CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XXIX) Roberto Lovera De Sola.
LAS NOVELAS DE LA GUERRILLA
Las novelas que ahora examinaremos son las literariamente válidas, las que no son han sido excluidas, hay algunas excepciones: las experiencias fracasadas de escribirlas, las que aquí recogemos para se pueda ver como para escribir una novela se requiere estar preparado técnicamente para hacerlo y, a la vez tener un hondo dominio del lenguaje creador.
1968: PAIS PORTÁTIL
País portátil fue la primera novela de Adriano González León(1931-2008). En ella su autor creó una de las mejores fábulas de la década del sesenta en la ficción venezolana, el libro es también una de las grandes novelas veezolanas. Se trata de un texto de literatura veraz. A la vez este libro es, además, una invitación, desde su título, a reflexionar sobre el país[1].
Para comprender en toda su extensión a País portátil, que aquí exploramos siguiendo muy de cerca la interpretación del mismo que elaboró Orlando Araujo(1928-1987)[2], es necesario relacionar la novela con toda la obra anterior de su autor. Existe un universo coherente creado por González León que va preparando por una parte la temática, que va poniendo las bases y experimentado formas de lenguaje. Es por ello que podemos afirmar que la primera vía de acceso la hallamos en su libro de cuentos Las hogueras más altas(1957) donde tenemos uno de los planos de la novela. La visión de Caracas la adelantó en Asfalto infierno(1962), la gestación continua a través de las narraciones de Hombre que daba sed(1967) donde hallamos el primer paso de liberación interior en “El arco en el cielo” y su primer relato urbano en “Madam Clotilde”. Esta recreación concluye con la narración “Ruido de tablas” que está en el volumen colectivo Ficción67.
País portátil está en la línea de las mejores recreacionesque buscan afanosamente la comprensión de la nación. Y está en la veta de las mejoresindagaciones de la mejor literatura latinoamericana de los años sesenta, época de la
[1] Las obras de Adriano González León que seguiremos son: Las hoguerras más altas. Caracas: Ediciones Sardio,1957. 131 p.; Asfalto-infierno. Caracas: El Techo de la Ballena,1962; Hombre que daba sed. Buenos Aires: Jorge Alvárez,1967. 93 p.; “Ruido de tablas” en Varios Autores: Ficción 67. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1967,p.65-78; País portáil. Barcelona: Seix Barrral, 1969.231 p. [2] Orlando Araujo: Narrativa venezolana contemporanea, capítulo “De Las hogueras mas altas a País portátil”(p.203-228), trabajo que antes de insertarse en su libro circuló multigrafiado, tuvimos uno de sus ejemplares. Araujo lo leyó en la presentación de la novela en Venezuela, en la vieja sede del Ateneo de Caracas, una noche de 1969, a meses de haber aparecido impresa la novela en Barcelona, España, tras recibir el premio de novela “Biblioteca Breve” de la editorial Seix Barral, que su autor fue el único venezolano en recibir, en su caso el año 1968. La noche que Araujo presentó a Páis portátil en el Ateneo de Caracas vimos al maestro Uslar Pietri haciendo la cola para comprar un ejemplar de la novela, Moisés Hassman, un librero, lo fotografió en esa acción..
tercera madurez plena de nuestra letras. La primera fue durante el modernismo; la segunda durante el auge de la novela regionalista, la tercera a partir del “boom” de la novela latinoamericaa, a partir de 1962.Al enfrentarnos a País portátil podemos observar su temática novedosa, no inventada sino hallada en la realidad. Existen en ella tres planos bien definidos, uno acaece en el pasado venezolano, en los días del caudillismo durante elsiglo XIX, es la historia de una vieja tradición familiar que data de 1646, en una sociedad en donde nuestros caudillos rurales dieron nacimiento a la violencia agraria, de estirpe feudal, dentro de todos estos el fundador del clan, puesto a andar en 1860, fue Epifanio, de quien es biznieto el protagonista de País portátil, quien es hijo de Nicolás y nieto de Salvador,en todos ellos es donde está la génesis de nuestra violencia, de nuestra tradición caudillista, que Andrés Barazarte continua con sus acciones guerrilleras en los sesenta del siglo XX. Quizás llamen la atención al lector los otros planos de la novela por ser más actuales pero para el estudioso de la realidad venezolana este primer plano, el del pasado, es fascinante, allí está retratada la tragedia venezolana y es la parte mejor lograda del libro. Todo está allí al lado de aquellos viejos caudillos, o de aquellas mujeres inacabadas, con aquella finísima atmósfera poética, que hace que la leamos y reeleamos con gusto. Los otros planos de País portátil nos presentan la acción política que debe cumplir Andrés Barazarte, descendiente directo de los gamonales de nuestras guerras civiles. Para realizar su acción Andréstiene que cruzar la ciudad de Caracas a una hora determinada, durante este trayecto transcurre la acción de la novela. Es aquí donde surge la pregunta sobre lo rural y lo urbano con mayor intensidad: ¿no se cruzan los pueblos por la calle principal?. ¿No cruza Andrés a Caracas por la calle central?. El tercer plano son los recuerdos de Andrés:el poeta Juan y su deseo de ir a Paris o la historia de Mirco[1].
Hay que observar que existe un sentido en el cual País portátil es el final de un camino en la literatura venezolana. En esta ficción el mundo feudal y violento que fue el tema de Doña Bárbara(1929) de Rómulo Gallegos(1884-1969); la decadencia de ese sistema que hallamos en el cuento “El hombre y su verde caballo”(1947), de Antonio Marquez Salas(1919-2003) y en Casas muertas(1955), de Miguel Otero Silva(1908-1985); asistimos aquí a la vez a la iniciación de la explotación petrolera, tal como lo hallamos en Mene(1936), de Ramón Díaz Sanchez(1903-1968) y en Oficina número uno(1961) de Otero Silva y así llegamos a País portátil: en ese libro está el drama del país explotado que busca afanosamente un rostro propio; allí cae el viejo mundo interiorano, en sus páginas algunos andinos dejan su montaña para irse a trabajar al Zulia donde se ha descubierto el petróleo[2].
Entre los hallazgos formales de País portátil podemos señalar la utilización del lenguaje. Lo hallamos coloquial, evocativo, de conciencia, rememorativo; idiomáticamente González León incorpora en toda su plenitud ese castellano que se habla en Venezuela en todas sus tonalidades, desde el voceo trujillano hasta las formas de nuestra urbe y las palabras vulgares.
Uno de los valores mas interesantes es la libre utilización del tiempo. A algunos les llamó la atención porque no han
[1] A este inmigrante croata que aparece en la novela de González León lo recreó y reiventó, a partir de País portátil, el escritor Salavador Prasel(1920-1990) en su Adiós, hogar, Caracas: Editorial Fuentes,1971. 134 p. [2] Las obras que hemos citado son: Antonio Marquez Salas: El hombre y su verde caballo. Caracas: Tip. La Nación, 1947. 142 p..Está en Antonio Márquez Salas: Cuentos. Prólogo: Guillermo Mensess. Caracas: Editorial Arte,1965. 182 p.: Miguel Otero Silva: Casas muertas. Buenos Aires: Editoria Losada, 1955. 180 p. y Oficina número uno. Buenos Aires: Editorial Losada,1961. 248 p.; Ramón Díaz Sánchez: Mene. Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas, 1936. 136 p.; Enrique Bernardo Nuñez: Cubagua. París: Le livre libre, 1931. 128 p.; Salvador Garmendia: Los pequeños seres. Caracas: Ediciones Sardio, 1959.151 p.
leído con detenimiento a Cubagua(1931) de Enrique Bernardo Nuñez(1895-1964) ni Los pequeños seres(1959) de Salvador Garmendia(1928-2001), donde se utiliza con toda libertad el tiempo. Lo singular de País portátil es haber logrado un hábil contrapunteo entre la provincia vieja y la ciudad actual; entre los orígenes familiares de Andrés y su posición cuando transcurre la narración, entre su niñez, su pasado y su presente, entre su vida de revolucionario y su vida de hombre común que ama, que siente, que espera, que lucha por mundo justo.
González León en País portátil crea la poética de la metrópolis alienante que es Caracas; los motivos de esta poesía, de ese canto a la urbe, no se obtienen de personajes, flores, mujeres bonitas o paisajes sino de las formas concretas de la ciudad; ese poema es aquel paseo por Sabana Grande donde el autor constituye en motivos poéticos las formas de la urbe. Esta realidad la debe entender el lector, es aquí en donde debe penetrar. A ese rostro de la ciudad hay que enfrentarse, a esta violencia humana, que vivimos y percibimos, a la agresividad defensiva de los habitantes de nuestra Caracas hay que comprenderla para entender esta obra. Hay que comprender ese enfrentamiento hombre-ambiente que existe en nuestra urbe, que tan bien ha captado el autor de País portátil.
Los personajes de País portátil están bien construidos, viven una rica vida interior, aunque siempre en medio de la violencia del medio que es una sola, tanto en el viejo país caudillista como en la nación contemporánea. Y esto sucede tanto a aquellos antañones como Epifanio Barazarte, León Perfecto, Víctor Rafael o en el tiempo cercano Andrés o Delia, su compañera.
En País portátil se lleva hasta las últimas consecuencias la literatura del período violento de los años sesenta, cuya génesis y esbozo no se inicia como muchos han creído en Entre las breñas(1964) de Argenis Rodríguez(1935-2000) sino en aquel fino cuento de Héctor Mujica(1927-2002) La O cruzada de tiza blanca. Es País portátil la mejor muestra de literatura enraizada en lo político que se haya producido entre nosotros en los sesenta. Y lo que es más importante desde el punto de vista literario: País portátil no es un manifiesto político, ni un panfleto, es una obra de arte, con la cual se abrió un gran campo de nuestra literatura, con esta novela se indaga y trata de definir a este país enmascarado e indefinido, esta nación, este pueblo al cual el petróleo privó de imagen propia.
1969: LA HORA MAS OSCURA
Pérdida en el tráfago del tiempo, injustamente olvidada, quedó la primera novela de José Santos Urriola(1927-1996) La hora más oscura[1], la mejor de las tres suyas, en ella está la muestra de su alma y de su afiebrado vivir, el modo que él encontró para novelar los palpitos del espíritu y del hombre venezolano. A veces lo hizo apelando al pasado en su memorioso recorrido.
La hora más oscura aparece aquí por ser fabulación sobre la violencia, pero aquella que en los mismos días de la guerrilla, sentían en la ciudad los que padecían aquella insurgencia. Por ello La hora más oscura no deja de llamar la atención poderosamente. Esta es una narración singular, original, que aporta una nueva concepción del lenguaje, que es el verdadero protagonista de esta ficción. La hora más oscura es una novela fuerte, un aguerrido testimonio de nuestra dramática realidad. Existen en su construcción innegable aspectos experimentales. Sin embargo, es una novela muy viva, no se decae en su lectura, comunica su mensaje.
En La hora más oscura suceden muchas cosas. Pasa allí todo lo que se sucede en la ciudad en la habitan sus criaturas, esta urbe hostil al hombre, que Urriola supo percibir, convertir en material novelable y narrar con firmeza. Esta novela, ya lo hemos señalado, es un vivo testimonio de una metrópolis que ha sido castigada por la
[1] José Santos Urriola: La hora más oscura. Caracas: Cromotip. 1969. 140 p.
violencia, la cual ha penetrado hasta el interior y aconteceres humanos, hallamos en La hora más oscura estampas vivas de la cárcel, de la represión, de la vida irrealizada, la violencia, el conflicto entre generaciones, el combate político valientemente asumido.
Uno de los aspectos que más nos han llamado la atención en esta novela es que en ella no existen personajes definidos: los protagonistas realmente son la megapolis y el lenguaje. Así lo que importa en La hora más oscura es la urbe y la forma como ella está presentada a través de la palabra. Lo que importa aquí no es lo que sucede a las personas sino el acontecimiento citadino.
Donde nos podemos detener con calma e interés y hallar aspectos interesantes, repetimos, es en el lenguaje: "tengo la manía de jugar con las palabras, me voy detrás de ellas, y me pierdo" (p. 86), dice el protagonista. Urriola intercambia tiempos y espacios con toda libertad; utiliza la narración, el diálogo, el lenguaje epistolar, el coloquial, el monólogo interior, combinándolo con la información periodística como vía para centrarse en la realidad que recrea; intercala el inglés, tiene una imaginación versátil: "Mamá lloró hasta que se le borraron los ojos" (p. 108); a ratos tiene rasgos de humor; por otra parte, él mismo inventa ciertas palabras.
La hora más oscura está construida en base a estampas cortas y largas, desunidas las unas de las otras, estableciéndose así un hábil contrapunteo temático entre unas y otras.
Tras la lectura de La hora más oscura es innegable que estamos ante un trabajo narrativo positivo, su autor domina técnicas y lenguaje.
1970: CUANDO QUIERO LLLORAR NO LLORO
Cuando quiero llorar no lloro, de Miguel Otero Silva(1908-1985) llamó la atención de la crítica desde el mismo momento de su aparición por varias razones[1]. Entre ellas habría que anotar la capacidad que tuvo Otero Silva de estar atento a la evolución del género novelístico, que en latinoamericana sufrió una mutación desde los años cuarenta, con el anticipo de la obra de ficción breve de Jorge Luis Borges(1899-1986) desde su Historia uiversal de la infamia(1935), El jardín de los senderos que se bifurcan(1942), Ficciones(1944) y El Aleph(1949); con la aparición de Juan Carlos Onetti(1909-1994), en 1939, con su novelín El Pozo, con La vida breve(1950 y El astillero(1962); en los cuarenta con Miguel Ángel Asturias(1899-1974), con El señor Presidente(1946); con el Adán Buenos Ayres(1948), de Leopoldo Marechal(1900-1970); conAlejo Carpentier(1903-1980) y El reino de este mundo(1949); en loscincuenta, Pedro Paramo(1955) de Juan Rulfo(1918-1986) y La región mas transparente(1958) de Carlos Fuentes(1928-2012). El cambio fue rotundo a partir de 1962: con La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa(1936), con Rayuela(1963), de Julio Cortázar(1914-1984) y Cien años de soledad(1967) de Gabriel García Márquez(1927-2014). No se pueden desconocer los altos nombres de Guillermo Cabrera Infante(1929-2005) quien con La Habana para un infante difunto(1979) escribió la más importante novela sobre una ciudad latinoamericana; Manuel Puig(1932-1990), entre otras, con obras como Boquitas
[1] Las novelas de Otero Silva son: Fiebre. Caracas: Editorial Elite,1939. 246 p. Ediciones mas modernas son Fiebre. Novela de la revolución venezolana. 6ª.ed. Prólogo: Oscar Sambrano Urdaneta. Caracas: Ministerio de Educación,1961. XVII,,248 p.; Fiebre. Edición revisada. Con prólogo del autor y opiniones de miembros de la generación de 1928. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo,1971. 313 p., 2ª.ed. Barcelona: Seix Barral,1975.313 p.;Casas muertas. Buenos Aires: Editorial Losada, 1955.180 p.; Oficina número uno. Buenos Aires: Editorial Losada,1961.246 p.; La muerte de Honorio. Buenos Aires: Editorial Losada,1963.197 p.; Cuando quiero llorar no lloro. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo, 1970. 198 p. que es la edición que seguimos; Lope de Aguirre, príncipe de la libertad. Barceloa: Seix Barral, 1979. 345 p.; La piedra que era Cristo. Bogotá: La Oveja negra, 1984. 162 p.
pintadas(1969) o El beso de la mujer araña(1976) y Alfredo Bryce Echenique(1939), Un mundo para Julius es su mejor realización, nunca superada.
Teniendo en cuenta lo ya advertido, obras que abrieron las puertas del gran cambio. Es por ello que Cuando quiero llorar no lloro se situó en la vanguardia, no sólo de la narrativa venezolana sino de la hispanoamericana. El novelista supo entregarse al riesgo no sólo del cambio sino que le dio una vuelta completa. Podemos anotar que con esta novela rompió con los procedimientos estilísticos y técnicos de sus anteriores trabajos de ficción.
Se ha señalado que Otero es un narrador social y que en sus novelas han estado presentes los problemas fundamentales que le ha tocado vivir como hombre en esta Venezuela que se transformó radicalmente desde la aparición del petróleo en 1914. Otero fue testigo viviente de una Venezuela feudal y agraria y a la cual vio mutarse en petrolera. Cuando Otero nació Venezuela no era un país del siglo XX.
Su primera novela fue Fiebre(1939), testimonial, autobiográfica, llena de fallas estructurales, es un vivo reportaje de la oposición contra Gómez. Ha señalado Oscar Sambrano Urdaneta(1929-2011) que en ella existen materiales para tres novelas autónomas: la de la insurgencia estudiantil de 1928, la de las montoneras de 1929 y la de las cárceles[1].
Casas muertas(1955) y Oficina número uno(1961) serán las novelas del cambio de una Venezuela rural a una Venezuela petrolera. La muerte de Honorio(1963) testimonia la lucha civil contra la dictadura de Pérez Jiménez y Cuando quiero llorar no lloro, sin salirse de su percepción de la realidad venezolana, constituyó el primer esfuerzo, el primer intento, de Otero Silva de escribir una novela urbana basándose en hechos y vivencias de los años sesenta.
[1] Oscar Sambrano Urdaneta: “Trasfondo histórico y social en Fiebre”, en Miguel Otero Silva: Fiebre. Caracas: Ministerio de Educación, 1961, p.VI.
Cuando quiero llorar no lloro es en el fondo la narración pesimista de tres vidas paralelas de jóvenes venezolanos, cuya acción se cumple en la década de los sesenta. Es una novela de la violencia, pero no estrictamente de la violencia política que conmovió al país durante esos años sino que es una visión integral de la violencia venezolana. La historia de Victorino Pérez es patéticamente la narración de la vida delictiva; Victorino Pérez es el delincuente porque su medio lo incita a serlo, porque tiene la necesidad de subsistir, la realidad lo lleva al delito. La vida de Victorino Peralta en cambio es de otro tipo: criatura de la clase rica para él la violencia es una diversión; la de Victorino Perdomo, personaje de clase media, es la del joven insurgente, quien cree que con la violencia revolucionaria se va a transformar la realidad. Los tres ante los ojos de Otero Silva lo que obtienen es la muerte: en un asalto uno, en su acción guerrillera el otro, en un accidente automovilístico, el tercero. Pero los tres fracasan. No hay en esta novela salida para las nuevas generaciones, no hay opción, existe un pesimismo en la visión del novelista quien registra lo que observa en la sociedad. Lo cual no implica la existencia de una tesis explícita pues en esta novela no cae Otero Silva en la denuncia.
En torno a Cuando quiero llorar no lloro es necesario hacer una serie de planteamientos previos: Otero estudió con detenimiento las nuevas técnicas novelísticas: la presencia de los nuevos narradores así como su preocupación central: el lenguaje, está presente en las páginas de esta rica novela. Abundante en perspectivas, en visiones, con aproximaciones valiosas, consignadas en una novela redonda. Estamos ante una novela nueva y ante un narrador tradicional que ha sabido evolucionar junto a su arte, supo estar atento a la evolución de las técnicas narrativas, supo acomodar su forma de decir, comprender que se puede utilizar la palabra de otra forma. Sin embargo esta novela no es exactamente una novela experimental. El novelista ha experimentado antes, ha tomado conciencia de cómo se va a expresar y luego lo ha hecho, es por ello que el libro que nos entregó es un trabajo positivo, acabado.
Entre las técnicas bien utilizadas podemos apuntar el hábil manejo del tiempo, las rupturas sintácticas, la narración de un mismo hecho en varias formas. Un lenguaje rico, con eficacia y plasticidad. Un lenguaje exterior, un lenguaje memorioso y a veces un lenguaje en estado de delirio.
Entre los elementos reales utilizados por el novelista podemos señalar en Otero Silva dos hechos: nos ofrece una novela integral sobre la violencia. Y no sólo sobre la violencia política; como segundo hecho es un libro que contribuye a delimitar aún más lo que podemos denominar la “cultura juvenil” constituida por la situación de la gente joven al margen del país, una nación que no se interesa por ellos. Los jóvenes están allí con su lenguaje, sus modas, sus formas de ser y de actuar. Esto ya había sido descrito tanto por José Antonio Rial(1912-2009) en Jezabel(1965) pero especialmente por dos narradores de la misma generación que noveliza Otero Silva, Francisco Massiani(1944-2019) en Piedra de mar(1968) y en Las primeras hojas de la noche((1970) y por Laura Antillano(1950) en sus cuentos de La bella época(1969) y en su ´primera novela: La muerte del mountruo come-piedra(1971), incluso nos gustaría señalar que existen una serie de novelas escritas por jóvenes creadores latinoamericanos quienes han contribuido a profundizar y mirar el hecho juvenil, entre ellos podríamos citar a Gazapo(1965) del mexicano Gustavo Sainz(1940) o a Nanina(1968) del argentino Germán Leopoldo García.
Hechas estas consideraciones podríamos pasar a analizar Cuando quiero llorar no lloro desde adentro, interpretar a cabalidad el por qué de las afirmaciones que hemos sostenido.
La obra se inicia con el “Prólogo cristiano con abominables interrupciones de un emperador romano”. Se trata de un simple pretexto de Otero para introducirnos en el mundo que desea narrar. Este “Prólogo” es la puerta ancha por la cual penetra el humor en la novela y en él también se inicia la peripecia de los tres jóvenes protagonistas. Las persecuciones sufridas por aquellos cuatro mártires cristianos, uno de ellos llamado Victorino, se nos presenta como una símbolo puesto allí con el objeto de señalar o de denunciar las persecuciones que han sufrido siempre quienes se oponen al orden establecido, tanto los de ayer como los de hoy. Las insurgentes del pasado, o como será mas adelante la historia de Victorino Perdomo. Los insurgentes están llamados a ser perseguidos e incluso muertos por el mismo sistema el cual adversan.
Es el de los cuatro inmolados un cristianismo auténtico, en días en que ya este “ha dejado de ser en Roma espectáculo truculento…para apuntalarse en el espíritu público como religión prestidigitadora” (p.11), aquellos cristianos son miembros “de la misma secta delirante de Pablo(5-67dC) y de Orígenes(185-254dC)”(p.11), pese a ello serán torturados(p.30) pero el por qué de la persecución es el mismo que en este siglo XX: sostienen un ideal de justicia. Oigamos al Emperador: “Un momentico…Yo no persigo a los cristianos porque los odio, sino porque les temo(les temo dije) porque los considero la única potencia(potencia dije) capaz de carcomer, destruir y, algo mas grave, susbstituir nuestro sistema”(p.27); podríamos decir incluso que la novela de Otero Silva La piedra que era Cristo(1984) se originó en algunas de estas líneas.
Así el tiempo transcurre unos cuantos siglos. Los tres romanos han muerto, y el 8 de noviembre de 1948, nacen en Caracas, en escenas de parto contadas con detalle y emoción, no exentas de nerviosismo, tres jóvenes venezolanos, cuyas tres vidas: de delincuente, de pavo rico y de revolucionario, los conducirán a la muerte. Y los tres sólo se unirán cuando tres mujeres llorosas que “no tuvieron nada en común”(p.185) se junten dieciocho años después(1966) en la puerta del Cementerio, luego de haber dejado allí los despojos de sus hijos.
Las tres vidas de los protagonistas son paralelas en el sentido que están narradas una al lado de la otra, sin que en ningún momento se entrecrucen, sólo se unirán en el capítulo final mediante las lágrimas de las tres madres: la del rico, la pobre y la de clase media, la del revolucionario quien es a la vez hijo de un militante del Partido Comunista, mamá quien silenciosamente había sido testigo de la pugna generacional entre padre e hijo por las diferencias tácticas que cada uno proponía como la forma de hacer la revolución.
Ninguna de las tres historias de los tres Victorinos es narrada linealmente, en ninguna hay cronología, existiendo saltos temporales, bien logrados, por un novelista que conoce su oficio.
La vida de Victorino Pérez, el delincuente, la silueta más vigorosa, mas vital, realizada a fondo, es contada con detenimiento. Hay aquí buena materia para hacer pensar. En este sentido Otero sabe narrar su historia.
Victorino Pérez es el joven que se hace delincuente no porque sea bueno o malo sino porque las circunstancias del ambiente en que vive lo empujan a ello. Narra su historia Otero de adelante hacia atrás: primero la fuga de la cárcel, tiempo presente, para luego narrar las raíces vitales que le han conducido a la delincuencia, tiempo pasado.
Y es así como nos enteramos de la fuga y de la necesidad de “esperar la tarde para conocer la suerte(la escucharía por la radio) de los menores que planearon fugarse en su compañía, utilizando la misma escala de manos y hombros”(p.50). Así sabemos que “el primero tuvo ocasión de salir detrás de Victorino…al segundo se le derrumbó la mampostería”(p.50). El destino del que se escapó fue “ese corría jadeante en pos del rastro de Victorino, a unos diez metros de distancia, le entró por las costillas el plomo glisante de un balazo, quedó aquietado por un áncora de sangre(así lo retratará la última página de un diario)”(p.50).
Victorino logra escaparse, regresa a la gran ciudad que es Caracas y va en busca de lo suyo. En la narración de la vuelta a la ciudad del delincuente, el novelista no pierde detalle, la narración nos lleva hasta lo sensitivo. Veamos, por ejemplo, este fragmento, en donde oímos ruidos de una puerta que se abre: ”San Juan…Quinta Crespo. un portugués madrugador abre las puertas de su bodega con innecesario estrépito”(p.75). El evadido busca a su mujer, una prostituta; busca a su madre y reencuentra de nuevo su mundo hamponil. Y en nuevo asalto muere acorralado.
En los capítulos dedicados a Victorino Pérez el escritor se detiene a brindarnos un fresco de la vida de la Caracas marginal. La ciudad aparece en sus formas reales, con toda la trepidación de su vivir; la realidad donde vive el hampón está bien narrada. Se utiliza el propio lenguaje del ambiente. No es nunca una historia lineal, allí están presentes la constitución del hogar de Victorino, la falta de educación, el padre que maltrata a la madre y abandona al hijo, la iniciación en la delincuencia mediante otro criminal, el paso del robo al asesinato. En esta parte la pintura de bares, la utilización de drogas, todo es captado por el novelista hasta llegar a aquellos arrebatos bajo los “remolinos verticales del sueño”(p.138) contados en varias formas, lo cual nos hace recordar ciertas técnicas hábilmente utilizadas por Guillermo Cabrera Infante(1929-2005) en sus Tres tristes tigres(1967)[1].
La vida y la delincuencia a la cual se entrega Victorino Peralta, el joven de la clase alta es de otro signo. Se trata de una vida opuesta. Es la biografía de un muchacho de las clases altas: miembro de la plutocrácia, gentes norteamericanizadas, con todos los prejuicios que se pueden tener: anticomunistas de cuño, racistas, defensores del orden establecido, amigos del gobierno. Victorino Peralta es el producto de esta clase, piensa en el dinero, en su moto y luego en su auto de carreras. Victorino Peralta y sus amigos se entregan a la delincuencia por diversión. No tienen nada que hacer, al revés de Victorino
[1] Guillermo Cabrera Infante: Tres tristes tigres. Caracas: Biblioteca Ayacucho,1990.XV,377 p.. Si bien su primera edición fue la impresa en Barcelona: Seix Barral,1967. 451 p., la caraqueña, que hemos citado, recoge la versión completa, ya que la versión original de este clásico sufrió las supresiones de la censura franquista. Hay que decir también que entre los escritores del “boom” quien mejor escribió, quien siempre fue un estilista, fue Cabrera Infante. Lo conocimos en un coloquio sobre la novela latinoamericana en la universidad de Yale, en New Haven, Conecticut, gracias a una invitación de Emir Rodríguez Monegal.
Pérez que roba o mata para satisfacer necesidades esenciales o de Victorino Perdomo, quien trabaja para hacer la revolución, quien lucha por establecer por medio de la violencia política una sociedad nueva. Distinto a los otros dos son las actuaciones de Victorino Peralta: para él todo es lúdico, es un juego, es la búsqueda de una satisfacción de los sentidos. Su vida está vacía. No perdona que no lo inviten a una fiesta y se venga, cuando ello sucede, acabando con ella. Es esto lo que Xiomara, otro personaje, narra al día siguiente a través del hilo telefónico a una amiga, excelente es la construcción de este monólogo por parte de Otero Silva: toda el habla juvenil caraqueña de los sesenta, con todas sus muletillas, se da cita en ella, es página perfecta, una de las mejores de Otero como contador de historias[1].
Victorino Peralta tiene una novia. Y ella es como él: una niña bien para quien la vida no vale la pena, apenas “un bachillerato en colegio de monjas francesas”(p.117). Ella tiene a Victorino Peralta y a sus aprensiones y a diferencia de Amparo la novia de Victorino Perdomo a quien este ama y hace el amor con ella, ésta, Malvina, “se muere por abrirse como una almeja bajo las rodillas insistentes de Victorino. No seas mala mi amor, él la besa como besaba el rey Salomón, le pide dulzura que ella quisiera darle y no puede darle”(p.117) en cambio Amparo, la universitaria sabe darse, sabe actuar, mientras a Malvina la atan los recelos.
Muy distante del pavo o del delincuente nos resulta Victorino Perdomo, el rebelde, el revolucionario. Otero Silva nos pinta bien la vida de este muchacho. Victorino Perdomo nos resulta un revolucionario enamorado, lleno de amor por su país, con un conflicto generacional muy serio con su padre, viejo activista del Partido Comunista, conflicto este, vivo y palpitante, al cual Otero Silva le saca hondo partido. La del padre y la del hijo son dos visiones de un mismo proceso revolucionario. El papá, el antiguo
[1] Este fragmento lo vimos aparecer, años después, en una antología de textos narrativos latioamericanos, impresa en México.
militante, puede haber sido rescatado de alguna página de La muerte de Honorio pues es uno de los que regresa glorioso el 23 de enero de 1958 de la cárcel y más tarde vuelve a caer preso cuando se produce la insurrección guerrillera. Estos revolucionarios forman filas con los que nos muestran Adriano González León en País portátil, los que pueblan los Relatos del camino largo(1969) de Eduardo Gasca(1939), en cuyo libro hay un cuento de un asalto a un banco, con gran economía de medios expresivos, hecho que también aparece en la novela de Otero Silva, e incluso los que están en No es tiempo para rosas rojas(1975) de Antonieta Madrid, volúmenes todos que nos ofrecen visiones de la insurgencia de la izquierda en los mismos años en que sucede Cuando quiero llorar no lloro.
Habría por último que tratar otros problemas: tal el tema del humor que está presente tanto en el “Prólogo cristiano”como en algunos pasajes de la novela, sin embargo no creemos que Cuando quiero llorar no lloro sea la primera novela humorística venezolana, como acotó Augusto Germán Orihuela (1920-2001)[1]. Nuestra primera novela humorística es don Secundino en París(1895) o Las memorias de un vividor(1913) de don Francisco Tosta García(1846-1921). Sabemos, sin embargo que la ausencia de humor en nuestra narrativa es un hecho en el cual ha insistido el propio Orihuela. Incluso tambien Otero Silva nos ha mostrado su concepción del humorismo[2]. Ahora bien creemos que es necesario distinguir entre la novela que hace reír y la que hace sonreír. Según el último concepto el humor es uno de los ingredientes de la novela contemporánea y por lo tanto de la que hoy se escribe en América Latina. Y este el sesgo del humor que aparece en
[1] Augusto Germán Orihuela: “Cuando quiero llorar no lloro, El Nacional, Caracas: Julio 14,1970; ver también del mismo profesor Orihuela: “Ausencia de humorismo en nuestra narrativa”, en El Nacional, Papel Literario, Caracas: marzo 24, 1960. [2] Miguel Otero Silva: El cercado ajeno. Caracas: Pensamiento Vivo Editores, 1961. 190 p. Ver: “El humorismo en el Quijote”(p.96-99).
Cuando quiero llorar no lloro ya que estamos una historia muy dolorosa narrada por momentos con rasgos de humor.
Habría que advertir la utilización de la música en la novela, en este caso la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz(1803-1869) o el uso de los medios de comunicación de masas para enfatizar ciertas cuestiones, por ejemplo el cine: “en la mente de Victorino quedará archivado ese atraco como la vaga reminiscencia de un western vulgar”(p.113) o la tiras cómicas “leí con ardiente credulidad las tiras cómicas, Victorino podría ser Superman o Mandrake o Popeye”(p.118).
Quisiéramos concluir diciendo que cuando anotamos que Cuando quiero llorar no lloro es una novela pesimista lo hicimos con plena conciencia de lo que escribíamos. Las vidas paralelas de estos tres jóvenes, símbolos de muchas otras vidas, fracasan. Los tres mueren, ante el deceso se unen, es allí donde sus vidas dejan de ser paralelas. El fracaso de los tres, el pesimismo es en este caso la entraña de lo que Otero quiere decirnos como novelista maduro, con observar agudo de nuestra realidad político social. No nos interesa aquí juzgar este pesimismo, lo observamos y señalamos. La esencia de este libro está construida sobre este hecho: los tres Victorinos no tienen salida, según la visión de Otero Silva que las observa: ¿la tendrá el país en donde habitaron los tres Victorinos?. ¿O habrá un cuarto Victorino, el que pueda realizarse lejos de la violencia?.
1970: VELA DE ARMAS
Entre las novelas de este período hay una de Britto García: Vela de armas(1970)[1]. que no hemos mencionado pues ella era todavía un libro incipiente e inmaduro de su autor, novela aun inhacabada, estando su autor en proceso de formación. Sin embargo, el mismo año de la edición de Vela de armas, apareció su fudamental libro Rajatabla, el
[1] Luis Britto Garcia: Vela de armas. Montevideo: Arca,1970. 322 p.; Rajatabla. Caracas: Ediciones Bárbara,1970. 181 p.
cual sigificó ya un paso hacia hacia su madurez literaria. Fue considerado, por José Balza(1939), como el más impportamte libro publicado en la década.
Vela de armas, por su parte, es una mezcla, no bien lograda, de lo realista y lo fantástico. Es evidente que es una suerte de diatriba contra el gobierno. De allí que leamos: “¿Qué decir?¿Cómo hablar?¿Cómo inventariar este desastre que sobrevive a todo escape como esas cosas omnipresetes de las pesadillas?”(p.37). Ver también, como contiuación de esas ideas las primeras ocho líneas de la p.141. Pasajes dignos de atención están e las p.142, 146. 147,153,, La plenitud de lo hecho por este escritor la vamos a encotrar después de Rajatabla, donde hay ya un cambio rotundo en su escritira y fabulación, en La orgía imaginaria(1984) y en Abrapalabra(1980).
1971: EL DESOLVIDO
La obra literaria de Victoria de Stefano(1940) se encuentra desarrollada entre la ficción y el ensayo literario de honda raigambre filosófica. Ella inició su trabajo literario mirando de cerca el período de la violencia armada en los sesenta. Esto le dio materia para su novela El desolvido(1971)[1]. Luego guardó largo silencio por largo tiempo, hasta 1985. En su período último su trabajo literario ha estado prácticamente dedicado a la invención narrativa a través de sus novelas, en donde casi siempre aparece como su modo la novela lírica.
Miremos primero El desolvido. Tras la época de la lucha armada que Venezuela vivió en la década del sesenta surgió una narrativa que se caracteriza por su afán de comprender este hecho y hacerlo literatura.
El desolvido constituye la rememoración de la época violenta, a través de diversas voces de los narradores que la integran este conjunto de relatos. No es una novela lo
[1] Victoria de Stefano: El desolvido. Caracas: Ediciones Barbara, 1971. 162 p.; 2ª.ed. Prólogo: Jesús Sanoja Hernández. Caracas: Mondadori, 2006.107 p., nuestras citas proceden de la primera edición.
que nos entrega su autora. Al señalar que existen en este libro algunas voces narrativas hemos querido anotar una de las características de los relatos, o cuadros, que integran el conjunto.
El desolvido, reúne a través de sus páginas, narraciones en primera persona, conversaciones, testimonios epistolares, diálogos en segunda persona, historias de acciones guerrilleras urbanas y la realidad de quien se enfrenta a otros más poderosos que él. En El desolvido está contada la experiencia viva de la violencia, ya cuando ella ha entrado en las entrañas del hombre que la realiza, así también El desolvido constituye el testimonio de horas arduas, difíciles, nos sitúa ante la realidad de los aconteceres de las vidas interiores de los seres quienes han optado por ella. Es también testimonio, a veces no siempre logrados por la desigualdad con que están escritas sus narraciones, de las dificultades, de los quebrantos, del ir y venir, del tratar de realizarse por medio de la acción revolucionaria que se cree la verdadera.
Pero también El desolvido es la historia de un fracaso, es la rememoración de una derrota y sus mejores páginas, las finales, en donde se respira ese ambiente pesimista, donde los personajes al hallarse “enconchados” tornan por el regreso así mismos, retornan a la angustia interior y por ella van en busca de un nuevo camino.
El desolvido, dista mucho de ser una ficción realizada como tal. Más bien sus valores hay que buscarlos en lo testimonial del libro, en donde lo que se presenta tiene caracteres extraliterarios, los cuales están muy cerca del que escribe, por haber sido experiencia muy reciente.
1971: HISTORIAS DE LA CALLE LINCOLN
Carlos Noguera(1943-2015) es un novelista con palabra propia, nos detenemos aquí en sus Historias de la calle Lincoln(1971) más adelante lo haremos con La flor escrita(2003)[1]. Noguera fue miembro del grupo En Haa(1963-1971), dicho grupo se definió por una línea de exploración del lenguaje y por medio de una actitud esteticista la cual se oponía abiertamente a otras tendencias cuya idea central era la del compromiso politico, una de esos grupos era la revista En letra roja. En Haa cumplió una misión de importancia, sus huellas más significativas la constituyen: la narrativa de José Balza(1939), figura mayor de nuestras letras, la poesía de Argenis Daza Guevara(1939-1994) y Jorge Nunes(1941-2012), los trabajos críticos de Armando Navarro(1942-2007) y Lubio Cardozo(1938). En las páginas de esta revista se inició también Laura Antillano(1950).Entre los trabajos de la gente de En Haa encontramos también la poesía de Carlos Noguera. En un libro suyo como Laberintos(1965) se encuentra cabalmente expresadas las tendencias del grupo, en cambio en Eros y palas(1967) señalaba la transición hacia una forma más abierta y esto al leer su primera novela Historias de la calle Lincoln no puede dejarse de tener en cuenta.
En 1969 Noguera insurgió como narrador con un cuento muy interesante. Había recibido el premio del concurso de cuentos del diario El Nacional, se titula “Altagracia y otras cosas”[2]. De hecho no era su primera aventura narrativa: antes había escrito una novela, la que había enviado a un concurso y había publicado algún fragmento de este
[1] Los libros de Carlos Noguera son los poemarios Laberintos. Prólogo: José Balza. Caracas: Ediciones En Haa, 1965. 58 p. y Eros y Pallas. Maracaibo: Universidad del Zulia, 1967 55 p y las novelas Historias de la calle Liuncoln. Caracas: Monte Avila Editores, 1971. 257 p. esta es la edición que utilizamos; Inventando los días. Caracas: Monte Ávila Editores, 1979. 306 p.; Juegos bajo la luna. Caracas: Monte Avila Editores, 1994. 587 p.; 2ª.ed.. Epílogo: Judit Gerendas. Caracas: El Perro y La rana, 2010.607 p. La flor escrita. Caracas: Monte Ávila Editores, 2003. 503 p.; Los cristales de la noche. Caracas: Alfaguara,2005.637 p. y Crónica de los fuegos celestes. Caracas: Fondo Cultural del Alba, 2010. 763 p.. [2] Verlo en El cuento venezolano en El Nacional. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo, 1973,p.456-464.
texto[1]. Con ocasión de haber publicado ese cuento Noguera fue entrevistado por Luis Alberto Crespo(1941). A través de todo el diálogo el poeta indagó en torno al cambio de género por parte de Noguera, ya que dejaba la poesía se pasaba al cuento, este a su vez respondió a esa pregunta así “el momento en que vivimos exige del escritor una actitud que no puede materializarse a través de la poesía sino por medio de la narrativa. Sin que esto signifique una deserción de mi parte en lo que hace a la poesía, estoy convencido de una cosa: la narrativa es hoy el vehículo fundamental de la comunicación. La poesía la dejo para la experiencia íntima, personal; pero si quiero ser fiel a la realidad que me rodea e intento expresarla literariamente el modo legítimo es la narrativa”[2].
Todas las anteriores reflexiones nos parecen importantes para asumir la totalidad de las Historias de la calle Lincoln, la primera novela publicada por Noguera. Porque si hay algo que llama la atención en ella es que en esta interesante novela nos encontramos con un narrador en su plenitud, cuestión que quizá no hubiéramos esperado de una primera novela. Esta es una de las razones, más no la única, de que ésta llame la atención y provoque un comentario crítico en profundidad.
Ocupémonos primero de algunas cuestiones generales respecto a las Historias de la calle Lincoln. Lo primero que observamos es que Noguera se aventura por los senderos de la experimentación, quiere indagar nuevos caminos a través del lenguaje. Y a través del interesante modelo narrativo que nos presenta, por ello no define su libro, no señala si es novela o narración, titula el texto “historias”, claro está que el propósito central de la narrativa está muy claro: desea contar algo, tiene conciencia de la ruptura de los géneros, ante esta situación no toma partido, ni por una ni por otra cuestión, parte del hecho, esto le basta.
[1] Ver estos fragmentos en Imagen, Caracas, n/ 5, 1967,p.8 y 17-18 y en El Nacional, Papel literario, Caracas: abril 23, 1967,p.2-3. [2] Luis Alberto Crespo: Entrevista a Carlos Noguera, en El Nacional, Caracas: agosto 1, 1969,Cuerpo C,p.12.
Como segunda condición su texto es abierto, sus historias no están concluidas, cerradas, están allí libremente, suscitan una o varias interpretaciones, solicitan del lector su parte de trabajo o de elaboración para comprender. Y hay algo más, los capítulos de la narración pueden estar en cualquier orden, podrían cambiarse y el texto continuaría teniendo la misma validez. Claro está que al respecto no es una innovación propia porque ya se conocía a través de Rayuela(1963), de Julio Cortázar(1914-1984), pero dentro de la ficción venezolana, quizá tenga otros antecedentes, pensamos en el gran tablero de narraciones que es Rajatabla(1970) o que es incluso Abrapalabra(1980) de Luis Britto García(1940), quizá es de las obras mas ambiciosas de nuestra ficción, en cuanto a la búsqueda de la novela total.
En el libro existen varios niveles de lenguaje bien utilizados: rememorativo, coloquial, jerga hamponil, lenguaje juvenil, prosa periodística; sin embargo, en donde se muestra más hábil, conocedor de la técnica que está manejando, sin que ello implique que la narración se pierda en tecnicismos, es en el cambio de personas gramaticales. Dentro de esta misma línea de experimentación de varios lenguajes existen dos fragmentos notables como “La dulce locura VII”: un trozo que es un libre juego lingüístico; el segundo es el “Diario de Patricia cuatro años atrás”, se trata de un diario de una adolescente, lleno de lugares comunes, escrito en tono confesional. Noguera maneja las formas del lenguaje de manera excelente: es un buen narrador de sucesos exteriores, sabe captar con ironía, humor y a veces con sarcasmo la vida extrovertida de sus criaturas como sabe narrar de forma profunda problemas íntimos. Al respecto existe un capítulo que vale recordar por su hondura, porque llega a lo abismal del ser que está viviendo esos problemas: no nos referimos al lector que está en el mismo problema narrado, a la posibilidad de comunicación de la experiencia allí descrita, sino al grado a que llega la narración al contar esas realidades. Nos estamos refiriendo a la “Carta que Rafael le enviara a Mónica, si la novela durara seis meses más”(p.181-194).
Hay a lo largo de la ficción una exploración en la ciudad, una larga indagación en el misterio urbano: repetimos esto porque es una de las líneas de exploración de nuestra actual narrativa: nuestra ficción está cansada de otras visiones, está descubriendo a la urbe y sus problemas, capta mejor cada día la alienación del hombre de la metrópolis, pivotes en esto es el texto Asfalto-infierno(1962) de Adriano González León y el poemario Dictado por la jauría(1962) de Juan Calzadilla(1931). Desgraciadamente la narrativa venezolana llega tarde a la ciudad con respecto a las indagaciones que al respecto ha logrado la narrativa hispanoamericana en las últimas décadas y especialmente desde 1940 hacia acá, días de el Adan Buenosaires(1948) de Leopoldo Marechal (1900-1970) o de La región mas transparente(1958) de Carlos Fuentes(1928-2012) para dar dos ejemplos significativos, previos al gran desarrollo de la novela latinoamericana a partir de 1962 con La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa(1936) y Rayuela, de Cortazar, al año siguiente.
Claro está que lo que más llama la atención en Historias de la calle Lincoln es el interesante diseño de la novela: ya nos referimos a los capítulos intercambiables, a la intercalación de textos largos como el “Diario de Patricia”(p.61-84). Pero hay también brevísimos fragmentos que nos van tratando de explicar otros aspectos de la realidad recreada. Hay un capítulo formado por breves pensamientos, opiniones(p.209-218) estos puntos de vista nos acercan a las ideas estéticas del novelista, las cuales no sólo están allí sino en diversos momentos de la narración: como varias menciones a Jorge Luis Borges(1899-1986), el padre de la literatura latinoamericana del siglo XX. Las menciones al maestro porteño son a veces directas, otras indirectas.
Por otra parte los subtítulos de los capítulos, que en cierta forma dirigen al lector, por lo menos muestran lo que va a suceder: una irónica burla a los narradores de hoy, que apenas si dividen sus novelas en capítulos sin nombres y esto nos enlaza con otro hecho: en las Historias de la calle Lincoln nos encontramos con una novela en la novela. No queremos decir con esto que exista implícita una teoría de la novela en la novela, como en Rayuela, sino una constante reflexión sobre la forma novelística a través de la ficción misma.
Examinemos esto no sin antes apuntar que es un hecho repetido en varias de las más importantes novelas venezolanas del período que estudiamos, por ejemplo lo hallamos en Largo(1968) de José Balza, en Piedra de mar(1968) de Francisco Massiani: la reflexión sobre la novela, sobre el arte de narrar, sobre el cuerpo novelesco está en las Historias de la calle Lincoln, es una reflexión sobre el género narrativo desde la narrativa misma. Como corolario de esto está la novela en la novela: la novela que se va escribiendo y se va narrando a su vez esta peripecia. Hecho este tan viejo en el género novelístico, lo hallamos ya en el Quijote(1605): no olvidemos que Cervantes transcribe los manuscritos del Cide Hamete Benengeli(Primera parte, capitulo IX). Interpretando esto ha anotado Carlos Fuentes(1928-2012):
“Durante los sesentas los novelistas y sus lectores descubrieron que la novela es, ante todo, una escritura verbal. Nada más y nada menos. Aun la novela latinoamericana más popular de todos los tiempos Cien años de soledad de Gabriel García Marquez(1927-2014), sólo hace uso, abundante e irónico, de las tretas tradicionales de la novela, para resolverlas en una escritura que es, simultáneamente, previa y posterior a la narración. Como el Cide Hamete Benengeli, de Cervantes, el Melquíades de García Márquez, verdadero autor de la novela dentro de la novela, nos niega las comodidades de pensar que la narración es un ente autónomo o que la ficción refleja la realidad inmediata. Tanto Cervantes como García Marquez proponen otro problema: sus libros no han de ser creídos, sino leídos; su realidad es la lectura; pero sólo gracias a la lectura el saber se conoce, pone en duda y traspasa las fronteras de lo que pasa por la ´realidad´ a fin de ingresar al infinito de lo real”[1].
De hecho, este asunto, desborda el tema que venimos tratando, por ser problema de gran interés nos interesa subrayarlo, para que se comprenda la importancia de la novela de Noguera y se expliquen algunas cuestiones que su lectura implica.
Veamos ahora la cuestión en concreto. En la novela leemos “Y sexto, que hay que dejar tiempo en la narración para que el trío de pendejos que se acaban de ir llegue a Las moras antes que yo, puesto que así lo exige la novela, puesto que ya dije ante Uds. Que los iba a encontrar luego y qué voy a hacer”(p.39); fíjese el lector cómo aquí el protagonista de la historia se confunde con el narrador para explicar el hilo de los sucesos o afirmar que ese hecho va a suceder, claro que implícito está también la ironía de ver la cuestión así, pues en el fondo el autor desea una nueva concepción de la novela que atraviese incluso las fronteras del tiempo.
Páginas más adelante se inserta una carta, que según el texto, está dirigida a la revista En Haa, a la cual perteneció Noguera, y la cual es crítica de un fragmento de la novela aparecido allí. Para llegar a cierto grado de ironía la misiva está dirigida a Carlos Noguera, su autor, por un curioso personaje que firma “Su hermano en Cristo”(p.199), denuncia una serie de hechos que conocemos a través de la narración misma. Así mismo, el autor de la carta es a la vez un personaje de la novela, el cual participa en las acciones guerrilleras contadas en las páginas anteriores(p.15); en este trozo nos encontramos ante un espejo donde el personaje se ve a sí mismo, se contempla.
Pero las observaciones sobre la novela continúan. Por ejemplo, cuando leemos “claro que esto fue antes de que la técnica de la cual hemos hablado o hablaremos en el
[1] Carlos Fuentes: Casa con dos puertas. México: Joaquín Mortiz, 1970. 292 p. Ver:”Muerte y resurección de la novela”(p.79-85). La cita procede de p.79.
futuro, porque aún no sé a qué altura de la novela se ensambla este capítulo”(p.144); aquí, fuera del hecho de que es una crítica a la novela lineal, se presupone que el suceso puede entar en cualquier parte del cuerpo de la novela y es el lector quien tiene que hacer el esfuerzo de reorganizar los hechos, porque el autor cree en la novela-laberinto o como leemos en ella “la obra, como tal, se explica a sí misma”(p.151).
Otro de los interesantes experimentos es el capítulo “La dulce locura(IX)”, donde el autor ensaya las diversas acciones de los personajes según y como escribe su texto, así “lo real y lo imaginario vinculados por un nexo inexistente al lenguaje”(p.227). Por fin, la novela no será “otra realidad que la imaginada”(p.257).
Después de habernos detenido ante este interesante tópico podemos indicar otras cuestiones de lo que comentamos, por en estas Historias de la calle Lincoln su autor nos presenta una compleja narración, tan compleja como el hombre mismo: si por una parte narra los hechos despiadadamente con verdadera sorna y construye un mundillo de ficción, por otra parte sabe que esos hechos, esas situaciones, esas actitudes no se explican superficialmente, que la sola violencia política no aclara todo, sino que la derrota moral, es la única forma de penetrar a fondo un hecho que nos asedia: por ello sus personajes son primeros guerrilleros pero también se convierten en delincuentes, por una razón que no señala, porque no es materia de una ficción dar explicaciones, pero que está detrás de la ironía con que se suceden los hechos: por falta de formación política, por falta de fe en los ideales que se están viviendo o poniendo en práctica[1].
1972: LA MEMORIA DE LOS INCONFESABLES
[1] Esto es lo que puede explicar un grave suceso latinoamericano: el hecho de que la FARC colombianas hayan pasado de ser una guerrilla empujada por el marxismo y la búsqueda de la justicia social, a convertirse en un grupo de narcotráficantes, es decir, de delincuentes. Quede abierta aquí esta reflexión.
No hay duda que el tema de la violencia política ha estado siempre presente en nuestra literatura. Sin embargo, ha habido momentos determinados de nuestro devenir que en prolifera mucho más: se trata de momentos neurálgicos de nuestra existencia como pueblo, días en los cuales la experiencia de determinado grupo humano tiene que ver con la política y esto hace que algunos testimonios pasen a la literatura. Sin embargo, nunca ha sido tan agobiante el problema, jamás ha producido un conjunto de obras que al menos numéricamente llamen la atención del estudioso de nuestra literatura. Es en la reciente década de los sesenta donde la actividad político-subversiva marca el perfil de una generación. Esta literatura documental a veces, fallida en muchos momentos, si la miramos desde el ángulo estricto de la invención literaria, pero cuyo análisis no puede solslayarse.
Ya contamos con un primer panorama e inventario debido a Orlando Araujo(1927-1987), en le cual ha intentado penetrar hasta el fondo e interpretar la totalidad de esta vertiente de nuestra reciente ficción[1]. Sin embargo las obras, en las cuales la política, las luchas contra el poder, la violencia guerrillera tiene cabida siguen publicándose. En las nuevas obras hay reiteraciones de cuestiones ya tocadas en varias novelas, o en colecciones de relatos, de la misma forma que hay novedades. Nos referimos a libros como Las huellas crecen así(1972) de Vladimiro Rivas(1935-1984) en donde presenta como se puede ir a la lucha por no entender bien la realidad, por verla con ojos distorcionados; Rituales(1973) de Eduardo Sifontes(1949-1974) donde la violencia es un hecho subterráneo pero vivido;todavía hay que examinar con detenimiento Tiempos difíciles(1972) de Octavio Beaumont(1942), un brillantisímo libro de narraciones brevísimas; ver el fallido producto de Luis Correa Sánchez(1937-2010) que fue su Faln,brigada uno(1975): Los cachoros del Pentágono(1973) de Angel Raúl Guevara o Toma mi lanza
[1] Orlando Araujo: Narrativa venezolana contemporánea,p.241-280.
bañada de plata(1973) de José Vicente Abreu(1927-1987), obra más que fundamental sobre nuestro tema, en ella dialogan un soldado de la independencia y un guerrillero de los sesenta, volveremos sobre ella[1].
Entre este conjunto se presenta la novela de Carlos González Vegas(1940-2001) La memoria de los inconfesables[2], por cierto, única novela de un escritor que reveló sus dotes de narrador en un conjunto de evocaciones de infancia: Quehaceres de mago(1968), breves y bien urdidos cuentos.
Pero lo que coloca en un sitio especial a la novela de González Vegas es la forma como ha ordenado el material que la compone y la perspectiva que ha tomado para escribirla. Se trata de una novela escrita desde la dolorosa evocación de un tiempo pasado de fracaso y de luchas sin sentido, es la búsqueda de ese tiempo pretérito para comprenderlo a través de la memoria, para convertirlo a través de la creación en obra válida dentro de lo literario. En ella nos encontramos con un airado testimonio autobiográfico pero que existe dentro de un espacio literario y se proyecta desde la invención y no se sujeta en lo documental: de allí que añada una perspectiva válida a la vertiente literaria en la que está inserta.
En La memoria de los inconfesables no se cuenta sólo una experiencia política sino que se totaliza la realidad, en esta narración tanto la acción del personaje que evoca como sus recuerdos de niño, adolescente, primeros amores se
[1] Hemos citado antes a Vladimiro Rivas: Las huellas crecen así. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo, 1972. 270 p.; Eduardo Sifiontes: Rituales. Caracas: Monte Ávila Editores,1973.92 p.; Octavio Beaumont: Tiempos difíciles. Caracas:Editorial Fuentes,1972. 176 p.; Luis Correa Sánchez: Faln, brigada uno. Caracas: Editorial Fuentes,1975. 233 p.: Angel Guevara: Los cachrros del Pentágono. Caracas: Ediciones Rocinante,1973. 195 p.; José Vicente Abreu: Toma mi lanza bañada de plata. Caracas: Ediciones 4 Letras, 1973. 225 p. [2] Carlos González Vegas: Quehaceres de mago. Prólogo: Gustavo Luis Carrera. Caracas: Tip. El Sobre,1968. 37 p. ;La memoria de los inconfesables. Prólogo José Ignacio Cabrujas. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo, 1972. 131 p.
reúnen en un texto que intenta comprender toda la realidad que circunda al personaje.
La memoria de los inconfesables es novela pesimista, desconfiada de formas seguras de actuar, en el fondo desgarradora y angustiada. Comprende una visión hermosa y poética de la ciudad en la cual transcurre, Caracas, como urbe hostil al ser humano, la que hace “rabiosos”(p.35) a sus habitantes.
En el fondo de esta novela su autor ha reinventado la vida y los sucesos a través de una escritura poética, irónica y hasta trágica, que perfila la frustración de un conjunto de personas que entregaron sus días juveniles a una causa en la que sólo ellos creyeron.
1973: TOMA MI LANZA BAÑADA DE PLATA
A la memoria de Lyll Barceló(1947-2008),
verdadera musa amada del escritor que aquí glosamos,
Toma mi lanza bañada de plata, la novela de José Vicente Abreu(1927-1987) a la que dedicamos esta parte tiene un doble valor en nuestra novela como creación literaria y como relato histórico, ella constituye un contrapunteo entre sucesos del pasado y del presente, en parte enrraizada en los días de la emancipación y es a la vez un alegato crítico, demoledor, sobre el período de la violencia armada contra la democracia venezolana, sucedida en los años sesenta del siglo XX, cuyas consecuencias condena, habiendo sido su narrador uno de sus protagonistas, sobre todo en los sucesos del Carúpanazo(mayo 4,1962), por los cuales estuvo preso y mas tarde exilado en Bulgaria[1].
Es por ello que debemos comenzar esta exploración de tan valiosa novela mostrando los rasgos humanos de su
[1] La historia de aquel levantamiento, vencido por las Fuerzas Armadas democráticas, lo traza con toda precisión el historiador Edgardo Mondolfi Gudat(1964) en su Temprada de golpes, ya citado, en los capitulos “La Chispa y la pradera” y “El Carupanazo y sus secuelas”(p.269-412).
principal protagonista, Braulio Fernández, sin cuya peripecia humana no habría podido Abreu construir este libro, basado en la acción de aquel soldado patriota en nuestra guerra de Independencia.
BRAULIO FERNANDEZ
El nombre de Braulio Fernández(1790-1887) es uno de los que se han rescatado para con su obra trazar algunos rasgos de la literatura que se escribió durante la contienda bélica por nuestra independencia, o aquella que redactaron tiempo después sus protagonistas. Aquí seguimos el modo de interpretarla que ha presentado Lubio Cardozo(1938) en su estudio sobre este tópico[1].Braulio Fernández, nació en
[1] Lubio Cardozo: Debajo de un considero me puso a considerar. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1987. 173 p.Ver: “La literatura venezolana de 1810 a 1830. La literatura de la guerra de Independencia”(p. 33-57). Los datos que utilizamos proceden de Braulio Fernández: Alto esa patria hasta segunda orden. Prólogo: Caupolican Ovalles. Caracas: Ediciones de La Gran Papelería del Mundo, 1969. 16,24 p. y en Caupolican Ovalles: Antología de la literatura marginal. Caracas: Monte Avila Editores, 1977. 519 p. Ver: “Autobiografía de Braulio Fernández”(p. 322-349), fuente de la cual proceden las citas que hacemos a los largo de este trabajo. Debe consultarse también Omar Alberto Pérez: “Fernández, Braulio” en Varios Autores: Diccionario de historia de Venezuela,t.II,p.329-330. Sobre el período en que actuó consultar Pedro Grases: “La generación de la Independencia” en sus Obras.,t.III,p.1-19. Sobre la batalla a la que aludimos consultar Francisco Alejandro Vargas: Batalla de Aragua de Barcelona. 2ª.ed. Caracas: Amazonas Artes Gráficas, 1981. 128 p. Ver especialmente las p. 74-80. Recuerda este historiador, oficial de nuestra marina de guerra, que en aquella batalla las tropas españolas, al mando de Francisco Tomás Morales (1781-1845) no podían ser consideradas sino como una “canalla desalmada a la cual había ofrecido como botín de la victoria todo cuanto existiese en la población y fuese propio para satisfacer sus brutales apetitos” (p.74-75). Esto se corrobora con la observación de Fernández quien escribe en su Autobiografía, “Como yo estaba en una edad muy temprana, me aterró tanto dicha derrota, que me rendí a los Godos; agradecido porque me salvaron la vida sin ultrajes, no quise traicionarlos aunque en contra de mi gusto” (p.329). Sobre nuestra guerra de independencia como guerra civil ver Laureano Vallenilla Lanz: Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho,1991. XXXVII, 382 p., en sus Obrass completas. Caracas: Universidad Santa María, 1983. LXXIV, 358 p. Ver “Fue una guerra civil”(p.19-37) y José Luis Salcedo Bastardo: Historia fundamental de Venezuela,p.251.
Chaguaramal, en tierras del actual Estado Guárico(marzo 25,1790). Por su edad, tenía la misma edad que el general José Antonio Páez(1790-1873), por lo que debeser tenido como un miembro más de la llamada “generación de la independencia”. Al darse el grito por la libertad Fernández se alistó en las filas del ejército patriota. Peleo en la batalla de Aragua de Barcelona(agosto 18, 1814). Como consecuencia de aquella acción, perdida por los patriotas, pasó a las tropas realistas por haber logrado que los españoles lo respetaran. Desde luego eso hizo sin renunciar a sus convicciones patrióticas, solo para evitar perder la vida. De allí que sea un error, que se ha repetido mas de una vez, considerar a Fernández realista. A poco tiempo, cuando se le presentó la oportunidad volvió a integrar el ejército republicano. Entre ellos, como muchos venezolanos, no hay que olvidar que aquella fue una guerra civil entre los venezolanos situados unos en el bando realista y otros en el bando oatriota. Entre los realistas estuvo actuando Fernández entre los años 1817-1821. Durante este último, el decisivo para la victoria de la patria, Fernández se reincorporó a las tropas del ejército Libertador. Estuvo presente, ese año, en la toma de Píritu, en la maniobra de diversiónsobre Caracas(abril 28-mayo 18, 1821) que el Libertador confió al general José Francisco Bermúdez(1782-1831) como parte de la estrategia que culminó victoriosamente en el campo de Carabobo, el 24 de junio de ese mismo año.
El relato del aquel período hecho por Fernández es de una sencilla veracidad, la guerra vista desde los ojos sencillos de un oficial hijo del pueblo. Durante la maniobra de diversión, la cual nuestros historiadores militares han examinado con detalle[1], Fernández actuó en el encuentro de Caño Amarillo(mayo 14), estuvo en Caracas junto a Bermúdez(mayo 14), participó en el combate de El Consejo(mayo 20) y en el combate de El Calvario, en Caracas, el 23 de junio, la víspera de la gran batalla.
Terminada la guerra casó, en 1829, con Rosalía Guzmán Colón. En dos momentos volvemos a saber de él. La primera de ellas es durante los años 1846-1848 en los cuales Fernández por ser, sin duda, liberal participó en la campaña presidencial de Antonio Leocadio Guzmán (1801-1884). No volvió a aparecer hasta los días de la Guerra Federal(1859-1863), en la cual participó según su propia confesión. Pese a ello no sabemos con exactitud cuales fueron las misiones cumplidas en aquellos años. Tampoco conocemos cuando compuso sus recuerdos, la AutobiografÌa de Braulio Fernández(Píritu: Imp. de La Voz Pública, 1889. 24 p.),
[1] Ver Tomás Pérez Tenreiro: Don Miguel de la Torre y Pando. Valencia: Edición del Ejecutivo del Estado Carabobo, 1971. 573 p. Sobre la maniobra de diversión de Bermúdez consultar las p. 302-332, Pérez Tenreiro utiliza la Autobiografía, de Fernández como fuente de su crónica. Sobre un detalle de aquellos días relativo a una imprenta, hecho al cual se refiere Fernández (p.341) ver Pedro Grases: “Impresos de Angostura” Obras, t.IX,p.141-231. Para aquello que aludimos ver la p. 231, nota 2. Sobre su participación en la Guerra Federal, a la que aludimos, consultar Braulio Fernández: “Autobiografía de Braulio Fernández.”, en Caupolican Ovalles: Antología de la literatura marginal, p.348. impresa tras su deceso, ocurrido en Anaco de San Francisco(febrero 28,1887).
Lo que interesa de su Autobiografía, la cual ha sido reimpresa dos veces(1969 y 1977) después de su rarísima edición príncipe, uno de cuyos ejemplares perteneció a la biblioteca del bibliófilo venezolano Dr. Víctor Manuel Ovalles(1872-1955), es la diafanidad del relato, la manera como a través del escrito de Fernández podemos percibir cómo era el ejército patriota en el cual militó, cual el tipo de relaciones entre oficiales y tropa, cual el modo de sus ejecutorias, y observar también la pobreza de aquella tropa la cual se veía obligada a fusilar a los contrincantes detenidos en combate dada la escasez de comida y medios que tenía. Igual hacían con los enfermos. Tal el retrato que de aquellos días que nos ofrece Fernández, una silueta lejana al heroísmo mitológico con que otros la han pintado.
LA NOVELA
Toma mi lanza bañada de plata(1973)[1] es sin duda la ficción que mejor define a Abreu como hombre de izquierda, como militante comunista, ser lleno de ideales éticos, todo lo que fue, todo lo que deseó esta consignado en esta ficción. Allí está el diálogo entre el guerrillero de los sesenta y el viejo soldado de la emancipación, Braulio
[1] Las novelas de José Vicente Abreu son: Se llamaba SN. Novela testimonio. Caracas: José Agustin Catalá Editor,1964. 228 p., libro con gran suerte editorial con dos ediciones en 1964, en 1965, tres en 1968, 1969, 1972, 1976,1977,1979, tres en 1981 y 1982, varias de ellas internacionales, impresas en bulgaro, en ruso, en alemán; Las 4 letras. Caracas: Editorial Centauro, 1969. 357 p. esta novela es clásico como relato sobre la aventura politica; Toma mi lanza bañada de plata. Caracas: Ediciones Cuatro Letras,1973. 225 p., tuvo esta obra cinco ediciones: tres en 1973, dos en 1975, una sexta sin fecha, publicada por Monte Ávila Editiores; Palabreus. Prólogos. Orlando Araujo y Caupolican Ovalles. Caracas: Ediciones Centauro,1985. 224 p., tuvo esta obras cinco ediciones: tres en 1973, dos en 1975, una sexta sin fecha, publicada por Monte Ávila Editores.
Fernández[1]. Si los primeros fracasaron en su intento al no logar haber percibido lo que el país deseaba. En cambio el antiguo soldado de los días de la Independencia, Braulio Fernández, el personaje central, sin cuya presencia el diálogo, que es la esencia de este volumen, no hubiera podido existir. Ello fue posible porque a poco del regreso de Abreu del exilio, en 1969, el poeta Caupolicán Ovalles(1936-2001) había exhumado la autobiografía de Fernández, hallada entre la papelería de su abuelo, el gran bibliófilo Victor Manuel Ovalles(1872-1955). Este es un escrito, único, pues Fernández fue el único soldado de la guerra emancipadora que dejó trazadas sus huellas, en un folleto, en su caso. Asi ambas contiendas, para llamarlas de alguna forma, la de principios del siglo XIX(1810-1823) y la de los años sesenta, se entrelazan. Los ideales de aquellos hombres los encontramos en los hechos de la vida de ambos, los de Fernandez a través de su Autobiografía, los del siglo XX a través de las vivencias de un guerrillero, inominado en la narración pero que perfectamente pudo ser un alter ego del autor. Fue ese montonero que deseó demoler la democracia y dar paso a un régimen comunista. Si Fernández fue de los que logró dejar plantado el árbol de la libertad, el guerrillero de los sesenta, y los que lo acompañeron, no lograron lo que se propusieron. Eso que señalamos es la entraña de Toma mi lanza bañada de plata.
[1] El texto sobre el cual el autor de esta novela escribió su recreación es Braulio Fernandez: Autobiografía de Braulio Fernández. Píritu:Imp. de La Voz de Oriente, 1889. 24 p., uno de cuyos rarísimos ejemplares perteneció a la biblioteca del doctor Victor Manuel Ovalles, una de nuestras grandes bibliotecas privadas. Fue exuhamada por su nieto el poeta Caupolicán Ovalles(1936-2001) en el volumen: Alto esta patria hasta segunda orden. Prologo: Caupolican Ovalles. Caracas: La Gran Papelería del Mundo,1969. 16,24 p., inserto tambíen por Ovalles en su Antología de la literatura marginal. Caracas: Monte Ávila Editores,1977. 519 p. Ver: “Alto esa patria hasta segunda orden”(p.326-349). El cineasta Caupolican Ovalles, bisnieto del viejo Victor Manuel Ovalles e hijo del poeta Caupolicán Ovalles, ha hecho una muy buena película basada en el relato de Braulio Fernández, “Memorias de un soldado”(2012), protagonizada por nuestra magnífica actriz Maritza Román(1962).
Asi para penetrar en Toma mi lanza bañada de plata debemos partir de la idea aquí expresada de lo que es una revolución, movimiento que nunca ha triunfado en Venezuela, las pruebas están en nuestra historia. Sin embargo, en esta bella novela, quizá la mejor de su autor, la que nos hace pensar y no sufrir en cada una de sus líneas, como en su suceder con Se llamada SN, tanto que debió terminarla de escribir desnudo porque mientras trabajaba en ella se le volvieron a brotar todas las heridas de las torturas recibidas por parte de la policia politica, la Seguridad Nacional, de Tarugo, como era llamado aquel dictador.
Sobre su esencia, sobre los que se proponen ambas protagonistas, razón del diálogo que sostienen, leemos:
“Aunque toda revolución es un hecho humanístico y deja de ser revolución cuando el humanismo se llena de censuras y prohibiciones, tabues y razones de orden público, index e inquisiciones que pretenden ponerle freno a la imaginación, a la inteligencia, a la razón o a la ira”(p.64).
Asi el gran palique se sostiene en el diálogo con los dos insurgentes,Braulio aconseja y el guerrillero parece escuchar: ¿lo hace?.
EL SOLDADO EMANCIPADOR
Como Braulio, así lo llama el autor en su narración, sin usar su apellido, es un soldado que peleó en aquella terrible contienda, la que hizo a Venezuela el pais de la “revolución violenta” que observó el británico John Lynch(1927-2018)[1], por ello Braulio debe usar el verbo “Vivaquear”(p.35), ya que siempre se mueve en el Vivac de la contienda, de alli que leamos: “Eramos los catorce de Bermúdez, los primeros en pisar patria en cada paso de nuestros caballos maliciosos”(p.42)
Por ello la conversación, en la Plaza Bolivar de Caracas, se inicia con una interrogante: “¿De dónde vienes
[1] John Lynch: Las revoluciones hispanoamericanas,p.213.
Braulio?...de la guerra?”(p.16). Por ello leemos: “Cuando Braulio Fernández y yo nos encontramos, veníamos de la guerra. Pero yo estaba cansado de caminar en el sol sin trabajo. Venía sudado, hediondo a sebos y gorduras extrañas, sin el espíritu de la guerra. Presentía seguimientos, emboscadas en las esquinas, voces de arresto, me sentía sospechoso y perdonado al mismo tiempo”(p.9). Recuerda los días de la insurgencia de los sesenta: “Nosotros estábamos en la guerra mientras el mundo siguió. ¿Qué les importó nuestra guerra?”(p.11).
“Para nosotros, Carabobo era una incógnita. Pensamos en algo decisivo cuando Bermúdez nos dijo a los de su confianza, que sería premiada la unidad que tomara a Caracas antes del 12 de mayo[de 1821]”(p.38), “Uno vuelve de la guerra borracho, hijodeputa, criminal, embustero, vagamundo, inventor de heroísmos. Y cuando ya no inventas nada le tomas prestadas sus hazañas a Torrealba, a Rondón, a Páez y hasta a Boves, que ya estan muertos y no cobran mucho rédito”(p.14), “Debes admitir esta libertad que me tomo al analizar tu sociedad? Tu no puedes analizar la mía en aquellos viejos heroísmos, en los sueños de una grandeza que se nos hizo pequeña al día siguiente de Carabobo. Se nos crecieron caudillos los viejos compañeros. Nos pesaba la lanza de una paz de mentiras…Yo aprendí que la libertad sólo existía cuando andaba en mi caballo con la lanza en la mano”(p.52). De allí que “otras causas superiores de la patria, donde Braulio fue voz suprema, guía, buscador de rumbos y sueños…Por eso te digo que la paz es solo para la preparación de otra guerra por otra justicia que se convierte en injusticia en corto tiempo de ejercicio”(p.77), “en la guerra no hay treguas, me dice y toma mis manos”(p.91) “Yo apenas sabía de reyes y de patrias. Esos eran mis elementos antagónicos en las mas extraordinaria simpleza. Liquidar al rey o el reino y establecer la patria.Y parecía suficientemente para realizar los sueños de libertad”(p.99)
Por ello tras el fin de los combates lo hallamos en contra del culto a los héroes, hacerlo es una exageración, aquellos oficilaes y soldados cumplieron con su hora, fueron dignos de ella, de alli que se moleste al decir “Allí están los monumentos…Endiosar de tal manera a Páez para perderlo en lo humano y criollo, entroncarlo con mitos y leyendas antiguas que impidieron identidades presentes”(p.141); “Si muchacho…aquí los intelectuales levantaron un culto mocho a los héroes; un poco a la lanza”(p.143)[1]
Esta parte, que tiene como centro a Braulio Fernández, este cierra su palique entregando su manda: “Toma mi lanza bañada de plata”(p.223), dice al guerrillero, meintras este contesta: “Pero yo no tengo la fuerza de la lanza de Braulio”(p.224): ¿allí esta la tragedia del hombre de los sesentas?.
EL GUERRILERO INNOMINADO
En cambio el guerrilero dice: “No me atrevo a interrumpir a Braulio. Me dicta las Tablas de la Ley”(p.22).
Tal sus reflexiones: “Ningún mesías real llega al poder, muchacho”(p.49), “Lo único que viola las leyes del tiempo es la revolución”(p.51), “La única ley es: prohibido imitar… Ustedes esa guerra una vez ingenuamente. Y la desgracia es que tampoco hay guerras ingenuas”(p.54), “Quizá hay una sola ley de la guerra revolucionaria: el sacrificio”(p.64), “en la patria todo se realizaba por el apremio de las circunstancias”(p.76). Por ello le confía: “A veces pienso que no terminamos nunca”(p.32).
VENCIDOS
Los guerrileros de los sesenta fueron vencidos por un gobierno bien pertrechado, elegido por las mayorías en
[1] Cuando Abreu escribió su novela ya se había publicado el clásico análisis del punto hecho por Germán Carrera Damas en El culto a Bolivar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela.7ª.ed. Prólogo: John Lynch. Caracas: Alfa,2013. 367 p. Consultar también Fernando Savater: La tarea del héroe. Elementos para una ética trágica. Madrid: Taurus, 1981.261 p.
comicios, administración que sabía que su obligación era perservar la democracia que era la decisión de la mayoría.
¿Fueron vencidos temprano los insurgentes?, “¿En Carúpano, con aquella idea falsa y delirante del bastión revolucionario, ante la conspiración reaccionaria? Se les murió en las manos del fantasear…Carúpano fue tu última ilusión”(p.222). Por ello, dice Braulio, “Quizá ustedes trataron de encontarlo en Carúpano y Puerto Cabello, 4 de mayo y 2 de junio de 1962, un mayo y un junio que no culminó en Carabobo”(p.164).
Es allí cuando vemos expresarse la voz de los vencidos: ”Uno se duele y se muere mil veces con tanto lamento cuando no limpia el campo, ni remata para quedarse en la vigilia de la muerte. Y no duermes después del combate…Solo los caballos estan quietos, sudados y callados”(p.35).
Y los mira como se le presentaban. Dice Braulio: “Ustedes, quienes andan por allí en la pacificación, buscando trabajo, viven hoy un raton revolucionario. Tienen resaca”(p.221). Y ello, sin pensar, que muchos de ellos pronto se convertirian en delicuentes, en asaltantes de bancos, tal como lo hizo ver uno de ellos, Carlos Noguera(1943-2015) en su cuento “Altagracia y otras cosas” tantas veces citado.
Fueron estas ideas la que llevaron a Braulio Fernández a condenar a las guerrillas de los sesenta al escribir: “Ustedes trataron de imitarlas en la ciudad, pero nunca en las Queseras del Medio(abril 2,1819), porque no se estudió la posibilidad de unas queseras en plena ciudad y con el recurso nuevan del vuelvan caras de ahora. Ese vuélvanse bodos de pedirle un fósforo a un policía somnoiento, fue primitivo ardid de aprendices no de pioneros de la libertad en aquellos instantes.Y no condeno a los ejecutores sino a los autores del desequilbrio juvenil. A aquellos que pensaron que la primera instrucción para un combatiente revolucionario consistía en liquidar los escrúpulos que le impidieron matar a sangre fría. Un combatiente es el resultado de una actividad colectiva en un ejercio práctico e ideológico”(p.158-159).
LA GUERRA
Guerra llamaron los guerrilleros de los sesenta a sus combates. Es sobre ella de la que habla Braulio. Por ello le pide a su interlocutor la necesidad de escuchar las razones de los caidos:“¿Tú no has oído nunca a los muertos?”(p.36), no hay exageración en nuestras palabras los fallecidos tuvieron sus razones, expreesadas antes de caer sin vida,“Uno viene así de la guerra y sólo es un fantasma. Apenas un hombre que sobrevive a la muerte”(p.11). Braulio por ello dice recordando sus días:. “Los españoles hacían la guerra a los criollos con los criollos”(p.126), ya que nuestra emancipación fue una guerra civil entre venezolanos, unos en el bando independiente y otros del lado del Rey: “¿O tú crees que no se gana nada moralmente después de guerrear diez años? La guerra no fue un medio para alcanzar como meta la barbarie, en los últimos años nos formábamos como seres humanos, quizá ya asqueados de la matanza”(p.130).
REVOLUCIÓN
Aquella llamada revolución fracasó. Fíjese el lector que Abreu siempre escribe en su libro la palabra revolución con minúscula.
Sin embargo, indica, que los revolucionarios son “la vanguardia escogida de los escogidos. De nosotros depende la vida de los demás…Nadie debe caer vivo en manos del enemigo”(p.41). Pese a todo, que es un arrebato de la violencia, esa revolución requiere el sacrificio, es su “sola ley”(p.64). Y por ello que “A la revolución llegan algunos de los mejores hombres de la tierra; inteligentes, sensibles, valientes, pero también y con mas frecuencia vienen los frustrados, los megalomanos, los rencos, los obsesivos, los anomarles y generamente con unos deseos de venganza que pueden evitarse por unas disiciplinas y unas justicias que a veces rompen en los desbordamientos. Hay algunos en nuestro campo con espiritu de policías. En cualquier momento difícil se pasan al enemigo”(p.124). Es ello lo que vimos pasar en las dos épocas que refiere Toma mi lanza bañada de plata.
La coda del largo diálogo es: “Tu tienes un arma así con la que has pasado tantas noches de Quijote en vela”(p.45). Tal este libro, que dentro de los que tocaron su tema, lo consideramos impar.
Pese a todas las esperanzas, siempre frustradas, que todas las revoluciones suscitaron estas llegaron a su final, al final del “mito revolucionario”, que dijo la clarividencia de Octavio Paz(1914-1998), quien pronosticó aquel suceder, el caer del Muro de Berlín(noviembre 10,1989). Allí se inició otro tiempo para la humanidad. En aquel momento, el 22 de junio de 1989, cinco meses antes del suceso de Berlín, explicó el maestro mexicano:
“presenciamos el crepúsculo de la idea de la Revolución en su última y desventurada encarnación, la versión bolchevique…el fin del mito revolucionario tal vez nos permitirá pensar de nuevo en los principios que han fundado nuestra sociedad y en sus carencia y lagunas…sabemos que las construcciones metahistóricas,,sean religiosas o metafísicas, coservadoras o revolucioonarias, estrangulan la libertad y acaban por corromper la fraternidad. El pensamiento de la era que comienza…tendrá que encontrar el punto de convergencia entre libertad y fraternidad” [1]
EL RECUERDO
Tal su autor, su sinceridad ante el fracaso, ante lo imposible. Por ello lo que nos queda de José Vicente Abreu fue la forma como en su caso vida y obra se unieron hasta lograr constituir una unidad. José Vicente no sólo escribió
[1] Octavio Paz: La otra voz. Poesía y fin de siglo. Caracas: Seix Barral,1990. 141 p. Ver: “Poesia, mito y revolución”(p.55-68). La cita procede de las p.67-68. Discurso pronunciado en Valonges, Francia, el 22 de junio de 1989, también publicado en el folleto: Poesía, mito, revolución. México: Vuelta,1989.69 p. sobre aquello que vivió sino que vivió en función de sus convicciones. Fue un rebelde irreductible. Se creyó revolucionario pero no lo fue. Fue mucho más que eso. Fue el buscador de la quimera, quien indagó para hallar la utopía, la esperanza de un mundo fraterno. Fiel siempre a aquello en lo cual creyó. Por ello muchas veces prefirió el silencio o la marginalidad a convertirse en un fantoche. Hombre quijotesco de buena lid, quien aspiró siempre a que se produjera un cambio profundo, de allí el hermoso diálogo que sostiene como carnadura su Toma mi lanza bañada de plata. De allí que fuera un solitario, un duro lleno de ternura, incapaz de herir a nadie, hecho para el amor, para soñar por ello con una sonrisa. Por ello nos dejó el testimonio de lo que es ser fiel a sí mismo, aquello en lo que se cree ardientemente. Para él vivir fue una aventura. Y por ello fue todo un hombre. Eso nos legó.
UN ESCRITOR
Estábamos en nuestro estudio[1] . Era casi el mediodía del 25 de abril de 1987. La llamada de un amigo nos informó de la gravedad de José Vicente Abreu. Pensamos en Lyll Barceló(1947-2003). Fuimos a cambiarnos para ir a la clínica. Estábamos por irnos cuando llegó la noticia del deceso. A los sesenta años justos, pues había nacido en San Juan de Payara, Apure, el 20 de junio de 1927, se había extinguido aquella vida gallarda. Se cortó aquella tarde el afectuoso diálogo que nos había unido a lo largo de diez y ocho años. Aun tenemos vívida imagen de la primera vez que nos encontramos. Fue una tarde cualquiera de 1969, en la secretaría de la Asociación de Escritores. Eran aquellos los días en que comandados por José Ramón Medina(1919-2010), laborábamos Julio Miranda(1945-1996), Gregorio Bonmatí(1943-2000), Pascual Estrada Aznar(1932), Juan Manuel Matute y quien esto escribe haciendo la revista Letras nuevas. Para
[1] Fue publicado en El Nacional, Caracas: mayo 11,1987, Cuerpo C,p.14 y en El Impulso, Barquisimeto: noviembre 15,1987.
cuanto sabíamos de él nos llamó la atención su pequeña estatura. Sin preámbulos comenzó la charla. No se interrumpió hasta bien entrada la noche. Conversación frugal con café, sin trago alguno. Para los de mi edad Abreu era una figura casi legendaria. Por ser el autor de Se llamaba SN. Pero no sólo por eso. A él le rodeaba una leyenda de virilidad, sin duda su rasgo sobresaliente, por la forma como había soportado las bárbaras torturas de la Seguridad Nacional y el largo cautiverio en Guasina y Ciudad Bolívar. Cuando fue hecho preso era ya escritor. Pero fue en el confinamiento cuando puso en letras el testimonio de su experiencia. De allí su Manifiesto de Guasina, publicado como casi toda su obra por José Agustín Catalá(1915-2011), quien no sólo fue su compañero de prisión, mas tarde su suegro, sino el ser con quien le unió intenso cariño filial, falleció a su lado y al de su amada esposa Lyll Barceló[1]. Al Manifiesto de Guasina[2] siguieron otros corolarios de los sufrimientos de aquellos días. Tal los relatos Guasina, donde el río perdió la siete estrellas. Pero Abreu no sólo hizo esto sino que fue extremadamente fiel a aquellas experiencias, a aquel parto de la Venezuela democrática, a los compañeros muertos en combate. Buena prueba de ello son sus perfiles de Leonardo Ruíz Pineda(1916-1952), Alberto Carnevali(1914-1953), Pinto Salinas, Hurtado Higuera, Droz Blanco y Wilfrido Omaña[3] o su prólogo a
[1] Las obras de José Vicente Abreu son: Manifiesto de Guasina. Poemas. Caracas. Editorial Centauro,1959. 31 p.; Se llamaba S.N. Introducción del editor. Caracas: José Agustín Catalá, Editor,1964. 228 p.; Guasina, donde el río perdió las siete estrellas. Caracas: José Agustín Catalá, 1969. XV,180 p; Las 4 letras. Caracas: Ediciones Centauro,1969. 357 p.;Toma mi lanza bañada de plata. Caraas: Ediciones Cuatro Letras, 1973. 325 p.; Palabreus. Prólogo: Orlando Araujo. Caracas: Ediciones Centauro,1985. 224 p.; Camarada paloma. Poemas del Cuartel San Carlos. Compilación, selección, prólogo y notas: Ramón Azocar y Yorman Tovar. Caracas: El Perro y la Rana,2007.181 p. [2] Puede verse ahora “El manifiesto de Guasina” en Varios Autores: Poesía en la resistencia. Caracas: Ediciones Centauro, 1982,p.31-177. [3] Pueden leerse en Varios Autores: Hombres y verdugos.Caracas: Ediciones Centauro, 1982. XI,519 p.
la reedición facsimilar del Libro negro 1952[1]. E iniciada su acción bajo la égida galleguiana no nos debe llamar la atención que haya consagrado un trabajo al examen de su ideario educativo[2] y su consecuencia: la antología de la misma gaceta donde está la mayor parte de los textos que dieron origen a su volumen interpretativo[3].
Para el momento en que nos encontramos con él por vez primera, José Vicente Abreu Rincones había participado, el eterno rebelde, en las insurrecciones de los sesenta. Había sido uno de los jefes del Carupanazo(1962), había estado preso y exilado. Hacía poco había publicado Las 4 letras(1969), una obra que no es lo mejor suyo, relato pesado, que no termina por convencer al lector. Por ello coincidimos con Jesús Sanoja Hernández(1930-2007) en que se trata de una novela confusa[4]. A ésta siguieron Toma mi lanza bañada de plata y cuando volvió el amor y pudo sentarse a escribir Palabreus, esa bella evocación de su infancia llanera. Cuando apareció Toma mi lanza bañada de plata vino acompañada de una pequeña anécdota. Esta fue impresa en dos días en la Imprenta Universitaria, dirigida entonces por él, para demostrarle al Rector de la universidad, cómo podían funcionar mejor equellas prensas si se hacían ciertas necesarias reformas. No lo escucharon. Así nos lo contó el día que nos obsequió un ejemplar de esta narración. Sin duda, Se llamaba SN es su libro característico.
DOS ANECDOTAS INTIMAS
No podemos terminar sin volver a referirnos a Lyll Barceló, escritora y segunda esposa de José Vicente Abreu: un amor nítido y hondo fue aquel, sus amigos lo vimos nacer
[1] Venezuela bajo el signo del terror.2ª.ed.Caracas: José Agustín Catalá, 1974. [2] José Vicente Abreu: Rómulo Gallegos, ideas educativas en La Alborada. Caracas: Ediciones Centauro, 1977. [3] Alborada. Caracas: Fundarte, 1983. Varias paginaciones. [4] Jesús Sanoja Hernández: “Se llamaba José Vicente Abreu”, El Nacional, Papel Literario, Caracas: mayo 3,1987,p.1.
con alegría. Se casaron. Aquel matrimonio fue una compensación humana para Lyll dado que el primero no llegó a cuajar, ella misma disolvió el compromiso antes de contraerlo, pues se presentó ante ella otra mujer que tenía un hijo del novio, ella comprendió la mentira imperdonable del novio, pero se dio cuenta que no podía casarse con él pues ello sería apartar el padre del hijo y que el novio estaba en la obligación de casarse con la madre del vástago. Públicamente informó, a través de un aviso de prensa, que la boda no se haría y devolvió los regalos recibidos. La mañana de aquel sábado en debió celebrarse el matrimonio estuvo en nuestra casa, mis papás que tanto la querían y yo mismo, la recibimos y conversamos con ella de asuntos literarios en los que trabajaba junto a nuestra mamá, incapaces de indagar en el gran dolor que sabíamos la embargada aquel día. Ella era así, ser sincera hasta las entrañas.
Con el tiempo apareció José Vicente, en la época en que ella era directora del CELARG. Y él, marxista, y seguramente no practicante religioso, se casó con ella por la iglesia, fue la capilla de la UCAB, estaba vestido aquella tarde con su liquilique llanero. Mis papás estaban entre los padrinos. José Vicente comprendió que Lyll era primero creyente y de no casarse ante Dios su carrera académica en la UCAB quedaría truncada. Por amor hizo aquello. Lyll llegó a ser Decana de Humanidades. Tal la profundidad de aquel amor.
Ahora bien, en el entierro de José Vicente sucedió un hecho insólito. Nosotros estabamos allí. La primera esposa suya, una hija de José Agustín Catalá(1915-2011), quien siempre había sido un padre para Jsé Vicente, habían sido torturados y estuvieron presos por la Seguridad Nacional, bajo Pérez Jiménez. El Viejo, como él lo llamada, fue luego el editor de sus libros. Pero aquel día, Beatriz Catalá se robó el feretro, ante la mirada de todos, y lo llevó a enterrar en el panteón de su familia. Lyll vio aquello, guardó silencio, en su carro siguió el entierro y vio enterrar a su amado sin pronunciar palabra alguna, las lágrimas le corrían por sus mejillas. Nadie se lo imaginó, pero a la mañana siguiente se presentó en el cementerio con un Juez: hizo desenterar los restos y los llevó a sembrarse en el sitio que ella misma había escogido. Tal aquella valiente mujer.
1973: FALN, BRIGADA UNO
En los años sesenta en nuestras lecturas advertimos que la literatura de la violencia venía proliferando cada día más. Al leerla nos dimos cuenta que la experiencia de violencia vivida por los hombres y las mujeres de los sesenta fue suficientemente fuerte, suficientemente traumática, en algunos casos, como para producir un conjunto de obras que al menos numéricamente llamaban la atención. Y anotamos que en cantidad porque un buen conjunto de ellas adolecen de fallas si se las mira desde el ángulo estrictamente literario, único que interesa al crítico.
Estas observaciones se hacen necesarias a la hora de intentar unas anotaciones en torno a la novela del guerrillero Luis Correa(1937-2010): Faln, brigada uno[1]. A Luis Alberto Correa Sánchez, su nombre completo, no hay que confundirlo con don Luis Correa(1886-1940), su homónimo en nuestras letras, ensayista y crítico, de los mejores que hemos tenido, en los principios del siglo XX.
Al hacer algunas observaciones sobre este texto narrativo, o novela expediente, queremos señalar algunos de los problemas básicos de la vertiente creadora que tiene que ver con la novela porque muchas de las fallas de este libro son comunes a otras obras publicadas dentro de este mismo contexto: la violencia y la guerrilla de los años sesenta, concebidas por autores quienes no eran escritores profesionales, de allí su fracaso.
Fundamentalmente obras como Faln, brigada uno toman como material esencial experiencias vividas por sus autores, y en torno a las cuales en muchos casos no tiene el autor el debido alejamiento para comprenderlas en su
[1] Luis Correa: FALN, brigada uno. Caracas: Editorial Fuentes, 1975. 233 p.
totalidad, ni la preparación intelectual para tratarlas como lo requiere la novela, género que no se puede improivisar, que es lo que aquí hallamos.
Ahora bien, no todos los que han acometido la tarea de escribir sobre sus experiencias recientes, como Luis Correa, no son ni escritores ni narradores profesionales y en muchos casos es la primera vez que se sientan ante una máquina de escribir[1], a relatar sus experiencias, de allí que, con muy pocas excepciones, estos libros signifiquen poco dentro del proceso de nuestra ficción.
Una respuesta a esta problemática sería la siguiente: si no se es narrador por qué no tomar el camino del relato escueto, testimonial, a veces mal escrito, pero vivo como relato existencial, este por ejemplo es uno de los valores del libro de Angela Zago Aquí no ha pasado nada. Por las razones antes apuntadas, por la falta de preparación para escribir un relato bien organizado es que el resultado literario es negativo. Y en Faln, brigada uno esto se ve muy claramente. Esto no quiere decir que el libro no tenga un valor socio-político o documental, pero como literatura es fallido y como se presenta como creeación no puede ser juzgado sino como tal.
El autor de Faln,brigada uno no se dio cuenta que el interrogatorio, que es el centro de su narración, se hace tedioso por lo largo, aunque sabemos que éste es el que le da al libro el valor de expediente que tiene, pero, sin duda, debía haber sido estructurado de forma más amable para el lector.
Creemos por otra parte que Correa debería haber trabajado más su novela sí es ello lo que deseaba, cosa que no creemos, y así lograr integrar todos los episodios mejor al conjunto.
Dentro de la temática de la narrativa de la violencia de los sesenta no hay duda que cuestiones inherentes en esta novela lo son: a través del interrogatorio, el expediente que se levanta a un insurgente contra un delator; la experiencias de las guerras, la violencia vivida en nuestro
[1] No habían aun computadoras personales, estas aparecieron en 1981.
país, que el autor presenta dialécticamente al narrar las luchas de nuestra independencia relacionándolas con la violencia feudal de los caudillos del siglo XIX y la lucha actual de liberación nacional o la lucha de los venezolanos que buscan cómo salir de la dependencia.
Así mismo no dejan de ser patéticos los problemas de enfrentamiento que las opciones políticas hacen recaer sobre los seres que obtan por ella: el conflicto marido mujer, la incomprensión de la esposa por la actividades del cónyuge, ya Miguel Otero Silva(1908-1985) había presentado los conflictos paterno filiales durante la misma época con agudo ojo crítico en Cuando quiero llorar no lloro. Así mismo es dramático, el desesperado regreso del protagonista, el abandono que sufre por parte de su partido y su caída y desaparición: todos estos elementos nos dicen que Correa pudo hacer una narración testimonial viva que hubiera sido mucho mejor que la novela para cuyo tratamiento no estaba preparado.
La parte que acaba de leerse, hecha como una reseña, aparecida en nuestra columa de El Nacional, de Caracas, molestó mucho a Luis Correa quien en una declaración de prensa calificó nuestro trabajo, que acaba de leerse, con las necesarias correcciones de estilo, con una grosería, incapaz de comprender la lectura que habíamos hecho de su novela. Hablamos con la periodista que le había hecho la entrevista, Ángela Zago, no para protestar, siempre hemos tenido conciencia de nuestro oficio, sino para comunicarle que si bien Correa había calificado nuestro trabajo con una sola palabra,una vulgaridad, nosotros habíamos utilizado más de dos mil palabras para analizar su libro. Muchos años después, en una funeraria, aquí en Caracas, escuchamos un diálogo de una persona que le pregunntó a Correa sino se habían publicado libros sobre la guerrilla y él le contestó, para que lo escucharamos, “Yo escribí una”. Nosotros, desde luego, guardamos silencio. Nos reimos desde los ojos hacia atrás ante tamaña mediocridad[1].
No nos ha dejado de llamar la atención que ni el profesor Osvaldo Larrazabal Henrríquez(1926-2011) en su Bibliografía integral de la novela venezolana(1994), ni los compiladores del Diccionario general de la literatura venezolalana(1987) hayan incluido a Luis Correa Sánchez por no considerarlo ni novelista ni escritor digno de análisis.
1975: NO ES TIEMPO PARA ROSAS ROJAS
No es tiempo para rosas rojas, de Antonieta Madrid(1939) es una de las novelas fundamentales del período y temática que aquí tocamos. Fue novela famosa antes de publicarse ya que sus ejemplares manucritos pasaron de mano en mano, fue libro también fundamental para la generación que lo leyó, y que lo ha seguió leyendo en sus diversas ediciones, libro que han influído no solo literariamente sino humanamente en sus muchos lectores. Ello por el gran alegato en favor de la vida que se deduce de sus páginas, pese a narrar los hechos de la guerrilla, y en alguno de sus pasajes los fusilamientos de guerrilleros por órdenes de sus propios dirigentes.
Lo primero que observa en lector de No es tiempo para rosas rojas[2]es el crecimiento y el grado de conciencia literaria que logró desarrollar su autora en las escritura de sus diversos libros, tanto en sus narraciones cortas como en sus novelas. Además en No es tiempo para rosas rojas logró encontrar, luego de haber escrito y reescrito su libro
[1] Esta parte, hecha como una reseña, aparecida en nuestra columa de El Nacional, de Caracas(noviembre 5,1975, Cuerpo A,p.4). La entrevista que le hizo Angela Zago es : “La violencia y la literatura”, en El Nacional, Papel Literario, Caracas: febrero 23,1975,p.2.
[2] Antonieta Madrid: No es tiempo para rosas rojas. Caracas: Monte Avila Editores, 1975. 184 p. Todas nuestras citas provienen de su segunda edición:Caracas: Monte Ávila Editores,1983. 184 p.
varias veces, el tono y la forma que necesitaba su anécdota de su para ser contada.
No es tiempo de rosas rojas, escrita en un momento crítico del vivir de su autora, de allí su afán por decir la verdad(p.183), recoge las experiencias de una generación venezolana, aquella que sintió la llamada del cambio integral en los años sesenta, aquella que entre nosotros, en el campo político, se fue a la guerrilla y fracasó(p.37). Es por ello aquí se memoran las circunstancias y las acciones de un tiempo pasado y de una experiencia dolorosa, de allí la doble interpretación a donde nos lleva su título, el cual señala, a quien se detenga ante él con atención, tanto a las rosas que se ofrecen a quien se ama o las flores que se ponen ante una tumba. En el primer caso se refiere a los apellidos de un personaje innominado, “Daniel sin nombre”(p.60) lo llama en algún pasaje(p.60), cuya presencia domina en las páginas de esta ficción(p.60), también se refiere a las rosas rojas que portan los socialistas a la hora de enterrar a un compañero caído.
La gente de los sesenta, porque esta es la ficción de una generación, de allí la huella que dejó en muchos de los hijos de aquellos días la lectura de este libro, ya famoso antes de su impresión, ya que fueron numerosos los fragmentos de la misma que publicó su autora en las páginas literarias. Fue aquella promoción la de aquellos para quienes la guerrilla por imponer un sistema socialista a la nación, pero también la de las drogas, el amor libre, el aborto, el desengaño, el cambio íntimo, fueron sucesos decisivos dentro de su experiencia, vivencias que vivió y entregó a la gente que les siguió en el sucesivo alternarse de las generaciones. Fueron ellos los que abolieron el “para siempre” en el amor, los que supieron temprano que esta vivencia tan plena se agota un día. Y ya no hay nada que hacer sino callar o llorar o marcharse.
Por ello entre ellos, y esto aquí se registra con certeza, existieron los que vivieron para la revolución(p.45,109), los que creyeron que era posible crear el “hombre nuevo”(p.147), que propuso Ernesto Guevara de La Serna(1928-1967)[1], los que sintieron que había que cambiarlo todo(p.56,69), los que vivieron para alumbrar un tiempo nuevo en la conciencia y en las vivencias, dentro de las cuales los cambios sexuales ni las nuevas formas de estimularse estuvieron lejanos a ellos. De allí con la libertad sexual con la que nos topamos al leer esta novela, con la sensualidad plena de su protagonista quien al hacer el amor todo lo pone a andar: la voz, la risa, el olor, la piel, de allí también la referencia(p.66) que encontramos a El cuarteto de Alejandría(1957) de Lawrence Durrel(1912-1990), en donde la sexualidad se propone sin culpa alguna, algo que se debe vivir libremente y a fondo.
El tono logrado para su escritura, al cual nos referimos antes,permitió a la autora ofrecernos un texto literario y no caer en la cursilería en que pudo caer alrelatar cuanto sucede en este libro. Y afirmamos esto porque una historia de amor se puede contar de muchas maneras. Su
[1] Ernesto Guevara de La Serna: “Diario de Bolivia”, en sus Obras,t.II,p.455-630. La observación suya es: “este tipo de lucha nos da la oportunidad de convertirnos en revolucionarios, el escalón mas alto de la especie humana, pero también nos permite graduarnos de hombres; los que no puedan alcanzar ninguno de estos dos estadios deben decirlo y abandonar la lucha”(p.592). La idea del “hombre nuevo”, una utopía, la expresó en su ensayo “El socialismo y el hombre de Cuba”(marzo 12,1965), en sus Obras,t.II,p.367-384, “Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo…Ese instrumento debe ser de índole moral, fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estíumulo material…los estímulos morales para mantener su vogencia, es necesario el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su cojutodebe convertirse en una gogatesca escuela”(p.372). Y mas adelante, despues de hacer alguas críticas a la teoría marxista(p.377) señala: “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor…Nuestros revolucionarios de vagurardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisble”(p.382). Todo esto fue un bello pensamieto, pero fue imposible de realizarlo, los países llamados comunistas no dejaron de tener una economía estatal de caracter capitalista, tanto en Europa como en China. Como un utopista latinoamericano quedó Guevara. No como un idealista porque nadie que haya declarado “hemos matado, estamos matando y contiuaremos matando” puede ser considerado ni un humanista, ni un hombre nuevo.
elaboración es la que puede llevar a su creador a ofrecernos una historia dulzona, cursi o el recuento de los acaeceres de una vivencia como esa.
Quien narra No es tiempo de rosas rojas es una mujer quien cuenta ante el hombre a quien quiso, de allí que esté casi totalmente escrita en segunda persona, hace memoria de aquella relación ya lejana. Están allí las confidencias sobre días dolorosos y tristes, los cuales a su vez fueron intensamente vividos.
Antonieta Madrid refiere en su novela la peripecia vital de quienes eran jóvenes en los años sesenta y vivieron y actuaron en aquel período. En aquellos días, cuando comienza la novela, apenas salían del bachillerato y entraban a la universidad. Pese a que se pueda pensar lo contrario estamos ante una elaboración literaria, de allí que la obra no cuente paso a paso lo que sucedió en aquellos días. Al revés. La autora se interesa por fijar aquellas actuaciones sin hacer literatura documentalista. Así incluya en la trama algunos hechos históricos pues como ella misma confesó a Sergio Dabhar(1957) este libro:
“no es testimonial...Nunca he escrito nada testimonial. Mi libro es una ficción ambientada en una época precisa. Los personajes son arquetipos de esa época...Para mi resulta sumamente difícil escribir un testimonio. El testimonio se habla, se siente. Al escribir ficción el escritor debe estructurar la obra, pensar qué rumbo tomarán esas páginas. Qué elementos va a conjugar en esas páginas. Esto exige distancia total del autor con respecto a la vivencia. Esta distancia es lo que le otorga lucidez al escritor”[1].
Es gracias a esta conciencia del hecho narrativo que la autora de No es tiempo para rosas rojas logró mediante el lenguaje hábilmente manejado, seguro, plástico, recrear por medio de la imaginación una situación. Nos propone así un texto crítico en torno a aquellas horas por la forma en que observa todo, por la manera como cuestiona algunos sucesos, por saber el valor del ser humano, por
[1] Sergio Dabhar: “Tiempo de Antonieta Madrid”, en Feriado, Suplemento de El Nacional, Caracas: noviembre 6, 1983, p.8.
comprender el valor superior de la vida, por estar en desacuerdo con el insensato fusilamiento de un compañero por sus propios compañeros, los guerrilleros(p.120), suceso clave en esta novela; por la visión desmitificadora de la vida de los mayores que presenta, porque critica las formas artísticas impuestas por los grupos políticos, como el realismo socialista(p.25), porque no se escapan rasgos que llevan al fracaso a quienes intentan cambiar la realidad(p.37).
Por lo apuntado No es tiempo para rosas rojas es mucho más que una novela política y mucho más que el mero recuento de una experiencia amorosa. Aquí se nos muestra la evolución de una conciencia, o de un grupo de ellas, hacia nuevas formas vivenciales, hacia la maduración de la conciencia.
No es tiempo rosas rojas está escrita en “flash back”, de adelante hacia atrás. La narración no sigue un estricto orden cronológico sino más bien los pálpitos del alma, de las percepciones. Sigue el texto más a las vueltas, marchas y contramarchas del espíritu que a las de la razón. Y por expresar vivencias nos encontramos con pasajes de honda intensidad poética.
Cuando los sucesos entran en el papel ya han sucedido. Por ello no es casual la cita a la canción “Yesterday” de los Beatles con la que se topa el lector.
Esta novela es la crónica de un período en el cual el país cambió, los padres no entendieron bien lo que sucedía y nada hicieron, o lo hicieron muy pocos, por tratar de penetrar en las mutaciones que se realizaban a su alrededor, ni en los planteamientos que hacían los muchachos, de allí la fidelidad con que están trazadas las figuras huidizas del padre y de la madre de quien narra No es tiempo para rosas rojas. Esta novela constituye también el inventario de la insurgencia de un nuevo grupo humano que tiene los caracteres de una cultura. Gente distinta, nueva y a su vez marcada por las formas caducas del mundo de sus mayores. Jóvenes que llevan su vida al margen del país, de su gente, quienes tienen su música propia, su habla, sus gustos, sus actitudes, sus gestos, sus formas de vestir, sus acciones, sus muertos queridos(p.39), sus libros y autores preferidos(p.66, 75, 76). No se olvide aquí este hecho de los años sesenta: hasta ese momento los abuelos y los padres de esa generación eran muy parecidos, en cambios los jóvenes que llegaron a los viente años en los años sesenta nada tenían que ver con el mundo de los padres. Todo había cambiado, había comenzado a renovarse. A veces, drásticamente.
Pero también No es tiempo de rosas rojas nos enfrenta una triste historia de amor, vivida con intensidad y coraje, buscando una nueva forma para que el amor sea pleno, auténtico y mediante él se realice y salven el hombre y la mujer.
Antonieta Madrid se maneja con seguridad en los predios del lenguaje. Su escritura logra momentos de hondura lírica. A su vez nos ofrece hermosos juegos metafóricos, como la trasmutación de lo que es un avión visto desde tierra y mirado desde el interior de un lenguaje que se está mutando. Lenguaje sensorial, mucho más literario en la medida que se aparta de las hablas y se acerca a niveles más profundos del ser humano.
Esta novela forma parte de lo que se ha dado llamar “literatura de la violencia” de los años sesenta, cuyas mejores expresiones están en las memorias de Angela Zago(1942) Aquí no ha pasado nada y en las obras de Clarita Posani(1933-2017) Los farsantes, La casa está llena de secretos y Ulisesy en las ficciones No es tiempo para rosas rojas, en Entre las breñas de Argenis Rodríguez, el cuento “Los fugitivos”, del volumen homónimode Luis Britto García(1940), Relatos del camino largo de Eduardo Gasca(1939), Rituales de Eduardo Sifontes(1949-1974), Los últimos espectadores del acorazado de Pontemkin de Ana Teresa Torres(1975) y El round del olvido de Eduardo Liendo(1941) y El diario íntimo de Francisca Malabar(2002), de Milagros Mata Gil. Desde el punto de vista histórico son fundamentales los libros de Luigi Valsalice Guerrilla y política y el de Antonio García Ponce Sange, locura y fantasía. Pero también lo expresado por los hijos de los guerrilleros, abandonados cuando los padres se fueron a la guerrilla, tal Juana la roja y Octavio el sabrio de Ricardo Azuaje(1959) y Azul petróleo de Boris Izaguirre(1965).
1975: LOS TOPOS
Si las novelas cortas constituyen en Eduardo Liendo(1941) lo más amplio y definido de su obra, cosa que decimos sin rebajar un ápice al valor de sus novelas más amplias como Los topos(1975), El round del olvido(2002) o El último fantasma(2008), por su recurrente temática politica. Estas tres, requieren otros parámetros de lectura, otros puntos de comprensión, otros ángulos de entendimiento para mirarlas dentro de lo que son: obras sobre las acciones politicas.
En cambio, en Las kuitas del hombre mosca(2005) volvió al area de los fantástico cotidiano, lo que requiere otro modo de lectura. De alí que en esta parte nos detendremos antes las novelas politicas que hemos mencionado. Por su parte, su última novela hasta ahora Contigo en la distancia(2014), que es un acto de amor por su ciudad, por Caracas, requiere una lectura que nos permita observar como con amor Liendo mira la urbe de su nacimiento.
LAS NOVELAS DE LA GUERRILLA
La parte de la obra de Eduardo Liendo en que que vamos a entrar, sus novelas Los Topos(1975), El round del olvido(2002) y El último fantasma(2008), fuera de ser buenas novelas, muy buenas en los dos últimos casos, constituyen una suerte de rendición de cuentas ante la conciencia del escritor y ante la sociedad que sufrió los días de la guerrilla, en los cuales vio perderse a la generación de relevo que exigía nuestro proceso nacional y casi vio intempurrumpida la democracia, nacida a la caída de nuestra última dictadura en 1958. Debemos pues, ante libros, tan sentidos, examinarlos cuidadosamente, porque, ademas de su valor creativo, tienen caracteres éticos y politicos muy destacados. Y, dentro de la llamada literatura de las guerrillas de los años sesenta, obras en general de escasos méritos literarios, salvo excepciones muy contadas, entre ellas se cuentan las obras de Liendo que vamos a examinar, inlcuso la primera edición de Los topos, surgida en los tiempos de su apredizaje literario, tienen especiales condiciones.
LOS TOPOS
Ese proceso lo inició con Los topos(1975)[1], el segundo libro impreso de Liendo. Esta es una novela testimonial trasunto de sus experiencias personales durante los años sesenta. A esta hay que inscribirla dentro del contexto de la lucha guerrillera de los años sesenta. También Los topos podemos examinarla bajo la égida de una generación que como lo dijo el mismo Liendo, en una conversación con la periodista Lenelina Delgado(El Universal, Caracas: septiembre 16,1982):
“se equivocó soñando, el error estuvo en que nosotros no supimos interpretar las claves de la realidad, pero no soy un renegado del sueño, tampoco soy un obsecado que no haya sacado por lo menos reflexivamente las lecciones del fracaso político”.
Sin duda, escribir Los topos fue para Liendo una exigencia de su espíritu.
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LOS TOPOS POR DENTRO
Los topos revive la aventura de la guerrilla de los sesenta desde el ángulo de uno de sus militantes, un hombre muy
[1] Utilizamos aquí Eduardo Linedo: Los topos. 2ª.ed.revisada.Caracas: Monte Ávila Editores, 2000.199 p.
joven, en 1962 de viente y un años. Tal el protagonista-autor de Los topos.
Este cuando vive los sucesos que relata aquel autor es, en 1962, un joven de viente y un años, cuando lo publica, en 1975, tiene treinta y cuatro años, y ya ha empezado, con El mago de la cara de vidrio(1973), su obra literaria, con un primer libro que es tan sólido que le abrió una carrera destacada dentro de la narrativa venezolana. Por cierto, como lo confesó Liendo alguna vez, también El mago de la cara de vidrio se engendró en la prisión politica: cuando veía a sus compañeros presos alienarse con la televisión, al verlos horas tras horas pegados del “aparato singular”(Antonio Pascuali), del “hiesped alienante”(Marta Colomina Rivera) sin hacer nada más.
Los topos constituyen la memoria de la guerrilla contada por uno de sus protagonistas. Aquello sucede tras ser apresados los guerrilleros protagonistas en la montaña. Asi el libro es en esencia un relato carcelario que se sucede en la cárcel del Cuatel San Carlos de Caracas, en el Fortin Colonial El Vigia en La Guaira, en donde también estvo preso don Francisco de Miranda(1750-1816), y mas tarde en el penal de la isla de Tacarigua, en el lago de Valencia.
Desde luego el personaje de la narración sabe que tiene que haber alguién que recuerde aquel suceder y escriba esta historia para que la “lean los nietos: para nada más. No hay en ella ninguna lección”(p.105).
Aquel preso se mira así mismo: “Sólo en ciertos momentos de reflexiva soledad el hombre se reencuentra con su yo profundo. En la celda colectiva esta ncesidad del espíritu del intelecto se encuentra mutilada. El hombre preso en tales condiciones debe habituarse a ser observado, medido, juzgado por sus compañeros de celda en todos los intantes…En la celda colectiva los estados de tristeza, de temor, de nostalgia, de melancolía, que todos tendemos un poco a enmascarar, quedan impúdicamente al descubierto. En la celda no hay truco, con el tiempo no hay truco. La debilidad o la frotaleza queda descubierta”(p.53-54). Alli, en medio de aquella visicitud, buscada por si mismo, al errar el camino a tomar “El tiempo es alado”(p.65), es decir que tiene alas.
Los topos es de alguna manera, mejor que en otras obras sobre el período, el recuento de aquellas guerrillas que se iniciaron en 1961, con acciones de calle en Caracas y especialmente en el primer campamento guerrillero, de poca duración, en Turimiquire, en el estado Sucre, considerada como una suerte de “escultismo armado” por Enrique Tejera París(1919-2015) quien era gobernador de aquel estado entonces, y dejó consignadas en sus Memorias estas observaciones, las que terminaron cumpliéndose, recuérdese que cada día Tejera escribía en sus agendas lo que sucedía:
“Hasta que vino un telegrama de Cumanacoa: de San Antonio repórtase presencia de gente armada acompada altos de Turimiquire…Era como regresar a 1890 o 1901 y de tan poca credibilidd y de tan poca credibilidad que sólo despaché a Hernucson en su jeep. A los tres días volvió: no encontró a nadie, pero efectivamente si había restos de un campamento y, por el número de latas y otros indicios innombrables, más las cenizas, calculó que no eran más de doce personas. ‘No tienen armas largas, solo hay cartuchos de revolver y de escopeta’…¿De quien era ese escultimo armado?¿Para el golpe de derecha o para el de izquierda? Pues pronto tuve la respuesta: para trabajar con los planificadores habían sido empleados dos muchachos de la fracción más radical de AD. No había universidad todavía en el estado y pensé además que, viendo tan de cerca el trabajo del gobierno, pudieran reflexionar y trasmitir sobre lo absurdo de oponer una revolución ‘real’ a una revolución realista y activa como la que comenzaba ese año[la de Puntofijo]. Pero fue inútil. Contra convencidos agitprops pareciera que no hay ejemplo ni raciocionio que valga. Muchos quedaron en su línea, participaron en guerrillas de poca monta y, cuando los sorprendió ´la autrocrítica’ que tardiamente iban a hacer sus mayores, pasaron al resentemiento y, en su madurez, alguno a las más total y desfachatada inescrupolusidad”[1].
[1] Enrique Tejera París: Gobierno en mano,p.133-134.Los subrayados son nuestros En el tomo de la misma obra Cuando Venezuela tenía razón,p. p.127,154.162,211-226,256-257, 263, 290-291, 309, incliuye jugosas reflexiones sobre el fenómeno insurrecional.
Eso fue el comienzo en 1961. Al año siguiente, días del Guairazo y de la supuesta organización de las guerrillas, que se vertebran realmente en 1963, tras los fracasos de Carúpano y Puerto Cabello el año anterior. Así en Los topos leemos: “¿Qué pasa en Venezuela en este año 1962, para que unas decenas de jóvenes revolucionarios repitan en con el corazón de una montaña tan heroicas y sufridas palabras?...Es el drama de una generación…Quieren galopar sobre el lomo del huracán y tocar la utopía con las manos”(p.49).
“En realidad, nada me obliga a contar esta historia. Lo hago, quizá, para medio espantar algunos rebullones que siempre me rondan. Puede ser también para complacer a los muchachos que cuando me encuentran por ahí nunca se olvidan de decirme: “¿y por fin, cuando vas a escribir aquella historia?”(p.19), “El, como la mayoría de nosotros, tenía la fiebre revolucionaria, metida en los huesos”(p.19). Por ello subraya: “colocaré al azar sólo aquellos recuerdos que se hayan quedado acurrucados en algún rincón de la memoria. Será mi cuento o el cuento que quiero contar”(p.19-20). Será la presencia de la gran fantasía que fue aquel movimiento “Ya a esta revolución no la para nadie”(p.23), como llegaron a creer erróneamente, pensaron: “De aquí no se puede regresar. Es la frase rotunda con la que los recibe uno de los hombres ocultos en el monte”(p.27) o aquello de Argimiro Gabaldón(1919-1964): “En diciembre amarramos los caballos en Miraflores”(p.76), lo que era imposible porque ante un gobierno tan bien pertrechado y decidido como el de Betanocurt, con el apoyo del Copei de Caldera, no había revolución que pudiera avanzar. Y tanto AD como los socialcristianos estaban obligados a mantener el régimen democratico que mediante el voto se habian dado los venezolanos tras derrocar la dictadura. No previendo bien el futuro URD, con Jóvito Villalba(1908-1989) a la cabeza, se había retirado del pacto tripartito(noviembre 16, 1960) sin prever el futuro y los logros que durante cuarenta años conmoverían al país gracias al Puntofijo. Aquellos, la gente de la AD, Copei, la clase intelectual sabían que eran muy pocas las revoluciones que habían llegado al poder en nuestro país: solo el proceso emancipador, Páez en 1830, la Guerra Federal en 1863, Guzmán Blanco en 1870, los andinos en 1899 y Betacourt y los suyos en 1945. La guerrilla ni leyó nuestra historia ni comprendió la realidad, el propio Liendo, fue uno de los pocos en comprender aquello que observamos, ya hemos citado las declaraciones suyas en las que lo indicó.
Todo fue la fantasía a la que aludió Antonio Garcia Ponce en su historia de aquellos días[1]. Los guerrilleros “Se consideran revolucionarios. Portadores de un nuevo humanísmo. Hombres del futuro sin compromiso con el pasado”(p.28), “Seguramente, aquellos hombres no eran ni héroes ni asesinos, sino un puñado de románticos revolucionarios, empecinados en cambiar el mundo con las armas siendo unos pésimos soldados” (p.101), anota Liendo con razón.
Ahora bien, Los topos son en su ensencia un libro carcelario. Ni las acciones guerrilleras, ni lo hecho por los insurgentes una vez salidos de la cárcel y tomado el camino del exilio, a Checoslovaquia y a la URSS.
Tan de la prisión son las páginas de Los Topos que los problemas que se plantean aquellos son personales. Tales: “Nuestros problemas de convivencia ya no son tan graves. Somos unos presos veteranos. Hemos aprendido a soportarnos. No es una tarea fácil superar las limitaciones del hacinamiento; a am muchos nos resulta exremadamente penoso este forzoso renunciamiento a la intimidad”(p.53).
De alli aquello que aquellos seres, de carne y hueso, les plantea la vivecia del amor y la practica de la sexualidad, algo nada facil en prision. Por ello leemos: “Para un hombre condenado a una larga prisión no es fácil conquistar el amor, ni retenerlo; por las calles se pasean inumerables competidores en una posisión mas ventajosa. Muchos amores de prisión nacen un día de visita, arden unas semanas en la palabra tierna y evocadora de las
[1] Antonio Garcia Ponce: Sangre, locura y fantasía, ya citado.
cartas, vacilan un día en la soledad de la distancia y fenecen una noche cualquiera en el que ese ser que se ha hecho querido decide no volver. Los presos lo saben, el amor romantico rara vez resiste la prueba de los barrotes. La soledad es alcahueta del adulterio. Los casos de lealtad ejemplar, ocurren cuando la emoción del corazón se une a la comunión de las ideas, y el lazo de los amantes se torna casi indestructible”(p.66).
De allí también que “El sentido del humor es un elemento vital en nuestra vida, es un antídoto contra la caligüeba. No queremos salir de esta prisión convertidos en seres amargados”(p.78)[1]. Dice Liendo: “La caligüeba es un mostruo antediluviano, una enorme boa que en el menor descuido no puede bajear y engullir”(p.103).
Pero lo que viene al final, en muy poco tiempo, ya que la guerrilla duró apenas, sólo seis años(1961-1967), “Los rebeldes se rinden. Su deseo de convertirse en una guerrilla revolucionaria invencible ha durado poco…la montaña se ha convertido para ellos en una vorágine llena de fantasmas”(p.166-167), “el asalto armado al poder ha fracasado”(p.171), la guerrilla duro poco y no llevo a sus protagonistas a ninguna parte.
Pero, pese a ello, “No todos los combatientes revolucionarios admiten la profundidad del descalabro. Un hombre con vocación de caudillo desconoce la necesidad da dar un paso atrás, mucho menos diez pasos. Para el replegarse signfica traición. Es un carcater impulsivo y enérgico, valeroso hasta la temeridad. Considera que ha llegado el momento de asumir el mando y llenar con su figura el vacío de autoridad que existe en las filas revolucionarias”(p.172. El subrayado es nuestro). Ese fin, nadie logró pintarlo mejor que el dramaturgo Ugo Ulive(1933) en su pieza Prueba de fuego(1981), en sus
[1] Sobre esa palabra de poco uso, indica la filóloga María Josefina Tejera en su Diccionario de venezolanismos. Caracas: Universidad Central de Venezuela1993.3 vols, que “Caligüeba, caligüeva: 1)epilepsia, mareo, vulgarismo de la región de Barlovento; 2) en la región oriental y central “sentimiento depresivo, desazón o malestar por cualquier motivo”(t.I,p.196).
aristas más angustiosas. De los tres uno, testigo silencioso(El Comandante) está muerto en la habitación de al lado, los otros dos discuten sobre el futuro, uno Mariñito[Omar Gonzalo en la puesta] desea proseguir una lucha que no tiene camino alguno; César[actuado por José Ignacio Cabrujas] piensa en seguir la lucha por el camino politico, quiere “pacificarse”. Cuando Prueba de fuego, fue escenificada, ante las puertas del teatro vimos a Douglas Bravo(1935) haciendo la cola para entrar en la obra, en la pieza está dibujada la tragedia inmensa de aquella aventura. Volveremos sobre ella[1].
Nos hemos salido un poco de la memoria de Liendo porque un suceso como aquel requiere para su comprensión de otros elementos: fue, desde luego, un gran fracaso, una gran frustración, donde tanta gente joven perdió la vida. O quedaron, como lo vimos, de tal forma heridos, con huellas no solo en el cuerpo sino en el espíritu, que no pudieron rehacer sus vidas.
1975: LA NOCHE DE LA DERROTA
A Cuentos al sur de la prisión(1970), el primer libro del ex guerrilero Héctor De Lima(1939) siguió su novela La noche de la derrota, libro fallido pues su autor no determinó qué era lo que pretendía y no calculó cuáles eran las fuerzas que su formación le trasmitían para lograr lo que se proponía.
En La noche de la derrota encontramos un conjunto diverso de materiales. La lectura del libro no nos permite definir a ciencia cierta qué es lo que se propuso su autor: ¿se trataba de escribir una novela sobre las guerrillas como su título lo indica? ¿O quería narrar la historia de un pobre pueblo interiorano en los años sesenta? ¿O más bien contarnos la historia de una familia, criticar la gente falsa de nuestra izquierda política o rememorar una pasión amorosa?. El estudio de La noche de la derrota sólo nos
[1] Ugo Ulive: “Prueba de fuego”, en Leonardo Azparren Giménez: Clasicos del teatro venezolano,t.III,p.2163-2188.
indica que desde las primeras páginas de esta obra su autor intentó ofrecernos la historia de una derrota pero inmediatamente el texto se dispersa en un conjunto de acciones y relatos que su autor no supo hilar bien, darle cohesión y coherencia. De tal modo que como se presentan los sucesos y las acciones que transcurren en esta novela observamos que hay allí material para varios libros autónomos. Consecuencia de esto es el hecho que De Lima no supo plantear, desde el inicio, su proyecto y como consecuencia no pudo realizarlo pues no hay un dibujo estructural coherente. Más bien encontramos un conjunto de historias que están yuxtapuestas aunque no integradas en la base de La noche de la derrota.
¿Hay en este libro materiales que permitan creer que de allí pudo salir un libro realizado, acabado?. Creemos que sí. Pero para que ello pudiera haberse logrado había que haber determinado cual era la historia central y cuáles las secundarias. Como novela de la época de la lucha armada aquí hay elementos para construir un libro de tal vertiente: la presentación de la rebeldía de un grupo de jóvenes, el fracaso de su aventura y los por qués de tal derrota, la cárcel, las torturas, la delación. Pero les falta profundidad: apenas si roza los errores cometidos o toca la creencia en un triunfo fácil por el cual se sacrificó todo: hasta la mujer amada del protagonista.
Otro de los elementos que condujeron a malograr este volumen fue el afán documentalista, cuestión que ya ha superado, o está en vías de hacerlo, nuestra ficción.
Por otra parte De Lima no se dio cuenta, o no supo utilizar bien, la morosidad narrativa, cuando cuenta la historia del pueblo falconiano al cual van los guerrilleros, porque en el campo narrativo no es lo mismo lentitud que escritura pesada y una de las consecuencias de la morosidad es el detallismo, que tiene raíz proustiana, el cual tiene sentido en la medida que se sepa utilizar hasta el punto exacto y no exagerarlo. En general cuando una técnica no se domina generalmente se va de las manos del escritor.
Aquí en La noche de la derrota tiene De Lima un gran borrador para trabajar, con intensidad y con disciplina. Tiene actitudes, sabe manejar ciertos recursos, pero tiene que medir sus posibilidades. En todo este farragoso libro existen materiales que deberían ser trabajados más y darian temas para buenas novelas porque De Lima escribe desde el fondo de sí mismo y desde dentro de sus lacerantes experiencias: tiene ahora que elaborarlas literariamente. Si lo hace nos dará textos válidos[1].
1977: BRACAMONTE
En el libro del también exguerrillero, el médico Julio Jáuregui(1934) Final de otro sombrío, se ofrecían al lector algunos cuentos en los cuales el tema de la violencia armada de la década del sesenta era tratado desde dentro y estructurado desde una perspectiva literaria en la cual el lenguaje había sido cuidadosamente trabajado. Esas narraciones justificaban el libro. Pero había algo más: algunos de los textos de Final de otro sombrío merecían tratamiento más hondo, más largo, algunos tenían casi cuerpo de novela.
Jáuregui lo hizo. Por ello nos ofrece en su única novela un libro con el mismo tema de sus cuentos. Nos referimos a Bracamonte(1977), novela que representa un nuevo jalón en su tarea de escritor. Aquí está presente el creador angustiado, agrio, sin humor, siempre turbado, quien sabe impregnar su relato de una poesía visceral.
Dos son las lecturas que pueden hacerse de este libro. La primera podría insistir en elogiar la narración de Jáuregui. En este caso se podría llamar la atención sobre la tensión del texto, su constante anfibología. Se podría también insistir en la posibile sagacidad del narrador por el hecho de habernos ofrecido una misma historia contada de
[1] Héctor De Lima: Cuentos al sur de la prisión. Caracas: Monte Ávila Editores,1970.90 p.,; La noche de la derrota. Caracas: Monte Avila Editores, 1975. 128 p.; Julio Jauregui: Final de otro sombrío. Caracas: Domingo Fuentes,1973. 153 p.;Bracamonte. Caracas: Ediciones Estría, 1977. 163 p. diversas formas, una y otra vez. Así la novela se nos ofrece como un texto circular la cual siempre está empezando, tocándose, imbricándose. En este sentido la anécdota que nos ofrece Bracamonte es bien simple: se trata de una serie de pocas incidencias las cuales suceden alrededor de dos o tres temas fatigosamente reiterados: detenciones, delaciones, torturas.
Esta que hemos señalado sería sin duda una manera de entender este libro, pero sería una lectura superficial que se dejaría llevar por el aspecto exterior del tronco narrativo.
La otra visión de Bracamonte podría ir mas hondo. Implicaría señalar que Jáuregui construye su novela desde el interior de su personaje. Sin embargo, si esa ojeada es cuidadosa, reparará el lector en el hecho de que en este volumen se nos ofrecen algunas pocas páginas de buena prosa, las cuales no justifican el libro como totalidad. Habría que decir también que lo mejor de Bracamonte está en las partes en donde una misma idea se repite con violencia, una y otra vez.
Esta misma comprensión del libro que hacemos aquí nos llevaría a llamar la atención sobre el hecho de que Bracamonte es la novela del desconcierto. Nos preguntamos: ¿Qué es este libro? ¿Qué inenta su autor? ¿Qué busca? Pues en Barcamonte hallamos una narración de la infancia del protagonista, epidérmica a decir verdad, escueta, hallamos una serie de recuerdos juveniles mutilados, una sucesión de remicencias eróticas que conducen a la pregunta de que si el centro de esta ficción es examinar los por qués de la frustración sexual del personaje o lo que es lo mismo: las razones de sus deseos reprimidos.
Pero hay más: a Bracamonte le falta mucho temáticamente para ser una novela que examine e ilumine literariamente el proceso de la guerrilla venezolana de los años sesenta. ¿Es que basta referirnos a torturas, delaciones, asesinatos, muertes para darnos una perspectiva íntegral?. No lo creemos, porque en Bracamonte sólo hay un punto de vista: el del insurgente. Solo ellos tienen vida, tienen ideales. Los demás son vidas acartonadas, sin sentido. Sólo vale el que está en contra del gobierno. Nada se dice aquí sobre los dirigentes que enviaron a la lucha a una generación sin sacrificar nada ellos. Casi nada hallamos aquí sobre la suerte final de esos jóvenes, el propio autor entre ellos, quienes honestamente todo lo sacrificaron por un ideal que consideraron puro y noble, destino al cual se alude apenas en una línea de este libro(p.138).
LA CASA ESTA LLENA DE SECRETOS
Desde la periferia hasta el centro de La casa está llena de secretos, de Clarita Posani(1933-2017), una mujer, Andrea, recuerda su pasado y haciéndolo intenta buscar la forma de ser un nuevo tipo humano que defina su esencia a partir de la autenticidad espiritual. Para ello Andrea tiene que bajar al abismo de sí misma y reconstruyendo su interior llegar a comprender la impostura de la vida que va llevando, en la cual lo fundamental era lo aparente y no lo sustancial. Viendo esto, sin rehuir el dolor que implica, Andrea, seguida muy de cerca por un guía maestro: Adolfo, logra conciliar los contrarios que hay dentro de misma y así puede caminar hacia lo recóndito de ella. El periplo de Andrea no fue simple. Exigió coraje, necesitó sobrepasar el miedo, para poder llegar a comprender que el secreto de la vida está en el amor, en los afectos, que este asunto central del ser humano no puede ser vivido sino nos reconocemos tal cual somos, sino percibimos nuestra verdadera identidad. Plenitud que no alcanza quien tema a la verdad. Llegar a la autenticidad, como lo hace Andrea a través de las páginas de esta narración, es periplo doloroso, el cual exige valentía.
La casa está llena de secretos constituye un libro inusual dentro de la literatura venezolana. Nuestra narrativa siempre ha estado volcada hacia fuera, hacia lo externo y ciurcunstancial, hacia los sucesos políticos. Así nuestra vida interior ha quedado mutilada. Casi nada sabemos de cuanto nos sucede por dentro. De allí que estemos enfermos, detenidos, impedidos de marchar con seguridad. De allí que hayamos sido incapacews de edificar una sociedad que pueda ser la morada de hombres y mujeres y no su infierno. Y esto porque nunca nos hemos preocupado por lo que nos sucede en el alma. De allí que libros como este constituyen una novedad. Los capítulos de La casa es ta llena de secretos nos ofrecen una literatrura reflexiva. Escrita para liberar al ser humano y no para censurarle. Este es un texto para abrirle caminos, enseñarle a vivir, a desarrollarse por dentro. A ver, oír, sentir y dar vida al cuerpo y al alma. Es esto lo que nos proponne esta novela en la cual una mujer de hoy, a través de su peripecia humana y de todas sus alternativas vitales, la guerrilla, el matrimonio, el divorcio, el sexo, los hijos, las drogas, atraviesa un largo sendero que le lleva de la inautenticidad a un hondo estadio de serenidad interior, de claridad anímica.
1983: HORMIGUERO DE CONCRETO
La primera novela de Ana Rosa Angarita(1935) es Hormiguero de concreto[1]. Ella es hija del crítico Rafael Angarita Arvelo(1898-1971), de feliz recuerdo para quienes lo tratamos, es ella una psicóloga, residente en San Cristóbal, en donde ejerce su profesión. Siempre se ha sentido tentada por la literatura.
Hormiguero de concreto es una novela que interesará, que atrapará a sus lectores. Escrita hace una década su autora la conservó sin darla a conocer a lo largo de estos años, pese al juicio favorable de Rafael Pineda(1926-2003) quien la animó a publicarla. Esto es una buena señal de seriedad con que Ana Rosa Angarita asume el acto creador.
Hormiguero de concreto es un relato tenso, escrito en vilo. Texto vigoroso, este largo soliloquio es una narración cuya anécdota enclava en los años sesenta, cuya acción transcurre como Chao, muerto(1970) de Manuel
[1] Ana Rosa Agarita: Hormiguero de concreto. Caracas: Alfadil,1983.111 p.,
Trujillo(1925-2006) o Historias de la calle Lincoln de Carlos Noguera(1943-2015) en Sabana Grande. Novela de poco acontecer Hormiguero de concreto sucede más dentro de los personajes que en el entorno social, que de todas formas no está ausente. De allí que su autora se interese más por el interior de sus criaturas. Nos encontramos ante una ficción desgarrada, la cual se desarrolla más a nivel de vivencias y de recuerdos que de actos.
En Hormiguero de concreto vemos desfilar un conjunto de jóvenes agónicos, quienes buscan angustiosamente, esta ansia es siempre lidia, la luz, quienes tratan de encontrar una salida, un vericueto, para evitar la cosificación del hombre de nuestros días, siempre perdido en la urbe.
Clara, la protagonista, se siente acorralada, desconcertada en medio de su crisis, asustada, con miedo, temor. Está atrapada, no encuentra un sendero propio a través del cual vislumbre una vía para su realización. Por ello a lo largo de las páginas de esta ficción encontramos a Clara moverse en medio de sus amigos, en un mundillo juvenil donde está presente la angustiosa búsqueda a través de las lecturas que ellos frecuentan, Sartre, Weiss, Cortazar, la de Beauvoir, el cine que discuten, Lelouch, Blow-up[1], Resnais, los sucesos de los cuales son testigos, en los cuales se resquenbraja el mundo ante ellos, ya sea el triste espetáculo que escenifican los políticos criollos o la “escalada” en Vietn Nam. En medio de este contexto el hombre y la mujer están solos, rodeados de cosas, creyendo que crecen porque tienen mas sin reparar que antes deben ser.Cosificados viven en medio de una ciudad sin alma, que los aplasta, que conspira contra ellos, que les impide comunicarse, relacionarse. De allí el deseo de los personajes de la ficción que comentamoos en buscar como mutar cuanto sucede a su alrededor, de sentirse tentados por la política, en querer buscar nuevas
[1] Película basada en el cuento “Las babas del diablo”, de Julio Cortazar, de su volumen Las armas secretas. Buenos Aires: Sudamericana,1959.222 p. Puede verse también en sus Cuentos completos. Prólogo: Mario Vargas Llosa.Madrid:Alfaguara,1994. 2 vols. Verlo en el t.I,p.214-224.
formas vivenciales, un nuevo código para el amor. De allí que a lo largo de Hormiguero de concreto nos encontremos con el interrogante básico: “¿Podré…enfrentarme? ¿Romperé mis propias barreras sin quebrarme?”.
1984: ULISES
Clarita Posani ha creado con su relato Ulises una impactante historia encajada en la Venezuela actual. A partir de la temática de Los farsantes, obra en la cual enjuició la lucha armada de los años sesenta, ha concebido una historia mucho más honda y no menos crítica de la situación a la cual hemos hecho referencia[1].
En Ulises encontramos a tres personajes centrales: el protagonista, Ulises; Lucía, quien es activista del partido y como consecuencia participa en la guerrilla. El otro personaje es Cristina quien representa el amor y todo aquello que Ulises no ha vivido, o se ha negado a vivir o su formación política se lo ha impedido hacer.
Al leer Ulises nos encontramos con su protagonista quien ya viejo, luego de haber perdido la razón, rememora febrilmente, en la cárcel donde está, con angustia pero sin arrepentimiento, su vida. A lo largo de la narración lo vemos preguntándose en torno a quien fue, buscando las bases de su identidad.
Ulises nació en una zona marginal, vivió una vida familiar de alterada estructura. Vio como el padrasto le pegaba a su mamá y fue esto lo que lo llevó a cometer su primer homicidio: matar al padrasto para poner fin al sufrimiento de su mamá.
Habitante de una zona marginal muy pronto se dedicó a la delincuencia. Por años sobrevivió gracias a ella. Pero de pronto deseó cambiar. Ingresó en un partido de izquierda. Estamos en los años sesenta, en plena actividad de la
[1] Clara Posani: Ulises. Caracas: Editorial Domingo Fuentes,1984. 205 p.
guerrilla. Aunque Ulises quiere superarse la estructura partidista lo utiliza.
Con el tiempo, después de diversas actividades que se relatan en el libro, cae preso. Poco a poco enferma, progresivamente va perdiendo la razón. En sus delirios descubre que no ha vivido, que no conoce los goces de la vida, la plenitud amorosa. Quiere acceder a ellos. Pero se siente impedido de hacerlo pues está en lo oscuro. En su afanosa búsqueda, en su necesidad de obtener una respuesta va evolucionando. Y dentro de este proceso comprende lo que ha sido, un guerrillero autosuficiente, pedante, quien cree tener la verdad agarrada por la barba. Se da cuenta que sus actividades lo obligaron a matar, que sus actividades han sido descabelladas, estas a nada positivo le han conducido. Es en esta etapa cuando se le presentan, en sueños o delirios, todos aquellos a quienes mató. Es en esta etapa cuando vislumbra lo descabellado de sus actos, observa cómo en sus afanes se llevó a todo y a todos por delante. Mirándose así mismo, en el espejo de la locura, visualiza lo quimérico de sus actividades, comprende el valor de la vida humana. Por este sendero se da cuenta que él es la guerra, quien la vive pero quien comprende que hay otro yo dentro de él. Ese es el verdadero. Este es el que pugna por vivir. Pero Ulises tiene, debe, pagar un precio por sus actos, recibir el castigo. Por ello no podrá encontrar lo que busca.
Ulises es una obra en la cual se pretende realizar una crítica a quienes tomaronel camino de la insurgencia violenta como vía para resolver los problemas del país. En Ulises nos enfrentamos a esos hechos y podemos vislumbrar los por qués del fracaso, darnos cuenta de aquello que empujó a una generación venezolana a la guerrilla, quienes fueron los responsables del fracaso. Sin alejarse de la ficción, sin intentar una descripción documental, o sociológica, de la Venezuela de los años sesenta y setenta la Posani nos presenta todos los elementos para comprender el fracaso. Desde dentro de sus personajes nos muestra como a veces la sociedad está mal no sólo porque sus estructuras fallan sino porque la gente está mal por dentro. Y estos hombres y mujeres son lo que por incapacidad de asumirlos riesgos vitales huyen a través de la política, de la guerrilla, de la lucha armada. La Posani nos muestra una dimensión distinta de un asunto que casi siempre se presenta viéndolo exclusivamente desde el ángulo político.
1989. EL CARACAZO, LA ALGARABÍA DE LA MULTITUD VISTO A TRAVES DE “FEBREROI”, de ARGENIS RODRÍGUEZ
LA ALGARABIA DE LA MULTITUD[1]
Cecilio Acosta(1818-1881) fue nuestro pensador quien nos llamó la atención sobre la necesidad del régimen democrático y sobre la posibilidad de perfeccionarlo constantemente. Así lo expresó, siempre ceñido a la concepción providencialista de la historia porque fue un ensayista cristiano, al anotar que este régimen consiste:
“en abrir camino a todas las aspiraciones, en hacer comunes, en lo posible sin daño ajeno, los dones de Dios; no en falsificar su obra queriendo igualar el cedro con la caña, y destruyendo aquella escala de la virtud y del mérito, que es de derecho propio e igualdad de la justicia”.
Tal concepción nos permite meditar sobre la Venezuela del presente. En tales reflexiones seguimos a don Cecilio cuando expresó que para él “La patria... no es... un nombre estéril”. O cuando señaló, “La perfección moral es ley; pero también lo es el desarrollo de los intereses materiales. Se vive de pan como se vive de saber; y la civilización no es otra cosa que el conocimiento de Dios para darle culto y la explotación de la naturaleza para hacerla propia y gozarla”..
Tales meditaciones vienen a cuento por la obligación en que estamos de ejercer ante ustedes lo que Mariano Picón Salas(1901-1965), denominó el “deber, que a veces se torna difícil de ser venezolano, por encima de discordias buscar una línea de entendimiento y de esperanza o de simple estímulo para seguir trabajando”. Esa sensatez y prudencia, que invocó el mismo Picón Salas, esa búsqueda de la Venezuela ideal, a la que se refirió el maestro Arturo Uslar-Pietri(1906-2001) en algún pasaje de sus escritos, es lo que nos conduce esta mañana,
[1] Gracias a una invitación de la profesora y poeta Rosalina García pronunciamos esta Conferencia en el Colegio Universitario de Los Teques, Los Teques, estado Miranda, la mañana del miércoles 8 de noviembre de 1989. La primera versión de este trabajo fue originalmente publicada en el diario El Nacional de Caracas, a poco de ser perorada, tal nuestros “Dos libros sobre el 27 de febrero”(noviembre 13); “Otra vez el 27 de febrero”(noviembre 20) y “Final de una reflexión”(noviembre 27), inserto en nuestro El oficio de ser vnezolano. Caracas: Ediciones Librería Destino,1994.145 p. Ver:”El 27 de febrero de 1989”(p.43-59) ;Cecilio Acosta: Obras completas. Caracas:La Casa de Bello,1982. 2 vols. Ver “Crédito mutuo”(t.I,p.866-872). La cita procede de la p.870. Cecilio Acosta: “Carta al general Juan Crisóstomo Falcón” en sus Obras completas,t.II,p.695-699. La cita procede de la p.695. Publicada bajo el seudónimo de Enrique Silva; Cecilio Acosta:”Ensayo crítico sobre el primer volumen de la Legislación comercial comparada del señor Ricardo Ovidio Limardo” en sus Obras completas,t.I,p.606-648. La cita procede de las p.620-621; Mariano Picón Salas: Suma de Venezuela,p.9; Mariano Picón Salas: Viejos y nuevos mundos. Estudio preliminar: Guillermo Sucre. Caracas: Biblioteca Ayacucho,1983. XLII, 685 p.Ver: “Proceso al pensamiento venezolano”(p.60-71).La cita procede de la p.60; Arturo Uslar Pietri: “Lo criollo en la literatura” en Veinticionco ensayos,p.49-65. La cita procede de la p.60.
invocando el espíritu ceciliano, a consignar algunas reflexiones sobre la realidad actual de nuestro país, todas ellas dictadas por un extremo amor, ya que no se sufre sino por aquello que se ama, por aquello que es entrañable para nuestro corazón. Y Venezuela lo es. Sin duda, para todos los que estamos aquí reunidos.
Todavía no hace diez meses, se cumplirán dentro de diecinueve días, la nación fue, toda ella, conmovida por un hondo cataclismo cuyo carácter predominante fue de un marcado signo social, de búsqueda desesperada, por el camino de Fuenteovejuna, de equilibrio económico y de participación social, dentro del proceso democrático.
Aquellos hechos se iniciaron muy temprano en la mañana del pasado 27 de febrero. Desde aquel lunes, cuando la algarabía de la gritería desesperada de la masa, tomó las calles y clamó por justicia, muchos nos sentimos conmovidos y atónitos. Lo que nuestros espíritus sintieron durante esos días, y los dos días que le siguieron, los trágicos martes 28 de febrero y miércoles 1 de marzo, nos dejó dolorosa huella. Aquellos fueron los más angustiosos tres días de los cuales tengamos noticia. Especialmente el 28 de febrero y el 1 de marzo que fueron los de máxima agitación. Mientras duraba aquella conmoción, la cual fue tan intensa que nadie, al menos en Caracas, pudo sustraerse de ella. Todos tuvieron que ver con ella, a todos aquejó. Hasta los que nada sufrieron les faltó el alimento, no supieron qué sucedía a algunos de sus seres queridos y padecieron el miedo, que todavía no ha salido del universo de sus conciencias.
Pero lo que sucedió entre el lunes 27 de febrero y, al menos, hasta el lunes 6 de marzo, cuando la vida normal comenzó a restablecerse, forma parte de los momentos imborrables de nuestra vida adulta. De aquellos que no olvidaremos por la tristeza y temor que a todos perturbó. Casi todavía estamos atónitos. Si acaso hemos comenzado a penetrar aquella conmoción cuya característica central fue la afiebrada búsqueda de equilibrio económico-social. La multitud se hizo sentir, dejó señal de su vitalidad, levantó su voz de protesta. Se levantó en contra del derroche de las minorías que todo lo gozaron durante el “boom de los años locos”[1], mientras sólo repartían sus migajas entre la mayoría de los que vivimos en la “pobre rica Venezuela” que dijo el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa(1902-1993). Por ello la protesta de aquellos días. De allí el clamor contra una deuda contraída sin consultar a la mayoría, e impagable. O, sólo pagable al precio de “redistribuir la pobreza” que dijo el economista Iván Pulido Mora.
Es por ello que en las horas actuales, ya en vías de superación del trauma causado por el 27 de febrero, se imponga la reflexión. Todos, ya que aquél fue el suceso más colectivo de la historia política que se inició cuando, el 17 de diciembre de 1935, murió en su casa de Las Delicias, en Maracay, el dictador Juan Vicente Gómez(1857-1935). Es por ello que estamos obligados a reflexionar hondamente sobre este suceso. Y debemos hacerlo por diversas vías.
Y, debemos hacerlo porque quienes recordamos aún la madrugada del 23 de enero de 1958, no habíamos visto un suceso como aquél. Hecho en que pudimos observar que, si bien “Casi nunca las masas claman. Si acaso repiten las palabras de algún abanderado... en ese caso... Nunca que yo recuerde, en toda mi vida, me he sentido tan real, tan habitante de una ciudad real, tan alejado de ese país que siempre hemos debido ser y que avanza paralelo, el país que con franqueza somos. Creo que allí está la explicación de eso que se ha convertido en denominar una ausencia de liderazgo...ese no encontrar un político ni para un remedio, precisamente el día donde eran oportunos, donde podíamos entendernos por primera vez en muchos años. No es cierto que el 27 de febrero es el comienzo de un nuevo país. Por el contrario, creo que es una de las escasísimas veces donde los venezolanos nos hemos atrevido a ser como somos", como dijo José Ignacio Cabrujas(1937-1995).
[1] Domingo Alberto Rangel: El paquete de Adan y de Jaime. Valencia: Vadell,1984. 192 p. La cita procede de la p.75. Para esta meditación que proponemos tenemos ya tres elementos de análisis. El primero es el libro colectivo El día que bajaron los cerros[1], el cual reúne trabajos, escritos todos al filo de los acontecimientos, por los periodistas Roberto Giusti, Fabricío Ojeda, Régulo Párraga y Elizabeth Araujo. A estos acompañan las gráficas de Frasso, Sandra Bracho, Oswaldo Tejada, José y Tom Grillo y Jacobo Lezama, todas las cuales hablan por sí mismas. Este volumen pudo conocerse cuando el impresor tuvo en sus manos el prólogo de Cabrujas, uno de cuyos fragmentos acabamos de citar[2]. A El día que bajaron los cerros, le sigue la interpretación de Manuel Caballero(1931-2010)[3]
[1] Varios Autores: El dia que bajaron los cerros. Prólogo: José Ignacio Cabrujas. Caracas: Editorial Ateneo de Caracas,1989.119 p. [2] José Ignacio Cabrujas: “Fin de mundo” en Varios Autores: El día que bajaron los cerros,p.11. [3] Manuel Caballero: El poder brujo. Caracas: Monte Ávila Editores,1991. 219 p. Ver:”Un lunes rojo y negro”(p.141-146). Bajo el título de “El 27 de febrero: un 23 de enero social”, fue originalmente publicado en El Nacional, Caracas: marzo 10,1989. Creemos que es el mejor análisis que se ha dedidado a este hecho, es hondamente lúcido. Desde luego hay que leer el discurso pronunciado por el expresidente Rafael Caldera: En el senado de la República: Intervención de Rafael Caldera. Caracas: Ediciones del Congreso de la República, 1989, que como el que dijo el 4 de febrero de 1992, tuvo repercusiones nacionales. Fue esta primera peroración analizada en sus pormenores y en debate parlamentario que produjo, en las sesiones del 1 y 2 de marzo de 1989, por Sanin: Los muertos de la deuda. O el final de la Venezuela saudita. Prólogo: Guillermo Morón. Caracas: Ediciones Centauro,1989. 354 p., quien reprodujo la peroración de Caldera, un cuidadoso análisis politico(p.127-140) y el debate parlamentario que provocó, en este intervinieron Gonzalo Barrios(p.140-156), Hilarión Cardozo(p.156-186), Moisés Moleiro(p.186-193). El discurso de Caldera hay que indicarlo es siamés con el pronunciado la tarde del 4 de febrero de 1992. Ambos se pueden leer en el orden que los citamos en su libro De Carabobo a Puntofijo,p.175-185. Están el relativo al Caracazo en las p.175-185 y el dicho tras el frustrado golpe de tres años más tarde en las p.186-192. El denso estudio de Leandro Cantó sobre las politicas económicos del lusinchismo se pueden ver en su libro Los años del gatopardo. Caracas: Ediciones Certum,1988. 111 p. y el libro de Sanín, Alfredo Tarre Murzi(1919-2002): Los muertos de la deuda, el cual, si bien en buena parte, al menos en su capítulo cuarto, asume el carácter de panfleto, es obra que contiene numerosos elementos para un sereno estudio. Y si criticamos la diatriba que hay en largos pasajes de Los Muertos de la deuda es sólo porque consideramos que tales sucesos requieren más bien severo análisis que sátira. Para asomarnos a la política económica del régimen(1984-1989) de Jaime Lusinchi(1924-2014) más que el lenguaje sin alternativas del estilo opositor, que es el de Sanin, debemos volcarnos sobre los datos que lo expliquen, cosa ésta que hizo, con serenidad, el sociólogo Leandro Cantó durante los meses finales de aquel gobierno[1].
Pero no sólo Cabrujas y Caballero se hicieron preguntas en público. El historiador Guillermo Morón(1926) apuntó:
“Ya el pueblo, creador y protagonista, le ha puesto una fecha de cierre a la historia contemporánea de Venezuela: el 27 de febrero de 1989... ¿El pueblo falló?. No, sólo la dirigencia, toda ella... principalmente los dirigentes de la política y de la economía. Porque la injusticia acumulada termina por pasar factura. El problema, pues, es de distribución de la justicia. Como siempre”[2].
El periodista Roberto Giusti señaló que lo que se vio en aquellos días, durante los cuales él se mantuvo vigilante en la calle, fue el “pueblo tomando por la fuerza lo que veía negado desde hace décadas”[3]. Para él fue aquel un:
[2] Guillermo Morón: “Prólogo” a Sanin: Los muertos de la deuda,p.7-8. [3] Varios Autores: El día que bajaron los cerros,p.33. movimiento anárquico, sin dirección, totalmente espontáneo, de ninguna manera preconcebido por organizaciones subversivas, las cuales, sin embargo, surgen o resurgen por la proletarización de las clases media y el desarraigo total de los marginales”[1].
Fue por ese camino, recalca Giusti, que se hizo presente:
“ese impulso oscuro y animal que removió iras congeladas en los pobres, los desarrapados... ese movimiento desesperado y anárquico que transformó a Caracas en una ciudad de barbarie, es la respuesta a tanta ostentación, a tanto saqueo sofisticado, a tanta corrupción”[2].
Fue así, como una chispa, que vimos aparecer la masa. Se colocó ante nosotros el problema para ser analizado. Este es el tema que ha suscitado “la más extendida y apasionada discusión desde la muerte de... Gómez”, según Sanín[3]. Y no puede ser visto, como expuso este mismo cronista, “en forma superficial, sumaria y frÍvola, con el asombro de la elite política y el temor de la burguesía cómplice”[4].
Hay que hurgar en él hasta llegar a su meollo. Hasta explicarnos el por qué de este hecho colectivo, cuyo desarrollo nos incluyó a todos, incluso, repetimos, a los que nada les sucedió.
Vamos a intentar algunas explicaciones para ese suceso. No hay duda de que los hechos del 27 de febrero, los cuales se desarrollaron particularmente en la ciudad de Caracas, aunque se iniciaron en su periferia, en el pueblo de Guarenas, en las primeras horas de la mañana de aquel lunes[5], cuando los viajeros se enteraron del alza indiscriminada, y no autorizada, de los pasajes, hecho que repercutió rápidamente hacia otro de los puntos
[1] Varios Autores: El día que bajaron los cerros,p.37. [2] Varios Autores; El día que bajaron los cerros,p.38. [3] Sanin: Los muertos de la deuda,p.11. [4] Sanin: Los muertos de la deuda,p.41. [5] Sanin: Los muertos de la deuda,p.19.
neurálgicos de la ruta hacia nuestra capital: El Nuevo Circo, así lo registró Roberto Giusti[1].
Pero no fue sólo el aumento de los pasajes lo que detonó aquel amanecer. También sonaron en aquella hora el progresivo desabastecimiento de bienes para todos necesarios, como la comida, el cual venía incrementándose desde las elecciones. Fue responsable de ello el sector comercial el cual casi todo acaparó en espera de los aumentos que se esperaban, aunque estos sólo fueron anunciados el 16 de febrero, once días antes del estallido[2]. De aquella protesta, cuyo clamor sentimos nosotros poco después de la una de la tarde, desde nuestra oficina en Parque Central, apenas hubo un paso. A poco se iniciaron los saqueos.
Tan airada protesta tiene causas profundas. Es evidente que son muestra de un malestar, tienen un pálpito que hay que saber escuchar. Hay hechos que no pueden dejarse de tener en cuenta. Tales las promesas incumplidas, la corrupción que no ha logrado ser controlada, los políticos quienes realizan sus faenas sin tomar en cuenta a los ciudadanos. Estos, ante su imposibilidad de hacer algo, al no haber encontrado un camino para castigar a los culpables, a quienes han sacado del país los treinta y cinco mil millones de dólares pertenecientes al pueblo y que debían ser utilizados en su desarrollo y bienestar[3]. Todos, al quedarse sin palabras, al no hacer nada, expresaron, en forma ruidosa y violenta, su opinión. Fue un grito colectivo lo que allí se escuchó. Algo mucho mayor que una sola protesta contra las medidas que el gobierno se vio obligado a tomar, mucho más allá que la sola condena al gobierno que hacía menos de un mes había entregado el poder. En verdad las raíces del 27 de febrero de 1989 estaban sembradas mucho más atrás. Hunden sus causas en todo aquello que el régimen democrático no ha logrado hacer. Y no vamos a negar esta mañana sus
[1] Varios Autores: El día que bajaron los cerros,p.25. [2] Sanin: Los muertos de la deuda,p.277. [3] Varios Autores: El día que bajaron los cerros,p.37.
realizaciones. En verdad la democracia política se ha realizado en nuestro país y el régimen de libertades públicas ha sido, ahora, por primera vez, el de más larga vigencia en nuestra historia. Más que los largos regímenes dictatoriales. Mucho más longevo que el propio gomecismo. Pero si esto es verdad, la democracia social no se ha hecho presente. No ha sido llamada para establecer lo que le falta: la incorporación de todos al debate, la radicalización del régimen democrático que vivimos y la búsqueda del equilibrio económico social. Y esto hay que advertirlo. Los sucesos del 27 de febrero tienen un marcado signo social, de búsqueda de equilibrio, de protesta contra el desequilibrio. “Fuenteovejuna, todos a una” se unieron para recordar a los dirigentes que allí estábamos, que también tenemos derechos, que deseamos un modo de vida para ser felices, para realizarnos. Se hizo presente, durante aquellos días, la admonición del Libertador:
“El sistema de gobierno más perfecto es aquél que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política” (Escritos,t.XV,p.16)[1].
Y es, sin duda, lo que buscamos: felicidad para realizarnos como seres humanos; seguridad que nos permite ofrecer un destino de realización personal a nuestros hijos y estabilidad política para que el país se oriente hacia la solución de sus problemas.
Pero al no poder hacerlo se hizo público un grito conmovido. De allí que al analizar los sucesos del 27 de febrero de 1989, no podemos caer en la superficialidad de pensar que su origen fue el alza de los pasajes. Eso fue sólo la chispa que buscaba cómo encenderse desde hacía tiempo. En aquel proceso fueron también catalizadores la especulación y acaparamiento, pero especialmente, la ausencia de liderazgo. Todos, a excepción de los viejos y
[1] Hemos utilizado en la cita la versión original del Discurso de Angostura, la misma que tuvo el Libertador en sus manos al leerlo, poco después de las 11 de la mañana, de aquel 15 de febrero de 1819.
serenos líderes, callaron en aquellas graves horas. Sólo se escuchó la voz del maestro Uslar Pietri, la del ex presidente Rafael Caldera y la de Gonzalo Barrios(1902-1993). Así, en aquellos momentos partidos, sindicatos, organizaciones gremiales, guardaron silencio. Señal de que una crisis de honda gravedad nos conmovía, testimonio de que las palabras de muchos dirigentes no eran necesarias. Sólo aquellas que han dado vida y talento para la creación del régimen democrático, tomaron la palabra. Uslar-Pietri, en camisa deportiva, lo hizo a través de la televisión. Y, más tarde, indicó los dos errores cometidos:
“pretender, a base de la súbita riqueza creciente que el petróleo llegó a producirle al Estado, desde 1974 hasta 1983, mantener un alto nivel de gastos que no correspondía a la verdadera capacidad de producir riqueza del país… El segundo error, acaso menos imperdonable, consistió en contraer una inmensa deuda externa pública y privada”[1].
El presidente Carlos Andrés Pérez(1922-2010), contra quien se sublevó la población, quien se mostró sereno piloto en aquellos instantes, señaló que los hechos constituían “una increíble tragedia”, que aquello era “una reacción de los pobres contra los ricos”[2]. Caldera, uno de los padres de nuestro sistema democrático, junto al expresidente Rómulo Betancourt(1908-1981) y Jóvito Villalba(1908-1989), el fundador de esta casa de estudios, habló. En sobrecogedora peroración, dicha desde su curul como Senador Vitalicio, dijo:
“Los venezolanos de verdad, los que amamos a fondo esta patria, no nos vamos a ir... Vamos a enfrentar la situación”[3],
[1] Citado por Sanin: Los muertos de la deuda,p.29. [2] Citado por Sanin: Los muertos de la deuda,p.29. [3] Citado por Sanin: Los muertos de la deuda,p.130.
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