CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XVII) Roberto Lovera De Sola.
Dr. Josè Leòn Tapia.
EL TIGRE DE GUAITÓ Y MAISANTA, EL ÚLTIMO HOMBRE A CABALLO, DE JOSE LEÓN TAPIA; VISIONES DE LAS GUERRAS CIVILES DE FINES DEL SIGLO XIX.
ANOTACION PARA UN PERFIL
Estas notas no se escriben sólo para decir adiós al admirado José León Tapia(1928-2007), nuestro primer contertulio cada vez que llegábamos a Barinas, sino también para volver a inculcar la lectura de sus libros, tan íntimamente ligados a la angustia por Venezuela, al dolor de patria, al mal de Venezuela, a todo lo que cantó Antonio Arráiz(1903-1962) en su poema “Quiero estarme en ti Venezuela”(de Parsimonia, 1932) porque al galeno y cirujano Tapia siempre lo rodearon, hasta las entrañas, los fantasmas de la nación como se puede deducir de su libro En el país de la memoria.
Todavía recordamos vivamente el día que lo conocimos: fue una tarde de 1974, se presentaba su segundo libro Maisanta, el último hombre a caballo en la librería de José Rivas Rivas(1928). Habló allí con su bella voz torrentosa y su verbo conmovedor Manuel Alfredo Rodríguez(1929-2002). Y ese fue nuestro encuentro con la obra de Tapia y la comprensión de las inmensas congojas por el país que la atravesaban. Ello fue así desde su obra inicial Por aquí pasó Zamora(1972) hasta la última: Tiempos de Arévalo Cedeño (2006).
Cuando nuestro primer editor José Agustín Cátala(1915-2011) decidió reunir los libros publicados por Tapia desde Los años del olvido (1963) hasta Viento de huracán (1980), este escribió en su primera hoja sus pensamientos más entrañables:
“Cuando...Catalá me propuso editar... todos mis libros publicados hasta el presente, acepté...porque en el mundo de mis vivencias, fabuladas por la imaginación en el proceso creativo...[está] la motivación de escribir… como consecuencia del lento desencanto que ha venido avasallando mi espíritu en una profesión idealizada que se ha llevado gran parte de mi vida… como si su recuerdo pudiera amainar en algo el vendabal de pena y rabia acumulado con los años, al ver que no lograría nunca una realización integral, con la medicina cada vez más alejada del servicio a los humildes”[1].
Y señaló esto porque siempre la rememoración de lo pasado en aquellas tierras llaneras y la tristeza por nuestro acontecer constantemente se dieron cita en la prosa de Tapia.
Y es ello lo que hay que recalcar a la hora de echarle encima las paletadas de esa tierra de la llanura que él tanto amó y padeció.
UN PREAMBULO
José León Tapia(1928-2007) ganó con fuerza, con tesón, de pasión por la verdad, de compromiso con las raíces de la nación, el pueblo, un puesto con sus escritos que se suceden casi siempre en los llanos barineses.
A veces ha construido sus obras escuchando, y grabando, los testimonios de ancianos, muchos de los cuales habían sus pacientes en el hospital público de Barinas, que vivieron aquello que narra, tal serían los casos de Por aquí
[1] José León Tapia:Obras. Caracas:Ediciones de la Presidecia de la República,,1990. 3 vols. ,La cita procede del t.I,p.XV.
pasó Zamora(1972), de Maisanta, el último hombre a caballo(1974) o El tigre de Guaitó(1979).
En otros momentos ha dejado correr su imaginación para crear novelas históricas que parten del rico filón de la historia barinesa, esta ha sido la materia prima para la construcción de sus libros. En sus libros testimoniales ha venido rescatando todo aquello que aun permanece vivo de momentos trágicos de la vida de nuestro país. Días graves han sido aquellos en donde se le ha buscado salida a aspiraciones colectivas o momentoos en los cuales el único acto posible era la gallardía en disentir cuando todos callaban haciendo un silencio cómplice. Al volver a estos predios, aquellos hechos, a describirnos el perfil de algunos hombres Tapia le ha dado a su palabra de escritor el sentido activo y beligerante que aquella debe poseer para ser veraz y poder trascender[1].
Cada vez que leemos a Tapia viene a nuestra mente aquel pasaje del maestro Rómulo Gallegos(1884-1969), en El forastero(1942), en el cual se lee
”Angustias de Venezuela. Vuelve el alma contemplativa al espetáculo de su dolor y de su mal”[2].
[1] Las obras de José León Tapia que hemos leído y estudiado aquí son: Por aquí pasó Zamora. Caracas: Editorial Sucre, 1972; Maisanta, el último hombre a caballo. Caracas: Centro Editor,1974. 166 p.; Tierra de Marqueses.Caracas: Ediciones Centauro, 1977. 288 p.; El tigre de Guaitó.Caracas: Ediciones Centauro, 1979. 333 p.; La música de las charnelas. Caracas: Ediciones Centauro, 1980. 253 p.; La heredad.Caracas: Ediciones Centauro, 1985. 206 p., Viento de huracán. Caracas: Ediciones Centauro, 1987. XXVI,262 p.,Obras.Caracas: Presidencia de la República, 1990. 2 vols; Los vencidos.Caracas: Ediciones Centauro, 1991. XI,314 p.; La saga de los Pulido.Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1992. 178 p.; Ezequiel Zamora a la espera del amanecer. Caracas: Ediciones Centauro,1993. 205 p.; En el país de la memoria. Caracas: Ediciones Centauro, 1995.249 p.; Tiempos de Arévalo Cedeño. Recuerdos de un soldado. Caracas: Alfa, 2006.123 p.; Vencido por la nostalgia. Memorias. Caracas: José Agustín Catalá Editor/El Centauro Ediciones, 2008.139 p. [2] Rómulo Gallegos: El Forastero. Caracas: Editorial Elite,1942. 289 p. La cita procede de la p.7. No se debe confundir esta edición de El Forastero con su novela La primera versión de El Forastero. Prólogo: José Santos Urriola. Caracas: Universidad Simón Bolívar,1980. 318 p. ya que aunque llevan el mismo título son dos novelas distintas.
Y esto es lo que nos ha sucedido al recorrer las páginas de sus libros Viento barinés, Los años del olvido, Cuando se alarga la esperanza, Los vencidos y La saga de los Pulido[1].
De estos cinco los titulados Los años del olvido, Cuando se alarga la esperanza y La saga de los Pulido no son de ficción. Pero son obras de verdadero interés tanto en si mismos como para el conocimiento del escritor a quien aquí examinamos. En ellas el hombre de letras quien siempre ha atrapado en sus obras a “la llanura poblada de leyendas”, quien ha llevado a sus obras “El mundo de mis vivencias fabuladas por la imaginación en el proceso creativo”, quien las ha compuesto en su “afán de contar historias, mitos y leyendas de la llanura”, a quien “el encantamiento de los recuerdos…se apretujan en la mente”, se nos aparece de cuerpo entero. Pero en estos tres tomos a los cuales nos referimos aquí podemos mirarlo también de otra forma: evocando su infancia provinciana, en Los años del olvido, mirando otra vez su profesión de galeno, que para él fue cada día un sacerdocio, en Cuando se alarga la esperanza, o narrando los avatares de una familia barinesa, los Pulido, con toda precisión histórica[2].
En cambio en sus ficciones Viento del huracán y Los vencidos retorna a los asuntos más entrañables de su obra narrativa. Por ello citamos al comienzo un fragmento galleguiano. Y lo hicimos porque podemos decir que de esa misma congoja partió siempre también Tapia.
Eso es evidente en Viento del huracán, narración escrita con intensa emoción, en ella vuelve el escritor a la entraña de su decir como escritor de ficción, a sus obsesiones.
[1] José León Tapia: “Viento barinés”, “Los años del olvido” y “Cuando se alarga la esperanza” en estan solamente en sus Obras,t.I,p.5-135, 137-255. [2] Las citas hechas proceden, en el orden que las hemos mencionado, de José León Tapia: Obras,t.I,p.49; t.I,p. XV y La saga de los Pulido,p.19 y 27.
Y esto es evidente cuando pinta ante nuestros ojos el ocaso de los que en otro tiempo fueron no sólo ricos sino socialmente prominentes, el crepúsculo de una era, el declinar de una posición económica, los avatares de los tiempos anteriores a la “bonanza del petróleo”(p.6). Antes del oro negro fueron los instantes del tiempo detenido, época que al iniciar la lectura de Viento del huracán declina, como lo anuncia el canto de la pavita desde el techo de la casa del protagonista(p.10). Pero aquel es también momento que se cruzó, que se imbricó, con el tiempo en que el “estiercol del diablo”, el petróleo, brotó de la tierra. Y causó la distorción conocida. Y los hijos, nos dice Tapia, de aquellos no quisieron incorporar al progreso el hilo del vivir. De allí surgió el gran hiato del vivir venezolano, el cual es el tema central tanto de Viento del huracán, como de Los vencidos y del conmovedor En el país de la memoria, en donde todos los fantasmas de la nación rodean al creador que concibió este relato.
Los hijos, nos dice Tapia, desde dos ángulos narrativos, en vez de continuar lo que dejaron sembrado sus padres, lo que hicieron fue montar “su moderno imperio de negocios, industrias y transacciones”(p.33). Y al no tener una idea clara del progreso, el cual no es solamente “ganar dinero a manos llenas, arrasar con el pasado, copiar costumbres extranjeras”(p.187), rompieron la identidad nacional al facilitar la penetración cultural, el pensamiento según el cual los de allá, los del norte, son los mejores. Así olvidaron nuestras peculiaridades, se dieron a crear riqueza sin escrúpulos. De allí habían pocos pasos hacia la corrupción política(p.183). Y hacia algo más grave: como para ellos sólo había presente para nada pensaron en el futuro, en los hijos quienes vendrían después de ellos. Por ello ante tan desolado panorama la rebeldía es la única actitud posible. Actitud que encarna en Viento del huracán, el libro que venimos glosando, Cristóbal Montero.
Continuación, nuevo desarrollo de Viento del huracán, es sin duda Los vencidos. Libro hermoso este, como los mejores de Tapia. Y aquí otra vez aparece la narración de la vididura de un padre, quien con pasión y tenacidadconstruye una heredad, sin romper con el pasado, conservando sus hilos. Pero su hijo si bien recibe aquel legado rompe con su esencia. Lo destruye.
En esta novela nos encontramos frente con “Un ser que encontró su pasado, pero perdió su futuro en esta tierra de hechos impredecibles”(p.106). Es así, escribe Tapia, “La eterna ilusión que moría y volvía a renacer en generaciones de seres en busca de su destino”(p.204). Es el universo de dos concepciones “diferentes de la existencia en permanente contradicción. La lucha silenciosa entre el llanero nacido y criado en la misma tierra, dueño de su paisaje, de un mundo formado por sus propias manos, para disfrutarlo sin mayores aspiraciones y el universo del hombre de negocios, de la dependencia de lo extraño, del laberinto del confort”(p.207). Es por ello que mientras en el padre asoma “la rebeldía del pasado contra el presente aflorando en sus sentimientos”(p.211) ello no sucede en el hijo. Es pues esta la historia de la “desolación llanera que perdió el paisaje donde vivió”(p.247), la de aquellos en quienes “el hambre de tierra dominaba sus mentes”(p.279).
En sus libros, repetimos, Tapia ha venido auscultando los signos de la vida del país pues a su autor no le ha bastado con diagnosticar enfermedades y curarlas, el fue médico cirujano, sino que ha tratado de buscar como explicar las razones de ser del país. En el pasado ha encontrado contradicciones, razones, desesperanzas, caídas, escorias, vicios, fallas y ha vuelto al pueblo para poder entender la vida de la nación. También Tapia nos ha enseñado que para poder conservar nuestra identidad tenemos que hundirnos en lo que realmente somos. Esta es una útil tarea. Pero esta llena de escollos para el venezolano actual. Este puede en vez de verse así mismo examinar espejismos y creer que llega a la verdad en su indagación. Se equivoca. Es por esto que José León Tapia desea recordarle a este país sin memoria cuál es su camino, cuáles son sus huellas.
Pero hay más. Al escribir sus libros Tapia se ha adentrado en un aspecto que nuestra literatura de creación debería explorar a conciencia: el modo de ser del venezolano, los por qués de sus actos, su cosmovisión. Y son precisamente hechos pretéritos, vivos aun en la memoria colectiva, los que le han brindado materia para sus exploraciones en el alma nacional.
AQUELLAS TIERRAS
Creemos que antes de tocar con nuestras reflexiones aquellos libros en donde Tapia recrea especialmente la violencia venezolana, que es el tema que aquí tratamos, creemos que para entender al escritor en su espacio y tiempo debemos deternos en dos de sus novelas en donde la esencia de lo que quiso decir con la prosa de ficción está presente. Nos referimos a Tierra de marqueses, La heredad y La música de las charnelas, libros suyos sobre los cuales siempre hemos tenido preferencias por lo entrañable de los temas que toca en ellos.
LA VIOLENCIA EN LOS LIBROS DE TAPIA
Es difícil separar, en los libros de José León Tapia, aquellos que tocan directamente la violencia como nos proponemos hacer, de aquellos que examinando la vida venezolana no la toca directamente. Los decimos porque la violencia está siempre presente en nuestro devenir, a veces en obras cuyo asunto principal no es ella. Sin embargo, tocamos sus obras relativas a Ezequiel Zamora(1817-1860), a Pedro Pérez Delgado, Maisanta(1880-1924) y a Rafael Montilla(1859-1907), todas relativos al proceso de la violencia desde mediados del siglo XIX, días de la Guerra Larga(1859-1863) hasta el fin del caudillismo y de las guerras civiles en 1903.
POR AQUÍ PÁSO ZAMORA
Aunque ya lo hemos visto, la violencia siempre está presente en el escribir de Tapía, en los tres libros que siguen podemos penetrar en el gran vendaval de ella que aparece en el país a partir de 1859, cuando se inició la Guerra Federal(1859-1863), en la cual tuvo relevancia, aunque por muy poco tiempo, un poco más de un año, el caudillo Ezequiel Zamora(1817-1860).
Asi en el libro de Tapia Por aquí pasó Zamora(1972), el primero de los suyos, se dió a la tarea de “rememorar el acontecer de mi pueblo”(p.22)[1], según anota y así siguiendo el estilo de la narración popular, aquella que pasa de boca en boca, de generación en generación, logra reconstruir aquel año climax de 1859 cuando el bando liberal o federal, conducido por Ezequiel Zamora, quiso darle remate a la obra emancipadora. Fue una respuesta del pueblo miserable y de los agircultores arruinados contra la república conservadora que nació en 1830.
De todas maneras Por aquí pasó Zamora no es una nueva historia de la Guerra Federal, ni una indagación sobre Zamora, aunque tiene de lo uno y de lo otro. La esencia de este libro es la búsqueda inusitada de la huella que aquel proceso frustrado dejó en quienes lucharon por ella. Buscó Tapia razones y así basándose en cuanto conserva aun viva la “tradición oral” barinesa se internó en el tupido bosque de interpretaciones y conjeturas que produjo aquel movimiento.
¿Quién era Zamora? ¿Cuáles eran sus cualidades? ¿Por qué las masas campesinas se fueron tras él? Estos son algunos de los interrogantes que suscita la lectura del libro de Tapia. La visión de aquel momento que se obtiene tras la lectura está muy lejos de ser alentadora. Tapia se sitúa lejos de una actitud providencialista. El intenta interpretar, guiado de la mano del testimonio vivo, los sucesos de aquel convulso año. Y no se engaña Tapia ante Zamora, tampoco se le escapan las contradicciones del movimiento. Ya para el día en que Zamora vence a las tropas conservadoras en Santa Inés(diciembre 10,1859) aquel año, existian contradicciones en el comando federalista, aunque esta no fue la razón del asesinato de
[1] Todas nuestras citas en esta parte proceden de José León Tapia: Por aquí pasó Zamora. Caracas: Ediciones Centauro,1976. 188 p.
Zamora, como lo sabemos hoy. El caudillo cayó por las balas de un soldado del gobierno[1], en San Carlos(enero 10,1860) al mes siguiente del encuentro de Santa Inés, así su actuación en aquella guerra fue de solo once meses(febrero 20,1859-enero 10,1860). Igual de breve había sido su acción en 1846, año en que apareció en nuestra vida pública(septiembre 7-marzo 26,1847), ocho meses así su acción guerrillera solo duró diez y nueve meses en los dos períodos, solo eso. Pero además sabe observar y presentarnos los por qués de la frustración de esta insurrección. Pero no se queda allí, nos ofrece detalles sobre el horror de aquel sacudimiento, rememora anécdotas, hurga en la conducta de hombres de los dos bandos en pugna, sabe ser puntual memorialista de aquellos hechos y es así que puede arribar a conclusiones veraces. Con la lectura de este libro se logra dar mayor valor al testimonio oral como auxiliar de la ciencia histórica y hace mirar todo lo que hay aun por explicar desde diversos ángulos para comprender ese proceso.
MAISANTA, EL ÚLTIMO HOMBRE A CABALLO
Desde luego, la Guerra Federal fue la gran convulsión armada, la más grande que hubo en el país después de la Guerra de Independencia. Tapia la esculcó a través de su Por aquí pasó Zamora. Ahora, en los tres libros que vamos a examinar ahora se metió en el laberinto de nuestras guerras civiles.
Tapia, ya lo hemos indicado, se ha dedicado a rescatar de las fuentes populares todo lo que todavía se conserva de ciertos episodios históricos venezolanos. Utilizando en algunos de sus libros un método parecido al del antropólogo norteamericano Oscar Lewis(1914-1970) ha
[1] La mejor biografía de Zamora, extensamente documentada, es la de Adolfo Rodríguez: La llamada del fuego, antes citada, la que hemos tenido a la vista. Hondo estudio de conjunto sobre la Guerra Federal, aun no difundido como se debería, dada su singularidad, es el de Asdrubal González Serven: Noticias de la Guerra Larga. Caracas: Feduez,2005. 506 p.
logrado salvar hechos vivos de los días de la Guerra Federal(1859-1963) en su libro Por aquí pasó Zamora así como armar las biografías del gamonal Pedro Pérez Delgado, Maisanta(1880-1924) y la del caudillo Rafael Montilla(1859-1907). Sobre el primero escribió Maisanta, el último hombre a caballo(1974). Sobre el segundo El tigre de Guaitó(1979). Con estos libros suyos, producto de haber recogido pacientemente la voz de quienes ya eran ancianos y habían vivido lo narrado, con ellos se sumó al conjunto de libros testimoniales que han abundado en la producción bibliográfica venezolana de los últimos años y que ya es hora de analizar en forma detenida.
Varias reflexiones pueden tejerse alrededor de la lectura de Maisanta, el último hombre a caballo, ya que estas nos llevan a corazón de los mundos que Tapia recreó, primero días de la Guerra Larga y más tarde a través de la presencia de los gamonales, cuando ya la guerras civiles se habían cerrado. En el caso de Pedro Pérez Delgado, conocido por el apodo de Maisanta, fue uno de los últimos jefes de guerrillas rurales que se enfrentaron al general Juan Vicente Gómez(1857-1935). Pérez Delgado perteneció a aquel grupo de hombres que vieron frustradas sus tentativas contra aquel régimen despótico no por falta de arrojo, de armas y de valentía, sino porque en el momento en que se enfrentaron a aquella tiranía nuestro país vivía otra época y el caudillismo había sido liquidado, cosa sucedida como consecuenia de la batalla de Ciudad Bolívar(julio 21-22,1903), ganada contra los caudillos por el general Gómez, vicepresidente de la República aquel día. El presidente lo era en aquella hora el general Cipriano Castro(1858-1924). En esa batalla no sólo terminaron las guerras civiles y el caudilismo sino que fue el momento en que los venezolanos se bajaron del caballo, otras formas de acción militar ya comenzaban a andar, se harían más técnicas y sofisticadas las armas y los pertrechos castrenses a los pocos años, con la Primera Guerra Mundial(1914-1918).
¿Por qué fueron vencidos los gamonales?. Hemos señalado que el país había cambiado, nos basamos para decirlo en esto hechos: la formación de un ejército profesional(1910), el trazado de las carreteras en muchas zonas del país, en los andes como en los llanos, tendrán su repercusión en el vencimiento de aquellos guerrileros, los cuales se movían en sus intentonas en caballos y mulas; el uso de medios de locomoción como automóviles, los jeeps, y vehículos militares, el telegráfo, la gran de información que tuvo el gomecismo y la instalación del teléfono, gracias a haberse tendidos sus cableados usando la facilidad que daban las nuevas rutas construídas. Mientras esto hacía el gobierno gomecista los gamonales se movían a caballo o en mula, por ello fueron vencidos, de hecho, esa “guerritas” habían concluído como se vió. Hasta el organizador de la mayor expedición contra Gómez, el general Román Delgado Chalbaud(1882-1929) fue batida en las calles de Cumaná, muriendo en aquel combate sus dos jefes, el revolucionario y el del gobierno. Por ello, Gómez cometó: “Vieron se me murieron los dos compadres” que lo eran.
Otra consideración que impone este libro, y la cual es saludable para el conocimiento y comprensión del país, es el hecho de que si bien es cierto que Simón Bolívar(1783-1830), José Antonio Páez(1790-1873) y Antonio Guzmán Blanco(1829-1899) llenan la escena política venezolana durante el siglo XIX, cuando muere Bolívar en 1830 Páez domina al país y sus formas de gobierno serán heredadas por los dos Monagas(1847-58) José Tadeo(1784-1868) y José Gregorio(1795-1858).Y al fallecer Páez, en 1873, Guzmán Blanco está seguro en el poder e influirá en sus destinos hasta 1889 cuando, durante el gobierno de Juan Pablo Rojas Paul(1826-1905), se produzca la necesaria reacción contra él. Por estas razones es un error no tomar en cuenta, y no estudiar, la década que va desde 1889 hasta 1899, cuando Castro, Gómez y sus andinos toman el poder(octubre 22,1899), pues en ese decenio se produjeron una serie de hechos que no pueden dejarse de lado. Y esto así nos parezca que se trata de un tiempo en el que el país estaba en franca decadencia, lo cual produjo, en 1899, la crisis definitiva de las tendencias políticas tradicionales: “liberalismo amarillo” y “nacionalismo mochista”.
¿A qué vienen las anteriores reflexiones? La razón es muy sencilla: Pedro Pérez Delgado, inicia, en 1898, su vida guerrillera participando en la Revolución de Queipa(marzo 2,1898), acaudillada por José Manuel Hernández, el Mocho(1853-1921) tras el fraude electoral(septiembre 1, 1897) hecho por el gobierno al mochismo, lo que le impidió a Hernández ser Presidente. De allí que a través de la vida de Maisanta nos internemos, gracias a este libro, en un período clave de nuestra historia: aquel que abre el proceso hacia la Venezuela contemporánea. Pérez Delgado será actor frustrado en el drama del alumbramiento de ese nuevo país que va a nacer con la aparición del petróleo en grandes cantidades(abril 15,1914), a partir del 14 de diciembre de 1922 con la explosión del pozo Los Barrosos 2, y especialmente desde el año fiscal 1926-1927, cuyo balance fiscal nos hizo una nación petrolera, apareció pues el tiempo del “rey petróleo”(Domingo Alberto Rangel), suceso que nos trajo “tanto don como daño”, como escribió el experto petrolero Anibal R. Martínez(1927). ¿Por qué se malogró, en el caso de Maisanta, una vida honestamente encaminada hacia la búsqueda de la libertad para nuestro pueblo?: porque no supo entender las mutaciones que se habían producido en el país. Estudia mal quien no estudia el porvenir, había sentenciado Cecilio Acosta(1818-1881) décadas antes.
Pero Maisanta, el último hombre a caballo es algo más: Tapia ha recogido la historia de Pérez Delgado de las mismas fuentes donde todavía se encuentra y la transcrito en el libro casi de la misma forma en que fue grabado(p.21)[1]. A su vez el libro es un rico filón para el
[1] Todas nuestras citas proceden de José León Tapia: Maisanta, el último hombre a caballo. Caracas: Ediciones Centauro,1992, la edición que circuló tras el golpe de Estado frustrado del 4 de febrero de 1992, uno de cuyos dirigentes fue el bisnieto de Maisanta, el comandante Hugo Chávez(1954-2012). Fue aquel suceso el que hizo descubrir a mucha gente la figura del gamonal y asaltante de caminos Maisanta. La mejor y bien documentada biografía del personaje es la del historiador Oldman Botello: Historia documentada del legendario Pedro Pérez Delgado, Maisanta. Caracas: Catalá, editor/El Centauro,2005.255 p. Es Botello quien indica que Maisanta nació en 1880, dato de la tradición familiar, ya que “No hubo forma de obtener la su partida de baustismo”(p.16). Este año es pues el del nacimiento del personaje y no ni 1875 ni 1881 como se señala en Varios Autores: Diccionario de historia de Venezuela,t.III,p.88.: ni en 1875, como se lee en la segunda edición de la misma obra Diccionario de historia de Venezuela,t.III,p.370.
trabajo de los narradores que se interesan por hacer literatura partiendo de nosotros mismos, inspirándose en nuestros temas, problemas y dramas. Maisanta, el último hombre a caballo servirá para buscar y llegar al meollo de lo que somos.
Si se examina la vida de Pérez Delgado se podrá comprobar quien fue y por qué se equivocó. Se verá por qué a nuestro entender es difícil exhibir a este guerrillero como un ejemplo. A menos que se repare en su frustrada lucha anti gomecista.
Pérez Delgado sólo vivió cuarenta y siete años. Nació en Ospino, Portuguesa, en 1880 como señala Oldman Botello, fuente hace poco publicada, y no en 1875 como señala Tapia(p.157). Partiendo de la primera fecha,1880, todo el correr de su biografía, establecida por Tapia, alcanza su preciso sentido.
La violencia entró en su vida a los doce años. Un coronel llamado Pedro Macías embarazó a su hermana. El vengó la afrenta asesinándolo(p.31). De allí en adelante la agresividad dominará su vida. Al acabar con la vida de Macías, en 1894, debió huir de su pueblo natal. Por ello pasó a Valencia, luego a Barquisimeto y Carora(1894-1897). En este tiempo hizo estudios elementales y parte de los medios. Al producirse el fraude electoral de 1897 contra el Mocho Hernández se alistó en las tropas que le siguieron durante la llamada Revolución de Queipa. Dentro de las tropas nacionalistas estuvo en el encuentro de la Mata Carmelera(abril 16,1898) en la cual perdió la vida el general Joaquín Crespo(1841-1898), quien mandaba los soldados del gobierno.En adelante, salvo un paréntesis de once años(1903-1914), el cual pasó en Sabaneta, Barinas, donde veinte y cinco años después de su deceso nacería el bisnieto, el comandante Hugo Chavez Frías(1954-2012), estuvo casi toda su existencia inmerso en las guerras caudillistas. Siempre en el bando perdedor. Así lo encontramos en la Revolución Libertadora(1901-1903), contienda que puso fin a nuestras guerras civiles. Esto lo logró el general Gómez al derrotar a las caudillos en la batalla de Ciudad Bolívar(julio 21-22,1903). En 1914 volvemos a hallar a El Americano, como también lo apodaban, en un alzamiento contra Gómez. Siete años mas tarde, dentro de los batallones de Emilio Arévalo Cedeño(1882-1965) apareció en San Fernando de Atabapo. Allí fue uno de los que apresaron y ajusticiaron al siniestro Tomás Funes(1885-1921), cuya aventura ha revivido Atahualpa Lichy en su film Río negro(1991).
Siguió en la lucha de los caudillos. Meses antes de caer preso se produjo lo que a nuestro entender fue el momento crucial de su existir. Fue en 1922 cuando comprendió cómo había perdido el tiempo en aquellas pequeñas tropas que tras Arevalo Cedeño, Carmelo París y el tuerto Roberto Vargas(1860-1948), se movían por el llano, las cuales deambulaban de un sitio a otro, sin haberse propuesto nunca ir a Maracay a derrocar al tirano, ni siquiera llegaron hasta San Juan de los Morros.
El suceso al cual nos referimos ocurrió en Guasdualito, Apure. Mientras sus conmilitones debían dejar aquel pueblo, Pérez Delgado guardó silencio. Después, escribe Tapìa,
“dijo con voz cada vez más alta: Señores, si se los dije anoche…para qué sirvieron los muertos y la sangre que derramanos…y encolarizándose más cuando vio que todos salían sin contestarle se arrodilló en la calle solitaria de Guasdalito viendo con mirada fija a los que se iban, y para que nadie dejara de oírlo lanzó su maldición: malditos sean los doctores y todo aquel que aprovecha la guerra para ver si llega arriba a costillas de los de abajo…Y besando el suelo de la calle arenosa juró ante sus atónitos oficiales que lo esperaban respetuosos…Juró que no daré un paso más al lado de estos…que cuando hay que jugarse todo como corresponde a los hombres completos comienzan con la conversadera…Se retiró por calle contraria…buscando el rumbo de Elorza”(p.139-140.Subrayado nuestro).
Ya no volvió a pelear más. Por sus correrías de otros tiempos fue hecho preso en San Fernando ese mismo año. Lo enviaron a Ciudad Bolívar. De allí lo mandaron al centro por la vía de Guárico. Antes de enviarlo a la prisión el propio general Gómez hizo que se lo llevaran ante sí para conocerlo. Fue la humillación más grande que pudo recibir Maisanta. De allí lo envió su anfitrión al Castillo Libertador de Puerto Cabello. Allí pasó Pérez Delgado sus últimos años. Allí quizá pudo darse cuenta que había luchado, como dice Tapia, “por una libertad esotérica….sin conocer el por qué de ella”(p.23). Allí dejó de existir. En una fosa común, sin nombre y sin cruz, en el Cementerio de Puerto Cabello mandaron a enterrar sus restos.
Más tarde Andrés Eloy Blanco(1896-1955), quien, años después de la muerte de Pérez Delgado, estuvo detenido en el mismo Castillo. En ese lugar debió ocurrirsele su celebrado poema, “Maisanta, corrido de caballería”, publicado años mas tarde[1]. Aclarado que el poeta Blanco no pudo conocer a Maisanta en la cárcel, como se ha repetido sin fundamento, queda aun la conjetura si pudo haberse topado con el poeta durante los años en Blanco vivió en San Fernando de Apure, dedicado a ejercer la profesión de abogado.
EL TIGRE DE GUAITÓ
El libro de Tapia El tigre de Guaitó siempre nos ha parecido una de nuestras obras en la que un inmenso vendabal de violencia se hace presente al contarnos la historia que nos narra. Tanta como la que se haya en Boves, el Urogallo,
[1] Andrés Eloy Blanco: Obras completas. Caracas: Congreso de la República, 1973-1997. 7 vols. Ver: Maisata, corrido de caballería”(t.I,p.525-532).
de Herrera Luque, médico como él, sus compañero de estudios en la universidad caraqueña.
En El tigre de Guaitó[1] a través de la figura de otro gamonal, el general Rafael Montilla(1859-1907), un caudillo de las guerras civiles que asolaron a Venezuela durante las décadas finales del “liberalismo amarillo”[2], Tapia nos propone una honda reflexión en torno a uno de los fenómenos colectivos cosntantes de nuestra experiencia como pueblo: la violencia. Y pocos lo habían tratado llegándole al meollo como lo ha logrado el autor de El tigre de Guaitó. Así en esta obra podemos observar otra vez a muchos de nuestros hombres cuyas almas dominó la violencia, la agresividad, el autoritarismo. Es este el cuento de aquellos temperamentos mesiánicos que un día se sintieron redentores de todos(p.98). Se trató de personas siempre inquietas, quienes no podían vivir de forma sedentaria construyendo así lo útil, que solamente surge del silencioso trabajo creador. Ellos, con el alma enferma, se tenían que mover de un sitio a otro. Estos personajes son los que hemos denominado los “movientes” tan bién descritos por el psiquiatra Herrera Luque. De ellos expresó:
“Hay hombres que son como los equilibristas sobre la cuerda floja. Sino no se mueven se desploman en el vacío. Su sino es marchar. No importanta hacia donde. Lo urgente es moverse. La quietud los aplasta y destruye. Por eso fijan metas inalcanzables…Ni ellos mismos saben el verdadero sentido de esa ambición desbocada que no es más que el manto que cubre la oquedad de sus vidas. Es una defensa contra el hondo vacío que presienten en su existencia”[3].
Muchos de ellos, como Montilla, fueron hombres a quienes movieron limpios ideales, manera de ser que les llevó a
[1] Todas uestras citas proceden de José León Tapia: El tigre de Guaitó. Prólogo: Manuel Bermúdez. Caracas: Ediciones Centauro,1979. 333 p. [2] El estudio clásico de este período es el de Ramón J.Velásquez: La caída del liberalimso amarillo, antes citado. Debe tenerse en cuenta ahora sobre ese mismo tiempo su libro Joaquín Crespo, el último caudillo militar del liberalismo venezolano. San Cristóbal: Fondo Editorial Unet, 2011. 520 p. [3] Francisco Herrera Luque: Los viajeros de Indias,p.204.
aliarse con aquellos que sólo los utilizaron para encumbrarse(p.32,112). Luego les dieron la espalda, como lo muestra Tapia. Personajes como Montilla llevaron una vida “azaroza, increíble y legendaria”(p.38). Pero siempre fracasaron por la simpleza de su ideario, si es posible denominarlo así, que los empujó a la acción. Fueron simples rebeldes, quienes protestaban contra la injusticia, seres que sólo podían existir dentro de los medios donde vieron la luz, dentro de las estrechas miras del mundo en donde crecieron: el mundo rural. No sabían, no podían actuar fuera de ese espacio. Sus formas de ser bruscas, montaraces, violentas, ciertamente sinceras, no les permitieron poner las bases para llegar al poder(p.122). Por ello fueron vencidos. Pero sin interrogar a estos guerrilleros se hace muy difícil entender el proceso de liquidación de las guerras civiles y el caudillismo entre nosotros.
LOS LEVANTAMIENTOS FRUSTRADOS,1903-1935
Tras la batalla de Ciudad Bolívar(julio 21-22,1903) aquellos hombres nutridos en la violencia nunca se detuvieron, pero sus alzamietos resultaron siempre frustrados porque el país había cambiado y tenía unas Fuerzas Armadas profesionales bien formadas y además una inteligencia avizora que en el país y fuera de él seguía a aquellos que pensaban a alzarse. Con relación a los cambios operados en el país Ramón Vicente Casanova(1920-2003) anota, en su libro sobre los alzamientos tachirenses, estos hechos: “La Carretera Trasandina será una realidad muy pronto y con la carretera se ampliarán las líneas telegráficas y vendrán los teléfonos”[1]. La Carretera Trasandina fue
[1] Ramón Vicente Casanova: Candelas en la niebla. Prólogo: Manuel Alfredo Rodríguez. Mérida: Talleres Gráficos Universitarios, 1972. 151 p. La cita procede de la p.90.
inaugurada el 24 de julio de 1924, al año siguiente fue introducida la pavimentación con asfálto[1].
Esos mismos hechos, la formación de un ejército profesional, el trazado de las carreteras en muchas zonas del país, en los andes como en los llanos, tendrán su repercusión en el vencimiento de aquellos guerrileros, los cuales se movían en sus intentonas en caballos y mulas; el uso de medios de locomoción como automóviles, los jeep, y vehículos militares, el telegráfo, la gran red de información que tuvo el gomecismo, el general Gómez al llegar a su despacho cada mañana lo primero que hacía era leer los telegramas que cada presidente de estado y cada jefe civil, hasta los de las más apartados pueblos le enviaban: eso le permititía estar informado de todo lo que sucedía a lo largo de nuestra geografía. También el teléfono prestaba sus servicios. Y, desde luego, los servicios de inteligencia, que le permitía al Presidente seguir los pasos de los insurgentes, incluso los que vivían en el Caribe, los Estados Unidos y Europa. En el viejo mundo tenía un personaje central: José Ignacio Cárdenas(1874-1949), agente de su gobierno quien lo mantenía informado y le seguía los pasos a aquellos: por ello pudo seguir paso a paso el intento del general Román Delgado Chalbaud(1882-1929) y así combatir y vencer su llamada revolución.
Debemos tener en ese período, que se abrió en 1903 y que legó hasta el final de gomecismo, los levantamientos de Horacio Ducharne(c1865-1915), en el oriente; los de Maisanta, a los que ya hemos examinado; la rebeldía de Rafael Montilla, el tigre de Guaitó(1859-1907); los de Emilio Arévalo Cedeño (1882-1965); Carmelo Paris, Roberto Vargas(1860-1948); los insurgentes del año 1929: Rafael Simón Urbina(1897-1950) y Gustavo Machado(1898-1983) en la toma de Curazao; Norberto Borges en el Tuy; el general José Rafael Gabaldón(1882-1975)
[1] Eduardo Arcila Farías: MOP, centenario del Ministerio de Obras Públicas. Caracas: Italgráfica,1974.358 p. La referencia está en las p.240-241.
en la región trujillana; y el también general Román Delgado Chalbaud(1882-1929) en su acción en Cumaná; los levatamientos de Juan Pablo Peñaloza(1855-1932) en el Táchira, todos vencidos.
Fue después de la batalla de Ciudad Bolivar,en 1903, lo que significó el fin de la Revolución Libertadora cuando se presentó al gobierno de Cirpiano Castro la rebeldía del caudillo Rafael Montilla(1859-1907), el Tigre de Guaitó, en un momento en que los caudillos se enfrentaron al gobierno en la batalla de Ciudad Bolívar habían caído en prisión, a Montilla se le ofrecieron alterativas posibles para que acatara la paz. Aquello fue imposible, aquel hombre levatisco, quien nació y vivió para la guerra terminó asesinado por alguno de los peones de hacienda, trabajador previamente comprado por el gobierno para hacer aquella tarea. Desde luego, el fin del Tigre de Guaitó merece toda condena. Ese año tambien fue fusilado, junto a sus compañeros, en aguas del Orinoco, el general Antonio Paredes(1869-1907), el único oficial que defendió al gobierno del presidente(1898-1899) Ignacio Andrade(1839-1925), del alzamieto castrista y de la traición de los propios oficiales del gobierno, el valeroso Paredes fue mandado a la muerte por decisión del propio presidente Castro.
Llegado el general Juan Vicente Gómez(1857-1935) al poder se suscitaron los levantamientos a los cuales nos vamos a referir, todos vencidos por la estructura gomecista y por el ejército profesional creado(1910) por esa administración
Uno de aquellos levantamientos fue el que condujo el general Horacio Ducharne(c1865-1915) en el oriente del país. Este fue opositor a los gobiernos de Castro y Gómez. Comenzó su acción en los días de la Revolución Libertadora(1901-1903), fue capturado, estuvo preso, al salir, en 1907, siguió en su actividad opositora. A poco del inicio de la administración de Gómez prosiguió en sus acciones opositoras. En 1914 desembarca, con solo diez y seis compañeros en la región oriental, se mantiene en acción en la región de Monagas hasta que fue vecido por las tropas del gobierno, las que le dieron muerte tras ser capturado.
EMILIO ARÉVALO CEDEÑO
La época de Gómez, reiteramos, marcó el fin de nuestras guerras civiles. Fue el tiempo del ocaso de los caudillos, de las montoneras, de los gamonales. Entre los hombres que se opusieron a aquel tirano, tomando las armas, y fracasando siempre, en sus intentos, se encontró el general Emilio Arévalo Cedeño(1881-1965).
Curiosa figura sin duda la de este hombre quien creyó que podría derrocar al dictador, con los pocos hombres que siempre le siguieron, moviéndose por los caminos en caballos y mulas. Para ello invadió el país siete veces, siendo derrotado siempre. Fue hombre quien creyó en lo que hizo. Quiso dejar constancia de sus actividades en las memorias que escribió bajo el título de El libro de mis luchas(1936)[1], publicado a poco de la muerte del déspota contra quien actuó. Este interesante testimonio de las acciones de este singular personaje ha vuelto a circular como ¡Viva Arévalo Cedeño!(1979) acompañado de un breve perfil escrito por el historiador José Antonio de Armas Chitty(1908-1995)[2].
Quien lea esta obra verá que Arévalo fue un hombre que sólo se sabía mover en su habitat: el llano. Este era su medio, su territorio. De allí nunca pasó en sus incursiones de allí, nunca se movió hacia el centro del país. De allí que llame la atención del lector de sus memorias el hecho de que que nunca pareció proponerse llegar hasta Maracay y atacar a Gómez. No pasaba de su contorno y de allí huía hacia la frontera colombiana, para planear una nueva invasión. El que siempre critica, en las páginas de esta
[1] Emilio Arévalo Cedeño: El libro de mis luchas. Caracas: Tip.Americana,1936. 409 p.;2ª.ed. bajo el título ¡Viva Arévalo Cedeño!. Prólogo: José Atonio de Armas Chitty.Caracas: Publicaciones Seleven, 1979.409 p. [2] Estas vienen de José Antonio de Armas Chitty: Palabras en homanaje a Arévalo Cedeño. Caracas: Ministerio de Educació, 1971.
obra, la desunión de los revolucionarios, su incapacidad de poseer una dirección colegiada para tumbar a Gómez, jamas fue capaz de unirse con nadie, de conciliar con los demás opositores.
Quizá no estaba hecho para eso. Era una especie de Quijote quien creía en su causa y que no medía ni siquiera los medios para lograr lo que se proponía. Y de eso, de medios, fue de lo que careció siempre. A la vez su ideario ideológico, si es que poseyó alguno, era simple: derrocar a Gómez. Nunca se dio cuenta que nada se haría con quitar a aquel hombre sino se sustituía el sistema que lo sostenía: el gomecismo[1]. Simple fue también la visión de Arévalo Cedeño de lo politico. Para él eran buenos los que estaban contra Gómez, malos los que seguían al Hombre de Maracay. De allí que la mayor parte de esta memorias sean también un extenso panfleto contra aquel despotismo. Fue, Arévalo Cedeño, un idealista quien nunca supo mirar ni comprender la realidad, ni al país. Para él la política no fue el arte de lo posible.
Siempre, como lector de nuestra historia, hemos considerado que el hecho mas importate cumplido por Arévalo Cedeño sucedió durante su invasión de 1921, cuando detuvo y fusiló a Tomas Funes.
¿QUIÉN FUE TOMAS FUNES?
Muchos hoy en día se pregutarán quién fue Tomas Funes(1855-1921). Ello debemos tratarlo en su contexto, señalando que este episodio de la historia venezolana debe ser conocido. Tal la presencia de Tomás Funés en el
[1] Eso fue lo que hizo la Generación de 1928, su mayor líder Rómulo Betancourt estaba consciente de ello, sabía que sacar a Gómez del poder era poco, había que desterrar el gomecismo, para que el´país tomara otro sendero. Este fue el significado del 18 de octubre de 1945, cuando la generación de 1928 llegó al poder. Aunque esto decimos estamos muy lejos de considerar al 18 de octubre un hecho positivo: rompió la vida institucional de Venezuela, no rota desde 1892. Examinarlo es fascinante análisis, pero no cabe aquí.
entonces Territorio Federal Amazonas, hoy estado Amnazonas, en plena dictadura gomecista. Sobre la presencia del sanguinario personaje y las incidencias que rodearon su gobierno en el sur de Venezuela(1913-1921) escribió el doctor Carlos Alamo Ibarra(1896) un documentado libro en el cual circuló por vez primera bajo el título de Río Negro(1950)[1].Un editor, Oscar Yanes(1927-2013), tomó de esa obra la parte relativa a este aventurero, quien sembró de dolor y de sangre toda una región del país, y nos la ofrece en el libro Funes, el terror del amazonas(1979). Y es la lectura de esta obra la que nos permite saber quien fue aquel hombre, sus actividades y a la razón que explicó su presencia en San Fernando de Atabapo. Esta última es una lección, de esas precisas advertencias, que nos ofrece el estudio de nuestro pasado.
De Tomás Funes se sabe que era nativo de la región de Barlovento, poseía “facciones mongoloides”, según asienta Manuel Alfredo Rodríguez(1929-2002) en el prólogo. En 1892 fue partidario del “continuismo” propuesto por el presidente Raimundo Anduela Palacio(1846-1900). Participó así en varias de nuestras contiendas civiles de fines del siglo XIX. Hacia 1900 dejó la actividad militar y se fue a la región de Río Negro. Allí era el momento del apogeo de la explotación del caucho.
En esa época se convirtió en próspero comerciante y fue tornándose en una persona importante de la región.
Esta zona de Venezuela había padecido una sórdida explotaciónpor parte de los gobernantes que allí enviaban los gobiernos de turno. Funes comprendió eso y capitalizó el descontento. Fue así como ejecutó(mayo 8,1913), en compañía de sus hombres, una espantosa matanza. La noche de aquel día hizo asesinar al gobernador Roberto Pulido(c1870-1913), a su esposa, Mercedes Baldó, a su
[1] Carlos Álamo Ibarra: Río Negro.Caracas: Tip.Vargas,1950. 218 p.; 2ª.ed. bajo el título de Funes, el terror del amazonas. Prólogo: Manuel Alfredo Rodríguez. Caracas: Publicaciones Seleven,1979. 188 p. de la cual proceden nuestras citas.
familia y a treinta personas mas. No faltó quien lo defendiera. Así lo hizo S.González Perdomo, quien publicó, en Caracas,, el llamado Libro de las reinvidicaciones(Caracas: spi,1914. 127 p.). No sabía este hombre que no se podía justificar ningún crimen utilizando la literatura, como se lo hizo saber José Rafael Pocaterra(1889-1955) a través de las páginas de El Fonógrafo, de Maracaibo[1].
González Perdomo tampoco pensó que jugaba con fuego al justificar a Funes: los hombres de aquel caudillo lo asesinaron poco tiempo después. No se dio cuenta González Perdomo que no se puede poner la pluma al servicio de bajos intereses. La misión de quien escribe es otra. Lo prueban las palabras de Pocaterra.
A partir de 1913 Funes se asentó en el poder en San Fernando de Atabapo. Gómez, desde Maracay, aprobó sus acciones. Se hizo el sordo ante las constantes denuncias sobre sus tropelías que se realizaban.
Todo siguió hasta que un día, ocho años mas tarde(enero 27,1921), apareció el general Emilio Arévalo Cedeño. Arévalo era un caudillo de montoneras. Había incursionado varias veces contra Gómez. Arévalo comprendió que sería un acto contra el dictador detener a Funes. Fue así como aquel día lo hizo preso, lo enjuició, encontrándolo culpable de la muerte de mas de cuatrocientas personas. Lo hizo fusilar la mañana de un domingo(enero 30,1921). Fue así que puso fin a las actividades de aquel faccioso.
Son estos hechos lo que cuenta Alamo Ibarra en su Funes,el terror del Amazonas, un libro que se debería leer con atención. Es una obra que incita a pensar todo lo que puede suceder cuando los gobiernos olvidan, o menosprecian, lo que sucede en regiones del país, alejadas del centro del poder. Funes llegó a gobernar en
[1] Más tarde se refirió a ello el propio José Rafael Pocaterra en sus Memorias de un venezolano de la decadencia. Caracas: Monte Ávila Editores,1997. 2 vols.Fue allí que el gran maestro expresó: “Los crímenes no se justiffican con literatura”(t.II,p.238).. Pocaterra indica, en la misma página, que Gonzáez Perdomo había hecho conocer su obra en Ciudad Bolívar, antes, concluimos, de haberla hecho impimir en Caracas.
Amazonas como consecuencia de las actividades de gobernantes corruptos, pero a la vez creó su propia dictadura.
Sobre los hechos que hemos narrado existe la película sobre ellos Ríonegro(1991), del venezolano Atahualpa Lichy.
OTRA VEZ AREVALO CEDEÑO
Tras la muerte de Gómez el general Arévalo Cedeño publicó las memorias de sus actividades; fue diputado al Cogreso Nacional por el Guárico(1936), en la cámara promovió un sonado debate pidiendo el retiro de VeNezuela de la Sociedad de las Naciones, la mayor institución iternacional de la época, lo que nos demuestra el poco conocimiento que tenía Areválo de los hechos internacionales; fue presidente también del estado Guárico(1937), durante el gobierno de López Contreras, allí se ocupó mucho de la agrcultura de la región, hizo instalar molinos de viento para sacar el agua; construyó vías de comuicación para facilitar el traslado de los productos de la región, sobre todo la agricola y la ganadera, a los mercados[1].
El general Arévalo Cedeño murió a los ochenta y tres años muy pobre(mayo 19,1965). El presidente Rómulo Betancourt(1908-1981) hizo costear sus días finales en un hospital público y ordenó pagar las exequias de aquel noble hombre. Para la comprensióin de las actividades de oposición armada a la tiranía gomecista sus memorias pueden llegar a ser valioso documento si el lector sabe separar los elementos que lo componen para tomar en cuenta aquello que nos puede ayudar a comprender aquella larga autocracia.
[1] Guillermo Garcia Arrieche: “Arévalo Cedeño, Emilio”, en Varios Autoores: Diccionario de Historia de Veezuela,t.I,p.214-215. Se debe consultar también José León Tapia: Tiempos de Arévalo Cedeño, antes citado.
Entre los que lucharon cerca de Arévalo Cedeño se contaron el doctor Roberto Vargas, Carmelo Paris y Maisanta, de quien ya hemos hablado.
ROBERTO VARGAS
La mejor prueba de que hubo universitarios graduados en las tropas de los últimos caudillos nos lo prueba la figura del ingeniero Roberto Vargas Díaz(1860-1948), el “tuerto Vargas” de la leyenda. Fue mochista en sus orígenes, luchó en la Revolución Libertadora(1901-1903), vencido este movimieto se exiló en Curazao. Tras la llegada al poder del general Gómez fue nombrado Ministro de Obras Públicas en el primer gabinete de aquel gobierno(1908-1909), luego fue presidente provicional del estado Guárico, del cual era nativo, creando entonces el Colegio Federal de Calabozo. Pero, desde 1914, se levantó en armas cointra la dictadura, uniéndose a Arévalo Cedeño, luego huyó a Colombia como desterrado(1914-1925). En esos años participó en algunas de la invasiones de Arévalo Cedeño en la región de Arauca y Río Negro. En 1925, gracias a la admnistía del gobierno regresó. Muerto Gómez fue senador por el estado Apure, en Vargas se inspiró el maestro Gallegos para crear, en su novela Cantaclaro(1934), el personaje del doctor Juan Crisóstomo Payara.
Rómulo Betacourt(1908-1971) lo recordó así:
“En Ortiz…detrás del grupo infantil, un hombre alto, de cara adusta, vestido de negro, chaleco cruzado por la añeja leontina. Mi inolvidable edecán Ramón Armas Pérez, llanerazo también, me susurró: “es el Tuerto Vargas”. Era el doctor y general Roberto Vargas, quien abandonó su profesión de ingeniero y el cuidado de su hato para lanzarse a la incansable guerrilla insurgente contra el gomecismo. Me pareció que en ese asoleado día, una estampa de Valle Inclán, fugada de sus Cantares de gesta. Me acerqué, estreché su mano y le dije: ‘Doctor Vargas, siempre lo admiré, desde mi infancia. Usted fue ud que supo arriesgarlo todo en la lucha contra el despotismo’. Y su respuesta: Ýo lo felicitó, y comparta esa felicitación con sus compañeros de la Junta Revolucionaria de Gobierno. El 18 de octubre de 1945 fue el día en que realmente murió Juan Vicente Gómez”[1].
JUAN PABLO PEÑALOZA
En la región de los andes, en particular en el Táchira, fueron sigulares las acciones del general Juan Pablo Peñaloza(1855-1932), quien había nacido en esa región.
Sus actividades politicas se iniciaron en su región nativa al oponerse, en 1897, junto al líder de la región Espíritu Santo Morales(1838-c1936) a la cadidatura de Ignacio Andrade(1839-1925) a la presidencia, aunque llegado este al poder lo defendió de la invasión de Carlos Rangel Garbiras(1854-1910) desde la frontera; fue diputado a la Asamblea Legislativa del Gran Estado de los Andes, sección Táchira(1898-1899); se enfrentó en San Cristóbal a la invación de los Sesenta, al frente de la cual estuvo Cipriano Castro(1858-1924) junto a Juan Vicente Gómez; efrentado al gobierno andino participó en la Revolución Libertadora(1901-1903), derrotada esta por el gobierno, en la batalla de Ciudad Bolívar(julio 21-22,1903), vencida esta se exiló en Curazao(1904). En 1907 se volvió a enfrentar a Castro en el Táchira, no tuvo éxito. Llegado Gómez al gobierno(1908) fue nombrado, como los demás caudillos, miembro del Consejo de Gobierno(1908-1913), el último de estos años estuvo implicado en la conspiración de Román Delgado Chalbaud(1882-1929), debió huir a Curazao para no ser apresado, de allí pasó a Colombia. A partir de 1918 dirigió una serie de alzamientos contra el gobierno, acciones en contra Eutoquio Gómez(1868-1935), primo del tirano y presidente del Táchira; volvió a invadir en 1921 y otra vez en 1931, en la cual fue apresado y enviado preso al Castillo Libertador de Puerto Cabello, donde falleció, a los setenta y siete años(junio 17, 1932).
[1] Rómulo Betancourt: El 18 de octubre de 1945. Génesis y realizaciones de una revolución democrática. 2ª.ed. Barcelona. Seix Barral,1979.412 p. La cita procede de la p.345.
Una tradición de la historia oral indica que en el momento de ser sacados sus restos del Castillo sonó el Himno Nacional, tocado aquella tarde en las habituales maniobras militares mientras se arriaba la bandera nacional.
Sobre las insurreciones tachirenses del general Peñaloza escribió, el doctor Ramón Vicente Casanova(1920-2003) dos libros: Candelas en la niebla(1972) y El turco Simón(1992).
Desde luego para entender el valor de Candelas en la niebla hay que comprender que pese a haberse terminado nuestras guerras civiles en 1903, hubo quien no dejó de tomar las armas para oponerse a la dictadura gomecista. Fueron pocos, Arevalo Cedeño, Pérez Delgado, Ducharne, Juan Pablo Peñaloza. No comprendieron el tiempo en que vivian, pero no les faltó arrojo ni valentía. Uno de estos personajes fue el general Juan Pablo Peñolaza, cuyas acciones de 1917-1924, conocemos hoy en día, gracias al recuerdo que varios de sus protagoistas revivieron ante la grabadora del rector Casanova, eran aquellos los últimos de los sobrevivientes de aquellos intentos, lo que le dio materia para sus Candelas en la niebla[1]. Igual hallamos en El turco Simón, volumen que es relato cuidadoso de aquellas conspiraciones, en las cuales sus protagonistas, el padre de Casanova entre ellos, dejaron claro, como se lee en Candelas en la niebla, que “al que por gusto muere, hasta la muerte le sabe”(p.45). Ahora bien, ya lo hemos indicado, lo que puso final a aquellas revueltas campesinas fueron “La carretera Trasandina será una realidad muy pronto y con la carretera se ampliarán las líneas telegráficas y vendrán los teléfonos. Entonces las cosas van a cambiar y golpes como este de la mañana no se repetirán”(p.90). A ello, hay que añadir la presencia del automóvil.
Basada en el libro del doctor Casanova es la pelicula, hecha en Mérida, Candelas en la niebla(1987), en la que actuó la actriz Blanca Baldó(1952).
[1] Ramón Vicente Casanova: Candelas en la niebla, antes citada. Obra inserta en la obra del mismo autor: En las fronteras del viento. Vivencias tachirenses. Prólogo: José Humberto Ocariz..Caracas: Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 1992. 264 p. Ver “Candelas en la niebla”(p.97-198). En este mismo volumen está el otro libro de este autor sobre hechos del mismo período, también en el Táchira: “El turco Simón”(p.199-264), edición de la que proceden nuestras citas.
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