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HISTORIA DE LA PRESENCIA OCULTA Y FELIZ DE LAS MUJERES EN VENEZUELA"(XIX y ùltima).


LOS LIBROS MUJER


“Un libro mujer: atractivo,oscuro, turbador”.

Arturo Uslar Pietri: Letras y hombres de Venezuela. Caracas: Edime,1958,p.572.


La presencia de un escritor hombre-sensible frente a la mujer, frente a la parte femenina de su yo masculino, nos obliga a abrir el escolio que sigue sobre las escrituras de las mujeres en nuestra ficción, y ello porque Miedo, pudor y deleite, de Federico Vegas, abre un espacio nuevo que los novelistas hombres de nuestras letras no habían atravesado. Este novelista se mira ante el espejo de lo femenino, su visión está en deuda con la visión de nuestra realidad dado por nuestras narradoras en sus obras. De aquí este amplio paréntesis que abrimos ahora. Creemos que no estamos, con esta novela en las manos, en el ámbito de la “narrativa masculina venezolana” sugerida por el crítico Luis Barrera Linares(1951)[1], la “egoteca” como él llama. Sólo que en este caso que tratamos estamos ante el hombre, el creador, que se detiene ante los misterios y sortilegios de la feminidad, una de las caras singulares del ser masculino, lo decimos en el sentido jungiano[2].

De todas maneras creemos, querido Luis Barrera Linares que también se podría formar una egoteca femenina venezolana, pues entre ellas también se da la guerra de los egos.


UNA CADENA DE NOVELAS


Ya hemos señalado que si se ponen una al lado de la otra las novelas escritas por las mujeres venezolanas, organizadas no en el orden en que fueron publicadas sino de acuerdo a las décadas del vivir venezolano tendríamos una historia de nuestra mujer. Así, por ejemplo, La soledad de las diosas[3]. de Carmen Luisa Plaza(1940) ocupa un lugar porque nos permite mirar los universos de las mujeres de los años cincuenta del siglo XX, y cómo, siempre en el terreno de la ficción, nuestra féminas pasaron de un vivir represivo al mundo liberado. Lo que nos propone esta autora, formada artista del teclado y ser de honda formación intelectual, en La soledad de las diosas, es un hondo viaje interior, tanto que leer este libro es tocar un alma, rozar las experiencias de cuatro mujeres a las que vemos pasar de la opresión a la libertad, desde las prohibiciones de los años cincuenta, sin duda a través del gran cambio que sucedió en el mundo en los años sesenta, como consecuencia de la primavera del mayo parisino de 1968 y sus consignas de “prohibido prohibir” o “la imaginación al poder”, fue aquella una rebelión libertaria que nos permitió pasar al mundo pleno de libertades de nuestros días[4].

Pero todo así, aquí en La soledad de las diosas todo está contado de forma intimista, desde la piel y los sentimientos de sus cuatro protagonistas y todo recreado de tal manera que si nos muestra a unas féminas, seres de los cincuenta, está narrado mucho después, desde la perspectiva de mujeres maduras quienes han vivido y no en vano, pues las experiencias las han alumbrado y marcado. Y este último es otro logro de este libro. Siempre se ha dicho, por la pluma siempre aguda de Elisa Lerner, que la mayor parte de nuestros grandes libros mujeriles eran bellas historias de niñez y adolescencia no habiendo logrado, según ella, las mujeres escribir los recuentos de su vida adulta[5]. En la observación lerneriana caben nuestras novelas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, sin duda hasta la publicación de la primera novela de Laura Antillano en la cual apareció una nueva sensibilidad y un modo real de vivir la libertad.

Todo lo que se podía leer en lo escrito por nuestras novelistas antes de los años setenta, lo explicó Elisa Lerner, y es la única de nuestras ensayistas en advertirlo, y lo hizo precisamente en 1971, en un pasaje suyo[6].

Fue por esto, dice la Lerner, que lo que tuvimos fueron novelistas conyugales, una “narrativa ginecológica” como ella anota con una sonrisa en los labios, refiriéndose precisamente al caso de Tres palabras y una mujer, de Lucila Palacios, aunque para Elisa Lerner también nuestras narradoras conyugales, como las llama con su sin par ironía:


“parecieron querer ser las primeras escritoras en afrontar…el análisis urbano, la narrativa del pavimento. Pero su obsesión matrimonial, el solo querer ver en sus libros distantes maridos e hipotéticos amantes, encerró su expresión en una recámara. El enclaustramiento marital no les permitió captar la ciudad que crecía más allá de sus dormitorios”[7].


Pero “el tiempo de la libertad”, presentido por Elisa Lerner, llegó, se hizo presente en los años iniciales de la década del setenta, para ser más precisos, por ello, cosa que no es fácil en la historia literaria, casi que podemos señalar la fecha de nuestro gran logro libertario. Lo deseado llegó con las últimas generaciones de nuestras escritoras, y no sólo en la novela, también en los diversos géneros de nuestras letras. Estas escritoras son mujeres conscientes de si mismas quienes penetran en sus experiencias, en todos sus ámbitos, desde la intimidad a las alternativas de la vida social y política, a veces ambos hechos se entrelazan, como es lógico. E incluso se hacen presentes en sus obras las nuevas cuitas de estos tiempos contemporáneos en los cuales la mujer alcanzó la madurez en nuestro medio, llegó a ser independiente, económica y profesionalmente, a ser una protagonista en la vida del país, incluso hasta llegar, parece paradójico, a desear al hombre solo para amarlo porque hoy, después de la inseminación artificial, no los necesitan ni siquiera para embarazarse. Y esos universos son los que aparecen hoy en las obras de ficción de nuestras creadoras.

Todas estas que hemos hecho hasta aquí son reflexiones que nos parecen obligatorias al rozar el temas que hemos abordado en los párrafos anteriores.


LA HISTORIA DE LAS MUJERES A TRAVES DE LA FICCION


Esto de lo cual carecemos, nos referimos a la sociedad venezolana a través de sus ficciones, porque ella es nuestra realidad, en ella vivimos, puede ser explorado muy bien a través de las grandes novelas que entre nosotros han escrito nuestras escritoras, esos “libros mujer”: atractivos, oscuros, turbadores, que dijo el maestro Uslar Pietri[8], obras en las cuales ellas siempre están en la ingrimitud y nunca logran realizarse con sus parejas, en el esplendor y plenitud del amor.

Veamos: en Ifigenia, de Teresa de la Parra si bien es la primera historia de amor de nuestra novela contemporánea, como Orlando Araujo(1928-1987) lo apuntó[9], de hecho es el recuento de un amor frustrado, de imposible realización pues María Eugenia Alonso es obligada a escoger entre el amor y el buen partido, el insoportable hombre rico César Leal y el amor, Gabriel Olmedo, un hombre casado. Pero hay otro hecho que no se ha subrayado: de María Eugenia Alonso de haber huido con Gabriel Olmedo, como se proponía hacerlo, sólo habría llegado a ser su concubina, lo cual, era propio de la época, debía vivir apartada, sin que nadie la viera. De hecho a María Eugenia, esto no se ha observado, o no se ha visto como se debiera, la salva en el último momento la dulce tía Clara quien comprende a la sobrina entre otras cosas por haber vivido ella aquella soltería sin sexualidad, sin hijos y sin futuro que es la suya y que fue la terriblemente propia de aquellas mujeres siempre vírgenes y solas de aquellos tiempos, aquello es mejor no recordarlo, aunque todos los que hoy pasamos del medio siglo tuvimos una tía, o varias tías abuelas, como la tía Clara, todos conocimos, o tuvimos, a una, o a varias, cerca. Ello le permitió ver a la tía Clara, más allá de los muchos prejuicios sexuales de la Caracas gomecista, el futuro que esperaba a María Eugenia. Y Ifigenia, cuyo título original era Diario de una señorita que se fastidia, es la historia de un amor fallido porque no hay alrededor de la protagonista, ni en la vida de las mujeres de su tiempo venezolano, ninguna opción vital salvadora, enriquecedora, que las lleve a la realización a través del amor y junto con el hombre. Por ello María Eugenia termina inmolándose como el modelo griego que le sirvió, gracias al consejo del crítico francés Francis de Miomandre(1880-1959), para bautizar su ficción. Y esto porque la Ifigenia helena y la criolla fueron ambas al sacrificio. Al parecer no había otra alternativa para las mujeres de aquellos días en los cuales en las manos de Ana Teresa Parra Sanojo, el verdadero nombre de Teresa de la Parra, surgió lo que se ha dado llamar la novela femenina entre nosotros. Antes de la caraqueña, nacida por casualidad en París y quien tuvo escrita en la frente el signo de la peregrina, de hecho vivió la mayor parte de su vida en Europa, muriéndo en Madrid, sólo habíamos tenido, con grande eco en su momento, las novelas lacrimosas, los folletines románticos, con cuya lectura lloraban nuestras abuelas, de la falconiana Virginia Gil de Hermoso(1857-1913), ¡Sacrificios! e Incurables. También de esta mujer, una de aquellas “muchachas corianas” que dijo Manuel Vicente Romerogarcía(1865-1917), en una página de la revista caraqueña Cosmópolis(n/ 9,1894,p.109-113), la Gil de Hermoso había hecho a través de su novela El recluta, la que hubiera sido nuestra primera novela social escrita por una mujer, pero quedó inédita al fallecer su autora y sólo fue publicada seis décadas después de su deceso. Allí está, pero no pudo ser conocido en su momento, el primer acercamiento a lo sería la que podríamos llamar nuestra novela social, claro que estructurada desde los ojos sensibles de una mujer. También nuestra novela social tiene también por ello eco en Ifigenia, de hecho nace en ella porque El recluta fue publicado mucho después(1978). Nuestra novela social mujeril se insinúa en Ifigenia en aquel bello pasaje en que María Eugenia le pide al tío Pancho que la lleve a conocer los lugares más pobres de la ciudad, donde están los desheredados. Tal el paseo que ambos hacen a Los Mecedores, en el norte de Caracas[10].

Y un punto más: el título original de la primera novela de Teresa de La Parra, Diario de una señorita que se fastidia, no fue una idea fugaz que tuvo nuestra novelista sino el título con el cual se publicaron por vez primera varios fragmentos de la novela en Caracas, en las ediciones que hacía José Rafael Pocaterra(1889-1955) en los fascículos de La Lectura Semanal(junio 4,1922). Estos trozos pueden ser leídos aun hoy[11]. Tuvieron ya en ese momento amplio eco entre los lectores que los adquirían en los puestos de periódicos. Y aquella muchacha que se aburría, estaba llena de tedio, por no tener un destino lleno de sentido, sino el derrotero de las mujeres de aquellos días. Aquella de Teresa de la Parra, al titular así su ficción, hizo como especie de aproximación al existencialismo que nacería en la literatura cinco años más tarde con Los indiferentes(1929) de Alberto Moravia(1907-1990), movimiento que se perfeccionaría plenamente años más tarde primero con La nausea(1938) de Jean Paul Sartre(1905-1980) y después con El extranjero (1942) de Albert Camus(1913-1960). Pero sin duda fue la de Teresa de la Parra una dolorosa experiencia de soledad, una vivencia llena del oscuro sabor de la melancolía, de aquel “negro es el humor con que amanece” que dijera mucho después Orlando Araujo al examinar en nuestra ficción, entre ellas a Ifigenia, las llamadas novelas-confesión y crónicas de hastío[12].

En el decurso de los años treinta y cuarenta sólo en Una Isabel, una niña decente, de Antonia Palacios, la mejor novela de los años cuarenta, la literariamente realizada, encontraremos la inmersión en los territorios del recuerdo y de los días felices de la infancia cerca de aquellas calles soleadas, bellas y dignas de recuerdos como lo eran los de La Candelaria y su plaza evocadas por la escritora, siguiendo muy de cerca la lección de nuestra gran Teresa. De hecho la prolonga. También evocó días felices Trina Larralde(1909-1937) en su única novela: Guataro, la vida no le dio tiempo para más, se le extinguió a los veinte y ocho años. Memorar días ya idos, con el arte de recuerdo, será lo que se proponga, años más tarde, primero Gloria Stolk en La casa del viento(1965), su novela más nítida, y Ana Teresa Torres en su primera novela El exilio del tiempo(1990), al mirar la Caracas de los cincuenta y de los primeros sesenta del siglo XX. Por cierto ahora tenemos ya impresa la primera versión, la completa, no impresa en 1990, de El exilio del tiempo en su volumen Dos novelas(2005), en donde su amplio desarrollo nos permite penetrar aun más en la esencia de este libro tan bien parido.

Ese arte del recuerdo tiene otras instancias, ya la hemos señalado, en nuestra letras, instantes máximos, como lo son Las Memorias de Mamá Blanca, de Teresa de la Parra, Viaje al amanecer de Picón Salas, su mayor obra de ficción, en Cumboto, de Díaz Sánchez, en También los hombres son ciudades, de Oswaldo Trejo o en Compañero de viaje de Orlando Araujo, un libro que cabalga entre el cuento y la novela porque al hacer la rememoración del padre inolvidable su autor nos permite leerlo como un continum o a la vez sencillamente como una serie de relatos. Libro híbrido como son los mejores del tiempo contemporáneo. No se olvide que Compañero de viaje se publicó meses después de El osario de Dios(1969), de Alfredo Armando Alfonso(1921-1990)[13]. Cuando se publicó El Osario de Dios ya Compañero de viaje estaba escrito, ya nosotros habíamos escuchado, un sábado de 1969, la lectura que de su libro nos hizo Araujo en su apartamento de Las Mercedes. El osario de Dios, es un libro central en nuestra literatura, difícil de clasificar porque perfectamente puede ser leído como una serie de relatos, minúsculos, apenas tienen cada uno unas pocas líneas, pero también puede ser leído dentro del sentido del conjunto que conforma una novela. Los libros inclasificables son los que abren nuevas épocas en la literatura. “Libro de versículos”, como la Biblia, lo denominó el mismo Orlando Araujo[14], cumpliendo con su oficio de crítico, al impecable y sobrecogedor libro de Armas Alfonso, el cual también es una rememoración centrada en la persona de la abuela Mamanchía. El osario de Dios es para la letras venezolanas lo que Cien años de soledad[15] de Gabriel García Márquez(1927-2014) lo son para las latinoamericanas. De hecho no se debe olvidar la confesión de Armas Alfonzo: “Para mi leer a García Márquez fue como mirarme en un espejo”[16].

Entre las novelas que le siguieron siempre están presentes, son centrales, las congojas de las mujeres, las dificultades por ser ellas, es lo que nos interesa en esta parte de nuestro comentario, hecho a partir de lo que nos plantea la novela de Federico Vegas(1950), Miedo, pudor y deleite, en aquellos pasajes en donde vemos a las dos mujeres de la narración, la esposa y el “socio” del protagonista masculino, que es otra mujer, también su amante. Allí Vegas nos planteaba toda una reflexión sobre la mujer. Podemos citar, en el paso de las décadas, Tierra talada de Ada Pérez Guevara en donde si bien subyace el programa de la generación de mujeres que emergió el 30 de diciembre de 1935 con su Mensaje al presidente López Contreras, en el cual se pedía por vez primera por las mujeres y los niños, también Tierra talada nos pone ante los dramas que vivían las mujeres entonces, las que habían vivido bajo la dictadura gomecista y las propias aun de aquellos días en los cuales a las mujeres que trabajaban se les pagaba la mitad del sueldo que por la misma labor se cancelaba a los hombres. Y Tres palabras y una mujer, de Lucila Palacios es todo un alegato en contra de aquello que no deseaban ser más las mujeres: solamente amas de casa(que son las tres palabras a las que alude el título). La controversia rodeó la novela de Lucila Palacios, fue, incluso, acusada de poseer “un feminismo desquiciado”. En la de Gloria Stolk(1912-1979) titulada muy gráficamente Amargo el fondo la protagonista termina en la tragedia del desamor por sentirse incomprendida y traicionada en el amor. Décadas más tarde, como consecuencia de la guerrilla de los sesenta, será precisamente una sensible mujer quien defienda la vida y quien enjuicie a aquellos que asesinaron a sus propios compañeros en la montaña. De allí No es tiempo para rosas rojas, de Antonieta Madrid. Esto hará también, en un libro situado entre el testimonio y la ficción, Clarita Posani en Los farsantes e incluso Angela Zago, dentro de su propia autobiografía, en Aquí no ha pasado nada, Existe la vida y Sobreviví a mi madre, los tres libros están encadenados, el primero, en el orden de los tiempos que se evocan, fue el último en ser impreso, Sobreviví a mi madre, la sigue Aquí no ha pasado nada, se cierra el ciclo con Existe la vida.

También Ana Teresa Torres peregrinó hacia la experiencia histórica de los venezolanos y produjo sus celebradas novelas Doña Inés contra el olvido y La escribana del viento. En otra miró una dolorosa experiencia frustrada de numerosos venezolanos de los años sesenta: la insurgencia armada y lo expresó en una novela impar: Los últimos espectadores del Acorazado de Potemkin, ya con una edición internacional. Y para nada se le escaparon los acaeceres de aquellos días dolorosos del “Caracazo”(febrero 27-marzo 1,1989) lo que nos permitió ver en su novela Vagas desapariciones en la cual muchos de sus hondos sustratos, más allá de la política, apenas han sido observados por nuestra crítica. E incluso, luego, ella miró la Caracas maltratada hasta el hartazgo por el chavismo en Nocturama, sólo que fueron pocos los que comprendieron que aquella ciudad sin nombre de esta obra es nuestra capital, esta es la urbe asediada por las mil formas de violencia que aparecen en la ficción de esta creadora, una de las mayores que tiene el país en este momento, es nuestro primer novelista. Si ello es así, esta nuestra opinion, por vez primera una mujer encabeza a nuestros escritores de ficción. Esto no lo pudo lograr Teresa de la Parra por estar presente cerca de ella ese gran coloso que fue al maestro Rómulo Gallegos. En cambio ahora esto ha sido posible pues han desaparecido los grandes maestros de nuestra novela y del cuento como Arturo Uslar Pietri, Guillermo Meneses, Alfredo Armas Alfonso, Francisco Herrera Luque, Adriano González León(1931-2008) o Salvador Garmendia(1928-2001) su figura cumbre desde que en 1959 publicó Los pequeños seres[17].

Y podríamos seguir porque como lo hemos propuesto más de una vez: poniendo en fila los diversos personajes femeninos de nuestra ficción podríamos por una parte seguir la historia de la mujer y sobre todo mirar sus pesares y desvelos, tendríamos así una novela coherente, una especie venezolana como lo fue en España La colmena(1951) de Camilo José Cela(1916-2002), con sus más de doscientos personajes, un ser distinto, hombre o mujer, por página. En ese libro que proponemos veríamos el drama de nuestras féminas, se podría comprender el por qué de sus dolores, insatisfacciones y frustraciones, todo ello pese a lugar tan destacado y protagónico que muchas ellas ocupan en la vida venezolana de estos días, producto del empuje de lo que iniciaron aquellas mujeres que primero acompañaron, en el siglo XX, a hermanos y novios en los sucesos de 1928 y emergieron pujantes a la muerte del tirano en el mes final de 1935 con su manifiesto.


EL ENSAYO


TERESA DE LA PARRA, FUNDADORA DEL ENSAYO MUJERIL


Vamos a detenernos ahora ante las conferencias de Teresa de la Parra Influencia de las mujeres en la formación del alma americana. Su presentación es el motivo central del trabajo que el lector tiene ante si. Estas peroraciones teresianas tienen su importancia dentro del conjunto de su obra. Pese a ello constituyen la parte de su obra de la cual menos se ha ocupado la crítica.

Estos palabreos fueron redactados por nuestra escritora como consecuencia de una invitación que recibió, en noviembre de 1929[18], de un grupo de intelectuales colombianos quienes la instaron a trasladarse a Bogotá para pronunciarlas. En el momento en que Teresa recibió la convocatoria todavía se sentía en el mundo de habla hispana el revuelo causado por la publicación de Ifigenia, impresa cinco años antes. Su segundo libro Las memorias de Mamá Blanca había aparecido a principios del año en que Teresa recibió la invitación e ir a Colombia. Ya en febrero de ese año Las Memorias... estaban impresas y circulaban[19].

Al aceptar la invitación Teresa escogió el tema que trataría y con toda seriedad redactó las tres intervenciones que pronunciaría en la capital colombiana. Cuando en marzo de 1930 viajó de nuevo a nuestro continente ya estaban escritas. Sin embargo, durante la semana que pasó en La Habana, en donde ya estaba el 31 de marzo, volvió sobre ellas[20]. En La Habana, así lo recuerda su íntima amiga Lydia Cabrera(1900-1991), volvió sobre su texto, corrigió aqui y allá, reescribió fragmentos. De allí que al salir de La Habana el trabajo estaba concluído. El 27 de mayo llegó a Bogotá en donde fue recibida como un caudillo político[21]. Tres días más tarde dió inicio a sus disertaciones. El 30 de mayo y el 2 y el 6 de junio las leyó[22]. Tal fue su éxito que las debió repetir y luego volverlas a leer en la ciudad de Barranquilla. Fue durante su paso por esa ciudad que un grupo de jóvenes políticos venezolanos exiliados insultaron publicamente a Teresa, cuyas relaciones con el tirano de Maracay eran bien conocidas. A Juan Vicente Gómez(1857-1935) había pedido Teresa apoyo económico para publicar Ifigenia, porque durante aquellos días el único Ministro de Cultura que existía en el país lo era Juan Vicente Gómez. A Gómez Teresa lo miró siempre con ojos bevenolentes porque había puesto punto final a las guerras civiles que asolaron al país durante más de medio siglo(1830-1903). Esto se lo criticaron muchos. Especialmente aquel puñado de jóvenes quienes airadamente levantaron su voz contra ella. Fue así como otra vez un grupo de venezolanos ensuciaron la hora estelar de un compatriota egregio. Sin embargo uno de ellos, Rómulo Betancourt (1907-1981), quien llegó a estar en el pináculo del poder en nuestro país, confesó alguna vez, ante un grupo de amigos, su arrepentimiento por error cometido aquel día en Barranquilla.

Leídas las conferencias en Colombia sus originales quedaron entre los papeles de Teresa durante el treinta y un años, ya que no fue hasta 1961, a los veinte y cinco años de su deceso, cuando fueron publicadas por vez primera bajo un título poco llamativo Tres conferencias inéditas. Cuatro años más tarde se incorporaron a la primera edición de sus Obras Completas, ahora si impresas con el título que Teresa les puso: “Infuencia de las mujeres en la formación del alma americana”. En 1982, 1991 y 1992 fueron otra vez impresas[23]. Pese a ello los estudiosos de su obra poco se detienen ante ellas. Muchas veces pasan por encima de ellas. Esto lo consideramos un grave error ya que las charlas bogotanas constituyen el tercer libro de Teresa. Tal importancia tenían para ella que en su Influencia de las mujeres... corren noticias que estaban consignadas con los instrumentos de la imaginación en sus ficciones. Tal su referencia a su bisabuelo el general Carlos Soublette(1789-1870)[24].

A Influencia de las mujeres…la habían antecedido Ifigenia y Las memorias de Mamá Blanca. Y a las conferencias debía haberlas seguido su Vida intima de Bolívar. De ésta sólo quedó el esquema[25] aunque ya en Influencia de las mujeres... se insinua aquel volumen[26]. No llegó Teresa a publicar sus conferencias pués a los pocos meses de su paso por Colombia, en 1931, comenzaron a aparecer en su cuerpo los primeros sintomas de la enfermedad que un lustro más tarde se la llevaría a soñar para siempre.

En sus pláticas Teresa de la Parra se propuso encontrar cual y como había sido “la influencia oculta y feliz que ejercieron las mujeres durante la Conquista, la Colonia y la Independencia”(p. 474-475). Para hacerlo manejó una particular concepción de la historia. Al trazar las vidas de aquellas damas trató de utilizar lo vivo de la historia(p.484), no desdeño como ahora veremos, al “personaje anónimo e inesperado”(p. 484), hurgó en la tradición oral(p. 490), se detuvo ante un modo de comunicación que como el recado fue propio de los días provinciales(p. 498).

Sobre lo viviente del pasado anotó que aquello que pasa de época en época es sólo lo que está lleno de detalles aparetemente triviales ya que son estos los que “quedan prendidos de la memoria como por caprichos de la gracia y que son en su humildad toda la poesía del recuerdo”(p.484). Y esto dice porque ella se propuso hacer amar y sentir las historias que contó con tanto sabor en su largo relato bogotano, el cual muy bien puede parecer una larga conversación de sobremesa. De allí que se haya propuesto al redactarlas “hacer amar personas o cosas determinadas fundiendo así el presente con el calor del pasado, mientras más amable o dignas de amor aparezcan esas cosas, mejor será la historia(p.486). De allí que se haya acercado tanto al concebirlas a la tradición oral porque esta a diferencia de los libros de los historiadores, se "acerca más a la realidad y se acerca con más gracia" (p. 486). De allí también que rescatara, del pozo del pasado, al recado, una forma de comunicación de los días del regimen hispano, “una forma de expresión importantísima”(p.498), ya se trataba de “un arte lleno de sutilezas y matices con lo que lo daba una esclava que fuera recadera fina. En el entraba según las circunstancias frases de bienvenida, de felicitación o de condolencia, noticias sensacionales, observaciones sobre el tiempo, quejas y declaraciones de cariño”(p. 498).

También al redactar estos palabreos no olvidó Teresa que estaba ejerciendo otra vez su arte, su modo de comunicación con otros, a través de la palabra escrita. Es por ello, repetimos, que la consideramos obra de especial importancia dentro del conjunto de su obra. Allí están muchos de los matices de su modo de ver el contorno. De allí que no nos deba llamar la atención que en uno de sus pasajes nos confiese por qué se decidió a escribir, asunto plenamente relacionado con el tema que tocó en Influencia de las mujeres... Allí leemos: “En lo que me concierne debo decir que casi toda mi infancia fue colonial y que la necesidad de reaccionar contra ella en una edad en que todos somos revolucionarios tanto por espíritu de justicia como por espíritu de petulancia fue la causa que me impulsó a escribir”(p. 491). Es por ello que señala cual fue el modo en que quiso redactar sus libros “no como se escribe sino como se habla”(p. 485), arte en el cual Teresa brilló con luz propia. Y por ello en Bogotá también confesó cual fue la esencia de lo que quiso legarnos a través de su obra de escritora. Fue por ello que apuntó “cuando queramos hacer obra de arte o de provecho: no nos alejemos de todo por caminos extraños y llamativos que son tal vez hóstiles, vayamos a sentarnos de tiempo en tiempo a la noble mesa criolla, la del ambiente, las tradiciones y el paisaje” (p.508).

Antes de entrar en el corazón de su Influencia de las mujeres...deseamos detenernos en varios tópicos que roza Teresa. Son sus observaciones sobre la presencia de las mujeres en la sociedad, su sentido del ser femenino, de la mujer y sus reflexiones sobre el trópico.

Dice Teresa: “excluídas las mujeres se ha cortado uno de los hilos conductores de la vida”(p.484), ya que pasan “en tropel siguiendo las peripecias del drama... nadie les corta el paso”(p.484). Son ellas las que imponen a la sociedad un sello suave y hondo”(p.479). Y hasta la concordia es obra “casi siempre de las mujeres, es anónima; carece, de elementos trágicos”(p. 480), ellas ayudan siempre a alumbrar los días, y los nuevos tiempos, ya que han sido entusiastas de la novedad, inquietas, creadoreas (p. 482).

Dicho esto pasa Teresa a desarrollar algunas observaciones las cuales siempre nos han parecido de especial trascendencia, muy gráficas, por estar saturadas en su interior, por detalles autobiograficos, por vivencias. Tal sus reflexiones sobre las mujeres de los días en que escribió este libro. Para ella era evidente que un cambio se avecinaba. Por ello acotó


“La crisis por la cual atraviesan hoy las mujeres no se se cura predicando la sumisión...La vida actual...no rspeta puertas cerradas...Para que la mujer sea fuerte, sana y verdaderamente limpia de hipocresía, no se la debe sojuzgar frente a la nueva vida, al contrario, debe ser libre ante si misma, consciente de sus peligros y de las responsabilidades, útil a la sociedad, aunque no sea madre de familia, e independiente pecuniariamente por su trabajo y su colaboración junto al hombre, ni dueño, ni enemigo, ni candidato explotable, sino compañero y amigo”(p. 473-474).


Es por ésta razón que aquel 30 de mayo de 1930, cuando leyó en Bogotá su primera conferencia, confesó que ante todos: “Mi feminismo es moderado” (p. 474). Es por ello que la realidad del matrimonio lo ejemplificará también aquel día a través de la tragedia de la escritora uruguaya Delmira Agustini(1886-1914). Sus observaciones sobre el drama vital de esta poeta nos han parecido siempre demasiado gráficas. Constituyen, en el caso de Teresa, toda una toma de posición vital(p. 476). A la enajenación de Delmira en el matrimonio opuso aquella tarde Teresa la libertad de Gabriela Mistral(1889-1957), tres años menor que Delmira, de la misma edad que Teresa, quien se hizo así misma gracias a su tesón. Por ello aquel día nuestra escritora confesó hallarse muy cerca de las “mujeres abnegadas”(p.475), “Hablando con franqueza les diré que allá en el fondo de mi alma las prefiero: tienen la gracia del pasado y la poesía infinita del sacrificio voluntario y sincero”(p. 475).

No haríamos tampoco una lectura completa de Influencia de las mujeres... si no nos detuvieramos a las reflexiones que teje Teresa en torno al trópico. Este fue para ella su espacio, su lugar psicológico. De él brotaron sus creaciones novelescas. Y toda ella fue siempre una mujer del trópico cuyas vivencias estuvieron siempre relacionadas con este ámbito. Es por ello que sus rápidas pinceladas sobre el trópico tanto nos interesen.

En sus palabras Teresa de la Parra recuerda como quienes viven en el trópico pertenecen a lo que Mariano Picón Salas (1901-1965) denominó la cultura del calor[27]. El calor nos rige, nos hace enemigos de la etiqueta y la severidad, nos hace gustar del aire libre ya que es opuesto al aislamiento(p.499).

Teresa de la Parra hinca su uña en el pasado de nuestros pueblos refiriéndose a un grupo de mujeres elegidas por ella como representativas de cada una de los tiempo que examina. De los días de la conquista no se le escapa que fueron posibles gracias al arrojo con que una mujer, Isabel La Católica(1451-1504), quién escuchó a Cristobal Colón (c1451-1506) e hizo posible el primer viaje del descubridor[28]. Pero quienes más le interesan de aquellas horas fueron las que llamó “místicas y soñadoras” (p. 479), las que vemos “pasar discretas y veladas por los relatos de los Cronistas de Indias, la dulce teoría de las primitivas fundadoras. Sus vidas humildes llenas de sufrimiento y de amor no se relatan. Apenas se adivinan. Casi todas son indias y están bautizadas con nombres castellanos”(p.478). Una de ellas fue doña Marina, la amante de Hernan Cortés(1485-1516) en México. La otra fue la ñusta Isabel, hija de los últimos incas quechuas, mujer del conquistador Garcilaso de la Vega(1507-1559) y madre del inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), el autor de los Comentarios reales[29], el primer escritor criollo de nuestro continente. De Doña Marina dijo el cronista Bernal Díaz del Catillo(1495-1584)[30] que era entrometida, desenvuelta, buena lengua y buen principio. Estas cualidades encantaron a Teresa quien percibió en lo que dice el cronista no una crítica de doña Marina sino uno de sus mejores perfiles. Fue gracias a estas actitudes, nos dice Teresa, por medio de su “sagacidad misteriosa”(p. 480) que pudo ayudar a Cortés.

La ñusta Isabel, al igual que Doña Marina, pasa como una sombra al lado del rudo conquistador que fue el padre de su hijo. Pero como Doña Marina nunca dejó de estar presente, ni de intervenir y luego supo callar, como Doña Marina, cuando el compañero eligió por esposa a una española.

Según Teresa en los días coloniales imperó un régimen de “femininismo sentimental”(p.490). Este casi no dejó huellas, no se percibe ni en los documentos ni el los libros de la época, porque “la dulzura del vivir la acostumbró al silencio, su ritmo suave y monotono sólo ha llegado hasta nosotros lleno de encanto por medio de la tradición oral” (p.490). Aquel modo de vivir tuvo su asiento en la Iglesia, la Casa y el Convento. Para ella son siglos a los cuales simboliza siempre “una voz femenina detrás de la celosía”(p. 490). Fue aquel un período de nuestro vivir que no fue escéptico. Fue “Indolente, tolerante y voluptuosa por exigencias del clima, detrás de la indolencia está la fe, el sacrificio a fuego lento de la vida entera, el amor trágico lleno de celos al modo español y una necesidad de ensueño que se alimenta con ideales lejanos y espera la llegada de algo incierto en el vaivén de una hamaca” (p.490). Esos modos de costumbre pervivirán por largo tiempo, según ella. El proceso de la emancipación, como ella acota, sólo logrará altearar cosas externas. Así muchos modos de la sociedad colonial seguirán estando presentes, incluso después de la Guerra Federal(febrero 21, 1859-mayo 22, 1863), ya que buenas portadoras de recados todavía se veían en Caracas hacia 1910, como la misma Teresa señala(p.498).

Al mostrarnos la colonia a través de tan particularísima mirada, por medio del hacer de las mujeres de aquellos días,Teresa nos lleva de la mano a comprender como ellas a través de un “idealismo manso... las mujeres... madres de familia, encerradas en su casa, moldearon al caracter de nuestra sociedad”(p. 493).

Y frente a las que se quedaron en su casa vamos a encontrar las monjas. Estas fueron las únicas mujeres libres que hubo la colonia. Las únicas que escogieron su destino por sí mismas, las únicas a quienes ni el padre ni el hermano mayor le escogieron al marido. De allí la importancia del papel que representaron. Esto lo registra también Teresa. Las denomina “amantes del silencio...eternas sedientas de vida interior y, aunque parezca contradictorio, precursoras del moderno ideal femenino”(p. 493).

De las mantuanas que se quedan en su casa acompañando al marido que practicamente se hacía su dueño como consecuencia del matrimonio[31], o de las monjas que realizaron sus tareas desde el claustro, es de donde Teresa de la Parra tomó el ejemplo para ejemplificar a través de algunos casos la vida de aquellos días. Es así como podemos traspasar las celosías de sus ventanas y encontrar a Amarilis, la colombiana, quien desde lejos se enamoró de Lope de Vega(1562-1635), a la goda caraqueña Francisca Tovar o a Teresa Soublette. Y del lado del monasterio nos encontramos con Juana de Asbaje(1651-1695), a quien todos conocemos por su nombre religioso, Sor Juana Inés de la Cruz[32], o la Madre del Castillo.

En cada una de estas mujeres Teresa logrará espigar el caracter de la sociedad colonial. En México veremos a sor Juana en su honda actividad intelectual. En su convento de Tunja observaremos a la madre Castillo trabajando en los suyos. Y detrás de los portones de las grandes mansiones nos encontramos con Amarilis confesando en 1621, su amor imposible por el mayor dramaturgo de su época (p. 501). Pero nos encontramos también a una de las nietas del Conde de Tovar, quien aunque caraqueña casó con español, y vivió todos los avatares del proceso de la Independencia del lado del bando perdedor. O a Teresa Soublette, la soñadora tia prócer, como la llama Teresa, hija del general Carlos Soublette(1789-1870), nieta de una de las Nueve Musas caraqueñas, Teresa Aristiguieta, quien pudo ver el gran cambio desde adentro, desde los pasillos de una casa patriota. Mientras doña Francisca Tovar, quien había sido vecina y compañera de juegos, posiblemente en la misma plaza de San Jacinto, de Simón Bolívar, a quien llamaba “este niño Simón”(p. 505), se pasó la vida entera coleccionando “los hechos crueles de los patriotas para referirlos cuando viniera a colación”(p. 505) y cuya “vejez fue una protesta continua... contra el nuevo regimen”(p. 505). Mientras esto hacía Teresa Soublette se contó entre aquellas quienes “fustigaban a los hombres con sus observaciones personales y sus palabras vehementes”(p. 511).

Y registrando los acaeceres de Teresa Soublette llegamos a los días de la emancipación. En aquellas horas también las mujeres estaban descontentas. Estas en las décadas anteriores al gran cataclismo revolucionario, se habían quedado sin ducción espiritual. Estaban muy molestas por la expulsión de los Jesuítas. Esto escribía Teresa de la Parra a fines de 1929 en Paris. Así leído parecia una observación arbitraria. Pero Teresa estaba en lo cierto. En la actualidad se reconoce que la expulsión de los Jesuítas, ordenada por el rey Carlos III(1716-1788), en 1767, como una de las causas del proceso de la gran hecatombe. Esto dice Teresa:


“Se ha hablado mucho de la influencia favorable a la Revolución que tuvo aquí en toda América la expulsión de los Jesuítas. Los vínculos activos de tal influencia fueron las mujeres... El conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea(1719-1798)... no se dió cuenta de la catastrofe sentimental primero y política después que iba a desencadenar en América la salida de los Jesuítas...la expulsión de los Jesuítas dió lugar a escenas desgarradoras que no podían olvidarse facilmente sobre todo en aquella época de exaltado sentimentalismo en que la vida giraba alrededor de la Iglesia y del Convento. Los expulsados eran en su mayoría criollos...Hábiles directores de conciencia como lo habían sido siempre, a la vez divulgaban la cultura y prestaban todo género de servicios morales y materiales los Jesuítas de la colonia... imperaban por completo en el reino de las almas, en el de las almas femeninas muy especialmente...(p. 511).


A poco de haber salido al exilio muchos de estos Jesuítas se acordaron que eran criollos. Y desde aquella diáspora comenzaron a trabajar por la emancipación de sus países. No olvidemos, para sólo dar un ejemplo, los amigos que fueron algunos de estos religiosos en Europa del precursor don Francisco de Miranda(1750-1816) y no olvidemos que fue él quien divulgó la Carta a los españoles americanos que en su exilio italiano compuso el jesuíta peruano Juan Pablo Viscardo(1748-1798) haciéndola imprimir primero en su original francés(1799) y después traduciéndola él mismo al castellano(1801)[33]. Las opiniones que Teresa sostiene en torno a este punto son hoy plenamente aceptadas, bastaría para ello consultar por ejemplo lo que al respecto señala Octavio Paz[34].

Fue así como muchas mujeres fueron las catalizadoras, las que empujaron a sus hombres, esposos, hermanos, novios, amigos, amantes, a la contienda bélica. Subraya Teresa de la Parra la influncia que las relaciones femeninas tuvieron en la formación del alma de Simón Bolívar(1783-1830). De allí que en su meditación defilen la Negra Matea, de quien bebió lo que Uslar-Pietri denomina la “pedagogía negra”[35], María Teresa Rodríguez del Toro (1781-1803), la esposa, Fanny du Villars, una de sus pasiones parisinas y especialmente Manuelita Saenz(1797-1856), quien para vivir, llena como siempre estuvo de rebeldía, se “fabricó ella misma su código de moral y dentro de él fue consecuente y fiel hasta la muerte”(p. 528).

Tanto le llamó a Teresa la atención la vida amorosa de Bolívar que concibió entonces escribir un libro, que como ella misma lo indica, debía titularse Vida íntima de Bolívar. No llegó a escribirlo pero nos legó, como lo hemos señalado antes, el esquema que seguiría al preparar tal obra.

No podemos cerrar estas páginas sobre Influencia de las mujeres... sin decir que al leerlas no topamos con uno de los libros de ensayo más hermosos de las letras venezolanas, el cual podemos poner al lado de las hondas páginas de los mejores ensayistas venezolanos, entre los cuales, hasta la aparición de Elisa Lerner, fue Teresa rara avis.

Todo en Influencia de las mujeres... concuerda con lo que es esencia del género ensayístico: un modo personal de expresión, una exposición que no pretende agotar la materia tratada, todo ello expresado dentro de la belleza del estilo en que fue concebido. Influencia de las mujeres...siempre será obra de gratísima lectura, el cual es la vez uno de los más encantadores libros en prosa de las letras venezolanas contemporáneas y uno de los pocos en los cuales una mujer reflexiona sobre la condición femenina, en este caso acercándose desde al ángulo histórico. Un modo partícularisimo de entender aquella peripecia, desde los ojos y la experiencia de una mujer. Cosa que luego sólo ha hecho Elisa Lerner en sus textos en prosa, quien es la verdadera continuadora del meditar de Teresa en nuestras letras de estos días.

[1] Luis Barrera Linares: La negación del rostro. Apuntes para una egoteca de la narrativa masculina venezolana. Caracas: Monte Ávila Editores, 2005. 304 p. La cita procede de la ,p.3. [2] Carl Gustav Jung y otros: El hombre y sus símbolos. Barcelona: Caralt,1981. 335 p. Ver en este libro el ensayo de la discipula de Jung, M.L. von Franz: “El proceso de individuación”(p.157-228), los capítulos “El ánima: la mujer interior”(p.179-188) y “El animus: el hombre interior”(p.188-193). [3] Carmen Luisa Plaza: La soledad de las diosas. Contratapa: Roberto Lovera De-Sola. Caracas: Imp. de Miguel Ángel García, 2010.254 p. [4] El texto ejemplar sobre aquel sacudimiemnto sigue siendo el estudio de Carlos Fuentes: París: La Revolución de Mayo. México: ERA, 1968. 31 p. ahora compilado junto sus exploraciones de otros dos sacudimientos, el de Praga y el de Ciudad de México del mismo año, en su Los 68. París-Praga-México. México: Debate,2005. 174 p. Pudimos leer esta trilogía gracias a que nuestro hermano el sociólogo Alberto Lovera De-Sola, nos trajo un ejemplar de su viaje como profesor a la UNAM, en México. Conociamos estas interpretaciones pero leerlas juntas, una luego de otra, ofrece una oportunidad fascinante de reinterpretar una hora fundamental para nuestra generación y del mundo en que vivimos. [5] Elisa Lerner: “Ausencia de la mujer novelista” en Yo amo a Columbo,p.68-69. La cita procede de la p.69. [6] Elisa Lerner: “Ausencia de la mujer novelista” en Yo amo a Columbo,p.68-69. [7] Elisa Lerner: “Muerte de la novelista de recámara” en Yo amo a Columbo,p.150-151. La cita procede de la p.151. [8] Arturo Uslar Pietri: Letras y hombres de Venezuela,p.272. [9] Orlando Araujo: Narrativa venezolana contemporánea,p.232. [10] Teresa de la Parra: “Ifigenia” en Obra escogida,t.I,p.86. [11] Teresa de la Parra: Epistolario íntimo. Caracas: Ediciones de la Línea Aeropostal Venezolana,1953. 264 p. Ver:”Diario de una señorita que se fastidia”(p.165-195). [12] Orlando Araujo: Narrativa venezolana contemporánea,p.331. [13] Alfredo Armas Alfonzo: El osario de Dios. Cumaná: Editorial Pua,1969. 158 p. [14] Orlando Araujo: Narrativa venezolana contemporpánea,p.201. [15] Gabriel García Márquez: Cien años de soledad. Buenos Aires: Sudamericana, 1967. 351 p. [16] Miyó Vestrini: “La autenticidad es el camino insuperable para que una obra sea culminante y refleje la verdad”, en El Nacional, Caracas: enero 30,1970, Cuerpo D,p.10. [17] Salvador Garmendia: Los pequeños seres. Caracas: Ediciones Sardio, 1959. 151 p. [18] Ramón Díaz Sánchez: Teresa de la Parra, clave para una interpretación,p.89. [19] Conservamos en nuestras estanterías un ejemplar de la edición príncipe de Las memorias de mama Blanca. Paris: Le livre libre,1929. 285 p. en el cual su autora estampó, de su puño y letra, una dedicatorioa a un amigo, cuyo nombre es ilegible,la cual firmó en “París: febrero, 1929”. [20] Louis Antonoine Lamaitre: Mujer ingeniosa. Vida de Teresa de la Parra. Madrid: Editorial La Muralla,1987. XVII,335 p. La cita procede de la p.180. [21] Ramón Díaz Sánchez: Teresa de la Parra, clave para una interpretación,p.89-91. [22] Louis Antoniene Lamaitre: Mujer ingeniosa,p.187. [23] Teresa de la Parra: “Influencia de las mujer en la formación del alma americana” en su Obra,p.471-528, fuente de la cual provienen las citas que hacemos. [24] Teresa de la Parra: “Influencia de las mujeres en la formación del alma americana” en su Obras,p.506; Teresa de la Parra: “Las memorias de mama Blanca”, en Obra,p.357-358. [25] Este puede leerse en las cartas que remitió al historiador Vicente Lecuna, están en sus Obras completas,p.781-811. Y en “Correspondencia cruzada entre Teresa de la Parra y Vicente Lecuna a propósito del Bolivar intimo y notas sobre este libro”, en Vicente Lecuna: Resumen del descubrimiento y formación de Venezuela,p.41-111. [26] De allí su anotación: “Para hablar de la infuencia que en la vida heroica de Bolívar van a tener las mujeres se necesitaría escribir un libro entero” como ella lo afirma en su “Influencia de las mujeres en la formación del alma americana”, en su Obra,p.523. [27] Mariano Picón Salas: “Signo del calor”, en Comprensión de Venezuela,p.35-44; Germán Carrera Damas: Validación del pasado. Caracas: Universidad Central de Venzuela,1975. 230 p. Sobre la “tropicología” se refiere en la p.55. [28] Tomás Polanco Alcánatara: Un pentagono de luz. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1982.108 p. Ver: “Una reina: Isabel La Católica”(p.31-46). También en su Venezuela y sus personajes,p.11-18. Aquí añade otro estudio sobre la gran mandataria:”Isabel, la reina que creó la América Hispana”(p.3-10), alli indica también “Tenía Isabel las cualidades que requiere un buen gobernante: claro talento, serenidad de espíritu, voluntad de trabajo, conciencia del interés colectivo, recta intención patriótica, valentía ante los peligros, decisión ante la adversidad”(p.6), rasgos que debe tener todo jefe de Estado, por ello, en nuestra historia, solo los presidentes que los han tenido han sido buenos gobernantes, trece en Venezuela, según nuestros propios estudios. [29] Garcialaso Inca de la Vega: Los comentarios reales. Caracas: Biblioteca Ayachicho, 1977. 2 vols; Arturo Uslar Pietri. En busca del Nuevo Mundo. México: Fondo de Cultura Económica, 1969. p. Ver: “El mestizaje y el Nuevo Mundo”(p.9-26). Las referencias que seguimos están en las p.15-16. [30] Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Barcelona: Círculo de Lectores,1971. 960 p. Ver las p.107-108. [31] Ermila Troconis de Veracoecha: Indias, esclavas, mantuanas de primeras damas,p.105-107. [32] Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Barcelona: Seix Barral, 1982. 656 p. [33] Miguel Batllori: El Abate Viscardo. Caracas: Institito Panamericano de Geografía a Historia,1953. 334 p.; Merle Simmons: Los escritos de Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Prólogo: Pedro Grases. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello,1983. 384 p. [34] Octavio Paz: “El espejo indiscreto”, en El ogro filantrópico,p.53-69. La obsrervación está en la p.55. [35] Arturo Uslar Pietri: Fachas, fechas y fichas. Caracas: Editorial Ateneo de Caracas, 1982.223 p. Ver: “Lo específico del hombre latinamericano”(p.181-201). La referencia a la “pedagogia negra” está en la p.187; Arturo Uslar Pietri: Godos, insurgentes y visionarios. Barcelona: Seix Barral, 1985. 216 p. Ver: “Nación y libertad”(p.169-180), en las p.172-173, se refiere de nuevo a la “pedagogia negra”.


ELISA LERNER: LA PRIMERA ENSAYISTA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX


Elisa Lerner, es la primera ensayista entre los escritores de los sesenta, quien ha mirado el país sardónicamente en Una sonrisa detrás de la metáfora, Yo amo a Columbo o la pasión dispersa o Crónicas ginecológicas y quien a veces trata humorísticamente sus asuntos como es posible vislumbrarlo en Carriel número cinco, el cual tuvo en su Carriel para la fiesta una nueva versión muy celebrada por los lectores quienes agotaron varias ediciones sucesivas. Otros agudos ensayos suyos están En el entretanto[1]. Todos estos hermosos y tan bien elaborados textos nos ponen en contacto con lo que ha sido esencial en su meditación: su relación con el país.


EN EL CAMPO DE LA CRITICA E INVESTIGACION LITERARIA.


El recuento debe iniciarse con María Josefina Tejera, Carmen Mannarino, María Fernanda Palacios, Ana Teresa Torres hasta llegar a Luz Marina Rivas.

A Luz Marina Rivas debemos su Literatura de la otredad, su estudio de las cuentistas venezolanas de los cuarenta y los cincuenta, obra, inexplicablemente inédita, cuyas copias han circulado gracias al correo de brujas del mundo literario, a la cual nos hemos referido antes. Corolario de su Literatura de la otredad es su antología Las mujeres toman la palabra, amplio registro del relato escrito por mujeres entre nosotros que se abre con Teresa de la Parra(1915) y se cierra con Ana Teresa Torres(1995), las piezas claves de ese proceso están allí. Su otro libro, fundamental por varias razones, es La novela intrahistórica: tres miradas femeninas de la historia venezolana. Para hacer este estudio, que fue su tesis doctoral, eligió estas obras: de Laura Antillano su celebrado cuento “La Luna no es de pan de horno” y sus novelas Perfume de Gardenia y Solitaria/Solidaria; de Milagros Mata Gil: La casa en llamas y Memorias de una antigua primavera y de Ana Teresa Torres: El exilio del tiempo, Doña Inés contra el olvido y Malena de cinco mundos. A todo lo largo de este sugerente análisis brilla siempre Luz Marina Rivas por su intuición y agudeza en el entendimiento de las obras elegidas pero también por el extenso aparato crítico de estudios femeninos, de obras históricas y literarias que son las que le permiten trazar el panorama de cuanto nos dicen y nos revelan las obras elegidas.


LAS DRAMATURGAS


ELISA LERNER


La ironía, muy trabajada, cuidadosamente pulida, llena muy buena parte del teatro de Elisa Lerner. Ello desde sus primeros textos como La bella de inteligencia(1960), solo estrenada en 1971. El uso del soliloquio explica a nuestro entender hasta donde ha guardado silencio la mujer en nuestro medio sobre aquello que es esencial en ella. Elisa Lerner es uno de los dramaturgos venezolanos que más ha cuidado el estilo en el cual están escritas sus piezas. Es por ello que la belleza las llena. Ya sea en su drama En el vasto silencio de Manhattan, escrita y premiada en 1964, aunque no montada hasta 1982, o en su añorante, y a veces melancólica, Vida con mamá(1975) ello es evidente. La soledad, el silencio, el desamor, que siempre ha rodeado a la mujer, a quien ha cercado ese hombre machista, a veces bastante misógino, propio de la generación de mujeres anteriores a la gran revolución sexual, que entre nosotros fue en los años setenta, es ese hombre, que es el protagonista de su pieza El último tranvía(1984), el que sin duda nos explica el por qué la presencia constante de su rica obra dramática de mujeres solitarias porque con un hombre como aquel no podía haber diálogo posible, ni entendimiento y por lo que tampoco amor ni fresca sexualidad y mucho menos erotismo pleno. Esto se explica incluso, quizá más hondamente, repetimos, hasta en los parlamentos de El último tranvía, una pieza por cuya publicación, no hecha hasta ahora, ella siente aun especial reticencia para dejarla imprimir, pese a que ha desarrollado todo su tramado, a veces usando fragmentos de su pieza, con su protagonista incluido, en su novela De muerte lenta, la cual toca también este asunto de la relación hombre-mujer, aunque no es su único tema, ni solamente el central, que no es otro que el triunfo ético. Es por esto que la Lerner excluyó a El último tranvía de la edición de todas sus piezas[2], pero algún día habrá que hacerlo porque El último tranvía calza a perfección dentro del conjunto de su imaginar para el escenario.

También en ella la palabra del artista, la cual debe ser preservada por encima de todo, le ha angustiado, lo vemos en El país odontológico(1966) o en ese apólogo sobre la soledad que es La mujer del periódico de la tarde(1976), el cual fue elogiado por Julio Cortazar(1914-1984).


MÓNICA MONTAÑÉS


En los últimos años la mujer se ha apoderado del teatro en el sentido que ha sido su problemática la que mayor número de veces ha sido tratado desde los procenios. Ello se engendró en la pieza de Mariela Romero: Esperando al italiano(1988) y con Birmanos, de la poeta Blanca Strepponi(1952)[3], pero adquirió mayor vida y popularidad gracias al estreno el 7 de junio de 1996 de El aplauso va por dentro[4] de Mónica Montanés(1966). Ya hemos señalado su hondo significado en el trato de un asunto que mucho inquieta a las mujeres de hoy, el cual aunque parezca a algunas simple y baladí no lo es. Pero desde El aplauso va por dentro el asunto mujeril tomó la escena al menos nos dio dos piezas cuyo valores hay que subrayar Nosotros que nos quisimos tanto, de Mariela Romero, estrenada en 1997. En Nosotros que nos quisimos tanto ella cedió la palabra al hombre para que discurriera sobre una situación relacionada con los amores y desamores. Fue una respuesta a El aplauso va por dentro de la misma forma que lo fue la celebrada comedia de Orlando Urdaneta, escrita y actuada por él, ¿Divorciarme yo?. Pero las preguntas y respuestas de las mujeres entre ellas siguió en numerosas piezas y montajes que se fueron sucediendo como es el caso de la bellísima Ambas tres, de Javier Vidal en donde se interrelaciona el tema de las vida y vivencias de la mujer con el suceder socio-político de estos años trágicos para el país[5].


YOLANDA PANTIN


Acercamientos distintos se pueden encontrar en la sutil pieza, de hecho es una obra de terror, de miedo íntimo, en la obra de la poeta Yolanda Pantín La otredad y el vampiro, toda desarrollada dentro de un finísimo lenguaje poético. En ella, por medio del teatro, su autora nos dio otra vez una muestra de su obsesión por todo lo relacionado con la irrupción del vampiro, asunto presente en varios de sus más hermosos poemarios.


XIOMARA MORENO


Xiomara Moreno(1960) por las formas de incursión que utiliza para diseñar su teatro. Ya sea lo onírico en Perlita blanca como sortija de señorita(1986); el absurdo contemporáneo en Geranio, estrenada en 1988, o el bien y el mal que está en la base de Manivela(1990), todo ellas en el volumen Perlita blanca como sortija de señorita/Geranio/Manivela[6] .


ANA TERESA SOSA


Debemos mencionar a Ana Teresa Sosa(1956) por su mirada angustiada a aquellos que pocos entienden, como en su pieza, aun inédita y todavía no montada, Maldita de todos(1991) o por su durísima penetración en el universo que está allá en nuestra ciudad más allá de la marginalidad, el propio de los pordioseros, indigentes y lateros tal cual lo podemos ver en su premiada pieza Con los demonios adentro(1999). Ana Teresa Sosa es una persona muy preparada, de muy sazonada cultura, quien posee un modo casi siempre agrio de mirar la realidad, también ha explorado el universo del suceder de las mujeres en la última de sus piezas puesta en escena: Casa en orden(2002). Ella se hizo presente en nuestro medio teatral con una inmersión en los universos de la vejez mujeril a través de su obra Corazón de fuego[7].


LOS GRANDES NOMBRES DE LAS LETRAS FEMENINAS


La presencia viva y activa de la mujer en la vida contemporánea de Venezuela constituye una de nuestras grandes transformaciones contemporáneas, cambio sin violencia pero basado en un ideario que apenas se comienza a examinar, asunto bien documentado desde su documento fundador, el Mensaje de las mujeres venezolanas al general Eleazar López Contreras(diciembre 30,1935), a trece días de la muerte del autócrata y del inicio de la recuperación democrática.

A partir de este Mensaje las mujeres hablaron, por vez primera en voz alta, por si mismas y en nombre de los niños. Consecuencia del Mensaje fue la fundación la Asociación Venezolana de Mujeres(1936), gracias a su empuje se formaron todas las instituciones a favor del niño y de la madre y se inició el proceso de las mujeres, completamente logrado, de obtener para ellas el reconocimiento de sus derechos civiles(1942) y de sus derechos políticos(1947).

Es un hecho tan importante como el logro de la paz, de la democracia, de la urbanización contemporánea, la conversión del país en una nación capitalista y la práctica de “sembrar el petróleo”, voceada por Arturo Uslar Pietri desde de un editorial publicado en el diario Ahora(julio 14,1936), lo cual ha sido analizado por el historiador Manuel Caballero[8].

La plena incorporación de la mujer en nuestra vida ciudadana es un logro, una mutación intensa y decisiva que se puede colocar como hecha al pie de aquellas palabras de Augusto Mijares(1897-1979) en El proyecto de América(1960) según esto, y esto cabe para la trasmutación femenina, “revolución es proyecto y no violencia; doctrina y no gesticulación y palabras”[9]. Gracias a esa acción la mujer venezolana dejó de ser una persona “expulsada de la historia”, según la también expresión de Manuel Caballero[10].

Y, claro, consecuencia lógica de lo primero, como ya lo hemos señalado, una de las características del tiempo literario que historiamos, fue el ascenso de la presencia de la mujer dentro de nuestra literatura lo cual, debemos anotarlo, formó parte de un proyecto, el cual se espigó desde 1937 con la publicación de la novela de Ada Pérez Guevara Tierra talada en donde está el ideario de aquella generación de mujeres. A ello sucedieron: la formación, ese mismo año, de la Asociación Cultural Interamericana (1937), la convocatoria del primer concurso de obras escritas por mujeres y la formación de la Biblioteca Femenina Venezolana para su edición. Gracias a todo esto las mujeres adquirieron una voz propia en nuestra literatura. Y aunque no nos parece exacto aislar a la mujer del proceso creador hacemos este paréntesis para trazar los rasgos de su insurgencia en el campo literario.

En verdad, si bien este trabajo no es una historia literaria sino la fijación de los hitos de la presencia de la mujer en la vida venezolana, en su literatura e historia, donde están sus grandes contribuciones. Por ello aquí solo hemos mencionado a los grandes nombres, dentro de los géneros cultivados por ella.


CAPITULO QUINTO: MUJERES QUE ESCRIBEN HISTORIA


Es imposible no tocar el trabajo de aquellas mujeres cuyo oficio ha sido escribir historia, especialmente la Historia de Venezuela. Es por ello que debemos comenzar este capítulo con la mejor definición de esta, que es la dada por el profesor Germán Carrera Damas cuando escribió:


“La historia es quizá el ramo del conocimiento que más ha pesado hasta el presente en el complejo cultural venezolano. Las diversas expresiones de nuestra cultura exhiben huellas de una fuerte carga histórica, manifiesta no solamente en la que sería normal integración de sus componentes, sino también en la presencia de la Historia como disciplina básica en la elaboración de los múltiples productos culturales. Así, es constante, a veces enconado y por momentos ridículo, el ardor puesto en el debate en torno a las cuestiones históricas tradicionalmente cosideradas de mayor signficación…El extenso espacio concedido a los temas históricos en las publicaciones, la habitual apelación al pasado en actos públicos, y el cuidado oficial en conservar y fomentar el culto a los héroes, entre otras muestras, fundamentan la apreciación inicial. Y tal hacen que bastaría una leve dosis de pesimismo para concluir que la reminicencia del pasado histórico, tenido siempre por mejor y más glorioso, ha terminado por escamotearnos el presente, mal conocido, poco estudiado y peor construido. Nos ha conducido, también, a cifrar en un futuro que en el fondo es mirado más como advenimiento que como construcción, la posibilidad de una reunión con el pretérito esplendor, pretendiéndose de esta manera, vanamente, cerrar el ciclo siempre abierto del devenir histórico…Si esta importancia de la Historia como factor de nuestra vida cultural, añadimos el hecho de que la historiografía es precisamente el ejercicio intelectual de más antiguo y consecuente cultivo entre nosotros, si bien sea que para afirmarlo tomemos como punto de partida la crónica colonial o la historiografía republicana, cabe reconocer sin más demostración la existencia de un vasto campo merecedor y necesitado de estudio sistemático”[11].


LOS NOMBRES DE LAS HISTORIADORAS


Es imposible no tocar los nombres de aquellas mujeres que son conocidas como aquellas que han sido los nombres destacados de las mujeres cultoras de la historia. Muchas de ellas aparecidas tras la creación de los estudios universiatrios de historia entre nosotros, en los años cuarenta. Desde luego, como ahora lo veremos hubo mujeres cultoras de la historia desde el comienzo de la república autónoma, a partir de 1830. Y constante en los siglos XX y XXI.


LAS GRANDES HISTORIADORAS


Creemos que entre nuestras más destacadas historiadoras hay que mencionar entre las más importantes a las que aparecieron publicado en el siglo XIX como Antonia Esteller Camacho y Bolívar(1844-1930) o Socorro González Guinan (1839-1926). Y en el siglo XX a Teresa de la Parra, a Lucila Luciani de Pérez Díaz, Mercedes Alvarez Freites, Ermila Troconis de Veracoechea, Marisa Vanini de Gerulewics y Angelina Lemmo Brando.


EL CONJUNTO DE LO HECHO


Hemos preferido agrupar las contribuciones mujeriles a nuestra historia ordenando sus trabajos impresos, en libros y folletos, por los períodos de la historia venezolana que ellas han tocado con sus libros.


OBRAS DE REFERENCIA


Son numerosas las obras que podemos considerar de referencia de autoria femenina, tal la de Mercedes Carlota Sánchez de Pardo sobre la historia de la moneda del país; las de Elke Stockhausen, sobre la avatares del periodismo venezolano; Beyra Amarista de Cumare sobre Augusto Mijares; Morella Barreto, sobre la prensa obrera; Josefina Weidner, la bibliografía del Estado Carabobo; Astrid Avendaño, ordenando la bibliografía del maestro Uslar Pietri; Cira Naranjo y Nicolasa Martínez Bello, sobre la bibliografía del guzmancismo, impresa en o alrededor de 1883; Sonia del Valle Moreno y María Auxiliadora Olivier, al ordenar la bibliografía de Juan Liscano[12]


OBRAS GENERALES


Desde luego nuestras primeras historiadoras las encontramos en el siglo XIX. Conocemos los nombres de algunas, no muchas, aparecidos en esa centuria, después de los años de la guerra de independencia, casi siempre fueron educadoras y autores de textos escolares. Tal los casos de la valenciana Socorro González Guinan(1839-1926), quien perteneció a una signficativa familia intelectual carabobeña, fue hermana del historiador Francisco González Guinan(1841-1932), fue autora de una Historia de Venezuela para niños, esta es la primera obra de historia impresa cuya autora fue una venezolana, cosa que hemos podido establecer gracias a la consulta de obras de referencia[13].

Le sigue Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar(1844-1930), una sobrina bisnieta del Libertador, educadora de larga trayectoria, directora fundadora de la Escuela Normal de Mujeres(1893) y autora del Catecismo de la Historia de Venezuela(1885); Carmen Clemente Travieso(1900-1983): Las esquinas de Caracas. La obra de Marisa Vanini de Gerulewicz(1928-2016), es amplia, e importante tanto en la historia, en la literatura y como traductora de grandes obras venezolanas al italiano y de importantes obras históricas de esa lengua a la nuestra. Su libro mayor es Italia y los italianos en la historia y en la cultura de Venezuela; también La influencia francesa venezuela, es una monografía muy bien cernida sobre la presencia de las letras francesas en nuestras letras, influencia fundamental durante mucho tiempo en nuestro proceso cultural.

Igualmente útil fue la contribución de María Trinidad Santana por su bosquejo La diplomacia en Venezuela, en el que trata algunas de las reclamaciones internacionales producto de los sucesos de nuestras guerras civiles[14].


LA VENEZUELA PREHISPANICA

(12.000 aC-1900 dC).


Exámenes de la Venezula pre-hispánica son las obras de Iraida Vargas, hechas junto Mario Sanoja Obediente, Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos y el de Carmela Bentivenga: Literatura indígenas venezolanas.


LOS DIAS COLONIALES(1498-1810)


A los tres tres siglos coloniales se refieren las obras de Antonia Esteller Camacho y Bolívar: Compendio de la historia de Cristóbal Colón, un texto escolar, la segunda publicación histórica de una venezolana.

Singularísimo es el ensayo de Teresa de la Parra: Influencia de las mujeres en la formación del alma americana(1930), en las tres conferencias que lo forman historia de la presencia de las mujeres en los días del descubrimiento, la colonia y la Independencia en América Latina. En ese estudio, vaciado en bello estilo, aparecen no solo los nombres venezolanos sino figuras signficativas de nuestra América de habla castellana. Es además, como ya lo hemos señalado varias veces el primer libro del feminismo venezolano, especialmente por las reflexiones que traza en su parte introductoria. Es seguramente el primer gran ensayo escrito por una venezolana, es una interpretación histórica, uno de los primeros libros sobre personajes del mundo hispanoamericano hecho por un venezolano, en este caso por una mujer. Es obra cautivadora, cinco veces ediatada(1961,1965, 1982, 1991, 1992).

Debemos mencionar ahora Mercedes Alvarez Freites(1912-1968), con dos contribuciones singulares como lo fueron su Simón Rodríguez, tal cual fue, la primera gran biografía del maestro del Libertador, nacido en el siglo XVIII y por su vasta obra El tribunal del Real Consulado de Caracas, uno de los mayores estudios hecho sobre esta importante institución de la Venezuela provinicial, el primero hecho por un historiador venezolano. Fue Mercedes Alvarez Freites, la primera venezolana en obtener el título de PHD, doctora en historia(1963), en la Universidad de Northwstern, Evanston, Illinois, Estados Unidos.

Las contribuciones de Ermila Troconis de Veracoechea(1929) han sido muy amplias, tocan especialmente todo lo relacionado con la historia colonial de Venezuela y con la presencia de la mujer en la historia del país desde los días de la antigua Venezuela. Es Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia(1977) y fue la primera mujer en presidir esa coorporación(2003). Tales sus compilaciones Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela(1969), Las obras pías en la Iglesia colonial venezolana(1971), Los censos en la Iglesia colonial venezolana(1982) y obras de interpretación como su Historia de la cárceles en Venezuela(1983) o su obra Caracas(1993), entre otras.

Singular fue contribución de Angelina Lemmo Brando(1933-1988), especialmente por su obra más destacada, que sigue siendo estudio único sobre su tema, Historiografía colonial venezoalana(1977).

Estudiosas muy destacadas de la historia colonial han sido Marienela Ponce, Letizia Vacarri, Carmen Liendo por El Cuartel San Carlos,1771-1884; Ana Cecilia Peña por sus Misiones Capuchinas en Perija, Katty Solorzano por su Se hizo seña, estudio sobre la medición del tiempo y su influencia en el vivir de la ciudad de Caracas, en el siglo XVIII; Zulay Rojo con El Mayorazgo de los Cornieles y Diana Sosa Cárdenas sobre los Pardos[15].


INDEPENDENCIA(1810-1823)


Este capítulo de las cultoras de la historia hecha por venezolanas debería iniciarse con el nombre de Lucila Luciani de Pérez Díaz(1882-1971), aparece aquí porque su mayor interés fueron los días de la emancipación, en especial las figuras del Precursor, caso de su Francisco de Miranda, su vida y su obra(1968) o, en el segundo caso de sus Bolivianas.

Sin embargo, sus Páginas sueltas, nos dan la idea, dada la diversidad de los asuntos que trata, de sus múltiples inquietudes intelectuales. Fue ella la primera mujer que llegó a ser Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia(1939).

Aunque Carmen Clemente Travieso(1900-1983) fue una activa periodista, la primera reportera que hubo en nuestro país, nos dejó obras que se deben tener en cuenta para tratar la historia, en especial la de este período, tal sus Mujeres de la Independencia(1964).

Lourdes Dubuc de Isea(1928), destacada intelectual trujillana se acercó a la faceta intelectual del Libertador.

Miriam Blanco Fombona de Hood(1922-1991), fue una historiadora y pesquisadora venezolana que realizó toda su obra en Inglaterra. Sus contribuciones fueron muy grandes para el descubrimiento de los días de Miranda, de Bolívar y de Bello en Londres.

En este período no se puede dejar de mencionar, aunque ya lo hicimos antes, la biografía que Mercedes Alvarez Freites: Simón Rodríguez, tal cual fue, que es la mejor dedicada a este gran personaje. Al igual que deben tenerse en cuenta los numerosos trabajos sobre la historia de este tiempo que debemos a Graciela Schael Martínez.

El gran libro de Josefina Rodríguez de Alonso: El siglo de las luces visto por Francisco de Miranda, originalmente aparecido en francés, impreso en París, es obra fundamental para comprender el tiempo europeos del Precursor.

Carole Leal Curiel, estudio en sus Convicciones y conversiones de la republicano, aspectos de la vida del prócer José Felix Blanco(1872-1872).

Por su parte Inés Quintero(1955) se ha dedicado preferentemente a la historia del período indepentista, ofreciéndonos completas biografías del Marqués del Toro, Francisco Rodríguez del Toro(1761-1851) y de Antonio José de Sucre(1795-1830). Se ha centrado muy especialmente en la figura de María Antonia Bolívar Palacios(1777-1842), la hermana mayor del Libertador, mujer siempre realista, a quien ha dedicado La criolla principal y El vendedor de painetas[16].


EL SIGLO XIX(1830-1901)


Entre los libros escritos por estudiosas del pasado venezolano que tocan el siglo XIX debemos citar dos dedicados a un mismo asunto, a todas luces crucial en la historia de nuestras ideas. Nos referimos a los de Alicia de Nuño: Ideas sociales del positivismo en Venezuela y el de Marisa Kohn de Beker: Tendencias positivistas en Venezuela.

Por su parte tres historiadoras tocan aspectos del tiempo guzmancista: María Elena González de Lucca, la vida económica del periodo; igual cosa hace Carmen Elena Flores: Los comerciantes financistas y sus relaciones con el el gobierno guzmancista,1870-1888 mientras que Erminia Méndez Serrano se detiene ante un crucial hecho de aquellos días: La Iglesia Católica en los tiempos de Guzmán Blanco[17].


EL SIGLO XX(1901-2001)


En el siglo XX nos encontramos con obras memorialistas como la Cecilia Pimentel; Bajo la tiranía; la de Valentina Lecuna: Una casa en Caracas; la de Margot Boulton de Bottone: Una mujer de dos siglos; los de Ángela Zago sobre el proceso guerrillero, asunto que toca también Clarita Posani; con estudios biográficos como los que consagró Bhilla Torres Molina a Alirio Ugarte Pelayo(1924-1966) y a Rafael Simón Urbina(1897-1950), este último el hombre que organizó y ejecutó el asesinato del presidente Carlos Delgado Chalbaud(1909-1950).

Hallamos documentados expedientes, surgidos del trabajo periodistico, como el relativo a la conspiración militar del 18 de octubre de 1945, La palabra inédita, de Ana Mercedes Pérez.

Y, desde luego estudios de historiadores profesionales que registramos aquí respetando los tiempos que tratan. Tal Irene Rodríguez Gallad cuando estudio al régimen de Cipriano Castro; Clemy Machado de Acedo cuando analizó la incidencia de las ideas positivistas en Rómulo Gallegos; de los relativos al período gomecista hechos por Carmen Margarita Nones Mendoza/María Lourdes Acado de Sucre: La generación venezolana de 1928: estudio de una élite política; Yolanda Segnini en Las luces del gomecismo; Ignacia Fombona Zuloaga sobre una figura destacada de la generación de 1928; Clemy Machado de Acedo por su biografía del presidente Eleazar López Contreras; Yolanda Ramón Vaello al mirar la presencia femenina a partir de 1935 en Las mujeres en la vida nacional y en la prensa.

Más cercanos en el tiempo son los estudios de Mirtha Rivero La rebelión de los naufragos, sobre la sustitución, ¿caída?, de Carlos Andrés Pérez(1922-2010) de la presidencia en 1993.

Y en estos tiempos trágicos se refieren las obras de Ruth Capriles Méndez: El libro rojo del resentimiento, sobre esta actitud psicológica en su influencia en el tiempo histórico; Ana Teresa Torres al examinar en La herencia de la tribu, además de las raíces del ser nacional, las interpretaciones de Bolívar hechas por el gobierno chavista. O Michelle Roche Rodríguez en Album de familia, donde nos ofrece un expediente, a través de una serie de voces, de la identidad cultural venezolana de estos días[18].


CAPITULO SEXTO: EPILOGO GENERAL


Cerramos esta larga excursión a través de los laberintos de la historia venezolana, en especial a través de las tareas de las mujeres en la vida venezolana desde los días coloniales hasta el presente, citando a dos maestros.

El primero Francisco Herrera Luque dijo:


“La historia es para un pueblo lo que la memoria para el hombre: fuente de experiencia, fundamento de legislar, comprensión del presente, atalaya del futuro, Por eso ha de ser veraz y valiente y juscto quiien la escriba”.


Y el segundo Germán Carrera Damas:


“Porque Pueblo que ignora su historia se extravía, y pueblo que no honra su historia descubre su flaqueza moral, no menos que su desnudez espirtitual”.


Y desde luego, nos sentimos obligados a copiar este pensamiento de la rusa Nina Alexandrovna:


“Lo más hermoso de una mujer es su calidez y feminidad, la riqueza de su alma, su pureza. Debe limpiar y purificar a un hombre, conducirlo y elevarlo hacia algo superior, eliminar de él todo lo que tenga de salvaje y de animal. En el acto sexual debe enriquecerlo, llevarlo más allá del deseo animal” [19].


[1] Elisa Lerner: Una sonrisa detrás de la metáfora. Caracas: Monte Ávila Editores,1969.100 p.; Yo amo a Columbo o la pasión dispersa, ya citada; Crónicas ginacológicas, ya citada; Carriel número cinco. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1983. 151 p.; Carriel para una fiesta. Caracas: Editorial Blanca Pantin, 1997. 136 p.; En el entretanto, ya citado. Todos estos volumenes han sido reunidos en Así que pasen cien años. Crónicas reunidas.Prólogo: Rodrigo Banco. Caracas_ Editorial Madera Fina,2016.770 p. Aunque ella denomina crónicas a sus escritos para nosotros son auténticos ensayos, por ello así los denominamos. [2] Elisa Lerner: Teatro. Prólogo: Rodolfo Izaguirre. Caracas: Angria, 2004. 209 p. [3] Mariela Romero: “Esperando al italiano” inserta en la antología de Susana Castillo: Las risas de nuestras Medusas. Caracas: Fundarte,1992,p.65-99; Blanca Strepponi: Birmanos. Caracas: Monte Ávila Editores, 1991. 141 p. De Mariela Romero es también Nosotros que nos quisimos tanto. Caracas: Alfadil, 1998. 141 p. [4] Mónica Montanés: El aplauso va por dentro. Caracas: Editorial Blanca Pantín, 1997. 71 p.; está también en El aplauso va por dentro…y otras por fuera. Caraas: Zeta, 2010.327 p., esta recoge el conjunto de su escribir para el procenio. Al cumplirse los quince años de la puesta en escena de la pieza apareció el bello volumen El aplauso va por dentro, quince años. Caracas: Ediciones B,2011. 153 p., en este volumen está la versión original de la obra. [5] Javier Vidal: Ambas tres/Cinko. Caracas: Melvin, 2001. 95 p. [6] Xiomaria Moreno: Perlita blanca como sortija de señorita/Geranio/Manivela. Caracas: Fundarte, 1992. 131 p. [7] Ana Teresa Sosa: Corazón de fuego. Caracas: Fundarte, 1992. 59 p. [8] Manuuel Caballero: Contra la abolición de la historia. Caracas: Alfa, 2008.195 p. Ver: “Visión y testimonio del siglo XX”(p.166-168). [9] Augusto Mijares: El Proyecto de América y el discurso preliminar.Caracas: Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 1960. 64 p. Inserto en Lo afirmativo venezolano,p.311-349. La cita proviene de la p.349. [10] Manuel Caballero: Ni Dios, ni Federación. Caracas: Planeta, 1995. 303 p. Ver:”La mujer expulsada de la historia”(p.66-71). [11] Germán Carrera Damas: Historia de la historiografía venezolana. Textos para su estudio. Caracas: Universidad Central de Venezuela,1961. LXXII,643 p. La cita procede de las p.X-XI. [12] Marcedes Carlota Sánchez de Pardo: Monegas venezolanas.2ª.ed. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1973. 2 vols; Beyra Amarita de Cumare: El humanismo del profesor Augutso Mijares. Caracas: Oficina Central de Información, 1978. 143 p.;Elke Stockhausen: Periodismo y politica en Venezuela: cincuenta años de historia, 1808-1858. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1981.203 p.; Elke Stockhausen: Los periodistas en el siglo XIX: una élite. Caracas: Universidad Católica del Táchira,1982. 91 p.; Cira Naranjo/Elke Stockhausen: El centenario del Libertador: una bibliografía. Caracas: Fundación John Boulton,1983. 94 p.; Morella Barreto: Un siglo de prensa laboral venezolana,1846-1937. Caracas: Monte Ávila Editores,1986. XX,341 p.; Josefina Weidner: Bibliografía del Estado Carabobo. Valencia: Instituto del Libro Carabobeño, 1986. 2 vols.; Cira Castillo/ Carmen Sotillo: Producción bibliográfica y politica editorial en la época de Guzmán Blanco(1870-1887). Prólogo: Manuel Pérez Vila. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1987. 447 p.; Astrid Avendaño: Contribución a la biblio-hemerografía de Arturo Uslar Pietri. Caracas: Fundación Polar,1989.478 p.; Nicolasa Martínez Bello y otras: Bibliografía de Juan Liscano. Prólogo: Basilio Tejedor. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1992. 469 p. [13] Irma De Sola Ricardo/Lyll Barceló: Catálogo Exposición hemero bibliográfica La mujer en las letras venezolanas. Caracas: Imp. del Congreso de la República, 1976. 176 p. Ver la p.62, ficha 697 p.; Josefina Weidner: Bibliografía del Estado Carabobo, t.II,p..341, ficha 1021. [14] Socorro González Guinan: Historia de Venezuela para niños. Valencia: Imp. de La Voz Pública,1883. VII,183 p.; Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar: Catecismo de la historia de Venezuela. Caracas: Imp.Editorial, 1885. IV,111 p., esta obra había tenido ocho ediciones para 1926; Carmen Clemente Travieso: Las esquinas de Caracas: Caracas: Ediciones Ancora,1956. 285 p.; Marisa Vanini de Gerulewicz: La influencia francesa en Venezuela. Maracaibo: Universidad del Zulia,1964. 124 p.; Marisa Vanini de Gerulewicz: Italia y los italianos en la historia y cultura de Venezuela. Caracas: Oficina Central de Información, 1966. 638 p.; María Trinidad Santana: La diplomacia en Venezuela. Contiendas civiles y reclamaciones internacionales. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1963.163 p. Relativas al mundo pre-hispánico son Iraida Vargas/Mario Sanoja Obediente: Antiguas formaciones de modos de producción venezolanos. Caracas: Monte Ávila Editores, 1974. 290 p.; Carmela Bentivenga/ Cesáreo de Armellada: Literatura indígenas venezolanas. Caracas: Univerisdad Católica Andrés Bello, 1975. 358 p. [15] Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar: Compendio de la historia de Cristóbal Colón. Caracas: Tip.Gaspar Guttenbertg, 1893; Teresa de la Parra: Influencia de las mujeres en la formación del alma americana, ya citada; Mercedes Alvarez Freites: Simón Rodríguez, tal cual fue. Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966. 344 p.; Mercedes Alvarez Freites: El Tribunal del Real Consulado de Caracas: Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1967. 2 vols; Ermila Troconis de Veracoechea: Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1969. XLII,351 p.; Ermila Troconis de Veracoechea: Las obras pías en las Iglesia colonial venezolana. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1971. XVIII, 303 p.; Ermila Troconis de Veracoechea: Los Censos en la Iglesia Colonial venezolana. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1982. 3 vols.; Ermila Troconis de Veracoechea: Historia de las cárceles en Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1983. 224 p.; Ermila Troconis de Veracoechea: El proceso de la inmigración en Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986. 336 p.; Caracas. Caracas: Grijalbo, 1993.349 p.; Angelina Lemmo: Historiografías colonial venezolana. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1977. 422 p.; Marianela Ponce/Letiuzia Vaccari, Diana Rengifo: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. Los Welser. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1977, 592 p.; Marianela Ponce/Letizia Vacari: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. Juan Pérez de Tolosa y Juan de Villegas. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1980. 513 p.; Marienela Ponce: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Caracas: Academia Nacionla de la Historia,1985. 3 vols; Marianela Ponce: Para la memoria venezolana. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990. 321 p.; Letizia Vaccari San Miguel: Juicios de Residencia de la Provincia de Venezuela. Don Francisco Dávila Orejón Gastón. Caracas: Academia Nacionla de la Historia, 1983. 3 vols; Letizia Vaccari San Miguel: Sobre Gobernadores y Residencias en la Provincia de Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1992. 266 p.; Carmen Liendo: El Cuartel San Carlos y el Ejército de Caracas,1771-1884. . Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2001. 183 p.; Ana Cecilia Peña: Misiones Capurchinas en Perija. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1995-1998. 3 vols; Katty Solorzano: Se hizo seña. Medición y percepción del tiempo en el siglo XVIII caraqueño. Caracas: Planeta, 1998. 254 p.; Zulay Rojo: El mayorazgo de los Cornieles. Caracas: Academia Nacinal de la Historia, 1997.170 p.; Diana Sosa Cárdenas: Los pardos, Caracas en las postrimerías de la Colonia. Caracas: UCAB,2010.187 p. [16] Lucila Luciani de Pérez Díaz: Bolivianas. Caracas: Editorial Elite, 1933. 352 p.; Lucila Luciani de Pérez Díaz: Miranda: su vida y su obra. Caracas: Comandancia General de la Marina,1968. 406 p.; Lucila Luciani de Pérez Díaz: Páginas sueltas. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1970. 626 p. ; Carmen Clemente Travieso: Luisa Cáceres de Arismendi. Caracas: Asocaión Cultural Interamericana ,1942. 50 p.; Carmen Clemente Travieso: Mujeres de la Independencia. México: Talleres Gráficos de México,1964. 364 p.; Lourdes Dubuc de Isea: Simón Bolívar, periodista. Caracas: Editorial Arte,1968.55 p.; Miriam Blanco Fombona de Hood: El enigma de Sarah Andrews, esposa de Francisco de Miranda. Caracas: Banco Mercantil y Agrícola,1981. 131 p.; Graciela Schael Martínez; Estampas caraqueñas. Caracas: Concejo Municipal del Distrito Federal, 1975. 293 p.; Josefina Rodríguez Alonso: Le siecle des lumieres conté para Francisco de Miranda. París: Editions Frances-Empire 1974. 664 p. Traducción castellana: El siglo de las luces visto por Francisco de Miranda. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República,1978. 517 p.; Carole Leal Curiel: Convicciones y conversiones de un republicano. El expediente de José Felix Blanco. Caracas: Academia Nacinal de la Historia,1985. 130 p.; Inés Quintero: Antonio José de Sucre, biografía politica. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1998. 286 p.; Inés Quntero: La criolla principal. Mraía Antonia Bolívar, hermana del Libertador. Caracas: Fundación Bigott, 2003. 164 p.; Inés Quintero:El último marqués, Francisco Rodríguez del Toro,1761-1851. Caracas: Fundación Bigott, 2005. 240 p.; Inés Quintero: Los nobles de Caracas. Caracas: Academia Nacional de la Historia,2005. 77 p.; Inés Quintero: El fabricante de peinetas. Ültimo romance de María Antonia Bolívar. Caracas: Alfa, 2011. 223 p. [17] Alicia de Nuño: Ideas sociales del positivismo en Venezuela, Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1969. 173 p.; Marisa Kohn de Beker: Tendencias positivistas en Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1970.380 p.; Maria Elena González de Lucca: Negocios y política en tiempos de Guzmán Blanco.2ª.ed. Prólogo: Germán Carrera Damas. Caracas: Universidad Central de Venezuela,2001. 344 p.;Carmen Elena Flores: Los comerciantes financistas y sus relaciones con el gobierno guzmancista, 1870-1888. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1995. 376 p.; Erminia Méndez Serrano: La Iglesia católica en los tiempos de Guzmán Blanco. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1995. 282 p. [18] Cecilia Pimentel: Bajo la tiranía, 1919-1935.Caracas: Tip. Y Lit. La Bondoniana, 1970. XIX, 317 p.; Valentina Lecuna: Una casa en Caracas. Madrid: Afrodisio Aguado, 1962. 107 p.;; Margot Boulton de Bottone: Una mujer de dos siglos. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1992. 201 p.; Ángela Zago: Aquí no ha pasado nada, Existe la vida, Sobreviví a mi madre, ya citadas; Clarita Posani: Los farsantes, ya citada; Bhilla Torres Molina: Alirio. Caracas: Cromotip,1968. 257 p.; Bhilla Torres Molina: Rafael Simón, tremendo guerrillero. Caracas: Talleres Gráficos de Mersifrica, 1973. 348 p.; Ana Mercedes Pérez: La verdad inédita. Historia de la Revolución de Octubre revelada por sus dirigentes militares. Caracas: Artes Gráficas, 1947. 427 p.; Ana Mercedes Pérez: Yo acuso a un muerto. Defensa de Ligia Parra Jahn. Caracas: Ávila Gráfica,1949. 120 p.; Ana Mercedes Pérez: La sentencia de Ligia Parra Jahn. 2ª.ed. Caracas: Tip.Americana,1951. 75 p.; Clemy Machado de Acedo: El positivismo en las ideas politicas de Rómulo Gallegos. Caracas: Equinoccio,1982. 172 p.; Clemy Machado de Acedo: Eleazar López Contreras. Caracas: Banco del Caribe/El Nacional,2005. 116 p. Carmen Margarita Nones Mendoza/María de Lourdes Acaedo de Sucre: La generación venezolana de 1928. Estudio de una elite politica. Barcelona: Ediciones Ariel,1967. XIV, 182 p.; Yolanda Segnini: Las luces del gomecismo. Caracas: Alfadil, 1987. 436 p.; Yolanda Ramón Vaello: Las mujeres en la vida nacional y en la prensa. Prólogo: Irma De Sola Ricardo. Caracas: Editorial Arte,1985. 129 p.; Mirtha Rivero: La rebelión de los naúfragos, ya citado; Ruth Capriles Méndez: El libro rojo del resentimeinto. Caracas: Mondadori,2008. 120 p.; Ana Teresa Torres: La herencia de la tribu. Caracas: Alfa, 2009.287 p.; Michelle Roche Rodríguez: Album de familia. Conversaciones sobre nuestra identidad cultural. Caracas: Alfa, 2013. 247 p. [19] Francisco Herrera Luque: Los amos del valle, t.I,p.425.; Germán Carrera Damas: Aviso a los historiadores críticos, p.425. La idea de la mujer de Nina Alenxandrovna se lee en David Remnick: La tumba de Lenin,p.147.


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