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CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XIII) Roberto Lovera De Sola.


CAPITULO CINCO: EN EL SIGLO XIX



CAUDILLISMO


“El continuo impacto de estupidez, imprevisión e iniquidad que caracterizó tantas horas venezolanas”.

Mariano Picon Salas: Suma de Venezuela. Caracas: Editorial Doña Bárbara,1966,p.115.


Queremos tocar aquí el tiempo venezolano que se inició en 1830 y fue hasta el final de las guerras civiles, con la batalla de Ciudad Bolívar, en 1903(julio 21-22).

Deseamos no estudiar “períodos sino problemas” como pedía el historiador inglés Lord Acton(1834-1902), tantas veces citado por Manuel Caballero[1]. Período de la “guerra de los cien años” ha sido llamado este por Caballero, “el pertinaz desangramiento de nuestro torturado siglo diecinueve…un proceso único que arranca en 1810-1811 y finaliza en 1903”[2].

En verdad, 1830 es la fecha de inicio de su proceso, sobre todo desde el 13 de enero de 1830, desde la instalación del Congreso Constituyente de Valencia(mayo 6) y la promulgación de la nueva Constitución ese mismo año(septiembre 22).

Pero esto tuvo antecedentes:

Quizá el rápido paso de Bolívar por Caracas tras Carabobo(junio 29-julio 9), solo estuvo once días. Bolívar había regresado a su ciudad después de siete años de ausencia(julio 7,1814-julio 9,1821) y no volvería, ya por última vez, sino seis años más tarde, en 1827, para solo pasar seis meses(enero 12-julio 5). Los caraqueños, dicen viejas memorias, no vieron con buenos ojos, tan fugaz paso, tras Carabobo. El Libertador, además, encontró ese año(julio 10,1821), son sus palabras, el país convertido en una “demoniopolis o pueblo de diablos”(Escritos,t.XX,p.299). Ello era quizá el resultado de lo vivido durante el último período caraqueño del régimen realista de siete años(1814-1821) y de las consecuencias de lo vivido dentro del caos de la guerra.

Pero tampoco vieron bien los venezolanos el hecho de que Bogotá pasará a ser la capital de la nueva República, Colombia(diciembre 17,1819), la que los historiadores han denominado la Gran Colombia(1819-1830). Quizá también

[1] Manuel Caballero: Ni Diso, ni Federación. Caracas: Planeta,1995. 303 p. Ver:“De la politica a lo politico”(p.13-28). La cita procede de la p.24. [2] Manuel Caballero: “Prefacio” en Ni Dios ni Federación,p.7-9. La cita procede de la p.8.


por ello el 25 de diciembre de 1821 la Municipalidad de Caracas juró con reservas la nueva carta fundamental, la Constitución de Cúcuta, aprobada ese año(agosto 11,1821). Las dudas expresadas eran por no haber tenido el país representantes en el Congreso de Cúcuta(mayo 6,1821), cosa más que imposible por ser aquel el período de la contienda bélica, por dominar en Caracas los realistas, cuando aquella asamblea de inició faltaban treinta y seis días que la victoria patriota en Carabobo. Pero también es evidente en el acta de la municipalidad caraqueña, con la presencia en ella de los realistas venezolanos, cuya influencia será también fundamental en el proceso del fin de la Gran Colombia[1].

En verdad, el proceso contra la Gran Colombia se consolidará en 1826 con la rebelión de La Cosiata(abril 30-enero 1,1827) que se cerró con el decreto de perdón y paz dado por el Libertador en Puerto Cabello(enero 1,1827). Pasó luego a Valencia(enero 4) y a Caracas(enero 12), pese a ello sin duda se extendió la protesta, después del momento en que Bolívar dejó a Venezuela en 1827 a través de los siguientes tres años, con un momento clave que fue la Asamblea en la Iglesia de San Francisco(noviembre 25 y 26,1829), pero el movimiento separatista no se detuvo en ningún momento. Y, desde luego, el general Páez no traicionó a Bolívar sino que se puso al frente de la corriente dominante en el país en aquel momento.


EL ASUNTO CENTRAL DE NUESTRO SIGLO XIX: LOS CAUDILLOS Y EL CAUDILLISMO.


Vamos a entrar aquí a analizar el proceso del caudillismo, asunto más que esencial en la comprensión de esa centuria, tema con proyecciones en nuestro tiempo cuando el caudillismo se convirtió en liderismo. Pero vayamos con partes.

[1] Varios Autores: Documentos que hicieron historia.Selección y notas: Pedro Grases y Manuel Pérez Vila. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República,1962. 2 vols. Ver:”La Municipalidad de Caracas jura, con reservas, la Constitución”(t.I,p.263-264).


LA PREVISION DEL LIBERTADOR


La observación de Simón Bolívar según la cual se establecería un nuevo tipo de sociedad, moldeada al antojo de los próceres, dio fundamento a lo que el ensayista mexicano Jorge Volpi(1968) ha llamado ahora el “insomnio de Bolívar” que no es otro que su angustia constante en adelante, pero sobre todo a partir de 1826, sobre el destino de la sociedades liberadas por las armas patriotas que él mismo había conducido en la Gran Colombia y Perú. Ello se hizo más grave aun cuando pronunció su discurso, que fue el último de los suyos, ante el Congreso Admirable, reunido en Bogotá(enero 20,1830) y expresó:


“Me ruborizo en decirlo: la Independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” (Proclamas,p.398).


Vinieron luego las mil angustias que sintió durante los meses finales de su vida, cuando bajó por el río Magdalena hacia la costa atlántica, a su Caribe entrañable, en donde rindió la vida. La expresión más grave de aquel agobio fue sin duda su célebre carta al general Juan José Flores(1800-1864), dictada en Barranquilla(noviembre 9,1830), treinta y tres días antes de sucumbir en San Pedro Alejandrino, una hacienda cercana a San Marta(diciembre 17,1830). En ella expresó, en el extremo de la depresión, consecuencia de la enfermedad que padecía, pero claro y sensible ante el suceder que observada ante sus ojos:


“La América es ingobernable para nosotros… El que sigue una revolución ara en el mar… La única cosa que se puede hacer en América es emigrar… Este país caerá infaliblemente en manos de una multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas… Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad los europeos no se dignaran conquistarnos….Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo este sería el último período de la América”(Cartas,t.VII,p.587).


Diez y siete años antes Francisco de Miranda, preso en Puerto Rico por los realistas, había vaticinado que tal como estaba el país iba hacia la ruina y se podía convertir en:


“presa de los extranjeros, no es clase de propiedad extranjera, sino dominando ellos y nosotros haciendo los gastos como propietarios obligados a mantener productiva la finca”[1].


EL SURGIMIENTO


El surgimiento del caudillismo fue una de las consecuencias de la guerra de Independencia. Esta institución, porque lo fue, fue considerada por el maestro Uslar Pietri así: “hasta ahora la más original y acaso la única creación política del mundo hispanoamericano ha sido ciertamente el caudillo”[2]. Y como todo en la realidad de su época, fue avizorada, antes que nadie, por el propio Libertador. Precisamente cuando a treinta días exactos de la batalla de Carabobo escribió a don Pedro Gual(1783-1862), desde Guanare, que cuando concluyera la guerra los soldados “que se creen muy beneméritos y humillados y miserables, y sin esperanzas de coger el fruto de las adquisiciones de sus lanzas” se harían presentes, allí se dio perfectamente cuenta, intuitivo siempre, de lo que venía. Por ello en la misma misiva dejó consignado: “temo más a la paz que a la guerra” (Escritos, t.XX,p.62), dejando claramente visible el doble problema por venir: los soldados y oficiales serían los que nos gobernarían.

Y cuarenta y seis días después escribió al general Francisco de Paula Santander, desde Valencia(julio 10,1821):


[1] Francisco de Miranda: América espera. Caracas: Biblioteca Ayacucho,1982. XLIII,686 .p.La cita procede de la p.485. [2] Arturo Uslar Pietri: Viva voz. Caracas: Italgráfica,1975. 187 p.Ver:”El regreso al caudillo”(p.170-171). La cita procede de la p.171.


“más, amigo, creo que hasta que no se haga la paz, no podré abandonar esta demoniopolis o pueblo de diablos, que por todas partes dan que hacer, sea en paz, o en guerra. Este es un caos: no se puede hacer nada de bueno, porque los hombres buenos han desaparecido, y los malos se han multiplicado, Venezuela presenta el aspecto de un pueblo que, repentinamente sale de un gran letargo, y nadie sabe cuál es su estado, ni lo que debe hacer, ni lo que es. Todo está en ebullición, y no hay hombres para nada; y a todo esto tengo sobre las costillas un grande ejército, que no sé cómo mantener, necesitándose todo él para no perder lo ganado”(Escritos,t.XX,p.299. Subrayado nuestro). Tal la realidad que tenía ante sí.


¿BOLIVAR: CAUDILLO?


Al avizorar el caudillismo Bolívar volvió a trazar con su aguda mirada el suceder de nuestra sociedad. Por ello nunca podrá ser considerado el Libertador un caudillo, como se ha hecho hace poco, porque el siempre, pese a ser por años, sobre todo en el período 1813-1819,Jefe Supremo, ejerciendo el mando sin cortapisas. Y no fue un caudillo porque una y otra vez ofreció durante aquellos seis años la formación de un congreso para que la representación nacional se expresara e hiciera las leyes para el nuevo Estado, eso fue así incluso en el período en que la esencia de la acción era la lucha bélica. Pero la reunión de ese congreso había sido prometido por él tanto en 1814, en Caracas(Escritos,t.VI,p.5), como en 1817, en Barcelona(Escritos,t.X,p.7). Lo pudo hacer en 1819 al inaugurar el Congreso de Angostura al cual entregó el mando(febrero 15). Fue allí mismo elegido Presidente(febrero 16) por aquel parlamento que discutió la Constitución cuyo proyecto presentó él mismo. Y de allí enadelante fue siempre presidente electo en comicios, en 1821 y en 1825. Era presidente cuando asumió la dictadura para salvar la Independencia(agosto 27,1828) y lo era cuando renunció al poder en Bogotá(enero 20,1830). Y nunca puede ser considerado caudillo Bolívar, como los que vinieron después, porque su presencia fue la de un hombre que a la vez que dirigir la guerra, de ser un militar, fue a la vez un dirigente civil que se ocupó siempre de dictar normas civilizadores de convivencia, por lo cual si la acción bélica fue esencial en su carrera lo fue también su constante atención a la diplomacia, las normas para la educación de la sociedad surgida de la contienda, por él dictadas, y su extensa labor como constitucionalista de la cual surgieron las normas jurídicas para el funcionamiento de la nueva sociedad. Tan no fue caudillo Bolívar que pudo observar a tiempo la presencia de los caudillos y la forma como distorsionarían con su acción la sociedad latinoamericana.

El Libertador nunca fue el caudillo personalista. Y mucho menos un militarista, entre sus máximas castrenses que podemos leer están estas: “Aunque un soldado salve a su patria, rara vez es un buen magistrado(Obras,t.II,p.402)[1];

“Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del gobierno, es el defensor de su libertad. Sus glorias deben confundirse

[1]No podemos dejar de recordar especialmente que las citas del Libertador que se inertan a continuación las tomamos de un trabajo inédito, para el momento en que hemos redactado este capítulo, del general Héctor Bencomo Barrios(1924-2012), fallecido hace pocas semanas, a quien sus amigos lloramos aún. Fue Bencomo, además de distinguido oficial de nuestras Fuerzas Armadas, hondo estudioso de nuestra historia militar, dirigió el Archivo del Libertador en los últimos años de su vida, los que dedicó a la compilación de la magistral edición crítica de los Escritos del Libertador. Fue en su oficina en el Archivo del Libertador, en la esquina de Traposos, la misma cuadra en la que nació el Héroe, en donde tuvimos el diálogo sobre estos asuntos a los cuales nos referimos aquí. Fue la última vez que nos encontramos. Recordamos vivamente que cuando entramos a su lugar de trabajo tenía sobre su escritorio abierto unos de los Libros Copiadores de la correspondencia de Bolívar, antiguos de más de doscientos años. Al saludarlo le dijimos: “¿Y estos general son los papeles sagrados?”. “Si, nos dijo, estos son”. Pasó aquel gran y verdadero estudioso de Bolívar por la triste escena de ver como por orden del gobierno chavista el Archivo del Padre de la Patria fue sacado en guacales, por soldados armados hasta los dientes, como se pudo ver a través de Globovisión esa noche, todas aquellas hojas, conservadas y reunidas con tanto celo por el doctor Vicente Lecuna. Fueron llevados a un sitio que no tiene, según la información que hemos recabado, las condiciones para la preservación de tales documentos, papeles en los cuales está la historia de la emancipación hispanoamericana.

con las de la república, y su adición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país”(Escritos,t.VI,p.9);

“No es el despotismo militar el que puede hacer la felicidad del un pueblo”(Escritos,t.VI,p.9).

“El sistema militar es el de la fuerza; y la fuerza no es gobierno”(Escritos,t.IX,p.378);

“Una dolorosa experiencia ha mostrado cuan incompatibles son las funciones de magistrado y de defensor de la República: muchos reveses hemos sufrido por estar reunidos el poder militar y el civil, pues un hombre solo no puede atender a la conservación de la paz y al ejercicio de la guerra, y un hombre solo difícilmente reúne las virtudes y los talentos que requiere el tribunal y el campo” (Escritos,t.XVI,p.1);

”Un militar no tiene virtualmente qué meterse sino en el ministerio de sus armas”(Escritos,t.XXXI,p.195).

E incluso, válido para militares y civiles, consejo dado al general José Antonio Páez(abril 19,1820):

“El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores(Escritos, t.XVII,p.223).


EL CAUDIILISMO APARECE


Hay que advertir que si la real definidora considera al caudillo como el “hombre que, como cabeza, guía y manda la gente de guerra”, o como el “hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo”[1]. En el caso latinoamericano se trata de una formación política que gobernó nuestros países después de la Independencia, a lo largo de todo el siglo XIX, prosiguiendo, y cerrándose, en algunos países en el siglo XX. Es a eso que hemos denominado caudillismo.

El caudillismo se hizo presente, desde el fin de la guerra, y en los años sucesivos del siglo XIX, en Venezuela hasta

[1] Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Real Academia, 2006.XXXI,1631 p.. La cita procede de la p.298.


1903, en el modo de gobernar en América Latina. Por ello analizarlo es tratar de entender la esencia del siglo XIX latinoamericano en donde los caudillos gobernaron quizá con la excepción de Chile, donde actuó aquel sereno piloto llamado Andrés Bello(1781-1865), quien orientó la vida institucional de aquella nación. En cambio, en Argentina desde la llegada el poder del tirano Juan Manuel de Rosas(1793-1877), el caudillo de aquellas tierras, terminada su acción en la batalla de Monte Caseros(febrero 3,1852), donde fue vencido por sus opositores quienes crearon la democracia argentina, sobre todo desde que llegó a la presidencia(1868-1874) el civilizador Domingo Faustino Sarmiento(1811-1888), quien exilado en Chile pudo comprender el magisterio de civilizador de Bello y por último en la particular evolución del Brasil, el único país latinoamericano que tuvo reyes en el poder de su propio territorio y que logró su independencia sin la violencia de las naciones de lengua española. Asi fue Brasil el único país latinoamericano que tuvo una casa real y tres reyes gobernando desde su territorio, a diferencia de la América Española a quien sus reyes gobernaban desde España, desde Toledo, Valladolid, El Escorial y desde Madrid. En cambio Brasil, colonia lusitana, tuvo sus reyes desde que el 26 de noviembre 1807, como consecuencia de la invasión napoleónica a Portugal, el rey y su familia huyeron, se trasladaron a Río de Janiero y desde allí gobernaron, entre 1808 y 1889, cuando se dio paso a la República, siempre sin violencia, lo que explica la particular invención de esa nación. Los reyes fueron Juan VI(1767-1826), su hijo Pedro I(1798-1834), quien declaró la independencia de Brasil(septiembre 7,1822) y su nieto Pedro II(1825-1891), al final de cuyo reinando(1889) el país pasó a ser una República, solo que sin violencia ni guerra alguna. Este singular logro ha sido revivido, con precisión y forma grata de presentarlo, por el español Javier Moro(1955), en libro más que sabroso[1].

[1] Javier Moro: El imperio eres tú. Caracas: Planeta,2011. 553 p.


En el resto del continente dominaron los caudillos y su sistema el caudillismo. Dice Uslar Pietri, quien lo ha examinado con penetración:


“aquel tipo de jefatura casi natural y espontánea que las circunstancias sociales e históricas había producido en la América después de la Independencia. No se parecía a ninguna forma de autoridad de las que se conocían en el viejo continente. No era el representante de una institucionalidad establecida y legitimada, sino de una necesidad dentro de una sociedad particular y distinta que había abandonado sus formas de autoridad histórica…Eran los hijos de la ruptura del orden español, de la inefectividad de las nuevas instituciones republicanas implantadas por los ideólogos inspirados en ejemplos europeos y norteamericanos y de la situación social e histórica…Surgen de la guerra…El ideal de la República era para ellos incomprensible y carecía de significación práctica…Esa forma de representatividad espontánea, nacida de la identificación en el trabajo y en la guerra, es la que señala a los caudillos…No era[n] magistrad[os] que represdentaba[n] una institucionalidad escrita sino un jefe natural…No ha sido fácil llegar a un estudio objetivo del fenómeno del caudillismo…No ha sido posible estudiarlo con toda objetividad porque todavía, y como rasgo propio de una situación cultural, los latinoamericanos no han logrado despojarse de los patrones morales e ideológicos para conocer y explicar la propia historia…[fueron] hijos innegables de una circunstancia hecha por la historia y por el medio”[1].


Varios de ellos, pese ser la “legión de malditos” que dice Uslar Pietri, lograron poner a andar las bases de la unidad y centralización de sus países, como Rosas en la Argentina o como José Antonio Páez(1790-1873), quien fue como dice don Arturo “la autoridad unificadora de Venezuela a la muerte de Bolívar”[2]. También lo serán en los momentos de sus mandatos tanto un Antonio Guzmán Blanco(1829-1899), un caudillo particular pues era un universitario, o Juan Vicente Gómez(1857-1935) en Venezuela, el verdadero último caudillo rural. Es por ello

[1] Arturo Uslar Pietri: “Una legión de malditos” en sus Godos, insurgentes y visionarios,p.83-95. La cita procede de las p.85-91. [2] Arturo Uslar Pietrri: “Una legión de malditos” en sus Godos, insurgentes y visionarios,p.92.


importante lo que acota Uslar al final del ensayo suyo que hemos seguido aquí:


“No es posible entender la historia sin estudiarlos…por lo mucho que revela su presencia para conocer la realidad política y social de ese mundo no tan nuevo”[1].


Desde los caudillos, o como consecuencia de los últimos de esta estirpe, se produjo el deslizamiento de nuestros países hacia el populismo, como fue el caso del mayor y más nefasto de todos, Juan Domingo Perón(1895-1974) quien destruyó la economía y la vida institucional argentina hasta el punto que el país, desde su caída en 1955, no ha logrado recuperarse ni retornar a su sendero de nación organizada. Tanto que se ha dicho que el populismo es la creación política latinoamericana del siglo XX, “el único aporte latinoamericano a la cultura política contemporánea, que nació justamente con Perón” según el analista Álvaro Vargas Llosa, según lo señaló a Rafael Osio Cabrices(1973)[2].


EL NEO-CAUDILLISMO


Quizá es desde el hondón de los aquellos gamonales del pasado en donde inexplicablemente han sido surgido los neo-caudillos del tipo del antiguo presidente de Venezuela Hugo Chávez(1954-2012), vestidos de falsas virtudes

[1] Arturo Uslar Pietri: “Una legión de malditos” en sus Godos, insurgentes y visionarios,p.93. Sobre el caudillo argentino consultar Raúl O.Fradkin/Jorge Gelman: Juan Manuel de Rosas, la construcción de un liderazgo político. Buenos Aires: Edhasa,2015.480 p. Ver tambien las obras de John Lynch: Caudillos en Hispanoamérica,1800-1850. Madrid:Mapfrem1993 y su Juan Manuel de Rosas,1829-1852. Buenos Aires: Emecé,1984, [2] Rafael Osío Cabrices. El horizonte encendido. Viaje por la crisis de la democracia latinoamericana. Caracas: Mondadori/ Debate,2006.601 p. La cita procede de la p.353.


democráticas, cuando su esencia está en los hombres que dominaron aquellas montoneras incultas del siglo XIX. Es un anacronismo histórico. Pero los encontramos activos hoy dentro de una sociedad moderna y globalizada en donde los caudillos no tienen cabida, son espectros del pasado, meros cadáveres.

La situación que vive la democracia latinoamericana, en crisis, según el examen de Osío Cabrices, el que mejor la ha retratado, en los días en que escribíamos estas reflexiones, es el expresidente de Costa Rica, Oscar Arias Sánchez(1940), hombre experimentado de setenta años, Premio Nóbel de la Paz(1987), dos veces presidente de su país por elección popular(1986-1990;2006-2010). Esto dijo el doctor Arias ante los presidentes latinoamericanos, los neo caudillos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina lo escucharon. Estaba también el presidente cubano Raul Castro(1932), que más que neo caudillo es un dictador. Sobre Raúl Castro cabe la pregunta:¿gobierna o lo continuó haciendo su hermano Fidel Castro(1926-2016) hasta su deceso?. Ojala que sobre todo el venezolano, quien creó desde Caracas hace poco la gran crisis de Honduras(2009), con el apoyo del Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza(1943), medite en lo dicho por ese gran humanista que es el presidente Arias en su peroración(febrero 20,2010). He aquí el texto de su intervención, principalmente dirigida a Chávez:


LA ORACION DE UN HUMANISTA


“Excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, amigas y amigos:

Ésta es mi última participación en una cumbre internacional. No pretendo despedirme de América Latina ni del Caribe. Los sueños de esta región los llevo atados al centro de mi vida. Pero sí debo despedirme de ustedes, colegas, hermanos, compañeros de viaje. Debo despedirme de este auditorio que resume, en un racimo de voces, las esperanzas de 600 millones de personas, casi una décima parte de la humanidad. Es en nombre de esa estirpe latinoamericana que quiero compartir con ustedes algunas reflexiones. Es en nombre de la prosapia que habita más allá de estas puertas, y que exige de nosotros la osadía de construir un lugar más digno bajo el sol.

A pesar de los discursos y de los aplausos, lo cierto es que nuestra región ha avanzado poco en las últimas décadas. En ciertas áreas, ha caminado resueltamente hacia atrás. Muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría(1945-1989). América Latina corre el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas. Corre el riesgo de desperdiciar, una vez más, su oportunidad sobre la Tierra. Nos corresponde a nosotros, y a quienes vengan después, evitar que eso suceda. Nos corresponde honrar la deuda con la democracia, con el desarrollo y con la paz de nuestros pueblos, una deuda cuyo plazo venció hace siglos.

Honrar la deuda con la democracia quiere decir mucho más que promulgar constituciones políticas, firmar cartas democráticas o celebrar elecciones periódicas. Quiere decir construir una institucionalidad confiable, más allá de las anémicas estructuras que actualmente sostienen nuestros aparatos estatales. Quiere decir garantizar la supremacía de la ley y la vigencia del Estado de Derecho, que algunos insisten en saltar con garrocha.

Quiere decir fortalecer el sistema de pesos y contrapesos, profundamente amenazado por la presencia de gobiernos tentaculares, que han borrado las fronteras entre gobernante, partido y Estado. Quiere decir asegurar el disfrute de un núcleo duro de derechos y garantías fundamentales, crónicamente vulnerados en buena parte de la región latinoamericana. Y quiere decir, antes que nada, la utilización del poder político para lograr un mayor desarrollo humano, el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros habitantes y la expansión de las libertades de nuestros ciudadanos.

No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de restringir libertades individuales y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático, para subvertir las bases de la democracia. Un verdadero demócrata, si no tiene oposición, debe crearla. Demuestra su éxito en los frutos de su trabajo, y no en el producto de sus represalias. Demuestra su poder abriendo hospitales, caminos y universidades, y no coartando la libertad de opinión y expresión. Un verdadero demócrata demuestra su energía combatiendo la pobreza, la ignorancia y la inseguridad ciudadana y no imperios extranjeros y conspiraciones imaginarias. Esta región, cansada de promesas huecas y palabras vacías, necesita una legión de estadistas cada vez más tolerantes, y no una legión de gobernantes cada vez más autoritarios. Es muy fácil defender los derechos de quienes piensan igual que nosotros. Defender los derechos de quienes piensan distinto, ése es el reto del verdadero demócrata. Ojalá nuestros pueblos tengan la sabiduría para elegir gobernantes a quienes no les quede grande la camisa democrática.

Y ojalá también sepan resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica.

Parafraseando a Octavio Paz(1914-1998), me atrevo a decir que en nuestra región la democracia no necesita echar alas, lo que necesita es echar raíces. Antes de vender tiquetes al paraíso, preocupémonos primero por consolidar nuestras endebles instituciones, por resguardar las garantías fundamentales, por asegurar la igualdad de oportunidades para nuestros ciudadanos, por aumentar la transparencia de nuestros gobiernos, y sobre todo, por mejorar la efectividad de nuestras burocracias. Mi experiencia como gobernante me ha comprobado que los nuestros son Estados escleróticos e hipertrofiados, incapaces de satisfacer las necesidades de nuestros pueblos y de brindar los frutos que la democracia está obligada a entregar.

Esto tiene serias consecuencias sobre nuestra capacidad de honrar la segunda deuda que he querido mencionarles, la deuda con el desarrollo. Una deuda que, repito, tenemos que honrar nosotros. Ni el colonialismo español, ni la falta de recursos naturales, ni la hegemonía de Estados Unidos, ni ninguna otra teoría producto de la victimización eterna de América Latina, explican el hecho de que nos rehusemos a aumentar nuestro gasto en innovación, a cobrarle impuestos a los ricos, a graduar profesionales en ingenierías y ciencias exactas, a promover la competencia, a construir infraestructura o a brindar seguridad jurídica a las empresas. Es hora de que cada palo aguante la vela de su propio progreso.

¿Con qué derecho se queja América Latina de las desigualdades que dividen a sus pueblos, si cobra casi la mitad de sus tributos en impuestos indirectos, y la carga fiscal de algunas naciones en la región apenas alcanza el 10% del Producto Interno Bruto? ¿Con qué derecho se queja América Latina de su subdesarrollo, si es ella la que demuestra una proverbial resistencia al cambio cada vez que se habla de innovación y de adaptación a nuevas circunstancias? ¿Con qué derecho se queja América Latina de la falta de empleos de calidad, si es ella la que permite que la escolaridad promedio sea de alrededor de 8 años? Y sobre todo, ¿con qué derecho se queja América Latina de su pobreza si gasta, al año, casi 60.000 millones de dólares en armas y soldados?

La deuda con la paz es la más vergonzosa, porque demuestra la amnesia de una región que alimenta el retorno de una carrera armamentista, dirigida en muchos casos a combatir fantasmas y espejismos. Demuestra, además, la total incapacidad para establecer prioridades en América Latina, una práctica que impide la concreción de una verdadera agenda para el desarrollo. Hay países que sufren conflictos internos, que pueden justificar un aumento en sus gastos de defensa nacional. Pero en la gran mayoría de nuestras naciones, un mayor gasto militar es inexcusable ante las necesidades de pueblos cuyos verdaderos enemigos son el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la desigualdad, la criminalidad y la degradación del medio ambiente. Es lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se reúnan países que se arman los unos contra los otros. Y es también lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se encuentre ausente el gobierno de Honduras, cuyo pueblo es víctima del militarismo y no merece castigo, sino auxilio.

Si hace veinte años me hubieran dicho que en el 2010 estaría todavía condenando el aumento del gasto militar en América Latina, probablemente me habría sorprendido.

¿Cómo, después de haber visto los cuerpos destrozados de jóvenes y niños heridos en la guerra, podía esta región anhelar un retorno a las armas? ¿Cómo habría de permitir el dantesco desfile de cohetes, misiles y rifles que pasa frente a pupitres desvencijados, loncheras vacías y clínicas sin medicinas? Algunos dirán que me equivoqué al confiar en un futuro de paz. No lo creo. La esperanza nunca es un error, no importa cuántas veces sea defraudada.

Yo aún espero un nuevo día para América Latina y el Caribe. Espero un futuro de grandeza para nuestros pueblos. Llegará el día en que la democracia, el desarrollo y la paz llenarán las alforjas de la región. Llegará el día en que cesará el recuento de las generaciones perdidas. Puede ser mañana, si nos atrevemos a hacerlo. Puede ser el próximo año, la próxima década o el próximo siglo. Por mi parte, yo seguiré luchando. Sin importar las sombras, seguiré esperando la luz al final del arco iris. Seguiré luchando hasta el día que llegue.

Queridos amigos y amigas. Compartir con ustedes este foro, al igual que muchos otros más, ha sido para mí sumamente honroso y un verdadero privilegio. Esta es mi última cumbre y al decirles adiós, quiero que sepan que en Óscar Arias tendrán siempre a un amigo de verdad”[1].


Hemos citado completa la honda oración de Oscar Arias Sánchez porque creemos que es imposible omitirla en una meditación como la que aquí ofrecemos sobre caudillos, caudillismo y los neo caudillos latinoamericanos quienes están distorsionando la democracia latinoamericana. Y, desde luego, el neo-caudillismo, es distinto al “liderismo” que estudió Augusto Mijares en página ejemplar[2].

[1] El discurso de Oscar Arias lo tomamos de www.elrepublicanoliberal.com, Caracas: marzo 13,2010. [2] Augusto Mijares: La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana,5ª.ed.aum. Prólogo: Luis Castro Leiva. Notas: Roberto Lovera De-Sola. Caracas: Monte Ávila Editores,1998. XXXIII,271 p. Ver:”Liderismo y caudillismo”(p.181-187). En esta edición del ejemplar libro la sección “Otros ensayos”(p.199-238) rescata otras memorables páginas del gran pensasador, íntimamente relacionados con la esencia de este libro suyo.





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