CAUDILLOS, GAMONALES Y GUERRILLEROS EN LA MEMORIA VENEZOLANA...(XXXII) Roberto Lovera De Sola.
LOS HUMANISTAS CRISTIANOS
Debemos decir también, para que se nos entienda, que para la generación de social cristianos a la que pertenecemos sino buscábamos el marxismo para practicarlo si lo estudiamos a conciencia. Y al unísono surgió en aquellos años, 1965 es la fecha, la Teología de la Liberación(1971), propuesta por el jesuita peruano Gustavo Gutiérrez(1928), quien aun vive, para dar testimonio de sus ideas, en un barrio marginal de Lima. Marxismo y cristianismo se unieron entonces, la Iglesia se acercó gracias a ella al mundo de la pobreza. Fue aquella también la década del Concilio Ecuménico Vaticano II(1962-1965) y del “aggionamiento” eclesial. Y esto lo decimos porque para comprender bien todo lo que Eduardo Liendo nos cuenta tan bien en El último fantasma, no hay que perder esto de vista, hay que conocer las mil fluctuaciones del marxismo, desde que el viejo barbudo gruñón lo expuso en Londres hasta que transformado por Lenin(1870-1924), sobre todo en El estado y la revolución, llegó al poder en el otoño de 1917, cuando fue asaltado el Palacio de Invierno en San Petesburgo, todo ello bajo la jefatura de León Trostki(1879-1940).
Siempre nos gusta advertir que si bien la fecha de la Revolución de Octubre, es el 25 de octubre de 1917, de allí su nombre, esta del 25 de octubre es la fecha en Rusia, que se regía por el Calendario Juliano. En cambio en occidente era 7 de noviembre de 1917, dado el uso del Calendario Gregoriano, esto explica por qué muchos obras occidentales sobre aquel suceso fechen el movimiento ruso el día 7 de noviembre, sin lo cual aquel movimiento, que tantas ansias despertó, no podría denominarse Revolución de Octubre.
SOCIALISMO
Y hay un hecho más: en la Venezuela de Chávez, quien como el “locato Papa Upa”(p.43,83) aparece varias veces en la novela de Liendo. Aquí se ha vuelto a hablar de socialismo y de marxismo, y, sobre todo de algo que no existe en la teoría política, El socialismo del siglo XXI, a lo cual ya nos hemos referido. Esto sería asunto largo e interesante de analizar pero no es nuestro tema ahora. Sólo queremos recomendar una cosa: hoy en día el socialismo fue vencido, cayó, que es historia, que no puede ser revivido. Sólo los dinosaurios marxistas, esos viejitos de pelo blanco, personas derrotadas, tanto que ni siquiera logaron llegar nunca a ser concejales, ni diputados en lo que ellos denominan, erróneamente, la “Cuarta República”, esos que siguen a Chávez y aparecen en el Canal Sur o en Venezolana de Televisión o en Vive TV, son los que esperan que la noticia de la caída del Muro de Berlín(noviembre 10,1989) sea rectificada. Ello es imposible. El devenir no es hacia atrás sino hacia adelante. Pero pese a ello la única forma de rebatir a estos matusalenes es volviendo a estudiar, lo que nosotros recomendamos, a todo el movimiento socialista, que se inició en Francia con las ideas de Gracchus Babeuf(1706-1797) y en la llamada “Conspiración de los iguales”, en 1796, en plena Revolución Francesa, tras la caída de los Jacobinos.
¿Quién era este hombre?. Así nos lo pinta Stefan Zweig(1881-1942):
“un verdadero republicano…que se llama asi mismo Graco Babeuf. Tiene un corazón desbordante y una inteligencia mediocre. Proletario de las entrañas del pueblo, antiguo agrimensor e impresor, tiene pocas y primitivas ideas; pero estas las alimenta con pasión varonil y las enardece con el fuego de la verdadera convicción republicana y social. Los republicanos burgueses y hasta el mismo Robespierre habían eludido con cautela las ideas socialistas y a veces comunistas de Marat sobre la nivelación de la propiedad…Babeuf recoge las ideas de Marat, olvidades y reprimidas, las aviva con su aliento y las lleva como antorcha por los barrios proletarios de París…hombre honrado, puro, de buena fe, maravillosamente íntegro…Babeuf…que orgullosamente se titula Graco y tribuno del pueblo…pronto será detenido…y no tardarán en fusilarle en el patio de un cuartel”. Y ello, por haber caído Babeuf bajo la influencia de aquel demonio llamado José Fouche(1759-1820) [1].
Babeuf murió pero no sus ideas, aunque estas quedaron rezagadas. Y sus ideas, propiamente socialistas, no se empezaron a conocer hasta 1828, en un relato publicado en Bruselas por Philippe-Michel Bounarroti(1761-1837): La Conspiration pour l’egalite, esta obra fue considerada un “manual de revolucionarios” durante las jornadas de la revolución parisina de 1830. En 1838 apareció aquel ideario en inglés, gracias a la traducción de de Bronterre O’Brien: Bournnarooti’s history of Babaeuf Conspirancy. Y de allí hasta 1884 con la obra de Victorie Advielle, Historie de Grachus Babeuf et du babouvism, que según el profesor Cole es “el mejor relato todavía”[2] . Entre los años de 1828 y 1838 las ideas de Babeuf reaparecieron como obra a seguir durante la Revolución de 1848. Fue con Babeuf con quien empezó todo: el fue el fundador del socialismo. En 1834 la expresión fue utilizada en Inglaterra para referirse a las iniciativas de Robert Owen(1771-1858); en 1848, en Francia, para denominar las tareas de Louis Blanc(1811-1882) en los “Talleres nacionales”. Eso que se denominó el socialismo utópico, este nombre se lo puso Federico Engels(1820-1895) para diferenciarlo del socialismo científico que cultivan él y Carlos Marx(1818-1883), que no se deben confundir con el socilaismo marxista que fue el que, en las manos de Lenin(1870-1924) llegó al poder en Rusia en 1917.El socialismo
[1] Stefan Zweig: Fouche, el genio tenebroso. Barcelona: Editorial Juventud, 197. 254 p. Las citas que hacemos proceden de las p.90-91. También Edmud Wilson en Hacia la estación de Finlandia. Ensayo sobre la forma de escribir y hacer la historia. Madrid: Alianza Editorial, 1972.572 p. Consultar también el capítulo que le dedica(p.91-100). Y, desde luego, G.D.H.Cole: Historia del pensamienton socialista,t.I,p.19-29. [2] C.D.H.Cole: Historia del pensamiento socialista,t.,I,p.317.
utópico que fue una de las grandes corrientes humanísticas del siglo XIX, tanto que a través de una de sus más bellas figuras, Flora Tristán(1803-1844), dio materia a Mario Vargas Llosa(1936), siempre apasionado de estos asuntos, para escribir su gran novela El paraíso en la otra esquina(2003)[1]. El socialismo, desde su creación por Bebeuf fue uno de los grandes movimientos de ideas del siglo XIX, tan importante y grande que pensamos que más que hablar de “socialismo” se debería hablar de “socialismos”, dada su amplia multiplicación, demostrada por el erudito británico Cole en su amplísimo libro, aun de plena vigencia, como lo es también el del norteamericano Edmund Wilson(1895-1972).
La proliferación de la palabra socialismo en la Venezuela de nuestros días, ha sido tan amplia, que es necesario estudiar esta escuela politico-social. Y, sobre todo, mostrar a los que aquí viven que lo que se ha propagado es solamente una versión de esa tendencia: el socialismo marxista, del cual lo único que existen son las últimas piedras del Muro de Berlín.
De allí que es necesidad actual en nuestro país la realización de una verdadera polémica, no un diálogo de sordos donde nadie escuche a nadie, sobre el socialismo, deberá ser una polémica intelectual serena y sensata en los tiempos que corren, para divulgar un buen conocimiento del socialismo y del marxismo, hacerlo de la forma más cercana a la exposición académica del mismo, siempre buscando el sosiego y la quietud en el debate y, desde luego la tolerancia para escuchar a los expositores.
Y aquí hay un último hecho, perfectamente demostrable con los instrumentos de la historia: pese a haber dicho el presidente Chávez que Simón Bolívar(1783-1830) fue socialista eso no deja de ser una falacia. El Libertador no conoció esa tendencia, se divulgó por vez primera dos años antes de su muerte, pero no hay prueba que haya llegado a él. Y cuando comenzó a divulgarse más
[1] Mario Vargs Llosa: El paraíso en la otra esquina. Bogotá: Alfaguara, 2003.485 p.
ampliamente, ya hacía cuatro años de su deceso. A quien si llegaron estas ideas, lo sabemos por propia confesión suya, fue a su maestro don Simón Rodríguez(1769-1854), que supo de las doctrinas del socialismo utópico. Todo esto es un fascinante aspecto de la historia de nuestras ideas, de lo que se llama hoy en día la “ideonomía”.
EL FASCISMO
Pero además hay que estudiar y explorar ahora, está engolfado dentro de una errónea exposición del socialismo a la que asistimos, aquello que es lo que define al chavismo: el fascismo, que nada tiene que ver con el socialismo. Fascismo claro como lo puede comprobar bien que siga sus pasos y conozca su desarrollo que aquí nos ha llegado por la vía: Mussolini-Hitler-Stalin-Castro. Los mejores argumentos sobre este punto los desarrolló a tiempo, en 1998, Manuel Caballero en Contra el golpe, la dictadura militar y la guerra civil y hace poco el mexicano Enrique Krause en El poder y el delirio.
Y cerramos: la única forma de enfrentar este debate, que como verán mucho tiene que ver con la novela de Liendo, es esgrimiendo argumentos históricos bien comprobados. No políticos, no podemos utilizar los personajes históricos, seres de un lugar y un tiempo, como un arma porque así no pueden ser entendidos. Las falacias históricas del chavismo(y de la oposición porque ahora existe también el “bolivarianismo escuálido”, pernicioso también porque es anti-histórico también) sólo pueden ser respondidas con argumentos de la historia pero utilizados desde el punto de vista histórico. Esta para rebatir la falsa interpretación del socialismo, colocar nuestra historia en su cauce, refutar la especie de que el Libertador fue socialista, tendencia que llegó a existir en su tiempo él no llegó a conocer, no hay ninguna referencia a ello en sus Cartas. Y terminamos con una bautade: el único contacto que Simón Bolívar tuvo con el socialismo fue cuando conoció a la bebe Flora Tristan en el París de 1804, cuyas papás eran queridos amigos suyos. Por cierto, que la presentación de la imposibilidad de que Bolívar haya sido socialista dio materia a Manuel Acedo Sucre(1958) para su honda novela, Nosotros todos[1].
DENTRO DEL LIBRO
Y como se verá es mucho lo que podemos decir de lo que nos plantea Eduardo Liendo en El último fantasma. Pero entrando en su sabroso libro debemos señalar que la aparición de Lenin(1870-1924) ante el novelista, en esta Caracas en donde vivimos, hace a buena parte de esta novela un sabroso ejercicio de ciencia-ficción si por ello entendemos, y es una de sus zonas, cualquier comentario satírico o alegórico sobre el presente. Y esta novela lo es.
Por ello el narrador-protagonista, Felisberto, dice: “No tuve duda en reconocerlo…exclamé en mi interior, ¿qué hará aquí en mi apartamento a estas horas el camarada Vladimir Ilich Ulianov? O sea, el mismísimo Lenin”(p.19). Y prevenido le dice:“La advierto que no haré ningún caso a su pretensión de utilizarme. Se qué desde hace algún tiempo me ronda. Sé bien que es usted el último fantasma, señor Lenin”(p.24), y eso porque para los antiguos marxistas: “Lenin, un viejo fantasma de la memoria”(p.40).
Y por eso junto al líder repasa el pasado, lo recibido por un joven de los sesenta del comunismo, de su encuentro con los ideales que para los latinoamericanos de aquella época, significaban el radicalismo en su época, aunque ya se habían petrificado en la URSS, desde muy atrás, de hecho la generación que llevó a los bolcheviques al poder murió desengañada, también ello sucedió al norteamericano John Reed(1887-1920), el autor de los Diez días que conmovieron al mundo(1919), quien, sin embargo, está enterrado en el muro de Kremlin, ante la tumba de este libertario nos detuvimos un día, pudimos destacarla gracias a nuestra guía porque el nombre de
[1] Manuel Acedo Sucre: Nosotros todos.3ra.ed. Caracas: Oscar Todmann Editores, 2013.281 p.
aquel gran gringo está escrita allí en ruso, en carcacteres cirílicos.
Por ello le dice Felisberto a Lenin: “Lo cierto es que aquel joven vehemente y fantasioso creía haberse topado entonces con una contundente verdad…Sólo ignoraba que como verdad revelada, era una puerta de entrada al fanatismo. Una verdad encaramada sobre las alas de la revolución social, con la poderosa cabeza desgreñada de Karl Marx y las manos temerarias de Vladimir Lenin. Aunque ese fin revolucionario tuviera que imponerse mediante la violencia, y para mantener el poder se requiriera de más sangre y más violencia. No sé por que carajo pensaba que en el fondo era un asunto humanístico.¡qué bolas!”(p.44).
Y Felisberto se recuerda en Moscú: “Fue un bello espectáculo el de aquella noche, señor Lenin; solo que entonces yo no era consciente de que mucha gente sufría en las prisiones la represión política por cualquier disidencia”(p.49), porque era entonces: “Creyente de su descomunal leyenda, de su agudeza visionaria, de la sabiduría de sus escritos, de su supuesta grandeza de alma, señor Lenin”(p.61), porque como también lo dice en su fantástico palique con el líder: “la verdad es que la honestidad es lo único que nos ha quedado de aquellas románticas aventuras revolucionarias juveniles, ya somos otro”(p.65), es decir otro hombre, más humano, un excomunista.
Pero en toda la izquierda mundial y por lo tanto la venezolana: “Se acostumbraron tanto, que no vieron el descalabro de los mitos y de las tesis derrotadas por la realidad. Se negaron a considerar que el objeto de su amor ya no era el mismo”(p.83), quisieron lo que aun hacen hoy los derrotados de la izquierda, incluso entre nosotros, tratar de revivir lo que ya sólo es historia, lo que pertenece al “basurero de la historia” como dijo León Trotski, lo que solo es el “socialismo mortuorio”(p.149) como lo leemos en esta obra, lo que ya no será más, lo que no puede volver a ser porque fue derrotado por la propia realidad, incluso por la potencia creadora del capitalismo, no sólo sistema económico sino político, sistema democrático y sistema de vida, al menos desde la revolución inglesa del siglo XVII(1688), la norteamericana(1776) y la francesa(1789), ambas del siglo XVIII, todavía odiadas por los derrotados comunistas. Y, en verdad, el devenir es hacia adelante. Nunca hacia atrás. Y por no interrogar la realidad, por no comprenderla, nada pudieron construir. Aquel paraíso socialista se convirtió en un infierno. En la URSS, como fue bien comprobado, la carestía era tal en sus primeros tiempos que las gentes preferían matar a los niños para no tener que compartir con ellos la poca comida que había[1]. Esta anti-utopía a la enjuicia Felisberto, el alter ego de Liendo.
Y Lenin mismo, aunque no creía en la necesidad de la libertad para los pueblos, como confesó un día en su oficina en el Kremlin, no pudo percibir, murió muy temprano(o como creen algunos especialistas occidentales fue asesinado por orden de Stalin) sin poder percibir en aquello en se convertiría el gobierno instaurado tras la toma de la Palacio de Invierno(octubre 25,1917). Por eso aquí leemos su lamento: “Yo quería el cielo para lo trabajadores, pero probablemente haya sido el portavoz del infierno”(p.117) dice Lenin.
Al comprender aquella realidad, a darse cuenta que el camino para la justicia social no era aquel, Felisberto se apartó. “Sólo dejé de ser comunista, algo importante para mi”(p.125) dice el protagonista, porque sin duda los ideales de un vivir mejor, de una sociedad que dé felicidad a sus habitantes, están vivos en él.
Pero la compresión de aquella dura realidad no fue inmediata. Leemos: “los soviéticos fueron muy solidarios y hasta generosos en nuestro exilio…jamás supe, ni creí entonces, que paralelamente a ese mundo de fraternal solidaridad se mantenía un régimen represivo y perverso
[1] La terrible noticia corre en Ryszard Kspudcinski(1932-2007): El imperio. 3ra.ed. Barcelona: Anagrama,2007.357 p. Ver:”Templo y Palacio”(p.107-120). La referencia, de junio de 1933, procede de la p.117.
con numerosos presos de conciencia y perseguidor de toda disidencia”(p.127).
Pero “Lenin había sido el máximo guía de un grande y hermoso sueño inseparable de una ambición de poder. Un sueño que se fue transformando en una bestia monstruosa, cruel y despiadada. Una bestia que terminó devorando a sus propios hijos”(p.174). Lo que se dio vuelta un día, gracias al empuje del gran movimiento de los obreros polacos liderizados por Lech Walessa(1943) y a la clarividencia de un dirigente soviético, Mijail Gorbachov(1931). Y eso porque ni los pueblos, ni los hombres, ni las mujeres pueden vivir sin libertad, un día u otro terminan recuperándola, los ejemplos de esto que hay a lo largo de la historia son numerosos. Este es el gran mensaje de esta estimulante novela de Eduardo Liendo, todo ello mirado a través de lo escrito porque, como leemos en El último fantasma, “La literatura es un maravilloso espejismo”(p.97), que nos permite siempre comprender y comprendernos.
Y para entender mejor el futuro destino del hombre, el anti-autoritarismo, es muy bueno leer los cuarenta y cinco títulos de “la lista de libros para resucitados”(p.89) de los males del socialismo autoritario, que recomienda Felisberto a Lenin dentro de la trama de esta novela. Sólo le añadiríamos uno, nos parece fundamental, El miedo a la libertad(1941) de Erich Fromm(1900-1980).
Y estas recomendaciones se la hace Felisberto a Lenin en un momento en que el dirigente que siente entonces tan feliz, en el apartamento caraqueño de su antiguo camarada, después de haber descubierto varias de los inventos del para él “odioso capitalismo”(p.74): la televisión, el celular, la computadora, Internet.
Para terminar sólo se nos ocurre, con el libro de Eduardo Liendo en las manos, los peligrosos que son “los soñadores temerarios”(p.39) que él dice, porque terminan siendo de alta peligrosidad. Así el socialismo autoritario, porque el socialismo humanista del siglo XIX, el que nunca llegó al poder, es distinto y sus ideales perviven, sobre todo aquello que no puede haber socialismo sin libertad, los regímenes del socialismo democrático en Alemania, en Inglaterra, en España, en Chile así nos lo indican. Pero el socialismo autoritario fue sin duda la fábrica de sueños que destruyó vidas, miles, más que el nazismo. Y ello porque siempre, como lo escribió don Francisco de Goya y Lucientes(1746-1828), al pie de su cuadro suyo, “el sueño de la razón produce monstruos”. Y ello porque la sola racionalidad deja de lado lo que es definitorio para el hombre y para la mujer: su subjetividad, sus pasiones, sus emociones, sus amores, toda su intensidad visceral y sexual. Sin todo ello no se puede vivir. Solo con racionalidad se construyen infiernos. Sólo con emociones se construye la felicidad humana, por ella pugna la humanidad desde los días de nuestros tatarabuelos los griegos.
2009: DIAS DE ROJO
“La novela, como la fe, tiene algo de martirologio…La novela es egocéntrica.
Se entrega para poseerse”.
Luis Hars: Los nuestros.Buenos Aires: Sudamericana,1966,p.9-10.
No hay alegría más grande para cualquier merodeador apasionado de la palabra escrita, de cualquier crítico sensible, o de un grupo de personas leyentes cotidianos como los que forman este Círculo de Lectura, que descubrir a una nueva escritora, y es dentro de ese sentido que recibimos con regocijo esta tarde a la periodista María Elena Lavaud(1964) quien nos trae en sus manos su primer libro, su novela Días de rojo(2009)[1], libro
[1] Las novelas de María Elena Lavaud son hasta hoy: Días de rojo.Caracas: Ediciones B, 2009. 172 p., la que aquí comentamos y Tatuaje de lágrimas. Caracas: Ediciones B,2015.120 p. esta segunda novela fue el libro venezolanom más celebrado del año de su publicación, con ediciones en Caracas, Miami, Madrid, y traducción al inglés. Ver nuestro analisis:”Tatuaje de lágrimas”, en www.facebook.com:Caracas: mayo 19,2016..Su también celebrado libro: La Habana sin tacones. Caracas:Editorial Libros Marcados,2011.235 p. no es una novela sino la crónica de su viaje al socialismo cubano. Ver nuestro examen en “La Habana sin tacones”, en www.codigovenezuela.com, Caracas:juio 6,2012.
cuidadosamente trabajado que nos anuncia las posibilidades de la nueva escritora si persiste en el cultivo de su vocación y si es constante, que es la gran virtud de los mejores creadores[1].
En nuestra rica y contradictoria realidad ella ha encontrado los elementos que la empujaron a recrearlos con la palabra escrita porque siempre Días de rojo es por encima de todo una novela, una ficción del dramático suceder de Venezuela. Pero novela atada al alma de Venezuela, incrustada en la tradición realista de nuestra novela, por insertarse en lo que ha sido el sendero constante de la meditación de quienes escriben en Venezuela, recrearnos a través de los hechos político-sociales de nuestro vivir. Pero también en Días de rojo su autora mira también el suceder íntimo, al menos de sus dos personajes centrales, por lo cual Días de rojo es novela de sucesos públicos y del vivir interior de las personas, se dice de toda novela que concilia ambas realidades, lo de afuera y lo de adentro, es una ficción total. O como lo expresa el crítico norteamericano Luis Harss: “La novela completa podría ser aquella que reconcilia todas las experiencias, las exteriores y las interiores, en la base”.
[1] Trabajo leido en el Círculo de Lectura de la Fundación Francisco Herrera Luque, en Altamira, la tarde del 2 de febrero de 2010; y en el Círculo de Lectura de la Asociación de Vecinos de La Lagunita, la tarde del 3 de noviembre de 2010. En esta segunda sesión estuvo presente el vicealmirante Mario Ivan Carratud, protagonista singular de la defensa de la democracia que se hizo aquella noche y madrugada con singular valentía. De hecho él fue quien salvó la vida al presidente Carlos Andrés Pérez en aquella hora aciaga. Fue publicado en www,arteenlared.com: Caracas: febrero 24,2010; Luis Hars: Los nuestros. Buenos Aires: Sudamericana, 1966. 462 p. La cita procede de la p.35. Este libro sigue siendo una importante introducción a la nueva novela latinoamericana.
Hemos señalado que abrimos nuestra puerta a un creador. Pero ¿qué es un escritor? Es como dijo nuestro admirado maestro Guillermo Meneses(1911-1978); “El hecho de ser escritor, la certeza de tener la vocación de escritor, reside en la creencia errónea, o verdadera, de poseer un instrumento especialmente destinado a comprender el mundo y a expresar esa comprensión”[1]. Y añade: se escribe para comunicarse con los lectores porque como él dice “Cuando alguien escribe necesariamente desea comunicar su experiencia, su razonar, su comprender”[2].
Así un creador, reiteramos nosotros, es alguien que tiene una visión de la realidad y maneja un lenguaje que le permite expresar tales intuiciones y tales percepciones. Pero es aquel que aquello que siente desea expresarlo, impostergablemente, por medio de las palabras. Palabras escritas una y otra vez, reescritas numerosas veces, hasta hallar la expresión más diáfana de lo que se desea contar.
DIAS DE ROJO
Al abrir Días de rojo el lector queda atrapado por lo que se le cuenta gracias a la gran tensión que en su modo de narrar encontramos en su autora y por la rápida descripción de la esencia de los personajes para lo cual a veces solo necesita unas pocas líneas.
A la vez Días de rojo es lo que en la teoría literaria se denomina un “roman a clef”, es decir una novela en clave, porque casi todos sus personajes son reconocibles. Una novela así describe la vida real detrás de una fachada de ficción.Las razones que un autor para elegir el uso del “roman a clef” pueden ser: que desea satirizar una situación;escribir sobre temas discutidos, dando informaciones sobre asuntos controvertidos, sin que se le puede enjuiciar por difamación;ofrecer una invención mostrando cual es la forma en que a él le hubiera gustado sucediera algo; un modo de interpretar un hecho desde un
ángulo personalísimo o un modo de relatar las experiencias autobiográficas de tal forma que no parezca que el autor es el protagonista.
Algunos ejemplos, de los muchos que hay, son numerosos, pueden ser El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde, La muerte en Venecia de Tomás Mann, Contrapunto de Aldous Huxley, La campana de cristal de Silvia Plath e incluso en parte el Orlando de Virginia Woolf(1882-1941). Entre nosotros, entre muchos, El hombre de oro de Rufino Blanco Fombona(1874-1944), Los Riberas de Mario Briceño Iragorry(1897-1958), Un retrato en la geografía y Estación de máscaras del maestro Arturo Uslar Pietri(1906-2001), La cola del huracán de Víctor Manuel Rivas(1909-1965), Voces al atardecer de Francisco Rivera(1933) o Villa Diamante de Boris Izaguirre(1965).
Que Días de rojo es una novela en clave lo vamos encontrando al leer el libro: Agua Grande es Venezuela; Velez es Carlos Andrés Pérez; Sánchez es Hugo Chávez; Cevera es Rafael Caldera; la “revolución sanchista”(p.149) es la llamada revolución chavista, que no lo es en verdad, ni revolución ni bolivariana.
Vista así Días de rojo es una novela política sobre la Venezuela de estos días. Pero es también una novela de la violencia, una más entre las muchas nuestras. Hay que recordar siempre que la violencia siempre ha recorrido a Venezuela, violenta fue la conquista en el siglo XVI, tuvimos la revolución de Independencia más violenta de toda la América Latina, en la que apareció aquel asesino vesánico que fue José Tomás Boves(1782-1814), más tarde tuvimos noventa años de guerras civiles. Nuestra violencia política es tal que dos de nuestros más destacados libros del siglo XIX tienen que ver con ella: la épica Venezuela heroica(1881), un libro de historia en donde los héroes de nuestra guerra parecen personajes de la mitología griega y Zárate(1882), la primera novela venezolana, que relata la violencia en la región de Aragua y Carabobo en los años finales de la Gran Colombia. No es casual que los dos libros hayan sido concebidos por el mismo escritor: don Eduardo Blanco(1838-1912).
Cuando afirmamos que Zárate es la primera novela venezolana nos hemos referido que fue la primera en referir al país y a su gente, a sus sucesos, a los modos de su habla. Zárate no es la primera novela escrita por un venezolano, está fue Los mártires(1842) de don Fermín Toro(1806-1865) que, y no es una paradoja, describe la pobreza de las clases bajas en el Londres de los años treinta del siglo XIX, ciudad en donde su autor fue diplomático. Así Los mártires fue novela social, como la mayoría de nuestros libros de ficción, y además, lo que es singular, su autor observó hechos de la ciudad del Támesis antes que los percibieron Marx y Engels.
Pero estos libros no son los únicos: el numeroso grupo de novelas, cuentos u obras teatrales que se refieren a la guerrilla de los sesenta también son obras surgidas de la violencia. Y son muchas porque constituyen el recuento de una experiencia dolorosa y frustrada. Dentro de esta tendencia de la novela de la violencia hay que colocar Días de rojo. Entre otras cosas porque el militar insurgente que aquí encontramos proviene de la tradición de nuestras montoneras del siglo antepasado, es bisnieto de un gamonal de las guerras civiles. Bisabuelo y bisnieto no comprendieron nuestra realidad. El de finales del siglo XX para nada es un político contemporáneo sino una persona que siempre está pensando en el pasado, lo cual es una incoherencia para cualquier político, más si es de nuestro tiempo.
Días de rojo tiene como protagonista a una mujer, a una reportera, quien escribe, como ella misma lo dice, “acerca de las verdades que busco y acerca de las que encuentro”(p.143). Renglones después, en la misma página, dice “Sencillamente soy periodista…Estoy buscando la verdad”(p.143).
Y trata de indagar la violencia que se desató entre nosotros a partir del 4 de febrero de 1992, el libro de hecho es la recreación novelesca más completa que tenemos de aquella fecha, es capítulo de lo que nuestra novelista Ana Teresa Torres ha denominado “la novela de Chávez”, o de Suarez, si le seguimos el apellido que con aquí le encontramos. La novela de Chávez, proceso de comprensión con la imaginación de estos días trágicos ya aparece, a veces constantemente, en pasajes de nuestras novelas, narraciones cortas y piezas teatrales, en este último caso en dos obras de Javier Vidal(Ambas tres y Cinko,2001). Pero como mirada de conjunto solo lo hallamos hasta ahora tanto en Días de rojo como en el novelín de José Balza Un hombre de aceite(Caracas: Bid & Co.Editor,2008. 125 p.). Pero proliferará con el tiempo porque toda esta dramática vividura nuestros escritores están llamados a atraparla.
Días de rojo es una indagación del por qué se desataron esos hechos, que se llevaron tantas vidas. De allí que leamos: “Por más que lo pienso y trato de entender sus razones, para mí jamás serán suficientes para justificar el uso de las armas y las muertes sin sentido que provocó”(p.8)
Novela política, hemos dicho, es Días de rojo, pero es también en medio de ello, como siempre sucede entre los humanos, una historia de amor: entre la periodista protagonista (Irene Becerra), ella, a la vez, es un “espíritu aguerrido…mezcla de belleza e inteligencia”(p.36), y un periodista, quien en verdad es un terrorista colombiano(Mauricio), también periodista, pero quien se mueve dentro aquellos sucesos que nos cuenta el libro de María Elena Lavaud por otras razones, distintas a las de Irene, escondiéndole la verdad: apoya la insurgencia, cosa que ella no sabe sino hacia el final de la novela cuando ella encuentra su cadáver en medio de los sucesos del 27 de noviembre.
Días de rojo, ya lo hemos indicado, se refiere al acaecer de los dos golpes de 1992, es si se quiere una recreación de esos sucesos a través de una ficción sobre esos hechos, puede ser considerada desde algunos de sus ángulos como una novela histórica por aquellos hechos que toca, pero debe ser entendida como la memoria de un tramo de una grave experiencia reciente, ya que como consecuencia de los sucesos del 4 de febrero quedaron tendidas inertes en el suelo más de trescientas víctimas o sobre el 27 de noviembre siempre se recordará con dolor lo hecho por los oficiales insurgentes en la toma del Canal 8, con sus secuelas de personas civiles y desarmadas asesinadas. El 27 de noviembre es también fecha hito en esta ficción: Irene se queda con su vestido de novia puesto en espera de Mauricio para casarse con él. El está metido en los sucesos de aquel aciago día, sin saberlo ella en ningún momento, porque él, un guerrillero del M19, se lo escondió.
Este libro nos llega al corazón a los venezolanos de hoy quienes hemos vivido el sucederse de todos los estos diez y ocho años, pero en su desarrollo Días de rojo va más allá, tal el poder de la literatura, vigor encantorio, porque nos hace ver el presente, nos permite mirar hacia atrás e incluso hacia adelante, hacia el porvenir. De hecho en su último párrafo de hecho se insinúa otra novela, la historia de aquella revolución que le arrebató “afectos, familia y amores. Irene se obligó a sobreponerse, siempre con la determinación y el compromiso de no entregar sus principios y defender la libertad”(p.172).
Y es al cerrar Días de rojo que comprendemos la doble metáfora que su título encierra: es el color de la boina del paracaidista golpista y es la sangre que quedó regada en las aceras de los sitios cercanos a Miraflores y a La Casona.
Aquel 4 de febrero, que constituye la entraña de Días de rojo, en verdad Venezuela, nuestra democracia necesitaba un gran cambio, pero no de aquella manera, el golpe fue para nosotros siempre condenable: los males de la democracia se corrigen con más democracia. Solamente. Con cambios razonables no con violencia, menos matando inocentes, de hecho los soldados traídos de Maracay a pelear a Caracas vinieron engañados: no sabían a que venían. Y tuvieron miedo, aquellos jovencísimos muchachos, que al rendirse, sus captores, los oficiales leales, los eliminarían físicamente. Y ante el suceder del 4 de febrero leemos en Días de rojo: ”El problema es que el país dio muchas señales de alarma que los políticos no supieron interpretar”(p.65). Y apareció, ¿por analfabetismo político? nos preguntamos, “De nuevo la necesidad de encontrar un Mesías que resolviera todos los males del país se estaba convirtiendo en un verdadero problema; sin embargo, muchos parecían no advertirlo”(p.12); “Ya te dije que creo que lo que está pasando es sumamente grave. Ese hombre cree que es el salvador de la patria…el país hace tiempo está pidiendo a gritos un cambio…me aterra que un golpista sea quien logre capitalizar todo ese descontento, y que el país decida correr un albur con este golpista cuyas ansias de poder pude ver hoy claramente”(p.77), dice Irene en un pasaje.
En la trama su protagonista, Irene, es la periodista que cubre aquellos hechos, “Solo haz lo que sabes hacer mejor que nadie; pregunta y busca respuestas, eso es todo”(p.26), le dice Mauricio, cuya impostura desconoce aun, él tiene dos caras: sale a reportar con ella pero está metido hasta la médula en la conspiración.
Días de rojo como toda novela de sucesos contemporáneos nos los presenta bien contados: como se armó el golpe, cuál fue su desarrollo, quienes sus protagonistas. Pero si alguna novedad encontrarán sus lectores es la revelación de lo que debemos denominar la “doble conspiración” que hubo aquel día. Por ello dice Irene, “Tengo información de primera línea. Actos de corrupción en el alto gobierno, y pistas muy concretas acerca de una historia paralela en el intento de golpe de Estado”(p.67), eso se leía en un informe de inteligencia que ella encontró, “de media página que revelaba cómo durante la intentona golpista estaba previsto otro golpe de Estado, pero a los comandantes insurrectos”(p.84), papel importante dentro de la trama que nos cuenta es este oficio, texto dentro del texto en el caso de Días de rojo. Esa hoja le permitió pensar a la periodista que aquel había sido “un golpe permitido”(p.84). Fue más que eso, como se ha venido aclarando en el sucederse de los años, pero que se hará más claro en el futuro. Todavía estos hechos están demasiado calientes. Dentro de dos días se conmemorará otra vez la efeméride, es quizá la única derrota militar que se recuerda como un triunfo: hasta allí llegan las falacias del régimen.
Ahora, añadimos nosotros: la de aquel día fue así la doble conspiración de los llamados “comacates” y de los generales. Estos pensaban eliminar a los tenientes coroneles después de cumplida la tarea y quedarse ellos en el poder, cosa que no sucedió. Lo que no se ha podido aclarar hasta hora, seguimos hablando nosotros, es como contra todo sentido de la jerarquía militar los generales, también insurgentes aquella madrugada, entregaron el golpe a los tenientes coroneles al dejar hablar, contra las órdenes del presidente, quien había indicado, contra toda lógica también, que grabaran y editaran su mensaje. Los generales no lo hicieron. Es allí donde surge en cualquier lector, sobre todo si este es estudioso de la historia y del sucederse político, la interrogante de por qué dejaron hablar a aquel conspirador, sobre todo a un hombre que hoy sabemos cuan peligroso es. Ningún jefe militar, ningún político en el poder, jamás hubiera dejado hablar a un insurgente derrotado con las armas en la mano. De hecho contradijeron un principio político de El Príncipe(1532) de Nicolas Maquiavelo(1469-1527). Escribió el florentino: “quien procura que otro devenga poderoso se arruina”[1]. Esto fue lo que sucedió, allí se puede decir cayó la ahora falsamente llamada Cuarta República. Su nombre verdadero es, para nosotros, la República Civil(Manuel Caballero) o la República Liberal Democrática(Germán Carrera Damas).
Hay más, seguimos hablando nosotros, todavía, a diez y ocho años de haber escuchado el “por ahora” nosotros no hemos podido salir del estupor que nos causó escuchar en su momento aquel mensaje: cómo podía hablar así un oficial vencido, nos preguntamos frente al televisor frente
[1] Nicolás Maquiavelo: El Príncipe. Traducción y notas: José Rafael Herrera y Alejandro Bárcenas. Caracas: Los Libros de El Nacional, 1999. 127 p.La cita procede de la p.29.
al cual estábamos sentados, cómo podía llamar de nuevo, usando los canales oficiales, a un nuevo golpe. Y eso que en aquella hora todavía no sabíamos, cosa que vemos muy bien expresado en Días de rojo, que aquel golpista no había peleado sino que se había escondido y había mandado a luchar a los que lo acompañaban. Y además, lo comprendimos después, cuando habló en su solo nombre, “escuchen al comandante Chávez” dijo, le robó el liderazgo a sus otros tres compañeros en la acción, en el siempre condenable del golpe.
Y retornando a Días de rojo allí leemos sobre estos mismos hechos: “De muy buena fuente, esta cronista puede asegurar que en el tiempo muerto que transcurrió entre la rendición del comandante Sánchez y su aparición ante las cámaras de televisión, poco más de una hora, se dio una negociación que echaría por la borda las órdenes presidenciales. Los altos oficiales encargados de la custodia del comandante golpista le permitirían hablar en vivo a través de los medios, y no pregrabando el material como era la instrucción del presidente Velez. ¿A cambio de qué negociaron esos oficiales?¿Qué tanto dominio podía tener un teniente coronel de los efectos que tendrían sus palabras trasmitidas en vivo y no con material ya grabado?¿Quién le asesoraba?¿A qué temían los oficiales que se atrevieron a desobedecer al presidente? Muchas preguntas sin respuesta, pero solo por ahora”(p.93). De este hecho, grave e importante, lo que le permitió a la larga al conspirador llegar al poder más tarde, se ha dicho, por voces testimoniales, que no fue suceso de hora y media sino de tres horas, ya que a las 8 de la mañana salió del Museo Militar, llegó al Ministerio de la Defensa a las 9,30, habló a las 11,00, tiempo durante el cual el comandante gozó del apoyo de los generales también insurgentes, uno de los cuales, siempre dentro de la convención propia de una novela en clave, aparece en un pasaje de Días de rojo.
Esa es la esencia de Días de rojo, un libro que a través de la ficción intenta en una primera instancia registrar unos sucesos, en segunda provocar la reflexión sobre ellos. Ilumina la historia con la imaginación.
Y un mensaje final a la autora: el cultivo de la literatura exige vocación, paciencia y constancia. Por ello, ya que ella se ha asomado a todo esto, debemos recomendarle que la practique, que tenga unas horas diarias, aunque deba madrugar o hacer sacrificios, para leer y escribir. Con constancia diaria su carrera de escritora que ahora inicia con pie firme tendrá un sendero trazado. Ya, con Días de rojo, la realidad no es sueño.
2010: ROSALIA
“Todo era una intuición, una ambigua pero definitiva esperanza que lo obligaba a correr al encuentro de aquel sueño, de aquella aparición”.
Carlos Moros: Amigos para siempre,
Caracas: Fundarte,1986,p.31.
El volumen de Sebastian de la Nuez(1953) que vamos a tratar aquí tiene que ver con el tema de estas páginas. Tal los vericuetos que nos propone en su bella novela Rosalía(2010)[1], hecho esto a través de una cuidada y convincente prosa en la cual aparece nuestra ciudad, el amor, una honda nostalgia por ciertos momentos del final de los sesenta del siglo pasado y el recuento de la dolorosa experiencia colectiva que significó para muchos venezolanos la lucha armada de los años sesenta(1961-1965), tanto para los que participaron en ella, como para todos los habitantes de esta urbe en donde nos encontramos, porque aquello significó una experiencia, un hecho generacional para todos los que llegamos a los veinte años en los años sesenta. Esesto lo que explica las numerosas obras que se le han dedicado tal País portátil, de Adriano González León, No es tiempo para rosas rojas, de Antonieta Madrid, Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin, de Ana Teresa Torres, seguramente la mayor de todas, El round del olvido como en El último fantasma de Eduardo Liendo, El diario íntimo
[1] Sebastían de la Nuez: Rosalía. Caracas: Alfaguara, 2010. 261 p.
de Francisca Malabar de Milagros Mata Gil o las historias de los hijos de los guerrilleros, abandonados por aquellos para irse tras su utopía, tal la noveleta de Ricardo Azuaje: Juana la roja y Octavio el sabrio. Y las obras citadas no son las únicas, el asunto traspasa la narrativa venezolana de las últimas décadas. Solo nos referimos a las obras-hitos.
Pero Rosalía es más que solo una historia de amor entre Rosalía y su joven protagonista, Samuel. Es algo más, mucho más, todo contado con especial certeza y no poca belleza literaria.
La esencia de esta novela es la evocación del periodista y bisoño escritor Carlos Moros(1951-1982), uno de los reporteros caídos en el holocausto de Tacoa(diciembre 20,1982). La otra, al menos para nosotros, fue Marianela Russa.
Fue Carlos Moros, como aquel también inolvidable Simón Barreto Ramos(1943-1975), un escritor en ciernes, ambos caídos en el ejercicio de sus profesiones, Carlitos, como siempre se lo llamó entre amigos, como periodista, Simón, dando la mano a un enfermo porque era médico. De ambos nos quedaron las promesas de sus primeros escritos. Carlos Moros fue autor de los cuentos Amigos para siempre y del poemario Viraje de fuego, volúmenes póstumos ambos, los únicos de su pluma, tuvo quien esto escribe el privilegio de ser su editor, traídos a nuestras manos por su mamá, nuestra entrañable Nancy Rodríguez[1].
Rosalía está dedicada a la memoria de Carlos Moros, quien es a la vez uno de los personajes de la ficción que comentamos pues dentro de sus páginas lo vemos aparecer en uno de sus pasajes más destacados, momento memorable de esta invención, en el encuentro entre de La Nuez y Moros, topetón ficticio, en un bar por los lados de La Mariposa que aquí se narra(p.93-98),
[1] Carlos Moros: Amigos para siempre. Prólogo: Earle Herrera. Caracas: Fundarte,1986. 51 p.; Viraje de fuego. Prólogo: William Osuna. Caracas: Fundarte,1984.65 p.
fragmento que hemos leído varias veces con saudade. Dos amigos hacen sus libaciones en aquel antro de carretera mientras el autor de la narración se pregunta, escuchando al amigo, si: ”Ese verlo todo también puede ser lo que defina a Carlos”(p.93). Ante lo cual nos preguntamos, como lector emocionado ante este bello trozo, si eso no es lo que sucede siempre a todo creador, lo que le da carnadura y sentido a su vida: mirar todo con anticipación.
OTRO PASAJE DESTACADO
Otro momento subrayable para nosotros está en sus páginas. Es todo el capítulo X: “Esta celda es pan y tú, amante, agua de manantial”, sucede en Madrid, páginas hermosas, de bellos momentos de celebración erótica plena(p.185-204).
POR QUÉ
Apuntaríamos que el punto de partida de este libro no es otro que “reconstruir la historia de ciertos puntos neurálgicos de la ciudad, recrear la memoria de sus recovecos, contar la añoranza de protagonistas retirados de la escena. Rescatar lo pintoresco, lo rancio, lo que pasa por debajo de la mesa”(p.99), es decir mirar la historia cotidiana, a aquellos seres, hombres y mujeres que son como todos, gente como uno, las historias del “common people” como se dice en inglés.
Pero junto al recuerdo del amigo, que es casi una elegía, nos encontramos en Rosalía la historia de una experiencia dolorosa y lacerante: la guerrilla de los sesenta, la memoria de una experiencia desolada y frustrada, el andar de la izquierda desde aquellos días hasta su disolución cuando el socialismo autoritario desapareció, años después de que la guerrilla se había también extinguido. De allí que ante esos hechos, que el novelista rememora con nostalgia, y a veces con lágrimas, se escuche a Carlos Moros decir, en su palabreo con el amigo, “Me gusta con tal de que la compasión se disimule. Que sea fresca y desenfadada”(p.97).
Esta es una instancia. La otra es aquella en que se comprueba como “el izquierdismo se ha venido a menos”(p.138), ha desaparecido.
Pero lo que Sebastian de la Nuez indaga no es el sucederse de la guerrilla, tal como lo harían los historiadores con la precisión de su discurso, tal lo ha hecho por Antonio García Ponce en su Sangre, locura y fantasía. En cambio aquí lo que nos muestra este narrador son los “detalles, roces, y gestos y ecos”(p.177) de ese período, lo que toca la piel, los sentimientos, las vivencias, los amores desesperados por lo que no puede ser, las causas perdidas que dice, todo aquello que es literatura.
Y, claro, es evidente, que la narración que glosamos es el recuento hecho en Caracas, y desde Caracas, de aquellos años. En verdad la guerrilla sucedió lejos, en las montañas y nunca logró tener eco alguno en los que vivían en la urbe, de hecho fue la gente de la metrópolis la que la derrotó en las elecciones del 1 de diciembre de 1963, cuando la insurgencia llamó a la abstención y la gente votó para elegir a Raúl Leoni(1905-1972).
Pero a la vez aparecen aquí las gentes y las búsquedas, incluso las literarias, de aquellos que se reunían en las tardes en el Paprika, en El Gato Pescador, en el Tic Tac o, después, en la República del Este, en el llamado Triángulo de las Bermudas, todo ello en Sabana Grande, que siempre fue una suerte de capital imaginaria del país.
El protagonista de este volumen es un periodista, Samuel. Un cronista quien ejerce su oficio pero padece sus días, por ello tiene nostalgia de unas vivencias y de unos seres amados, pero cada jornada sigue registrando el suceder. Por ello leemos: “El periodista lucha todo el tiempo por hacer de lo fugaz algo permanente, escoge palabras para revestir lo pasajero de cosa trascendente y consumada”(p.203), aunque señala “No era mi intención ser testimonial o autobiográfico pero no pude evitarlo”(p.131), imposible porque rebusca y escudriña sus propios tiempos. Aunque no deja de señalar que estás son “Páginas hechas con la convicción del testimonio impenitente que ha tenido la oportunidad de asistir a grandes acontecimientos y vive para contarlo”(p.26).
Y ello lo hace a la vez, recordando la guerrilla, o las ideas que parecieron sustentarla, pero siempre recordando las idas y vueltas de su amor imposible por Rosalía, siempre inasible y lejana para él, tanto que le dice ni siquiera “te puedo tocar. No te puedo abrazar. No te puedo follar”(p.235). Y el lector puede preguntarse ante esto si estos amores platónicos no son de los mejores que se pueden vivir porque siendo amores, nunca dejan de serlo, quedan libres del fastidio de la vida cotidiana y del cansancio de la experiencia íntima repetida.
A veces este libro es un roman a clef, tal Avengoa, inspirado en parte, al parecer, en José Antonio Rial(1912-2009)[1], otros nombres ficticios son claramente reconocibles; pero también a veces Rosalía es una novela casi histórica con los nombres propios de los protagonistas del período, tal la complejidad con la que ha empapado Sebastián de la Nuez a su creación.
Pero estamos al leer Rosalía en el final de la izquierda. Leemos: “Avengoa vivió sus últimos años a las orillas de la izquierda, a pie de página en el sillón verde. Ya nadie necesitaba su apartamento como guarida. La noticia de su desaparición se limitó a un breve nota de contratapa en un periódico regional y una líneas hagiográficas en Tribuna Popular”(p.171). En ese momento, después de 1989, ya no existía la izquierda, dejó de estar presente desde las huelgas polacas de 1980, el anuncio de la
[1] Cuando hicimos la lectura pública de esta parte, estando presente su autor, este aceptó que el personaje era realmente José Antonio Rial, persona siempre querida y admirada para nosotros. Fue él quien, en 1967, publicó en El Universal nuestro primer artículo de crítica literaria(“Apuntes sobre Jezabel”, en El Universal, Caracas: marzo 6,1967). Teníamos aquel día 21 años. Siempre nos tocó el alma con sus escritos sobre nuestra generación, especialmete por su novela Jezabel. Buenos Aires: Editorial Losada, 1965. 213 p. Lo admiramos también, y mucho, como dramaturgo, especialmente por su pieza Bolívar(1982). Ver nuestro “El Bolívar, de José Antonio Rial”, en El Nacional, Caracas: marzo 22,1982.
Perestroika(1985) y los sucesos de los países del centro de Europa(1989), la caída del Muro de Berlín(1989), la reuificación de Alemania(1990), en 1999 el socialismo marxista había terminado su periplo, hasta la URSS había desaparecido(1991), los únicos que estaban eran los que nosotros hemos llamado los dinosaurios de la izquierda, incluso latinoamericana, esos viejitos de pelo blanco, patéticos casi todos, risibles, que aparecen en el Canal Sur, algunos como Abengoa, en la parte final de la novela, son funcionarios del régimen fascista actual, sucedió con ellos lo que Gisela Kozak dijo, en su Venezuela, el país que siempre nace(p.89), Andrés Barazarte, el protagonista de País portátil, y sus compañeros llegaron al poder con el Poseso, solo que sin ideales ni convicciones, vacíos, subrayamos nosotros. Aunque para nosotros no fueron los guerrilleros lo que llegaron al poder sino la gente de la postguerrilla, la ultraizquierda, quienes se convirtieron en delincuentes, esos han sido los que acompañaron al Comandante.
Pero la guerrilla de 1961-1965, siempre fue en sus escasos cuatro años, “una revolución próxima al fracaso”(p.188) y el PCV solo “un lecho de…errores”(p.182). Y ello, porque como lo hemos señalado, la guerrilla nunca caló porque se basó en una falsa interpretación de la realidad del país, nación que solo deseaba el régimen democrático después de la caída de la dictadura. Pero también fracasaron las guerrillas porque siempre estuvieron lejos, en las zonas rurales, lejanas a las ciudades donde transcurría la verdadera vida del país, ya convertido en nación urbana. Y además la verdad humana que aquí leemos: mucha gente de izquierda tenía al lado del afiche de Ernesto Guevara de La Serna(1928-1967), o de Ho Chi Minh(1890-1969) otro de Ursula Andress(1936) enfundada en su famoso bikini blanco en el que apareció en la película El Dr. No(1962) del agente 007. Así tenían a “Marx en el pensamiento, Isabel Sarli en la foto, Neruda en el corazón”(p.257). Y además, “Después del Vigésimo Congreso del PCUS(febrero 4-26,1956) no se puede seguir siendo comunista de fe”(p.230). Fue en esa reunión en donde Nikita Jrushchov(1894-1971) denunció los crímenes de Stalin(1879-1953), tal su famoso “Discurso secreto”(febrero 25,1956), este por cierto fue comentado entre nosotros, casi inmediatamente, por Augusto Mijares(1897-1979), uno de nuestros grandes pensadores democráticos[1]. Y menos marxista se podía ser primero después de la insurrección húngara contra el régimen comunista ese mismo año(octubre 24,1956) y de la Primavera de Praga, doce años después(abril 15,1968) y sobre todo después de la caída del Muro de Berlín (noviembre 10,1989), suceso hondamente comentado, con certera precisión por Arturo Uslar Pietri(1906-2001) aquí[2]. Todos estos sucesos hizo del vivir de una generación venezolana, como leemos en Rosalía, “la melcocha ideológica, esquizofrénica: voluntarismo proletario y ambiciones burguesas”(p.232), lo que llevó a “Al me estoy desangrando por dentro”(p.242), por carecer de todo sustento, de toda dirección vital.
Momento singular de la novela que comentamos es cuando aparece en ella el espectro de Rómulo Betancourt(1908-1981), el hombre anti-guerrilla, el creador, junto a Rafael Caldera(1916-2009) y Jovito Villalba(1908-1981)[3], de la República Civil(1958-1998). Ese “encuentro fantasmal entre Abengoa y Betancourt en Pacairigua”(p.224) es momento singular, es el tropiezo de la razón, de la inteligencia que todo lo supo mirar,
[1] Augusto Mijares: “El informe secreto de Kruschev, El Nacional, Caracas: julio 20 y 21, 1956. [2] Arturo Uslar Pietri: Pizarrón. Selección; Rafael Arraiz Lucca. Caracas: Los Libros de El Nacional,2006.494 p. Ver:”El Muro de Berlín y el Tercero Mundo” y “El marxismo leninismo”(p.382-386). No se debe confundir este libro con otro anterior, de igual título y distinto contenido: Pizarrón. Caracas: Edime,1955.338 p. ambos obras ejemplares por sus contenidos como todas las de don Arturo.. [3] Ver las palabras peroraradas por Rafael Caldea en su entierro insertas en su libro La Venezuela civil. Prólogo: Elías Pino Iturrieta. Caracas: Cyngular,2011.129 p. Ver: “Ante los restos de Jóvito Villalba”(p.89-93). Y nuestro “Jóvito Villalba”, en www.codigovenezuela.com: Caracas: septiembre 26,2014.
Betancourt, y de la sin razón, que se llevó la vida de numerosos jóvenes, Abengoa.
EL CORAZÓN
Si intentamos penetrar en la entraña de Rosalía encontraremos lo ya advertido:“Hay multitudes en el bulevar de la memoria, pero solo un puñado de gente en los recovecos de la nostalgia”(p.21), tal la evocación que aquí encontramos de las “causas perdidas”(p.21), que seguramente no es otra que la búsqueda permanente de que se establezca la justicia social pero la que no se puede prender en la sociedad con el uso de la violencia, por lo cual encontramos aquí la interrogante fundamental: “Qué ha quedado de la subversión…atrincherándose en las montañas” (p.28). Por ello en sus memorias “Se mezclaban nostalgias, ilusiones, amigos”(p.59).
Y todo es mirado aquí, desde del profundo socavón de la laceración y del recuerdo de los inocentes caídos. Nos toparemos al leer con el recuento de los libros leídos entonces y de la música que acarició las sensibilidades de aquellos seres.
Y ello junto a la hiriente meditación sobre nuestra nación: “Siempre he vivido en un país de paradojas”(p.72), una tierra en donde “se perdona todo excepto el éxito”(p.107), “un país subdesarrollado pero muy, muy frasquitero”(p.16).
Y esto contado siempre en medio de la historia del amor de Samuel por Rosalía, relación que no cuajó y solo produjo “dolor y la desolación”(p.127) a él porque todo lo que observamos son las instancias de un amor herido. Un amor que encarnó lo que Octavio Paz(1914-1998) dice en el mayor tratado sobre el amor publicado en las últimas décadas, cuando asienta que “el amor es una pasión dolorosa y no obstante digna de ser vivida…es una apuesta contra el tiempo y sus accidentes”[1].
[1] Octavio Paz: La llama doble. Bogotá: Seix Barral, 1993. 221 p. La cita procede de las p.128 y 220.
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