top of page

HISTORIA DE LA PRESENCIA OCULTA Y FELIZ DE LAS MUJERES EN VENEZUELA"(VII). Roberto Lovera De Sola


1768: COMIENZA LA EDUCACION FEMENINA


Fue precisamente en 1768 cuando fue fundado en Caracas el Colegio Malpica, fue una iniciativa del canónigo don Simón Malpica(1714-1776). Fue esta ”la primera institución docente dirigida a las niñas venezolanas” como lo subraya Mirla Alcibiades (1953). El propio Libertador, en 1827, se ocupó de esta institución mediante un decreto(junio 27,1827), fue esta una de sus iniciativas educativas de aquel año, el último que pasó en su tierra, meses en los que tanto se ocupó de la educación.


1792: DOÑA DOMINGA ORTIZ


Caben aquí unas digresiones sobre doña Dominga Ortiz(1792-1875), sobre todo sabiendo que aquella época la presencia de la mujer no se hacía pública sino que era musitada dentro del hogar, aunque la “presencia oculta y feliz”, de nuestras mujeres, que dijo Teresa de la Parra, en nuestro devenir es más importante de lo que se ha visto hasta ahora: siempre estuvieron presentes aunque desde el silencio de los hogares y como confidentes de los hombres: esposos, hermanos o amantes, que fue el caso de Barbarita Nieves(c1803-1847), la inteligente amante del general José Antonio Páez(1790-1873). Y, siempre, más que presentes en nuestra vida politica. De allí lo que dice un personaje de Herrera Luque sobre “la bladura marcial” de nuestras mujeres, según lo dijo José Rafael Revenga Pereira(1857-1915)[1].

Entre ellas, y en su época, doña Dominga es distinta porque ella aparece en nuestra historia con personalidad propia, con la luz que ella misma se dio. Ella fue una de las heroínas de la guerra de independencia. No la estudiamos aquí por ser la esposa, al menos hasta 1818, de Páez sino por ella misma. De allí la singularidad de esta mujer de personalidad tan especial que cuando se dio cuenta que el marido amada a otra, Barbarita Nieves, se retiró sigilosa porque doña Dominga se respetaba así misma. Sabía, además, que las “mujeres conservadoras de hombres pierden la dignidad y pierden al hombre”, según la apotema de nuestra Ángela Zago. Volvió a aparecer doña Dominga en la vida de Páez, ya muerta Barbarita, en momentos muy graves de la vida del Centauro(1849), a su caída del poder. Pero nunca volvió a ser su pareja, pese a haberse mantenido siempre cercana a aquel[2].

Una nueva visión de doña Dominga es la que nos permite observar Tomás Polanco Alcántara(1927-2002). En su investigación paeña doña Dominga cobra nuevas dimensiones ante nuestros ojos al ser tratada por él. La

[1] Francisco Herrera Luque: En la casa del pez que escupe el agua. Barcelona: Pomaire,1978. 583 p. La cita procede de la p.458. [2] Sobre ambas mujeres consultar Ana Mercedes Pérez: Las amadas de Páez. Caracas: Monte Ávila Editores, 1973.56 p.; Virgilio Tosta: Galería de ilustres barineses. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990. 650 p. Ver:”Dominga Ortiz de Páez”(p.269-299); Tomás Polanco Alcánatara: José Antonio Páez, fundador de la república. Caracas: Ediciones GE, 2000. IX, 574 p. e Inés Quintero: La palabra ignorada. La mujer: testigo oculto de la historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 2007.270 p. Ver: “Cuando el marido se llama José Antonio Páez”(p.134-198), título este nada mujeril, demasiado tradicional, aunque el estudio es preciso y exacto, el mejor consagrado a doña Dominga.


podemos ver ahora con especial detalle, en los rasgos más nobles de su carácter, en su forma de ser que la llevó a apartarse del general cuando otra mujer apareció en su vida y reaparecer, con lo mejor de su espíritu, en la hora menguada de 1849. Por ello tiene razón Polanco al afirmar que su caso es único entre las esposas de nuestros Presidentes(p.421). Fue una figura hecha de carne y pulido espíritu.

Dominga Ortiz Orta nació en Canaguá, Barinas (noviembre 1,1792). Fue hija legítima de Francisco de Paula Ortiz y de Micaela Orta. Ella provenía de una distinguida familia barinesa, de ciertos recursos, no ricos, ni miembros de la oligarquía de aquella urbe.

Se le consideró “agraciada y desenvuelta…poesía una personalidad arrebatadora”[1]. Fue también, como buena llanera, una excelente amazona, ello porque al ser mujer del llano estaba acotumbrada a vivir en él, llegó incluso a dar a luz en pleno descampado.

Era muy joven, tenía diez y siete años, cuando José Antonio Páez y ella se conocieron, al parecer, en 1809. Ese mismo año se casaron(junio 1,1809).

Meses más tarde estalló la Revolución. Muy pronto Barinas se adhirió a la proclamación de autonomía hecha en Caracas(abril 19,1810).

Los dos esposos, patriotas ambos van a estar juntos en todo el suceder de estos años, al menos hasta 1818. Ella actuó en varios oportunidades, en un momento, gracias a una estrategema suya logró salvar la vida del esposo, condenado a muerte por los realistas.

Todo el año 1814, cuando acabó la llamada Segunda República, vivieron en los Andes.

No solo estuvo presente en las acciones sino que en medio de la vivac, a la intemperie, tuvo sus partos, dos de los hijos se lograron salvar, Manuel Antonio Páez Ortiz y María del Rosario Páez Ortiz. Diversas fueron las peripecia de la pareja hasta su asentamiento en Casanare donde Páez estableció su zona de operaciones. Fue aquel año catorce

[1] Ana Mercedes Pérez: Las amadas de Paéz,p.13.


cuando Bolívar tomó, desde Carúpano(septiembre 7,1814) el camino del exilio por segunda vez. Tres meses más tarde en la batalla de Úrica(diciembre 5,1814) la república fue vencida por los realistas. Ese día también murió José Tomás Boves(1782-1814).

Desde 1816 la actividad de Páez en los llanos fue singular, allí nació su leyenda. Fue entonces cuando fue nombrado Jefe del Ejército del llano. El 30 de enero de 1818 Bolívar y Páez se encontraron por vez primera en el hato de Cañafístola. Dominga estuvo presente.

Fue a finales de ese año, el 31 de diciembre de 1818, según precisó Dominga en una carta, que se produjo la separación entre los dos esposos(p.137-138)[1].

Era obvio, aunque nunca ha podido ser precisado, que ya había conocido a Barbarita Nieves, aunque no fue hasta después de la guerra, tras la victoria de Carabobo, que apareció en la vida de Páez su joven enamorada, aquello pudo ser en 1821. La fecha de 1818, según los datos que presenta Inés Quintero, parece ser el año en que Páez y Barbarita se conocieron.

Doña Dominga conservó siempre con tanta claridad la fecha del 31 de diciembre de 1818 que bien parece ser el día que el General le comunicó su decisión de separarse de ella. Seis días más tarde(enero 5,1819) todavía estaban juntos, según se colige de una carta de Páez a Bolívar de aquel día. Aunque “Fue solo después de Carabobo cuando comenzó a ser pública y notoria su relación amorosa con Barbarita Nieves”(p.153).

Es allí cuando se produjo la clara decisión de doña Dominga, al darse cuenta de la nueva relación de su esposo ella se retiró, pasó a Barinas. Al parecer ya en 1821 estaba allá. Con ella vivía su hija Rosario Páez Ortiz. A poco Páez le obsequió a doña Dominga La Hacienda de la Trinidad y a su hija Rosario La Casa Grande, de Puerto Cabello. En 1823 Hermenegildo Páez Ortiz, el hijo menor del General y Dominga, falleció. En 1838 Manuel Antonio

[1] Todas las citas de Inés Quintero proceden de su libro La palabra ignorada, antes citado.


Páez Ortiz se graduó de doctor en derecho en la Universidad de Caracas, cosa que Páez celebró con una gran fiesta, presidida por Barbarita, en su casa de La Viñeta, a pocas cuadras de la Iglesia de San Pablo, en donde actualmente está el Teatro Municipal.

Tuvo Páez otro hijo Francisco de Paula Páez(1840-1894).

Pero desde 1821 en adelante “la vida de Dominga trranscurre al margen de la vida de José Antonio Páez”(p.155). Y todos los años de su presencia en el poder, como presidente o como primera figura del país(1830-1847) doña Dominga los vive lejos, en Barinas.

Durante casi medio siglo, viente y cinco años, Páez va a estar junto a Barbarita, hasta el deceso de su amada, en Maracay, en 1847. El año de la muerte de Barbarita el general no era presidente, lo era el general Carlos Soublette(1789-1870), pero él era el poder detrás del trono, el centro de nuestra vida pública, lo que lo hace el primer rey de la baraja, según lo presentó Herrera Luque[1]. Ese año de 1847 también Páez perdió el poder.

En 1849 Páez, al caer del poder, por natural sucesión constitucional, cometió el gran error de su vida: levantarse en armas contra el régimen que él mismo había creado. Fue vencido, puesto preso y se tomó la decisión de expulsarlo “a perpetuidad” del país. Lo enviaron preso a Cumaná. Fue en es ese el momento en que doña Dominga reapareció en su vida. Lo defendió en Caracas ante el Congreso. Pasó luego a Cumaná, junto con la hija de

[1] Francisco Herrera Luque: Los cuatro reyes de la baraja. Prologo; Mariana Herrera Terán. Caracas: Grijalbo, 1991. 201 p. según este novelista los otros tres, que aparecen en su novela histórica, fueron Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Rómulo Betancourt. De todas maneras, desde el punto de vista histórico Venezuela ha tenido seis grandes figuras decisivas: el Libertador, Páez, Guzmán Blanco, Gómez, Betancourt y Rafael Caldera, todos por la honda huella que dejaron en nuestro devenir, de hecho a Betancourt y a Caldera puede vérseles como un dúo: los creadores del sistema democrático de más larga vigencia en el país. A ellos debería unírsele un tercer nombre: Jóvito Villalba sino no se hubiera retirado tan temprano, el 16 de noviembre de 1960, del Pacto de Puntofijo sin prever el fecundo derrotero de la democracia venezolana, mal aconsejado en aquella hora, hubiera sido presidente.


ambos, Rosario, a quien Páez no conocía. Ambas lo apoyaron en aquel momento. Logró que pudiera salir al exilio el 25 de marzo de 1850. Hidalga como fue no sólo logró ayudarlo a salir al destierro sino que junto con su hija Rosario lo acompañaron a St. Thomas, lugar desde el cual el prócer se dirigió a Nueva York donde vivirá su destierro.

A la completa caída de Páez ella también sufre persecusión, perdió algunas de sus propiedades en Barinas, pese a haber estado siempre lejos, pero era la esposa del expresidente. Recuérdese que no había aun divorcio civil en el país, entonces ella fue maltratada en su tierra, pese a haber pasado tantos años viviendo apartada de la politica, dedicada al cuido de sus hatos.

A poco, como ya hemos señalado, vino a Caracas, Páez estaba preso y allí ella lo visitó. Tenían practicamente treinta años sin verse. No sabemos, señala Inés Quintero, que sería lo que ambos sintieron al encontrarse(p.162).

Observa Inés Quintero que entonces: “Dominga…muestra que, desaparecida de la escena Barbarita y econtrándose Páez en serias dificultades, su actitud fue de una enorme solidaridad y consideración hacia su marido, cumpliendo su deber de esposa, tal como ella lo expresa en una de sus cartas, sin que esto significace que estuviese dispuesta a compartir su vida con él”(p.163), “El tono de su correspondencia es afable, solicito, cariñoso”(p.164).

Lo ayudó, repetimos, a lograr que le fuera permitido salir del país al exilio, para ello debió escribir varios alegatos. De hecho nunca dejó de actuar a su favor con diversas representaciones y con alegatos publicados en la prensa caraqueña.

Gracias a todo ello Páez salió al destierro, gracias a las gestiones de Dominga. La partida fue el 24 de mayo de 1850 desde el puerto de Cumaná. Lo hizo junto con su esposa e hija hasta St.Thomas en donde se despidieron y él siguió a Nueva York.

El año anterior a la salida hacia Estados Unidos, 1849, había ordenado a un abogado la separación de los bienes del matrimonio.

A su regreso de St.Thomas ella pasó a residir en Caracas.

Mujer ecuánime, también trató siempre bien a un hijo natural del general, Ramón Páez Ricaurte(c1820-c1896).

En 1858, por decisión de la Convención de Valencia la expulsión de Páez quedó anulada, al igual que le restituyeron sus grados militares y bienes. Lo invitaron a retornar. Ella le alquiló una casa en Caracas. Quizá pudo pensar entonces Páez en retornar con Dominga, algo de ello se puede colegir de las entrelinéas de una carta(agosto 17,1858), de allí, que como observa Inés Quintero, llama la atención el uso en ella de las palabras “vivamos”, “estamos”, “buscaremos”(p.185). Pero nada de eso sucedió, más bien en Caracas él se hospedó en La Viñeta, la casa que había sido su hogar con Barbarita Nieves. A poco el general retornó a Nueva York.

En 1859 comenzó la Guerra Federal. Dos años después volvió a a Caracas, y tras un golpe de Estado, inició su dictadura(1861-1863). En verdad, como lo ha precisado Polanco Alcántara, a la luz de la documentación que pudo analizar, ese gobierno lo encabezó Páez con una sola idea: poner fin a la contienda. En 1863 se firmó el Convenio de Coche(abril 24,1863) y terminó la Guerra Larga[1]. Páez salió otra vez al exterior. Ya no regresó más. Solo retornaron sus restos en 1888.

En 1868, viviendo fuera, decidió vender la casa de Puerto Cabello. Dominga le contesta con grande ira. Llama en ella a Barbarita “manceba” y a las hijas las “adulterinas”. Páez le hizo caso, no vendió la casa, única forma de aplacar las lógicas furias de la esposa. Fue en aquella ocasión que le escribió una singular misiva de protesta por aquello y, sobre todo, por el abandono(noviembre 30,1868).

Tres años más trarde Páez murió en Nueva York(mayo 5,1873). Ella dejó de vivir en Caracas dos años después(diciembre 31,1875).

Inés Quintero también escribió la vida de Ana Teresa Ibarra Urbaneja(1849-1913), la esposa el presidente Guzmán Blanco. Hay una diferencia entre ambas:

[1] Tomás Polanco Alcánatara: José Antonio Páez, fundador de la República,p.493-508.


Dominga fue mujer aguerrida, activa siempre. Ana Teresa mujer de su casa. De ambas apunta sin embargo la historiadora, “El caso de Ana Teresa y también Dominga…y, seguramente, el de muchas otras mujeres de nuestro pasado, permiten advertir que no fueron indiferentes ni se mantuvieron al margen de los asuntos públicos y que procuraron manifestar sus opareceres y opiniones, bien de manera privada, como lo hacía Ana Teresa en sus cartas a Guzmán, o de manera pública y comprometida como lo hizo Dominga”(p.256). Entre ambas la mujer política plena, fue Dominga.

Con razón anotó Inés Quintero que el vivir de doña Dominga, “sus vivencias, experiencias, reclamos, emociones, luchas, y fracasos forman parte de la historia de la mujer venezolana, una realidad rica y compleja”(p.197).


Comentários


  • Black Facebook Icon
  • Black Twitter Icon
  • Black Pinterest Icon
  • Black Instagram Icon
FOLLOW ME
SEARCH BY TAGS
No hay etiquetas aún.
FEATURED POSTS
INSTAGRAM
ARCHIVE
bottom of page