CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XIV) Roberto Lovera De Sola.
LAS GUERRAS CIVILES
Concomitante con el surgimiento y desarrollo del caudillismo aparecieron las guerras civiles como producto de la competencia entre los caudillos por el poder, sobre todo entre los próceres de la guerra, tanto que no es casual que el que se considera el primer golpe de Estado que hubo en Venezuela fuera militar(julio 8,1835)[1], para sacar del poder al doctor José María Vargas(1786-1854), un presidente civil elegido en comicios, haya sido protagonizado por varios próceres, encabezado por el
[1] Nosotros personalmente hemos pensado, producto de nuestras investigaciones, que el primer golpe fue en 1546, el de Juan de Carvajal contra Felipe Hutten(1511-1546) para destituirlo de la Gobernación y Capitanía General de la Provincia de Venezuela. Lo logró asesinando a Hutten, por lo cual fue un magnicidio, llevado a cabo al pie de la Sierra de Coro, como lo demostró Herrera Luque. Luego Carvajal fue juzgado y condenado a muerte; el segundo golpe, ya en la República de Venezuela, fue la prisión del general Miranda, presidente de la República aquel día(julio 31,1812); el tercero el pronunciamiento inicial de La Cosiata, en Valencia(abril 27,1826). El tercero el dado al sabio Vargas, presidente aquel día(julio 8,1835). El cuarto el golpe contra el presidente Pedro Gual(agosto 29,1861). Véase sobre los hechos de Valencia, en 1826, los libros de Eloy Guillermo González: Dentro de La Cosiata. Caracas: Imp.Nacional, 1907. X,247 p. y el de Mario Briceño Iragorry: La tragedia de Peñalver. Bogotá: Editorial Iqueima,1949. 77 p.
general Santiago Mariño(1788-1854) aunque se recuerde más el enfrentamiento del tristemente célebre coronel Pedro Carujo(1801-1836) con el valiente presidente Vargas.
La primera de nuestras contiendas civiles tuvo lugar en Venezuela el mismo año de la separación de nuestro país de la Gran Colombia. Fue la de Julián Infante en 1830. De allí en adelante, en los siguientes setenta y cuatro años(1830-1903) hubo 39 revoluciones, 127 alzamientos, 166 revueltas, en Venezuela. Estas duraron 8847 días, así en los 27.027 días del período al cual nos referimos solo tuvo el país cuarenta y nueve años de paz y veinte y cuatro años de guerras continuas. La nación solo disfrutó de períodos de paz completa durante diez y siete años: entre 1839-1843, en 1850-1851, en 1857, en 1876, en 1883 y 1884, en 1889-1891, en 1893-1897 y a partir de 1903. En 1859, 1860, 1862, 1868-1871, en 1873 y 1902, no hubo ningún día de paz, todo esto según el escritor Antonio Arraiz(1903-1962) quien hizo su preciso y terrible computo[1].
¿CÓMO GOBERNAR?
De allí la durísima reflexión de Antonio Arraiz que sigue: “Ni el virtuoso [José María]Vargas, ni el caballeroso [Manuel Felipe]Tovar, ni el apacible [Pedro]Gual pudieron gobernar en Venezuela. El austero [Carlos]Soublette tuvo que apelar a la severidad, el inteligente [Juan Pablo]Rojas Paúl a la intriga y a la hipocresía. El apático [Juan Crisóstomo] Falcón permitió que el latrocinio prosperase en su torno. La actuación de otros gobernantes fue más que censurable.
“Se llega a conclusión de que para conquistar y conservar el poder en Venezuela era preciso saber mentir, engañar, prometer y jurar en
[1] Antonio Arraiz: Los días de la ira. Las guerras civiles en Venezuela,1830-1903. Prólogo: Pedro Beroes. Compilación: Nestor Tablante Garrido. Valencia. Vadsell,1991.214 p.. La cita procede de las ,p.29-34.
falso; era indispensable permitir el robo y conveniente ser ladrón. El egoísmo, la jactancia no eran defectos, sino cualidades; había que exigir la adulación y el servilismo, despreciar y humillar la dignidad humana. La más grave falta era la bondad. Un mandatario venezolano no podía vacilar cuando se trataba se ordenar persecuciones, allanamientos, secuestros, confiscaciones, prisiones, destierros y torturas personales; a veces la muerte.
“Estos son los rasgos que, en una sociedad normal, suelen llevar a presidio o al manicomio. El hecho de que en Venezuela encumbrasen al gobierno no significa que la sociedad venezolana fuese anormal: ninguna sociedad lo es; sino que de 1830 a 1935 casi nunca gozó de normalidad. Cuando no gemía bajo duros despotismos se hallaba desgarrada por furiosas convulsiones internas”[1].
Y al paso de esta severa cita es bueno recordar a ese varón venezolano, hombre insigne, que fue el poeta Antonio Arraiz(1903-1962): luchó contra la tiranía de Gómez, estuvo preso, fue luego esencial su presencia durante todos los debates cívicos y el correr de la Venezuela desde la muerte del déspota, cuando se reinstaló la democracia, por ello no vio con buenos ojos la ruptura institucional del 18 de octubre de 1945 ni el golpe que desalojó al maestro Rómulo Gallegos(1884-1969), un presidente legítimo, electo por el 74% de los votos. Por ello treinta y cuatro días después de aquella conspiración publicó en El Nacional(enero 3,1949) un editorial convocando a un debate sobre el porvenir de Venezuela que para él no era otro que el democrático. Esto molestó a la Junta Militar que gobernaba, tal fue la reacción que tres días después Arraiz tomó el camino del exilio, no retornó sino esporádicamente. En los trece años que le restaban de vida se dedicó, desde los Estados Unidos, en donde
[1] Antonio Arraíz: Los días de la ira,p.29. Cuando el magnífico poeta Arraíz, exilado en Nueva York, escribió para El Nacional de Caracas los artículos, con los cuales el animoso Tablante formó este libro, aun no se había publicado la primera edición del libro de Francisco Herrera Luque: Los viajeros de Indias, impresa en 1961, en donde este psiquiatra-historiador examina los aspectos patológicos de la personalidad del venezolano que es la que ha hecho de nuestro devenir un proceso de “historia detenida” como el mismo Herrera Luque indicó.
trabajó en las Naciones Unidas, como un funcionario nombrado por aquel organismo no como un empleado de nuestro servicio exterior, en la redacción de textos escolares, notables varios de ellos, pensando sin duda que solo por el camino de la educación se podían lograr imponer formas democráticas y civiles en la vida venezolana. Fue aquello lo que pensó e hizo Juan Vicente González(1810-1866) tras el asalto al Congreso hecho por el dictador Monagas(enero 24,1848) o Augusto Mijares tras el asesinato(noviembre 13,1950) del presidente Carlos Delgado Chalbaud(1909-1950), del que era Ministro: ambos humanistas fundaron cada uno un colegio, conscientes de que solo por la educación podía andar correctamente la nación.
LOS CAUDILLOS A MEDIADOS DEL SIGLO XIX
Sin duda alguna fue Antonio Guzmán Blanco un caudillo, pero no uno más porque fue entre los nuestros por ser el único que era uno de los pocos universitarios que nos gobernaron en el siglo XIX. Los otros fueron Vargas, Tovar, Gual, Rojas Paúl y Andueza Palacio, pero solo estuvieron en el poder ocho años, algunos, como Gual solo por varias semanas. Guzmán Blanco además de su preparación académica había viajado por Europa y los Estados Unidos, en donde había ejercido un cargo diplomático. De aquellas tierras, sobre todo del Viejo Mundo, quiso traer todas las novedades para que nos dieran el progreso, por ello suya fue la primera base de los que sería el Estado moderno entre nosotros. Pero su acción, como dice el mayor de sus biógrafos, Tomás Polanco Alcántara(1927-2002), constituyó una tragedia porque la elite política que estuvo junto a él no lo comprendió ni entendió los caracteres de su voluntad innovadora. Fue él quien, no lo olvidemos, como dice Carrera Damas(1930), a quien debemos “el andamiaje de modernidad que levantó su lucidez y tenacidad para que fuese construida una nueva Venezuela”[1].
Esto lo advertimos porque Inés Quintero(1955) se ha dado cuenta que para poder examinar el final del caudillismo debía tocar lo relativo al tema en los días de Guzmán Blanco. Por ello en la segunda edición de El ocaso de una estirpe[2] añadió un capítulo sobre el sistema político guzmancista en el cual la presencia de los caudillos fue singular. En los días del Ilustre Americano(1870-1887), “Los caudillos preservan una parte importante de sus cuotas de poder, se constituyen en soportes fundamentales tanto para la toma del poder como para la consolidación del gobierno”(p.37). Creemos que no podía ser entonces de otra manera, el caudillismo constituía el modo de gobernar, y no sólo en Venezuela. Es por ello que
[1] María Elena González Delucca: Negocios y política y en los tiempos de Guzmán Blanco.2ª.ed. Prólogo: Germán Carrera Damas. Caracas: Universidad Central de Venezuela,2001. 344 p. La cita procede de la p.9. [2] Inés Quintero: El ocaso de un estirpe. La centralización restauradora y el fin de los caudillos históricos. 2ª.ed.aum.Caracas: Alfa, 2009. 190 p. Aunque el libro la palabra “restauración” está escrita con letras minúsculas se refiere al gobierno de Cipriano Castro, llamado Revolución Restauradora, bajo cuya égida se cortó la cabeza al caudillismo. Debemos señalar a la vez, a la vista de la nueva edición aumentada de esta obra, que en esta nueva edición de su volumen su autora ha añadido un capítulo sobre Guzmán Blanco, “El sistema politico guzmancista”(p.11-38). En este libro ella trata de manera serena y documentada, en bastante buen estilo de escribir, el fin de las guerras civiles y del caudillismo en Venezuela, hay que apuntar antes de entrar en este libro, que fue el primero publicado por esta autora, que además de examinar el fin de las montoneras y la extinción de los gamonales en nuestro país su autora ha añadido en esta nueva edición un trabajo complementario que no estaba en su primera impresión(Prólogo: Manuel Caballero. Caracas: Alfadil, 1989.144 p.) sobre el guzmancismo al cual ya nos hemos referido. Lo que si siempre hemos sentido, más después de su deceso, es que se haya suprimido en esta edición el prólogo de Manuel Caballero, las razones expresadas para su eliminación no nos han parecido convincentes, menos tratandose de Caballero que siempre ilumina con sus estudios nuestra comprensión del pasado venezolano. bajo Guzmán Blanco estos conservaron las jefaturas de “sus localidades, gran parte del juego político se mantiene en manos de las redes caudillistas, adquieren prestigio nacional, se les entrega el control del territorio y no hay avances en el proceso de estructuración de una fuerza nacional que, desde el poder central, vele por la paz de la República”(p.37). Aunque hemos indicado que la permanencia del guzmancismo llegó hasta 1888, momento de la elección de Juan Pablo Rojas Paul(1826-1905), en verdad en 1887 Guzmán Blanco entregó el poder a Hermógenes López(1830-1898) y viajó a Europa. De París no regresó más. Solo volvieron sus restos para ser enterrados en el Panteón Nacional por él creado(agosto 8,1999).
Pese a ello, recalca Inés Quintero, “en el empeño por construir un régimen estable, está presente también una inequívoca tendencia centralizadora en abierta oposición con la disgregación caudillista”(p.37), “La intervención del gobierno nacional no desmantela el ‘modus operandi’ caudillista”(p.38). Y en medio de esto lo que tiene mayor sentido de permanencia son “las acciones tendientes a favorecer el fortalecimiento económico del poder central”(p.38). Pero durante su período, el caudillismo, siempre disgregador, como anota Salcedo Bastardo[1], pervivirá pero también aparecen en él la necesidad de centralización del poder en el país, la cual, según Inés Quintero, “marca el inicio del largo y accidentado proceso del Estado nacional liberal”(p.38). Será así cuando después de los sucesos, que anarquizan el país, entre 1892, cuando la paz guzmancista se rompió por las apetencias de Raimundo Andueza Palacio(1846-1900) por alargar el período presidencial y las guerras intestinas prácticamente no se detuvieron en los siguientes once años, hasta 1903, se fue haciendo necesario poner fin tanto al caudillismo como a las guerras civiles porque la única forma de progreso que podía tener en el país, pese a ser tan pobre en aquellos años, eran dentro de un régimen de paz. En ese momento no había aparecido aun el “rey petróleo”, que dijo Domingo Alberto Rangel(1923-2012), en las cantidades que apareció en los años diez, sobre todo a partir de 1914, lo cual fue el fundamento para la consolidación del régimen gomecista, última etapa caudillista de nuestra historia, pero de un solo caudillo hegemónico, centralizador e incluso innovador, aunque ello no se crea si solo escuchamos la voz de sus detractores con cuyo solo testimonio no se puede construir la historia del gomecismo, porque fue aquel, con su destacada elite, quien creo el Estado Moderno y montó a Venezuela en el siglo XX, casi dos décadas antes de 1935.
EL FIN DEL CAUDILLISMO EN VENEZUELA
El tema central que trata Inés Quintero, por ello la seguimos aquí, es precisamente el proceso de lo que denomina la “centralización Restauradora” por haberse cumplido bajo el gobierno(1899-1908) de Cipriano Castro(1858-1924), siendo ya vicepresidente el general Juan Vicente Gómez(1857-1935), proceso que fue concomitante con el fin del caudillismo.
Como ella nos indica “El trabajo se concentra en un período histórico que consideramos fundamental en el desenvolvimiento del proceso: el que corresponde al régimen de Cipriano Castro”(p.51) y señala: “Nuestra intención, en el presente trabajo, es determinar cuáles son las iniciativas políticas que favorecen la estabilización de Castro en el poder y el asentamiento de un poder central. De igual manera pretendemos estudiar cómo y a través de qué recursos se comienza a edificar un aparato militar capaz de contener la capacidad armada de los distintos caudillos en cada región del país. Analizar los mecanismos que dan legalidad a este nuevo orden de cosas así como el respaldo y el rechazo que despierta entre los caudillos la estructuración de un nuevo esquema de reparto del poder que los excluye del panorama político hasta su extinción definitiva en los primeros años del siglo XX”(p.52). Esto tiene una fecha precisa en nuestra historia:
[1] José Luis Salcedo Bastardo: Historia fundamental de Venezuela,p.327.
desde el triunfo de Gómez en la batalla de Ciudad de Bolívar(julio 21-22,1903) que puso fin a la Revolución Libertadora(diciembre 19,1901-julio 22,1903) que desde el centro, tras la batalla de La Victoria(octubre 13-noviembre 2,1902), se desarrolló en el oriente del país a donde fue el entonces vicepresidente al mando de las tropas que descabezaron definitivamente a los caudillos en Ciudad Bolívar. Demostró entonces Gómez destrezas militares hasta ese momento desconocidas, virtudes certeras que alimentaron luego la pluma de varios de sus más cercanos colaboradores. Tenía las cualidades militares que mostraron Eleazar López Contreras(1883-1973) y Victorino Márquez Bustillos(1858-1941) en los análisis que le dedicaron.
Sigue diciendo Inés Quintero: “En este trabajo solo se analizan las iniciativas promovidas y ejecutadas por el gobierno de Cipriano Castro en virtud de que es durante ese período que se sientan las bases del proceso centralizador que aniquila las posibilidades de ejercicio del poder por parte de los caudillos, de manera que cuando Juan Vicente Gómez comienza a desempeñar la primera magistratura se encuentra ante una realidad donde los caudillos han dejado de ser las figuras estelares del proceso. Durante su mandato se continúa y profundiza la tendencia centralizadora que se lleva a cabo exitosamente durante los primeros años del nuevo siglo con Cipriano Castro a la cabeza del Ejecutivo”(p.52-53).
Las realizaciones del proceso centralizador de Gómez, que creemos hay que indicar fueron la reforma de la Hacienda Pública, a partir de 1913, cumplida bajo la dirección de Román Cárdenas(1862-1950), esto significó el inicio del Estado Moderno, la estructuración del Ejército Nacional, desde 1910, el desarrollo de la industria petrolera y sus normas y la construcción de las carreteras que integraran el territorio de la nación(p.53).
Sin embargo, situándonos en el contexto que historiamos debemos decir que en 1899 estamos ante una Venezuela disgregada e incomunicada. En aquellos días el “Partido Liberal, el liberalismo amarillo es una bandera hecha jirones donde cada quien tiene sus intereses. Y sus particulares cuotas de poder. Después de treinta años de hegemonía política lo azota un profundo deterioro interno”.
Los caudillos entonces “Son los representantes de una Venezuela donde la guerra es uno de los más importantes recursos para dirimir las diferencias políticas”, “El poder de fuego es el requisito básico de cada uno de los jefes regionales. La defensa de sus parcelas territoriales pasa por la posesión y el control de un determinado número de hombres y armas, base del sistema de reparto del poder imperante en Venezuela para 1899”. Así “Cada caudillo cuenta con un mínimo de un autonomía política” y cuando Castro, al llegar al poder, solo era un caudillo más, con su propia tropa, aunque mandara desde la Casa Amarilla, residencia presidencial entonces. A Miraflores, residencia privada de la familia Crespo, no se mudará sino en 1900, tras el terremoto de aquel año, fue entonces cuando el palacete crespista se convirtió en residencia presidencial, en el llamado “Palacio del odio”, por ser, dice Rafael Ramón Castellanos(1931-1919), “la morada terrible, donde abundan las zancadillas, se escurren las malas intenciones por debajo de los escritorios más sólidos y la comidilla corroe, atrapa, embrutece y enferma”[1].
[1] Rafael Ramón Castellanos: Los fantasmas vivientes de Miraflores. Caracas: Pomaire,1994. 499 p. La cita procede de la p.155. Dice que es la casa del odio “a pesar… de las primeras damas, y de nobles robles de la ética y la moral”(p.155) que también aparecen en sus pasillos. Aunque Rufino Blanco Fombona dijo que cada día se encontraba en sus pasillos con los camaleones políticos, descendientes del marques de Casa León(c1750-1826), el hombre que fue alternativamente patriota y realista, según quien mandara en la Caracas de la emanmcipación, a quien Blanco Fombona por ello consideró inmortal en su serie de artículos para El Constitucional, Caracas:septiembre 25-29,1909. Rosana Ordoñez, la jefe de prensa del presidente Ramón J.Velásquez, indicó, en su libro La casa del odio. Caracas: Planeta,1994. 209 p. “El anciano[Eladio Gil] le contó entonces que Miraflores era la Casa del Odio. La casa del poder y del odio. El poder siempre estaba acompañado por ese sentimiento bajo del ser humano. El lo había presenciado muchas veces. Los peores enemigos son los que se abrazan y comparten la misma actividad. Aparecen retratados en la prensa en los mismos grupos pero sus intereses chocan y se enfrentan”(p.133).
EL DEGUELLO DEL CAUDILLISMO
Así Castro para poder gobernar de forma centralizadora debió poner fin al caudillismo, de allí que fueron todas las medidas desarrolladas el primer intento de desalojo de los caudillos de nuestra escena pública. Y, como era lógico, estos respondieron. Esa reacción fue la Revolución Libertadora(1901-1903), que tuvo en la batalla de La Victoria(octubre 13-noviembre 2,1902) su momento más singular, combate que duró diez y nueve días, siendo una de las tres grandes batallas de nuestra historia militar, la más larga, porque Carabobo(junio 24,1821) fue decidida en una hora y Santa Inés(diciembre 10, 1859) en casi todo un día hasta la media noche, las tres fueron los tres más famosos combates de nuestra historia castrense. En cambio la de La Victoria duró veinte y nueve días. Allí en La Victoria el gobierno venció, gracias precisamente al vicepresidente Gómez quien trajo el parque necesario, pero el movimiento revolucionario prosiguió. Los caudillos fueron vencidos completamente al año siguiente, por el propio Gómez, en la batalla de Ciudad Bolívar(julio 21-22,1903), la que significó “el fin de la hegemonía política de los caudillos históricos como elemento clave del sistema político imperante en Venezuela durante las últimas tres décadas del siglo XIX”. El fracaso fue “contundente e irrevocable” escribe Inés Quintero.
Sin embargo, si el 21 y el 22 de julio de 1903 terminaron las guerras civiles y murió el caudillismo, quedó imperando un caudillo único: Castro hasta 1908, quien será además también el único jefe del Ejército. Sobre esa base constituirá luego su larga hegemonía Gómez, tras desalojar de poder a su compadre don Cipriano.
La consecuencia del fin de la Revolución Libertadora lo constituyó la formación del Ejército Nacional, “De esa manera la carrera de las armas deja de ser una aventura y se convierte en una posibilidad real de estabilidad para los individuos que deciden vincularse a ella de manera digamos profesional”.
FUNDACIÓN DE LA ESCUELA MILITAR
Hay aquí que hacer una acotación con relación a la formación del Ejército Nacional y la creación de la Academia Militar.Se hace necesario precisar que si bien esta fue creada el 3 de septiembre de 1810, por un decreto de la Junta Suprema de Caracas, y reorganizada el 31 de diciembre de 1811,durante el período de la Independencia, pese al decreto fundador, no hubo Escuela Militar. Fue al final del período bélico(julio 22,1828) cuando el Libertador hizo su plan de fundación(Cartas,t.VI,p.389-390), un hecho que los estudiosos soslayan pese a la carta de Bolivar que hemos citado. Fue creada otra vez el 14 de octubre de 1830, dirigida por Juan Manuel Cajigal(1803-1856), pese a que se puede decir que duró medio siglo, hasta 1879, en la realidad ello no fue así por las características que impusieron al país las guerras civiles y la organización de las tropas “colecticias” de los caudillos que fueron las que se enfrentaron durante las guerras civiles al ejército de los gobiernos. Entre 1880-1889 no hubo Escuela Militar. Hubo un intento de refundación en 1890, que sólo duró tres años hasta 1893, esta dio algunos oficiales pero también la realidad de la época hizo imposible una formación para aquellos oficiales. En 1895, bajo Joaquín Crespo(1841-1898), hubo otro intento. Así hasta 1903, con la creación por parte de Castro y más tarde, la verdadera, la puesta en marcha, en 1910, por el general Gómez. De tal manera que decir que la Academia fue fundada en 1810, y no ha dejado de funcionar desde entonces, es históricamente incorrecto porque desconoce los avatares y le da la espalda, con tal juicio, a los hechos reales de nuestra historia, aunque el decreto creador de 1810 existiera. En verdad nuestro ejército profesional, formado en la escuela creada para ello, existe desde el decretó de creación de la Escuela Militar de Venezuela en 1903, institución puesta a andar por el general Juan Vicente Gómez, en el edificio de la colina Cajigal, en La Planicie, construido por el arquitecto Alejandro Chataing (1873-1928).
FIN DE LOS GAMONALES
Con el fin del caudillismo debió nacer otro país. Lo que había que hacer se los dijo el propio Gómez, ya en el poder, a los miembros del Directorio Liberal de Caracas y otros caudillos(octubre 13,1909), como el general José Manuel Hernández, el Mocho(1858-1921), y Nicolás Rolando(1858-1914), el vencido en la batalla de Ciudad Bolívar:
“la envidiable dicha de extinguir para siempre las guerras civiles; crear la atmósfera de la tolerancia; fundar el respeto entre los partidos; acendrar el buen trato entre los hombres; robustecer el imperio de la ley; abrir las corrientes de trabajo; impulsar las productoras industrias; guiar a la prensa periódica por derroteros de luz y llevar, en fin a Venezuela, a igualarse con sus hermanas del Continente en vida civilizada y progresos de todo linaje”.
Era todo un programa. Este mensaje sin duda fue redactado por el doctor Francisco González Guinan(1841-1932), entonces Secretario de la Presidencia e intelectual de fuste. Casi todos los viejos caudillos formaban entonces el Consejo de Gobierno, era llamado por la socarronería caraqueña “el potrero” porque allí tenía metido Gómez a los caudillos y podía vigilarlos. El “potrero” duró hasta el momento en que estuvieron en desacuerdo con Gómez y este lo eliminó en 1913, el mismo año en que verdad comenzó su dictadura. El caudillismo se extinguió en esos años por razones biológicas.
Se inició entonces “el ocaso de la estirpe a manos de un nuevo régimen que, por efecto de la centralización del poder, aniquila la disgregación política peculiar de las últimas décadas del siglo XIX para dar paso a nuevo tiempo: el siglo XX venezolano”, se refiere al gobierno de Gómez que culmina lo iniciado bajo Castro, pero bajo su propia espada en la batalla de Ciudad Bolívar. Pero antes, no hay que olvidarlo, el triunfo de Castro en La Victoria se realizó gracias a él porque fue quien trajo personalmente las armas necesarias, por ello fue llamado “el salvador del salvador”, según el decir de la hiperbólica oratoria del presidente Castro.
El FINAL
Así sintetiza Inés Quintero este proceso por ella explorado:“El poder central se establece y los integrantes de la estirpe son relegados al olvido”. “A partir de ese momento ya no son protagonistas estelares de la historia sino parte de los espectadores que ven surgir un nuevo tiempo que comienza: el siglo XX venezolano con su esquema de poder profundamente centralizado y sin la presencia de los históricos representantes de la estirpe”.
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