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CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XXX) Roberto Lovera De Sola.


El presidente Carlos Andrés Pérez(1922-2010), contra quien se sublevó la población, quien se mostró sereno piloto en aquellos instantes, señaló que los hechos constituían “una increíble tragedia”, que aquello era “una reacción de los pobres contra los ricos”[1]. Caldera, uno de los padres de nuestro sistema democrático, junto al expresidente Rómulo Betancourt(1908-1981) y Jóvito Villalba(1908-1989), el fundador de esta casa de estudios, habló. En sobrecogedora peroración, dicha desde su curul como Senador Vitalicio, dijo:


“Los venezolanos de verdad, los que amamos a fondo esta patria, no nos vamos a ir... Vamos a enfrentar la situación”[2],


tratando de encontrar una explicación para aquello que había sucedido en la calle, para ver cuál era el significado de todo aquello que había sido roto:


“a puñetazos, a pedradas y a palos por los hambrientos de los barrios de Caracas”[1].


Llegó Caldera al meollo de lo que sucedió aquel día al afirmar:


“No se le puede pedir sacrificio al pueblo si no se le da ejemplo de austeridad. La austeridad del gobierno, la austeridad de los sectores bien dotados es indispensable porque decirle al pueblo que se apriete el cinturón mientras está viendo espectáculos de derroche, es casi una bofetada: la reacción es sumamente dura”[2].


Y esta es la clave. El país ha ido pasando en estos años de una sociedad sana a una sociedad donde el delito ha tomado carta de ciudadanía, en donde los corruptos deambulan por todas partes, en la cual no se ha puesto coto a su acción a través del ejercicio de la justicia. Y ante ello todos sentimos impotencia. A pocos nos puede gustar que seamos calificados, internacionalmente, como el país que posee el mayor número de personas evadidas de los tribunales como consecuencia de los hurtos de los bienes de la nación. Y ese país impotente emergió el 27 de febrero de 1989. Fue la masa la que enjuició la incapacidad del Estado para luchar contra los ladrones de los bienes del pueblo. Fue la masa la que quiso hacerse presente pidiendo castigo, urgiendo, a la vez, soluciones. Si cada país, al decir de un destacado penalista galo, tiene los delincuentes que se merece[3], la multitud urgió por castigo, urgió por remedios, pidió estabilidad, persecución a los delincuentes, la búsqueda de todo el dinero

[1] Citado por Sanin: Los muertos de la deuda,p.134. [2] Citado por Sanin: Los muertos de la deuda,p.138. [3] Elio Gómez Grillo: La historia fea de Caracas y otras historias criminológicas. Prólogo: Guillermo Morón. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1982. 161 p. La cita procede de la p.42.

arrebatado que debe servir a todos y no a unos cuantos. Aquel día el pueblo se mostró cansado de los sacrificios que venía haciendo desde el 18 de febrero de 1983, el “viernes negro”, cuando comenzó el empobrecimiento que estamos viviendo y que estamos padeciendo cada vez que se devalúa nuestra moneda, porque cada vez que ello sucede se escapan, también, nuestras posibilidades colectivas y personales de realización. Y ello fue lo que claramente pedimos todos durante aquellos dramáticos tres días. Nos quedó, a muchos, a los que tenemos lo que hemos obtenido gracias a nuestro trabajo, le quedó a la clase media, al decir del periodista Fabricio Ojeda, el síndrome del saqueo[1]. Y, a todos, el miedo que en aquellos días emergió. Pero todos sabemos que, colectivamente, directa o tácitamente, expresamos nuestro sentir.

Aquellos acontecimientos nos enseñaron hasta qué punto sufrimos de la falta de ejemplo. Cuando miembros de la elite toman lo que no les pertenece, usan para sí dineros que no son suyos y que están obligados a administrar bien. Cuando esto sucede, no se puede pedir a los demás que respeten lo que otros tienen. Y esto no cambiará hasta que la punta de la pirámide dé ejemplo. Ese día la corrupción se frenará. Mientras eso no suceda, los que nada tienen se sentirán dueños de aquello que no es de ellos, por el sólo hecho de estar contemplando la forma como actuán los que deberían respetarlo y no lo hacen. Y esto se hizo evidente durante los saqueos que muchos contemplamos espantados, sintiendo que estábamos viendo a un país distinto, al que siempre hemos llevado adentro.

Pero teniendo esto en cuenta, señalando la gravedad de lo dicho, no nos queremos quedar en el sólo señalamiento de vicios. Hay que buscar su otra cara, señalar sus particulares aristas. El país no se terminó cuando todo retornó a la calma.

Todos observamos cómo el camino de la violencia desesperada no lleva a ningún lugar. Por ello, a la hora de

[1] Varios Autores: El día que bajaron los cerros,p.69.


levantar los cadáveres, de contar las vidas perdidas, se impone un silencio admonitorio, la reflexión. Por ello debemos oponernos, y para ello utilizamos esta tribuna esta mañana, a la ola de escepticismo que anda caminando por el país desde el 27 de febrero de 1989. A esto debemos oponernos, no podemos dejar que la actitud negativa siga corriendo, debemos detenernos y mirar el lado luminoso de la vida venezolana. No todo está perdido. Los álgidos hechos sólo nos indican que estamos ante una dolencia que es necesario curar. Pero esto no se hará realidad sin el concurso de todos. La nación no será otra, su democracia no será el régimen perfectible, si no sumamos todas las voluntades al trabajo común, al mejoramiento colectivo. De allí que se imponga volver a mirar todo lo sano en lo cual se fundamenta nuestra vida colectiva. De allí que la gran tarea que tiene la juventud actual ante sí es la de reivindicar al país, darle un lugar a la imaginación creadora, poner a andar iniciativas que tengan repercusión colectiva, esto hecho “sin autosuficiencia pero sin debilidad”[1]; desterrando todo aquello que complique nuestros problemas, terreno en el que parecemos estar bien preparados los aquí nacidos, para encontrar concertadamente, las soluciones que requerimos. Tiene la juventud venezolana de hoy, todos ustedes, que superar este presente “incierto y caótico” que dijera el novelista Adriano González León(1931-2008)[2], desterrar la mediocridad, dar vida a nuestras fantasías de realización personal y colectiva, vencer la tentación de hacer trampas, tener iniciativas positivas, soñar con altura y con grandeza en un futuro que sea consecuencia de la labor creadora y no del azar, un ámbito en el cual habite la

[1] Rafael Arraiz Lucca: Grabados. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1989. 205 p. Ver: Guillermo Sucre: ”Seguimos siendo objetos y no sujetos de la historia”(p.71-85). La cita procede de la p.82. [2] Rafael Arraiz Lucca: “Adriano y las tareas de Scherezadas” en Grabados,p.187-194. La cita procede de la p.192.


sinceridad, un país que sea morada y no infierno para sus hijos.


UNA ACOTACION FINAL


A la hora de cerrar estás páginas debemos añadir estas finales consideraciones. La primera es una observación, posterior al acontecimiento, dada por el doctor Ramón J.Velásquez en una conversación en los años finales de su vida. Dijo el politico, historiador y permannete vigía de la vida venezolana:


“De los sucesos del Caracazo…se ha hablado y escrito mucho. Soy de los que piensa que eso fue producto de una conspiración, que estuvo preparada. No creo que algo tan extenso, tan fuerte, tan coordinado, al punto que fue necesario traer tropas del interior del país haya sido pura casualidad, que por el siemple hecho de que había aumentado el precio de la gasolina y a alguien de la vecina Guarenas se le ocurrió protestar quemando unos buses, se haya producido todo lo que pasó. Eso no era motivo suficiente para saquear abastos, bodegas, supermercados, tiendas de electrodomésticos, intentar asaltar casas particulares y ocasionar tantos muertos y pérdidas. Alguién puso el fósforo. Alguien debió haber manejado esa explosión porque eso no se produce por si solo. Cuando hay hechos violentos al mismo tiempo en varias partes: el centro, el Paraíso, Sabana Grande, San José, Catia, alguién tiene que haber estado detrás. Hay que pensar que una acción punitiva, de castigo sobre una ciudad, como fue el “Caracazo”, no la desencadena un tipo de Guarenas. Yo no tengo datos ni informaciones que comprueben esto pero la lógica me lo dice”.


Desde luego es un punto de vista que debe ser tenido en cuenta, pese a que nosotros sostenemos, la espontaneidad del hecho, que fue lo que sentimos y vivimos los caraqueños.

Y además, debemos llamar la atención de tomar mucho ciudado la interpretación chavista de esos sucesos: el 27 de febrero de 1989, como ha propalado el gobierno actual, no es una de las raíces del régimen de Hugo Chávez y de su llamada revolución, el Caracazo fue un suceso único, particular. En su verdadero sesgo recomendamos escuchar la exposición, terriblemente dolorosa, dada por el padre Matías Camuñas, ´párroco de Petare, sobre aquellos sucesos. Y también el testimonio del también padre Alejandro Moreno Olmedo(1934), quien tiene décadas viviendo en la casa de una familia de un barrio de Petare donde tiene alquiladas dos habitaciones, cuando indicó que la gran matanza ordenada por el gobierno comenzó a realizarse cuando ya los hechos violentos habían mermado. El mismo padre Moreno ha señalado que tuvo la necesidad de ponerse la sotana para poder atender a los heridos y darle los sacramentos a los que estaban agonizando porque de aparecer allí vestido de civil hubiera hecho que los soldados le dispararán. Ambos prebíteros emularon al padre Luis Maria Padilla(1901-1985) durante los sucesos de la batalla de La Alcantarilla, en Puerto Cabello, durante el Portenazo(1962): cumplieron con su vocación de cristianos atendiendo a los heridos y a los agonizantes. Ese es el sesgo más certero de aquellos terribles sucesos, en donde murieron asesinados, según el cómputo de Enrique Ochoa Antich: 396 personas.

Algún día el Ministro de la Defensa, general Italo del Valle Aliegro, que siguiendo la orden del presidente Pérez ordenó la matanza, bien denunciada por Enrique Ochoa Antich, deberá ser juzgado dado que aquellos hechos fueron un delito y esos actos de lesa humanidad no posponen en la legislación internacional que se ocupa del asunto[1].

[1] El pasaje de la declaración del doctor Velásquez que hemos citado procede de Catalina Banko/Ramón González Escoriehuela: Ramón J.Velásquez: un país, una vida. Caracas: Los Libros de El Nacional, 2012. 201 p. La cita procedede de la p.96-97; Enrique Ochoa Antich: Los golpes de febrero. De la rebelión de los pobres al alzamiento de los militares. Caracas: Fuentes Editores,1992,170 p.. La lista de asesinados a la que hemos aludido está en las p.159-170. Sobre estos hechos se leerán con provecho también los análisis de Marcelino Bisbal y otros: El estallido de Febrero. Caracas: Ediciones Centauro, 1989. 135 p.; Miguel Izard: El poder, la mentira y la muerte. De El Amparo al Caracazo. Caracas: Editorial Tropycos,1991.116 p. Ver en este caso las p.61-94; Heinz R.Sonntag/Tahis Maingon: Venezuela; 4-F 1992. Caracas: Editorial Nueva Sociedad,1992. 110 p. y Susana Rotker(1954-2000): Bravo pueblo.Poder, utopía y violencia. Caracas: Fondo Editorial La nave va, 2005.221 p. Ver:”Sálvase quien pueda. Notas sobre el Caracazo”(p.209-221). FEBRERO: UNA NOVELA SOBRE EL CARACAZO


Fue Argenis Rodríguez(1935-2000), quién sino él, el escritor que concibió y publicó una terrible y veraz novela sobre el Caracazo. Nos referimos a Febrero(Caracas: Fuentes,1990.184 p.), la que tiene su lugar en los libros sobre la violencia en nuestro país.



UN RECUERDO PERSONAL


Antes de entrar en la novela de Argenis Rodríguez deseamos recordar nuestra propia memoria sobre el 27 de febrero, necesaria para comprender la veracidad de su libro, obra de la violencia en grado extremo, la personal y la politica.

La mañana del lunes 27 de febrero de 1989 nosotros amanecimos con una gran fiebre, producto de una pertinaz gripe. Sin embargo, nos levantamos, vestimos, desayunamos, saludamos a nuestra mamá, quien estaba muy enferma, no había podido resistir la muerte de su amado esposo, nuestro papá. Y salimos a nuestra oficina en Parque Central porque debíamos firmar un informe para la presidencia de Fundarte, donde ejercíamos la dirección de su editorial, que debía salir aquel día. Lo hicimos, lo firmamos y con tanta fiebre alrededor de la una bajamos para irnos a casa. Ya al bajar se escuchaban los grandes gritos de la multitud que ya se estaban adueñando de la ciudad. Tomamos nuestro carro y subimos hacia San Bernardino, donde vivimos, al pararnos en el semáforo en uno de los cruces de la avenida Panteón observamos ya a la multitud saqueando el centro comercial que estaba a pocos pasos, la violencia era grande, tanto que aceleramos, nos comimos la luz y seguimos volando hacia nuestra casa. Allí reposamos hasta iniciado el fin de la tarde cuando la enfermera de nuestra mamá nos inyectó tratando de que mejoraramos. Fuimos informándonos de lo que sucedía. En esos días no salimos. Sabíamos de la mortandad, cuando llegó la enfermera que pasaba el fin de semana atendiendo a mi mamá le preguntamos como estaba la cosa en el hospital del oeste donde ella trabajaba. Y nos respondió: “Señor Roberto, no me pregunté. Son filas de cadáveres, amontonados en los pasillos del hospital”. Pronto fue la preocupación para que no nos faltara comida en casa, máxime con mi mamá tan enferma, aunque conversamos mucho con ella, como era habitual entre nosotros, con mis hermanos y conmigo. Una de esas noches, ante el hecho de estar sin hacer nada, después de haber leído un buen rato y haber escrito, lo que siempre ha sido nuestra faena habitual, nos pusimos a cocinar un arroz con lecha. Cuando terminamos la muchacha de servicio nos dijo que habíamos gastado toda el azúcar que había. A buscarlo nos dedicamos al día siguiente. Fuimos a un abasto de un judío, querido vecino nuestro. Nos dijo que no tenía. Pero como a las 6,30 pm tocó la puerta y nos obsequió dos kilos diciéndonos:”Esto es para mamá”. Esa noche, había toque de queda, yo conversaba con mi mamá. Oí un extraño ruido, me asomé a la ventana y observé subir por nuestra calle a un tanque de guerra. Lo que vimos sucederse nos pinta a los venezolanos en nuestra manera de ser: cuando el tanque comenzó a recorrer nuestra calle, de uno de los edificios salió una señora con una bandeja llena de comida, caminó hacia el tanque de guerra, les gritó a los soldados que se pararan. Inmediatamente uno de ellos salió del tanque, tomó la bandeja, la metió dentro del tanque. La señora se quedó esperando. A los pocos minutos el soldado salió del tanque y le entregó la bandeja ya sin los alimentos que la buena señora les había regalado. Y siguieron, pasaron por delante de nuestra casa. Ese hecho, del que fuimos testigo, no lo hemos olvidado nunca porque es de aquellos que nos pinta a los venezolanos tal cual somos.

Y a los pocos días, cuando todas las tardes salía a hacer filas ante los abastos para comprar, con la angustia de mi mamá se podía quedar sin qué comer. En el primero de esos abastos hice gran amistad, que todavía conservamos, con los dueños, ya que sólo dejaban entrar solamente seis personas cada vez. Una de esas tardes un niñito del barrio cercano, Los Erasos, nos dijo “El barrio es hoy una tienda por departamento”. Le dije ¿Por qué dices eso? porque allá se consigne de todo, todo hurtado, desde luego. Si desea una computadora nueva deme el dinero y yo se la traigo.

Un último recuerdo: nos sucedió en otro abasto, vimos una serie de estanterías vacías completamente. Le preguntamos: ¿amigo, que había allí que los estantes están vacíos?. Nos respondió: no lo va a creer allí había Veneno para ratas, nos respondió.

A personas de mi afecto le pasaron cosas: una de mis mas amadas amigas salió caminando de su oficina el 27 de febrero, trató de llegar a su casa en San José, pero la algarabía y los tiros se lo impidieron. Vio que estaba cerca de la casa de unos amigos: tocó la puerta y se quedó a pasar la noche con ellos.

Su mamá nos contó, días después: ella vive en San José, estaba asomada a la ventana y desde allí vio el asalto a uno supermercado cercano. Cuando, varios días después, nos lo contó, nos dijo “Ví a mis vecinos asaltar el Supermercado y salir cargando con lo robado. Yo no sabía que entre mis vecinos había tantos ladrones”.


FEBRERO


Febrero, el libro de Argenis Rodríguez es un libro sobre la ciudad estremecida, sobre la violencia urbana, incluso en los primeros relatos, que llenan la primera parte(p.11-75), anteriores al que registra de el Caracazo, que se entre las p.77-160, que es particularmente que nos interesa aquí.Febrero nos pone frente a la gran capacidad de observación de su autor de aquello que veía su autor. Nos contó después que él todos los días salía, vivía en Los Rosales entonces, camina, observada y luego regresaba a su casa y tomaba nota de todo lo observado que fue la base de la escritura de Febrero. De allí la veracidad de lo narrado, tan elogiado por Salvador Garmendia(1928-2001) otro narrador veraz del sucederse urbano y de su misterio.

Son especialmente singulares lo contado de los días centrales de El Caracazo, el 27 y 28 de febrero, narrando su suceder hora y a hora. Relatos en los cuales es evidente lo que sucedía en la urbe,”Bueno, la radio habla de muertos, atracos, asaltos y tiroteos”(p.99),”trató inútilmente de encontrar in taxi o un autobús”(p.100), “pero yo aquí no he oído niungún disparo…El hombre iba a responder cuando vio caer a la mujer y cuando volteó recibió un balazo en el pecho”(p.104-105), “Yo nunca he visto algo semejante”(p.113), “No oyes como una fogonazos desde el Cementerio o desde la Universidad”(p.118),”Bueno…si quieres saber lo que está pasando lánzate a la calle, arriésgate, quémate”(p.124). Pero el narrador también cuenta aquello que les pasaba a las gentes dentro de sus casas, especialmente a la parejas en crisis(p.96).

Tal el registro y el testimonio de aquellos tres días(febereo 28.marzo 1,1989) que la ciudad de Caracas vivió, en la cual, según los recuentos de las instituciones de Derechos humanos cayeron mas de 400 personas, la mayoría asesinados por el ejército. Pero los verdaderos autores de la masacre, el presidente y el ministro de la Defensa nunca fueron juzgados, como la causa pospuso para el presidente al haber fallecido queda por ser llevado frente a los tribunales al general ministro de la Defensa.

De todo ello, Argenis Rodríguez nos dejó el registro de aquellas horas inolvidables, inolvidables en el sentido que forman parte de aquello que no se olvida, ya que su recuerdo es siempre doloroso. El Caracazo constituyó uno de los grandes hechos de nuestra vida contemporánea, pero no creemos que tenga que ver, pese a su cercanía en el tiempo, de la insurrección militar frustrada de 1992.



1992. CALLETANIA


Israel Centeno(1958) ha saltado a la palestra literaria de forma enfática con una potente nouvelle de intensa atmósfera febril. Nos referimos a Calletania[1]. Se trata de un texto hermoso, delirante, alucinado. Por sus páginas atraviesan un grupo de personajes desarraigados, sin destino preciso, descoyuntados por la droga. Estos habitan en una ciudad conmovida por la delincuencia. Esa urbe es observada por el novelista a través de una mirada poética, traspasada, en largos pasajes, por un hondo erotismo, a veces presentido, otras deseado, algunas realizado.

Algunas de sus páginas nos explican el viaje hacia las tinieblas que Calletania nos propone.”Cronos es un dios quimérico. Estuve en un mar denso. De cuerpos vivos en vez de oleaje, sin timón, sin astrolabio, sin cuadrantes”(p.33); “me había abandonado en un mundo escatológico donde se trasciende de un umbral a otro, sin saber si se ha entrado a los infiernos”(p.121); “Se fracturaron definitivamente nuestras vidas y caímos al abismo”(p.124).

Una atmósfera de pesimismo irredimible acompaña a esos curiosos seres. No creen en nada. Los ídolos han caído. No hay en quien confiar. Ni quien admirar: “Algo pasa. Mi generación es una generación frustrada. Unos quieren vivir en barriles...y andar por el mundo con una lámpara, y otros insisten en darle un sentido a la vida, a cada hecho, pero ya ese sentido no es transformador, es simplemente explicativo. Tanta reflexión nos ha devastado”(p.75).

Pese a que en nada creen, que son drogos, que se dedican al delito, que la mayor parte pertenecen a esa sociedad paralela que es la marginalidad, estos malandros de Calletania son cultos. Han estudiado, algunos han pasado por la universidad. Y lo decimos porque a lo largo de esta

[1] Israel Centeno: Calletania. Caracas: Monte Ávila Editores,1992. 125 p.


novela corta encontramos que sus protagonistas van a bautizos de libros(p.13), “debaten prólogos de libros, recorriendo galerías”(p.18), leen a Lenin, a Goethe, a Bakunin, a Marx y hasta parafrasean al muy magnífico señor de Sade(1740-1814). Si su preocupación intelectual es evidente también lo es lo social(p.15-16) o su interés por la música, ya sea la de Janis Joplin(1943-1970), Joan Baez(1941), Linda McCarney(1941-1998), Glen Miller(1904-1844) o Toña la Negra, Antonia Peregrino Alvarez(1912-1982).

Estos seres viven intensamente, gustan del placer “no hay que pensar las cosas cuando deleitan”(p.35) dice uno de ellos; “Rindámonos indiscriminadamente a todo lo que nos inspiran las pasiones y seremos siempre felices”(p.107) afirma otro. Es por ello que aunque están perdidos en la ciudad, enfebrecidos por la droga(p.37 y 98), buscan el amor para por medio de él, a través de los lazos de la sexualidad, encontrarse así mismos, “sin Marta, ni Raiza, ni Tania. Me siento como una bestia descoyuntada, sin posibilidad de articularme en un vacío, sin deseos de vida, de resucitar”(p.89). Por ello desean “tomar su vida y ofrecerla en sacrificio a un Dios desbocado, luminoso, terrible”(p.26).

Calletania es logrado libro. Cosa que pocos escritores alcanzan desde su primera obra[1]. Dentro de nuestra literatura de estos días, en la cual se publican muy pocas novelas, la mayoría de ellas de escasa significación literaria, encontrarnos con un volumen como este resulta hondamente estimulante. Pero tratándose de un escritor, ya que esta es una obra producto de un largo esfuerzo de creación, el crítico no deja de sentir miedo al elogiarla. Pavor hondo pues conoce cuantas veces, dentro de nuestras letras, la alabanza de la obra con la cual inicia su carrera un creador la ha paralizado, definitivamente en algunos casos, a más de un creador bien pertrechado para

[1] Obras singulares en los tiempos recientes de nuestra literatura son Francisco Herrera Luque con Boves, el urogallo(1972) y Francisco Suniaga con La otra isla(2005).


su oficio. De allí nuestro recelo. Los aplausos han detenido la obra de muchos escritores en nuestro medio, ya que las apologías, al parecer, les han hecho olvidar hasta que punto debe porfiar un escritor hasta llegar a la palabra exacta, precisa, la que revele un mundo; hasta que punto debe ser laborioso en su trabajo; hasta donde sacrificado; paciente frente a la página en blanco; sencillo en la comprensión de sí mismo; diligente en la elaboración de un lenguaje expresivo. Y como nos encontramos con un intelectual que nos ofrece una obra singular, de quien sabemos que hace poco ha terminado otra ficción, Hilo de cometa y otras iniciaciones(1996), si bien deseamos alentarlo con nuestra lectura por otra tememos que nuestro encomio no surta el fin deseado. Por ello no podemos evitar consignar con alegría el nacimiento de un escritor con palabra propia ni esconder nuestro temor[1].


1999: LOS ULTIMOS ESPECTADORES DEL ACORAZADO DE POTEMKIN


Creemos que cada vez que releemos Los últimos espectadoras del acorazado de Potemkin de Ana Teresa Torres(1945), cuya primera edición se imprimió en Caracas en 1999, nos damos cuenta que estamos ante una las grandes novelas de la literatura venezolana y ante un jalón decisivo de las letras latinoamericanas de nuestro tiempo. Además concebida por la escritora venezolana cuyo nombre se debe inscribir dentro del grupo de las grandes narradoras del continente, como la mexicana Ángeles Mastretta(1949), la chilena Marcela

[1] También referido a la temática que tocamos en estas páginas lo son también la novela corta de Israel Centeno: Exilio en Bowery. Caracas: Troya,1998. 146 p.; la de Juan Carlos Méndez Guedez: Retrato de Abel con isla volcánica al fondo.. Caracas: Troya,1997. 98 p. y la del dramaturgo Néstor Caballero(1953): Naranjas dulces. Caracas: Monte Ávila Editores,2007.643 p. su primera novela, hecho que celebramos. Serrano(1951), la colombiana Laura Restrepo(1950), la nicaragüense Gioconda Belli(1948) entre otras. No hay exageración alguna con esta afirmación, solo que nuestra palabra escrita sigue amurallada en nuestro medio, como solo, al parecer, concebida para nosotros solos, paredón que últimamente hemos visto saltar a algunos de nuestros libros, entre ellos los de la propia Ana Teresa Torres como Doña Inés contra el olvido, traducida al inglés y portugués, la novela La enfermedad, de Alberto Barrera Tyzska(1960) con tres ediciones fuera de nuestras fronteras, las tres premiadas en Barcelona, París, Londres y Pekin, Villa diamante, de Boris Izaguirre, finalista del Premio Planeta(2007) o las recientes publicaciones internacionales de Días de rojo, de María Elena Lavaud(1964), esta ya con tres ediciones, Falke(2004), de Federico Vegas(1950) con edición mexicana, o Lances, lunares y luces(2010) de Helena Arrellano Mayz(1963), con dos ediciones simultáneas en Caracas y Ciudad de México.

Celebrar otra vez el escribir de Ana Teresa Torres y el sentido hondísimo de Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin, esplendida novela, es casi obligación de todo buen lector de las letras venezolanas[1].

[1] Ana Teresa Torres: Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin. Caracas: Monte Ávila Editores, 1999. 309 p.,2ª.ed.Prólogo y notas: Miguel Gomes. México: Fondo de Cultura Económica,2010. 420 p., nuestras citas proceden de la segunda edición Esta nueva aparición del libro, su edición internacional, puesta circular entre las publicaciones de la reputadísima editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, de la cual siempre se ha dicho que se debiera llamar Fondo de Cultura Ecuménica, dado que esta toca con sus libros todos los registros del saber. El volumen de Ana Teresa Torres ha aparecido en la colección Aula Atlántica que dirige el crítico peruano Julio Ortega. Esta edición, la segunda, tiene dos elementos que amplían su consideración: en esta nueva aparición de su libro su autora ha restituido a su texto pasajes que fueron suprimidos en su primera edición, especialmente en su capítulo 36; lo segundo es que esta es una edición crítica, cuidadosamente anotada y prologada por el profesor venezolano Miguel Gomes(1964). Sus observaciones a pie de página nos permiten llegar a la entraña, al corazón, al meollo, de esta destacada novela. Ana Teresa Torres: Doña Inés contra el olvido. 7ª.ed.Caracas:Alfa, 2008.254 p.Su primera edición apareció en 1992. Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin es una obra que trata una serie de tópicos a través de los cuales hemos pasado al leer las novelas de Ana Teresa Torres, en especial en Doña Inés contra el olvido[1] en su repaso de los laberintos de nuestra memoria colectiva. Con tópicos del vivir venezolano nos topamos otra vez al volver a leer Los últimos espectadores del Acorazado de Potemkin. Ello por medio de una incursión en el pasado cercano, a través del arte de recuerdo, el fin: la muerte, la realidad y el deseo, el tiempo, las imágenes de una vida, todo ello visto por un narrador descreído de la aventura humana(p.132), se nos ofrece en este libro desesperanzado(p.196), agrio, amargo, a través de cuyas páginas observamos el fin de un tiempo, la muerte de unos ideales, de una idea que no fue fecunda, es por ello que aquí nos topamos con los “escombros de una vida”(p.59).

Aquí estamos ante una historia en la cual dos interlocutores, quienes conversan a lo largo de la narración, al hacerlo crean vínculos hondos. Pero esta es a la vez es una novela en la novela porque todo la conversación de aquellos dos seres solitarios, un hombre y una mujer innominados, ruedan alrededor de lo que leen en un texto intercalado, “La noche sin estrellas”, y a veces sobre todo aquello que se lee en una traducción que ejecuta la mujer del relato “La segunda muerte deEurídice”. Ambos textos se entrecruzan en las confidencias de aquellos dos derrotados: él fracasó en su vida, cuyos testimonios quiere borrar, de él se puede decir que ha bajado a los infiernos, como Orfeo, en busca de su mujer desaparecida: Eurídice, pero quien también lo hace en busca de las huellas de su hermano muerto, un guerrillero de los años sesenta. Ella, la interlocutora, apenas espera la parcatraduciendo precisamente el libro sobre Eurídice.

Haciéndolo descubre que asiste al segundo deceso de quien la acompaña cada noche en el bar “La Fragata”, también el nombre de un barco que navega, o puede haber dejado de hacerlo; por ello buscan el tiempo perdido y para hacerlo deben entrar en los recuerdos, lo único que posee el ser humano. Las memorias que están en “La noche sin estrellas” si bien son las propias de lo vivido por un insurgente recogen también los vivires de su abuelo, un caudillo de montoneras de los días finales de nuestras guerras civiles, cerradas el 22 de julio de 1903, en la batalla de Ciudad Bolívar, día también aquel del fin del caudillismo. Pero como aquello está redactado por un revolucionario de los años sesenta todo está justificado a través de cierto ropaje de ideas izquierdistas, concepciones que no poseen muchos matices ideológicos, son mero barniz aprendido en manuales venidos de la antigua URSS o de superficiales lecturas de Marx. Lo que pervive, y la autora lo dice en un pasaje decisivo de su obra, es la esencia de la vividura nacional: los caudillos no desaparecieron, están vivos en nuestra experiencia colectiva. Vivos pero con ideas importadas, llenos de etiquetas(p.114), creyendo que se realizará aquello que se observa en la película(1925) de Sergei Eisentein(1898-1948) que da título a la novela y se nos ofrece como clave del libro, sus últimos espectadores son los postreros de una idea que dejó de vivir. Y para mostrar este proceso el personaje, que muy bien puede ser el guerrillero, quien no cuenta la historia de su hermano sino la de sí mismo(p.243), esta es nuestra personal interpretación, ya que “no sé diferenciar mi memoria de mi imaginación”(p.416), debe escribir para esclarecer lo que cuenta a su amiga. Por ello ella le dice “Quiero hacer de su vida un texto. Escribirlo y borrarlo. Esa es la verdadera escritura. Ser uno mismo el personaje de ficción. Lograr que la vida sea sólo una ficción modificable”(p.143). Así todo puede ser verdad pero puede ser mentira, invención o recreación. Y eso sólo se puede hacer, repetimos, con el arte del novelista(p.160).

La presencia de la historia en toda meditación venezolana, en la entraña de esta potente novela, nos ha hecho recordar, siempre que la releemos, este pasaje de Germán Carrera Damas:


“La historia esa quizá el ramo del conocimiento que más ha pesado hasta el presente en el complejo cultural venezolano. Las diversas expresiones de nuestra cultura exhiben huellas de una fuerte carga histórica, manifiesta no solamente en lo que sería normal integración de sus componentes, sino también en la presencia de la Historia como disciplina básica en la elaboración de los múltiples productos culturales. Así, es constante, a veces enconado y por momentos ridículo, el ardor puesto en el debate en torno a las cuestiones históricas tradicionalmente consideradas de mayor significación”[1].


Creemos que tal idea está viva en el corazón de la meditación venezolana, a través de la ficción, que se nos ofrece en Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin.

Recordando quiere el protagonista exorcizar sus fantasmas. Por ello se presenta como el último revolucionario venezolano, como alguien que se acuerda “del fallido envío de armas…de la fallida revolución”(p.251). Y ello porque “Aquí hubo una vocación histórica, comprende, aquí nos gusta que la gloria, la desgracia y el vituperio queden registrados. En cambio, a ellos les importó un pepino la historia. Nosotros nos pasamos la vida en las leyendas, las doradas o las negras, debatiendo la metafísica de violar indias o de traer esclavos, preguntándonos si se dejó una cultura o se impusoun idioma, si la democracia debe ser populista o neoliberal”(p.191), “este señor…decretó que la historia ha terminado. Pero para nosotros no, nosotros nadamos en ella, estamos inundados de ella, vivimos en ella”(p.192), es por ello que estamos cargados de testimonios, de memorias, de nostalgias, apestamos al pasado, somos una pesadilla, no podemos salir de lo hecho y mirar hacia

[1] German Carrera Damas: Historia de la historiografía venezolana. Textos para su estudio. Caracas: Universidad Central de Venezuela,1961. LXXII, 650 p. La cita procede de la p.X.


delante, dejar atrás lo ya superado, como sucede al personaje de esta novela para quien lo ido, lo hecho por el abuelo caudillo y no concepciones marxistas tiene mas valor que aquello que le dice la realidad la cual habla por si misma, resplandece en sus signos, lo es todo, le es imposible por ello ver los cambios que suceden a su alrededor, como han muerto las ideologías, ciertas concepciones de la vida, ciertos mitos que su generación elevó a categoría de dogmas. Y esto sucede porque esta criatura está engolfada en el pretérito. Es por ello que la esencia de Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin no es otra que la interrogante en torno al modo como debemos ver al pasado porque su consideración superlativa nos puede hacer fracasar, no nos deja ver los signos del tiempo en que vivimos y esto porque lo muerto está “vaciado de sentido”(p.115-116), cuando todo acaba “la muerte organiza nuestras vidas pero pertenece a los otros”(p.58) por ello no podemos seguir contando la historia de una muerte como sucede en esta obra porque sería como revolcarnos en ella(p.76). De allí que tras la desaparición vemos como lo creído se difumina, no tienen sentido ciertas cosas, ciertas concepciones, ciertos artefactos como por ejemplo la película La hora de los hornos(1968) de Fernando Solanas(1936), en donde se infama a Jorge Luis Borges(1899-1986) y a Manuel Mujica Lainez(1910-1984) solo por no ser gente de izquierda, sino quienes a través de la literatura supieron otear lo que venía, con ellos la palabra escrita nos mostró las nuevas horas por venir. En cambio de La hora de los hornos no quedó nada.

Pero aquí se nos narra también, con acentos huracanados, el fin de un tiempo en la vida de la humanidad, un espacio en donde todos están derrotados, en la cual no sólo todo se ha mutado sino que diversas concepciones ya no tienen lugar: el amor se ha degradado tanto que es “tan corto el amor como el olvido”(p.228), la sexualidad ha decaído(p.200-201), sólo pervive el sexo compartido (o el voyerismo[1]), vivimos días de derrota colectiva, sobre todo en América Latina, todo se ha vaciado de sentido, ahora contemplar “la belleza es siempre contemplar la muerte”(p.57), “la muerte organiza nuestras vidas pero pertenece a otros”(p.58), el vivir así derribado y alterado(p.59), “Contamos siempre historias de muertos, nos revolcamos siempre en la muerte”(p.76). Y sólo es “el azar el que nos salva de la desaparición”(p.252). Así la meditación sobre los mas negro de la condición humana constituye la entraña de Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin. Es la pervivencia de la noche oscura, sin estrellas que den luz.

Tal nuestra nueva lectura de esta novela, lo hemos hecho gustándola y sufriéndola en cada línea, ya que derivaciones son múltiples.


2002: EL ROUND DEL OLVIDO


Mientras leíamos la novela de Eduardo Liendo(1941): El round del olvido[2], que ahora hemos reeleído a nueve años de su primera edición(2002), verdadera novela del olvido, venían a nuestra mente constantemente unas líneas de don Francisco de Quevedo y Villegas(1580-1645): “y solamente/ lo fugitivo permanece ydura”[3] dice el gran bardo del Siglo de Oro, porque perduran las vivencias, las experiencias, lo vivido y sentido como

[1] Así nos los ha permitido ver Paul Ableman en su Anatomía de la desnudez, Barcelona: Planeta,1984.141 p., donde sostiene que lo único que nos quedará será el voyerismo. Más demoledor sobre el carácter actual de la sexualidad es el análisis de Mario Vargas Llosa en La cultura del espectáculo. Caracas: Alfaguara, 2012. 227 p. Ver el capítulo IV “La desaparición del erotismo”(p.105-128). [2] Eduardo Liendo: El round del olvido. Caracas: Monte Ávila Editores, 2002. 506 p.; 2ª.ed.Caracas: Alfagaura, 2009. 581 p., de esta última proceden nuestras citas. [3] Francisco de Quevedo y Villegas: Antología poética. Madrid: RBA Editores, 1999. LX, 225 p. La cita procede de la p.68,


sucede a los personajes de esta novela pese a que sufran del olvido o crean que van a perder lo recordado, de allí que una escritora, uno de los protagonistas de la ficción, escriba las experiencias de ellos tres, los suyos incluidos, para salvar del olvido las memorias que cada tiene de sus propias experiencias, de sus propias aventuras.

Novela política e íntima es El round del olvido. En ella la política predomina, de allí que Liendo fije las vivencias que relata a partir de una cita de Stendhal(1883-1840), la cual refiere dos veces en el cuerpo del libro. Ella es “La política es una pesada piedra amarrada al cuello de la literatura”(p.275 y 562) como lo escribió en Rojo y Negro(1830)[1]. Por ello la subjetividad humana debe abrirse paso a través de la maraña que impone la política al sucederse humano, debe buscarse, lo buscan los personajes de Liendo, la forma de traspasar esa broza.

Esta que se nos cuenta en El round del olvido es la historia de tres personajes de la Venezuela de los años sesenta y setenta: un músico y poeta que se incorpora a la guerrilla en los años sesenta, Oliver, ”tímido e introvertido”(p.64); un boxeador, Teo, ”un ser temerario que llevaba su destino en los puños”(p.64) y una periodista, Noelia, quien será la que escriba la novela para tratar de evitar el olvido que cubre siempre las experiencias vividas. Y así de tratar, con la escritura, de detener al tiempo(p.113, 266, 275, 442, 525, 573); “se iba hilando en mi imaginación la posibilidad de novelar el olvido”(p.308), así la novela que tenemos entre las manos pretende ser: “memoria, contra el olvido”(p.559).

En la trama ambos hombres, Oliver y Teo, están enamorados de Noelia desde la niñez, las vidas de los tres se entrecruzan en la madurez; la presencia de “la razón de los cuerpos, la razón del deseo”(p.422) se impone algún día entre Oliver y Noelia a pesar de ser ella pareja de Teo. Son las razones de la vida que se abre siempre camino entre la espesura del vivir, del experimentar, del sentir.

[1] Sthendal: Rojo y negro. Madrid: RBA, 1999. XXVI,421 p.


Noelia llega a proponerse escribir aquella novela del olvido, que es lo que es el libro de Liendo, ya que como periodista le siguió los pasos a los grandes personajes olvidados de la vida del país, a un escritor famoso, a un actor de telenovela, a un político ya fallecido. A esos reportajes los titulaba “Los olvidados”: “La experiencias de Los olvidados me había sido útil para advertir o intuir lo que la vida podría tener de espejismo, de fugacidad y embeleso. La pugna entre el ser y parecer”(p.259-260) dice ella. Pero también hay que utilizar la imaginación “para suplir un bache de la memoria”(p.420). Lo que la memoria recuerda lo encuentra en una confidencia: “Te he amado toda la vida, o quizá antecedió a la frase el condicional creo…es un claroscuro de la memoria”(p.420) o la íntima confidencia “una larga plática, cuyos diálogos se conservaron entre muchos olvidos”(p.430) que desea atrapar lo antes vivido y ello pese a su conciencia de que “Es algo penoso contar desde el olvido”(p.11), que es lo que se propone hacer.

El round del olvido es novela compuesta por capítulos entrecruzados en los cuales se va narrando la experiencia de cada uno, con abundantes perspectivas y puntos de vista del narrador para contar su historia: una anécdota fijada en la frustración política, los guerrilleros nunca llegaron al poder, en los avatares de la carrera de un boxedor, con lo cual Liendo convoca a su ficción una historia tan antigua como la literatura. No hay que olvidar que hay un pugilato en la Iliada, seguramente escrita en el siglo VIII aC, la obra con la cual se inician las letras occidentales[1].

El round del olvido es un libro tejido con “retazos de la realidad”(p.381), cita en la que observamos la vocación realista de su narrador. Pero también aparecen en él los hechos de las décadas que novela: los años sesenta y sus experiencias: la película Las fresas de la amargura, la música de protesta, la Escuela de Letras de la Central, la

[1] Homero: La Ilíada. Caracas: Biblioteca de El Nacional,1999. XXXII,472 p. La cita procede de la p.895, versos 700-739.


Teología de la Liberación, las nuevas experiencias sexuales, los Beatles, las pastillas anticonceptivas, la televisión, “nueva caja de embrujos”(p.216), “el espejismo de la telenovela”(p.217), la cercanía a los movimientos de liberación de las mujeres, la guerrilla, la utopía socialista, ”un proyecto socialista perfectible”(p.90), “Sartre, camarada de los extremistas latinoamericanos”(p.297), la Europa tras el telón de acero, el significado de la primavera de Praga(1968), la belleza singular de esta ciudad, el Parque Gorki de Moscú, los cuestionamientos, “el descalabro del movimiento armado” en Venezuela(p.327), la Revolución Sandinista(1979), los libros de Milán Kundera, la caída del Muro de Berlín(noviembre 10,1989), la vida de la venezolana democrática, la visión de Nueva York.

Oliver es un guerrillero que desea recuperar lo humano perdido en sus andanzas revolucionarias quien desde muy temprano se da cuenta de los “desgarramientos de la doctrina: la clarividencia y la ceguera del barbudo Marx, en permanente enfrentamiento. Los rumores provenientes de las calles de Praga. El tambor batiente de la revolución cultural china…Las gesticulaciones megalomaníacas del líder habanero y el nacimiento purificador del mito del Che”(p.263); “la libertad espiritual confiscada por la ideología”(p.408), “Estas reflexiones y aflicciones”(p.419) propias de quien ha vivido estas experiencias, las “críticas al estalinismo se hacían en alta voz”(p.276) en el Moscú de fines de los sesenta, memora; la conciencia madurada de que “el primer deber de un hombre es pensar con su propia cabeza”(p.364) como enseñó José Martí(1853-1895); las observaciones del momento cuando la guerrilla se convierte en simple delincuencia(p.398); la incapacidad de cambiar el mundo sino es posible cambiar primero uno por dentro, lograr ser un “revolucionario, no un mercenario”(p.407). Esto antes de conocer “el terrible mundo de Kundera, el mundo reflejado en La broma y en La vida está en otra parte”(p.275). Kundera es, en sus bellas y estremecedoras novelas, el crítico más demoledor de los males del socialismo autoritario, aquel que no traspasó de la “dictadura del proletariado”. Críticas hechas por hondura y belleza literaria. Es imposible sustraerse a su mundo humanístico ni dejar de vibrar con sus bellas historias de amor, con los encuentros y desencuentros de las parejas que aparecen en sus obras. Crítica la de Kundera especial: enjuicia al sistema comunista pero observa a las personas, hombres y mujeres, con ternura, con sentido profundamente humano. Por ese camino se aventuró al criticar al socialismo real, a ir mas allá de la dureza y opresión del George Orwell(1903-1950) de 1984. De hecho La insoportable levedad de ser es una ratificación de lo dicho por el novelista británico pero visto con ojos más humanos, aquellos que captan el sufrimiento vivido, lo padecido cuando no hay libertad sino opresión, los dones del erotismo.

Noelia, ya lo hemos anotado, es El round del olvido, la narradora a través de la cual penetra en la novela una mujer liberada de nuestros días, culta, feminista. Y penetran también las lecturas de las obras de muchas escritoras que ahora influyen en la escritura de sus compañeros varones quienes también escriben. Esto no es nuevo. ¿Se han fijado nuestros lectores de la influencia de la novela mujeril latinoamericana en un libro de Carlos Fuentes(1928-2012) como lo es Los años con Laura Díaz[1]?.

La esencia de este hermoso libro, una novela de muy largo aliento, la hallamos cuando leemos que lo que se nos presenta es una “historia de amor y olvido”(p.377), “Ahora cuando escribo descubro las ramificaciones de los hilos de la red, ya extraviados en la memoria”(p.409). Cuando la novelista acota en sus manuscritos, que en fin forma el libro que leemos, “La primera idea de registrar estos recuerdos flotando en una balsa hacia el olvido resultaba más clara y precisa. Pensé referir mi conocimiento cercano de dos seres que, por la forma como enfrentaron su existencia, resultaban singulares y en cierto modo

[1] Carlos Fuentes: Los años con Laura Díaz. México: Alfaguara, 1999.600 p.


transcendentes a la cotidianidad, aunque ninguno de los dos alcanzara la dimensión de auténtico héroe”(p.64); para hacerlo tuvo “que espolear la memoria para recuperar la anécdota”(p.104), “antes de continuar esta novela que evoca al poeta militante y al boxeador”(p.165).

Así el olvido forma la entraña de este libro que de forma tan entrañable nos acerca a tres seres de carne y hueso de los setenta. Por ello leemos sobre su esencia: “Sobre el recuerdo se tienden vagas nieblas de olvido. Lenta y casi imperceptiblemente el olvido desdibuja las orillas de cada recuerdo, las gasta, las doblega, interrumpe sus relaciones de manera que una isla de recuerdos no pueda comunicarse otra isla significativa, quedando así solitaria, disminuida y a la deriva; de esos retazos del naufragio de la memoria va conformándose la novela del olvido”(p.371). Y eso es novela del olvido(p.418). Este, el olvido, vive entre lo que hemos experimentado y es posible olvidar pero es posible abrir “una rendija en el olvido”(p.30) para volverlo a recobrar pese a “A las voces también la disuelve el olvido, sabe Ud. Neolia…el olvido es como un dragón gigantesco que lo devora todo, no hay manera de escapársele” (p.182), es cierto que este nos alcanza(p.212-213), que es real, “la silenciosa e invisible polilla del olvido”(p.215), que vivimos en la “Casa del olvido”(p.248), “encima del peñón del olvido”(p.322), estamos en el tiempo “ese largo camino hacia el olvido”(p.329), vivimos en el “barrio del olvido”(p.414), “El olvido borra los matices de muchas sensaciones”(p.435), uno recuerda desde el olvido(p.435). Y sólo nos podemos salvar de él mediante la escritura: “La ficción suele ser un camino de astucias para arribar al olvido. La memoria se vale de sus mejores recursos no para recordar, sino para olvidar”(p.422), “Sólo que imperceptiblemente, sutilmente,insospechadamente, el olvido comienza a fraguar su plan inexorable, a borrar las huellas fulminantes” (p.454), “una de las más prácticas estrategias del olvido: el movimiento”(p.455) mientras más actuemos mas nos alejamos de vivido, de lo que puede recordarse, rememorarse, “después el recuerdo fue internándose cada vez más en el olvido”(p.480), “cuando ya se creían perdidos dentro del olvido”(p.508) podemos ser rescatados por el que recuerda o se impone recordar “desde el fondo del oscuro aljibe del olvido”(p.511) para evitar, pese a que sea extraño, “cómo tantos hechos son devorados por el olvido mientras que otros pocos se aferran tercamente a las neuronas”(p.566).

Es por ello que los recuerdos, y esta es otra instancia de este novela, constituyen un elemento a tomar en cuenta cuando se quiere disolver el olvido porque ellos constituyen “ese viejo perfume en trance de extinguirse que eran sus recuerdos” (p.215), “ella no supo nunca que en el recuerdo que él rescataría de aquella ciudad, sus ojos verdes persistirían por mucho tiempo en la memoria antes de sumergirse en el olvido”(p.265), “Trato de recordar los matices que tenía la existencia de entonces para no serle infiel a los personajes a los que me debo”(p.266) y ello porque “los dos valores supremos de lo humano eran la memoria y la imaginación y ambos se hallaban atesorados en los mejores libros”(p.376).

Pero también junto al olvido y al recuerdo aparece en El round del olvido el tiempo, ese señor inapelable, como la muerte, ese Cronos siempre vivo, que hace que “con el tiempo a veces la memoria apacigua y deforma emociones”(p.40). El tiempo es inexorable.


2002: EL DIARIO ÍNTIMO DE FRANCISCA MALABAR


Nos parece un hecho literario inexplicable que aun entre nosotros no se le haya dado el lugar que posee nuestra escritora Milagros Mara Gil(1951), ella es una de nuestras mejores novelistas desde que dio a la luz su primera novela La casa en llamas(1989), la cual tuvimos el privilegio de ser su editor. A esta siguieron otras tres novelas certerísimas y bien alumbradas: Memorias de una antigua primavera(1989), Mata el caracol(1992)y El diario íntimo de Francisca Malabar(2002)[1], a la que dedicó la crítico Luz Marina Rivas(1958) parte de su tesis doctoral en la cual analiza la obra de Milagros Mata Gil junto con las de otras dos figuras también esenciales de nuestras letras Ana Teresa Torres(1945) y Laura Antillano(1950). Esto muestra la singularidad de su obra.


UN DIARIO IMAGINADO


Es por lo que hemos señalado que no deja de llenarnos de extrañaza el silencio que se ha mantenido en torno a su novela El diario íntimo de Francisca Malabar, una obra que fue ya conocida y elogiada por la crítica cuando aun estaba en manuscrito, la cual pasó de mano en mano y produjo análisis críticos comprensivos y estimulantes, entre ellos el examen de la profesora Rivas, la mayor autoridad hoy en día en aquello que escriben nuestras mujeres en el campo de la ficción.

Y decimos que llama la atención porque El diario íntimo de Francisca Malabar es novela bien hecha, bien cernida, dura, áspera, tensa, desgarrada, valiente.

En ella un novelista encuentra una serie de textos concebidos por una escritora, Francisca Malabar, ya muerta y los ordena para su publicación (p.120,147,153,208,211). Francisca fue una creadora consciente de su vocación: “un escritor verdadero debería esforzarse, más allá de sus propias fuerzas. ¿Más allá, en verdad?…Un escritor escribe desde su tierna juventud. Malgasta los cuadernos de la escuela. Enfrenta la censura familiar…el escritor lee hasta que los ojos se le erosionan. Admira a otros escritores. Sufre terribles depresiones…Y el escritor va creciendo en santidad y sabiduría desde su adolescencia…y un día prodigioso comienza a crear

[1] Milagros Mata Gil: La casa en llamas. Caracas: Fundarte, 1989. 261 p.; Memorias de una antigua primevera. Caracas: Planeta, 1989.261 p.; Mata el carcol. Caracas: Monte Ávila Editores, 1992. 157 p.; El diario íntimo de Francisca Malabar. Caracas: Monte Ávila Editores, 2002. 219 p.; Luz Marina Rivas: La novela intrahistorica, tres miradas femeninas de la historia de Venezuela.Valencia: Universidad de Carabobo, 2000. 186 p.


empollar la gran obra que no lo deja comer ni dormir, ni hacer el amor. Abandona cualquier distracción: los estudios, el trabajo…Lo que importa es alcanzar la inmortalidad. Lo que importa es crear”(p.35).


ESCRITORES


Un paréntesis: por cierto esta que hemos citado, tomada del Diario íntimo de Francisca Malabar, es una de las grandes definiciones de la vocación por escribir que se han dado en las letras venezolanas, tan honda como la de uno de los maestros de nuestra expresión escrita como Arturo Uslar Pietri(1906-2001), en Las nubes(1951),


“De esa hora turbia, en la que el escritor toma en la mano transida la arcilla de crear, quedan, como la imagen espectral de una lejana combustión de estrella los manuscritos. Están allí marcadas las reveladoras huellas del delirante minuto, la angustiada trama que tejió una frase eterna o la perpetua visión de un rostro humano, y al verlos le parece a uno que se asoma a la hora secreta de la creación, que logra sorprender subrepticiamente al escritor…hasta podría adivinar el secreto ritual del escritor”.


Tanto que el mismo Uslar llegó a expresar, en la presentación de sus Obras selectas:


“Lo que un escritor tiene que decir, ha decirlo en sus obras. Lo que se le ocurra decir después sobre sus obras difícilmente pasará de ser añadidura, glosa o repetición, y en general, cosa reiterativa y sobrante, si es que la obra original ha nacido de una necesidad verdadera de expresión”.


Es lo que anotó Guillermo Meneses(1911-1978) en sus Espejos y disfraces(1967),


“El hecho de ser escritor, la certeza de tener la vocación de escritor, reside en la creencia errónea, o verdadera, de poseer un instrumento especialmente destinado a comprender el mundo y a expresar esa comprensión”

Y muy cercana, por ejemplo, de la que dio el búlgaro Elías Canetti(1905-1994), Premio Nobel(1981):


“Un escritor sería…alguien que otorga particular importancia a las palabras: que se mueve entre ellas tan a gusto, o acaso más, que entre los seres humanos; que se entrega a ambos, aunque depositando más confianza en las palabras; que destrona a éstas de sus sitiales para entronizarlas luego con mayor aplomo; que las palpa y e interroga; que las acaricia, lija, pule y pinta y que después de todas estas libertades íntimas es incluso capaz de ocultarse por respeto a ellas. Y si bien a veces puede parecer un malhechor para con las palabras, lo cierto es que comete sus fechorías por amor”.


Tanto que el escritor, como dijo el maestro mexicano Octavio Paz(1914-1998) no es otra cosa que el traductor de lo que los demás sienten y no saben expresar por escrito, el escritor es el descifrador.


Y ello porque como reitera Meneses, en el mismo precioso libro suyo que hemos citado antes:


“Para que los hombres corrientes, para quienes el arte no es condición expresa de las actividades cotidianas, lleguen a comprender exactamente el mundo en el cual viven, ha sido necesario, en todo momento que el artista se haya adelantado cortésmente y haya abierto las puertas que ocultaban la verdad”(p.88),


aquí artista es sinónimo de escritor, no casualmente nuestro novelista examina, en ejemplar ensayo, las figuras de un pintor y escultor, el mayor de todos los tiempos, Miguel Ángel Bounarrotti(1475-1564) y un creador literario, aquel poeta sin par llamado William Shakespeare(1564-1616), ambos nacidos el mismo día, muerto el bardo inglés también el mismo día que Miguel de Cervantes(1547-1616). Es lo mismo que hace Paz al considerar descifradores a los poetas, cosa que se puede atribuir a los creadores que lo hacen con la palabra escrita, quizá porque, como dijo Jorge Luis Borges(1899-1986), “todo es literatura, el resto es silencio”.


Y ello porque escribir es, como escribió John Maxwell Coetzee(1940), sudafrcano, Premio Nóbel 2003:


“¿No es en sí la escritura cuestión de meditar, de pensar, de repensar y vuelta a empezar?...Por supuesto que sí. En eso consiste la escritura: en meditarlo todo a la enésima potencia”.


Tanto que sabe que todo interviene, cuerpo, alma, lecturas, en el acto de escribir, como advirtió José Ortega y Gasset(1883-1955):


“Todo escritor pura sangre sabe que en la operación de escribir, lo que se llama escribir, interviene su cuerpo con sensaciones muy próximas a las voluptuosas.¡Quién sabe si en alguna porción y medida, el escritor escribe como el pavo real hace la rueda con su cola y el ciervo en otoño brama¡”.


Y además, como lo logra Milagros Mata Gil en El diario íntimo de Francisca Malabar, siempre el creador desea concebir obra nueva, tal lo indicó Voltaire(1694-1778), en 1759, en las páginas de su Cándido:


“hay que ser nuevo sin ser extravagante, a menudo sublime, y siempre natural; conocer el corazón humano y hacerlo hablar; ser gran poeta sin que jamás ningún personaje de la obra parezca poeta; dominar perfectamente su lengua, hablar con pureza, con una armonía continua, sin que nunca la rima sea en menoscabo del sentido”.


Y escribir es un destino, en el cual se entrelazan vocación y profesión, solo un hecho puede ponerle fin, como dice también Coetzee:


“Ciertamente la muerte puede ser el último gran enemigo de la escritura, pero escribir también es el enemigo de la muerte” [1].

[1] Las citas hechas antes proceden Arturo Uslar Pietri: Las nubes. Caracas: Ministerio de Educación, 1951.239 p. La cita procede de la p. 165; Obras selectas. Madrid: Edime, 1953. XVI,1383 p. La cita procede de la p.XI; Guillermo Meneses: Espejos y disfraces.4 textos sobre arte y literatura. Caracas: Editorial Arte, 1967. 101 p. La cita procede de la p.7; Elías Canetti: La conciencia de las palabras. México: Fondo de Cultura Económica,1982.366 p.La cita procede de la p.353; Octavio Paz: Los hijos del limo. Barcelona: Seix Barral,1974.224 p. La referencia procede de las p.106-107; Jorge Luis Borges: Obras completas. Buenos Aires: Emecé,1974. 1161 p. La cita procede de la p.9; John Maxwell Coetzee: Hombre lento. Barcelona: Mondadori, 2005.250 p.La cita procede de la p.224; José Ortega y Gasset: El tema de nuestro tiempo. Madrid: Revista de Occidente,1981.241 p.La cita procede de la p.37. Los subrayados son del propio Ortega; Voltaire: Candido y otros cuentos.. Barcelona: RBA,1999. 315 p. La cita procede de la p.68; John Maxwell Coetzee: La edad de hierro. Barcelona: Mondadori, 2005. 223 p.La cita procede de la p.133.


VOLVIENDO AL DIARIO INTIMO


Debemos volver a subrayar: Francisca es una creadora consciente de su oficio: “Escribía, releía con cuidado, buscaba los sinónimos que favorecieran la resonancia. Cortaba las oraciones muy largas, medía los párrafos”(p.61).Tenía conciencia de la dificultad de ser reconocida mientras estuviera viva(p.68-69).

Entre los textos que haya el recopilador de esta novela están también los fragmentos para la escritura de una autobiografía y están también los retazos escritos para una novela sobre los guerrilleros de los sesenta, la cual es colocada a la sombra(p.87) de Ernesto Guevara de la Serna(1928-1967), “Este amigo quijotesco hasta la inocencia”(p.175). Piensa al decirlo en ciertos pasajes de su Diario de Bolivia. Y leemos esto porque esta novela forma parte de la familia de libros surgidos entre nosotros como consecuencia de la lucha armada de los años sesenta, proceso frustrado, del cual la autora del Diario íntimo de Francisca Malabar, que no la escritora, quien es otra persona, está plenamente consciente, lo podemos vilumbrar(p.139).

Francisca escribe para garantizarse su “inmortalidad biológica”(p.88).

La entraña de esta bella y tirante obra la encontramos en varios de sus pasajes. Tal cuando leemos: “¿quiero escribir una autobiografía? ¿Para qué?. Quizá, como decía Lou Salomé(1861-1932): para lanzar una lenta, sensual mirada retrospectiva a los años vividos”(p.12); ¿”Para que quiero escribir esta autobiografía? ¿será cierto que tendré un cómplice, alguien que justifique la exhibición de mis fantasmas, el sacrificio de mi intimidad, el streap-tease moral y el desgaste de mis fechas?…Creo que es el deseo de detener el tiempo, y no el egocentrismo, lo que me lleva a escribir estos textos…Esto apenas es un Diario”(p.13), confesión íntima, “yo había venido con mis preguntas y mis incertidumbres y mis dudas”(p.53) por eso quería dejar constancia escrita de su vivir, “pero yo si quiero escribir estas Memorias ni siquiera de antiguas primaveras: aceptar todas mis miserias”(p.95), ver a través de la escritura, de los intentos de dos libros redactados al margen del Diario “mis oportunidades de crecer”(p.103). Por ello denomina al diario “estos textos clandestinos” (p.112), “¿Es esto parte de una novela o es mi propia, descarnada vida?”(p.190) se pregunta.

Hay varios tópicos que hallamos en esta novela en la cual nos interesa detenernos. Ellos nos presentan el corazón de esta ficción. Esos asuntos son la consideración de la feminidad, lo concerniente al diario, las disquisiciones sobre los guerrilleros, la mirada al país.

En cuanto a la mujer, lo femenino, el feminismo estamos ante la entraña de este libro. Francisca es una mujer de nuestros días, nacida en 1950(p.46), quien escribe su relato en la plena madurez de sus cuarenta años, en los años noventa.

¿Y como es ella?. Es una mujer sola, angustiada, desesperada, escéptica, con profundos miedos, quien vive constantes depresiones, quien vive muchos hechos que la llevan a llorar, consciente de su sexo y de su sexualidad, incomprendida, quien busca el amor.

Francisca está sola, ”soledad bastante discreta. Signo de los tiempos”(p.118); “me vi en el espejo y supe que aún era hermosa y deseable. Sin embargo, estoy sola”(p.150); está angustiada(p.129), buscando las “oportunidades de crecer”(p.103), sabe que ”Mientras pueda escribir, sé que no estaré perdida del todo”(p.153). Está desesperada,”Esta mañana desperté y el abismo estaba allí”(p.189); escéptica: ”¿Qué se hizo de mi generación y de las esperanzas que abrigamos?”(p.139).

Tiene profundos miedos(p.74), sufre constantes depresiones, llora mucho(p.78).

Francisca es una mujer consciente de su sexualidad, de su cuerpo, de su piel,”abertura, raja, huequito rosado, centro de pétalos de carne, palpitante túnel”(p.47), “Coñito protector y lúbrico. Coñito lúdico. Seguro y traidor refugio. Hogar de oscuras y luminosas tonalidades”(p.47).

Y está clara en su feminidad, “lo redondo, mullido, carnoso, rosáceo, tibio y sensual”(p.70).

Pero es una incomprendida, casi desde la niñez, “La palabra anormal siempre me rodeó”(p.20). Díscolos le gustó mucho llamar en los tiempos de la infancia de Francisca a los niños sensibles y buscadores de lo que estaba más allá del lugar donde estaban. Y eso porque “hasta entonces yo había demostrado tener un temperamento violento, una errática voluntad de aventura y libertad que iba desde el encerramiento hasta la apertura hacia espacios al aire libre”(p.30). “Y supongo que era una niña extraña”(p.32). “Pero en general, yo era una niña solitaria…Entonces me refugiaba en la lectura”(p.33).

Francisca siempre buscó el amor, sin embargo los hombres pasan por su vida, a veces sin dejar huella(p.184), peor para ellos.

Francisca tenía mala salud desde la infancia, ¿dolencias psicosomáticas dada su extrema sensibilidad?, se pregunta el lector de esta obra tan plena.

“Tu estás destinada a conseguir cualquier cosa que quieras, pero tendrás que pagar muy altos precios por ello”(p.14) le dijo un ángel. Contó don Andrés Bello(1781-1865) a sus discípulos chilenos que la Virgen de las Mercedes, de su Caracas natal, le había dicho, cuando se arrodillaba a orar en aquella iglesia, que quedaba frente a su casa, que sería famoso pero que pagaría el precio con la vida de varios de sus hijos. Y así fue.

Las realizaciones de Francisca, ser creador por encima de todo, es la escritura. En ello se le va la vida.

Poco entendida en la niñez y adolescencia, reitera Francisca en su diario, “a los dieciséis años, a los dieciocho, yo era como un animal salvaje peleando denodadamente por el derecho a la sobrevivencia. Tenía muchos amigos y amigas. Aprendí a reír con dureza, a ironizar impíamente. Mi época era la de los cambios: los terribles 60”(p.12). Por ello se confesaba en el soliloquio del Diario: “soy la mujer que busca y que quizá encuentra”(p.199). Pero está, casi cada día, en el pozo del desasosiego. Por ello escribe, para salvarse, “Pero yo tengo bastante con hacer el intento de escribir una novela, un relato, cualquier cosa escribible y que me salve del pozo de la locura. Abismo al que temo y aun temiéndolo me arrimo"(p.195). Tanto que “ningún hombre puede entender los sufrimientos por los que pasa una mujer sola”(p.112), “porque en este mundo la condición de mujer es siempre determinante y si una mujer hace un trabajo, por muy hermoso y perfecto que este sea, siempre es vista como un animal parlante por la sociedad, y a veces no lo puede resistir, como en los casos de Virginia Woolf(1882-1941), Silvia Plath(1932-1963), Alejandra Pizarnik(1936-1974), o Isidora Duncan(1878-1927), o Marilyn Monroe” (1926-1962), cuatro de ellas suicidas(p.16-17). Isadora Duncan murió en el colmo de la depresión, sus pequeños hijos, Deirdre y Patrick, habían muerto en un accidente; su esposo, el gran poeta ruso Serguei Essenin(1895-1925), se había suicidado; Margot una de sus hijas adoptivas había fallecido, Ella dejó de vivir ahorcada por su largo chal rojo, que se enrredó al eje de una de las ruedas de su Bugatti.

Para salvarse Francisca escribió su Diario para desenmascararse: “Tengo algunos recuerdos, algunos sueños y algunas versiones dadas por otras personas. No se si eso basta…lo peor de la soledad era no tener con quien compartir los recuerdos”(p.11).

Sobre los guerrilleros de los sesenta y setenta escribe. Desea componer una novela sobre ellos. Pero sabe de su frustración, comprende a donde fueron llevados por dirigentes sólo ansiosos de gobernar, como aquellos que se lanzaron en paracaídas sobre Miraflores y aterrizaron en una cárcel. Y todo esto lo comprende Francisca. Por ello consigna en su diario-relato “el asunto no podía ser solamente tomar el Poder, sino cambiar internamente”(p.23). Y sobre quien los llamó a hacer, a concebir y coronar la aventura de ser hombres sugiere: “No puedo captarte, Che, porque eres evanescente como un sueño”(p.28). Y todos fracasaron. “La historia demostró que la revolución sandinista(1979) no había sido tal: sólo gestualidades épicas, incapaces de sostener con puro romanticismo la necesidad de cambios radicales en la vida de la gente. Y todos los demás movimientos guerrilleros se fueron agotando, se fueron consumiendo a sí mismos, destrozándose, comiéndose sus propias entrañas”(p.55).

Y sobre la nación en que estaba radicada, donde los guerrilleros también fracasaron, acota sobre “la mezquindad de este enclave petrolero”(p.180), “ya se sabe que la corrupción es el modus vivendi de este sistema, y un individuo que la impide es altamente subversivo”(p.177).

Novela en la novela, El diario íntimo de Francisca Malabar nos comunica cuando lo organizamos mentalmente, tras su lectura demorada, una visión desgarrada y llena de certeza del país actual, una nación que pese a sus experiencias dolorosas, no se han podido poner de acuerdo sobre cuál debe ser el país a construir, cuál debe ser el camino para su felicidad y la de sus gentes. De allí la angustia y el desespero que esta honda novela nos comunica. Recueérdese que Carlos Rangel(1929-1988) inició su célebre libro con estas tres líneas: “Los latinoamericanos no estamos satosfechos con lo que somos, pero a la vez no hemos podido ponernos de acuerdo sobre qué somos, ni sobre lo que queremos ser”, lo que se lee en Del buen salvaje al buen revolucionario [1].

[1] Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario,p.29.




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