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HISTORIA DE LA PRESENCIA OCULTA Y FELIZ DE LAS MUJERES EN VENEZUELA"(IX). Roberto Lovera De Sola


LO DIFICIL DE LA CONSTRUCCION


Además aquella construcción no era tarea fácil en “una sociedad donde la suspicacia política había enseñado el principio de la desconfianza”(p.194).


LA MUJER


Quiso desde un comienzo Mirla Alcibiades trabajar solo el tema de la mujer y de lo femenino en nuestra sociedad, pero comprendió que aquello no podía ser examinado sino dentro del contexto de la puesta a andar del proyecto político-social, empujado por general Páez y la élite que gobernó con él. Aquello surgió cuando auspició, en 1829, la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País. Por ello Mirla Alcibiades comprendió que no podía estar su tema alejado de esta circunstancia.

Presentado aquello, con pormenor, se centra en muy buena parte de su libro, de allí su interés por los estudios de género, en el periplo de la mujer. Logra descubrir que pese a que siempre se creyó que estaba de lado, en silencio, lo que era un error, su presencia siempre fue, como lo advirtió Teresa de la Parra(1889-1936) “oculta y feliz”. Antes ellas habían empujado a maridos, hermanos, novios y amantes a meterse en la guerra, a darnos la independencia. Aquí las vamos a seguir presentes. A mostrarlo ha dedicado Mirla Alciabiades buena parte de su fascinante libro, en él descorre un velo. Hay, escribe, “suficientes elementos que nos permiten sostener los proyectos orientados a incorporar a la mujer y al niño a la vida pública, así como los propósitos encaminados a conceder a la matriz familiar un lugar de preminencia en el escenario colectivo…Podemos tomar por cierto que a partir de 1830 la reflexión sobre esas materias(familia, mujer y niñez) acapara un interés constante y sostenido…en las décadas siguientes a 1850, ese espacio doméstico se vio privilegiado”(p.XIV).


EDUCACION DE LA MUJER


Hecho fundamental para ello fue propiciar la educación de la mujer. Parece de perogrullo la afirmación que vamos a hacer: no se puede separar la educación de la cultura porque sin instrucción es imposible que haya cultura y, desde luego, la educación es una faceta del proceso cultural. El hecho de que la educación, hoy en día, no escuche lo que los trabajadores culturales y sus creaciones dicen es una de las razones del frustrado proceder educativo que vivimos. Y es tan importante que no hay un solo pensador venezolano que no haya dedicado algún espacio en sus escritos ha reflexionar sobre el fenómeno educativo. Y ello, desde el siglo XVIII.

En cuanto a la educación de las mujeres entre nosotros, aquí en Caracas, esta empezó muy pronto, en 1768, cuando el canónigo Simón Malpica(1714-1776), fundó la primera escuela femenina que hubo entre nosotros. También existió una iniciativa, de don Simón Rodríguez(1769-1854), para la creación de la Escuela Pública para Niñas en Caracas(noviembre 11,1793)[1]. Que estaban bastante instruidas nos los indica un hecho, por encima del tal han pasado los historiadores, sobre todo por no saber leer bien los viejos papeles. Veamos: el 24 de octubre de 1808 circuló la Gaceta de Caracas, el primer semanario fundado entre nosotros, la primera producción de la imprenta recién instalada entonces. Su redactor fue Andrés Bello(1781-1865), entonces un joven de veinte y siete años, ya considerado el primer intelectual de la ciudad. En su primer editorial hay tres líneas en las cuales Bello invitó a las mujeres a colaborar en la Gaceta de Caracas, esto era señal que conocía su preparación e ingenio. Esta singular noticia debe ser anotada en la historia de la mujer entre nosotros. Esto no se ha hecho

[1] Gustavo Adolfo Ruiz:: Simón Rodríguez, maestro de la Escuela de Primeras Letras,p.247.


como se debía, creemos haber sido nosotros el primero en haber indicado el punto.

En 1819 fue el Libertador el primero en preocuparse por la educación de las mujeres, tal su proyecto del Poder Moral, presentado en Angostura, como parte del proyecto de Constitución presentado por él ese día. Recuérdese que el Discurso de Angostura fue la exposición de motivos del proyecto de constitución, el primero de los suyos, que presentó ante nuestro parlamento. Allí esta su proposición del Poder Moral del cual formaba parte la Cámara de Educación, allí insistía el Libertador en la necesidad de educar bien a las madres. En una época en que la educación masculina era muy deficiente y la femenina no existía Bolívar se adelantó a su época, como siempre, con su previsión. Y tras la guerra, fueron numerosas sus realizaciones en su época andina en que favoreció la educación de las mujeres. Pueden leerse en el libro de historiador José Luis Salcedo Bastardo(1926-2005) El primer deber, cuyo título procede de una idea del propio Libertador(diciembre 11,1825), “el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo” [1].

En 1826 apareció en Caracas El canastillo de costura, “primera revista venezolana concebida para un público femenino”(p.338), fue redactada por hombres, las revistas femeninas, redactadas por mujeres vendrian después.

Ese mismo año de 1826 apareció el libro Las ilustres americanas, impreso originalmente, en la Biblioteca Americana, dirigida por Bello en Londres, esto fue en 1823. Pero tuvo suerte aquel escrito, pronto se hicieron ediciones también enFiladelfia(1825), París(1825) y Caracas(1826). Bien vale la pena detenerse en este opúsculo, era aquel un trabajo de uno de los compañeros de don Andrés en la Biblioteca Americana, era el alemán, con muchas raíces en el Perú, Pedro Creutzer, quien fue el autor del trabajo “De la influencia de las mujeres en la sociedad; y acciones

[1] José Luis Salcedo Bastardo: El primer deber. Con el acervo documental de Bolívar sobre la educación y la cultura. Caracas: Equinoccio,1973. 643 p. La cita porcede de la p. 364.


ilustres de varias americanas”(Biblioteca Americana, Londres, t.I,1823,p.368-411), quien firmó su trabajo con sus inciales P.C., las cuales como ha establecido el profesor Guillermo Guitarte, del Boston College, corresponden a este personaje y no como se creyó durante mucho tiempo a Pedro Cortés de Campomanes(c1775-d1835),P.C., quien vivía entonces en Londres. Tuvo mucha suerte este estudio de Creutzer, ya que impreso en 1823 fue rápidamente reimpreso, como folleto en Filadelfia: F.Hurtel, 1824; en Paris, en 1825, y tras la guerra, en Caracas como Las ilustres americanas; de la influencia de las mujeres en la sociedad; y acciones de varias americanas[1], en la imprenta de Domingo Navas Spínola. Fue Navas Spínola, al decir de Guillermo Morón, el editor que trazó el “plan editorial de la República”[2], uno de cuyos venerables impresos es precisamente este. Debe ser considerado como el primer libro dedicado a las mujeres latinoamericanas, tras la proclamación de Independencia. Con relación a Venezuela trata de las acciones de las Montillas, Josefa Palacios, viuda de José Félix Ribas(1775-1815), tía del Libertador, Leonor Guerra, Josefa María Ramírez de Castro, Ana María Campos y otras próceres[3].

En 1827, al año siguiente de la aparición de El canastillo de costura, en 1827,en su última visita a Caracas, el Libertador se ocupó de ofrecer los necesarios fondos para el funcionamiento de la escuela fundada por el canónigo Malpica, ya fallecido. Bolívar creía, así lo dijo(julio 8,1825), “Que la educación de las niñas es la base de la moral de la familias”[4]. Así el 27 de junio 1827 a través de un

[1] Pedro Creutzer: Las ilustres americanas; de la influencia de las mujeres en la sociedad; y acciones de varias americanas. Caracas Reimpreso por Domingo Navas Spinola,1826. 59 p. [2] Guillermo Morón: Historia de Venezuela,t.III,p.9. [3]Manuel Segundo Sanchez: Obras,t.I,p.172, ficha 411; Pedro Grases: “Nota preliminar” en Biblioteca Americana. p.III-V. Ver en este caso la p.IV; Iván Drenikoff: Impresos venezolanos del siglo XIX(1808-1830),p.83, ficha 268. [4] José Luis Salcedo Bastardo: El primer deber,p.332.


decreto[1], argumentaba Bolívar: “Que el importante objeto de la educación pública quedaría imperfecto no mejorando la de las niñas”[2]. Creó también ese mismo día una Junta Inspectora de la Educación de las Niñas. Todavía existía, explica Mirla Alciabíades, el Colegio Malpica en 1839(p.167-168, nota 13).

Para entrar en el período que se abrió en Valencia el 13 de enero de 1830, hay que indicar como lo hace Mirla Alcibíades:


“Es claro que la revolución de independencia introdujo significativos cambios en las maneras públicas, en especial en lo que se refiere a la condición femenina”(p.289).


Ella misma también anota:


“A partir de 1830, con necesarias dificultades y retrocesos, los dirigentes se dieron cuenta “que en el caso de la ‘otra mitad del género humano’ había otras razones de fondo que hicieron posible la atención que comenzó a dispensárseles”(p.221-222), “Esa tímida figuración femenina deja sentir la enorme distancia que hay entre los planteamientos de esos nuevos tiempos y las posturas iniciales del período, cuando el general Páez, todo el patriciado y, con ellos, el sector eclesiástico, concebían una patria a su imagen y semejanza, vale decir, a semejanza masculina y con prescindencia de la mujer”(p.237), “En realidad, los patricios supieron que debían educarlas para sus nuevas funciones”(p.239).


En 1831, existiendo la escuela del canónigo Malpica, fue abierta la Escuela inglesa de la señora Campbell, para la educación de niñas. Pese a ello el proceso de la educación de la mujer no fue fácil sino espinoso, ya que un lustro más tarde, dice Mirla Alcibiades, lo que existía era escaso, aunque comenzó a haber una protesta contra aquello.

En 1837 abrió sus puertas el Colegio de las Educandas, de las señoras Encarnación, Teresa y Concepción Luque y el Colegio de la Concepción, de las hermanas Dolores y Manuela Guido; en 1838 la Nueva Escuela de Señoritas,

[1] José Luis Salcedo Bastardo: El primer deber,p.516-518. [2] José Luis Salcedo Bastardo: El primer deber,p.516


de las señoras Lugo. En el período se publican diversas obras para facilitar la educación de la mujer, varias de ellas traducidas de otras lenguas(p.206-214) y desde luego textos escolares. Y se logró superar lo anti-femenino(p.230-231), visible en el pensamiento de Juan Jacobo Rosseau(1712-1778). Lo que acerca y lo que separa el pensamiento del ginebrino del de Bolívar debe restudiarse con atención siguiendo la lección del maestro Prieto Figueroa[1] porque según aquel insigne educador era más lo que alejaba a Bolívar de Rosseau, en esta materia, que lo que lo acercaba. Aunque su concepción de la sociedad fue esencial para él, en San Pedro Alejandrino, en los días finales de su vida, tenía El contrato social del ginebrino a la mano.

Que la preocupación por la educación fue constante nos lo muestra, en 1839, el artículo “Educación del bello sexo” de La Guirnalda, n/ 3(agosto 18,1839), firmado por A.M.O.R. que Mirla Alcibiades considera “de evidente factura masculina”(p.158), aunque muy bien valdría la pena preguntarse por la autoría de los dos poemas que se insertan en él. El artículo fue rescatado por María Eugenia Díaz[2]. Hay más, sin disentir a Mirla Alcibiades, hay paralelismos entre lo dicho en este artículo y lo que se puede leer en el artículo “El bello sexo” inserto en el Correo del Orinoco(enero 20,27,febrero 3,1821), exhumado también por María Eugenia Diaz[3], lo cual puede, es nuestra hipótesis interpretativa, haber sido obra del mismo autor: José Luis Ramos(c1792-1849), redactor tanto del Correo del Orinoco y como de La Guirnalda, aunque el artículo del Correo del Orinoco es más avanzado: llega a pedir se conceda el divorcio a las mujeres[4]. Con todo el

[1] Luis Beltrán Prieto Figueroa: El magisterio americano de Bolívar, ya citado. [2] A,M.O.R.”Educación del bello sexo”, en María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX,p.89-94. [3] María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX,p.10-11. [4] Lo que antes, el 26 de octubre de 1792, había pedido Miranda en su celebre carta cuyo pasaje esencial hemos citado antes. Ver en este caso su Colombeia,t,X,p.265-276.


artículo de A.M.O.R. es más que significativo. No es desde luego el primer texto impreso de una mujer, este, lo prueba la misma Mirla Alcibiades(p.276), es el poema de María Josefa Acevedo “Lamentos de Colombia” inserto en El Fanal(marzo 31,1830), periódico anti-bolivariano dirigido por Tomás Lander(1792-1845), pero su autora era neogranadina y en el momento en que se imprimió en Caracas ya Venezuela no formaba parte de la Gran Colombia(enero 13,1830) y aquel escrito no había sido concebido por una poeta venezolana y por lo tanto no es un escrito de una venezolana.

En verdad en aquellos momentos permanecían inéditos, y lo estarían por mucho tiempo, los poemas de sor María de los Ángeles(1765-c1818), nuestra primera poeta y escritora; las cuartetas(1814) de María Josefa Sucre(1786-1821) e incluso el poema(1836) de María Antonia Bolívar(1777-1842), de sesenta y nueve años, a su joven amante, de 22 años, José Ignacio Padrón(1814), este es todo un bolero y es el primer poema de amor escrito por una mujer en nuestra literatura, según nuestras propias pesquisas, fue publicado hace poco, en el 2011, por Inés Quintero[1]. Hemos entregado su letra a una músico amiga nuestra, Julia Carolina Ojeda, pidiendo le ponga música.

En 1840 se decretó, al fin, la constitución del Colegio Nacional de Niñas, plantel oficial, que inició sus actividades al año siguiente. De hecho ya en ese momento existía la Dirección General de Instrucción Pública(1838-1854), que presidía el sabio doctor José María Vargas(1786-1854), se puede concluir que aquella decisión fue consecuencia de su acción en esta importante institución educativa, que al no existir entonces un Ministerio de Educación era responsable de la marcha del proceso de instrucción en todo el país.

Fue como consecuencia de la instrucción recibida por las mujeres en aquel período que examina Mirla Alciabiades que el desempeño laboral de las mujeres, sobre todo las

[1] Inés Quintero: El fabricante de peinetas,p.152-154.


de la clase media, estas ejercían los oficios de “preceptoras y directoras de escuelas y colegios de niñas…parteras, modistas, relojeras, cargadoras de bultos en los puertos, lavanderas”(p.374) o aquellas que ejercían el oficio más antiguo, por lo cual siempre fueron, todas ellas, las mujeres tristes que dijo Gabriel García Márquez(1927-2014) en su magistral novelín.


LIBROS DE MUJERES


En este período, más allá de los solo libros pedagógicos, literarios no hubo ninguno hasta 1885, nos parece que debemos subrayar la existencia de dos libros de mujeres que tienen que ver con nuestra vida pública, el segundo que nombraremos es casi desconocido. El primero es el folleto Al público(1832)[1], de Dolores Montilla de Delpech (p.17-18); el otro apareció ocho años después, es el de Josefa Gedler: La opinión pública juzga a los hombres por sus propios hechos(1840)[2], considerado con razón como el primer libro impreso de una mujer entre nosotros. Fue hallado en los fondos de la Biblioteca Nacional por la escritora Irma De Sola Ricardo(1916-1991) cuando preparaba, en 1975, la exposición La mujer en las letras venezolanas. Creemos que por tratarse de un alegato jurídico no se ha le ha tenido en cuenta, pero para la historia de la mujer tiene un singular valor: vemos a su autora que en una época en que la mujer no tenía ni siquiera derechos civiles y menos políticos, cuyos bienes pasaban, como consecuencia del matrimonio a manos del esposo, que este administraba como quería. En cambio vemos como Josefa Gedler defiende sus bienes de manos masculinas.


HECHOS DE LA LITERATURA

[1] Dolores Montilla de Delpech: Al público. Caracas: Imp. de Valentin Espinal,1832. 30 p. [2] Josefa Gedler: La opinión pública juzga a los hombres por sus propios hechos. Caracas: Imp. de Tomás Antero,1840.52,26,48 p.


Mirla Alciabiades hace en su libro historia cultural. De allí que no deje de lado el tratamiento de lo literario que fue en aquellos años en que se conformaba al país, permitía mirar en el interior de los venezolanos, ya que la literatura siempre es el espejo en donde se miran las sociedades, más en el caso de Venezuela cuya cultura es fundamentalmente humanística.

En 1824 la pieza Virginia de Domingo Navas Spinola[1] no fue solo la primera pieza teatral de un autor venezolano impresa, fue el primer libro literario venezolano en ser editado, en ese momento no se había publicado ningún poemario, ni ningún cuento, ni ninguna novela, en la crítica literaria teníamos los artículos de Bello impresos el año anterior en su primera revista londinense y solo un ensayo: la Carta de Jamaica, del Libertador(1815), impresa en inglés, en 1818, en una revista jamaiquina, en traducción vigilada por él mismo, hecha en 1815 por el oficial canadiense John Robertson(1767-1815), compañero de Bolívar en exilio jamaiquino. Así es que la cronología creativa de nuestras letras se inicia con la obra teatral Virginia. Y además nos explica, cosa que nos ha mostrado muy bien Dunia Galindo, que el desarrollo literario venezolano se inició primero en el teatro antes que a través de la narrativa. La poesía si era muy antigua, nuestro mas antiguo libro poetico fue impreso en 1589, las Elegías de varones ilustres de Indias, de Juan de Castellanos(1522-1607), publicado en España porque no había imprenta en nuestro país y no la habría hasta 1808, razón por la cual nuestro primer libro de poesía no se imprimió hasta 1844, como lo certificó Humberto Cuenca(1911-1965).

En 1827 hemos destacado nosotros, por sus rasgos de ensayo, el escrito de Valentín Espinal(1803-1866), nuestro primer editor, sobre la llegada a Caracas de Bolívar en su última visita a su ciudad natal. Es también testimonio del afecto caraqueño por la figura del Libertador, anterior a los

[1] Domingo Navas Spínola: Virginia. Caracas: Imp. de Tomas Antero,1824 114 p.


artículos de Juan Vicente González(1810-1866), publicados en la prensa de la ciudad entre 1831 y 1842, e impresos en libro en este último año. El folleto de Espinal merece especial atención por parte de los historiadores de nuestra literatura[1].

Nuestro primer cuento fue, en 1837, “La viuda de Corinto” de Fermín Toro(1806-1865).

Apunta Mirla Alcibiades: “el momento en que cual la literatura capitaliza todas las búsquedas ocurre en 1839…Al menos cinco hechos apuntalan lo que he sostenido…1) se inaugura la Cátedra de Literatura en la Universidad de Caracas; 2) se promulga la ley de imprenta que aseguraba la ‘propiedad de la producciones literarias’; 3) se consagra el ‘libro en blanco, en finísimo papel y primorosamente encuadernado, donde se escriben sus pensamientos las amigas, los amigos y lo que no son amigas ni amigos”(La Guirnalda: septiembre 4,1839), era denominado álbum; 4)la prensa periódica(sobre todo La Guirnalda) comienza a conceder mayor espacio a la producción literaria nacional al incluir en sus columnas textos artísticos(fundamentalmente poesía); 5) se consolidan los artículos de costumbre[s] desde el Correo de Caracas”(p.240-241), surgen de allí nuestros costumbristas, este será el camino hacia la novela, porque este género, escribió Mariano Picón Salas(1901-1965), “En orden cronológico el costumbrismo es la primera vía, no digamos hacia lo autóctono, pero por lo menos hacia lo circundante, en el proceso de nuestras letras, después que Venezuela se hace independiente”[2].

Fueron, desde luego, aquellos los tiempos del romanticismo, tardío en nuestra literatura, según nuestra opinión, y demasiado influida aun nuestra literatura por las poéticas neo-clásicas, la edición caraqueña del Arte de

[1] Valentín Espinal: Sucinta descripción de la entrada del Libertador Presidente en Caracas, el 10 de enero de 1827. Caracas: Imprenta de Valentín Espinal, 1827. 29 p. [2] Mariano Picón Salas: Antología de costumbristas venezolanos del siglo XIX.6ª.ed. Caracas: Monte Ávila Editores,1980. 431 p.La cita procede de la p.5.


hablar en prosa y verso, de José Gómez Hermosilla(1771-1837) se publica ese año[1], pese que ya en 1823 don Andrés Bello había cuestionado, en la Biblioteca Americana, las poéticas y modos de escribir neo-clásicos abriendo así el camino al romanticismo. De todas maneras, en 1839, ya estaba activo entre nosotros José Antonio Maitín(1804-1874), nuestro primer poeta romántico. Aunque “El lenguaje literario…con su consecuente tratamiento de lo pasional…descubrió el sentimiento” (p.117, 119, 120,124), de raíz romántica, como lo fue siempre nuestra literatura, como lo indicó Fernando Paz Castillo(1893-1981) al señalar: “La raíz de nuestra literatura es romántica, por naturaleza, y luego, a su hora, por escuela. A más de estos hemos tenido neoclásicos, parnasianos, modernistas. Varia la forma, pero la raíz no. Tampoco varía el alma nacional”[2].

Es de todas maneras, dice Mirla Alciabiades, “una literatura que emerge en cerrado compromiso con la reflexión sobre la mujer…pero es una literatura que congracia a sus lectoras(y lectores) con la prédica moral…se trató de una literatura escrita para conmover el sentimiento”(p.243-244), fue una literatura que se expresó fundamentalmente a través de los medios periódicos y de las revistas, de hecho nuestra primera novela Los mártires(1842) de Fermín Toro se publicó por entregas, como folletín de El Liceo Venezolano(números 2-7); el primer poemario, el de Rafael Agostini(c1808-1881), La citara de Apure,vio la luz como libro impreso en 1844[3]; la primera novela y la primera pieza teatral impresa escrita por una mujer fue publicada en 1885, ambas de Zulima, Lina López de Aramburu; el primer texto de crítica literaria fue un opúsculo de Rafael María Baralt(1810-1860),

[1] José Gómez Hermosiilla: Arte de hablar en prosa y verso. Caracas: Imp.de Valentín Espinal,1839. 2 vols. [2] Fernando Paz Castillo: Reflexiones de atardecer,t.III,p.400. [3] Rafael Agostini: La cítara de Apure. Caracas: Imp.Boliviana,1844. 2 vols.


impreso en Madrid, en 1847, Chateaubriand y sus obras[1]; de tres años después fueron los Opúsculos literarios y críticos(1850) de Bello, impresos en Chile[2]; hasta 1877 no tuvimos un libro orgánico de crítica literaria de la envergadura en el Cervantes y la crítica, de don Amenodoro Urdaneta(1829-1905)[3], padre también, en 1865, de nuestra literatura infantil, con su Libro de la infancia[4].

Fueron numerosas las obras de autores extranjeros que aquí se publicaron y circularon(p.245-248), en este campo la contribución de Mirla Alcibiades es más que fundamental, sobre todo por reaccionar contra aquellos que estudian nuestras letras del período, todavía incipientes, solo a través de las obras de autores venezolanos, como si la literatura no fuera un hecho universal, la caja de resonancia de toda literatura nacional.

1842 fue el año del establecimiento del Gabinete de Lectura de la librería Caballerizo, ya que no existía aun una biblioteca pública se pensó que sería una manera de sustituirla(p.271).

Quizá la plenitud de aquel primer romanticismo cuajó, en 1851, en el Canto fúnebre de José Antonio Maitín(1804-1874)[5].

Aquí vale otra digresión, fundamental en el caso de la exposición de Mirla Alcibiades, es relativa a la familia. En Venezuela se tuvo durante el período que ella estudia “el desempeño de la familia como parte del proceso de

[1] Rafael María Baralt: Chateubriand y sus obras. Madrid: spi,1847. Este es según nuestras propias pesquisas el primer trabajo de crítica literaria venezolana impreso en forma de libro. Puede leerse hoy en su día en Rafael María Baralt: Obras completas. Maracaibo: Unioversidad del Zulia, 1960-1972. 7 vols. El texto que referimos está en el t..V,p.113-128. [2] Andrés Bello: Opúsculos literarios y críticos publicados en diversos periódicos desde 1834 a 1848.Santiago:Imp. Chilena,1850. 320 p. [3] Amenodoro Urdaneta: Cervantes y la crítica. Caracas: Imprenta a vapor de La Opinión Nacional, 1877. 808 p. [4] Amenodoro Urdaneta: El Libro de la infancia. Caracas: Imprenta de los Estados Unidos de Venezuela,1865. 201 p. [5] José Antonio Maitín: Canto fúnebre. Caracas: Imp.George Corser,1851.16 p.


consolidación nacional”(p.299), tanto que en El Patriota venezolano(noviembre 1,1830) encontró, ya el mismo año 1830: “Las sociedades no son más que el conjunto de las familias”(p.300). Fue Maitín un cantor del hogar. De hecho el Canto fúnebre es la elegía producida en homenaje a la esposa fallecida. Tan importante llegó a ser esta poesía del hogar que don Marcelino Menéndez Pelayo(1856-1912), el gran crítico español, encontró en la poesía de Maitín, “una especie de poesía íntima y familiar, que entonces era nueva en la literatura castellana”(p.355). Desde luego, y hay que indicarlo, el primer romántico latinoamericano fue Bello. Maitín fue el primer romántico venezolano, el máximo, el más grande, nacería también en este período: Juan Antonio Pérez Bonalde(1846-1892) aunque sus libros aparecerán en los años setenta del siglo XIX.

De 1856 procede un gran ensayo: Cosas sabidas y cosas por saberse, de don Cecilio Acosta(1818-1881)[1], allí a través de la bella prosa trata graves problemas nacionales. La belleza de la escritura ya había sido implantada por nuestro primer ensayista, el Libertador, quien, como don Cecilio en Cosas sabidas y cosas por saberse, escribió en la Carta de Jamaica, un ensayo vaciado dentro del género epistolar. Y cuatro años más tarde concibió otro, el Discurso de Angostura, un ensayo escrito para ser leído en público. Tales las muestras de un género tan decisivo en nuestras letras que siempre se data del modernismo, aunque tiene estas raíces. Sin duda, una muestra finisecular esencial son los ensayos Humo de mi pipa, de José Gil Fortoul(1861-1943)[2], Palabras de Pedro Emilio Coll(1872-1947)[3] y, desde luego, Camino de perfección, de Manuel Díaz Rodríguez(1871-1927)[4], ensayos primorosos todos.

[1] Cecilio Acosta: Cosas sabidas y cosas por saberse. Caracas: Imp. de Jesús María Soriano,1856. 31 p. [2] José Gil Fortoul: Humo de mi pipa. Paris: Granier, 1891. 120 p. [3] Pedro Emilio Coll: Palabras. Caracas: Imp. Bolivar, 1896.155 p. [4] Manuel Díaz Rodríguez: Camino de perfección. París: Ollendorf,1911.VIII,296 p.


En 1865, el año que se cierra el libro que hemos glosado largamente, esta lleno de noticias creadoras: fue creada la literatura infantil con El libro de la infancia de don Amenodoro Urdaneta(1829-1905); circuló también ese año el único tomo la Revista Literaria, de Juan Vicente González(1810-1866), allí insertó completa la obra mayor de nuestra prosa romántica: su Biografía de José Felix Ribas y se imprimió, en Nueva York, la Vida de Bolívar, de don Felipe Larrazabal(1816-1873)[1], la primera gran biografía del Libertador, uno de los libros más famosos de nuestro siglo XIX, tanto como Venezuela heroica, de Eduardo Blanco(1838-1912), publicada diez y seis años más tarde(1881)[2].


EPILOGO


Cierra su libro Mirla Alcibiades, en el último párrafo, señalando


“recuerdo que fue arduo e intenso el trabajo asumido por la mayoría de los letrados venezolanos. Al querer proscribir las armas, los muertos en el campo de batalla y el dolor de los vivos, soñaron, tal vez, superar a los héroes consagrados a las balas. Para ello fundaron escuelas, colegios, imprentas, hospitales, caminos, escribieron poemas, novelas, piezas teatrales, ensayos; legaron a la posteridad partituras, pinturas, libros; y, en definitiva, todo aquello que las posibilidades del momento y del espíritu humano confiado en el futuro puede legar…aprendieron el valor de la vida y el respeto por el cuerpo y el alma. Se convencieron de que su aporte era labor de hacedores. Amparados en esa verdad magnifica, comprobaron que, para ser héroes, se podía prescindir del odio y de las ambiciones políticas y, por eso, estuvieron ciertos de que querían cambiar la destrucción por la construcción y que, también, era una heroica aventura ésa de construir una república”(p.376-377)[3].

[1] Felipe Larrazabal: Vida de Simón Bolívar. New York: O. Jenkins,1865-1866.2 vols. [2] Eduardo Blanco: Venezuela heroica. Caracas: Imp. Sanz,1881. XII,266 p. [3] La versión original de esta parte fue leído en la sede de la Fundación Francisco Herrera Luque, en la sesión de “Los Tertulieros se reúnen”, la tarde del martes 21 de agosto de 2012. Fue publicado en www.analitica.com: Caracas: septiembre 13,2012.




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