque la única prueba que aporta es la de la coexistencia temporal de ambas prácticas (1972: 33)
Para Barreto, lo verdaderamente relevante en relación a la expansión y popularización nacional del culto tuvo lugar unos años después de Gómez, en la década de 1940 (1990: 10). Por un lado, hubo en estos años una fuerte migración de nativos de las regiones de Yaracuy y Carabobo (de donde es originario el culto) a las ciudades emergentes de los valles centrales venezolanos; por otro, la caída de Gómez supuso la apertura de un nuevo espacio intelectual en el cual se produjo una búsqueda inquieta de los “orígenes auténticos” de lo venezolano (ibid.: 22). En este contexto,
proliferaron estudios y obras artísticas basadas en el rescate y recreación, en muchos casos de tipo folclórico, de los espacios sociales y culturales ocupados por las poblaciones indígena, afroamericana y campesina.
Uno de estos intelectuales que por entonces desarrollaron sus trabajos,fue Félix Gilberto Antolínez Ayestarán pintor, dibujante, poeta, ilustrador y grabador, nacido el 23 de Agosto de 1908 en la antigua hacienda “Comunivare” de San Felipe, quien con el correr del tiempo se haría reconocer a través de la literatura como el precursor del estudio de las etnias americanas De la extensa obra de Antolínez es justo reconocer que fue el precursor del estudio e historia de María Lionza, a través de la versión más antigua del mito en la revista Guarura, hacia el año de 1939.
A su paso por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación Nacional en su condición de Comisionado de Investigaciones Indigenistas fue cuando verdaderamente alcanzó interesarse en el estudio de las etnias americanas, donde logró la fundación del movimiento indigenista venezolano junto a Tulio Febres Cordero y Tulio López Ramírez, en acciones que finalmente lo llevaría a formar parte del grupo de arqueólogos que realizarían las primeras excavaciones estratigráficas en el oriente del país, junto al equipo que enviara la Universidad de Harvard. De ahí sus pasos siempre se enrumbarían hacia el estudio de las sociedades indígenas americanas con el valioso aporte literario de sus obras ejerciendo el periodismo, la crítica y la crónica, experiencias que conjugaría con su buena fama de pintor, dibujante, poeta, ilustrador y grabador, pero sobre todo un guardián de recuerdos para evitar su olvido y revelar los instantes del ayer y el hoy para vivirlos intensamente como quiera que lo presente el destino, y así lo describió Orlando Barreto, Cronista Oficial del municipio Independencia, amante también de las letras y aplicado estudioso de la obra de Antolínez (1994), en el prólogo del libro "Los ciclos de los dioses": "Lo antiguo y lo de mañana tiene un rostro desconocido, ese rostro que creemos conocer y al cual damos facciones fijas según nuestras convenciones, tienen la naturaleza proteica del cambio permanente y la vocación excepcional por el misterio y el amor". (p.9)
Gilberto Antolínez asesoró al escultor venezolano Alejandro Colina, para realizar la figura hecha en piedra que muestra a la Reina a lomo de su danta
Mito de María Lionza
Antolínez fue el precursor del estudio e historia de María Lionza, a través de la versión más antigua del mito en la revista Guarura, hacia el año de 1939, que nada tiene que ver con hechizos, ni licor, ni espíritus. La transcripción de Antolínez (1995), cuenta en el libro Los Ciclos de los dioses, que “Los indios Jirajara-Nívar, (Nivare, Nirva, Niruá o Nuare), en una fiesta de fin de cosecha, recibieron de su gran Piache un doloroso presagio. Decía el mismo que viniendo los tiempos nacería una doncella, hija de cacique, con los ojos de tan extraño color que, de mirarse en las aguas de la laguna, jamás podría distinguirse las pupilas. Tan pronto como esta mujer de ojos de agua se viese espejada en alguna parte, por el doble hueco vacío de las niñas de la imagen, iría saliendo una serpiente monstruosa, genio de las aguas, la cual causaría la ruina perpetua y extinción de los Nívar. Grande fue la aflicción de aquella altiva tribu. Pero pasó el tiempo, y todos los caciques, cada vez que nacía una niña, pasaban temores sin cuento hasta que se les anunciaba que, como siempre, la recién nacida tenía los ojos negros”. (p. 163). Al parecer esta es la leyenda que da origen al culto a María Lionza en Venezuela.
Para los yaracuyanos María Lionza encierra el mito que nos acerca a los ríos y montañas para preservar la riqueza del ambiente pleno de flora y fauna; ella, Lionza, protectora de los bosques, el manto esmeraldino hecho naturaleza, muy alejado de la superstición relacionada con prácticas espiritistas, ocultismos y fenómenos paranormales.
Ya se notaba entonces el afán del escritor Antolinez por enrumbar sus letras hacia el recóndito universo de la leyenda, que luego con el devenir de los años sería devorado por el mito, en una ambientación que dista mucho del cansancio sino más bien del acoso visual hacia el influjo de una lectura amena en cada una de sus hojas, donde casi en prosa lírica refleja la azarosa existencia de la mujer indígena que habría de convertirse en mito.
Alejandro Colina (Caracas, Venezuela, 8 de febrero de 1901-23 de octubre de 1976) fue un escultor venezolano.1 Colina es uno de los máximos exponentes de la escultura monumental venezolana, y enmarcará gran parte de su obra dentro del bagaje cultural de las comunidades indígenas autóctonas, celebrando con sus esculturas los mitos, leyendas, diosas y caciques de las etnias venezolanas. Fallece en 1976, a la edad de 75 años. Su obra más conocida es la Estatua de María Lionza, parte del conjunto de la Ciudad Universitaria de Caracas
En la autopista del Este en Caracas, se yergue todopoderosa la escultura incomparable del escultor venezolano Alejandro Colina, hasta que la quitò Hugo chavez y la traslado a un depòsito, quien fuera asesorado por el escritor Gilberto Antolinez para realizar la figura hecha en piedra con la fuerza impresionante y el calor férvido del mito universal, que muestra a la Reina a lomo de su danta. María Lionza es un símbolo de la raza, la clara característica del mestizaje hispano-indígena y africano.
Casi podríamos decir que Antolínez bordó con plumas de guacamaya los adornos del indígena americano; lloró con las angustias del hambre ajena, brindó con los chamanes el elíxir de las cosechas; pintó los atardeceres sobre el rumor de los ríos, y no sería extraño concebir también que dibujó los lunares del jaguar, ese animal “dotado de altos poderes” relacionados con las creencias del ciclo andino-forestal-amazónico, asociado también a la luna, las estrellas, el sol, el rayo y las lluvias.Barreto indicó que aunque muchas culturas sostienen una visión del indígena en aspectos exógenos, “sin trascender meramente lo objetual” la obra de Antolínez se encuentra absorbida “por una pasión lúcida” que rechaza toda actitud prepotente y objetual, precisamente lo que otorga al autor “un carácter de perdurabilidad que lo salva de cierta efímera actualidad que va de una literatura anecdotista hasta aquella ciencia antropológica que muchas veces no pasa más allá de las demarcaciones del manual y de la estrechez académica”.
Aquí surge un aspecto inocultable por su condición de realismo pertinente, y es que muchos coterráneos desconocen el inmenso valor de Antolínez como autor yaracuyano y el aporte que le dio, no sólo a las letras de la región, sino a Venezuela y al Continente Americano, aunque hay un hecho que llama poderosamente la atención, y es que aún a esta fecha mucho de su material bibliográfico se encuentra en el olvido, “asombrosamente ignorados, menospreciados o deliberadamente puestos a un lado”, despreciando el invalorable aporte a las letras americanas de este gran autor yaracuyano, por lo que desde las páginas de Bitácora del Cronista de San Felipe, hicieron un llamado a la reflexión hacia el rescate y profundización del estudio de sus obras, sobre todo por la gratificación que nos ofrece el conocimiento de los personajes de mayor relevancia en el Yaracuy del siglo pasado y principios del antepasado regional tal como lo ilustra en su libro “Retratos y Figuras”, (1997) donde describe en prosas del alma, la vida de aquilatados personajes del San Felipe de ayer: Leonor Bernabó, Federico Quiroz, Ramón Urbano, Elisio Jiménez Sierra, Pálmenes Yarza y Manuel Rodríguez Cárdenas, todos coterráneos de su generación, sin menospreciar el hecho cierto de la gran cantidad de vecinos, escritores, autores, artistas y profesionales, en fin, mujeres y hombres cuyo valioso aporte reconocemos por la inestimable contribución enriquecedora de nuestro patrimonio cultural.
Antolínez preservó el recuerdo indígena de los pueblos que para él jamás fueron parte del olvido sino más bien su amor de toda la vida, porque él sabía que nuestro pasado debe ser reconocido por todos e interesarnos intensamente, pues, como cita de Cicerón el historiador Martín Rubio: “Si ignoras lo que ocurrió antes de que tú nacieras, siempre serás un niño”, y por esa razón, èl dominó el arte de la palabra y las letras al servicio del pueblo en su eterna lucha contra “la mentira, la ignorancia y la ambición”, para que el olvido no se apropiara de los recuerdos.
A nuestro Antolínez indigenista, escritor, amante de la sencillez y de las letras, hoy le honro cuando cito a Maria Lionza, y lo recuerdo anciano y abrigado de soledad y recuerdos, falleció el 5 de mayo de 1998 a la edad de 90 años, en Caracas en su residencia de la urbanización Carlos Delgado Chalbaud, en la vereda 63 de Coche. Sólo sucumbió su cuerpo, pues su memoria sigue intacta en el corazón de sus coterráneos y quienes le conocimos.
Lo más importante de este proceso es que al “textualizar” Antolínez este “mito” y defenderlo fervientemente como auténticamente venezolano, consiguió convertir su versión particular de una serie de historias locales en una influyente alegoría de la nación (1943;1944; 1967). Pero aunque Antolínez fue a la larga el más conocido del grupo de autores que se lanzó a la búsqueda de los orígenes de la nación, el “mito de María Lionza”, desalojado por un tiempo de los meandros de la memoria popular, se entrelazó también con los mundos de fantasía de gente como Francisco Tamayo (1943) o el poeta yaracuyano José Parra (s/f). Estos dos autores enfatizaron en sus respectivas recreaciones los aspectos “bucólicos” e “indígenas” de la vida fantástica de María Lionza (Tamayo, 1943: 234), tratando de neutralizar los aspectos “terribles” que dominaban la versión de Antolínez y contribuyendo así a la promoción turística de Yaracuy (Parra, 1978: 406).
Entre todos ellos, gracias al desarrollo de la prensa escrita, consiguieron ubicar a María Lionza en el corazón de una comunidad imaginaria basada en un su puesta “esencia” indígena local (Anderson, 1991).
El mito de María Lionza creado en la década de 1940, una vez textualizado e instalado en el imaginario nacional como paradigma de una femineidad indígena, fuente primigenia de la nación, sufriría posteriormente numerosas reelaboraciones a manos de la élite venezolana.
Al mismo tiempo, el mito se filtró de vuelta a la matriz popular de la que brotó en primer lugar, y allí se mezcló con versiones más locales o parciales, cristalizó en nuevas configuraciones y se fragmentó de nuevo en una infinidad de variantes.
La dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) truncó por unos años este impulso intelectual proindígena. Durante su gobierno hubo un esfuerzo sistemático por crear una nueva conciencia nacional que cristalizó en 1955 en la formulación del Nuevo Ideal
Nacional. Esta ideología, destinada a generar y sostener la “imagen de un colectivo unificado embarcado en un proceso civilizatorio”, estaba basada en la manipulación política de la historia, la religión y la cultura popular (Coronil, 1997: 169). Con este fin, se creó una
devoción nacional en tomo al culto de los héroes de la independencia (expresada en la identificación del dictador con Simón Bolívar como lo hicieran en 1992 los guionistas extranjeros en torno a Hugo Chàvez), los caciques indígenas, los santos regionales y el icono de la Virgen de Coromoto, que fue declarada Patrona de Venezuela en 1952 con la bendición del papa Pío XII.
El Estado, con la intención de apropiarse de la vitalidad de lo popular y al mismo tiempo mantenerlo bajo control, oficializó ciertos elementos del “folclore” y los utilizó para reforzar la simbología del poder, mientras que perseguía y marginaba otros (Coronil, 1997: 171-172). El caso de María Lionza es paradigmático de esta actitud ambivalente.
Sabemos todavía relativamente poco de la dinámica ritual y geográfica del culto popular a María Lionza durante este periodo. En 1993 y 1994, el culto era ostensiblemente más simple de lo que es hoy en día, y en esencia consistía en ceremonias curativas basadas en la manipulación sagrada de oraciones católicas, hierbas, velas blancas, licores y agua. Los trances eran considerablemente más suaves y menos dramáticos que los actuales. Todos los informes evocan un espiritismo más recogido,
menos público y competitivo, fuera de los circuitos comerciales en los que ahora se halla inserto. Al mismo tiempo, estos médiums denuncian la existencia de una pauta sistemática de represión por parte del Estado que provocó que muchos de ellos acabaran en
cárceles de alta seguridad. Barreto (s/f) describe, a partir de noticias aparecidas en periódicos de la época, como el Estado, aliado con la Iglesia católica y el gremio médico, utilizó la tristemente famosa Ley de Vagos y Maleantes (una versión revisada de una antigua ordenanza colonial española puesta en práctica en 1795) para reprimir el culto. Este marco jurídico, en el cual los “brujos”, “hechiceros” y “adivinadores” que “explotan la ignorancia o superstición por medios ilícitos” eran clasificados como “maleantes”, fue utilizado para organizar campañas de saneamiento social donde se les criminalizaba, perseguía y arrestaba como “enemigos de la salud” (ibid.).
Las Venus de Tacarigua.
Irónicamente, de acuerdo con el testimonio de Octavio Tous, un escritor y erudito que, como joven protegido de Pérez Jiménez, estaba próximo a los pináculos del poder, el culto se practicaba de modo ferviente entre las élites, incluido el presidente y algunos
de sus generales más cercanos. Desde su nostalgia, Tous describe unos extravagantes rituales donde se utilizaban perfumes importados de París, capas doradas, champaña, etcétera. Tous considera que este espiritismo de élite supuso la culminación de la “pureza” del culto a María Lionza, que no ha dejado de degenerar
y “prostituirse” desde entonces —en las manos incapaces de las clases populares y de jerarcas del chavismo—, mezclándose con influencias tan “nefastas” como la santería cubana y la macumba brasileña, entre otras y con Nicolàs Maduro y los cubanos invasores con paleria, adoraciòn a Sai Baba, .
Fue precisamente en este ambiente modernizador tan característico de la última dictadura venezolana donde, en 1951, se erigió la imponente estatua de concreto de María Lionza en el viejo Puente de los Estadios de Caracas, por encargo del propio presidente de la República. La iconografía altamente sexualizada de esta estatua, que hoy era un importante hito visual en la principal entrada de Caracas —atrapada en la divisoria central de una transitada autopista de seis carriles— y también una de las imágenes más populares en el culto, es un producto directo de la imaginación del famoso escultor indigenista venezolano Alejandro Colina, autor de un buen número de las estatuas de caciques que pueblan plazas y parques en distintos lugares del país. La
María Lionza de Colina es una sensual mujer indígena cabalgando desnuda en una danta, con los brazos alzados sujetando una pelvis. De este modo, mientras que el Estado reprimía la devoción popular a la Reina, asumía de modo grandilocuente su mitología en el marco legitimador del Nuevo Ideal Nacional (véase Coronil, 1997: 170).
En estos mismos años, la textualización e imagen de María Lionza fue objeto de una nueva reelaboración influyente cuando la famosa poetisa Ida Gramko, una de las primeras “niñas prodigio” de la literatura venezolana (Liscano, 1984: 229), convirtió a la diosa en protagonista de una obra de teatro profundamente lírica, estrenada en 1957. La “María Lionza” de Gramko, descrita como un “drama mágico agrícola” de proyección universal por su director de escena Alberto de Paz y Mateos, se convirtió en un éxito de público con más de cuarenta representaciones consecutivas. La obra plantea el dilema de la María Lionza mujer —un torbellino de emociones y pasión— frente a la María Lionza diosa —que lucha por la castidad y la trascendencia—. En el guión, Gramko envuelve su creación poética en una atmósfera fantasmagórica atravesada por corrientes de deseo circulando entre dioses y humanos.
Así, durante la década de 1950, María Lionza continuó su metamorfosis a través de estos procesos ideológicos y artísticos. De acuerdo con el antropólogo Gustavo Martín, las reelaboraciones que tuvieron lugar en el catolicismo popular resultaron en la iden-
tificación, que hoy continúa con fuerza, entre María Lionza y la Virgen de Coromoto, la cual había sido construida por el Estado como una cruda “apología de la raza blanca y de la evangelización”. Este proceso de identificación no es sino un giro de tuerca más en lo que Martín considera la progresiva “hispanización” del mito de María Lionza (1983: 149).
A pesar de los esfuerzos continuos por cooptar, reestructurar o desmantelar las creencias y prácticas del culto a nivel popular, éstas han mostrado a través de
los años una importante autonomía y fortaleza gracias en parte a su propia naturaleza desarticulada. Esto ha sido incluso en aquellos casos en los que han bro-
tado proyectos de unificación y liderazgo centralizado en su seno. El principal intento de organizar el culto popular a María Lionza desde dentro tuvo lugar a partir
de la década de 1960, y ha sido con frecuencia catalogado por los investigadores, de un modo ciertamente reduccionista, como un típico “culto de salvación” de
dimensiones “mesiánicas” o “milenarias”
La protagonista de este frustrado esfuerzo de unificación, una poderosa médium (o materia) que se hace llamar Beatriz Véit-Tané,
dedicó varios años de su vida a la ardua tarea de crear una ortodoxia espiritista, una estructura burocrática centralizada y
un cuerpo de pautas normativas para el culto mediante la organización de asociaciones, la publicación de panfletos, la promoción de encuentros entre espiritistas, la fundación de un partido político de escasa repercusión, la colaboración con investigadores de diversa índole y la exposición de su proyecto en los medios de comunicación.
En 1963, Véit-Tané publicó el libro María Lionza y yo, una suerte de manifiesto espiritista que fue reeditado en 1975 para ser presentado en el “Primer Congreso Mundial de Brujería”, que tuvo lugar en Colombia.
En este breve volumen, lleno de fervor religioso, giros poéticos y un alto grado de nostalgia por la difuminación de una presunta autenticidad indígena del culto, Véit- Tané formula su propia “filosofía del culto aborigen a Nuestra Madre Reina María Lionza”. La autora describe a María Lionza, con la que se identifica, como una poderosa diosa india vinculada a los caquetíos —uno de los grupos étnicos que poblaban el Yaracuy prehispánico— y dotada de una “fuerza primitiva” y “universal”.
En este contexto, la Reina venezolana no es sino el avatar americano de una genealogía telúrica universal que incluye a divinidades tales como Buda en Asia,
Santa Bárbara en Europa, y Changó en África (1975:51 y ss.).
Véit-Tané, que se convirtió en una importante figura pública y se autoproclamó representante máxima del culto, creía que la ciencia acabaría por rendirse ante la poderosa realidad del espiritismo, legitimando así, de forma fehaciente y definitiva, su autenticidad.
En este espíritu, la sacerdotisa colaboró inicialmente con estudiosos tales como antropólogos, sociólogos, psicólogos y parapsicólogos. Sumergida en el vocabulario típico del discurso paracientífico del kardecismo francés y otras formas de espiritismo erudito, Véit-Tané concebía al culto de María Lionza como una fuerza primordial y misteriosa que provenía de las profundidades de la naturaleza y el tiempo. Por lo tanto,
constituía un verdadero reto para los paradigmas explicativos de la ciencia. Para ella, el espiritismo no sería sino una forma de magnetismo curativo que existe ahora del mismo modo en que existía la electricidad antes de ser capturada en leyes físicas irrefutables gracias al avance del conocimiento científico —es decir,
fluyendo invisible, escurridiza y misteriosa en la “atmósfera” (1975: 34). Articulando su discurso desafiante desde el pie de la famosa y sensual estatua de la Reina creada por Colina, Véit-Tané llegó a ofrecer su cuerpo y el de otras materias a los investigadores para que exploraran sistemáticamente el funcionamiento
Véit-Tané, es un seudónimo. Su verdadero nombre es Beatriz Correa Casanova de Rendón.
La rumorología popular circula versiones apócrifas sobre sus presuntas relaciones amorosas con importantes militares y políticos. Más realidad tiene su famoso affair con José Luis Rodríguez, “El Puma”. Según la propia Véit-Tane, el éxito inicial
del cantante fue la consecuencia directa de un pacto con María Lionza, mediado por ella. Posteriormente, “El Puma” rompió con la sacerdotisa, se convirtió al evangelismo y acusó a los marialionceros de llevar a cabo ritos satánicos. Para Véit-Tané,
su actitud hacia el culto lo convierte en un anticristo.
El culto de María Lionza en Venezuela: tiempos espacios, cuerpos
lo presentò el chileno Mariano Diaz en un libro con fotos excelente: titulado "Maria Lionza, Religiosidad màgica de Venezuela donde observamos lo que Veit Tane describia del cuerpo humano, pues los devotos de María Lionza expresan la experiencia sagrada de los espíritus en un lenguaje de magnetismos, fluidos y fuerzas, términos sin duda provenientes de los libros de espiritismo erudito que son tan accesible en Venezuela, sobre todo los de Alain Kardek (1978;1980). Estas fuerzas, que se materializan sobre todo en los cuerpos de las materias y en fenómenos atmosféricos, viajan más rápido que el pensamiento y permean de formas diversas la vida cotidiana de los fieles. En la lógica dominante del culto, profundamente católica pero mezclada con elementos provenientes de otras tradiciones religiosas y esotéricas tal y como se han filtrado a la cultura popular, el Dios supremo obliga a los espíritus a encarnarse en médiums como pago por los pecados y errores que cometieron durante sus anteriores reencarnaciones como mortales. Hay una gradación de estos fluidos, sobre la que no hay acuerdo
unánime entre los miembros del culto, en términos de la cantidad de luz, elevación o pureza que poseen.
Esta luz está relacionada con el número de años que los espíritus han estado llevando a cabo curaciones y aconsejando a los terrenales, en las "materias" se activan el “gran simpático”, las “glándulas pituitarias y pinial” y el “sistema neurovegetativo” durante el trance, y así dilucidaran la naturaleza —y realidad — de la poderosa energía espiritual que circulaba por ellos. Esta “chispa divina”, domada e instrumentada por la ciencia, sería de gran utilidad en la cura de aquellas personas recluidas en “manicomios” y “casas de reposo” que no son sino “médiums en potencia” (ibid.: 36).
A pesar de su fracaso y de las duras críticas recibidas dentro del culto, donde se considera, en general, que la perdió su egolatría y su afán de notoriedad, Véit-Tané volvió con una propuesta a principios de la década de 1980. En 1981 registró oficialmente una organización llamada OMIP (Organización Mundial de Identidad e Integración de los Pueblos). En esta ocasión, el proyecto de Véit-Tané era consolidar este organismo para que llegara a operar al nivel de la ONU, la OEA o la UNESCO. La OMIP estaba orientada a la recuperación de las “raíces indígenas ancestrales” en el umbral del siglo XXI, un tiempo de profunda “crisis existencial”.
Para ello Véit-Tané proponía una serie de medidas misceláneas que incluían, entre otras, la erección de una estatua del legendario cacique indígena Guai-
caipuro —uno de los principales espíritus del culto marialioncero— en el Panteón Nacional, junto a las de Bolívar y otros generales de la Independencia de la
nación; la organización de un desfile conmemorativo de todos los pueblos latinoamericanos en el Paseo de los Próceres en Caracas; la creación de un programa
trasnacional de alfabetización y la modificación drástica y mundial del currículum de las escuelas con el fin de incluir estudios sobre la “tradición indígena”. En la última década y al aribo de Hugo Chàvez y los cubanos, Véit-Tané, que se considera traicionada por todos y que ve con desesperación como el culto de María Lionza se aleja a marchas forzadas de lo que ella considera su auténtica naturaleza, ha abandonado su sueño de crear una organización continental, o incluso nacional, y ha optado por continuar su práctica de forma discreta en la periferia del culto, lejos de los
focos y de la notoriedad (Daisy Barreto, comunicación personal...Una iniciativa de más calado, también en cooperación con INPARQUES y la Guardia Nacional, fue la de
constituir un directorio oficial de materias aptas para la práctica del espiritismo. La obtención de esta autorización para poder ejercer en la montaña precisa de
un certificado de penales, una certificación de registro con el Ministerio de Justicia y el testimonio de al menos tres personas que hayan sido sanadas (en un con-
texto terapéutico espiritista) por el solicitante. En conexión con este imaginario burocrático proyectado sobre la práctica espiritista en Sorte, la Asociación de
Brujos pretendia implementar, gradualmente, un examen estándar para médiums. Durante estos exámenes obligatorios, las materias habrían de entrar en trance delante de un tribunal de médiums y bancos designado por el comité directivo, que evaluaría el valor y autenticidad de la posesión de acuerdo con un baremo de cualidades óptimas establecido por la propia Asociación.
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Texto tomado de Francisco Ferrándiz. El culto de María Lionza en Venezuela: Tiempos, espacios, cuerpos. January 1999
Alejandro Colina (Caracas, Venezuela, 8 de febrero de 1901-23 de octubre de 1976)escultor venezolano. Colina es uno de los máximos exponentes de la escultura monumental venezolana, y enmarcará gran parte de su obra dentro del bagaje cultural de las comunidades indígenas autóctonas, celebrando con sus esculturas los mitos, leyendas, diosas y caciques de las etnias venezolanas. Fallece en 1976, a la edad de 75 años. Su obra más conocida es la Estatua de María Lionza, parte del conjunto de la Ciudad Universitaria de Caracas.
Es excelente el libro El hueso pèlvico (2002) de Yolanda Pantin (1954) donde se sumerge en las oscuras corrientes que cruzan el momento presente y atraviesa la categoría mítica de país y de nación, sin eludir la razón histórica para dar cuenta de este instante sostenido en la vivencia de la trágica división, del vacío amenazante. Este poema es un viaje al centro del país y un clamor desesperado a las fuerzas regeneradoras de lo femenino, única energía que puede conjurar la inconsistencia que nos define como patria, como país y como ciudadanos.
Yolanda Pantin es una reconocida poeta venezolana, dramaturga, ensayista, autora de libros infantiles y editora. Cursó estudios de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Cofundadora del grupo literario Tráfico en 1981 y de la editorial de poesía Pequeña Venecia en 1991, en 1989 recibió el Premio Fundarte de Poesía. Ha sido becaria de la Fundación Rockefeller y de la Fundación Guggenheim.
La poeta Yolanda Pantin gana el Premio García Lorca: «No soy una voz aislada, soy mis lecturas»Este premio nos rescata a todos los poetas venezolanos, nunca pensé que podría tener tan alto reconocimiento", destacó la escritora de 66 años de edad, que también ha incursionado en la literatura infantil y el teatroEn su XVII edición, el galardón, dotado con 20.000 euros, reconoce la trayectoria de la reputada escritora venezolana, que sucede a Julia Uceda