HISTORIA DE LA PRESENCIA OCULTA Y FELIZ DE LAS MUJERES EN VENEZUELA"(X). Roberto Lovera De Sola
1830-1899: LA OTRA CARA. ¿LA SOCIEDAD EN CONTRA DE LA MUJER O LA IGLESIA SU ANTAGONISTA?
Hemos tratado antes, lo sustancial de lo que significó la presencia de la mujer en la vida venezolana, desde la reconstitución de la República en 1830. Siguiendo a Mirla Alciabíades hemos atravesado el sendero de lo positivo, de lo que se sembró con esperanza, que es además nuestro modo de mirar el sucederse venezolano, este, en sus peores momentos, en los más difíciles, siempre ofrece las razones para el ánimo. Siempre lo positivo, aunque no parezca así, está presente y ha terminado imponiéndose.
Sin desdecir de lo expuesto, debemos glosar un estudio sobre lo anti-femenino en el siglo XIX trazado por el historiador Elías Pino Iturrieta(1944), que nos muestra la otra cara del suceder femenino, estamos obligados a mostrarlo. Se trata de lo que este autor ha realizado en su libro Ventaneras y castas, diabólicas y honestas, cuidadoso inventario de las ideas antifemeninas que circularon y se vivieron en la Venezuela del siglo XIX. Que terminó habiendo una reacción contra ellas, leve, es un hecho que el propio Pino nos muestra, con unos pocos ejemplos, en la segunda edición de su obra.
Lo que se propone este autor en Ventaneras y castas, diabólicas y honestas descansa en esta observación suya: ”Las páginas que vienen no hablan de asuntos políticos…ni se ocupan de las guerras civiles, ni de los gamonales y los letrados. Quieren mostrar un poco lo que podían sentir las personas corrientes de la vida mientras ocurrían los fenómenos preferidos por la historiografía tradicional”(p.17). Y lo observa porque lo que se propone es mostrarnos la historia de la vida cotidiana de un ser: la mujer durante esa centuria.
Por ello subraya “la necesidad de mirar con ojos diversos el siglo XIX, la etapa posterior a las guerras de Independencia”(p.17), tratando con ello ”la empresa de cambiar la lectura sobre el pasado inmediato”(p.17).
De allí que observe que para él lo femenino es esencial en la vida de una sociedad. De allí que escriba que:
”frente al permanente imprescindible asunto de las mujeres, negocio más importante que las batallas campales, que la vida de los caudillos y la propia distribución de la riqueza”(p.20)
Pino reconoce un cambio con relación a la mujer, producido a partir de 1810, ya que esta deja de ser vasalla del rey pero se convierte en ciudadana de la república recien formada.
Pese a a eso considera que la nuestra es una sociedad anti mujer, y con grande miedo por la sexualidad, debería decirse. De allí que a las mujeres todo se les crítique, en el tiempo que toca el estudio de Pino, no tocamos aquí el uso de las mismas ideas durante los días coloniales, no es nuestro asunto ahora. Es evidente la constante censura que sufren ellas, hasta el coqueteo con el abanico, que formó en aquella época un lenguaje[1]. Era aquella una sociedad anti-sexo en lo que se refiere a la mujer, con la gravedad que quienes aconsejaban a las mujeres sobre su vida íntima y erótica no tenían experiencia alguna porque eran célibes: los sacerdotes.
En todo lo relativo a la mujer es “La Iglesia determina que la mujer ocupe una plaza inferior e inamovible apéndice del marido y complemento de una sexualidad moderada. Por consiguiente, debe hacer por siempre una vida hogareña, servir a su señor y utilizar el coito para la procreación. Le están vedadas la libertad sobre su destino y la relación por placer”(p.138).
[1] Veáse sobre este asunto Alfredo Cortina: Caracas, la ciudad que se nos fue.2ª.ed. Prólogo: Augusto Germán Orihuela. Caracas: Fundarte,1994.323 p. Ver “Los enamorados”(p.43-51) donde se explica con toda precisión el lenguaje del abanico y qué querían decir sus diversos significados(p.46).
Fueron los sacerdotes quienes siempre inculcaban la monogamia(p.62), les pedían a las mujeres gozar “con moderación los placeres del amor”(p.62), según se lee en una cita que hace Pino de una publicación religiosa; o aquello, que extrae de una publicación laica, “usad[del amor] con el tino y el juicio”(p.62): ¿es ello posible donde la esencia es la pasión sentida por el otro?, nos preguntamos. Además, hablamos de países como el nuestro, somos, mujeres y hombres, gentes del trópico, de sangre caliente, toda nuestra literatura, que es espejo de la sociedad, está llena de sexo.
Por ello indica “cánones contradictorios que la consideran verdugo y víctima de los cristianos, turbulencia y presa del mundo, ángel y demonio por naturaleza, claridad y enigma del universo, virtud y mácula, fortaleza y debilidad a la vez. Si los tiempos han cambiado, persiste la noción que la aprecia como criatura que se debe controlar de manera puntillosa; como espécimen sui géneris obligado a una tutela gracias a la cual no cometerá los excesos a que la destina su peculiar levadura, ni caerá en el abismo de la mundialidad”(p.14).
La concepción de la mujer hallada por Pino en las fuentes en las que abrevó, era que ellas eran las pecaminosas, las malas, las sin oficio, las deshonestas, las torpe, la de la blandura, las de la irreflexión(p.119). La dulzura tan encomiada en ellas(p.57) era para así lograr su sumisión. Lo que se deseaban hubieran eran “mujeres fuertes, sobrias y disciplinadas”(p.68), que sobre todo no pensaran en el placer; incluso se les pedía portarse “varonilmente”(p.69), como llegó a aconsejar el papa Leon XIII,Vincenzo Pecci(1810-1903). Esto último era un contrasentido, una negación de la esencia de la feminidad.
Pese a ello eran aquellos días la época de mujeres liberadas, como una Madame Stael(1766-1817) o Geoge Sand(1804-1876); tiempos en que una venezolana notable, Teresa Carreño(1853-1917), tenía preminencia en Europa. Ella es el sexto gran personaje de nuestra historia, la primera mujer entre aquellos personajes egregios, Miranda, Rodríguez, Bello, Bolívar y Sucre. Mujer liberada, varias veces se casó y divorció.
Pese a lo dicho indica Pino: ”En el Archivo Arquidiocesano de Caracas pasan del centenar las solicitudes introducidas por mujeres entre 1800 y 1900, con el objeto de obtener la separación de sus legítimos esposos”(p.84). Importante hecho, ya que no existía, el divorcio civil. Pese a ello, en 1840, una dama de aquellos tiempos, Eulogia Arocha, pidió ante un tribunal la separación de su esposo, quien la trataba mal. El caso es examinado por Pino en el capítulo final de su libro(p.137-146).
En aquel período la presencia de la Iglesia y su magisterio fue la base de la represión hacia el ser femenino, especialmente en materia sexual.
Anota Pino que aun en aquellos días pervivivía en la Iglesia la actitud frente a la mujer de la Colonia, “las diferencias en relación con el pasado son superfiales”(p.14). La idea es que la mujer es “perversa e inocente”(p.14), que ”la lujuria como motor de la conducta femenina”(p.15).
De alli la férrea posición de la Iglesia frente al pecado carnal, en ella las proposiciones del padre Francisco de Castro, estudiadas por Pino, llevarían: al “enclaustramiento. De seguirse al pie de la letra, tendrán las mujeres que fundar una suerte de convento nacional que las librara del culto a Venus”(p.21).
Es allí donde se explica el título del libro de Pino. Es la mujer “¿Doncella ventanera y casta?¿Mujer callejera y honesta?”(p.21). Lo que nos muestra como la era más que machista misógina aquella sociedad, pues se pensaba que eran las mujeres quienes pervertían a los hombres, que su arma letal era la concupiscencia(p.41).
Y en medio de todo ”Las novelas[eran] ‘plaga fatal’ de la mundanidad y espejo de la mala vida… un quebradero de cabeza que sufre nuestra Iglesia decimonónica”(p.102). Se basa aquí Pino en una cita de un periódico católico de 1886: momento en que se estaba renovando el arte de la novela en Europa; por ello se critica La dama de las camelias, de Alejandro Dumas hijo(p.104) que junto a otra, Aventuras de cuatro mujeres y un loro, son “epopeyas de la prostitución”(p.104). La dama de las camelias dio nacimiento a la opera La travista, de Giuseppe Verdi(1813-1901). Todavía se lee La dama de las Camelias, pero no tanto como las grandes novelas de Alejandro Dumas(1802-1870) padre.
Se llegó a pregonar sobre el adulterio, “en la cama con otro, en evidente adulterio…diversiones inadecuadas para una cristiana, bailando lascivamente…sumergida en la quimera de las novelas”(p.138); habían mujeres quienes no “desean yacer con su marido”(p.138), desean divorciarse como Eulogia Arocha, caso que Pino examina(p.137).
Pese a todo lo observado no podemos soslayar que si bien los que dictaminaban sobre la conducta de las mujeres eran los presbíteros, estos también no eran tan célibes como pareciera, lo que fue constante en la sociedad venezolana, tenían escondida sus vidas de pareja, tal el caso del Canónigo de la Catedral de Caracas, Alejandro Carreño(1726-1791), padre de don Simón Rodríguez(1769-1854) y su hermano Cayetano Carreño(1774-1836) o los muchos curas amancebados que encontró el obispo don Mariano Martí(1721-1792) en su Visita Pastoral a la diócesis de Caracas(1763-1768).
UNA OBSERVACION SOBRE CECILIO ACOSTA
Hay dos hechos en lo que más que discrepar deeamos ofrecer otra lectura. Es lo relativo tanto a las ideas sobre la mujer que atribuye a don Cecilio Acosta(1818-1881) en base a la lectura de un solo texto. Estas debieron ser presentadas con las que constituyen su antítesis dentro del pensamiento ceciliano, son las que nos ponen ante una figura más que comprensiva, adoradora, del ser femenino.
Nos referimos a lo que sigue, respetando el pensamiento de Pino, este al referirse a Cecilio Acosta(1818-1881) solo examina las “Reflexiones politicas y filosóficas sobre la historia de la sociedad desde su pirncipios hasta nosotros”, de donde toma una cita que explica don Cecilio el punto de vista de la Iglesia sobre el matrimonio y la mujer casada(p.77). Es un hecho histórico el que refiere don Cecilio, es válida la cita que hace Pino. Pero la comprensión total de lo que pensaba el maestro Acosta sobre las mujeres, que es casi único en el pensamiento venezolano del siglo XIX, aparece con bella claridad, haciéndolo uno de los personajes que mejor las trató, con liberalidad y hasta indiscutible sensualidad, comprendiendo lo que sería la mujer entre nosotros en el futuro. Por ello para comprender las ideas que expuso hay que examinar con atención, se deleitará, incluso sensualmente, quien lo haga, leyendo sus ensayos “Berta Baldi”(1880), “La mujer”(junio 18,1871), “Ella es…”(abril 1,1878), “La mujer venezolana”(1878) y el inquietante “A una morena”(agosto 21,1879)[1].
Hay otro hecho que estos escritos de don Cecilio nos dicen: que pese a ha haber sido siempre soltero, y vivir siempre con su mamá, en su casa de Santa Rosalía frente a la iglesia, no fue nunca misógino, como se ha propagado sin análisis, sino varón de cuerpo entero. Y es desde esa sensibilidad erótica de donde surgieron esas significativas páginas.
UNA ANOTACION SOBRE LUIS LOPEZ MENDEZ
La otra observación que deseamos hacer, y en la cual nos explayamos más adelante, es la relativa a Luis López Méndez(1863-1891). En aquel momento que historia Pino, López Mendez, quien es favorable a los derechos politicos de la mujer, de hecho es el primer venezolano que escribe sobre el tema, llega a pensar “que la generalidad de las mujeres es inferior, en atención a características
[1] Todas las referencias que sigue las tomamos de Cecilio Acosta: Obras completas; Pino solo examina las “Reflexiones politicas y filosóficas sobre la historia de la sociedad desde su pirncipios hasta nosotros”(t.I,p.3-22). Para comprender las ideas que Acosta expuso sobre la mujer hay que examinar con atención, los ensayos cecilianos: “Berta Baldi”(1880), “La mujer”(junio 18,1871), “Ella es…”(abril 1,1878), “La mujer venezolana”(1878) y el inquietante “A una morena”(agosto 21,1879), en sus Obras completas,t.II,p.241-244,298-301, 436-443, 443-445, 445-447.
anatómicas y embriológicas”(p.53), esto lo dice López Méndez por escribir en su día y hora, en la penúltima década del siglo XIX, aunque cuando dice lo que podría pasar si ella vota o se dedica a la política y afirma “que pudiera caer en la probable manipulación del esposo, de tíos, de los hermanos y de los vástagos”(p.55). En esto no está lejos de la verdad. Es por ello que nuestra primera generación femenina venezolana, la que apareció con voz propia el 30 de diciembre de 1935, con su célebre documento que más adelante examinaremos y reproduciremos íntegro, no quiso el voto femenino en 1936 hasta que no se le concedieran a las mujeres los derechos civiles, cosa que sucedió gracias a su empuje en 1942, porque esa era la única forma de que las mujeres pudieran opinar por si mismas, teniendo autonomía del esposo y del padre e incluso del hermano mayor. Por ello fue después de 1942 cuando ellas comenzaron a trabajar por sus derechos políticos y por el voto. Así podemos ver que en contra de lo que dice Pino no era un misógino al joven López Méndez. Todo lo contrario, a nuestro entender, fue el suyo un pensamiento pionero, abresurcos[1].
1829: BARBARITA NIEVES EN LA VIÑETA
Es verdad, que en la historia de las amantes de los Presidentes de Venezuela hay dos que las encabezan: Manuelita Saenz(1897-1856) y Barbarita Nieves(c1803-1847). Fue por ello que el historiador Tomás Polanco Alcántara(1927-2002) se refirió a “las amantes silenciosas o no, que completan la vida de ciertos hombres porque, en nuestra historia, no podemos olvidarnos del 25
[1] Luis López Méndez: “Los derechos politicos de la mujer” en sus Obras completas,p.65-71; Tomás Polanco Alcántara: Venezuela y sus personajes. Caracas: Italgráfica, 1997. X, 513 p. La cita procede de las p.507-508. Vicente Lecuna: Breviario de ideas bolivarianas. Caracas: Cámara de Comercio de Caracas, 1970. XXIX,318 p. La cita procede de la p.25. septiembre[de 1828] y de La Viñeta”. En la primera de estas fechas fue Manuelita quien salvó la vida del Libertador del atentado contra su vida, así aquella noche aciaga “Su serenidad y valor ahorarron a nuestra patria la vergüenza del asesinato del héroe” como lo observó Vicente Lecuna(1870-1954).
Polanco Alcantara nos ha permitido ver ciertos temas de la vida de Páez con especial detalle: tal su imagen de Barbarita Nieves, el mayor amor del caudillo sin duda, colocada por el biógrafo en su justo puesto, gracias a los muchos datos que logró acopiar. El amor de Páez por Barbarita le hizo abandonar a la esposa, doña Dominga Ortiz(1792-1875). Su inclinación por Barbarita, quien lo acompañó en sus días en la presidencia y quien murió en el ocaso político de su estrella, fue tan hondo que tampoco se le conoció otro amor tan particular en su vida. Casi podemos decir que tras la muerte de Barbarita, en 1847, no se le conoció ningún otro amor. Ni siquiera el acercamiento de doña Dominga, a través de los veinte y siete años que le restaron de vida, lo hizo cambiar. Barbarita fue profundo afecto y traspasó a la demás, como bien lo demuestra Polanco en páginas muy vívidas de su libro sobre el llanero[1].
De Barbarita Nieves se supone que nació hacia el año 1803, en los llanos de Apure, sin más precisión. Se ha señalado que fue en 1820 cuando conoció al general Páez. Se dice que la unión entre ambos se inicio al año siguiente,1821, el mismo de la batalla de Carabobo, aunque se lee en una carta de doña Dominga que aquel hecho sucedió antes, no en 1820 sino el 31 de diciembre de 1818, fecha en que Páez le comunicó la decisión de separarse de ella[2].
Sería tener malos sentimientos comparar a doña Dominga con Barbarita.
[1] Tomás Polanco Alcántara: José Antonio Páez, fundador de la República,p.169-180,367-384. [2] Inés Quintero: La palabra ignorada,p.137-138, publica la carta a la que nos referimos.
De Barbarita se ha dicho que fue mujer culta: buena lectora, tocaba piano, cantaba áreas de óperas. Fue gracias a ella que el Centauro mejoró y amplió su cultura, junto con ella leyó a Miguel de Cervantes(1547-1616), a Roussseau y a alfonso Lamartine(1790-1869). Fue ella quien le incultó el aprendizaje de los idiomas.
Fue grande el amor que José Antonio sintió por ella, con quien tuvo tres hijos. Desde luego, no se casaron por no existir el divorcio civil entre nosotros entonces, tampoco tenía otras razones para la separación de doña Dominga que no fuera la pasión.
Ella, sin ser su esposa legítima, llevó las casas que compartieron en Valencia, donde residían en 1830 en la llamada Casa Páez, en Maracay, y después en Caracas.
En 1829 Páez compró en Caracas su residencia de La Viñeta, la cual obsequió a Barbarita. Estaba situada la famosa residencia en la esquina de Mamey, a pocas cuadras de la Iglesia de San Pablo, en donde hoy está el Teatro Municipal. La Viñeta estaba en el mismo lugar, donde está hoy el Liceo Francisco Pimentel.
Se ha dicho que la pareja y sus hijos se residenciaron en Caracas en 1832. Desde el año anterior había comenzado la Primera Presidencia de Páez(1831-1835). Los nombres de las hijas de ambos eran Ursula y Juana.
La casa no solo fue conocida por ser la residencia presidencial sino por su famoso jardín, se dijo que era el mejor de Caracas, el cual cultivó, con sus propias manos el general Páez.
Barbarita fue en los años de la presidencia de José Antonio considerada siempre como la Primera Dama y respetada por ello, incluso por la conservadora oligarquía caraqueña. Tanto que hasta un retrato suyo fue pintado por el representante diplomático inglés Sir Robert Ker Porter(1777-1842), quien era pintor. También hizo un retrato de Bolívar y otro de Páez.
Barbarita falleció, dejando desolando a Paéz, en Maracay, el 14 de diciembre de 1847. Si hubiera nacido en 1803, tenía entonces cuarenta y cuatro años[1].
CENSO DE LAS AMANTES DE LOS PRESIDENTES
Para cerrar damos aquí una relación de hechos sobre las amantes de los presidentes venezolanos. Estos son los datos que conocemos. Pudo haber otros.
El recuento debe comenzar con el Libertador. Este solo se casó una vez, con María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza(1781-1803), española, quien murió en Caracas, antes del primer año del matrimonio. Falleció en la Casa del Vínculo, en la esquina de Las Gradillas. Está enterrada en la Catedral de Caracas. Bolívar no volvió a casarse. Tuvo dos relaciones con mujeres casadas, en París, entre 1804-1806, con Fanny du Villars y entre 1822-1830 con la quiteña Manuelita Sáenz, mujer también casada. De allí que fue solo su novia Josefina Machado(c1793-1820) la única que pudo ser su segunda esposa. Fue además la única caraqueña entre sus amores fundamentales. Tuvo otros dos amores importantes: con Bernardina Ibáñez(1803-1864) en Bogotá, quien no llegó a aceptarlo y, en Guayaquil con Joaquina Garaicoa, un amor que no pasó de ser platónico, de bellos contornos emocionales. Bolívar sabía que ante Joaquina solo tenía una posibilidad: ponerle un anillo matrimonial ante el altar con un sacerdote presente. Eran aquellos mismos los días de su intensa relación con Manuelita, esta dejó al marido para irse con su general. En la carta de despedida al marido le dijo ¡que serían esposos en el cielo!. Estos seis fueron los amores del Libertador.
Debe seguir la lista con el general José Antonio Páez cuando, tras la victoria de Carabobo, dejó a su esposa doña Dominga Ortiz(1792-1875) y se fue tras Barbarita
[1] Ana Mercedes Pérez: Las amadas de Paéz,p.31-46; Rafael Ramón Castellanos: “Nieves, Barbarita” en Varios Autores: Diccionario de Historia de Venezuela,t.III,p.329-330.
Nieves(c1803-1847). Aunque, se puede concluir del estudio del caso, que debió amar mucho a Barbarita pues muerta ella, en los veinte y seis años de vida que siguieron, hasta su muerte, no se le conoció otra mujer, ni se volvió a unir con doña Dominga, quien siempre estuvo cerca de él, sobre todo en los peores momentos, lo que le llegaron a partir de 1848, a meses de la muerte de Barbarita.
Otro suceso es la historia Anatasia Ibarra Urbaneja, a quienes todos llamaban Tasia, cuñada del general Antonio Guzmán Blanco(1829-1899), hermana de su esposa Ana Teresa Ibarra Urbaneja(1846-1913). Ambas vivían en la casa del caudillo, en la esquina del Conde. Y ambos cuñados eran amantes. Tanto que fue a Tasia a quien Guzmán Blanco dejó mayores bienes en su testamento. Ella no los pudo gozar pues murió antes que él. Y tanto la quiso que la última carta que escribió Guzmán Blanco, desde París, fue dándole las gracias al presidente Ignacio Andrade(1839-1925) por el pésame que le dio por el fallecimiento de Tasia. Esto está documentado, tanto que el historiador Tomás Polanco Alcántara piensa que Guzmán Blanco si bien se casó con Ana Teresa a quien amó fue a Tasia. Ana Teresa era la niña bella entre las Ibarra. Tasia la hembra que siempre perturbó a Guzmán Blanco.
Doña Zoila Martínez de Castro(1868-1952), la esposa del general Cipriano Castro(1858-1924), fue seguramente la Primera Dama que mayor número infidelidades de su esposo debió soportar. Fueron muchísimas, se considera a este el presidente quien tuvo el mayor número de hijos naturales conocidos en un primer magistrado, decenas. De hecho hasta pensó divorciarse de doña Zoila. El congreso modificó el Código Civil y estableció el divorcio, la fecha, 1904, llama la atención por lo temprano en América Latina. El general pensaba casarse con una niña bien. Cuando doña Zoila lo supo le dijo: “Ya sé que Ud. piensa divorciarse de mí. Si lo hace, yo lo mato”. Hasta allí llegó el proyecto castrista.
El general Juan Vicente Gómez(1857-1935) fue siempre soltero, tuvo dos parejas públicamente reconocidas, aunque nunca se casó con ninguna. La primera mujer, Dionisia Bello, era una mujer casada quien abandonó al marido y se fue con él; la segunda Dolores Amelia Núñez de Cáceres, era joven y soltera, a la que el Benemérito hizo raptar en la puerta del Colegio San José de Tarbes, en Caracas. Tuvo muchos hijos don Juan Vicente: 84 están registrados en el cuaderno que llevaba en donde ponía los nombres de las madres y los hijos. Varios historiadores como Polanco Alcántara y Jorge Olavarría(1933-2005) pudieron examinar aquel cuaderno, que aun conserva su familia. Cuando se mencionaron aquellas hojas en la serie “Gómez” de José Ignacio Cabrujas(1937-1995) mucha gente pensó que aquello, que era verdad, era invento de la imaginación del dramaturgo.
Otro caso fue el del general Isaías Medina Angarita(1897-1953). Este, siendo soltero, enamoró y se llevó con él a Estrella Serfaty, madre de los hermanos Chocrón, Isaac, el dramaturgo, entre ellos. Estrella abandonó a los hijos. Se fue a vivir con el general Medina en una casa en la esquina del Corazón de Jesús, tuvo dos hijos con él, Isaías y Teresita, pero con el tiempo el general abandonó a aquella mujer y a sus hijos tenidos con ella. Varios años antes había abadonado a otra novia, Carmen Julia Sarría, esta se suicidó al verse al abandonada. Cuando se encontró con Estrella Serfaty, él era aun soltero. Estrella Serfaty era judía. Hecho inexplicable fue lo que sucedió: ¿por qué abandonó a los hijos? Pudo, él católico, casarse con Estrella Serfaty pues ya existía, desde décadas antes, establecido por el papa Benedicto XV, Giocomo della Chiesa(1854-1922), papa entre 1914-1922, el matrimonio mixto, en el que cada cual podía seguir practicando su propia religión. ¿Por qué una judía no podía ser Primera Dama?. Medina dejó a Estrella y a sus dos hijos, para casarse con una católica, Irma Felizola(1914), dos días antes de asumir la Presidencia. Fue ella la madre de sus otros hijos.
Sobre lo hecho por Carlos Andrés Pérez(1922-2010) hay un durísimo testimonio de su hija Carolina Pérez Rodríguez, recogido por Mirtha Rivero, sobre los amores extra-conjugales de su padre, con Cecilia Matos(1945-2011) y sus consecuencias, estas las vivieron los Pérez Rodríguez a lo largo de aquel romance de tantos años, pero más al morir el expresidente e intentar la señora Matos apropiarse del cadáver y darle ella sepultura en Miami. Cosa que los Pérez Rodríguez no permitieron. Su viuda, doña Blanca Rodríguez y sus hijos eran la familia legítima, pues Pérez nunca se divorció de su esposa. Fue un escándalo lamentable. A poco de haberse trasladado a Caracas los restos de Pérez también Cecilia Matos, inesperadamente, falleció en Bogotá.
Jaime Lusinchi(1924-2014) abandonó a su esposa, la doctora Gladys Castillo(1924), por su amante Blanca Ibáñez Piña(1947), quien con el tiempo lo abandonó, como varios de sus amigos le advirtieron le sucedería. Vivió en Caracas hasta su deceso, muy anciano, en la casa de su hija, en el mismo edificio donde vive la doctora Castillo, quien como médico siempre estuvo pendiente de él. Cuando llegó la hora final la señora Ibáñez vino y lo acompañó, en el Hospital de Clínicas de Caracas, hasta la hira final. Cuando un amigo adeco nos contó el hecho, sabiendo que trabajabamos en este libro, le dijimos: “Jaime debió estar muy féliz pues quiso a esa mujer por encima de todo. Por encima, incluso de Venezuela”.
Una recreación literaria del tema es la novela de Inés Muñoz Aguirre(1956): La segunda y sagrada familia, con la historia de las dos mujeres de un politico nuestro [1].
De todo esto no podemos más que exclamar con Don Quijote:“Cosas veredes, Sancho amigo”.
1830: ¿EL PRIMER ESCRITO IMPRESO DE UNA MUJER?
[1] Mirtha Rivero: La rebelión de los náufragos. Caracas: Alfa, 2010. 461 p. La declración está en las p.28-30; Inés Muñoz Aguirre: La segunda y sagrada familia. Contratapa: Mónica Montanés. Caracas: Ediciones B,2012. 267 p.
En una de las páginas(p. 276) del fundamental libro de Mirla Alcibiades: La heroica aventura de construir una república,1830-1865, aparece el dato relativo el primer escrito impreso concebido por una mujer, pesquisado por esta autora. Fue concebido por María Josefa Acevedo. Es el poema: "Lamentos”(en El Fanal, Caracas: marzo 31,1830,p.117). Se trata del segundo El Fanal, el primero apareció en 1821, editado por Juan Pey, editor realista y el segundo, lo dirigió Tomás Lander(c1792-1845), es de donde aparece el precioso dato que ella nos ofrece. Es todo un hallazgo. En el texto de esta dama hace referencia a que su esposo el doctor Diego Fernando Gómez era un perseguido de Bolívar para la fecha de la publicación, 31 de marzo de 1830. Ponemos en duda la aseveración por las razones que pasamos a exponer: pudo ser el doctor Gómez un perseguido en los años anteriores, quizá tras La Cosiata(abril 17-diciembre 31,1826) o durante los días de la dictadura bolivariana(agosto 27, 1828-enero 20,1830) o por haber participado en el intento de magnicidio en Bogotá en 1828, aunque esta terminó con un perdón general otorgado por el propio Libertador. Pero el 31 de marzo de 1830, fecha en que apareció el escrito de María Josefa Acevedo, ya no habían tales perseguidos, hasta Pedro Carujo(1802-1836), el parricida de 1828, había sido dejado en libertad. Por ello el poema de la señora Acevedo no puede ser considerado página de una escritora venezolana pues ella era neogranadina, más después de disolverse la Gran Colombia en Venezuela y en Ecuador. Nos explicamos: ya se vivía aquel 31 de marzo de aquel año el proceso de disolución de la Gran Colombia, este fue iniciado en la asamblea celebrada en el templo de San Francisco en Caracas(noviembre 25-26,1829), ratificado por el golpe de Estado del general Páez en Valencia(enero 13,1830), las elecciones que escogieron a los diputados miembros del Congreso Constituyente que se celebró en Valencia, fueron realizadas el 27 de febrero, la asamblea abrió sus sesiones el 6 de mayo, discutió y aprobó la Constitución del Estado, el 22 de septiembre de 1830, dándonos una Constitución que estuvo en vigencia durante veinte y siete años, hasta 1857, cuando José Tadeo Monagas(1784-1868) la reformó para alargar el período presidencial. A los pocos meses terminó su gobierno ante el levantamiento, también valenciano, de 1858, pero esta última es otra historia. Dados estos argumentos observamos que no se puede considerar, el 31 de marzo de 1830 al doctor Gómez perseguido de Bolívar, de hecho la república había tomado otro sendero, y dejó de ser parte de la Gran Colombia, no el 13 de enero de 1830 sino realmente al aprobarse la Constitución el 22 de septiembre. Es lo mismo que el fin del dominio español en Venezuela no terminó en 1821(Batalla de Carabobo), ni en 1823(Toma de Puerto Cabello, posterior a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, el 24 de julio del mismo año) sino realmente el 30 de marzo de 1845 cuando España reconoció nuestra independencia, a través del tratado que se firmó en Madrid(junio 22,1846), bajo el gobierno del general Carlos Soublette(1789-1870). Aquel histórico tratado fue firmado en nombre de Venezuela por nuestro representante don Fermín Toro(1806-1865).
1836: ¿EL PRIMER POEMA DE AMOR DE UNA MUJER VENEZOLANA?
Ya hemos referido, al trazar los rasgos del vivir de María Antonia Bolívar(1777-1842) que el poema escrito por ella, en 1836, fue el quinto poema escrito por una mujer venezolana. Y el primer poema de amor creado por una mujer en nuestro país. Aquí nos basta reiterarlo, especialmente para que la relación cronologica que trazamos no esté imcompleta.
Hay una observación más sobre el poema de María Antonia Bolívar, que atañe a nuestra historia literaria. Cuando ella escribió su poema corría el año 1836. En ese momento solo se había impreso, en 1825 nuestra primera pieza de teatro; en 1830, el poema de la neogranadina María Josefa Acevedo. Pero ningún cuento o novela, concebido por una mujer venezolana. Nuestro primer cuento apareció en 1837 y la primera novela en 1842, ambas obras de don Fermín Toro(1806-1865).
1839: EL ARTICULO DE A.M.O.R.
De 1839 data un texto que puede ser considerado por su firma obra de una mujer venezolana, este fue recobrado por María Eugenia Díaz, fue un artículo publicado tres años más tarde después de haber sido escrito el poema de María Antonia Bolívar, impreso todavía bajo seudónimo, muestra de que nuestra mujer aun no tenía voz propia. Es este todo un alegato a favor de la mujer, de la necesidad de que recibiera mejor educación. Lo que firmó A.M.O.R. apareció, nada menos, que en la revista La Guirnalda(agosto 18,1839) que dirigía el humanista José Luis Ramos(c1790-1849), fundador de nuestro periodismo literario. El artículo, “Educación del bello sexo”, además de su exposición en prosa contiene dos poemas, llamando, el primero a la mujer para que escriba y el segundo es una loa a la mujer.
El importante artículo que presentamos requiere otras observaciones.
Que la preocupación por la educación fue constante nos lo muestra, en 1839, el artículo que glosamos. Mirla Alcibíades lo considera “de evidente factura masculina”[1], aunque muy bien valdría la pena preguntarse por la autoría de los dos poemas que se insertan en él. El artículo fue rescatado por María Eugenia Díaz[2]. Hay más, sin disentir a Mirla Alcibiades, hay paralelismos entre lo dicho en este artículo y lo que se puede leer en la columna “El bello sexo” inserto en el Correo del Orinoco(enero 20,27, febrero 3,1821), exhumado también por María Eugenia Diaz[3], lo cual puede, es nuestra hipótesis interpretativa, haber sido obra del mismo autor: José Luis Ramos, redactor tanto del Correo del Orinoco y como de La Guirnalda, aunque el
[1] Mirla Alcibiades: La heroica aventura de construir una república,p.158. [2] María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX,p.89-94. [3] María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX,p.10-11.
artículo del Correo del Orinoco es más avanzado: llega a pedir se conceda el divorcio a las mujeres, lo que ya había pedido Miranda en 1792. Con todo, el artículo de A.M.O.R. es más que significativo. No es desde luego el primer texto impreso de una mujer, este, lo prueba la misma Mirla Alcibiades[1], es el poema de María Josefa Acevedo “Lamentos de Colombia” inserto en El Fanal(marzo 31,1830), periódico anti-bolivariano dirigido por Tomás Lander. En verdad en aquellos momentos permanecían inéditos, y lo estarían por mucho tiempo, los dos poemas conocidos de sor María de los Ángeles(1765-c1818), nuestra primera poeta y escritora, las cuartetas(1814) de María Josefa Sucre(1786-1821) e incluso el poema(1836) de María Antonia Bolívar(1777-1842), de sesenta y nueve años cuando lo escribió, a su joven amante, de 22 años, José Ignacio Padrón(1814), este es todo un bolero y es el primer poema de amor escrito por una mujer en nuestra literatura, según nuestras propias conclusiones, fue publicado por vez primera en el 2011 por Inés Quintero[2]. Hemos entregado su letra a una compositora pidiendo le ponga música pues e todo un bolero.
PARA UNA CRONOLOGIA DE NUESTRA POESIA FEMENINA
1) La monja poeta: Los dos primeros poemas son los de nuestra primera escritora y primera poeta, la monja carmelita sor María de Los Ángeles(1765-c1818), venezolana nacida en Baruta. Son “Anhelo”, publicado a fines del siglo XIX por don Julio Calcaño(1840-1918) en su antología El parnaso venezolano y “El terremoto”, que llegó a manos del incansable Mauro Páez Pumar(1923-1974) y fue impresoen sus Orígenes de la poesía colonial venezolana, este es el único testimonio literario conocido
[1] Mirla Alcibiades: La heroica aventura de construir una república, p.276. [2] Inés Quintero: El fabricante de peinetas, p.152-154.
del terremoto caraqueño de la tarde del 26 de marzo de 1812[1].
2) Una poeta patriota: El tercer poema escrito por una mujer son unas cuartetas, de 1814, de María Josefa Sucre(1786-1821), escritas en Cumaná.
3) Una poeta de los días de La Cosiata: el cuarto poema fue el de la neogranadina María Josefa Acevedo: “Lamentos”, impresos en El Fanal, Caracas(marzo 31,1830);
4) El quinto poema es el de María Antonia Bolívar, que ya hemos presentado.
1839: EL SEXTO, SEPTIMO Y OCTAVO POEMA ESCRITO POR UNA MUJER
En el artículo firmado con el seudónimo de A.M.O.R. aparecen dos poemas que pueden ser considerados el sexto y séptimo poema, posiblemente escrito por una mujer. Estos textos aparecen en un artículo cuya autora parece ser, para nosotros, una mujer venezollana, rescatado por María Eugenia Díaz. Este trabajo fue un artículo publicado tres años después del poema de María Antonia Bolívar, impreso todavía bajo seudónimo, lo que nos muestra de que nuestra mujer aun no tenía voz propia. El artículo en donde aparecen estos poemas constituye todo un alegato a favor de la mujer, de la necesidad de que recibiera mejor educación. Lo que firmó A.M.O.R. apareció, nada menos, en la revista La Guirnalda (agosto 18,1839) que dirigía el humanista José Luis Ramos, fundador de nuestro periodismo literario. El artículo, “Educación del bello sexo”, además de su exposición en prosa contiene dos poemas, llamando, el primero a la mujer para que escriba y el segundo es una loa a la mujer.
El octavo poema, “Recuerdos de mi patria” escrito por una dama, Juana Zárraga de Pilón(1806-1880), apareció
[1] Sor María de los Ángeles: “Anhelo” en Julio Calcaño: El parnaso venezolano,p.19; Sor María de los Ángeles: “El terremoto” en Mauro Páez Pumar: Orígenes de la poesía colonial venezolana,p.295-298.
cuatro meses más tarde en la misma gaceta(La Guirnalda, Caracas, n/ 7, diciembre 1,1839)[1].
1839-1899: EL PERIPLO DE UNA LITERATURA ESCRITA POR MUJERES
Al trazar el periplo de nuestra literatura escrita por mujeres durante el libro XIX seguimos de cerca la investigación hecha por María Eugenia Díaz en sus Escritoras venezolanas del siglo XIX. Estas noticias que señalaremos, la exponemos dentro de un work in progress abierto, porque en la medida que más leamos nuestra literatura del siglo XIX y consultemos su historia, otros hechos aparecerán, al igual que los que hemos logrado reunir de los días coloniales y de la emancipación.
Todo el fascinante panorama que nos ofrece la autora de Escritoras venezolanas del siglo XIX proviene del hecho de que pasó largo tiempo encerrada en nuestras hemerotecas, consultó nuestros diarios y revistas de esa centuria y copió, y luego digitalizó, cada una de las obras escritas por mujeres en aquel período que fueron apareciendo en su pesquisa.
Y su primer hallazgo, fundamental, lo hizo en las páginas de la revista literaria caraqueña La Guirnalda(1839-1840) la cual dirigió el humanista José Luis Ramos. En La Guirnalda Ramos logró poner a andar otra vez su proyecto de una revista literaria aparecido antes en La Oliva(1836), el cual había quedado trunco. Algunos como Pedro Grases(1909-2004) consideran a La Oliva como nuestra primera revista literaria[2]; en cambio Humberto Cuenca(1911-1965), pensó que la primera revista literaria fue La Guirnalda, por predominar en ella el material
[1] Verlo en María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX,p.97-99. [2] Pedro Grases: Obras. Barcelona: Seix Barral,1981-2002. 21 vols. La referencia procede de “Valentín Espinal”(t.X,p.1-199), en este caso en las p.16-17.
literario, cosa que no sucedió en La Oliva[1]. En La Guirnalda apareció, entre muchas otras cosas que habría que reseñar, la primera colaboración en prosa redactada por un mujer de que se tenga noticia en Venezuela(n/ 3, agosto 18,1839), esta la firmó con el seudónimo de A.M.O.R. pero el contenido de su trabajo merece se le preste la mayor atención posible por sus planteamientos y pedidos a favor de la mujer, su texto ha sido redimido del silencio por María Eugenia Díaz[2].
Hay que distinguir ahora en el investigar de María Eugenia Díaz dos obras distintas: una la tesis y otra la antología, que es la que se ha publicado, que es la que tuvimos en las manos al redactar estas páginas y la que estamos glosando aquí.
En su tesis Escritoras venezolanas del siglo XIX: recuento historiográfico y documental, que leímos después, cuya parte crítico literaria permanece aun inédita, es obra de más de 400 páginas. Allí presenta el examen de las ochenta y tres escritoras halladas en su pesquisa, cada una de las cuales ha sometido a cuidadoso análisis, obra por obra. Y su conclusión es que entre todas ellas hubo siete fundamentales, cuyo estudio es necesario subrayar: Lina López de Aramburu, Zulima, Antonia Esteller(1844-1930), sobrinabisnieta del Libertador, Concepción Acevedo de Tailhardt(1858-1953), Polita de Lima(1869-1944); Carmen Brigé, Ignacia Pachano de Fombona, quien usó el seudónimo de Blanca, madre de nuestro alto poeta Jacinto Fombona Pachano(1901-1951), Margarita Agostini de Pimentel, quien usó el seudónimo de Margot, hija del poeta y humorista Rafael Agostini(c1808-1881), madre de esa gran figura de nuestro humorismo que fue Job Pim, Francisco Pimentel(1889-1942). Blanca y Margot, a quienes ya hemos citado, a veces escribieron a cuatro manos, María Eugenia Díaz nos ofrece muestras de su trabajo en común. Y a quien le parezca que falta en esta
[1] Humberto Cuenca: Imagen literaria del periodismo, p.65, dato que proviene de “La primera revista literaria”(p.65-68). [2] Maria Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX, p.89-94.
nómina Virginia Gil de Hermoso(1856-1913) debemos decirle que aquí está estudiada(p.443-460) y si no profundiza en sus novelas es por el hecho de haber sido impresas estas en el siglo XX. Pero fue ella la primera novelista venezolana en lograr amplio eco con sus novelas sentimentales, con su lectura lloraron nuestras abuelas, las bisabuelas de nuestras hijas.
Tal la significación de lo que nos ha dado María Eugenia Díaz en su libro, formado con paciencia benedictina, encerrándose por largo tiempo en nuestras hemerotecas para reconquistar cada una de las colaboraciones firmadas por mujeres venezolanas en los sesenta años que cubre su obra, desde el primero, impreso en 1839, hasta el último, de 1899, cuando la centuria estaba por fenecer. Tal la grande tarea de María Eugenia Díaz.
1840: JOSEFA GEDLER
El segundo alegato de una mujer en defensa propia es la acción pública que en defensa de los bienes recibidos en la herencia que le dejó su abuela, cuyos nombres y apellido se hallarán más adelante, hizo Josefa Gedler, en 1840, en sus tres folletos La opinión pública juzga a los hombres por sus propios hechos[1], con razón considerado como el primer libro publicado por una mujer en Venezuela, impreso al año siguiente del artículo de A.M.O.R. Estos opúsculos de Josefa Gedler, que ella denomina “manifiesto”, en los cuales defendía en ellos sus peculios de manos masculinas, fue hallado, en 1975, en los fondos de nuestra Biblioteca Nacionaldurante las investigaciones que dirigió Irma De Sola Ricardo(1916-1991) cuando preparó, con su equipo, la exposición “La mujer en las letras venezolanas”, llevada a cabo aquel año en la sede del Banco Central de Venezuela. Esa muestra fue toda una revelación para quienes fueron a verla: por
[1] Josefa Gedler: La opinión púlica juzga a los hombres por sus propios hechos. Caracas: Imprenta de Tomás Antero,1840. 52,26,48 p. Repetimos aquí la ficha completa de esta obra dada la singularidad de este escrito.
vez primera de mostró el amplio contorno de la labor intelectual de la mujer venezolana en todos sus registros.
De ella, la autora que tratamos, solo hemos podido obtener algunos datos. Sin embargo, los Gedler eran una antigua familia, de origen renano, en esos años Alemania no existía, clan fundado en España, en el siglo XVI, por el prusiano don Juan Gedler. En Venezuela la familia fue establecida aquí por Marcos Gedler y Calatayud, en el siglo XVII, en 1645 nació en Caracas uno de sus hijos varones, Juan. Esta familia estuvo ligada por algunas de sus uniones con los Bolívar y Ponte, la familia paterna de Simón Bolívar.
Su nombre completo era María Josefa Gedler e Izaguirre, nacida en La Victoria. Su abuela materna fue María Eusebia Gedler y Ponte(1723), su padre fue Diego Jacinto Gedler y Gedler, su madre fue Petronila de Izaguirre. María Josefa casó(mayo 23,1811) con un trujillano, el doctor José Ignacio Briceño y Briceño, este murió en los años en que primero debieron salir de Caracas en la Emigración a Oriente(julio 7,1814), luego, ya en oriente, pasaron a St.Thomas y a Curazao. Tras la victoria patriota en Carabobo regresó, ya viuda, en mayo de 1822[1].
1840: OTRA MUJER, EULOGIA AROCHA REITERA SU LIBERTAD.
A los meses de la defensa de sus bienes hecho por Josefa Gedler, aparece una mujer, Eulogia Arocha, quien toma la decisión de separarse de su marido por los maltratos que sufre por parte de él. Aunque ella persistió, señal de que tenía conciencia de si misma, se armó un gran escándalo, hasta el punto de circular una hoja suelta aludiendo a su decisión, La desfachatez de Eulogia Arocha, el día solemne del Viernes Santo(Caracas: Imp. de Tomás
[1] La mayor parte de estos datos aparecen en Carlos Iturriza Guillén: Algunas familias caraqueñas. Caracas: ETIS, 1967. 2 vols. Ver el t.I,p.301-315.
Antero,1840), suscrita por “Unos espectadores amantes del pudor”. Este escrito fue hallado por el profesor Pino Iturrieta, quien lo comenta en el libro suyo al que antes nos hemos referido.
Eulogia Arocha tras tomar su decisión se dirigió a un tribunal para así lograr la separación del marido, cosa no permitida aun, el divorcio civil no existía, además pesaba sobre ella y las demás mujeres las opiniones anti femeninas de la sociedad, catapultada por las opiniones de la Iglesia. Pero Eulogia Arocha no se detuvo, no quiso seguir estando con el esposo, mucho más yacer con él, no volver a hacer el amor con él. Subraya Pino, con razón, la conciencia de su propia sexualidad que tenía Eulogia Arocha. Por ello prosigue. No sabemos que terminó sucediéndole. Y nos podemos preguntar por qué no fue a la autoridad eclesiástica, ante la cual siempre había habido manera de divorciarse. De todas formas en este trabajo interesa mucho la acción de Eulogia Arocha, ya que son las pioneras, como ella, las que lagran el destino y el progreso, en este caso de las costumbres[1].
1853: TERESA CARREÑO
“Teresa Carreño, fue el genio venezolano del teclado, igualmente tempetuosa, brillante y atractiva”.Harold Schonberg: Los grandes pianistas. Buenos Aires: Javier Vergara, 1990,p.260-261.
“Venezuela: la he amado a veces por sus desgracias, otras por la generosidad de su naturaleza, y siempre como una madre irremplazable. En su seno quiero dormir el sueño de la tierra”.Teresa Carreño(1853-1917).
La pianista, compositora y pedagoga caraqueña Teresa Carreño fue la primera mujer fundamental de la historia de Venezuela y su sexto gran personaje, figura universal como los demás, quizá con la excepción de su tío abuelo don Simón Rodríguez(1769-1854), por las peculiaridades del tardío conocimiento de su obra escrita, la cual fue
[1] Elias Pino Iturrieta: Ventaneras y castas, diabólicas y honestas,p.137-146.
divulgada en toda su amplitud en el siglo XX, sobre todo desde el inicio de segunda mitad, cuando el bibliógrafo don Pedro Grases(1909-2004) compiló sus obras en tres tomos. Debemos señalar que los cinco, Miranda, Rodríguez, Bello, Bolívar y Sucre fueron figuras ecuménicas del mundo hispanoamericano porque cada uno de sus hechos fueron comentados por la prensa internacional de su tiempo, tanto la norteamericana como la europea. Y luego pasaron a la historia.
A Teresa Carreño se la describió como persona de gran belleza, majestuosa, arrogante, avasallante, imponente; ser de pasión y grande energía, dulzura en el trato, encanto personal, feminidad, tanto que no creemos que tuviera la manera masculina de tocar el piano que algunos le han atribuido. Este es para nosotros un punto de vista sexista, muy propio de su tiempo.
Fue una profesional en el amplio sentido de la palabra. Era “un genio, y los de su condición no se rigen por los medianos esquemas vitales de los que no somos así” como indica Violeta Rojo[1]. “Pero su genialidad no le hizo el camino fácil…[tuvo] inmensa competencia…No sólo por la cantidad de pianistas que existían en la Europa de su época, sino también porque la técnica de estos era brillante…llegó a ser reconocida no sólo por su talento excepcional, sino por su fuerte voluntad y una capacidad de trabajo asombrosa” como anota la misma autora(p.12). Y esto es importante decirlo, y no se subraya como se debiera: los escritores y los artistas para crear sus obras, o para interpretar las de otros, como fue el caso de la Carreño, como se la llamó en su tiempo, deben bajar a lo más hondo del alma de cada compositor, a los sortilegios de su psiquis, entrar en su ámbito, conocer sus daimones, a veces, como expresó Vladimir Horowitz(1903-1989), el más grande pianista del siglo XX, volverse loco como ellos
[1] Violeta Rojo: Teresa Carreño. Caracas: El Nacional/Banco del Caribe,2005. 111 p. La cita procede de la p.12. Todas las citas que haremos de esta obra aparecerán al lado de la referencia entre paréntesis, señalando el número de la página de donde proceden.
para poderlos comprender y así interpretarlos. A esos abismos, a tocar lo más grave de la condición humana, deseos, pasiones, eroticidad, penetran los grandes creadores de belleza y por ello a veces llevan una vida tan distinta a los demás seres, que son solo la medianía de lo humano. Esto no se debe perder de vista para comprenderlos, para examinarlos y estudiarlos.
Teresa Carreño estuvo especialmente dotada por el piano, “de mano grande…una palma de ancho excepcional y dedos gruesos”, como indica Harold Schonberg[1].
Teresa Carreño tuvo también el destino de los niños artistas: mantuvo a su familia desde los nueve años de edad. Fue, desde muy pronto, reconocida por sus colegas, dominó varios idiomas, sin lo cual su carrera internacional hubiera sido menos que imposible. Fue una de las más grandes intérpretes del piano en su época, en la que hubo destacadísimos solistas. Pero fue su inmensa retentiva, aprendía muy rápido las partituras, lo que le permitió siempre tocar de memoria. Poseía, ella en grado extremo sin duda, lo que los músicos llaman “lectura a primera vista”: se podía sentar frente a una partitura abierta y tocarla de inmediato, casi sin errores.
Fue también compositora, algunas de cuyas obras se ejecutan aun. Era, anota Violeta Rojo, argumentado con preciosos ejemplos, ”una mujer muy culta, que sabía de música, literatura y pintura”(p.11). Fue la primera mujer que dirigió una orquesta sinfónica en Venezuela. Y también enseñó, fue docente musical, profesora de piano.
En el desarrollo de su carrera recorrió el mundo, tocó incluso en África y Oceanía.
Perteneció a una familia caraqueña más que sobresaliente: fue nieta de Cayetano Carreño(1774-1736) uno de los grandes compositores de fines del período colonial y de los días de la emancipación. Fue hija de Manuel Antonio Carreño(1813-1874), músico como su padre, lo que le permitió descubrir, sin duda alguna, en el
[1] Harold Schonberg: Los grandes pianistas. Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 1990.419 p. La cita procede de la p. 289,
momento preciso, el talento de la hija, él fue su primer maestro. Manuel Antonio es una figura venezolana destacadísima, músico, educador, humanista, fue Canciller de la República y Ministro de Hacienda, autor del Manual de Urbanidad y buenas costumbres(1854), libro venezolano casi legendario, el cual hoy a ciento cincuenta y cinco años de su edición príncipe sigue editándose, siendo uno de los libros venezolanos que más veces se han impreso, tanto como los Medicamentos indígenas de Gerónimo Pompa (c1810-1880), su contemporáneo[1]. Medicamentos indígenas pasaba a fines del siglo XX de las cincuenta ediciones. El Manual de urbanidad y buenas maneras lleva muchas más. Al inculcar buenas maneras sociales Manuel Antonio estaba fundado el modo de ser para que pudiera existir una sociedad civilizada; tanto que la expresión “le falta Carreño” es la manera como seguimos definiendo a una persona mal educada. Sin embargo, gracias a su biógrafa Mirla Alcibíades, quien ha rescatado la singular personalidad de Manuel Antonio Carreño, venezolano de excepción sin duda, sabemos que si bien la parte del Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres que más se ha tenido en cuenta es la primera la segunda tiene mayor importancia porque es un manual de civilidad, como ella ha indicado[2].
La madre de Teresa Carreño fue Clorinda García de Sena y Toro, parienta del marqués del Toro, don Francisco Rodríguez del Toro(1761-1851), de la esposa del Libertador, María Teresa Rodríguez del Toro(1781-1803). Los García de Sena fueron figuras destacadísimas de la lucha independentista, los cuatro hermanos García de Sena, Manuel, Domingo, Ramón y Zenón, dejaron la vida en la lucha por nuestra emancipación.
Fue también Teresa, ya lo hemos dicho, sobrinanieta de don Simón Rodríguez, hermano de su abuelo Cayetano, también destacado compositor. Fue don Simón el mayor
[1] Gerónimo Pompa: Medicamentos indígenas. Puerto Cabello: Imp. De J.A.Sagrestaa,1868, esta es su primera edición. [2] Mirla Alcibiades: Manuel Antonio Carreño,p.69-86.
filósofo del período emancipador y el maestro del Libertador, sus ideas son centrales en la comprensión de lo que es América Latina.
Con tales raíces Teresa Carreño nació en casa de gran cultura, fue una sucesora digna de todos ellos. Fue, repetimos, la sexta gran personalidad de nuestra historia: su tío don Simón fue el segundo, el primero después de Francisco de Miranda(1750-1816), el que encabeza todo siempre.
Si bien, Teresa Carreño vivió en su ciudad natal hasta los nueve años, en verdad fue criada en Nueva York, París y Londres. Fue, ya lo hemos señalado, desde niña, cabeza de familia, de vida privada tan intensa como la pública, mujer liberada, se casó cuatro veces, tuvo siete hijos, de los cuales le sobrevivieron cinco. Era amable, sin pretensiones, pero con gran “necesidad de ser querida y apreciada”(p.28), según recalca Violeta Rojo. Desgraciadamente hay muy pocos datos sobre su vida sexual pero sin duda fue muy acalorada, como es posible comprenderlo analizando su vivir con ojos de nuestro tiempo.
Teresa Carreño nació en Caracas el 22 de diciembre de 1853, muy posiblemente en una casa situada entre las esquinas de Chorro a San Jacinto, residencia de sus padres. Tuvo tres hermanos: Emilia, María Teresa quien murió niña y Manuel Antonio. Según la costumbre de la época al nacer la siguiente hija se le pusieron los mismos nombres de la fallecida. Por ello Teresa Carreño se llamó María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García de Sena.
Fue precocísima su inclinación a la música, casi desde la cuna, cuando movía la cabeza al compás de las melodias que escuchaba en su casa, residencia de músicos.
En 1856, a los tres años, su papá empezó a enseñarle música y a tocar piano. Es posible que Manuel Antonio, como una especie de Karl Czerny(1791-1857) venezolano, con cuyo manual aun estudian los aprendices a pianistas, haya concebido sus 500 ejercicios diarios para piano para su hija. No debe llamar la atención el descubrimiento hecho por Manuel Antonio, él mismo no solo era el hijo de uno de nuestros mayores compositores quien lo había formado sino que era tan buen músico que había llegado a ser Maestro de Capilla de la Catedral, cargo que antes había ejercido su papá. Era una posición muy destacada dentro de la música que se ejecutaba entonces en Caracas y solo los bien preparados podían ejecerla.
Era tal el talento que poseía que siendo niña Teresa Carreño, que en una velada familiar, deslumbró a don Cecilio Acosta(1818-1881) por sus dotes, quien escribió la que puede ser considerada una de las primeras críticas que se hizo de su talento[1]. También se ha dado como aparecido este artículo de don Cecilio en Elbuen sentido(Caracas: diciembre 5,1862), publicación cuya circulación en Caracas se desconoce hoy, no está en ninguna de nuestra hemerotecas:¿existió?. En www.google.com, donde todo conocimiento tiene cabida, tampoco se la registra. El texto del maestro Acosta lo rescató de la prensa Mario Milanca Guzmán(1948-1999), no está en las Obras completas del pensador[2]. Don Cecilio volvió a dejar constancia de su descubrimiento de la pequeña Teresa de nueve años cuando se convirtió en figura internacional, entonces él lo escribió una carta(julio 9,1866) certificando su criterio de aquella noche caraqueña. Esta la publicó Luis Beltrán Guerrero(1914-1997) en uno de los tomos de sus Candideces[3]. Pero hubo, antes de salir Teresa Carreño de Caracas, publicado antes que el trabajo de don Cecilio, otro nada más, ni nada menos, que don Felipe Larrazabal(1816-1873) sobre ella[4], hondamente elogioso, texto del mayor compositor
[1] Cecilio Acosta: “Maria Teresa Carreño”, en El Porvenir, Caracas: Junio 6,1886. [2] Ver Mario Milanca Guzmán: “Cecilio Acosta en el gabinete de Teresita Carreño”, en revista Investigación, Colegio Universitario de Los Teques, Los Teques, Vol.11, n/ 2, 2006. [3] Luis Beltrán Guerrero: Candideces. Caracas: Editorial Arte/Academia Nacional de la Historia,1962-1995. 17 vols. Ver en este caso el t.XV,p.228-231. [4] Felipe Larrazabal: “Tributo de justicia al mérito”, en El Independiente, mayo 27,1862.
venezolano de la primera mitad del siglo XIX, destacado escritor, historiador y político, como tal fue don Felipe el redactor del decreto de abolición de la esclavitud en nuestro país(marzo 24,1854).
En 1862 los Carreño salieron del país: dejaron a Caracas el 23 de julio y del país salieron, por Puerto Cabello, el 1 de agosto, Teresa Carreño tenía nueve años. No volverá sino cuando tenga treinta y dos años y no volverá más, máxime cuando de aquí se fue en 1887, pese a ser una personalidad descollante en el mundo, con las tablas en la cabeza, eso veremos.
La salida de los Carreño de Venezuela fue algo muy bien pensado por Manuel Antonio Carreño: no solo el país era devastado en aquel momento por la Guerra Federal(1859-1863) sino que para que talento que él veía en su hija fructificara se necesitaba un ambiente propicio. Por ello fue que en Nueva York ella inició su carrera pública como pianista.
Manuel Antonio se convirtió en el representante de su hija. El ya era persona muy conocida como autor de Manual de Urbanidad y buenas costumbres, publicado ocho años antes, con una edición en Nueva York el mismo año de su edición príncipe en Caracas, libro ya muy divulgado en todo el ámbito latinoamericano y español.
Teresa, desde ese momento, estudiará en su piano cada día, varias horas cada jornada, como lo hacen los verdaderos artistas. Y con su trabajo y con talento, desde entonces, sostendrá a su familia y pasará a ser figura descollante de la música.
Gracias al venezolano Simón Camacho(1824-1883), nieto de María Antonia Bolívar(1777-1842), y por lo tanto sobrinonieto del Libertador, conoce a Louis Moreau Gottschalk(1829-1869), un virtuoso del piano de gran popularidad. Al escuchar a la niña Teresa quedó deslumbrado, “Un segundo más y la palabra ¡bravo! se escapó de los labios de Gottschalk” escribió Camacho.
Pero ella en aquel instante debía iniciar pronto su carrera para sostener la familia que estaba en la mayor crisis económica porque habían perdido prácticamente todos sus bienes en Caracas. Así después de una función privada el 7 de noviembre se efectuó su debut el 25 de noviembre en el Irving Hall, quedó consagrada como una niña prodigio de su instrumento. La carrera nunca se interrumpirá desde entonces hasta su deceso cincuenta y cinco años más tarde.
Pero el trabajo para ella será grande, como lo es siempre para los más destacados artistas, pero la constancia en su oficio y sin duda el placer que sentía al tocar hará el resto, su voluntad de trabajo no debe ser dejada de tener en cuenta en ningún momento cuando se examina su vivir, una existencia consagrada a su arte. Pero también al amor, conyugal en su caso pero múltiple porque se casó cuatro veces y al sostenimiento del hogar el cual prácticamente siempre sostuvo, incluso cuando estuvo casada, cuando hasta le tocó sostener a varios de sus propios maridos. Y todo lo hizo: ella fue fruto de su empeño y de su trabajo, lo único que da honra al ser humano, según el apotegma del maestro don Santiago Key Ayala(1874-1959).
En Estados Unidos y Canadá la actividad fue tan intensa y su leyenda creció tanto que debió ir un día a tocar a la Casa Blanca para que el presidente Abraham Lincoln(1809-1865) la escuchara rodeado de su familia.
En 1863 cumplió diez años, no solo ejecutaba su instrumento sino que también componía. Ese año se imprimió una composición suya: el Vals Gottschalk, la primera partitura suya en ser editada.
En 1863 estuvo en Cuba. Al regreso se tomó la decisión de que parte de la familia regresara a Venezuela: la pianista no podía sostener a tanta gente. También en 1863 había culminado la Guerra Federal en Venezuela, con la firma del “Tratado de Coche”(abril 23,1863). Mientras en Nueva York Manuel Antonio Carreño dictaba clases. Es de suponer que estos años, sobre todo 1864 y 1865, en que Teresa Carreño no dio conciertos públicos fueron los de su escolaridad, el tiempo en que aprendió los varios idiomas que sabía, y que le eran necesarios para sus tareas porque estaba ya claro, entre ella y su papá, que el próximo paso sería trasladarse a Europa.
En 1866 tenía trece años. Con su familia marchó a Europa(abril 7). Pasaron por Londres y se dirigieron a París. En Francia eran los tiempos de Napoleón III(1808-1873), quien caerá cuatro años después, ante la avalacha de la invasión alemana y la derrota en la batalla de Sedan(septiembre 2,1870). Los sucesos de La Comuna fueron al año siguiente (1871), después nació la Francia republicana, aunque aun existe por allí un Borbón que se dice “heredero del trono” galo, lo cual no deja de ser una boutade.
Teresa Carreño muy pronto inició su actividad y trabó relación con altas figuras del mundo musical, para nada era una desconocida aquella niña prodigio. Conoció a la soprano Adelina Patti(1843-1919) y al compositor Giacchino Rossini(1792-1868). Por cierto esta no fue la única amistad venezolana de aquel grande de la ópera. Allá en París también había vivido, aunque había muerto en esos meses, aquel gran señor caraqueño que fue el ex presidente Manuel Felipe Tovar(1803-1866), amigo muy cercano del aquel creador y gourmet.
A poco la escuchó Franz Liszt(1811-1886), figura clave del piano ayer y hoy, y sin duda uno de los grandes románticos que mayor tiempo vivió. Liszt quien tras oírla dijo “esta niña va a ser una de nosotros”, según lo relató la propia Teresa. También conoció Teresa Carreño a Charles Gounod(1818-1893), a Héctor Beriloz(1803-1869), al notable pianista ruso Anton Rubinstein(1829-1894), de él indica Harold Schonberg que “debe haber poseído un aura similar a la que posteriormente tuvo Vladimir Horowitz”[1]. También en aquellos días Gustavo Doré(1832-1883) le hizo una caricatura a Teresa. Las ilustraciones que Doré hizo para el Quijote(1863) son legendarias hoy. Inclusohubo quien consideró a Teresa una “wunderkind”. Era ya entonces, dice la memorialista Lillie Moulton(1844-1928), en su libro
[1] Harold Schonberg: Los virtuosos. Buenos Aires: Javier Vegara Editor, 1986. 288 p. La cita procede de la p.115.
En los tribunales de la memoria(1912), que Teresa era “extremadamente bonita y atractiva” y poseía un bello pelo muy negro, señala.
En 1866 se presentó en Inglaterra y más tarde en España. Tomó clases con un discípulo de Federico Chopin(1810-1849), Georges Mathias, a quien se recuerda hoy precisamente por haberle dado clases a Teresa Carreño. Ese año murió su mamá en París. Y en un periódico parisiense de aquel momento se leía sobre Teresa: “imposible acoplar mayor gracia y delicadeza a tan estupenda precisión, y a una interpretación tan vigorosa”.
En 1868 a los quince años volvió a Inglaterra. Cuatro años más tarde, a sus diez y nueve años, se enamoró y casó con el violinista francés Emilie Sauret(1852-1920). Cuando le comunicó a Manuel Antonio su decisión de casarse este estuvo en contra, pensando sin duda en que era ella quien sostenía la familia. Pero el apoyo económico que Teresa les daba nunca les faltó, siempre fue la proveedora de la familia. Dice Violeta Rojo “Éste será el primero de sus cuatro matrimonios con una serie de hombres inconvenientes, de mayor o menor talento, que le da más problemas que alegrías y que muchas veces tendrá que mantener. Casi todos ellos competirán con ella en el terreno profesional, molestos por su prestigio”(p.44). Sauret y ella estuvieron casados cuatro años. El 23 de marzo de 1874 nació Emilia Sauret Carreño, su primera hija. Cinco meses después murió Manuel Antonio en París. Seurat terminó abandonando a Teresa un día cualquiera, con un simple adiós. La dejó “sola, embarazada y sin dinero”(p.46), a poco perdió el bebé, como era lógico en aquella situación. Fue en aquel momento en que tomó la más terrible de sus decisiones: entregó a Emilia, su hija mayor, en adopción. La condición fue tajante: debía renunciar a verla para siempre, pensó entonces que la niña estaría mejor “en un ambiente más estable y acepta. Teresa lamentará toda la vida esta decisión”(p.44).
En 1876 apareció quien será segundo esposo, el barítomo Giovanni Tagliapetra. Tag, como le decía ella, fue un desastre en su vida: nunca le fue fiel, gastaba mucho el dinero de Teresa, sobre todo jugando. No llegaron a casarse, fue con él con quien vino a Caracas 1885, y aquella sociedad pacata no pudo entender a Teresa: famosa en todas partes, divorciada, quien vivía con un hombre que no era su esposo porque lo que tenían era una matrimonio “consensual” sólo válido en el estado de Nueva York. Esto último a Teresa la tenía sin cuidado: vivía en otra parte, pertenecía al mundo libérrimo de los artistas.
En 1878 nació su hija Lulú Tagliapietra Carreño, quien murió a los tres años. Pero Teresa no estaba satisfecha de lo que estaba haciendo entonces, ni su repertorio la satisfacía, como conocía el medio artístico de la época sabía que debía salir, con urgencia, del universo de las interpretaciones populares y entrar en los dominios de la música más densa, la que deja huella, la concebida por los grandes maestros.
El 24 de diciembre de 1882 nació Teresita Tagliapietra Carreño. Al año siguiente por la emoción de tener la hija compuso el Vals Teresita.
El 7 de enero de 1885 nació su hijo Giovanni Tagliapietra Carreño. “Los niños hacen feliz su vida familiar, aunque su esposo no sea ni compañero, ni proveedor, ni protector, sino más bien infiel, bebedor, jugador y agresivo”(p.51), como anota Violeta Rojo, quien como mujer y madre comprende bien, en toda su trascendencia, lo que escribe. Teresa estaba sola pero tenía varias amigas con las cuales cultiva la “sorellanza”: la hermandad, la amistad entre mujeres, lo que será un bálsamo para ella porque está muy íngrima junto a sus niños. Y ella siempre sufría porque al parecer fue siempre fiel a sus parejas, pese a necesitarlas tanto, sobre todo íntimamente, porque fue sin duda una mujer muy sexual, aspecto que apenas si han rozado sus biógrafos. Fue tan fiel a sus maridos que no se le conocen amores extramatrimoniales, los cuales, si los hubo, no lo sabemos, hubieran estado bien justificados.
En esa época cada día era más reconocida internacionalmente. Comenzó entonces a tocar mucho a los grandes y más hondos compositores, los más densos y difíciles, Edvard Grieg(1843-1907), cuyo Concierto para piano fue uno de sus caballitos de batalla. También a Robert Schumann(1810-1856) y a Chopin. Y pudo triunfar, pese a ser aquella una época de grandes pianistas mujeres: Clara Schumann(1819-1896), también compositora, Sophie Menter(1846-1918) y Arebella Goddard (1836-1922), Teresa era la menor de todas. Contemporánea suya fue la rusa Anna Essipova(1851-1914), dos años mayor que ella. También era compositora destacada en aquellos días Fanny Mendelssohn(1805-1847), la hermana de Felix(1809-1847), a quien tanto tocó Teresa, desde muy temprano.
En 1885 realizó Teresa Carreño su fatídico viaje a Venezuela. Con razón anota Violata Rojo: “La vuelta a la patria fue un desastre que Teresa no pudo avizorar”(p.53).
Seguimos al presentar este periplo los estudios hechos por el investigador Mario Milanca Guzmán quien ha sido quien dio luz plena a aquellos trágicos dos años. Pero iremos primero atrás, a los primeros años, siguiendo siempre a Milanca, el hombre que más estudió, prácticamente el único, a Teresa Carreño en las últimas tres décadas hasta su deceso. Después buena contribución ha sido la biografía de Violeta Rojo, que hemos seguido muy de cerca.
De los sesenta y cuatro años que vivió Teresa Carreño sólo once los pasó en Venezuela. De allí el interés que tiene examinar e iluminar con nueva documentación los nueve años que van desde su nacimiento en Caracas hasta su viaje a los Estados Unidos a la edad de nueve años. De la misma manera es interesante mirar de cerca los dos años que la artista pasó en Caracas, tras veinte y tres años de ausencia.
Iluminar con toda la precisión posible esta época, mirar a la luz de nueva documentación, que no examinaron quienes antes trazaron el itinerario vital de la notable pianista, es lo que se propuso Milanca Guzmán en dos de sus libros. En ellos reconstruye los pasos de la artista por el país en el cual vio la luz. Las indagaciones de Milanca han sido realizadas a partir de la lectura crítica del libro fundamental sobre la Carreño. Se trata del volumen de la profesora norteamericana Marta Milinowski[1], el cual fue traducido al castellano por Luisa Elena Monteverde Basalo[2]. Esta obra es la que nos da la imagen de lo realizado por la Carreño en su vida. Pero no siempre es completa su información. Y no lo es porque su autora no siempre tuvo acceso a todas las fuentes consultables, papeles que no eran asequibles en la época en que ella preparó su libro. Y esto es especialmente gráfico con relación a los períodos venezolanos de la vida de la artista. En este caso muchos son los errores y las omisiones de la Miliinoswki. Milanca lo comprendió así. Se dio cuenta, en uno de sus primeros estudios sobre nuestra pianista[3], el campo virgen de búsquedas que se presentaba ante sus ojos. No se trataba de negar la tarea de la Milinowski sino de proseguir el sendero por ella iniciado. De esa decisión suya han brotado los dos libros que aquí nos sirven para explorar su andanza venezolana.
En el primero de ellos, todavía inédito, Teresa Carreño: una década.1853-1863, manuscrito de 435 páginas, que su autor nos permitió leer, arroja novedosa luz en torno a la primera década de la existencia de la pianista, nacida en Caracas el 23 de diciembre de 1853, en el hogar formado por Manuel Antonio Carreño y Clorinda García de Sena. Durante los primeros nueve años de los diez analizados por Milanca, Teresita nieta de Cayetano Carreño, sobrinonieta de Simón Rodríguez[4] no sólo creció sino que precozmente se hizo evidente el talento que aquella niña poseía.
Al examinar aquel período se dio cuenta Milanca que había que investigarlo de nuevo pues se trataba de una época
[1] Marta Milinowski: Teresa Carreño, by the grace of god. New Haven: Yale University Press, 1940. XVI, 410 p. [2] Marta Milinowski: Teresa Carreño. Caracas: Edime, 1953. XXII, 427 p. [3] Mario Milanca Guzmán: “Dislates en la obra de Teresa Carreño de Marta Milinoswki”, Latin American Music Review, Austin, Texas, vol.8, n/ 2,1987. [4] Alberto Calzavara: Historia de la música en Venezuela. Período hispánico. Caracas: Fundación Pampero, 1987,. XIII,342 p.. Las referencias proceden de las p.245-258.
apenas indagada, muy poco estudiada, en cuyo examen habían muchas lagunas[1]. Al explorarla minuciosamente fue haciendo constantes hallazgos los cuales nos permiten mirar hoy a Teresa Carreño con más claridad. Esto ha sido posible gracias a la manera como él se detuvo en el conocimiento de este período; a la forma como se ha enfrentado a la documentación hallada, manuscrita e impresa. Todo ello le ha permitido destruir numerosos lugares comunes e indicar nuevas sendas.
Milanca en su Teresa Carreño: una década,1853-1863 nos hace ver los orígenes familiares de quien se llamó María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García de Sena. Puntualiza todo lo relativo a la partida de nacimiento, punto básico de toda biografía, su lógico inicio, que hasta ahora no se había dilucidado con al precisión que él ha logrado hacerlo[2]. Se aproxima gracias a testimonios de los contemporáneos de la niña prodigio, Cecilio Acosta, Felipe Larrazabal, Simón Camacho, a aspectos de su vivir los cuales habían pasado por alto quienes se habían asomado a su periplo. Así comprobamos como el único maestro de la futura virtuosa en Caracas no fue solo su padre Manuel Antonio sino que además del profesor Julio Hohene recibió también lecciones de su mamá, hecho que nadie había señalado pese a que se encuentra ya registrado en lo escrito por quienes trataron a Teresita. Nos permite así Milanca mirar dentro de la vida caraqueña de la pequeña pianista, observar aquello que suscitó entre destacados venezolanos como lo fueron don Cecilio o el compositor Larrazabal, el talento de aquella que empezaba a mirar a su alrededor. Nos permite darnos cuenta cual era la situación política del país cuando Teresita era apenas una niña, en la cual ya despuntaba el genio; podemos comprender las actividades políticas de su papá, quien en aquellos días ya era muy conocido en Hispanoamérica gracias a la publicación de su célebre Manual de Urbanidad y Buenas maneras(1854). Así podemos
[1] Mario Milanca: Teresa Carreño: una década,p.10. [2] Mario Milanca Guzmán: Teresa Carreño: una década,p.20-22,86-91.
entender también por qué Manuel Antonio decidió salir de Venezuela con su familia el 1 de agosto de 1862 para trasladarse a los Estados Unidos. Manuel Antonio no sólo quería estar de lado de la grave situación política que vivía la nación, la cual se quemaba en aquellas horas en la hoguera federal, sino encontrar otros ámbitos para el desarrollo de la vocación primordial de la hija. Esta fue la razón de su salida de Venezuela.
Respalda esta monografía un conjunto orgánico de documentación de primera mano: constancias de bautismo de todos los miembros de la familia; papeles impresos que abren luz sobre el tema; una iconografía, una bibliografía anotada y una cronología vital.
Nunca se desprendió Teresa Carreño de su amor por Venezuela. En 1883, año centenario del nacimiento del Libertador, compuso y envió a Caracas su Himno a Bolívar. Este no pudo ser interpretado en aquella ocasión. Se dijo entonces que había llegado a Caracas muy tarde para las celebraciones. Es posible. O desde allí comenzaron los desencuentros de la Carreño con su país. Fue ella misma quien estrenó este Himno a Bolívar en Caracas en 1885. El Himno a Bolívar se sigue tocando aun, cada año, durante la ceremonia del 17 de diciembre en el Panteón Nacional, es de sobrecogedora belleza.
Precisamente a la accidentada visita de la pianista a Caracas, su último paso por su país natal, se refiere el otro libro de Milanca, que aquí seguimos también[1]. Este volumen sólo trata su estancia en la capital. No se refiere a sus conciertos y presentaciones, durante aquellos trece meses, en algunas ciudades del interior, en Trinidad y Curazao, del cual existe aun hoy una mantilla que ella dejó olvidada en la casa de la familia del doctor David Ricardo(1847-1941), quien en sus días de estudiante en Caracas había sido amigo de su papá y quien fue que la ayudó a organizar los conciertos que dio allá
[1] Mario Milanca Guzmán: Teresa Carreño: gira caraqueña y evocación.Caracas: Cuadernos Lagoven, 1987. 138 p.
Tras veinte y tres años de ausencia, ya lo hemos señalado, volvió Teresa Carreño a Venezuela. Tenía entonces treinta y dos años. Llegó a la ciudad en la que había visto la luz el 15 de octubre de 1885. Era el día de su onomástico. Una junta presidida por don Ramón de la Plaza(1831-1886), el primer historiador del arte y la música en el país, organizó los actos que se llevaron a cabo. Una multitud se reunió en la estación de Caño Amarillo para esperar el tren que trajo desde La Guaira a Caracas a nuestra ya entonces eximia pianista.
Como bien lo explica Milanca durante su paso por Venezuela Teresa Carreño actuó como concertista, empresaria, comunicadora, directora de orquesta, cantante y profesora. Prácticamente todas las facetas de su múltiple personalidad se dieron cita en aquellos días ante sus compatriotas.
Teresa Carreño vino a Caracas invitada por el entonces presidente Joaquín Crespo(1841-1898). El empresario de aquella jira fue su hermano Manuel Antonio Carreño, a quien no debemos confundir con su padre quien se llamaba igual, quien había fallecido once años antes. El hermano de la pianista y su compañero de aquellos días, el cantante Giovanni Tagliapietra se le anticiparon doce días. Debieron hacerlo así porque debían organizar los conciertos que aquí daría la Carreño.
Teresa Carreño se hospedó en el número 133 situado entre el Puente Guzmán Blanco y la esquina de Tracabordo, en La Candelaria. Los caraqueños escucharon tocar por vez primera a su famosa paisana el 27 de octubre. Fue en ese concierto que ella estrenó su Himno a Bolívar. Luego viajó al interior y a las antillas. En diciembre estaba de regreso. Su último concierto lo ejecutó el 10 de enero de 1886. Inmediatamente viajó a los Estados Unidos porque el presidente Antonio Guzmán Blanco(1829-1899), quien había vuelto al poder otra vez, le encargó organizar una Compañía de Opera. A eso se trasladó al norte. Mientras Tagliapietra fue a Italia. El 25 de febrero de 1887 estaban de vuelta. Caracas podría escuchar ese año una temporada de opera.
Fue a consecuencia de esto que la visita de la artista se complicó. Ello acaeció a partir del 5 de mayo cuando se inició la temporada. Esta comenzó con Un ballo in Maschera. La siguieron Fausto, La Traviata, Rigoletto, Norma, Il trovatore y Lucia. Fue esta, como la califica Milanca, una temporada llena de equívocos[1], pues la Compañía fue criticada; sus directores recibieron anónimos insultantes; la prensa publicó esquelas en las que se pedía la devolución del valor de los abonos; Tagliapietra fue obligado a renunciar porque públicamente se rechazaron sus actuaciones; la misma Teresa recibió amenazas e injurias; el director de la orquesta desertó de la trouppe. La Carreño no se amilanó. Así el 14 de abril tomó la batuta en sus manos y dirigió la orquesta cuando se puso en escena La sonámbula. Y volvió a hacerlo cuando se interpretaron Norma, Il Trovatore y Lucia. Fue así como se convirtió en la primera mujer en dirigir una Opera en nuestro país. Tal hecho no se repetirá hasta que un siglo exactamente, en 1987, Isabel Palacios Zuloaga(1950) condujo la orquesta que interpretó Lucia en el teatro Teresa Carreño.
Pero los problemas siguieron poniendo a Teresa contra la pared. La “prima donna” Adela Aimery abandonó la compañía y dio un concierto en otro teatro al cual asistió el propio Guzmán Blanco con su esposa. Ello suponía una actitud pública contra la Carreño. Fue así como la Compañía de Opera se dispersó. Hasta el piano que la Carreño había traído a Caracas le fue embargado. Por cierto, aunque los venezolanos de hoy no crean, ese piano es el que se exhibe para que todos lo vean en la Sala Teresa Carreño del teatro que lleva su nombre en Caracas: ¡se puede pedir mayor sinsentido!. No se podía pedir más. Había sido rotundo su fracaso.
Tristes debieron ser los pensamientos que pasaron por su mente el 23 de agosto de 1887 cuando dejó su patria por última vez. Aunque murió en Nueva York tres décadas más tarde, el 12 de junio de 1917, ella no volvió a pisar la tierra
[1] Mario Milanca: Teresa Carreño: gira caraqueña y evocación, p.30.
de su país natal. Sólo sus cenizas retornaron el 15 de febrero de 1938. Desde el 9 de diciembre de 1977 descansan en el Panteón Nacional.
¿Qué pudo haber pasado, por qué fracasó aquí esta venezolana impar? se puede preguntar quien lee con atención el documentado estudio de Milanca. El no nos da una respuesta precisa, le vastó con exponer los hechos en forma desnuda, serían los lectores los llamados a deducir los errores y horrores de aquel momento, como lo pedía Pierre Vilar(1906-2003), el gran metodologo de la historia[1]. Ni siquiera a Milanca le inquietó responder el interrogante. Yesto no es una falla de su libro. Nosotros como lectores sí podemos intentar acercarnos al por qué. Uno de estos caminos es bastante claro: entre nosotros no todos han visto con buenos ojos a los venezolanos que triunfan fuera. Allí están Miranda, Bolívar y Bello, más tarde Teresa de la Parra, en nuestros días Jesús Soto(1923-2005) o Humberto Fernández Morán(1924-1999), para corroborar el aserto. Pero en el caso de la Carreño hay más. Se trató de una mujer de intensa personalidad, quien logró su destino por sí misma, quien el día en que llegó a Caracas no sólo se había divorciado por vez primera sino que vivía libremente junto a Tagliapietra con quien no llegó a contraer nupcias. A él sólo la unía un “matrimonio consensual”[2]. La fecha de ese matrimonio que da el maestro José Antonio Calcaño(1900-1978) es seguramente la de la unión entre ambos[3]. Y la pacata Caracas de aquellos días, la miedosa sociedad, que aun en pleno siglo XX sigue criticando a los rebeldes que escogen su destino como se les ocurre o lo requieren, no podía mirar con buenos ojos a aquella mujer quien había decidido su camino sentimental por sí misma; quien había puesto su carrera primero que nada; quien tenía un
[1] Pierre Vilar: Historia de España.6ª.ed. Barcelona: Editoriasl Crítica, 1978.180 p. La referencia que hacemos se lee en las p.9-10. [2] Marta Milinoswki: Teresa Carreño.2ª.ed. Caracas: Monte Avila Editores, 1988. XXV,460 p.La cita procede de la p.133. [3] José Antonio Calcaño: La ciudad y su música. Caracas: Tip. Vargas, 1958. 518 p. La cita procede de la p.367.
carácter tan definido y un modo de enfrentarse tan especial al teclado que Johannes Brahms(1833-1897) dijo que “era un pianista”. Tal la fuerza de su modo ser, evidente cuando estaba frente al piano. Por ello fracasó en su gira. No porque su Compañía de Opera fuera mala sino porque ella era un ser libre. Y una sociedad, cuyo gobierno dos años antes había impedido la publicación de la correspondencia entre Simón Bolívar y Manuelita Saenz, no podía recibir abiertamente a una mujer liberada, que sabía hacia donde iba y no se detenía en conseguirlo. Por ello no sólo abortó como empresaria. También tuvo un revés como profesora de piano porque cuando se ofreció para enseñar a “señoras y señoritas”(p.105) sólo se presentó en su casa el joven Manuel Revenga(1858-1926), el futuro crítico musical de El Cojo Ilustrado.
1887 y 1888 fueron los años en que tomó una decisión fundamental: pasar a Alemania, capital musical del mundo en esa época. Allí podrá realizar lo que su talento le indicara debía hacer. Eso es fue lo que hizo: abandonó a Tag, ya el matrimonio era insostenible, se instaló en Berlín en 1888. Se abrieron así tres décadas fundamentales de su vivir, en verdad fueron veinte y nueve años: las cerrará su muerte. En ese período volverá a casarse dos veces más. Y será una figura central de la interpretación musical europea, cuya fama la llevará a tocar no sólo en el Viejo Mundo, sino en África y Oceanía.
Instalada en Berlín muy rápido aprendió el alemán y contactó con uno de los mejores representes artísticos, Hermann Woolf. Pronto se presentó y a poco, también, apareció un nuevo amor, Eugen d’Albert(1864-1932), también pianista, doce años menor que ella, a quien amó a primera vista, solo con verlo tocar, con quien terminó casándose, bastante equivocadamente, y con quien tuvo dos hijas. Pero este era un hombre complicado y extravagante. La decisión de vivir juntos, antes de casarse, fue inmediata en Teresa. Se casaron en 1892 y la unión duró tres años. Serán momentos difíciles por el turbulento divorcio, él llegó a acusarla de bigamia(¿tendría otro amor?). Y, además, los hijos le planteaban siempre problemas, siempre los mantuvo y sus vidas fueron bastantes errantes y en todo momento le complicaron la vida. Más cuando al fin apareció la mayor, Emilia, una vez muerta su tutora: todos venían a pedir, dinero, claro está.
Al dar su primer concierto en Berlin(noviembre 18,1889) un diario opinó: “Una perfecta técnica, completa y deslumbrante, con la fuerza de dos pianistas…une a la libertad espiritual la independencia de interpretación”(p.75). Y los públicos enloquecidos, tal cuando tocó Concierto en do menor de Camille Saint-Saens(1835-1921).
En 1892 nació Eugenia D’Albert Carreño. Dos años después Herta D’Albert Carreño. Ese mismo año los esposos se separaron.
En 1897 Teresa tenía cuarenta y un años y de allí hasta su muerte los estudiosos de su vida están contestes en que se inició su consagración universal.
En 1896 estaba otra vez en Estados Unidos, le gustaba vivir en ese país. Fue entonces cuando el joven Bela Bartok(1881-1945), quien sería uno de los grandes compositores del siglo XX, la escuchó. Escribió: “Su fuerza y técnica son grandiosas…Lo que más me gustó fueron las Polonesas de Chopin y lo de Liszt, así como la Campanella”(p.88).
Pero por dentro sufría, y era lógico. Dijo a su amiga Carrie Keating, “en realidad soy una mujer infeliz”. Fue en ese tiempo en que se encontró con su cuñado Arturo Tagliapetra, siempre se habían querido, Arturo será su último compañero, ella misma, lógico dentro de su intemperante modo de ser, le ofreció matrimonio. Se casaron en 1902, fue aquella una unión feliz por la serenidad de Arturo que fue un buen compañero en todo momento y su mano derecha en la carrera. En 1903, a los cincuenta años, deslumbraba por su belleza, tal como lo observó el escritor venezolano Miguel Eduardo Pardo(1868-1905) quien la vio tocar en Madrid. Escribió Pardo:
“Arrogante, bella aun, casi joven, casi fresca y lozana a pesar de los ósculos de la nieve…en su ondeante caballera…escotada, desnudos los redondos brazos…la curva de las robustas caderas”, tal como se lee en el artículo que escribió[1]. La descripción de Pardo hizo sonrojar a una de las biógrafas contemporáneas de Teresa. Pero no era aquella una descripción erótica, como ella dice, sino la visión de un hombre deslumbrado por la belleza de una mujer que siempre dejó estupefactos a quienes la trataron.
Cinco años más tarde fue el encuentro de Teresa, en Londres, con la escritora Catherine Mansfield (1888-1923), una de las grandes cuentistas de la historia universal de la literatura. Katheriene, quien había estudiado piano, la fue a ver tras un concierto y le interesó tanto la caraqueña universal que volvió a verla otra tarde para conversar con ella. Dijo en una carta(octubre 12,1908) que era “una mujer entre mil”, tal la singularidad que encontró en ella[2].
En 1917 tenía sesenta y cuatro años. En una gira por Cuba no pudo concluir su contrato, debió suspender la tournee. Fue hecho aquello contra su habitual modo de ser, porque nunca suspendía un concierto. Cuando se paró del piano aquel 21 de marzo de 1917 en La Habana jamás pudo pensar que ya nunca más se sentaría frente al teclado. El esposo la obligó a volver a Nueva York en donde falleció, sin duda de extenuación, “postración nerviosa general” fue el diagnótico médico, setenta y dos días más tarde, el 12 de junio de 1917. Así dejó de vivir en Nueva York la persona que estableció el modo moderno de ejecutar el piano que se basaba en la naturalidad de los movimientos.
En 1938, sus cenizas, cremadas en Nueva York, fueron traídas a Caracas y enterradas en el Cementerio General del Sur, habló aquel día el maestro José Antonio Calcaño(1900-1978). En 1977 fue la apoteosis, al ser llevadas sus cenizas al Panteón Nacional, fue la segunda
[1] Miguel Eduardo Pardo: “Mujer y artista: Teresa Carreño”, en El Cojo Ilustrado, Caracas: Mayo 15,1903. [2] Claire Tomalin: Catherine Mansfield. Barcelona: Circe,1990. 324 p. La cita procede de la p.76.
mujer enterrada allí. Hizo su elogio aquella mañana otra mujer de excepción: la escritora Lucila Palacios(1902-1994).
Podemos ver gracias a todo lo que hemos expuesto cómo y por qué fue Teresa Carreño la sexta figura venezolana de significación universal. Tras ella sólo encontramos a Miranda, a Bolívar, a Bello, a su tío abuelo Simón Rodríguez y a Antonio José de Sucre. Y por ello tampoco es casual que el estudio de su vida y la significación de su arte haya sido hecha por los grandes tratadistas de la historia de la música mundial. Tal, por ejemplo, las seis referencias a ella que hace Harold Schonberg en su libro Los grandes pianistas.
Y una acotación final: hemos seguido aquí el vivir de Teresa Carreño a través de los libros que otras mujeres escribieron sobre ella porque una mirada femenina sobre su aventura humana siempre nos ha parecido necesaria y para superar ciertas miradas misóginas muy propias del siglo XIX, como aquella según la cual ella tocaba como “un” pianista, tenía un sentido masculino de tocar, lo que es un contrasentido: ella era una mujer. A todos estos prejuicios nuestra artista debió enfrentarse y que aun encontramos en magníficos libros contemporáneos, como los que ha escrito el notable crítico musical norteamericano Harold Schonberg(1915-2003): Los virtuosos y Los grandes pianistas, quien cita aquellas opiniones tan erradas, quizá solo explicables por no haber entonces ni la comprensión del ser femenino, que nos trajo el siglo XX, ni haberse aprendido las nociones de la psiquiatría, que también definen a los seres humanos. Así seguimos muy de cerca, pese a las rectificaciones de que ha sido objeto sobre todo por el investigador Mario Milanca Guzmán, el volumen de una discípula de la caraqueña: Marta Milinowski que sigue siendo el fundamental, o el de la profesora venezolana Violeta Rojo, cuya biografía tiene el valor, además de la agudeza de su mirada, de haber repasado todas las fuentes y poner al día los conocimientos que tenemos sobre la gran ejecutante del teclado.
Sin embargo, hoy es imposible examinar a Teresa Carreño sin leer y citar los amplios estudios realizados por el profesor Mario Milanca Guzmán, quien es quien con mayor acucia y con muy amplia documentación, manuscrita e impresa, ha analizado la peripecia de la Carreño en varias obras, algunas inéditas, a las cuales tuvimos acceso. Una buena muestra, en forma de síntesis, de muchos de sus hallazgos se encuentran en su Quién fue Teresa Carreño[1]. Es cuidadosa la reconstrucción de los días caraqueños de nuestra Teresa(1853-1862,1885-1887) hecho por este notable pesquisador a quien no había dato que se les escondiera ni se le escapara.
Mario Milanca Guzmán perdió la vida, junto a su novia, en el aciago accidente de un avión de Cubana de Aviación que se precipitó en Valencia el 16 de diciembre de 1999, en aquella también mala hora venezolana, la del desastre del estado Vargas. Venía Milanca aquel día de La Habana en donde había estado investigando los pasos por Cuba de la Carreño, en donde ella tocó al inicio y al final de su carrera. Nada quedó de los restos de Milanca Guzmán, ni siquiera algunas cenizas ante las cuales hubiéramos podido llorar sus amigos, ni una tumba en donde los fraternos, compañeros de las tareas de investigación, hubiéramos podido llevarle una rosa en nombre de Teresa Carreño, a quien él revivió en sus pacientes estudios.Milanca Guzmán prácticamente dedicó tiempo y peculios al redescubrimiento de nuestra pianista en las horas libres que le quedaban del ejercicio de la docencia porque era profesor universitario. Intentó incluso formar una unidad de investigación en la sede del Teatro Teresa Carreño pero se encontró con el silencio de sus directivos, especialmente de Elías Pérez Borjas(1933-1993), su director, quien nunca lo quiso escuchar. ¡Y qué mejor lugar para proseguir los estudios sobre nuestra pianista que en la sede del teatro que lleva su nombre!. Pérez Borjas sino estaba preparado para comprender el proyecto presentado
[1] Mario Milanca Guzmán:¿Quién fue Teresa Carreño?. Caracas: Alfadil, 1990. 108 p.
por Milanca Guzmán, de amplio calado intelectual, proposición que tuvimos en nuestras manos, debió buscar los asesores propios quienes le hubieran podido dar buenas luces sobre aquella bella idea: revisar con los instrumentos de la investigación actual y sentido critico todo el vivir de la más grande artista de la música que ha dado Venezuela. Fue triste lo sucedido. Tanto como fue imperdonable que el propio Pérez Borjas no haya aceptado la donación que para el teatro le hicieron los familiares del maestro José Antonio Calcaño de su biblioteca, en qué mejor lugar pudiera haber estado aquella colección de obras, no sólo de uno de nuestros grandes músicos sino de un humanista mayor como fue Calcaño, descendiente de aquella familia, los Calcaño Panizza, cuya casa, en la esquina de Santa Capilla, fue considerada de tan alta alcurnia intelectual que los caraqueños la denominaban “El nido de los ruiseñores”, residencia y habitantes, sobre todo José Antonio(1827-1897) el poeta, Eduardo(1831-1904) el gran orador y Julio(1840-1918) el notable crítico, todos nombres fundamentales en la historia de la cultura venezolana. Tradición continuada en el siglo XX tanto por José Antonio como por su hermano el dramaturgo y actor Eduardo Calcaño(1909-1991). Y por esa actitud de Pérez Borjas, por no darle valor a aquel tesoro bibliográfico, los libros del maestro Calcaño se perdieron. Sólo algunos los pudo salvar el historiador Guillermo Morón cuando fue llamado de urgencia a informarle que aquella biblioteca estaba siendo entregada al Aseo Urbano para que la incinerara en Ojo de Agua. Voló el académico y se llevó los volúmenes que pudo, están hoy en la biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, uno de cuyos miembros más esclarecidos fue precisamente el maestro Calcaño. Loor damos aquí, para cerrar, a los nombres de Milanca y Calcaño. Y condenamos al sembrador de cenizas.
1859: LAS MUJERES COMIENZAN A REACCIONAR
También el profesor Pino Iturrieta nos ofrece unos comentarios sobre la tesis de Amad Aboassi, Vida cotidiana durante la Guerra Federal, en donde encuentra algunos testimonios que era imposible no aparecieran en la evolución de la mujer en Venezuela[1]. Son leves observaciones que nos hacen comprender que un cierto sentido de liberación de la mujer, que tardará en imponerse, estaba comenzando a andar.
Tal el testimonio que sigue, este no deja de llamar la atención. Es una protesta de un grupo de mujeres aparecida en El monitor industrial en 1859, año del inicio de la Guerra Federal(1859-1863), en donde ellas responden a un señor de apellido Carmona. He aquí lo que escribieron:
“Las señoritas de los salones de Caracas damos a Ud. las gracias por haber insertado en su periódico una carta que dice escrita por una señorita a su amante. Debe saber el señor Carmona que para imitar o fingir es necesario mucho talento, de que carece el autor, pues no es verósimil que la persona más ignorante atine a errar en todas las palabras, poniendo en todas ellas una letra por otra, como lo ha hecho para zaherirnos. Sepa Ud. señor Monitor, que la mayor parte de nosotras podemos darle lecciones de gramática, de retórica, de buen gusto y sobre todo de discresión y tino, cualidades de que Ud. y todos sus colaboradores carecen. Aconsejamos a El Monitor que se muera de repente, para tener el gusto de asistir a su entierro”.
1861: OTROS TESTIMONIOS DE BUSQUEDA DE LIBERTAD FEMENINA
También Aboassi encontró en el periódico de Juan Vicente González(1810-1866), El Heraldo(mayo 15,1861), un texto de “Una jovencita caraqueña” en el cual se lee:
“Es para la mujer el hombre imán/Su esperanza, su dicha, su consuelo/Su vida le tributa y su desvelo/Pues ángel le supone y no sultán./Víctima del error sigue a su Adán:/Se arroja entre sus brazos sin recelo./Y unión sacramental jurán al cielo/Soñando con el bien que apurarán./Más el hombre fugaz, terco, grosero,/Cayendo a la mujer infiel e ingrata/ Abusa del poder y se hace fiero./ ¿!Oh debil
[1] Elias Pino Iturrieta: Ventaneras y castas, diabólicas y honestas,p.8-10.
sexo a quien la fuerza falta!/Tu caudillo tenaz, cruelo y severo/ Te aflige, te aniquila, te maltrata”[1].
Apunta Pino “La Jovencita caraqueña” no propone una rebelión, pero dice en la prensa unas cosas que desentonan con el discurso oficial, verdades que apenas se ventilan infructuosamente en el tribunal eclesiástico para que permanezca el reino de los sultanes.
1885: EL NOVENO POEMA, EL SEGUNDO POEMA DE AMOR DE UNA MUJER
El siguiente poema, el noveno de una mujer, hallado en la pesquisa de María Eugenia Díaz, apareció cuarenta y tres años más tarde. Es, hoy lo sabemos a la luz de la lectura de poema de María Antonia Bolívar, el segundo poema amoroso impreso por una mujer entre nosotros, “¿La has visto?”, de quien firmó Zoraida, fue editado 1885 en Coro, la ciudad en donde surgió el primer grupo literario femenino en nuestro país[2].
1885: ZULIMA: APARECE EL TEATRO Y LA NOVELA MUJERIL
Recuérdese además, para darle valor a los textos citados, que el primer libro “literario” publicado entre nosotros por una mujer es el de Zulima, Lina López de Aramburu, es su pieza teatral María o el despotismo, texto fundador de nuestra dramaturgia femenina[3].Ese mismo año de 1885
[1] Las dos citas aparecen en Elias Pino Iturrrieta: Ventaneras y castas, diabólicas y honestas,p.9. [2] María Eugenia Díaz: Escritoras venezolana del siglo XIX,p.89-94,97-99,105-106. [3] Sobre este punto ver Lorena Pino Montilla: La dramaturgia femenina venezolana. Caracas: Celcit, 1994. 2 vols. Que es el
único estudio de conjunto sobre el tema, siempre digno de elogio. En esta obra, en su parte antológica, está la única reedición que conocemos de la pieza de Zulima: “María o el despostismo”(t.II,p.9-47), gracias a los cual el hilo de nuestra dramaturgia femenina puede ser seguido a partir de Zulima, con el estudio de la autora del libro y con la inserción de las que consideró las doce piezas fundamentales escritas por autoras venezolanas en los siglos XIX y XX.
apareció también la primera novela concebida por una mujer, El medallón, obra de la misma Zulima[1].
1885: MARIA O EL DESPOTISMO, LA PRIMERA PIEZA DE TEATRO PUBLICADA POR UNA MUJER
Ya hemos dicho que se trata del primer libro literario impreso de una mujer aparecido en Venezuela. Es, desde luego, la pieza que marca el inicio de nuestro teatro femenino. Se trata de María o el despotismo. Es una pieza en tres actos, escrita en verso y prosa, la cual sucede en Villa de Cura en los días de la Guerra de Independencia. La protagonista, María, es la novia de un oficial patriota, Carlos, con quien piensa casarse, los sucesos de la contienda le impiden hacerlo. El debe marchar a la lucha. Entonces aparece un oficial realista, Vanderlinde, que le ofrece su amor. Al ver que ella no está dispuesta para casarse con él, apresa a su padre y hermano, le dice que les quitará la vida sino accede la unión. Para salvarlos María se casa con el realista. Ella muere, a la vez que el realista, arrepentido de su acción. Es lo que haya Carlos cuando regresa de la contienda.
1885: EL MEDALLON
Creemos que para una lectura actual de la primera novela de Zulima, El Medallón, debemos partir del análisis actual hecho por el crítico Osvaldo Larrazabal Henrríquez(1926-2011)[2], en su libro, único en su género pues examina
[1] Zulima: María o el despotismo. Caracas: Imprenta Nacional,1885.62 p.; Zulima: El medalllon. Caracas: Imprenta Nacional, 1885. 164 p. [2] Nuestras citas proceden de Osvaldo Larrazabal Henrríquez: Historia y crítica de la novela venezolana en el siglo XIX. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1980. 303 p. El mismo Larrazabal en su Bibliografía integral de la novela venezolana(1842-1994). Caracas: Universidad Central de Venezuela,1996. 207 p. indica que además de las novelas de Zulima en esa centuria publicaron sus obras las novelistas Blanca y Margot: “Para el cielo”(Esbozo de novela)., en revista El Cojo Ilustrado, Caracas, n/ 47(1893),p.432-436, está en María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX,p.356-369. Los nombres de sus autoras fueron Ignacia Pachano de Fombona y Margarita Agostini de Pimentel; María Navarrete: ¿Castigo o redención? Maracaibo: Tip. Ecos del Zulia, 1894. 74 p. y Trinidad Benitez López: La promesa. Valencia: spi, 1900. 189 p. En la p. 17 de la obra que citamos hay una errata en donde se indica que fue impresa en 1911. La verdadera fecha 1900, está en la p. 133.
todas las novelas publicadas en esa centuria en el país, setenta y tres, examinadas a partir de la primera, impresa de 1842, Los mártires, de don Fermín Toro, todas signfican los orígenes y primer desarrollo del género, este tendrán sus grandes momentos en Los mártires, de Fermín Toro; en Los dos avaros(1879), de José María Manrique(1846-1907), considerada como aquella en que el modo realista de contar su hace presente; en Zárate(1882) de Eduardo Blanco(1838-1912), la primera novela propiamente venezolana; en Julián(1888), de José Gil Fortoul(1861-1943), un libro más importante de lo que se ha visto hasta hoy, es una novela modernista; en Peonía, de Manuel Vicente Romerogarcia(1865-1917); en Don Secundino en París(1895), nuestra primera novela humorística, de Francisco Tosta García(1846-1921); en Los piratas de la sabana, de Celestino Peraza(1850-1930); en La tristeza voluptuosa(1898), de Pedro César Dominici(1872-1954), con su modo preciocista; en Todo un pueblo(1899) de Miguel Eduardo Pardo(1868-1905), una de las primeras imágenes más desgarradas de Caracas que se había pintado hasta entonces, lugar llamado en la novela Villabraba y en El sargento Felipe(1899), de Gonzalo Picón Febres(1860-1918), por su pintura de la tragedia más honda de las guerras civiles.
Logró ponerse nuestro admirado profesor Larrazabal en los rarísimos ejemplares de las tres novelas de Zulima, El Medallón, Un crimen misterioso(1889) y Blanca; o las consecuencias de la vanidad(1896).
Sobre Zulima, reiteramos que sobre su vida no se conoce nada, ni siquiera sus fechas de nacimiento y muerte.Sobre sus obras subraya su estudioso el hecho que dentro de la novela venezolana del período escritas por mujeres, de la cual esta es la primera, esta escritora reviste “particular interés. No sólo por haber sido quien mayor número publicó, tres en total, sino por los planteamientos que hizo, por la forma como trabajó sus obras, por la importancia del manejo del diálogo y por algunos asuntos esenciales que defendió con argumentos novedosos para la época”(p.102).
Continúa Larrazabal: “Hemos dicho que fueron tres sus obras…Un crimen misterioso[la segunda] quizá la más importante…Tres novelas publicadas en trece años y tres temas de relativa importancia…En Zulima hubo continuidad expresiva. Tanto en lo formal como en los contenidos…Es destacable…el hecho de la aparición de una escritora que sin poseer la cultura de algunos de sus antecesores…tiene, sin embargo, una apreciable capacidad para la confección de novelas folletinescas…Sus obras son descarnadas, sobre todo en lo referente a la confección del relato y las descripciones”(p.103).
Lo que singulariza a El madallón, que es lo que nos interesa aquí, ya que su publicación es un hito en la historia de la mujer entre nosotros. Creemos que debemos anotar que el hecho de escribir un folletín la ponía en el modo novelístico más desarrollado de aquel tiempo. Ella supo trazar bien la intriga, y, desde luego, pone ante nosotros la polémica entre el bien y el mal, muy inmerso todo ello en los puntos de católicos, así es como pese, a sus muchas dificultades, el bien triunfa al final y de allí se concluye la moraleja que el libro propopone.
Hay, desde luego, una defensa de la condición femenina y se muestra el camino para la realización de la mujer, razón por la cual en otra de sus novelas, Blanca; o las consecuencias de la vanidad, se lee: “La mujer instruída está exenta de esos mil defectos de que adolece hoy por causa de su mediocridad”. O más adelante, en el mismo libro, “Instruid a la mujer, la instrucción la hará fuerte, porque con su dessenvolvimiento intelectual se defenderá de las arterías de los hombres. Entonces lucharan de potencia a potencia y si el hombre triunfa, la gloria será mayor”[1]
1885: ¿QUIEN FUE ROSINA PEREZ?
Fue Zulima la primera autora venezolana en imprimir sus libros, nuestra primera dramaturga y primera novelista, porque todo lo relativo a Rosina Pérez ha sido documentalmente aclarado. Veamos: es correcto decir que Rosina Pérez fue el seudónimo del doctor Antonio Parejo(c1830-1900), lo usó en sus novelas Historia de una familia y Guaicaipuro[2], por lo tanto nuestra primera novelista es Zulima y no Rosina Pérez, aunque hayan publicado sus primeras novelas el mismo año, 1885. El doctor Parejo fue una altísima figura venezolana del siglo XIX, como el historiador Armando Rojas(1913-2007) nos lo hizo ver[3].
Pero la autoría de las novelas de Parejo quedó un poco en la penumbra hasta su registro en el Diccionario de Historia de Venezuela[4] aunque nosotros siempre escuchamos la referencia de nuestros profesores: don Pepe Fabbiani Ruiz(1911-1975) lo decía en sus tertulias con sus alumnos, también se lo oímos en sus clases a nuestro admirado Osvaldo Larrazabal Henrríquez, autoridad indisputada en la novela venezolana del siglo XIX, autor del único libro de conjunto sobre ella[5].
1885: ZORAIDA, EL DECIMO POEMA ESCRITO POR UNA VENEZOLANA
[1] Citado por Osvaldo Larrazabal Henrríquez: Historia y crítica de la novela venezolana en el siglo XIX,p.109. [2] Rosina Pérez: Historia de una familia.Caracas: Alfred Rothe,1885.211 p.; Rosina Pérez: Guaicaipuro. Caracas: Alfredo Rothe,1886. 206 p [3] Armando Rojas: “Antonio Parejo” en Varios Autores: Los fundadores. Compilación y presentación: Rafael Fernández Heres. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1988,p.311-323. [4] Varios Autores: Diccionario de Historia de Venezuela, .t.III,p.500. [5] Osvaldo Larrazabal Henrríquez: Historia y crítica de la novela venezolana en el siglo XIX, p.133-134.
El siguiente poema de una mujer, hallado en la pesquisa de María Eugenia Díaz apareció cuarenta y tres años más tarde. Es, hoy lo sabemos a la luz de la lectura de poema de María Antonia Bolívar, el segundo poema amoroso impreso por una mujer entre nosotros, “¿La has visto?”, de quien firmó Zoraida fue editado 1885 en Coro, la ciudad en donde surgió el primer grupo literario femenino en nuestro país[1]
1888: LOS DERECHOS POLITICOS DE LA MUJER
Por vez primera, desde el planteamiento de Francisco de Miranda, en 1792, sobre los derechos de las mujer, el gran pensador positivista venezolano Luis López Méndez(1863-1891) escribió un artículo, en 1888, sobre “Los derechos políticos en la mujer” el cual insertó en su libro Mosaico de Política y literatura. Es importante el planteamiento, siempre favorable al ser femenino, que hizo nuestro pensador, consciente ya que la emancipación politica de la mujer estaba andando en el mundo, tanto que señala: “Las puertas del gineceo se han abierto,y la mujer desembarazada de la cadenilla de oro con que solían atarse los pies…se ha salido a la calle…en la cátedra, en el taller, en el anfiteatro y en foro, con la pluma o con el bisturí, la mujer va marcando su huella luminosa y abriendo nuevos horizontes a la actividad de su sexo”(p.65-66). Para corroborar lo que decía cita a altas figuras femeninas como Hipatia(350-415 aC), Juana de Arco(1412-1431), Isabel La Católica(1451-1504), Isabel I de Inglaterra(1533-1603), Catalina La Grande de Rusia(1729-1796), Madame de Steal(1766-1817), GeorgeSand(1804-1876) o en nuestras tierras, la cubana Gretrudis Gómez de
[1] María Eugenia Díaz: Escritoras venezolana del siglo XIX,p.89-94,97-99,105-106. Avellaneda(1814-1873), en cuyas novelas aparecieron, desde 1841, figuras femeninas, quizá fue ella la primera mujer en tratar su problemática dentro de la novela.
Pese a esto, sintió López Méndez, aun ciertas reticiencias, lógicas en la época que escribió, más en Venezuela, sobre la incorporación de las mujeres a los debates públicos. Aunque, desde luego, no fue la suya una actitud misógina.
Y refiriéndose al derecho al voto que solo alcazaran las venezolanas por vez primera en 1946 y plenamente desde el año siguiente, en la Constitución de 1947, en la que se reconocieron por vez primera los derechos politicos de la mujer, incluyendo el voto.
Pese a ello, López Méndez llegó a pensar que había un dilema: “o la mujer pensará por cuenta propia y dará su voto consultando únicamente sus opiniones y sentimientos; u obedecerá a las instigaciones y mandatos terminantes del padre, del marido o del hermano”(p.69). Tenía López Méndez razón en parte, pese a ver con buenos ojos los derechos de la mujer. Y ese punto, en el que no pensó, y si nuestras feministas de 1935, fue lo que López Méndez planteaba podía suceder mientras nuestras mujeres no tuvieran derechos civiles plenos. Por ello las fundadoras del feminismo venezolano, como lo veremos más adelante, no aceptaron el derecho al voto que les fue ofrecido en 1936 por no tener derechos civiles, que era lo que les permitiría escoger por si mismas, sin presiones, cuál era el candidato por el cual votarían.
Otras de sus observaciones como qué harían las mujeres para lograr ejecutar una medida cuando los hombres estén en desacuerdo, o la consideren incoveniente(p.70); o como podrá ser a la vez madre, esposa y mujer en actividad en la vida pública(p.71) y, desde luego, pedida entre nosotros desde muy atrás, como ya lo hemos visto, la necesidad de dar una buena educación a la mujer.
Todos estos puntos serán resueltos dentro de las luchas del movimiento femenino, desde que las sufragistas del siglo XIX habían dejado escuchar su voz. Ello sucedió, como antes lo hemos observado, a partir de la conferencia de Séneca Falls, en los Estados Unidos, en 1848, lo que las llevó a un largo proceso, viviente entre 1870 y 1935, período en el cual lograron el derecho al voto a partir de 1906 cuando Finlandia, el primer país en hacerlo, lo concedió a las mujeres. En 1920 se obtuvo en los Estados Unidos.
Ese fue el proceso, las mujeres encontraron la forma de estar presentes en nuestra vida pública hasta alcanzar, en los años sesenta del siglo XX, primero en gobiernos de Asia, como ya lo hemos registrado, el cargo de Primera Ministra y más tarde del presidenta, lugar que no habían obtenido después que desaparecieron las grandes reinas gobernantes.
Desde luego, tuvo razón López Méndez, en su día y hora, en su planteamiento sobre algo que veremos a lo largo del tiempo en los debates para concederle el voto a la mujer, hecho tanto entre nosotros, como años antes en España, en los debates en el parlamento que terminó aprobándo el derecho al voto. Fue la labor de Clara Campoamor(1888-1972), porque la otra mujer parlamentaria, Victoria Kent(1898-1987), ambas abogadas, se opuso pensando en la influencia que podía tener la iglesia, los confesores en párticular, en la escogencia de los candidatos que hicieran las mujeres. Eso también se planteó en Venezuela a nuestras primeras feministas, las que aparecieron con su destacado documento el 30 de diciembre de 1935, no escucharon ellas esas voces y siguieron adalante. Primero lograron el reconocimiento de sus derechos civiles(1942) y, en esa misma década, los politicos(1947) que implicaban el derecho al voto, aunque el años anterior votaron por vez primera.
De todas maneras, de ninguna manera, condenaríamos las reflexiones de López Méndez, ni lo consideraríamos un misógino, como se hizo en cierto comentario, escrito en nuestros días, sobre su justo ensayo. No era antifeminsta, ni podía serlo quien plenteó con tanta penetración lo que se pensada en sus días, últimas décadas del siglo XIX, sobre el punto. Sobre el carácter de la mujer, que ha sido tomado como argumento para condenarlo, lo que López Méndez indica era lo que se pensaba entonces de la mujer, aun en su tiempo, viviendo él en Europa, ejerciendo un cargo diplomático[1]. De todas maneras no se debe dejar de tener en cuenta que aquellas horas de 1870 en adelante, la fuerza del movimiento sufragista era ya grande.
1888: CONCEPCION ACEVEDO DE TAYLHARDT
Los tres primeros libros de Zulima son anteriores a los poemarios de algunas mujeres, tal Flores del alma, de Concepción Acevedo de Taylhardt(1858-1953), la primera mujer que dirigió un diario en Venezuela, Brisas del Orinoco(1888).
1890: EL GRUPO DE CORO
Varios de los poemarios que hemos citado los refiere María Eugenia Díaz, algunas de cuyas fechas coinciden también con el desarrollo del significativo grupo de mujeres intelectuales corianas, a cuya cabeza estuvo Polita de Lima(1869-1944), cuyo poemario Átomos(Curazao:A.Bethencourt, 1897.59 p.) es de ese período. Las mujeres escritoras de Coro formaron el primer grupo literario femenino fundado en Venezuela, a partir de la vertebración de la Sociedad Alegría en 1890, completada más tarde con el otro grupo coriano, la Sociedad Armonía, fundado también en 1890, ambas con sus revistas respectivas. Polita de Lima, años más tarde, fue proclamada “Princesa del Parnaso venezolano”(junio 24,1913). Tan importante fue el grupo de las llamadas “muchachas de Coro”, como las bautizó el escritor Manuel Vicente Romerogarcía(1865-1917), en artículo así titulado para la revista Cosmópolis (Caracas, n/ 9, 1894,p.109-113).
[1]Luis López Méndez: “Los derechos politicos de la mujer, inserrto en sus Obras completas,p.65-71, de donde provienen las citas que hemos hecho.
1897: LA MUJER DE LADO Y SIN VOZ
Pero era aquella, dentro de la cual vivían las mujeres una realidad bifronte, de dos caras, una positiva y otra negativa. Pero esa era la realidad. Para finales del siglo XIX nuestras mujeres no tenían derechos civiles ni políticos, es decir estaban de lado y sin voz, pese a su constante actividad intelectual, que aquí hemos registrado, que constituye el lado luminoso de su acción, desde que sor María de los Ángeles se puso a componer sus primeros poemas, a fines del siglo XVIII.
Y pese a que aprobó el divorcio siete años después(abril 9,1904), no tuvo nuestra mujer arbitrio como persona hasta 1942, ni la posibilidad de elegir sus gobernantes hasta 1946, lo cual fue plenamente consagrado por la Constitución de 1947. Faltaba aun mucho por hacer.
Habría que añadir también que en aquellos años la mujer era mucho más que una marginada del proceso social, tan de lado estaba como lo ha mostrado el historiador Pino Iturrieta, con hondo acopio de pruebas, en su libro Ventaneras y castas, diabólicas y honestas. Y ello era así, pese a lo que habían escrito don Cecilio Acosta(1818-1881) sobre ellas, singularísimo de hecho[1], y a la proposición, hecha por vez primera, por Luis López Méndez(1863-1890) que se les concediera el derecho al voto, lo que venía precedido de su observación:”las puertas del gineceo se han abierto, y la mujer, desmembrada de la cadenilla de oro con que solían atarse los pies las vírgenes en lo antiguo, se han lanzado a la calle”[2]. Estos textos de ambos pensadores deberían
[1]Cecilio Acosta: “La mujer venezolana”(1878); y “Una morena”(agosto 21,1879), desmienten claramente la misoginia que malos espíritus le atribuyeron, cuando don Cecilio solo era un hombre soltero. Pero hay varios más como “El alba: dedicado a las de 13 a 19 años”(marzo 11,1880) y “Berta Baldi”(abril 25,1880), los cuales pueden leerse, en el orden que los citamos en sus Obras completas,t.II,p.443-445,445-447,448-450. [2]Luis López Méndez: “Los derechos políticos de la mujer” que citamos de sus Obras completas,,p.65-71. La cita procede de la p.65. examinarse con atención y desde el ángulo de la historia de las mujeres.
Pero la situación seguía sin cambio, pese a todo lo que sucedía tanto en Europa como en los Estados Unidos de la época, en donde las mujeres tomaron carta de ciudadanía.
Pero entre nosotros poco había cambiado. La cosa era tan grave que vamos a a añadir dos ejemplos a lo dicho por Pino.
El 4 de mayo de 1881 se celebró en el Club Comercio de Caracas una velada en la cual tocó el piano una joven caraqueña. El periódico al reseñarlo sólo dijo de aquella muchacha que se trataba de una “niña de pocos años, hija del señor Juan Pablo Borges”(La Opinión Nacional, Caracas: mayo 6,1881). Según esto ella no tenía ni siquiera el derecho de ser llamada por su nombre propio.
Otra prueba del lugar de lado que estaba la mujer en la sociedad venezolana, pese a la serie de producciones literarias que había venido dando a la luz desde el fin del período colonial y desde la emancipación hasta fines del siglo XIX y, además, su presencia en el proceso educativo, lo encontramos en el ejemplo que vamos a referir.
Esa prueba es esta: nuestra famosa revista El cojo ilustrado(enero 1,1897) dedicó su edición de ese día, a las mujeres. Sin embargo, la mayor parte de los colaboradores de aquel número eran hombres, ya que se pensaba, así lo asentó don José María Herrera Irigoyen(1847-1929), el editor de El cojo ilustrado, en su editorial, que las mujeres sólo debían ser tenidas en cuenta como motivo de inspiración para los poetas. Esto era lo que la sociedad venezolana finisecular pensaba de la mujer.
Y ello, pese, a que en esos mismos días, la primera mujer universal nacida en Venezuela, la pianista Teresa Carreño(1853-1917), vivía en libertad, en los Estados Unidos y en Europa, gozando de sus dones, realizando la gran carrera que la convirtió en uno de las más altas solistas de su época. Y libre para elegir la vida que quiso, sexualmente liberada, ganándose la vida con su propio trabajo, en libertad que escoger a los hombres con los cuales deseara estar, para casarse las veces que quiso, para ser mujer, para tener el derecho de tener un código de vida propio, que ella misma eligió, al cual fue siempre fiel. En casi todo ello sólo la antecedía, en America Latina, la ecuatoriana Manuelita Saenz(1797-1856), la autora del primer documento feminista de la historia latinoamericana: la misiva al marido diciéndole por qué lo abandonaba, que serían esposos en el cielo, no en la tierra, en donde habitaba el ardor de su amado amante, Simón Bolívar(1783-1830). Esa misiva significa que por vez primera una mujer pensó por si misma, dijo esto soy, esto pienso, esto siento y esto haré[1].
1900: CODA PARA EL SIGLO XIX
La primera gran antología de las letras venezolanas fue la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos[2], impresa en París en 1875, compilada por José María de Rojas(1828-1907) con la colaboración de su hermano don Arístides Rojas(1826-1894), el definidor de nuestra historiografía, en ella no aparece la obra de ninguna mujer, según esto ninguna de nuestras mujeres poetas a lo largo del siglo XIX merecían aparecer en un centón; en 1892 en la que es rigor nuestra primera crestomanía poética, el Parnaso venezolano, compilada por don Julio Calcaño, sólo podemos leer las composiciones de una mujer, la
[1] La carta de Manuelita a su esposo, cuya copia guardó el Libertador en su archivo, puede leerse completa en Daniel Florencio O’Leary: Memorias del general O´Leray.2ª.ed.aum. Caracas: Ministerio de la Defenmsa, 1981. 34 vols. Está en el t.XXXII,p.377-378. [2] José María de Rojas: Biblioteca de Escritores venezolanos contemporáneos. Paris: Jouby et Roger 1875. XIX,808 p. monja carmelita sor María de los Ángeles, nuestra primera mujer poeta y nuestra primera escritora, nacida a fines del siglo XVIII y muerta seguramente seis años después del terremoto de 1812, al cual alude en una de sus composiciones[1]. Todo esto así bien vale la pena recordar que viente años después de la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos de los Rojas, en 1895, se imprimió, en Caracas, el Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes[2], a su génesis se refirió Domingo Miliani(1934-2002)[3].
En la antología general que el Primer libro…contiene, además de sus magníficos estudios críticos e históricos, se insertan las poesías de trece mujeres. Así esta analecta vino a ser la primera en la cual podemos leer, dentro de nuestra literatura, la muestra de la actividad creadora de varias mujeres. Nos detenemos ahora en cada una de ellas para poder dar noticia de su trabajo. Se trató de la guayanesa Concepción Acevedo de Taylhardt(1855-1953), dequien hemos señalado fue la primera mujer venezolana en dirigir un periódico[4]. Se trató de Brisas delOrinoco(1888). Fue autora ella de dos poemarios, utilizó a lo largo de su carrera, que la convirtió en una destacada intelectual de su época, el seudónimo de Rebeca. El poema que se lee en la obra a la cual nos referimos lo insertó en su libro Arpegios, a este le antecedió Flores del alma[5]; Juana de Añez sólo llegó a publicar además del poema que hemos visto en el Primer libro…en algunas antologías; Leonor Bernabó editó el volumen Quejas del
[1] Mauro Páez Pumar: Orígenes de la poesía colonial venezolana,p.295-298. [2] Varios Autores: Primer Libro venezolano de literatura, ciencias y bellas aetes. Caracas: Tip. El Cojo/Tip. Moderna,1895. CCCXXXVI,216 p. [3] Domingo Miliani: “Una orquidea para don Sthephan” en Varios Autores: José Asunción Silva en Caracas. Caracas: Conac, 1994,p.153-175. [4] Mirla Alcibíades: Periodismo y literatura en Concepción Acevedo de Tailhardt, ya citado. [5] Concepción Acevedo de Taylhardt: Arpegios. Caracas: Tip. El Cojo,1895, cubierta, VII32 p.; Concepción Acevedo de Taylhardt: Flores del alma, Ciudad Bolívar: Imprenta a vapor, 1888. XIV,88 p. alma[1], seguramente era yaracuyana, el único poema suyo que conocemos es el que aparece en el Primer libro…;Carmen Brigé(1868-1943), perteneció al fecundo grupo de escritoras corianas de la época, las que encabezó Polita de Lima, a quien ya nos hemos referido, logró imprimir Carmen Brigé dos libros: Carmen[2], recuérdese que si bien Carmen era el nombre de esta autora también la misma palabra, en latín, quiere decir poema; Carmen Brige también publicó El dolor y el torrente y El desfile de lasflores; Polita de Lima fue sin duda la principal mujer poeta venezolana de aquellas horas. Escribió poesía, teatro y novela, fue la cabeza del grupo de mujeres creadoras quienes dieron lustre a nuestras letras desde Coro, fue nominada “Princesa del parnaso venezolano”(junio 24,1913) a través de una encuesta pública promovida por el periódico Idilios, el cual se publicaba en la ciudad de Panpán, estado Trujillo. En Coro fue la fundadora de la “Sociedad Alegría”(1889). Sus obras son Agar, Anatolia, Atomos, que ya hemos referido, Ladrón de sal y Sueños rítmicos[3]; de Ana Fortique sólo conocemos el poema que está en el Primer libro… y aquellos que recogen algunas fugaces antologías de la época. Sabemos también que perteneció al grupo de literatas de Coro; de María Navarrete hemos visto el poema inserto en la antología a la cual nos referimos y una novela Castigo oredención; de Ignacia Pachano de Fombona, muerta en 1925, sólo conocemos el poema inserto en la obra que nos ha dado pie a estas reflexiones,
[1] Leonor Bernabó: Quejas del alma, s/l[¿San Felipe?]: Tipografía Yaracuyana, 1911. 86 p.
[2] Carmen Brigé: Carmen. Coro. Tip. Ramírez, 1917. VII, 124 p.; Carmen Brige: El dolor y el torrente, Coro: Tipografía Económica,1904. 6 p.;Carmen Brigé: El defile de las flores. Coro:Tipografía Ramírez, 1921. 15 p.
[3] Polita De Lima: Agar. Coro: Tipografía de Lino Valderrama/Imprenta Económica, 1904; Polita de Lima: Anatoia. Coro: Tipografía Ramírez, 1917. 40 p.; Polita De Lima: Sueños rítmicos. Coro: Tipografía América, 1917. XI,107 p.; Polita De Lima: Ladrón de sal. Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas, 1938. 138 p.
fue la madre del poeta Jacinto Fombona Pachano(1901-1951) y escribía, según el maestro Arturo Uslar Pietri(1906-2001), quien la conoció, “con fino sentimiento”[1]; de Aurelia Rodríguez, Ana Brigé de Sasso, quien perteneció al grupo coriano, y Adela Yanes de Díaz sólo conocemos los versos que aparecen en El primer libro… Por su parte a Juana Zárraga y Heredia de anteriores a El primer libro…, ella ya publicaba en 1851 y lo hizo al menos hasta 1912. Pese a sus nombres es muy poco lo que conocemos de algunas de ellas para poder formarnos una opinión sobre su obra. Nuestra poesía femenina del siglo XIX está todavía por estudiarse. De entre ella apenas se antologaron los escritos de trece mujeres, de muchas de ellas conocemos muy poco. Hemos ofrecido aquí los datos que traen las obras de referencia y las historias literarias. Sobre las intelectuales corianas de fines del siglo XIX han escrito el padre Jesús Hernández Chapellín(1914)[2] e Irma De Sola Ricardo(1916-1991)[3], ella misma, junto con Lyll Barceló Sifontes(1947-2008), preparó catálogo de la exposición La mujer en lasletras venezolanas[4] y el denso estudio de Paulette Silva sobre la poesía de ese siglo, que antes hemos mencionado. En el desarrollo de todo lo relacionado con la escritura femenina venezolana en el siglo XIX que aquí hemos consignado hemos tenido en cuenta las observaciones que nos hizo, cuando escuchó la lectura de esta parte de nuestro trabajo en una de las sesiones del “Primer congreso nacional de poesía”(Maracaibo, Zulia: noviembre 26,1994) el doctor Luis Guillermo Hernández(1938-2009), erudito estudioso del proceso de nuestras letras en la ciudad del lago, investigador siempre generoso con los datos que tenía registrados en sus ficheros.
[1] Arturo Uslar Pietri: Letras y hombres de Venezuela,p.292. [2] Jesús Hernández Chapellín: Falconianas ilustres. Caracas: Ministerio de Relaciones Interiores, 1959. 355 p. [3] Irma De Sola Ricardo: Polita de Lima, promotora cultural de Coro.Coro: Tecno Impresores, 1987. 17 p. [4] Irma De Sola Ricardo/Lyll Barceló: La mujer en las letras venezolanas. Caracas: Congreso de la República, 1976. 178 p.
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