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Apostillas a "La trama secreta còsmica de una cronica extraña y silenciada"


El sagrado femenino es sagrado, y sin embargo, ha sido suprimido, degradado, y devaluado, por demasiado tiempo. A partir de la capacidad que tenemos las mujeres para engendrar vida, la divinidad de la diosa es la metáfora que explica cómo la tierra es una madre que nutre. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Nutre a sus hijos, a la humanidad. La divinidad de la diosa es la metáfora de la tierra como protectora, y como engendradora de vida, no la taromacho 4x4.

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Los primeros sacerdotes fueron las sacerdotisas, y los primeros hombres medicina fueron mujeres medicina. Las religiones populares del momento graban en sus escrituras historias de héroes y santos siendo tentados por mujeres malvadas. Quemaron brujas, mataron a las sacerdotisas, entre otras. Mientras las culturas y saberes en torno a la diosa fueron quedando ocultas, prohibidas, en el olvido. Las cualidades que la Diosa representa quedaron en el olvido también. Y así es como el hombre desde los sumerios, decidió que la ambición es más importante que el amor, que la lógica es más importante que la intuición

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Pero hay esperanza.

Desde el pensamiento occidental, el ser humano es el centro, la medida y el fin de todo cuanto existe, los únicos seres o sujetos con derecho somos los humanos, es la visión antropocéntrica la que ha desacralizado la Madre-Tierra, convirtiéndola en una cosa inerte, sin conciencia; aunado a la distorsión de la modernidad, lo que ha originado el desequilibrio climático, hídrico, energético, alimenticio y humano, rompiendo esa relación de existencia y coexistencia entre el ser y lo otro. Es por ello, que las disociaciones hombre-naturaleza han conducido a la profunda crisis en

que vivimos. Se ha perdido la visión sagrada de la Madre-Tierra, en la que se sitúa el respeto por la vida como centro y punto de partida de todas las disciplinas y comportamientos humanos y en el que se establece la noción de sacralidad.

En este recorrido por la visión de mi madre ancestral, que se busco en el tiempo que finaliza se no promovio contactar con el recuerdo como en los primeros años de vida se había cultivado el amor por la tierra, a escuchar los sonidos de la naturaleza y a temerle cuando le ocasionaba daño, eso siempre lo aprendemos de los padres, dce los que aprendemos de la paciencia, de la contemplación para esperar el nacimiento de una planta o de una flor, y es que, durante la infancia, se logra la conexión con la tierra.

Cada uno lleva consigo una historia, en la que la presencia de los símbolos hace posible la construcción de sentido, pues ordena la visión del mundo, y todo su sistema de representaciones, de discursos y prácticas para la realidad, lo que le permite actuar

sobre ella. En este recordar la historia personal, nos encontramos con el desprendimiento brusco que tenemos del símbolo femenino, y por ende nos desconectamos del sentido de la vida.

Esa necesidad de conexión con el arquetipo de la Madre, nos lleva a explorar el mundo indígena, en un inicio para responder a la pregunta de dónde venimos, por qué en la escuela no me habían enseñado sobre su existencia, y también por una necesidad que fluía en nuestro interior.

Ahora, en otra parte y otro tiempo de nuestra vida, y tomando herramientas teóricas que permiten el autodescubrimiento, se puede profundizar en esa etapa que nos ubica frente a nuestra madre biológica y a nuestra Madre Ancestral, y en las cuales- ambas- el desprendimiento ha sido un hecho recurrente, una por la

experiencia de vida y la otra por imposiciones de pensamientos y episodios históricos.

El hilo común, producto de ese desprendimiento, nos lleva a conectar por diferentes medios, siendo en los recuerdos más profundos de nuestro ser, el lugar donde logramos reconectarnos con nuestro REAL SER Para vivir plenamente tenemos que inclinarnos, tender las manos y traer de nuevo a la vida los niveles más profundos de la psique a partir de las cuales ha evolucionado nuestra conciencia presente”, es que el ser humano no sólo tiene un inconsciente personal sino un inconsciente colectivo, una mente

inconsciente heredada por cada miembro de la raza humana.

Para la sabiduría chamánica “somos estrellas con corazón y con conciencia”, esta cosmovisión discrepa de lo que occidente nos ha hecho pensar, en el que somos un ser esencialmente racional, sino un ser eminentemente emocional, producto del corazón y el sentimiento. Para Cassirer (1976) el ser humano desde que construye la cultura, se estructura como Homus simbólicus un animal simbólico, es capaz de dar sentido y significado a su existencia, a su forma de ser y estar en el mundo y de actuar dentro de este.

Ciertamente, la conexión de vida que se tine con los pueblos indígenas viene de la palabra, del sonido, de sus sabores ancestrales...Por eso, es de gran importancia autoanalizarse y revisar nuestras dimensiones simbólicas, porque es desde los símbolos en donde se constituye lo social. Los símbolos no son simples construcciones metafóricas sobre la realidad, sino que

son referentes de sentido de la acción social y política y, por tal razón, pueden ser instrumentalizados, ya sea para el ejercicio del poder, así como ser activados para su impugnación, para insurgir contra ese poder. Es fundamental entonces, analizar las culturas que hacen posible los universos de sentido que construyen los seres humanos y las sociedades.

Todas las culturas tienen lo sagrado como un elemento de la estructura de la conciencia que pertenece a todos los pueblos de todas las épocas, si damos una mirada, a las culturas más antiguas, parece como si la diosa madre hubiese sido la primera imagen

de vida para la humanidad, es porque el misterio del cuerpo femenino es el misterio del nacimiento, el misterio de lo no manifiesto, convirtiéndose a la totalidad de la naturaleza. Para hacer el recorrido de cómo han visto a la diosa Madre, es necesario

remontarse a los tiempos en que los seres humanos se reconocían como hijos de la naturaleza, vinculados con todas las cosas...

Han sido múltiples las imágenes de la diosa Madre a lo largo de la historia humana, en las que la fuente creativa de la vida se concibe en la imagen de una madre. Inicialmente, las imágenes de parto, del acto amamantar y de recibir al muerto de nuevo en el útero era muy comunes en el Paleolítico. Además, las diosas como fuente de vida se representaban de modo abstracto con la figura de un triángulo, o con una clara división de las piernas abiertas al inicio del vientre.

La diosa, también era comparada con diferentes animales, como la madre-pájaro que da a luz el huevo cósmico del universo, como la serpiente asociada con el espiral, el meandro y el laberinto que simboliza el intrincado sendero que conecta al mundo visible al invisible: “Es que en esos momentos los animales representaban

los poderes generativos de la diosa que garantizaban la continuidad de la vida”

En el caso de la cueva paleolítica, fue el lugar más sagrado, el santuario de la diosa, un lugar de transformación, era el nexo entre el pasado y el futuro de los hombres y mujeres. Esa cueva traía al mundo a los vivos y acogía a los muertos. En el arte de las cuevas es recordado el vínculo de los animales y los seres humanos: “en los rituales celebrados en las cuevas, la gente experimentaba de nuevo la espontaneidad de la vida animal, sacrificada con el nacimiento de la conciencia que reflexiona acerca de sí mismo”

Asimismo, la visión de la diosa se visualizó en las plantaciones y cosechas de los cultivos como madre nutricia de la vida, la mujer asistía a la tierra simbólicamente en su productividad. Ese misterio de la creación reflejado al dar a luz, la dota de un poder mágico ayudar a crecer a las culturas, a los árboles a dar fruto y a los animales a permanecer fértiles. Aquí es la diosa de la vegetación y de la abundancia de la naturaleza, cuyo útero son las profundidades de la tierra, de ella proviene la vida y a ella regresa.

Existe un sentido de valoración positiva de la oscuridad y de la humedad, de los huecos, de las grutas y oquedades, todos los cuales quedan simbólicamente asociados a lo que ocurre alejado de la luz y de la visión, en el interior, sea del cuerpo de la

madre (gestación), sea de la tierra (germinación de la semilla, regeneración-fusión del cadáver). Esa relación es “la visión maternal femenina, cíclica y rítmica, disuelve toda dualidad, incluida la de la vida y la muerte, en un abrazo cálido y consolador”.

Recordar el mito perdido de la diosa a través de las imágenes que existen como testimonio en la psique humana, esa visión de la unidad de la vida, tal como se ha descrito brevemente, originalmente imaginada como la diosa madre que da a luz las

formas de vida que son ella misma, nos hace detenernos como ese conocimiento olvidado de la unidad y sacralidad de toda la vida, pervive en nosotros como fundamento.

Pero la imagen de la unidad, encarnada en la diosa de la

vida, no sobrevivió a la visión de la guerra, y esto produjo que la gran Madre asumiera dos funciones separadas: la vida y la muerte, ya no vistas como complementarias

desde una totalidad, sino dos realidades opuestas. Para Mircea Eliade (1961) se perdió la creencia de la vida del cosmos y de la humanidad que constituyen una sola vida, es que, con la llegada de las imágenes religiosas, la visión del Dios padre creador del cielo y de la tierra mediante su palabra, inició la desacralización de la diosa Madre, porque él, que lo creo todo, está más allá de la creación, no dentro de ella.

A partir de ese momento la diosa Madre perdió su carácter mitológico y se asimiló a una mujer humana. En el génesis hay dos versiones sobre la creación de la primera mujer, Lilith, en el capítulo 1, Adán es creado al unísono con la diosa, desde algunas versiones es creada Lilith, primera mujer de la creación de Dios que vino del mismo polvo que Adán, otros explican que se creó con “toda suciedad y sedimentos impuros de la tierra, y de ellos formó una mujer. Como era de esperar, esta criatura resultó ser un espíritu maligno”. No consiguieron la paz porque cuando él quería acostarse con ella, Lilith se negaba considerando que la postura recostada que él le exigía era ofensiva para ella “porque he de recostarme debajo de ti yo también fui hecha del polvo y por consiguiente igual”, las constantes diferencias llevaron a Lilith a pronunciar el nombre de Dios y poder huir, y luego se convierte en la madre de más de 100 demonios al día y portadora de la muerte a los niños por el pecado de sus padres.

Seguidamente, en el capítulo 2, Dios después de crear a Adán y a todos los animales, convencido que no era bueno que el hombre estuviera solo, de una costilla creó a Eva “por ser ella la madre de todos los seres humanos vivientes”, la primera madre de la raza humana y no madre de todo lo que vive, a causa de lo que “hizo”, da a luz, en última instancia al pecado, la muerte, el dolor y el trabajo ” (Nueva Biblia de Jerusalén, Gen 1 y 2). Desde esta visión, la Madre-Tierra como diosa se desmitologiza, Eva se convierte en lo opuesto que era, ya no es dadora de vida, sino causa de la muerte, en la medida en que ella misma era también creación o naturaleza, la cual es maldecida con ella. SE PRODUJO EL INICIO DEL PLAN CONTRA EL FEMENINO

Otro aspecto que se puede resaltar, desde el mundo sumerio al que se redujo el cristianismo, es como Yavhé, el Dios

creador, exigió como mandato divino “no tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura, ni imagen alguna de lo que hay arriba en los cielos, abajo en la tierra o en las aguas debajo de la tierra” (Nueva Biblia de Jerusalén, Ex 20. 3, 4). Es una

nueva manera de mirar el mundo, lo divino ya no es de la naturaleza, el mandato es apartarse de las apariencias, por lo tanto, el amor a lo divino no puede estar relacionado con lo natural o con otra cosa del mundo. Antes a nadie se le había ordenado subyugar y dominar la tierra, “sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” (Nueva Biblia de Jerusalén, Gen 1. 28), una gran metáfora de propiedad y posesión, y los que son tratados de esa forma responden de forma recíproca con temor y espanto. “Este mandato divino inició el aislamiento de la tierra y del animal, pájaro o mundo marino, antes los animales eran sagrados, maestros de las leyes fundamentales a los que ambas, el humano y el animal se sometía”...

El mito de la diosa Madre perdió su lugar central en el sentimiento de la humanidad, es el mito del héroe guerrero quien ocultó a la diosa gradualmente a la psique inconsciente, tal como lo expresa Carl Jung. Aun así se pueden encontrar esparcidas las

imágenes simbólicas, en los mitos, las fábulas, los petroglifos, los jeroglifos de las culturas originarias. En este recordar debemos hacer un recorrido por la visión de la MadreTierra presente en los pueblos ancestrales de la cultura a la que pertenecemos esencialmente, y de esta manera iniciar el proceso de hacer conciencia la relación que nos une con la totalidad de la naturaleza

conectadarnos, incluso sin saberlo con la Madre-Tierra como símbolo de conciencia femenino en la memoria ancestral


Desde la cosmovisión de los pueblos ancestrales, la Madre-Tierra forma parte de una misma energía que se mueve armónicamente desde el equilibrio entre el numeroso conjunto de individuos y grupos sociales, fuerzas de la naturaleza, almas, espíritus del

bosque, de las aguas y del cielo que pueblan el vasto cosmos indígena. Tal como lo expresan “el ser humano comparte la existencia con las piedras, la vida con los vegetales,

la sensación con los animales, es porque de cierta manera es cada uno de ellos”.

De manera que es a través de los relatos, cuentos, canciones, mitos y leyendas, en los que se han recreado todo un universo imaginativo que recoge su pasado, su historia y sus creencias. En estos relatos orales aparecen sus dioses, la naturaleza, los

animales, la familia y la comunidad, además indican las normas de comportamiento social y normas para cazar, hablan acerca de los espíritus guardianes y los sueños.

En sus historias está presente el principio de reciprocidad a la Madre-Tierra, es dar y devolver, porque a cada uno le corresponde una acción complementaria, es un acto recíproco. Se hace explícita la humildad del hombre ante las fuerzas de la naturaleza porque al romper el equilibrio natural, trae consigo enfermedades, la muerte, la agresión y el conflicto.

Hay un movimiento que está ocurriendo aquí y ahora, un despertar más allá del ruido y de las ciudades, un despertar en los bosques, y en los océanos, y en las montañas. Es el llamado de la Diosa, el llamado al balance y la justicia, un llamado a ordenar nuestras prioridades con la vida misma como el bien último y el valor más alto. Es un llamado a honrar lo divino en ti.

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El Sagrado Femenino puede y debe ser recuperado para lograr la paz.


PACHAMAMA, MADRE TIERRA


Esta es una diosa Totémica que pertenece a la cultura inca, esta deidad es la encargada de representar el planeta tierra, ya que se según las creencias, ella fue la encargada de crear la tierra y todo lo que conoce el ser humano, sus ofrendas se basan en múltiples ceremonias agrícolas y ganaderas, que aun se llevan a cabo en las regiones andinas. Es una creencia la cual se encuentra muy combinada con la actuación del medio ambiente y los diferentes grupos indígenas.

La Pachamama reúne las características de protectora y proveedora de la vida, es un todo y encarna la fuerza de la Naturaleza, con todo su poder de creación, destrucción y regeneración.


Esta diosa abre su corazón, para que encontremos el espacio que nos acerca a nuestro ser natural.


Pero el màs bello poema sobre el tema es: Himnos al Eterno Femenino escrito en el mes de marzo de 1918 en medio del horror y el espanto de la primera guerra mundial por Teilhard de Chardin (Orcines, 1 de mayo de 1881-Nueva York, 10 de abril de 1955) el sabio jesuita, quizás el místico más profundo del siglo XX

Ab initio creata sum… (Ecle 24,9)

Aparecí en el principio del mundo. Antes de los siglos salí de la mano de Dios… Me fue concedido colaborar en su obra.

Dios me pensó y me hizo principio y origen de la multiplicidad, como la fuerza que da solidez, que es centro y patria de las cosas. Yo soy el rostro que une todos los seres, el aroma que los viste, los atrae, y los arrastra libre y apasionadamente en el camino de su unión.

Por mí todo se pone en movimiento, todo se ordena. Yo soy la gracia sumergida en el mundo, para que éste llegue a reunirse, para que llegue a juntarse. Yo soy el ideal que sobre él planea y hacia el cual el mundo asciende.

Yo soy lo esencialmente femenino. Al principio era como una ola de fuerza, como un hálito de amor para las aspiraciones, todavía débiles, de las polaridades correlativas. Como un alma adormecida aún, pero actuante, movía sin embargo con pleno poder la primera masa material casi sin forma, que se abandonaba al campo de mi atracción.

Yo fui la que de esta manera coloqué los cimientos del universo. Yo soy el único rayo, a partir del cual y en cuyo seno todo llega a ser, se desarrolla y alcanza su plenitud.

Quien me ha encontrado, accede a todas las cosas… Por el entrelazamiento creativo de mi ser con la naturaleza, actúo como su principio vital, soy el alma del mundo. Soy en verdad el encanto (charme) del universo presente en todo, soy la sonrisa de la creación con muchos rostros. Soy la entrada (el acceso) al corazón del mundo universal y personal, la puerta de la tierra -la iniciación- yo misma soy este corazón. Quien me prende, se me entrega, y es prendido por el universo. En esencia yo soy fértil -es decir: Estoy dirigida hacia el futuro, hacia el ideal. Vosotros, hombres, cuanto más me busquéis sólo en la dirección del placer, tanto más os vais alejando de mí.

Et usque ad futurum saeculum non desinam… (Ecli 24,9)

Así se fue desarrollando con gran paciencia y en secreto la imagen de la esposa y de la madre… del Logos que debía hacerse hombre, que tiene que divinizarme a mí y por mí a todas las cosas.

Cristo me ha salvado, Él me ha liberado. Me ha dejado todas mis joyas, desde el cielo ha hecho descender un rayo sobre mí, que me ha elevado sin límites y me ha hecho hermosa sin fin. En el mundo nacido de nuevo, sigo siendo, como lo fui en mi nacimiento, la llamada a la unión con el universo, el encanto del mundo (charme), puesto en un rostro humano.

Mi seducción es constante -pero hacia la luz. Siempre fascino y arrebato -pero hacia la libertad. Desde ahora más aún, pues han reconocido mi virginidad. Pero la virgen es siempre una esposa y una madre: éste es el signo del tiempo nuevo.

Yo actúo unida a Cristo y bajo su influjo hasta haber llevado a término la creación… es una perfección cada vez más cambiante, cada vez más aunada, donde expresan los anhelos de cada nueva generación.

Por lo tanto, mientras el mundo exista, se verán reflejados en mi rostro, que yo benignamente le presté a Beatriz, los sueños del arte y de la ciencia, hacia los que se eleva cada nueva centuria…

Yo soy la belleza inmarcesible de los tiempos futuros. Yo soy el ideal de la mujer, de la creación nupcial femenina.

Y en cuanto más me voy haciendo mujer de esta manera, tanto más se verán espiritualizadas por mí la forma y la belleza. En mí, el alma aspira a transformar el cuerpo, la gracia aspira a divinizar el alma. Quien desee retenerme debe ir transformándose conmigo.

Dios es quien os espera en mí. Dios, a quien yo atraje mucho antes de que vosotros existiérais… Mucho antes de que el Hombre presintiera mi misión y mi grandeza… ya el Señor me había creado como un todo, como a su Sabiduría, y yo había conquistado su corazón.

¿Pensáis que sin mi purísima belleza, por la cual quedó seducido, hubiera nunca bajado y se hubiera hecho carne en medio de su creación? Sólo el amor puede mover el ser. Y así Dios, para poder salir de sí mismo, debía esbozar ante Él un sendero con el deseo vehemente de esparcir antes de su llegada un aroma de belleza.

Entonces Él me hizo existir… sobre el abismo -entre la tiera y Él mismo- para estar entre vosotros en mí. Puesta entre Dios y el mundo como medio de la atracción común, los guío a ambos conjuntamente -éste es mi deseo apasionado, mi misión, hasta que se realice en mí el encuentro, en el que se unen la estirpe y la plenitud de Cristo, por los siglos sin fin. Yo soy la Iglesia, esposa de Jesús -soy la Virgen María, la madre de todos los hombres.

Hasta en el fuego, resistiré, yo como un todo con toda la plenitud de mi origen. Más aún, seguiré revelándome y dándome a conocer en mi devenir igualmente inagotable, como la seducción sin fin, de la cual yo siempre soy, aunque nadie lo note, el vestido, el rostro y el acceso…

Si pensais que yo no estoy ahí, que me hallo ausente, si me olvidáis y no me tenéis en cuenta, a mí, al aire que respiráis, a la luz de vuestro ojos -siempre estaré ahí, vestida y extasiada con el sol, que yo misma atraje. “Yo aparecí desde el origen del mundo…

Todo el universo se realiza por unión y fecundación, por reunión de elementos que se buscan y se funden de dos en dos, y renacen en una tercera cosa…

Yo soy el lado conjuntivo de los seres, yo el perfume que los hace encontrarse y los arrebata libremente, apasionadamente, por el camino de su unificación…

Yo soy el esencial femenino…

El hombre, síntesis de la naturaleza, hace muchas cosas con el fuego que arde en su corazón. Acumula el poder, persigue la gloria, crea la belleza, se consagra a la ciencia. Y muchas veces no es capaz de advertir que, bajo formas tan diversas, es siempre la misma pasión la que lo anima —depurada, transformada, viviente—: la atracción femenina.

Cuando el hombre se enamora de una mujer, se imagina ante todo que su amor se dirige tan solo a un individuo como él, al que envuelve en su poder y asocia libremente…

Bien pronto, sin embargo, tiene que admirarse de la violencia que se desencadena en él ante mi proximidad… Pensaba no encontrar junto a sí más que una compañera, y advierte que en mi toca la gran fuerza secreta, la misteriosa latencia, sobrevenida bajo aquella forma para llevárselo.

Quien me ha encontrado se halla en el umbral de todas las cosas… Yo me prolongo en el alma del mundo; o, mejor, yo soy la atracción de la presencia universal y su innumerable sonrisa.

Yo soy el acceso al corazón de la creación —la puerta de la tierra—, la iniciación…

Quien me alcanza, se entrega y es poseído por el universo.

En el mundo regenerado, yo he continuado siendo, como desde mi nacimiento, el llamamiento a la unión con el universo, el atractivo del mundo sobre un rostro humano.

Yo seduzco siempre, pero hacia la luz. Yo sigo arrastrando, pero en la libertad. Yo soy la sombra maternal que se inclina sobre la cuna, y la forma radiante que adoptan los sueños de la juventud, y la aspiración fundamental que atraviesa el corazón como un poder indiscutido y extraño, la huella, en el ser individual, del eje de la vida…

Yo soy la belleza inmarcesible de los tiempos por venir, el ideal femenino.

Yo soy el eterno femenino”.


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