CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XXV) Roberto Lovera De Sola.
CAPITULO SÉPTIMO: LOS LIBROS DE LA GUERRILLA
Ya hemos expresado cuáles son los libros, producto de la guerrilla de los años sesenta que examina Gisela Kozak. No detenemos ahora, lo que es complementario, en aquellas obras que esculca García Ponce en su libro.
A ello dedica todo un capítulo García Ponce, bien nutrido, con magníficas reflexiones, para el estudio de los libros producidos como consecuencia de aquellas acciones. Malos la mayoría, ya lo hemos advertido, por no ser sus autores escritores de oficio, salvo excepciones. Los válidos fueron escritos por creadores auténticos, de los cuales pocos fueron guerilleros, caso, por ejemplo, de Eduardo Liendo(1941). Escoge entre estos, los únicos legibles, los únicos que da placer recorrerlos, asi, García Ponce, analiza País portátil(1968) de Adriano González León(1931-2008), el poema de Rafael Cadenas “Derrota”, la novela de Antonieta Madrid No es tiempo para rosas rojas(ver p.235-236), El último fantasma de Eduardo Liendo, al que hemos denominado “el último gran ajuste de cuentas” de los antiguos guerrilleros con el marxismo. Insoslayable es también su novela El round del olvido(2003) otra lúcida tentativa de comprensión de nuestro admirado Liendo; de Argenis Rodríguez(1935-2000) al menos por Entre las breñas(1964), Historias de la calle Lincoln(1975) de Carlos Noguera. Estas constituyen apenas un puño entre la gran cantidad de las publicadas, entre las cuales la mayor es Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin(1999), de Ana Teresa Torres(1945) que es el lamento y la elegía por aquellos seres.
La literatura producida en el período y la que vino después es mucha y constante, de hecho los hijos de los guerrilleros, todos abandonados por sus padres y madres para irse tras su quimera, también han escrito, de allí Juana la roja y Octavio el sabrio(1991) de Ricardo Azuaje(1959) y momentos de Azul Petróleo(1998) de Boris Izaguirre(1965). Todo eso ha sido agudamente analizado por Gisela Kozak en un lúcido libro que no tiene pérdida: Venezuela, el país que siempre nace, que tantas veces hemos referido. De todo ese proceso, subrayamos, la novela más importante, poderoso texto, es Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin de Ana Teresa Torres, libro impar, poco analizado como se debería, con excepciones, la única de las cuales no es sólo la de la inteligente profesora Kozak. El libro de la Torres ha sido mal visto por los restos de la izquierda guerrillera que quedan, sobre todo por aquellos nostálgicos de la guerrilla o los exguerrilleros que ahora figuran entre las filas entre los llamados hoy ‘focas’ del chavismo, resurrección de los Felicitadores(1911) de Pío Gil(1865-1918), quienes lanzan a diestra y siniestra sus adulaciones a quien hoy manda, el Poseso, como lo llamó el gran Zapata(1929-2016), quien es el mismo Ínclito, que dice Antonio García Ponce(p.238). Esos están presentes porque como sostiene muy bien Gisela Kozak, con su demoledora agudeza, aquellos insurgentes de los sesenta, los muchos Andrés Barazarte, llegaron al poder en 1999.
¿ELLO ES ASÍ?
Desde luego, respetamos el criterio de Gisela Kozak, según el cual, “Para decirlo literariamente, Andrés Barazarte, protagonista de País Portátil, de Adriano González León, triunfó y está en el gobierno actual, codo a codo con el general Pardo, personaje de la novela de[Ana Teresa]Torres, entre otras cosas para reinvidicar a su alzada parentela de liberales decimonónicos y héroes caudillistas rurales”(p.89). Pero nos parecen necesarios ciertos escolios para que esto se entienda bien, entre otras cosas porque “los últimos espectadores” que dice Ana Teresa Torres, los postreros comunistas, ya son historia.
Nuestras observaciones, a lo observado, son las que siguen, la expresamos comentado las recientes ediciones de Los últimos espectadores del Acorazado de Potemkin y El round del olvido. Desde luego, no hacemos estas observaciones porque el punto sostenido por la Kozak se encuentre en ellas sino porque ello se ha dicho, tanto que Gisela Kozak lo refiere. Por ello nos hemos creído obligados a ofrecer nuestras propias observaciones críticas a ello.
Al leer, sobre todo la novela de Ana Teresa Torres, donde el siglo XIX y el XX se dan la mano a través de un caudillo y de un guerrillero, nos obliga a comenzar anotando entodo aquello volvió hacerse verdad lo observado por Picón Salas al señalar como se hacía presente entre nosotros “la gran tragedia y el azoroso vivir al día de la historia política venezolana”[1]. Y ello porque nada quedó fuera de los muertos. Todos fracasaron, ninguno de los implicados dejó hecha obra útil para la nación, ni siquiera para sí mismos. Es por crear para servir a la sociedad para lo cual deben vivir los seres humanos, sobre todo los que participan en la política. Pero en este caso todos fracasaron. Incluso a quien más siguieron, a quien más los apoyó: Fidel Castro(1926-2016), a través de Ernesto Guevara de La Serna(1928-1967), ahora lo hace su hermano Raúl Castro(1932), quien quiso, y sigue queriendo, eliminar la democracia venezolana pero se ha enfrentado siempre, ayer y hoy, al tesonero afán democrático de los venezolanos quienes siempre han buscado la libertad. Fidel Castro(1926-2016) lo que hizo, en los mismos años en que apoyaba a las guerrillas venezolanas, fue levantar una dictadura en Cuba, oprimir a su pueblo, quitarle la libertad y toda posibilidad de desarrollo. Ni siquiera se puede hablar de que allá en Cuba se haya hecho una revolución. Si la hubo está solo duró nueve años: hasta el 20 de agosto de 1968, día en que Castro se adhirió y aprobó la invasión soviética a Checoeslovaquia para cerrar
[1] Mariano Picón Salas: “Proceso del pensamiento venezolano”, en Comprensión de Venezuela,p.115-134. La cita procede de la p.115.
el proceso de revisión del socialismo hecho allá. Allí terminó el periplo revolucionario cubano. De allí en adelante no hubo más revolución. Hacer aquello fue ponerse de lado del anti-socialismo y aprobar una invasión en contra del socialismo con libertad que era lo que deseaban crear los checos. Y los sucesos de Praga, ese año, fueron el preámbulo de la caída del socialismo autoritario veinte y un años más tarde. Tenía la rebelión checa un antecedente: el movimiento libertario de Hungría en 1956. Y tuvo su paralelismo con los sucesos de 1989 porque fue la reinvocación de la libertad, sin ella los pueblos, no pueden vivir. De allí el gran levantamiento de Budapest y Praga y de allí el triunfo, a partir de las huelgas de Polonia en 1980, del movimiento de reconquista de la libertad, de los derechos humanos y de la democracia en los antiguos países comunistas. Unirse a Castro en las guerrillas, como lo hicieron el PCV y el MIR, fue la más grande contradicción histórica, fue dar la espalda al sentido libertario de los hispanoamericanosdesde que se pusieron en pie el 19 de abril de 1810, precisamente en Caracas, para separarse del imperio español. Ese 19 de abril fue el día inicial, de la revolución de independencia hispanoamericana. En cambio Fidel Castro(1926-2016) se puso de rodillas ante un imperio que nada tenía que ver con nuestro continente. En nombre de todo ello insurgió contra la democracia, tanto aquella que sehabía querido reiniciar en su país en 1959 como la que había surgido en Caracas un año antes. No hay que olvidar las frases del hegemón cubano, que tanto daño a hecho a la América Latina, cuando en Caracas, en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, en su visita a nuestro país a comienzos del año 1959, llegó a decir “Solo de la libertad no viven los pueblos”: en verdad si viven de ella. Sólo que él estaba ya dispuesto a quitársela al suyo y convertirse así en el gran liberticida que ha sido. Seguir a Fidel Castro(1926-2016) como lo hicieron los guerrilleros venezolanos fue por ello el gran contrasentido, el gran error. Por ello fracasaron, por ello no dejaron obra alguna luminosa a la sociedad venezolana,cosa que si logró la democracia instaurada en 1958, la República Civil(1958-1998). Ellos, los guerrilleros, llegaron incluso a propiciar una invasión a nuestra tierra de un ejército extranjero, ello hecho en un país que solo había salido de sus fronteras, siguiendo a Simón Bolívar(1783-1830), para darle la libertad a Colombia, Ecuador, Perú y crear a Bolivia, desde las cálidas aguas del Caribe hasta las altas montañas andinas de Bolivia. Fue tan singular aquello que a poco tanto Panamá como Santo Domingo se unieron a la Gran Colombia, Quiqueya sin mucha suerte. Y por ello, también Bolívar, pensó, aunque no lo pudo realizar, organizar dos expediciones, una al mando de Sucre y la otra bajo la tutela de Páez, para dar la libertad a Cuba y Puerto Rico para así darle la libertar a todo el continente.
Por ello toda esta terrible y trágica historia que ha examinado Antonio García Ponce con tanta precisión, en el libro suyo que ha dado lugar a estas extensas consideraciones, no pueden ser cerradas sino con la frase de Oriana Fallaci(1929-2006): “Nada y así sea”. O la de Ángela Zago(1942): “Aquí no ha pasado nada”. O sea las palabras de un réquiem, de un treno, de un gemido por los caídos, enviados a una muerte sin sentido por una dirigencia que no los secundó. Y, reiteramos, comprendiendo y tolerando aquellas palabras distintas a las nuestras, que los guerrilleros ya habían desaparecido en 1999. Y que no resucitarron porque no se puede dar marcha atrás al reloj de la historia. Los que llegaron al gobierno en 1999 fueron los de la “ultra izquierda”, todos empados de sus acciones delictivas y terroristas.
Concomitante con lo que hemos observado a partir de la novela de Ana Teresa Torres, deteniéndonos en estos mismos puntos, teniendo también a la vista El round del olvido, ya que las meditaciones que se leerán son salidas para ambas obras, se impone una nueva reflexión. Esa meditación es la siguiente: la novela de Liendo apareció catorce años después de la caída del Muro de Berlín(noviembre 10,1989), fue concebida como una elegía al fin de una época, la del deceso del socialismo autoritario y, desde luego, la del nacimiento de un nuevo tiempo: el de la libertad recuperada en las sociedades que lo padecieron, la de la plena democracia universal. Recuérdese que toda elegía es una evocación de un fallecido, es un lamento.
Pero hay más: esa es la época que vivimos, somos los hijos de la caída del muro berlinés. Los sucesos vividos hace poco en los países del norte de África y el Medio Oriente, proceso aun inconcluso, e incluso la insurgencia de “Los indignados” siguen siendo otros coletazos de tan decisivo hecho[1].
En Venezuela en los últimos trece años han sucedido tales acontecimientos que hay quien ha llegado a pensar que los guerrilleros olvidados de la novela de Liendo han resucitado. Disentimos: estos desaparecieron. Y ello pese a comprender el por qué de la observación. Y ello porque en la historia no hay retorno. Pese a lo que hayamos visto entre nosotros.
Y esto que decimos, y lo comprendemos con este libro en las manos, es que no podemos imaginarnos que aquel responso a los últimos comunistas, cantado por Liendo, que aquel tiempo ya fenecido, iba a resurgir entre nosotros en manos de aquel que ejerció elpoder hasta el 2012. No podíamos saber que seríamos testigos que en manos de este neo-caudillo, llegaríamos a la regresión política, al anacronismo histórico; que los guerrilleros, fracasados en su acción, sin ideales ya, llegarían al poder para restaurar lo imposible: el pasado, como lo dice, con suma de agudas observaciones, Gisela Kozak, en su libro Venezuela, el país que siempre nace, no pudimos vaticinar que otra vez, veríamos viva la contra-historia; que se llegó a creer por quienes están en el poder que se podría revivir lo muerto, que se popularizaría la errónea idea de que los guerrilleros habían llegado al poder, como se leyó en el título de un publicitado libro del polaco K.S.Karol(1972), en su momento prohibido en Cuba[2], creencia con la que murió
[1] Stephane Hessel: ¡Indignados!. Barcelona: Destino,2011. 60 p. [2] K.S.Karol: Los guerrilleros en el poder. Itinerario politico de la revolución cubana. Barcelona: Seix Barral, 1972.658 p.
mandando en el palacio de El Teque, nombre del sitio en que fue construído Miraflores, lo que hemos visto no son los guerrilleros en el poder, quienes no podían estarlo porque solo eran un montón de huesos inertes. Pero lo que hemos observado es mucho peor: los guerrilleros, si es que pueden llamarse así, se han convertido en un pelotón que obedece, un pelotón es lo único que sabe mandar el comandante, es decir un grupo inútil de gente que no piensa, solo recibe órdenes. Pero a quien hemos visto mandar es a un neo-caudillo, otro esqueleto sin piel, sepultados como lo fueron los caudillos en las aguas del Orinoco en 1903. Es este neo-caudillo el que ha llevado a la nación al extravío, somos con él dominados por un solo hombre, que como los caudillos del siglo XIX, igual ha manejado todos los poderes a su antojo, en sus manos aquella nación unida se ha convertido en un país dividido y polarizado, perdidos los valores de la democracia en la añoranza del neo-caudillo por el pasado, días ya perdidos e irrecuperables, vemos hondas señales autocracia, sin tolerancia ni respeto al adversario, con una Constitución hecha ad hoc, como las de aquellos que las montoneras llevaron al poder. Tal el anacronismo, que no podemos dejar de señalar al leer este libro de Eduardo Liendo cuyas derivaciones llegan hasta esto, en días en que los vencidos se han convertido en una suerte de paridores de que aquella “sangre, locura y fantasía”, que dijo Antonio García Ponce, que consideramos finalizada un día de 1965 cuando terminaron las guerrillas, o en 1969 cuando se inició la política de pacificación. Lo que hemos vivido con el neo-caudillo, tan inculto como los gamonales del siglo XIX, es un hecho gravísimo: el devenir de las sociedades es hacia adelante y no hacia atrás, que es de lo que hemos sido testigos. Es imposible ser dirigidos por los muertos. Claro que son ellos, los ya sepultados, porque el devenir es hacia adelante, lo sucedido en Europa en 1989, es el presente; la apertura de las fronteras de Hungría(septiembre 11,1989) fue lo que precipitó la caída del Muro de Berlín(noviembre 10,1989); la reunificación de Alemania(octubre 3,1990), año también de las de las elecciones de Polonia, ganadas por Lech Walessa(1990); del fin de la URSS(diciembre 31,1991), no puede ser soslayado. Un gobierno que solo espera se rectifique lo sucedido en el Cheeckpoint Charlie de la capital alemana está gobernando contra la historia. Y ello es imposible.
Eduardo Liendo en su novela nos pone ante la historia de los últimos, seres anacrónicos, inexistentes, pese a que tengan todo el poder del dinero del petróleo en sus manos. La historia no puede ser alterada. Por ello para una honda compresión de este suceder hay que releer El round del olvido, que es una en laque más filosamente, como con un bisturí entre los dedos, ha penetrado el gran drama que se sucede cuando los que llegan al poder no comprenden el tiempo en que están viviendo. Y no amar la época en que vivimos, solo añorar el pasado ya ido, imposible de asir, es el peor pecado que puede cometer un ser humano. Ya lo cometió, en los días de la emancipación, José Domingo Díaz(1772-d1842), caraqueño, médico, realista, enemigo de la República, llegó a estar tan arrepentido, como lo estarán los chavistas un día, que incluso dedicó un artículo necrológico, en una gaceta del país vasco(abril 8,1831), a su peor antagonista: el Libertador, allí pedía a Dios que a Bolívar lo recibiera en su misericordia, la cual, al decir de Enrique Bernardo Nuñez(1895-1964), quien leyó aquel texto, también implicaba que el doctor Díaz pedía la misma gracia para si mismo, derrotado como estaba. Tal lo que es ser una personalidad anacrónica, y un régimen tal, que ha dado la espalda a lo que somos en esencia los venezolanos, en vez de ver la realidad soñar con el pasado, es lo que hace el chavismo. Por ello a estos de ahora solo podemos considerarlos fantasmas. Por ello, desde el escribir de Liendo, que tantas consecuencias tiene, hemos partido aquíen nuestra meditación sabiendo que en su libro encontraremos aquello que pasó, aquello por lo cual solo se puede rezar un responso, haciéndonos ver otra vezque no podemos jurungar a los muertos, que debemos dejarlos descansar en paz, como lo hemos visto en estos trágicos años, sino volver a parir la sociedad de la democracia, del bienestar, del saber. En El round del olvido está el comienzo de esa meditación. Aquellos guerrilleros no existen, dejaron de vivir. El mundo es hoy otra cosa, pese a todo el mal que el neo-caudillo ha provocado entre nosotros y en nuestro continente.
CUANDO SE INICIARON ESAS LETRAS DE LOS SESENTA
Debe tenerse en cuenta que la literatura de da cuenta del período de la lucha armada se inicia con el cuento de Héctor Mujica(1927-2002): La O cruzada de tiza blanca(1962), texto bello y fresco; le siguieron en 1964 los relatos de Entre las breñas de Argenis Rodríguez(1935-2000). Debemos señalar también el cuento “Los fugitivos” de Luis Britto García(1940), en su caso, especialmente el cuento que bautizó el conjunto, es de emocionada alabanza para los insurgentes. El segundo, veraz, lleno del dolor por el fracaso. De hecho Argenis Rodríguez fue el primero en mostrar este sesgo, el verdadero. Hay dentro de estas obras que anotar también los Relatos del camino largo(1969) de Eduardo Gasca(1939) en los cuales toda la aventura que significa una revolución está contada en las tres instancias de cada uno de los cuentos de su trilogía, siempre hemos subrayado el valor literraio de este volumen, vivo plenamente hoy en día; País portátil de Adriano González León; El desolvido(1971) de Victoria de Stefano(firmó en su primera edición como Victoria Duno); las Historias de la calle Lincoln de Carlos Noguera; la novela La Memoria de los inconfesables(1972) de Carlos González Vegas(1940-2001), Tiempos difíciles (1973) de Octavio Beaumont(1942), este es un prodigioso libro de relatos breves, algunos brevísimos, no sabemos por qué siempre soslayado y los Rituales(1973) de Eduardo Sifontes(1949-1974), ”el Poética”, verdaderos canto elegíaco en prosa. Nunca lo conocimos pero agonizando en un hospital de Barcelona, mientras se lo devoraba el cáncer, el dramaturgo Edilio Peña(1951) le llevó la reseña que habíamos escrito sobre Rituales y dijo “este escritor si entendió lo que yo quería decir”, no puede desear mayor elogio un crítico. Seguiríamos con Los topos(1975) de Eduardo Liendo(1941) y, desde luego, con El útimo round y El último fantasma; con la imperfecta Bracamonte(1977) de Julio Jáuregui(1934). Y además habría que añadir, en el estudio futuro y posible que bosquejamos, todas aquellas novelas en cuyo desarrollo aparece la insurgencia guerrillera como es el caso, es sólo un ejemplo, de Largo(1968) de José Balza(1939). Estas son obras valor literario permanente. Y habría que hacer el inventario de los cuentos, entre los cuales hay uno notable de Antonia Palacios(1902-2001): “El día largo ya seguro”, que da título a su libro así llamado(1975), que trata estos asuntos como también lo hizo Julio Jáuregui en “La chaqueta de oso”(de su Final de otro sombrío,1973). Por cierto estos dos cuentos tienen profundos parecidos y paralelismos. No constituyen ni un plagio ni una imitación, pero nos ofrecen un hecho mucho más seductor como literatura: el relato de unas vivencias personales en el de Jáuregui y hechos de esos mismos años relatados por su protagonista, persona tan cercana a la izquierda insurgente como lo fue Antonia Palacios(1904-2001) quien los consignó en el suyo. Al concebirlos en cada uno de dio cita una circunstancia distinta: lo personalmente experimentado en el caso de Jáuregui, lo escuchado a quienes lo protagonizaron, caso del de Antonia Palacios. A ellos se unirían más adelante otros relatos certeros como ”Altagracia y otras cosas” de Carlos Noguera(1943-2015), con el cual obtuvo el premio del Concurso de Cuentos de El Nacional(1969), lo que es consagratorio entre nosotros[1] y “Las manos del Chema” de Orlando Araujo(1928-1987), inserto en sus 7 cuentos. A la violencia que nos sacudió en los sesenta se refieren también los afamados cuentistas que escribieron los suyos para el volumen colectivo Ficción 67(1967).
Por lo dicho creemos que nos debemos afincar aquí en la lectura de País portátil, Relatos del camino largo, El
[1] Carlos Noguera: “Altagracia y otras cosas” en Varios Autores: Narradores de El Nacional. Caracas: Monte Ávila Editores, 1992,p.289-297.
desolvido, Historias de la calle Lincoln, La memoria de los inconfesables, Tiempos difíciles, No es tiempo para rosas rojas, Rituales, Los topos, Final de otro sombrío y Bracamonte.
LAS OBRAS QUE DAN CUENTA DE UN PROCESO DE VIOLENCIA
Y los escritores que habían entre los insurgentes produjeron las obras literarias que nos dan cuenta de aquella rebeldía, las cuales no son para nada deleznables dentro de nuestras letras. Hemos escrito: los creadores que había entre los guerrilleros porque los que no eran gente de letras, quienes también escribieron, no lograron hacer obras de valor literario alguno, esos libros quedaron de lado, perteneciendo a la serie de los que denominamos los libros que primero se leen y luego se olvidan. Los libros de los no-escritores fueron obras de emergencia, aquellas que todo militante se siente en la necesidad de escribir para dejar constancia de su acción. Incluso porque cuando un activista no está actuando, porque está preso, o viviendo en la clandestinidad, siempre termina escribiendo un libro con el cual dejar constancia de lo vivido, obras que muchas veces son un libro de historia o un volumen político. Pero insistimos: la mayoría de esos tomos escritos por nuestros guerrilleros tenían escaso valor literario, a sus autores les bastó publicarlos, luego desertaron de la literatura porque no eran escritores, se alejaron de las letras incluso aquellos en quienes se sentía al leerlos la posibilidad de que vertebraran una obra literaria válida, como podrían ser los casos de Héctor D’Lima, Julio Jáuregui u Octavio Beaumont, cuyos prodigiosos Tiempos difíciles (1972) no dejan de ser todo un logro literario, pero no reinició como tampoco lo hicieron ni D’Lima y Jáuregui, este último quien en algunos relatos de su Final de otro sombrío(1973) y en varios pasajes de su novela Bracamonte(1977) nos hacía ver la presencia de un creador. Esta observación no se refiere al poetica Eduardo Sifontes(1949-1974), el autor Rituales(1973), quien murió en plena juventud devorado con el cáncer en un hospital de Barcelona. Pero para hacerlo habría que persistir, que es lo más difícil, en lo que en verdad descansa la obra literaria válida, en la constancia, en el estar dispuesto a sacrificarlo todo por la escritura, a no olvidar al consejo de nuestro señor Don Quijote en su “Discurso de las armas y letras”, de la primera parte de la invención cervantina en donde se lee:
”Alcanzar algunos a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones del estómago”[1].
Los “váguidos” que dice don Miguel, en su buen castellano del siglo XVI, quiere decir vahídos, desvanecimientos. Pero ninguno de aquellos guerrilleros, vueltos escritores como consecuencia de las circunstancias, reincidieron porque no eran hombres de letras, era sólo los protagonistas de un proceso, necesitados en dejar constancia de sus vivencias, dolorosas todas, para esta generación porque fueron el testimonio de sucesos frustrados. Y lo fueron porque la realidad ofrecía otros datos que no fueron examinados, tal como lo indica Liendo en una declaración suya: fue aquella una generación, que como lo declaró el mismo Liendo, hace más de dos décadas a la periodista Lenelina Delgado,
“se equivocó soñando, el error estuvo en que nosotros no supimos interpretar las claves de la realidad, pero no soy un renegado del sueño, tampoco soy un obsecado que no haya sacado por lo menos reflexivamente las lecciones del fracaso político”[2]
era imposible imponer una revolución, que iba a terminar en una terrible dictadura, como lo fue en todos los países llamados socialistas, como aun sucede en Corea del Norte
[1] Miguel de Cervantes y Saavedra: Don Quijote de La Mancha. Edición crítica de Florencio Sevilla. Madrid: Castalia. 2000. 1419 p. La cita procede de las p.507-508. [2] Eduardo Liendo: “Declaración a Lenenina Delgado”, en El Universal, Caracas: septiembre 19,1982.
y Cuba, ello era imposible en un país que luchó por derribar la autocracia de Pérez Jiménez, hecho sucedido tres años antes de la insurrección de la izquierda contra la democracia. Y no tuvieron eco, la gente no los siguió. Basta recordar un hecho: en las elecciones de 1963 la izquierda llamó a la abstención y la gente votó para elegir a Raúl Leoni(1905-1972) presidente. Y además era imposible también implantar unas guerrillas rurales en un país en franco proceso de urbanización, como es el nuestro cuyos grandes sucesos contemporáneos han acaecido en sus urbes. Y que los marxistas nunca ha sabido interpretar nuestra realidad correctamente está claramente expresado en varios parlamentos de la obra El día que me quieras(1979) de José Ignacio Cabrujas(1937-1995), tanto que el propio Gustavo Machado(1898-1983) le confesó al dramaturgo lo verdadero que era su planteamiento: “nosotros éramos así” le dijo uno de los primeros marxistas venezolanos, conocedor de esas doctrinas antes de que apareciera Pío Tamayo(1898-1935) en la Caracas de 1926 a divulgarlas, lo cual no le quita nada a lo hecho por Pío Tamayo porque en aquellos años tanto Machado como el doctor Salvador de la Plaza(1896-1970), otro de los pioneros del marxismo entre nosotros, vivían en el exilio impuesto por don Juan Bisonte, por lo cual ni siquiera estuvieron aquí cuando en 1931 se fundó el partido Comunista. Y ninguno de los dos, ni Machado ni de la Plaza, actuó en política dentro del país sino después de la muerte del tirano, época en la cual Gustavo Machado, en un acto en el Teatro Municipal, se confesó públicamente marxista, siendo el primer venezolano en hacerlo. Nuestros comunistas eran unos soñadores, unos Pío Miranda, como se llama el protagonista de El día que quieras, en cuyo nombre y apellidos evocó Cabrujas a dos de nuestros grandes utopistas: Francisco de Miranda(1750-1816) y Pío Tamayo. Pío Miranda pensaba más en lo que podía hacer en una granja de la URSS stalinista y no en la Venezuela de Gómez, que era la que tenía ante si. Y esto de estudiar e interpretar la realidad es principio marxista, que entre nosotros lo hallamos inculcado en papeles del archivo personal del doctor Salvador de la Plaza, otro de nuestros primeros comunistas, hombre de convicciones e ideales a quien tuvimos la suerte de conocer, tratar e interrogar en los meses finales de su vida, gracias a su compañera de toda la vida, con la que nunca se casó, la periodista Carmen Clemente Travieso(1900-1983), en cuya casa de San José se llevaron a cabo nuestros coloquios con el viejo De la Plaza[1].
AQUEL PROCESO EN LETRAS DE MOLDE
Nos detendremos en una serie de obras especialmente elegidas por sus valores literarios en las cuales se exploran la temática que analizamos[2]: País portátil, de Adriano González León(1931-2008), Vela de armas(1970), de Luis Britto García(1940), No es tiempo para rosas rojas, de Antonieta Madrid(1939), las Historias de la calle Lincoln y La flor escrita de Carlos Noguera, esta última obra la mejor de todo su escribir, El diario íntimo de Francisca Malabar(2002)de Milagros Mata Gil(1951) o Los últimos espectadores del Acorazado de Pontemkin(1999) de Ana Teresa Torres(1945). O la magnífica pieza de Ugo Ulive(1937): Prueba de fuego(1981), donde todo el proceso de aquella insurrección está concentrado en sus
[1] Ver El archivo de Salvador de la Plaza. Caracas: Ediciones Centauro, 1992, 2 vols. Las referencias están en el t.I,p.136-140,249,251. [2] Las novelas que examinamos son: Adriano González León: País portátil. Barcelona: Seix Barral,1969. 231 p.; Luis Britto García: Vela de armas. Montevideo: Arca,1970.322 p.; Antonieta Madrid: No es tiempo para rosas rojas. Caracas: Monte Avila Editores, 1975. 184 p.; Carlos Noguera: Historias de la calle Lincoln. Caracas: Monte Ávila Editores,1971. 257 p.; Carlos Noguera:La Flor escrita. Caracas: Monte Ávila Editores, 2003. 503 p.; Milagros Mata Gil: El diario íntimo de Francisca Malabar. Caracas: Monte Ávila Editores,2002. p.; Ana Teresa Torres: Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin. Caracas: Monte Ávila Editores,1999. 309 p.; Ricardo Azuaje: Juan la roja y Octavio el sabrio. Caracas: Fundarte,1991. 59 p.; Ricardo Azuaje: Viste de verde nuestra sombra. Caracas: Fundarte,1993. 45 p.; Boris Izaguirre: Azul petróleo. Madrid: Espasa Calpe,1998.368 p.
memorables diálogos. Ante la sala en que se escenificaba vimos un día al guerrillero Douglas Bravo haciendo la cola para verla. Y después, esto no se han tenido bien en cuenta esto todavía, las historias de los hijos de los guerrilleros, los vástagos abandonados por las padres quienes se fueron tras sus quimeras, tal Juana la roja y Octavio el Sabrio, del que tuvimos la suerte de ser su editor cuando en Monte Avila Editores lo rechazaron, y que es singular y Viste de verde nuestra sombra, de Ricardo Aguaje(1959), igual largos pasajes de Azul petróleo, de Boris Izaguirre(1965), que es la novela que le da un lugar propio dentro de nuestra ficción, reafirmado más tarde con varias obras dignas de todo elogio como es su Villa diamante(Barcelona: Planeta, 2007. 490 p.). Tan complejo es todo este proceso literario que ha dado lugar al denso análisis que nos ofreció, Gisela Kozak en Venezuela, el país que siempre nace.
MUCHAS OBRAS A CONSIDERAR
Tan extenso es el número de obras que tocan nuestro asunto que se deben considerar también las obras que lo tocan desde el siglo XIX y a lo largo del XX: Eduardo Blanco: Venezuela heroica y Zárate; Arturo Uslar Pietri: Las lanzas coloradas; Alejandro García Maldonado(1899-1961) Uno de los de Venancio, Francisco Herrera Luque: Boves, el Urogallo; José León Tapia: El Tigre de Guaitó; Ana Teresa Torres: Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin; Carlos Noguera: Historias de la calle Lincoln,”Altagracia y otras cosas”(cuento), Inventando los días, aquellas que forman una trilogía: Juegos bajo la luna, difíci de leer, incluso para un lector profesional como nosotros, nos costó mucho llegar a su final, La flor escrita y Los cristales de la noche; Eduardo Liendo: Los topos, El round del olvido y El último fantasma; Milagros Mata Gil: El diario íntimo de Francisca Malabar; Clarita Posani: Los farsantes, La casa está llena de secretos y Ulises; Orlando Araujo: Venezuela violenta; Héctor Mujica: “La O cruzada de tiza blanca” (cuento); Argenis Rodríguez: Entre las breñas; Eduardo Gasca: Relatos del camino largo; Luis Britto García: “Los fugitivos”(cuento); Adriano González León: País portátil; Victoria De Stefano: El desolvido; Carlos González Vegas: Memoria de los inconfesables; Octavio Beaumont: Tiempos difíciles; Eduardo Sifontes: Rituales; Julio Jáuregui: “La chaqueta de oro”(cuento) de Final de otro sombrío y Bracamonte; Antonia Palacios: “El día largo ya seguro”(cuento); Orlando Araujo: “Las manos del Chema”(de sus 7 cuentos); Ugo Ulive: Prueba de fuego; Antonieta Madrid: No es tiempo para rosas rojas; Ricardo Azuaje: Juana la roja y Octavio el sabrio y Viste de verde nuestra sombra; Boris Izaguirre: Azul Petróleo; Israel Centeno: Calletania; Juan Carlos Mendez Guedez: Retrato de Abel con volcán al fondo; Virgilio Torrealba Silva: Rojo en la boina azul; José Santos Urriola: La hora más oscura, la que constituye todo un logro literario; Simón Saenz Mérida: Los siglos semanales; Luis Britto García: Vela de armas; Miguel Otero Silva: Cuando quiero llorar no lloro; Jorge Alvarez Cardier: Guerrilleros, cazadores y montañas; Ramón Vicente Casanova: Candelas en las niebla; Fernando Márquez Cairós: Este combate no se decide todavía; Ramón Bravo: Sobre algún tejado comenzará la guerra; Héctor D’Lima; Cuentos al sur de la prisión y La noche de la derrota; Gerónimo Pérez Rescaniere: Jabón de olor; Antonio Octavio Tour: Destino de un guerrillero; Carlos Ramírez Faria: Cárcel del tiempo; Domingo Alberto Rangel: Los héroes no han caído;José Ochoa: La pipa y el gavilán, Ana Rosa Angarita: Hormiguero de concreto y Sebastian de la Nuez: Rosalía.
AUTOBIOGRAFIAS Y MEMORIAS
No ha sido muy constante, más bien escaso, el cultivo de la autobiografía y de las memorias en las letras venezolanas. Sin embargo, para el tema que tratamos hay algunas obras a estudiar. Desde luego, como ahora lo veremos, los mejores memoriales de ese período han sido los escritos por dos mujeres: Angela Zago(1942) y Clarita Posani(1933-2017). En los últimos tiempos al alero del gobierno chavista han visto la luz tres memoriales más, obra de Aldemaro Barrios Romero, de Juan Carlos Parisca Pérez y de Marcial Ríos[1].
[1] Aldemaro Barrios Romero: Memorias desde la montaña: crónicas del Frente Guerrillero Ezequiel Zamora.Caracas: Alcaldía de Caracas/Instituto Municipal de Publicaciones, 2009. 206 p.;Juan Carlos Parisca Pérez:La Brigada 31.Prólogo: Guillermo García Ponce.Caracas:Imprenta Nacional,s/f,192 p.; Marcial Ríos Coronel: Insurgencia, 1960: Frente Simón Bolívar.Caracas: Editorial Galac,2013. 346 p.; Ver sobre la creación y significado de la Constitución de 1961: Gonzalo Barrios: La imperfecta democracia. Prólogo: Simón Alberto Consalvi. Caracas: Ediciones Centauro,1981. XV,535 p. Ver.”XX aniversario de la consatitución de 1981”(p.521-535) y Rafael Caldera: Los desafíos de la gobernabilidad democrática. Prólogo: Fernando Luis Egaña. Caracas: Cyngular,2014. 146 p. Ver: “Génesis de la Constitución de la Constitución de 1961”(p.105-136).
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