CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(X) Roberto Lovera De Sola.
MANUEL PIAR, CAUDILLO DE DOS COLORES
Y otra vez se puso a escribir Herrera Luque. De tales trabajos surgió su Manuel Piar, caudillo de dos colores, el último de sus libros que vio impreso, no desde luego, el postrero de su escribir, este fue Los cuatro reyes de la baraja. En ese momento estaban ya listos, circularon póstumamente, 1998, Bolívar en vivo y El vuelo del alcatraz, de los que trataremos mas adelante.
Pese a los muchos estudios que se han hecho alrededor de la personalidad, y en especial en torno a la muerte, del general Manuel Carlos Piar(1774-1817) en verdad éstos, pese a su rigurosidad, no nos dejan de llenar de perplejidad. Y lo decimos porque es imposible que, tras leerlos, dejemos de preguntarnos qué tan grande fue el delito que cometió aquel héroe para haber sido castigado, sin atenuante alguno, de la forma que lo fue. Es lógico, pese a la seriedad de los alegatos de los historiadores, que terminemos preguntándonos que hubo detrás de todo esto, cuál fue la verdad, cuál es el enigma que subyace tras Piar. Este es siempre uno de los asuntos que más nos llena de dudas a quienes nos interesan los contradictorios senderos del laberinto de la memoria venezolana. En tal historia hay algo que no está claro. No es el único caso. Pero es el más grave. La muerte, ante un pelotón de fusilamiento, de un general victorioso como Piar, a los pocos meses de sus triunfos en El Juncal(septiembre 29,1816) y San Felix(abril 11,1817) mueve a reflexión.
Y fue este tema el que movió la pluma de Herrera Luque. Al concebir su novela se asomó a este trágico suceso. Y lo hizo en un libro que ni es piarista ni antipiarista. Lo cual es uno de sus valores. Herrera Luque consttruyó su obra desde el punto de vista de la invención narrativa. En su caso utilizando sus cauces propios, los de la “historia fabulada”[1], aquella manera de penetrar en el pretérito, sólo cultivada por él entre nosotros, la cual, en sus manos, resulta un género híbrido, ya que sus libros no son exactamente sino una manera de poner ante nuestros ojos
[1] Francisco Herrera Luque: “Sentido de la historia fabulada”, en ”La historia fabulada,t.II,p.269-271.
todo aquello que es cierto, revelando lo desconocido, sorprendiéndonos. Así siguiendo su propia forma y tratando de develar otra vez la “historia silenciada”(p.32), hecho que no puede dejarse de lado so pena de no entender sus escritos, a través de ellos se replanteó toda la peripecia de Piar.
Por ello, si alguna interpelación subyace a todo lo largo de esta narración, tan bien vertebrada, ágilmente construida, que se puede leer de un tirón, no es otra que la pregunta: ¿por qué actuó Piar como lo hizo?. Y a través de esto Herrera Luque nos permitió observar el lado humano de los acontecimientos. Parece decirnos que la historia no es hierática. La hacen seres humanos de carne y hueso. Con todas sus pasiones. Y no hay emoción más intensa que el resentimiento. Pero más grave cuando se trata de la animosidad de un tímido, que son siempre seres temibles, tal como lo fue Piar.
Para poderse explicar la personalidad de Piar, que es la que en el fondo puede aclararnos su actividad, parte Herrera Luque de un hecho que conocieron los contemporáneos de Piar. A eso hizo referencia su defensor en el juicio. El futuro vencedor de los españoles, el libertador de Guayana, no era ni curazoleño ni mulato. Había nacido en Caracas, en el convento de las monjas Concepciones. Fue Piar hijo de Belén Aristiguieta(1765-1850)[1], una de las Nueve Musas, y de un príncipe de la
[1] Esta Mantuana, fue Maria Belén Jerez de Aritiguieta y Blanco(1765-1850), o simplemente Belén. Ver Varios Autores: Diccionario de Historia de Venezuela.2ª.ed.aum. Caracas: Fundación Polar, 1997. 4 vols. Ver Cira Naranjo de Castillo: “Nueve musas”(t.III,p.346-347), completo artículo sobre las famosas nueve hermanas quienes “en su juventud enganalaron con su gracia, belleza y cultura la sociedad caraqueña de las últimas décadas del siglo XVIII”(p.347). Además de ellas nueve, en la familia famlia hubo otros hermanos: tres varones y dos hermbras más, estas llamadas María Antonia y Juana. Belén, la fascinante mujer, uno de los seres más liberados sexualmente de la época, casó en Caracas(diciembre 9,1787) con Joaquín Pérez y Narvarte; era viuda en 1814 cuando emigró a Oriemte, estuvo exilada en las antillas; en 1818 pasó a Angostura y después de Carabobo volvió a Caracas en donde residió hasta su muerte. La fama de las Nueva Musas, por su belleza, se conoció en los años 1783-1790, época singular también de la vida caraqueña en el siglo XVIII. Fue en aquellos días, desde el 6 de febrero de 1783, que llegaron a nuestro país los oficiales franceses encabezados por el márqués de Veudreuil El viaje de los oficlaes galos ha sido examinado hace poco por Carlos F.Duarte(1939) en sus Testimoios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en 1783. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1998.285 p. En 1799 llegaron el barón de Humboldt y Aime Bonpland, visita de la que hay una amplia bibliografía a la que hay que añadir el documentado libro de Carmen Elena Nuñez de Stein: Semblanza de Aimé Bonpland.Caracas: Fundación Roku/Embajada de Francia, 2015.134 p. La referencia de Bartolomé Tavera Acosta procede de sus Anales de Guayana. 3ra.ed. Prólogo: Manuel Alfredo Rodríguez. Caracas: Auyantepuy, 1975. XIII,605 p. Ver “Piar” (p.259-296). La primera edición de esta obra se publicó en 1905, solo apareció el primer volumen, que es el que usamos aquí, en su tercera edición. casa Braganza, José Francisco de Braganza(1777-1788) que pasó de incógnito por Caracas. O tambien pudo ser hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte(1726-1786), padre del Libertador, o de Marcos Ribas y Betancourt, padre de José Felix Ribas(1775-1815), tal fue la intensa actividad sexual de la bella mantuana. Dado este hecho, conservado por la tradición oral y conocido por numerosas personas serias, quienes lo comunicaron al historiador Bartolomé Tavera Acosta(1865-1931). Según esto Piar era un mantuano caraqueño. De ser hijo de Braganza, lo cual parece lo más verosímil, era primo de los Palacios, de los Bolívar y de los Soublette por la línea de los Aristiguieta. Y por lo tanto, lo que sucediera a Piar les concernía a todos ellos. Todo esto lo contó Piar al presbítero Remigio Pérez Hurtado(1764-1822), quien fue el sacerdote que lo confesó y acompañó hasta el suplicio. Pérez Hurtado consignó estos datos en un memorial que conocieron varias personas. Tal escrito desapareció, como ha sucedido con tantos importantes papeles en el decurso de nuestra historia. Y en especial con algunos documentos pairistas. La ojeriza de Piar contra los Mantuanos caraqueños, y también contra otros hijos de prominentes familias orientales, tal un hecho que le sucedió con el general Bermudez, personaje ”arrebatado y terrible” como lon señala Caracciolo Patrra Pérez en su Mariño y la Independencia de Venezuela(t.I,p.239), a cuya hermana Piar solitaba en amores. Bermudez vigilaba la visita de Piar con la espada desenvainada en mano, dándole razón a la animadversión de Piar contra los godos, tal como lo narra Parra Pérez.
, quienes por salvar las apariencias lo entregaron a María Isabel Gómez y Fernando Piar, un pariente de los Soublette, construyéndole una partida de nacimiento “ad hoc”, tomó cuerpo cuando él supo la verdad de sus orígenes y comprendió, con rabia, cómo muchos de ellos eran los culpables de haber sido sometido a la pobreza, haber crecido lejos del verdadero hogar, sin conocer a sus padres y sin tener los roces del afecto. Así se desarrolló en aquél muchacho blanco, de ojos azules, la animadversión hacia su gente. Por ello, pese a su raíz, se condujo como un pardo sin serlo(p.150) y aspiró a redimirlos. De allí que fuera el general de dos colores al cual alude el título de la obra de Herrera Luque.
Pero junto a aquél odio, justificado pero sin barreras, se formó una personalidad enmarañada. Piar vivió a lo largo de su existencia, un intenso drama íntimo. El fue la “negación de todo cuanto había dejado atrás y todo cuanto le perseguía”(p.111). La verdad sobre su nacimiento siempre le atormentó, como nos lo hace ver Herrera Luque. Y así fue “deslizándose hacia el vacío”(p.117) aquel tímido, hombre de conductas inesperadas; quien no aceptaba la jefatura de nadie(p.166), quien era a la vez tan ingenuo que nunca creyó que su vida terminaría en el patíbulo(p.16); cuya confusión personal era tal que no sabía, a ciencia cierta, quién era(p.189); a quien solamente movía aquel “odio infantil, raigal, profundo”(p.168) que sentía contra los “caraqueñitos”. Y fue ello lo que le condenó. Su modo de ser, su insubordinación, en una hora que Bolívar trabajaba para imponer una jefatura única, a cuya consolidación, he aquí la paradoja, hasta el propio Piar había contribuido. El siempre rebelde, el imprevisible, pensó insurgir contra el orden patriota. Fue atajado. La decisión de enjuiciarlo fue tomada colectivamente por los oficiales que actuaban al lado del Libertador. Pero también, como lo plantea Herrera Luque, pudo haber otro por qué, un grave hecho(p.136) cuyos pormenores no han llegado hasta nosotros. O simplemente porque lo único que deseaba este general, herido en lo más recóndito de su ser, era “Quiero gloria, temor, respeto. Quiero que ante mí tiemblen los mandamás. Quiero mandar, sin obedecer a nadie. Quiero ser rey sin saberlo. Quiero la nada y el todo. Amo la muchedumbre y la soledad…yo…Piar…por obra del sol…decidí convertirme en un caudillo de dos colores”(p.152).
EL FUSILAMIENTO DE PIAR
Grave suceso republicado el del fusilamiento del general Manuel Carlos Piar, en Angostura, en el atardecer del 16 de octubre de 1817, en uno de los muros laterales de la Catedral de aquella ciudad, diócesis desde 1791, ajusticiamiento el cual el propio Libertador presenció parado en uno de los balcones de la Casa de Gobierno. Se dice que lloró al verlo, que pronunció las palabras “Se ha derramado mi propia sangre”, ya que Piar era su primo, por la rama de los Aristiguieta. A su lado estaba de pie el general Carlos Soublette(1789-1870), primo directo de Piar, ya que este era hijo natural, no reconocido, de su tía Belén Aristiguieta. Soublette también era pariente de Bolívar.
Es por ello que tamaño hecho, y ante tan grande figura, a Piar haya que analizarlo con con seriedad y sin pasiones[1]. Asdrubal González Serven(1938) nos ofrece
[1] Aquí lo hacemos siguiendo su biografía trazada por Asdruibal Gonzáñez Serven en su Manuel Piar. Valencia: Vadell Hermanos,1980. 213 p. y por medio de la novela histórica de Herrera Luque: Manuel Piar, caudillo de dos colores.
una investigación que intenta apartarse de una constante anti-histórica: aquella que ha interpretado falsamente los hechos de la vida de Piar, por haber influido en sus juicios “las pasiones mantenidas a través de 160 años por bolivarianos y piaristas, empeñados en aumentar la gloria de cada uno de sus defendidos”(p.148). Defender a Piar, a Bolívar, ni a nadie, tiene sentido histórico. Lo que hay que hacer es presentar los hechos desnudamente, uno a uno, para que expuestos estos el lector saque sus conclusiones por si mismos. Así se cumplirá el aserto de Pierre Vilar(1906-2003): “he hecho lo posible por respetar al lector. A éste no le gustan, incluso cuando lo espera, las injurias inútiles, los silencios sobre la evidencia, la propaganda hipócrita. Juzgar, en historia, equivale a hacer comprender. Los errores, los horrores(cuando existen) se deducen de los hechos” como escribió Pierre Vilar(1906-2003)[1]. No tratamos aquí de hacer apología, ni de hacer defensa, sino que utilizando documentación de primera mano, como hace González, manejándola bien, cotejándola con otros testimonios, sometiéndola a crítica previa, puede sustentarse en ella para apoyar las afirmaciones en las cuales basa sus argumentos. No podríamos soslayar la forma cómo González ha utilizado la documentación realista, consultándola de forma extensa y desprejuiciada, huyendo de las formas superficiales como han sido vistos los contrincantes de los patriotas. Ha observado así con ponderación al bando hispano, leído sus papeles, seguido los pasos de sus actividades, señalando que ellos también defendían una causa en la que creían, o, al menos, en la que militaban. Es la única forma de narrar la historia de la emancipáción de la forma más completa posible, exhibiendo su complejidad. Sin los Realistas la historia de la independencia estaría incompleta[2].
[1] Pierre Vilar: Historia de España. Barcelona: Critica,1978.180 p. La cita procede de las p.9-10. [2] Ver los magnífcios estudios que le han dedicado los historiadores Tomás Straka:: La voz de los vencidos, antes citado;Ángel Lombardi Boscán: Banderas del rey La visión Realista de la Independencia. Maracaibo:Universidad Católica Cecilio Acosta/Universidad del Zulia,2006. 348 p. Junto a estos sería imposible no señalar el gran valor de la obra de Argenis Gómez Pérez: Historia de un antihéroe: obra científica y labor periodística del doctor José Domingo Díaz(1772-d1842). Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2013. 332 p. que toca también, hondamente, la vida del mayor realista caraqueño de aquellos días.
Hay tres aspectos, que nos muestra González, en los cuales hay fijarse para comprender a Piar. El primero estodo lo relativo a los orígenes del futuro General. Durante muchos años corrieron varias consejas en torno al hecho. González encontró en la sección correspondiente a la ciudad de Curazao de los Archivos Holandeses, en Ámsterdam, la partida de bautismo del prócer. La inserta en su libro(p. 17). Más adelante veremos la versión caraqueña, recogida por Herrera Luque, la cual le da vuelta al hecho. Se puede pensar que esa partida despejaba las incógnitas, borraba una falsa tradición oral y daba la razón a quienes habían tratado de aclarar el punto, pero el problema era que se confundía el parecer con el ser, pese a actuar, como es el caso de González, buscando la verdad. Como consecuencia de este documento veíamos que Manuel Carlos Piar había nacido en el 28 de abril de 1774 en Curazao, como ha logrado precisar leyendo esa acta, descubierta por González[1]. Según ese papel había sido hijo natural de María Isabel Gómez, y su padre, tambien natural, quien luego se casó con María Isabel, se llamó Fernando Piar Lottyn,ambos progenitores eran personas conocidas tal y como consta en la documentación que González presentó. Se estableció así que Piar era mulato y que creció en un ambiente en el cual se sentía pasión por el cambio social(p.18). Esta experiencia familiar, el ser hijo de la porción marginada del pueblo, los contactos con la Revolución Haitiana, explican al hombre Piar, extranjero, dentro de las filas patriotas, y el
[1] Ello no pudo hacerlo en su libro pero si en la entrada “Piar, Manuel Carlos” redactada por él. Ver:”Piar, Manuel Carlos”, en Varios Autores: Diccionario de historia de Venezuela,t.III,p.626.
primer mulato conductor de un ejército victorioso, como enfatiza González(p. 41, 42, 43).
Si es así lo presentado por González, a quien no deseamos controvertir aquí, siguiendo la letra de los documentos que pudo examinar. Pero en verdad la tradición oral caraqueña, recogida por Herrera Luque, sobre todo en el extenso aparato crítico que sostiene su novela Manuel Piar, caudillo de dos colores, libro en que nos presenta el gran drama que fue la vida de Piar, sus notas históricas fueron tan cuidadosamente preparadas que el historiador Manuel Caballero(1931-2010) expresó “Herrera Luque se sabe pisando un terreno minado: la santa inquisición de los bolivareros lo está esperando para hacerlo volar apenas le descubra un paso en falso. Por eso ha llenado sus pies de páginas con un pesado aparato crítico que ya quisieran para sus propios textos algunos historiadores profesionales” [1]. Dicho sea esto así, lo que en Caracas se ha dicho una y otra vez, cada vez que se habla de los orígenes de Piar, es todo lo contrario a aquello que se puede deducir de la partida de nacimiento encontrada por González en Holanda. Ello es que Piar era caraqueño, blanco, de ojos azules, hijo de una mantuana con un Príncipe de la casa Braganza. Fue por ello que sus compañeros de armas los llamaban, con humor, El Príncipe, sobre todo José Felix Blanco(1782-1872), quien era su hermano, pues también fue hijo natural de la liberada Belén[2]. La noticia del Príncipe de Braganza, erabien conocida entonces, incluso se lee en “Decreto de proscripción” de Piar, que es de hecho suacta de acusación(agosto 5,1817) redactada por el Libertador con especial ciudado, inlcuso estilístico, documento bien
[1] Manuel Caballero: “La mala conciencia de Francisco Herrera Luque”, El orgullo de leer. Primera serie,p.241-247. La cita procede de las p.243.244. [2] Rafael Ramón Castellanos: “Blanco, José Félix” en Varios Autores: Diccionario de Historia de Venezuela,t.I,p.455-456. El padre Blanco, figura altísima de Venezuela, fue criado como niño expósito por la negra libre Bartola Madrid, adoptando el apellido de su padrino de confirmacion José Domingo Blanco.
conocido(Escritos,t.X,p.338), por lo tanto en Caracas, conociendo cómo eran las tortuosas acciones de los Mantuanos quienes antes habían incinerado, después de 1723, el segundo tomo de la Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela, de don José de Oviedo y Baños(1681-1738), para que no se conocieran sus tropelías, muy bien habían fraguado la partida de nacimiento de Piar, encontrada por el siempre cauto historiador González. La versión caraqueña explica cómo se sintió Piar al descubrir que era mantuano, que su madre legítima, según los datos de las familias caraqueñas, era Belen Aristiguieta, una de las “Nueve Musas”, mujer de promiscua actividad sexual en su época, ser liberado como diríamos hoy, quien dio a luz al hijo en el convento caraqueño de las Monjas Concepciones y luego lo entregó en adopción a la torva María Isabel Gómez. Al sentirse abandonado de los suyos, se puso Piar en contra de sus odiados “caraqueñitos”. Y esto hay que decirlo, no para contradecir el recto criterio del laborioso González, sino para mostrar como la historia no puede ser hecha solo con documentos, es necesario intuición para comprenderla, saber mirar, como lo hace Herrera Luque, los hechos psicológicos que se encuentran en su tejido. Que no bastan sólo papeles no los reveló el maestro mexicano don Alfonso Reyes(1889-1959) al advertir:
”La falta de documentos, aplicada como demostración negativa, bastaría para borrar la mayor parte de la historia”[1].
Y además, lo que hemos recibido de boca en boca, desde el pasado, explica que el paraguayo Augusto Roa Bastos(1917-2005) haya señalado:
”la tradición oral es la única fuente de comunicación que no se puede saquear, robar ni borrar”..
Lo que mas tarde amplió, en otro de sus libros, al escribir:
[1] Alfonso Reyes: Ultima Tule y otros ensayos,p.221.
”No has arruinado todavía la tradición oral solo porque es el único lenguaje que no se puede saquear, robar, repetir, plagiar, copiar. Lo hablado vive sostenido por el tono, los gestos, los movimientos del rostro, las miradas, el acento del que habla”[1].
Y como si faltara poco para remachar esta argumentación nos bastaría con la admonición de Guillermo Meneses(1911-1978):
“La palabra de los ancianos tiene peso y valor de semilla”[2].
Esta cita de Meneses gustó mucho a Herrera Luque desde muy atrás, la cita varias veces en su escribir. A partir de estas observaciones es como podemos comprender los pasos vitales del deseventurado Piar durante los cuarenta y tres años de su vivir. Y entender cómo en su caso la tradición oral es la que tiene la razón.
EL JUICIO A PIAR
El Juicio de Piar,es una de las partes más difíciles de juzgar en toda la vida de Bolívar. Es el punto en el cual han influido más el ardor y las pasiones parciales, pues muchos de sus interpretes, el Libertador entre ellos, estuvieron “Inmersos en las pasiones del momento” (p.83) como escribe González. Y esto no podía ser de otra forma. Durante 1817 vivió el ejército patriota un intenso proceso el cual llevó a Piar al patíbulo. Y esa causa no fue otra que la necesidad de crear una jefatura político-militar única que permitiera obtener la victoria. Los acontecimientos se sucedieron rápidamente ese año. Para 1817 Piar era un general victorioso que había reconocido la jefatura única. Una autoridad obtenida por Bolívar en el campo de batalla y mas tarde con todo el material traído en sus dos expediciones haitianas de 1816, en torno a tal
[1] Augusto Roa Bastos: Vigilia del Almirante,p.78. La segunda cita procede de su Yo el Supremo. Caracas: Biblioteca Ayacucho,1986.,LIV, 424 p. La cita la tomamos de la p.49. [2] Guillermo Meneses: El mestizo José Vargas,p.7.
protagonismo no había dudas entre la oficialidad. Pero inmediatamente Piar inició sus disensiones, Intentó mandar paralelamente(p.179). Renunció al ejército y comenzó a conspirar. Bolívar manejó la cuestión con sutileza pero con decisión. “Para ese momento el Libertador era el centro, hacía pocos meses había conquistado Guayana(agosto 11,1817) y mandaba desde Angostura, ahora sede del gobierno patriota. Tenía poder y lo ejercía. Piar se enfrentó no solo a Bolívar sino al sistema patriota. No supo escoger la hora para lo que se proponía, lo cual era justo. No se dio cuenta de que ese momento ni era el suyo ni era la “oportunidad más propicia para la rebelión”(p. 186). Y es así como “se jugó la carta final, que no podía ser otra que la forjada en su conciencia de discriminado, la fortalecida en sus experiencias revolucionarias(p. 181). Y será sin duda ese resentimiento, un hecho digno de explorarse con los métodos de la psiquiatría, el que lo llevó a la conjuración sin calcular las consecuencias de sus actos: él quería transformar la lucha por la Independencia política en una lucha de clases, más que de castas, de marginados sociales contra los mantuanos o blancos. Y él era el líder popular “capaz de llevar la lucha hasta sus últimos extremos”. Pero no supo ni darle un cauce a su “odio de clase”, que ha nutrido en otros lugares, a lo largo de la historia, movimientos político-sociales, ni supo escoger el instante para hacerlo. Subestimó a quienes se iba a enfrentar. No reparó en el proceso que se vivía dentro de las filas del ejército. De allí que las posiciones de Piar puedan ser consideradas prematuras(p.186). Por eso, al darse cuenta Bolívar “de sus actividades, convocó la Junta de Oficiales la cual va a decidir en forma colegiada juzgar a Piar. Días después de la reunión Bolívar da a la luz el “Decreto de proscripción” de Piar, él cual es la consecuencia de una decisión que procede de una “responsabilidad compartida”(p.188) y en cuya redacción se nota, “una pluma colectiva”(p.188) pese a que el estilo en que fue redactado es el del Libertador, aunque no se ha logrado conocer la letra del amanuense que tomó el dictado. El Bolívar que rubrica ese “Manifiesto”, que tal es su título, es el Bolívar terrible. El mismo que en 1812, había participado en la prisión de Miranda; que en 1813 había firmado el Decreto de Guerra a Muerte y al año siguiente, 1814, había dado la órden de fusilar a los 800 Realistas presos en La Guaira y Caracas, incluso los que estaban enfermos en el hospital.
Como consecuencia de esto Piar fue detenido, juzgado y condenado a muerte. González, examina pacientemente el juicio. Aquí no hay que olvidar que González es abogado, por lo tanto conocedor de la ciencia jurídica, lo cual lo ilumina aun más para hacer el análisis del asunto. Del proceso anota que “no tiene fallas que señalar”(p. 200). De la defensa de Piar, hecha por el capitán Fernando Galindo(c1780-1818), escribe que “es una de las piezas jurídicas más hermosas del foro americano” (p.201). Sobre la posible parcialidad de los Jueces apunta: “es de justicia ratificar que la calidad humana de esos jueces, su moral de luchadores por una causa noble, su gentilicio, los hacía incapaces de cometer un crimen”(p.202). La sentencia, concluye, “desde el punto de vista jurídico fue ajustada a derecho”(p.202). Y la muerte de Piar “estableció una especie de programa político por el que lucharía el Padre de la Patria en lo sucesivo” (p. 206). Proyecto que frustrarían, añadimos nosotros, las apetencias de los caudillos a partir de 1830, pero que el Libertador oteó nueve años antes, con su clara intuición, antes incluso de la batalla de Carabobo. Hay una carta suya muy explicita a don Pedro Gual(1783-1862), escrita el 24 de mayo de 1821 en Guanare, a un mes exacto de la gran batalla, donde vaticina al caudillsmo (Escritos,t.XX,p.62) tanto que sin el anpalisis de esta carta nop se puede iniciar el análisis del caudillismo.
Consecuencia del fusilamiento de Piar fue la sujeción del general Mariño(diciembre 30), quien fue autorizado a pasar a Margarita. Dos años después fue nombrado Diputado del Congreso de Angostura y recibido allí con especial respeto.
¿POR QUÉ CAUDILLO DE DOS COLORES?
“En su corazón un odio sordo y complejo que daba a su vida un sabor amargo”. Irene Nemirovsky(1903-1942):
Jezabel. Barcelona: Salamanca,2012,p.158..
Para la comprensión de Piar no hay obra de mayor signicación de el Manual Piar, caudillo de dos colores, la novela histórico-piscológica de Herrera Luque. Ella responde a lo que antes no se había hecho. Es ella la que nos lleva a la gran interrogante que la figura de Piar nos planea, porque pese a los muchos estudios que se han hecho alrededor de la personalidad, y en especial en torno a la muerte, del general Piar, en verdad éstos, pese a su rigurosidad, no dejan de llenar de perplejidad. Y lo decimos porque es imposible que, tras leerlos, dejemos de preguntarnos qué tan grande fue el delito que cometió este héroe para haber sido castigado, sin atenuante alguno, de la forma como lo fue. Es lógico, pese a la seriedad de los alegatos de los historiadores, que terminemos preguntándonos que hubo detrás de todo esto, cuál fue la verdad, cuál es el enigma que subyace tras Piar. Este es siempre uno de los asuntos que más nos llena de dudas a quienes nos interesan los contradictorios senderos de nuestro pasado, el laberinto de la memoria venezolana. En tal historia hay algo que no está claro. No es el único caso. Pero es el más grave. La muerte, ante un pelotón de fusilamiento, de un general victorioso como Piar mueve a reflexión.
Y fue este tema el que movió la pluma de Herrera Luque. Al concebir su novela se asomó a este trágico suceso. Y lo hizo en un libro que ni es piarista ni antimpiarista. Lo cual es uno de sus valores. Herrera Luque creó su obra desde el punto de vista de la narrativa histórica. En su caso utilizando sus cauces propios, los de la “historia fabulada”, aquella manera de penetrar en el pretérito, sólo cultivada por él entre nosotros, la cual, en sus manos, resulta un género híbrido, ya que sus libros son exactamente sino una manera de poner ante nuestros ojos todo aquello que es cierto, revelando lo desconocido, sorprendiéndonos. Así siguiendo su propia forma y tratando de develar otra vez la “historia silenciada”(p.32), hecho que no puede dejarse de lado so pena de no entender sus escritos, se replanteó así toda la peripecia de Piar, especialmente desde su ángulo psicologico, que fue el lugar desde donde el observó nuestra historia, no hay que olvidar que fue Herrera Luque el primero en cultivar entre nosotros la historia psiquiátrica. Y, en el caso de Piar, encontró uno de los mejores sesgos para su desarrollo.
Por ello, si alguna interpelación subyace a todo lo largo de esta narración, tan bien vertebrada, ágilmente construida, que se puede leer de un tirón, no es otra que la pregunta: ¿por qué actuó Piar como lo hizo?. Y a través de esto Herrera Luque nos permitió observar el lado humano de los acontecimientos. Parece decirnos que la historia no es hierática. La hacen seres humanos de carne y hueso. Con todas sus pasiones. Y no hay emoción más intensa que el resentimiento. Pero más grave cuando se trata de la animosidad de un tímido, que son siempre seres terribles, como lo fue Piar.
Para poderse explicar la personalidad de Piar, que es la que en el fondo puede aclararnos su actividad, parte Herrera Luque de un hecho que conocieron los contemporáneos de Piar. A eso hizo referencia su defensor en el juicio. El futuro vencedor de los españoles, el libertador de Guayana, no era ni curazoleño ni mulato. Había nacido en Caracas, en el convento de las monjas Concepciones, a donde las Mantuanas iban a esconder sus embarazados no matrimoniales. Piar, en verdad, fue hijo de Belén Aristiguieta(1765-1850), una de las Nueve Musas, y de un príncipe de la casa Braganza, en verdad era Duque de Brasil, hijo del rey de Portugal, por ello Príncipe también. Se llamó José Francisco de Braganza(1761-1788), muerto en Brasil, quien pasó de incógnito por Caracas; o de Juan Vicente Bolívar y Ponte(1726-1786), padre del Libertador, o de Marcos Ribas y Betancourt, padre de José Felix Ribas(1775-1815), tal fue la actividad sexual de la bella mantuana, quien sin duda mantenía relaciones íntimas, a la vez, con los tres, en el mismo momento. Era, seguramente la mujer más liberada de su época, hay quien la llamó “rabo caliente”. Pero, desde luego, supo de quien había quedado embarazada, por aquello de que las mujeres son las únicas que saben quienes son los verdaderos padres de sus hijos. Dado este hecho, conservado por la tradición oral y conocido por numerosas personas serias, quienes lo comunicaron al historiador Bartolomé Tavera Acosta(1865-1931). Según esto Piar era un mantuano caraqueño, por lo tanto no era ni Piar, ni Gómez. De ser hijo del Principe de Braganza, lo cual parece lo más verosímil, era primo de los Palacios, de los Bolívar y de los Soublette por la línea de los Aristiguieta. Y por lo tanto, lo que sucediera a Piar les concernía a todos ellos. Todo esto lo contó Piar al presbítero Remigio Pérez Hurtado(1764-1822), quien fue el sacerdote que lo confesó y luego de administrarle los sacramentos, estuvo largas horas de esa tarde conversando con él y luego lo acompañó hasta el suplicio. Pérez Hurtado consignó estos datos, no recibidos desde luego bajo el secreto de la confesión, en un memorial que conocieron varias personas. Tal escrito desapareció, como ha sucedido con tantos importantes papeles en el decurso de nuestra historia. Y en especial con algunos documentos relativos a Piar.
La ojeriza de Piar contra los Mantuanos caraqueños, quienes por salvar las apariencias lo entregaron a María Isabel Gómez y Fernando Piar, un pariente de los Soublette, construyéndole una partida de nacimiento “ad hoc”, tomó cuerpo cuando él supo la verdad de sus orígenes y comprendió, con rabia y resquemor, cómo muchos de ellos eran los culpables de haber sido sometido a la pobreza, haber crecido lejos del verdadero hogar, sin conocer a sus padres ni haber recibido de ellos el amor y los roces del afecto. Así se desarrolló en aquél muchacho blanco, de ojos azules, la animadversión hacia su propia gente. Por ello, pese a su raíz, se condujo como un pardo sin serlo(p.150) y aspiró a redimirlos, todo por puro resentimiento. De allí que fuera el general de dos colores al cual alude el título de la obra de Herrera Luque(p.161).
Pero junto a aquél odio, justificado pero sin barreras, se formó una personalidad enmarañada. Piar vivió a lo largo de su existencia un intenso drama íntimo. El fue la “negación de todo cuanto había dejado atrás y todo cuanto le perseguía”(p.111). La verdad sobre su nacimiento siempre le atormentó, como nos lo hace ver Herrera Luque, y así fue “deslizándose hacia el vacío”(p.117) aquel tímido, hombre de conductas inesperadas; quien no aceptaba la jefatura de nadie(p.166), quien era a la vez tan ingenuo que nunca creyó que su vida terminaría en el patíbulo(p.16); cuya confusión personal era tal que no sabía, a ciencia cierta, quien era(p.189); a quien solamente movía aquel “odio infantil, raigal, profundo”(p.168) que sentía contra los “caraqueñitos”. Y fue ello lo que le condenó. Su modo de ser, su insubordinación, en una hora que Bolívar trabajaba para imponer una jefatura única, a cuya consolidación, he aquí la paradoja, hasta el propio Piar había contribuido. El siempre rebelde, el imprevisible, pensó insurgir contra el orden patriota. Fue atajado. La decisión de enjuiciarlo fue tomada colectivamente por los oficiales que actuaban al lado del Libertador. Pero también, como lo plantea Herrera Luque, pudo haber otro por qué, un grave hecho(p.136) cuyos pormenores no han llegado hasta nosotros. O simplemente porque lo único que deseaba este general, herido en lo más recóndito de su ser, era “Quiero gloria, temor, respeto. Quiero que ante mí tiemblen los mandamas. Quiero mandar, sin obedecer a nadie. Quiero ser rey sin saberlo. Quiero la nada y el todo. Amo la muchedumbre y la soledad…yo…Piar…por obra del sol…decidí convertirme en un caudillo de dos colores”(p.163).
Y citamos otra vez a Irene Nemirovsky, con unas líneas de su esplénida novela Jezabel(1936): “Su pena era como él: amarga, hosca y llena de hiel”(p.172). Sería así, fue tan compleja aquella alma, la del caudillo de dos colores, quien siempre deseó vengarse, como pudiera, de lo que lo que su familia mantuana le había hecho, vengarse, incluso, de aquellos que no habían tenido nada que ver con el hecho de que Belén, la más culpable, lo hubiera abandonado. Y que su padre haya desaparecido de Caracas, como lo hizo. Era tanto, que cuando dijo que era Príncipe estaba diciendo la verdad, porque él era, un noble, hijo del heredero del trono de Portugal, como lo fue don Juan de Austria(1546-1578), en la España del siglo XVI, quien tanto se le parece, tanto por sus éxitos militares como por su tragedia personal: el crecer sin conocer al padre verdadero. No se soslaye que el propio Bolívar señaló, en el acta de acusación, “El General Piar ha tenido como un timbre la genealogía de su padre, y ha llegado su impudencia hasta el punto de pretender no solo ser noble sino aun descendiente de un Príncipe de Portugal…entre sus papeles existe este documento”(Escritos,t,X,p.338. El subrado es nuestro).
UN FOLLETO TRASPAPELADO DEL SIGLO XIX
Sabemos que la segunda parte de la Historia de la Conquista y población de la Provincia de Venezuela, de Oviedo y Baños, hoy desconocida, fue destruida por por mantuanos para que no se conocieran las tropelías que habían cometido en el siglo XVII. Este hecho es el fundamento de otra novela de Herrera Luque: Los amos del valle.
Lo mismo sucedió, y movió la pluma de Herrera Luque, con la memoria que escribió el sacerdote Remigio Pérez Hurtado, quien fue quien confesó y luego conversó largamente y acompañó al paredón al general Piar. También sobre ello escribió, basándose en lo escrito por Pérez Hurtado, monseñor José Manuel Arroyo Niño(1814-1884), quinto obispo de Guayana. Se titulaba Origen y educación del General Manuel Piar. Anota Herrera Luque que para 1907 “todos los ejemplares del estudio del Obispo[Arroyo Niño] habían desaparecido misteriosamente”[1]. Igual sucedió con el recuento del dean Pérez Hurtado, también perdido. Y en lo que conocemos de la biografía de ambos no registran ese hecho[2]que, sin embargo, conocemos a través del más destacado historiador de la región oriental, Bartolomé Tavera Acosta. La enmarañada historia de los orígenes de Piar fue tratada por Herrera Luque en su fascinante novela Manuel Piar, caudillo de dos colores, fuimos testigos del proceso de su escritura y escuchamos la lectura de sus capítulos de la propia voz de su autor, por ello llegamos a la conclusión que aquella obra era un libro que siempre había estado contenido en su espíritu. El asunto era tan grave, muestra que Piar no fue ni mulato ni curazoleño sino caraqueño, blanco y de ojos azules, hijo de una mantuana, Belén Jerez de Aristiguieta y Blanco(1765-1850), una de las Nueve Musas, y de un príncipe de la Casa Braganza, José Francisco Braganza(1761-1788) según él, había pasado por Caracas, asunto que era conocido en la Caracas colonial, tanto que el propio Libertador en el acta de acusación de Piar se refiere a ello. El asunto tenía tantas aristas que pensó, con razón, Herrera Luque, quien siempre desató controversias con sus obras, que dirían que todo lo que afirmaba era un invento suyo, por ello escribió una novela con notas históricas a pie de página. Fue tan hondo lo ofrecido que Manuel Caballero anotó: “Por eso ha llenado sus pies de páginas con un pesado aparato crítico que ya quisieran para sus propios textos algunos historiadores profesionales[3]. La inmensa maraña de los orígenes del general Piar la trató Herrera Luque en el apéndice documental de su novela, “Fundamentos históricos de ‘Manuel Piar, caudillo de dos
[1] Francisco Herrera Luque: Manuel Piar, caudillo de dos colores,p.254. [2] Ver sus biografías en Varios Autores: Diccionario de Historia de Venezuela: por Leopolodo Zambrano Torrens: “Arroyo Niño y Ladrón de Guevara, José Manuel”(t.I,p.254) y por Omar Alberto Pérez;”Pérez Hurtado, Domingo Remigio” (t.III,p.574). [3] Manuel Caballero: “La mala conciencia de Francisco Herrera Luque” en El orgullo de leer, p.244-245. El artículo no aparece en la segunda serie de la obra: El orgullo de leer. Caracas: Alfadil,2003. 238 p.
colores”(p.243-282), sus precisiones allí son preciosas, no se puede estudiar hoy a la figura del general Piar sin consultarlo.
LA DESAPARICION DE UNOS PAPELES
Abrimos aquí un amplio paréntesis, ligado con el tema de la familia del futuro Libertador, sólo lo fue a partir del 14 de octubre de 1813, para referir un hecho que también quizá pueda probar la vasta actividad erótica del señor Juan Vicente Bolívar y Ponte(1726-1786) su padre, esto nos va llevar al general Piar y a todo lo que trató Herrera Luque en su Manuel Piar, caudillo de dos colores, novela que cada vez que hemos releído lo hemos hecho de una sola sentada, todo está tratado en ella de tal forma que le es imposible al lector detenerse.
Lo que indica Herrera Luque debe ser ahora colocado al lado de los testimonios incontrovertibles recogidos por el padre y doctor Alejandro Moreno Olmedo(1934)[1] sobre las ordalías sexuales del mantuano, los cuales deben ser denominados hoy actos de acoso sexual. También debemos señalar que muy bien pudo ser Bolívar y Ponte el padre del general Piar, cosa no demostrada plenamente, cuya madre verdadera fue otra bella mantuana, Belén Jerezde Aristiguieta. Belén era mujer de tal belleza que su leyenda le llegó, quien la había conocido en Caracas, él era quince años mayor que ella, a Francisco de Miranda(1750-1816) en Rusia. Se la comunicaron(marzo 11 y 13,1787) unos viajeros franceses quienes habían estado en Caracas. Miranda consignó las opiniones en su Diario[2]. Sobre este punto si es verdad que no hay documentos para comprobarlo está viva sobre el punto la tradición oral caraqueña que ha propalado desde muy atrás que el blanco Piar fue hijo de una mantuana con un
[1] Alejandro Moreno Olmedo Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal. Prólogo: Elías Pino Iturrieta. Caracas: Bid and Co, Editor,2006. 262 p. [2] Francisco de Miranda:Colombeia,,t.V,p.130-132.
príncipe de la Casa Braganza,o con don Juan Vicente Bolivar y Ponte o con Marcos Ribas Betancourt, ya que con los tres, al mismo tiempo, sostenía relacionmes eróticas la apasionada mantuana. Nacido Piar los mantuanos le impusieron un padre[Fernando Piar] y una madre[Maria Isabel Gómez] que Piar no quiso, por sospechar la verdad seguramente y quizá por mas tarde haber averiguado la verdad, la cual si bien se conocía entre las familias mantuanas, también lo divulgó el mismo como ahora veremos, gracias a unas citas de un documento del Libertador que no somos nosotros el primero en referir. También los mantuanos le inventaron a Piar, caraqueño y no curazoleño, una partida de nacimiento, que fue la que halló el historiador Asdrúbal González Serven y la inserta en su espléndida biografía de Piar, la mejor publicada[1]. Pero la verdad la conocían todos, Piar decía ser hijo de un príncipe, “Príncipe” en broma lo llamaban sus compañeros de armas, incluso el sacerdote y coronel José Félix Blanco(1782-1872), por ser también hijo natural, atribuido, en fechas recientes, aBelén Jerez Aristiguieta, hijo expósito, criado por la negra Bartola Madrid, una mujer distinta a su verdadera madre[2]. Según esto el presbítero y prócer Blanco y Piar eran hermanos. Los paralelismos con Piar en este caso son demasiados significativos. Y son la confirmación de lo liberada que para la época era Belén Jerez Aristiguieta(1765-1850) y de su grande actividad sexual la cual implicaba que cada vez que tenía un amante no cometía un acto de infidelidad matrimonial pues aun, en aquel momento, era soltera, pero también se embarazaba porque seguramente no se conocían en la Caracas de la época los condones que ya habían en el siglo XVIII, cosa que prueba una observación que hallamos en el único tomo salvado del Diario londinense del gran James Boswell(1740-1795), el célebre autor de la Vida del doctor
[1] Asbrubal González Serven: Manuel Piar,p.17. [2] Rafael Ramón Castellanos:”Blanco, José Felix”, en Varios Autores: Diccionario de historia de Venezuela,t.I,p.455-456. La referencia está en la p.455.
SamuelJonhson[1]. Esto mismo, la existencia de modos de protección, explica porque nuestro Precursor, don Francisco de Miranda, hombre de gran actividad sexual en la misma centuria, no tuvo hijos sino en el momento que deseó tenerlos. Bolívar, en los sucesos trágicos que culminaron con el fusilamiento de Piar conocía todos estos hechos y lo escuchado dentro de su propia familia. En el Acta de Acusación a Piar(Escritos,t,X,p.333-342) que no sólo fue una decisión de Bolívar sino un requerimiento colectivo de la alta oficialidad patriota, como lo explica González[2]. Se lee en ese documento que Piar no quería a sus a sus padres,desde luego porque no lo eran y propalaba pertenecer a la nobleza de los Braganza. El Libertador escribe:”El General Piarha tenido como un timbre la genealogía de su padre, y ha llegado su impudencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble sino aun descendiente de un Príncipe de Portugal…entre sus papeles existe este documento”(Escritos,t,X,p.338) anota Bolívar. Tal era lo que se sabía plenamente entonces, pese a que esté escrito en el documento que hemos leído para detractar al rebelde, quien fue juzgado y condenado a muerte ese año. Pero el Libertador sabía más, mucho más. El contempló, asomado al balcón del Palacio del Gobernador de Guayana, desde donde despachaba, el fusilamiento de aquel destacado oficial y al caer este muerto dijo en voz alta a los fieles oficiales que lo acompañaban: “Se ha derramado mi propia sangre”. Palabras ratificadas a las pocas horas en la proclama sobre la muerte de Piar que se inicia con la frase:”Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón”(Escritos,t.XI,p.253). Siempre se creyó que lo había dicho por afirmar que un soldado patriota había caído muerto por las propias armas republicanas como consecuencia de su conspiración
[1] James Boswell: Diario londinense. Barcelona: Ediciones del Bronce,1997. 439 p.La cita procede de la p.78 y nota 30 de la misma página. James Boswell: Vida del doctor Samuel Johnson. Prólogo: Fernando Savater. Madrid: Espasa Calpe,1998. 165 p. Esta célebre obra fue impresa en 1791. [2] Asdrubal González Serven: Manuel Piar, p.186,188,189.
contra el orden patriota. Pero como la tradición oral es tan viva, como lo dice el paraguayo Augusto Roa Bastos, cuyas palabras ya hemos citado y también la observación de don Alfonso Reyes sobre la falta de documentos que siempre se presenta al hacer la historia. Así las palabras de Bolívar aquella tarde del 16 de octubre de 1817, el fusilamiento fue a las cinco, como él mismo lo había ordenado el día anterior(Escritos,t.XI,p.252), quieren decir mucho más. Constituyen un instante psicológico que no se puede pasar por alto. Cuando Bolívar dijo que se “había derramado su propia sangre” u “Hoy ha sido un día de dolor para mi corazón” señaló un hecho mucho mas profundo, no sabemos si sus acompañantes lo percibieron así, pero debió entenderlo plenamente al general Carlos Soublette, sobrino de Belén y primo de Piar, y desde luego de Bolívar, que también estaba a su lado. Para el Libertador acaba de morir o su propio hermano o su primo porque Belén Aristiguieta era también su prima e incluso el papá de Belén en sus primeras nupcias había estado casado con una tía del Libertador, hermana de su papá, Petronila Bolívar y Ponte. Por lo tanto los lazos familiares eran todos muy cercanos, más entre las viejas familias mantuanas de donde procedían Belén, Piar, Bolívar y Ponte y el propio Simón Bolívar Palacios. Y por si faltara algo no se puede dejar de recordar que el segundo apellido del padre del general Soublette, quien se llamó Antonio Soublette, era Piar. La historia oficial cubrió con un manto tales sentimientos, dichos mientras caía el sol en Angostura aquel atardecer. Después el sacerdote que escuchó la confesión de Piar y conversó varias horas con él y lo acompañó hasta al fusilamiento, el presbítero Remigio Pérez Hurtado, escribió un documento sobre lo que Piar le contó, durante el palique, no en secreto de confesión, desde luego, este papel con el tiempo desapareció como ha sucedido con numerosos documentos y papeles históricos de nuestro país. Pero quedó vivo lo que los próceres contaron a sus hijos, todo lo que se convirtió en confesión colectiva. Tanto que por medio de las voces de los viejos de su familia, descendientes directos del prócer Bernardo Herrera Toro(1790-1860), también edecán y hombre de confianza del Libertador, toda aquella historia llegó hasta el doctor Rafael Herrera Vegas(1871-1948) quien se lo contó a su nieto Francisco Herrera Luque quien investigó todo lo que pudo, sin apartarse de lo escuchado, y lo desarrolló en su apasionante novela Manuel Piar,caudillo de dos colores, un libro que estaba contenido plenamente en el espíritu para aquel descendiente de los mantuanos y de los amos del valle quien no quiso que la historia se perdiera: lo consignó en una ficción histórica sin dejar de lado lo que le habían contado sus mayores. Los fundamentos históricos de la ficción de Herrera Luque, como sus notas a pie de página a medida que se desarrolla la narración, son tan precisas que constituyen una obra histórica sobre Piar y un ensayo sobre la historia silenciada de Venezuela, que él siempre quiso rescatar, y una interpretación de la nación del disimulo, Venezuela, que quiso examinar José Ignacio Cabrujas(1937-1995)[1]. País, entonces, si seguimos a Cabrujas, del disfraz, del eufemismo, de la ocultación, del fingimiento, la “demoniopolis” que dijo el Libertador hallar cuando regresó a Caracas en 1821(Escritos,t.XX,p.299). Entre ellos nos pone Herrera Luque ante dos gravísimos hechos: el primero, que es un suceso histórico comprobado y del cual hay documentación pero que él pintó de forma grata para el lector desu libro. Pero las consecuencias y las interrogantes que suscitan son iguales: es cuando María Isabel Gómez, la supuesta madre de Piar, se presentó ante el Libertador a pedirle una pensión por ser la madre de aquel oficial cuyo fusilamiento, que tenía profundas razones de Estado y fue una terrible necesidad en el momento en que se hizo, había sido autorizado por Bolívar, tenemos la prueba documental precisa, de apenas
[1] Varios Autores: Cabrujas: ese ángel terrible. Edición Yoyiana Ahumada Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2007. 54 p. Ver: Eduardo Fermín: “El país tiene quien lo cuente”(p.26-29). La cita procede de la p.27. Consultar José Ignacio Cabrujas: El mundo según Cabrujas. Edición Yoyiana Ahumada. Caracas: Alfa,2099.318 p. Ver:”El Estado del disimulo”(p.46.55),
seis líneas(Escritos,t.XI,p.252). Y ante este hecho se preguntó Herrera Luque:¿cómo la madre de un ajusticiado va a pedir una pensión a quien ordenó la muerte de su hijo?, lo que nos indica, dice, que aquel no era su hijo. Así lo presenta Herrera Luque basándose para hacerlo en el hecho de que María Isabel Gómez solicitó esa pensión ante las autoridades, hecho comprobado documentalmente. Por ello anota Herrera Luque, en el epílogo histórico de su libro que tal hecho:”revela su falta de escrúpulos, en el más grave de los sentidos”[1].
¿POR QUE ACTUO ASI?
La pregunta final, que puede hacerse de todo esto, es está: ¿por qué Piar sino no era pardo sino blanco trató de rebelarse contra el ejército patriota empujando una conspiración con los pardos? La respuesta es importante, y esta ligada a su interior personal. Ya sabemos que Piar era blanco y, como hijo de una Aristigueta, mantuano también. Entonces: ¿por qué hizo aquello, que terminó costándole la vida? La respuesta es clara: al haber sido separado de su madre y de su hogar, así fuera hijo natural, el haber sido entregado a una familia que no era la suya, ello hizo aparecer en su espíritu un gran odio, de raíz legítima contra los mantuanos: es ello lo que explica su rebelión contra ellos. No otra cosa. Todo residió en su interior lacerado por las maldades de los mantuanos, de los Aristiguieta en particular. Es por ello que Herrera Luque dice que Piar tenía “el alma arrebuyada”[2]. Además Piar era tímido y “Los tímidos son gente de mucho orgullo, temerosos de ser lastimados; por eso se esmeran en no concitar la ira o el rechazo”[3] .
Al estudiar todo esto no hay que olvidar que Herrera Luque era novelista pero también psiquiatra y ello le hacía
[1] Francisco Herrera Luque: Manuel Piar,caudillo de dos colores, p.268. [2] Francisco Herrera Luque: Manuel Piar, caudillo de dos colores,p.202. [3] Francisco Herrera Luque: Manuel Piar, caudillo de dos colores, p.227.
comprender hondamente los hechos que acompañan los sucesos de la historia, todo lo subjetivo, personal e incluso enigmático, que hay en ellos. Por ello siempre que hemos comentado sus libros, al analizar a Herrera Luque, hemos anotado que el psiquiatra que fue siempre estuvo presente al mirar las complejidades de nuestra historia, esos sucesos que son los que han llevado al país a ninguna parte. Sólo somos el país del bochinche que nunca ha podido ser administrado, el “quinto infierno”, “sólo un clima” como escribió Isaac Chocrón(1930-2011) en un parlamento de una pieza suya[1], solamente un soplo, el país fugaz, en el cual se cumple cada día la sentencia, también de Herrera Luque, de que nuestra peripecia, nuestra memoria colectiva, es el recuento de la “historia detenida”[2].
Lo segundo, asomado también por Herrera Luque, es el por qué, la explicación, del viaje que hizo Belén Aristiguieta a Angostura, en 1821, antes de que terminara guerra, a orar ante la tumba de Piar. Lo hizo porque sin duda sabía que aquel era su hijo.
Tal la inmensa colección de enigmas que la conducta sexual de don Juan Vicente Bolívar y Ponte y de Belén Aristiguieta trajo a sus hijos y descendientes. Y por ser un hecho de la vida del padre del Libertador lo es de toda la extraviada nación venezolana.
Como hemos expuesto tantos posibles misterios, secretos y por lo tanto asuntos confusos y problemáticos. Subrayamos otra vez, queademás de las de Herrera Luque, tres de las ideas que nos han guiado a través de todos estos meandros, son las dichas por el paraguayo Roa Bastos, el mexicano Alfonso Reyes y el caraqueño Guillermo Meneses, que antes hemos citado. Estas concepciones han sido esclareredoras para nosotrosdurante los años que llevamos examinando los sucesos de
[1] Isaac Chocron: Mónica y el Florentino. Caracas: Monte Ávila Editores,1980.94 p. La pieza fue escrita en 1956. [2] Francisco Herrera Luque: “La historia detenida” en La historia fabulada,t.III,p.194.
la época emancipadora y las diversas conductas de sus protagonistas.
EN FIN
Y siempre en todo caso la interrogante que siempre se hizo Herrera Luque, como es tanto la incineración de la segunda parte de la Historia de Oviedo y Baños o el caso destacado del general Piar, que hemos referido, del que se hizo eco en su escribir su novela sobre aquel infortunado oficial. La eliminación de papeles que se refieren a importantes hechos de nuestro pasado fue hecho que siempre inquietó a Herrera Luque.
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