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"Teluria...Un pasado vinculado a la tierra y al fuego que hemos olvidado" (V). Josefina Weidner




¿Es acaso oficio de mujeres mayoritariamente? Mujer y personalidad creadora.

También es evidente la cantidad de mujeres que participan en los Salones de

las Artes del Fuego, asunto que llevó a la periodista Ludmila Vinogradoff en su

artículo “La candela y sus creaciones” publicado en el diario “El Nacional” en la

página 16 del cuerpo E, del día 16 noviembre de 1980, a preguntarse si

estas especialidades eran “¿Oficio de Mujeres?”, y a las múltiples respuestas agrego la

mía para enriquecer este ensayo sobre las Artes del Fuego, a través de mi reflexión

sobre la mujer y la personalidad creadora, pues hay muchas mujeres trabajando con

arcilla, vidrio, metales, pero pocas artistas de las artes del fuego. Para mí

creación es un acto de síntesis. Es producir “un nuevo ser”, a través de una

experiencia total, que involucran el proceso que relacionan e integran elementos que

se encontraban separados, más allá de la simple suma de sus partes, y cuya

originalidad está en descubrir aspectos de la realidad ignorados, conexiones ocultas

bajo una nueva luz, que nos hace exclamar a veces: “caramba, pero si eso era tan

fácil. ¡Por qué no lo supe decir antes que éste!”. Einsten y Abraham Masslow entre

otros, describen esta experiencia de la creación como fascinante, cumbre, en que la

persona creativa se funde con la realidad observada, integrándose ambas, lo cual

permite la visión de lo que estaba antes oculto, produciéndose así, una revelación que

se vive con éxtasis, exaltación. Para que eso suceda se necesita vivir en desafío

autoimpuesto, que implica desorganizar, vivir riesgos, perder vínculos ya perdidos,

asombrarse en ese momento de angustia / alegría, tristeza / euforia, dar a luz un nuevo

lenguaje estético. Vivir esa experiencia es de una riqueza extraordinaria, pero da

miedo, la mujer, en especial en nuestro país, no esta formada ni educada dentro de

esas ideas, su empeño esta localizado en preservar lo ya establecido. Observamos en

las formas recurrentes en los planteamientos propuestos en las exposiciones con

asistencia mayoritaria de mujeres. Unamos a ese sentido práctico y al sentimiento de

culpabilidad, el acallamiento que todo el engranaje social imperante desde tiempos

inmemoriales hace de la mujer como ser pensante, asociando esta capacidad como la

culpable de posibles conflictos con el hombre primer gran proveedor y asegurador de

la estabilidad de ella y para cuya adquisición y preservación debe sacrificarlo todo.40

Este marco social y psicológico ancestral hace que la mujer se enfrente al

mundo o bien con un miedo paralizante a ser ella misma y darle vida a la imaginación

y lo incierto, por no perder el universo de lo ya establecido, o con planteamientos

audaces, con iniciativas en el marco de un quehacer absorbente, dentro de una rutina

que preserve la seguridad existente, que la agota, y le hace esconder aún más su

posibilidad de ahondar en su interioridad, de vivir sin culpa su deseo de libertad y

expresión de sí misma, pues ante el asomo de “éso” el grito de su marido o compañero,

familia, hijo, que lo rodean es de desaprobación, ¡cómo puede dar ese salto al vacío sin

que todo se desmorona a su alrededor!, y no un gesto de comprensión ante ese hecho

que redundaría en bien de la familia pues le quitaría a ella la carga de rencor y

sentido de víctima. Por eso las escuelas de las artes del fuego tienen una gran

matrícula de mujeres pero más parece que van para “matar el ocio”, pues pocas se

atreven a exponer obras comprometidas o expresivas de una búsqueda. Traemos

al nacer una herencia cultural que nos impone desde el color rosado en nuestra ropa

de bebitas, símbolo de ternura y sumisión, hasta nuestros juegos, gustos, educación,

comportamiento etc., que nos van condicionando a los papeles de mujer – objeto,

mujer – madre, mujer – esposa, etc., siempre con sus decisiones mediantizadas por

una relación de dependencia como única alternativa válida, y no de autonomía para

de allí crecer y relacionarse pudiendo cumplir su misión y realizar su vida no desde su

aniquilamiento o adormecimiento de su ser verdadero, sino en la unión

enriquecedora y realmente complementaría. Por eso no nos educaron para ser

artistas sino para que nuestra capacidad de hacer belleza sea dentro de parámetros

que no conmuevan, no manifiesten un mensaje que golpee o haga pensar a través de

un lenguaje propio, sino desde productos femeninos, “cosas de mujeres”, con absoluto

“sentido común”, accesorios terrestres para la realidad cotidiana, asociaciones

religiosas de beneficencia, y no productos de una verdadera percepción estética,

innovadora. El compromiso de ser un creador va más halla de unas caracteristicas

sexuales. Este sentir nos permite trascender el universo de la cotidianidad hacia lo

ignoto, lo infinito, lo oculto en lo profundo del ser humano. Lleva a romper

estructuras mentales, salir del dominio de lo racional y pragmático, y tanto los

hombres como las mujeres deben pasar por las mismas etapas de rupturas de

esquemas existentes para encontrar la verdad ocultan en su interior y luego

reconocerlo en el producto que nace y elevar su elaboración hasta la expulsión del

“nuevo ser”, sirviéndose de los conocimientos acumulados. Alcanzar esa realidad

enriquecerá a la mujer y le permitirá encontrarse a sí misma, penetrar en su verdad y

conseguir su propio CENTRO desde el cual elegir alternativas vitales, aportar

soluciones verdaderas en este momento de destrucción y existencia de falsos valores, y

desde su autenticidad expresar su mensaje y no ser la rebelde que ante su incapacidad

de decir algo se disfraza de artista o enarbola las banderas del feminismo mal

entendido y sabotea su misión en el mundo, sin tener la valentía de plantear nada

nuevo, creativo y salvador de ella misma y de quienes lo rodean, ya sea a través de un

dibujo, una escultura, un poema o en su trabajo en la cotidianidad de su vida como

ama de casa, que la eleve al cumplimiento de un ideal superior y no la hunda más en el

abismo de la inconciencia. Por éso el trabajo de las artes del fuego podría ser un

medio de expresión artística muy poderoso... Ojalá lo entendamos así...


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